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A) Principio de Identidad: Es uno de los pilares ontológicos primordiales, a pesar de

que fue ignorado


por Aristóteles y por toda la tradición medieval. Quizá pudo ser Leibniz el que
aludió inicialmente a esa fórmula cuando dijo: “Toda cosa es lo que es” 46 aunque
sin reconocerle la categoría de principio. De igual modo Locke se pronunció de
pronto por la simplicidad del mismo para señalar que “Todo aquello que es, es” ya
que es “imposible que una cosa sea y no sea al mismo tiempo” 47, no obstante fue
Ch. Wolf (1679-1754), matemático y filósofo alemán el que dio el soporte lógico
necesario al llamarlo principio de certeza y lo dedujo del principio de no
contradicción. A pesar de las críticas que ha recibido como principio lógico, pues
unos prefieren hablar de regla para el uso de símbolos
o un mero postulado semántico48 y al margen de lo que puntualicé en el anterior
pie de página,
ese pilar se mantiene erguido aun ya que es una norma del entendimiento
abstracto que permite de entrada reconocer que una cosa es y luego proceder en
consecuencia.

B) Principio de no contradicción: Él “no” expresa la limitación fundamental de


la existencia ya que el ser ahí –según Heidegger– pudiendo ser, está en cada caso
en una u otra posibilidad49. Bajo esa señal el NO puede reputarse como la deuda
ineludible de la subsistencia, un no ser.
Como principio, la no contradicción, fue admitido por Aristóteles que lo puso
como piedra angular de su metafísica e hizo una doble formulación del mismo: 1°)
“Nada puede ser y no ser simultáneamente” (ontológica) y 2°) “Es imposible para
la misma cosa y en el mismo tiempo ser inherente y no ser inherente a una
misma cosa” (lógica), más tarde Descartes, Locke y Kant, entre otros, retocaron
esa enunciación para arribar a la conclusión que ese principio era el cimiento de
las verdades idénticas o analíticas50 y aunque muchos autores contemporáneos
pretendan reparar en este y en el anterior principio lógico una sucesión de
tautologías, es imperioso reconocer su pertinencia pues respeta y protege en un
nivel profundo la unidad y la identidad de cualquier concepto. En todo caso no se
debe confundir la contradicción con la contrariedad, pues esta es una de las
cuatro formas de la oposición o relación de exclusión (correlativa entre el doble y
la mitad, contraria entre el bien y el mal, cuadrado de los opuestos –(todo hombre
corre…) universal positivo, universal negativo (todo hombre no corre) particular
afirmativo (algún hombre corre), particular negativo (algún hombre no corre)–
posesión y privación, entre la vista y la ceguera) ya que la contrariedad es la que
intercede o se ubica entre aquellos términos que, dentro del mismo género distan
entre sí al máximo51.

C) Principio de tercer excluido: Significa que siempre


es verídica la disyunción formada por un enunciado dotado de significado y su
negación:
proveído cualquier enunciado P y su negación NO P, invariablemente es cierto P o
NO P52, en
otras palabras: o es cierto P o no es cierto P y no existe una tercera posibilidad.
Puede fluir
una similitud formal con el principio de no contradicción, pero si se discurre por
la vía adecuada
se verá con meridiana claridad que entre los opuestos contradictorios no hay un
medio,
aunque Leibniz observó que el principio de no contradicción ciertamente tenía
dos modos:
uno que enunciaba que lo verdadero y lo falso no era compatible en una misma
proposición,
el otro que enunciaba que entre lo verdadero y lo falso no había un medio. De
todas maneras
estas tres reglas lógicas han sido consideradas entre las leyes cardinales del
pensamiento lógico53.
Lo anterior no obsta para traer a colación, no como principio sino como un
agregado o algo subsidiario a los umbrales lógicos esbozados, el tópico de la
razón suficiente. Y lo hago pues dudo de que en realidad sea un principio con la
envergadura de los anteriores, más bien o mejor un complemento que
proporciona a no dudarlo la comprensión de aquellos ya nombrados si es que ya
no se halla inscrito en cada uno de los mismos. Aristóteles dijo:
“Creemos conocer absolutamente un objeto en particular –o sea no de manera
accidental– cuando
creemos conocer la causa por la cual la cosa es, conocer que ella es causa de la
cosa y que, por
lo tanto, esta no puede ser de otra manera…”54.
Sin embargo merced a los esfuerzos de Leibniz esa noción tomó otro giro al
indicar que nada cuyo
opuesto sea posible es necesario, y vio en la razón suficiente, la explicación por la
cual las cosas posibles pueden llegar a ser. ¿Es semejante a la causalidad 55? Es
aquí cuando la causa en su razón de ser se tropieza con un escollo que la puede
hundir porque en la razón suficiente hay una libertad que no existe en la
causalidad y por eso su proyección y surgimiento está supeditado a la
contingencia.

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