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LA FE Y LA RAZON MEDIOS PARA EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD

DESDE LA CARTA APOSTÓLICA FIDES ET RATIO

Yeison Criollo Parra

Corporación Universitaria Minuto de Dios

Rectoría Sede Principal

Sede Bogotá D.C. - Sede Principal

Programa Licenciatura en Filosofía

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LA FE Y LA RAZON MEDIOS PARA EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD

DESDE LA CARTA APOSTÓLICA FIDES ET RATIO

Yeison Criollo Parra

Monografía presentado como requisito para optar al título de Licenciado en Filosofía

Asesor(a)

Nombres y apellidos completos de la persona que dirigió/asesoró el trabajo

Título académico

Corporación Universitaria Minuto de Dios

Rectoría Sede Principal

Sede Bogotá D.C. - Sede Principal

Programa Licenciatura en Filosofía

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“el conocimiento y el amor van unidos en el acto de

fe. Ambos son inseparables. El mismo amor se convierte

en un rayo de luz que nos ilumina” En las Manos de Dios

Una reflexión sobre las virtudes teologales


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Dedicatoria

Dedico este logro a Dios, que cada día me da el valor y las fuerzas para perseguir mis

sueños.

A mi Madre Luz Mireya Parra Patiño.

A mi Padre Román Criollo Ortiz.

A mis hermanos Yuliana Criollo Parra, Didier Criollo Parra, Angela Criollo Parra, Linda

Lucia Criollo Parra.


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Agradecimientos

Agradezco a Dios por la vida, por la oportunidad de poder fórmame en el alma mater de

UNIMINUTO.

A los profesores del departamento de filosofía de UNIMINUTO en especial a la

profesora Gina Barón y el profesor Johnni Alfredo Ochoa Gómez, por su apoyo, comprensión y

acompañamiento en cada momento de mi etapa formativa, a mis compañeros de formación, por

su paciencia y largas horas de estudio juntos, a Luis Eduardo Puerta Jaramillo, quien siempre me

han ayudado con sus consejos y aportes.


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Contenido

Introducción................................................................................................................................................8
1 Objetivos...........................................................................................................................................10
1.1 Objetivos específicos.....................................................................................................................10
CAPÍTULO I.............................................................................................................................................11
2 Semblanza del autor...........................................................................................................................11
2.1 Información general.......................................................................................................................11
2.2 Actividad académica......................................................................................................................13
2.3 Obras de Karol Wojtyla.................................................................................................................15
CAPÍTULO II...........................................................................................................................................16
3 Reseña de la obra “Fides et Ratio”....................................................................................................16
CAPÍTULO III..........................................................................................................................................19
4 La Fe desde la Fides et Ratio.............................................................................................................19
4.1 Antecedentes..................................................................................................................................19
4.1.1 Reflexión antigua.......................................................................................................................19
4.1.2 Reflexión medieval....................................................................................................................20
4.1.3 Reflexión contemporánea: crisis de la fe...................................................................................24
4.2 La Fe..............................................................................................................................................27
CAPÍTULO IV..........................................................................................................................................31
5 La Razón En La Fides et Ratio..........................................................................................................31
5.1 Evolución de la Razón...................................................................................................................32
5.2 Breve recorrido histórico...............................................................................................................33
5.3 Crisis de la Razón: Recapitulación del drama de la separación......................................................34
5.4 Razón.............................................................................................................................................36
CAPÍTULO V...........................................................................................................................................38
6 Relaciones entre Fe Y Razón propuestas en la Fides et Ratio...........................................................38
6.1 Antecedentes..................................................................................................................................38
6.2 Riesgos actuales del dialogo..........................................................................................................40
6.2.1 Eclecticismo..............................................................................................................................40
6.2.2 Historicismo..............................................................................................................................41
7

6.2.3 Cientificismo.............................................................................................................................41
6.2.4 Nihilismo...................................................................................................................................42
6.3 Fe y razón como no opuestos para alcanzar el conocimiento de la verdad.....................................49
CAPÍTULO V I.........................................................................................................................................52
7 Conclusiones.....................................................................................................................................52
Referencias................................................................................................................................................55
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Introducción

Abordar el tema de fe y razón en nuestro tiempo exige entender que, tanto la fe como la

razón, son medios que ayudan al hombre a alcanzar el conocimiento. La evolución del

pensamiento del hombre desde la antigüedad, le ha hecho reflexionar sobre su existencia, el

significado de su ser:

El hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo en su unicidad, le resulta

más urgente el interrogante sobre el sentido de las cosas y sobre su propia

existencia. Todo lo que se presenta como objeto de conocimiento se convierte por

ello en parte de nuestra vida. (Juan Pablo II, 1998, N. 1)

Ahora bien, esta inquietud que es natural al hombre puede ser alcanzada por la fe y la

razón; El problema con esta virtud de la fe y la facultad del hombre la razón es la confusión y la

falsa oposición a la que se ven enfrentados en épocas recientes. El desconocimiento de las

definiciones ocasiona que el hombre del común considere que son cuestiones ajenas, desligadas

y opuestas. Comprender esta pugna exige dar un vistazo a la historia, rastrear las relaciones entre

la creencia y la reflexión y el proceso por el cual se habla de una separación.

Por ello, Juan pablo II, el 14 de septiembre de 1998 publica la Carta Apostólica Fides et

ratio, en la que manifiesta su preocupación acerca de lo que él denominará la crisis de la verdad,

que tiene como punto de partida la malinterpretación de la virtud teologal de la fe y facultad

humana de la razón, reduciéndolos a expresiones comunes, coloquiales y absurdas. Por ejemplo,

en muchos escenario y discursos de hoy la fe pasa a ser confundida con la superstición,

sustentada en lo irracional; por otro lado, la razón se juzga como una facultad cerrada sobre sí

misma, con un sentimiento de autosuficiencia que poco a poco se transforma en duda.


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El siguiente trabajo pretende determinar las relaciones existentes entre fe y razón, a partir

del análisis del documento pontificio Fides et ratio, buscando señalar que de acuerdo con los

postulados personalistas de Karol Wojtyla (Juan Pablo II) se trata de una virtud y facultad que a

veces son complementarios, a veces son ajenos, pero en ningún caso opuestos o contrarios. A

partir de la visión particular de Wojtyla, se identificarán definiciones de estas dos cuestiones, en

marcadas en una visión particular que pretenden acercar al hombre a la relación de fe y razón

como medios para llegar al conocimiento de la verdad y que permean todas las estancias de la

vida del hombre que es un ser que no se reduce a la individualidad si no que se desarrolla con

otros y crece en esa búsqueda de la verdad fundamental que lo constituye.


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1 Objetivos

Analizar la relación entre la fe y la razón como postulados filosóficos no opuestos y

medios para alcanzar el conocimiento de la verdad en la Carta Apostólica Fides et Ratio de San

Juan Pablo II.

1.1 Objetivos específicos

 Identificar la definición de Fe propuesta por San Juan Pablo II en la obra citada.

 Describir los elementos que permiten definir la facultad de la razón en la obra citada.

 Señalar las relaciones entre fe y razón tal y como se proponen en la Carta Apostólica

Fides et Ratio, de San Juan Pablo II.


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CAPÍTULO I

2 Semblanza del autor

2.1 Información general

Polonia había dejado de ser independiente como país entre los años 1773 y 1795 y su

territorio se repartió entre Austria y Rusia. Después de la Primera Guerra Mundial en 1919 y

gracias al Tratado de Versalles, consigue la independencia del dominio austríaco.

Polonia comienza una guerra por recuperar los territorios orientales agregados por Rusia.

En 1920 los polacos vencen a los rusos por el llamado Milagro del Vístula. Con el Tratado de

Riga de 1921, se formaliza la recuperación de los territorios del este, hasta ese momento en

posición rusa.

En este contexto nace Karol Jozéf Wojtyla en Wadowice, una pequeña ciudad polaca, el

18 de mayo de 1920. Hijo de Karol Wojtyla, militar del ejército austro- húngaro y Emilia

Kaczorowaska, profesora de colegio, quien moriría en abril de 1929 tras una enfermedad

cardiaca y renal. Tenía un hermano mayor llamado Edmund Wojtyla, muerto en 1932 a los 26

años, tras contagiarse de una infección contraída en su año de experiencia rural como médico.

La adolescencia del joven Karol transcurre junto a su padre, cuya formación militar se

manifiesta en la disciplina que impone en su casa, como si se tratase de un cuartel. Pero eso no

les impide divertirse. Padre e hijo jugaban partidos de fútbol, en los que Karol se desempeñaba

muy bien como arquero. El futuro Papa escalaba montañas, esquiaba, nadaba y hacía canotaje,

Karol Wojtyla padre muere de un paro cardiaco cuando Karol hijo, tenía 21 años.

Karol inicia sus estudios en filología polaca en la universidad Jagellónica de Cracovia,

los cuales acompañó de un profundo interés por el teatro. Abandonó su carrera debido a la

invasión nazi a Polonia en septiembre de 1939.


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Al abandonar sus estudios trabajó en una cantera y en una fábrica química para evitar la

deportación a Alemania. Posteriormente, decide hacerse sacerdote e inicia sus estudios de

filosofía de manera clandestina. Ante esta situación San Juan Pablo II dirá: “Se me ahorró mucho

del grande y horrendo theatrum de la Segunda Guerra Mundial. Cada día hubiera podido ser

detenido en casa, en la cantera o en la fábrica para ser llevado a un campo de concentración”.

(Wojtyla, Don y Misterio, pág. 13)

Se ordena sacerdote en 1946 y se traslada a Roma, donde realizó su tesis doctoral en

teología sobre San Juan de la Cruz (1948). De vuelta a Polonia realiza la tesis doctoral en

filosofía sobre la obra de Scheler (1954) y es nombrado profesor de Ética en la Universidad de

Lublin en 1954. Allí impartió los cursos que originan su producción filosófica personal. En 1958

fue consagrado obispo y participa en el Concilio Vaticano II, primero bajo esta calidad, después

como arzobispo y finalmente como Cardenal (1967). Ejerció gran influencia en la elaboración

del documento Gaudium et spes. En 1978 fue elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II.
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2.2 Actividad académica

El primer acercamiento formal y sistemático de Wojtyla a la filosofía se dio durante su

formación como sacerdote, puesto que, hasta ese momento, lo más cerca que había estado era

cuando cursaba filología y leía poesía.

En mayo de 1938, superado el examen final de los estudios en el instituto, me

inscribí en la Universidad Jaghellonica para realizar los cursos de Filología

polaca. Por este motivo me trasladé, junto con mi padre, desde Wadowice a

Cracovia. Nos instalamos en la calle Tyniecka 10, en el barrio de Debniki. La

casa pertenecía a los parientes de mi madre. Comencé los estudios en la Facultad

de Filosofía de la Universidad Jaghellonica, siguiendo los cursos de Filología

polaca, pero sólo logré acabar el primer año, porque el 1de septiembre de 1939

estalló la Segunda Guerra Mundial. (Wojtyla, Don y Misterio, pág. 3)

Durante la ocupación nazi de Polonia, Karol se une a un seminario clandestino dirigido por el

Cardenal Sapieha y fue ordenado el día de la Fiesta de Todos los Santos (Primero de noviembre)

en 1946. Después viaja a Roma, donde continúa sus estudios doctorales en teología. Luego de

regresar a Polonia, se convierte en vicario de una parroquia en Niegowic, donde comenzó su

vital obra con los jóvenes.

Durante su formación sacerdotal se acerca al tomismo, al cual le dedica gran parte de su

esfuerzo y estudio. Después, tiene una orientación diferente en su pensamiento y elabora su tesis

doctoral en filosofía sobre Max Scheler, titulada valoración sobre la posibilidad de construir una

ética cristiana sobre las bases del sistema de Max Scheler (1954). (Wojtyla, Max scheler y la

ética cristiana, 1982)


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Este momento fue central en su desarrollo intelectual y él mismo lo reconoció en diversas

ocasiones:

Debo verdaderamente mucho a este trabajo de investigación. Sobre mi precedente

formación aristotélico-tomista se injertaba así el método fenomenológico, lo cual

me ha permitido emprender numerosos ensayos creativos en este campo. Pienso

especialmente en el libro "Persona y acción De este modo me he introducido en la

corriente contemporánea del personalismo filosófico, cuyo estudio ha tenido

repercusión en los frutos pastorales (Wojtyla, Don y Misterio, pág. 33)

De esta manera, se forma un pensamiento definitivo en la concepción filosófica de Wojtyla,

fundamentada en el tomismo y la fenomenología, pero impregnada por las ideas personalistas de

Scheler. Esto permite entender las áreas a las que dedicó gran parte de su tiempo y esfuerzo:

1. Ética

2. El amor humano.

3. Antropología filosófica.

4. La frustrada transición hacia una filosofía interpersonal y social.


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2.3 Obras de Karol Wojtyla

 La fe según san Juan de la Cruz, BAC, Madrid 1979.

 Max Scheler y la ética cristiana, BAC, Madrid 1982. [Wojtyla 1982a]

 Persona y acción, BAC, Madrid 1982. (Traducción hecha por Jesús Fernández Zulaica a

partir de la edición en inglés: Wojtyła, K., Tymieniecka, A. T. (ed.), The Acting Person,

D. Reidel, Dordrecht 1979)

 Persona e atto, LEV, Roma 1982. [Wojtyla 1982b] (Versión italiana de Osoba i Czyn)

 Amor y responsabilidad, Plaza y Janés, Barcelona 1996.

 Cruzando el umbral de la esperanza, Plaza & Janés, Barcelona 1994.

 Don y misterio, BAC, Madrid 1996.

 Memoria e identidad. Conversaciones al filo de dos milenios, La esfera de los libros,

Madrid 2005.

Obras dedicadas al análisis de la filosofía de Wojtyla:

 Burgos, J.M., Karol Wojtyla, en Fernández Labastida, F. – Mercado, J. A. (editores),

Philosophica: Enciclopedia filosófica online, URL:

http://www.philosophica.info/archivo/2007/voces/wojtyla/Wojtyla.html)
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CAPÍTULO II

3 Reseña de la obra “Fides et Ratio”

En septiembre de 1948 el Papa Juan Pablo II reabre el debate sobre la relación entre

razón y fe. El resultado de este debate queda expresado en la Carta Apostólica Fides et Ratio. El

punto de partida lo constituye la crisis cultural que hasta ese momento había generado la idea de

la separación y oposición entre Fe y Razón como caminos a la búsqueda de la verdad.

Es en este sentido, la obra resalta preguntas de carácter filosófico constantes a lo largo de

la historia de la filosofía: “¿Quién soy?, ¿De dónde vengo y a dónde voy?, ¿Por qué existe el

mal?, ¿qué hay después de esta vida? (Juan, 1998, págs. 5, N. 1). Aunque se trata de cuestiones

evidentemente filosóficas, lo importante aquí es que se plantean en una Carta Apostólica, que

según el instituto Apoyo al desarrollo de archivos y bibliotecas de México, se puede definir

como un documento emitido y consultado por obispos y conferencias episcopales. El propósito

de estos documentos es tratar cuestiones relativas a la fe o la moral o explicar algún

acontecimiento significativo para la humanidad en general.

Aunque La presentación, la redacción y el formato de una Carta Apostólica son libres,

debe conservar una estructura definida así: Autor, Saludo, Destinatarios, Contenido, Lugar y

fecha, Notas de despedida, y por último la Rubrica. Si bien puede existir un determinado

destinatario para las cartas apostólicas, estos documentos están dirigidos a todos los fieles.

Una vez aclarado lo anterior, es necesario indicar que el interés de la Fides et ratio es

“sensibilizar a quienes respetan la verdad y son responsables del pensamiento y la cultura, con el

objetivo que centren su atención en lo esencial, evitando el prejuicio.” (Función de las cartas

apostólicas, 2018, pág. 2)


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Fides et ratio es una Carta Apostólica elaborada con el fin de reflexionar sobre la crisis

de la búsqueda de la verdad, producido por la separación de la fe y la razón “San Juan Pablo II

hace un primer esfuerzo por dar respuesta al problema que implica oponer fe y razón en la

búsqueda de la verdad.” (Cother, 1998, pág. 1)

Publicada el 14 de septiembre de 1998 y dirigida a los obispos de la Iglesia Católica,

busca aclarar la relación fe y razón en un mundo relativizado, tecnificado y materializado, que en

principio refuerzan la ruptura entre la fe y la razón como caminos opuestos o separados hacia la

búsqueda de la verdad.

El contenido específico de la carta es:

• Introducción: Conócete a ti mismo.

• Capítulo I: La revelación de la sabiduría de Dios.

• Capítulo II: Credo ut Intellegam.

• Capítulo III: Intellego ut Credam.

• Capítulo IV: Relación entre la fe y la razón.

• Capítulo V: Intervenciones del magisterio en cuestiones filosóficas.

• Capítulo VI: Interacción entre filosofía y teología.

• Capítulo VII: Exigencias y cometidos actuales.

• Conclusión.

Ahora bien, teniendo en cuenta que esta Carta Apostólica tiene fuerte carácter teológico,

en este trabajo la atención se concentra en aquellos capítulos en los que se exponen la virtud

teologal de la fe y la facultad humana de la razón desde una perspectiva filosófica. Por lo tanto,

este escrito se fundamenta sobre los siguientes capítulos.

• Introducción: Conócete a ti mismo.


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• Capítulo IV: Relación entre la fe y la razón.

• Capítulo VI: Interacción entre filosofía y teología.

• Capítulo VII: Exigencias y cometidos actuales.


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CAPÍTULO III

4 La Fe desde la Fides et Ratio

“Es necesario que el hombre tenga un conocimiento natural, verdadero y coherente de las

cosas del mundo y de sí mismo” (Juan Pablo II, 1998, N. 66) El hombre es capaz de avanzar en

el conocimiento, y para ello usa diversos métodos. En términos filosóficos, el hombre reflexiona

sobre cómo conocer y llegar a la verdad, sobre el conocimiento verdadero y las certezas. Así

mismo, a partir de su relación con el mundo, el hombre es capaz de proponer conceptos a partir

de su experiencia empírica y del conocimiento trascendental que tiene del mundo.

Ahora bien, la intención de buscar la definición de fe como medio del conocimiento

desde lo filosófico, no es solo para purificarla de los posibles prejuicios o señalamientos sufridos

a través del tiempo; en este caso, se trata más bien de plantear la fe como un estado voluntario,

libre y consciente que tiene como fin alcanzar la verdad, el conocimiento y la trascendencia.

Desde esta perspectiva la reflexión por el conocimiento y la verdad necesariamente implican

revisar la relación entre razón y fe, encontrando en la fe un apoyo esencial para ayudar a

profundizar en las reflexiones y las certezas encontradas desde la razón, ya que esta virtud

teologal no da nada por sentado e invita a ir más allá de lo que se muestra ya definido en

términos racionales.

4.1 Antecedentes

4.1.1 Reflexión antigua.

La reflexión antigua, está relacionada con el pensamiento mítico, que explica el origen de

los fenómenos como consecuencia de la irritabilidad o benevolencia de un dios. Como

alternativa a esta concepción, la reflexión jónica o de los llamados filósofos de la naturaleza,


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resalta la búsqueda racional del origen del cosmos en una causa primera y común “arqué”. (Juan

Pablo II, 1998, N. 36)

Aunque para esta época no es posible hablar de fe como se hace hoy en día, esta idea se

relaciona con la religión y la trascendencia. En este sentido, la reflexión metafísica sobre la

trascendencia, gira en torno al problema del alma, tal y como se expresa en las filosofías

Platónica y Aristotélica:

 Platón: concibe el alma como realidad desterrada, esencialmente inmortal, como aquella

que debe liberarse del cuerpo para regresar a su origen divino y vivir un mundo

inteligible.

 Aristóteles: concibe el alma como substancia del cuerpo, causa y fuente del cuerpo

viviente. (Mora José Ferrater, 1994, págs. 111 - 112)

Todo el proceso de reflexión de los filósofos clásicos tiene por objeto “buscar una conciencia

crítica de aquello en lo que se creía” (Juan Pablo II, 1998, N. 36). Por esta razón el pensamiento

mítico tamizado a la luz de la reflexión filosófica no desconoce la imagen religiosa, incluso al

reflexionar sobre el origen racional del mundo fueron reconocidos como lo que eran, y dieron

paso a la purificación de la religión, es por ello, que los clásicos, aunque reflexionaban sobre el

origen de las cosas, no desconocen la imagen religiosa. Esta idea es retomada por los padres de

la Iglesia, quienes relacionan los preceptos de fe revelados en el mensaje cristiano con conceptos

propios de la filosofía clásica, con el fin de aclarar y reforzar el mensaje de la religión cristiana.

4.1.2 Reflexión medieval

La reflexión medieval toma elementos de la filosofía clásica y del helenismo para

comunicar y aclarar los preceptos de la religión cristiana, en los que la fe es fundamento de la

trascendencia. Este fundamento de la trascendencia, encontrada y conciliada por los padres de la


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Iglesia cristiana, ahora es tomada de una manera distinta: la creencia, como nueva característica

de la fe.

En los primeros siglos de nuestra era se estigmatizó a los cristianos por sus prácticas

religiosas, que para algunos eran propias de “iletrados y rudos”, según Celso. (Orígenes, N, 3).

Este nuevo resultado de la reflexión cristiana, que en un principio se veía alejada de la filosofía,

evoluciona a tal punto de ser fundamento apologético, como los cristianos lo denominarán,

también fundamento de la fe.

Una de estas primeras reflexiones, es la planteada por Clemente de Alejandría: “esta es la

sabiduría que desea la filosofía; la rectitud del alma, de la razón y la pureza de la Vida, la

filosofía está en una actitud de amor ardoroso a la sabiduría y no perdona esfuerzo por obtenerla”

(Clemente, págs. 9, VI)

Esta concepción se puede resumir en el siguiente orden de ideas: “entre nosotros se

llaman filósofos los que aman la sabiduría del creador y maestro universal” (Juan Pablo II, 1998,

N. 38). Partir de esta definición de filosofía como un primer argumento de la fe cristiana, hace

que esta no sea un acto irracional, resguardado solamente en las creencias de la religión. Por el

contrario, como dijo otro celebre filósofo cristiano “la naturaleza, objeto propio de la filosofía,

puede contribuir a la comprensión de la revelación. La fe, por tanto, no teme a la razón, sino que

busca y confía en ella”. Santo Tomas de Aquino. (Juan Pablo II, 1998, N. 38) De esta definición

se vale San Juan Pablo II para esclarecer esta duda sobre la fe sostenida por tantos años.

San Juan Pablo II, luego de exponer la evolución del concepto de fe desde la época

clásica a la medieval, introduce las definiciones propias de esta discusión. “El hombre se

interroga sobre el porqué de las cosas y su finalidad, este acontecimiento, es propio de su

naturaleza.” (Juan Pablo II, 1998, N.3); de manera que en él se suscita una actitud donde
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Los conocimientos fundamentales derivan del asombro suscitado en él por la

contemplación de la creación: el ser humano se sorprende al descubrirse inmerso

en el mundo, en relación con sus semejantes con los cuales comparte el destino.

De aquí arranca el camino que lo llevará al descubrimiento de horizontes de

conocimientos siempre nuevos. Sin el asombro el hombre caería en la

repetitividad y, poco a poco, sería incapaz de vivir una existencia verdaderamente

personal. (Juan Pablo II, 1998, N.4)

La definición de Santo Tomás de Aquino, previamente citada es reforzada por San Juan Pablo II

(1998) en la Fides et Ratio, proponiendo que así la fe supone y perfecciona la razón, por tanto,

la razón iluminada por la fe es liberada de la fragilidad y de los límites de la naturaleza humana,

para encontrar así la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento (1998, N. 43). Incluso a mi

modo de entender, es posible seguir afirmando que la fe, en efecto, es de algún modo, un

ejercicio propio del pensamiento humano; que no hace que la razón del hombre quede anulada

dando su asentimiento a los contenidos de la fe, sino que más bien se complementan para dar

respuestas a los interrogantes que llegan a él de su condición natural de asombro o como dice

Plaza y Janés (1967) en la traducción de la Autobiografía de Chesterton

de encontrar que la existencia es todavía una cosa extraña para mí, y como a

extranjero le doy la bienvenida. Para empezar, pongo el principio de todos mis

impulsos intelectuales ante la autoridad a la que he venido al final, y he

descubierto que estaba ahí antes de que yo la pusiera. (1967, pág. 307)

En Chesterton podemos entonces apreciar cómo esa capacidad de asombro del hombre es

mediada por un esfuerzo intelectual donde participan fe y razón, de manera que el conocimiento

de la verdad que es revelada, pueda ser comprensible frente al esfuerzo humano por entender el
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mundo y su existencia, en todo caso, esto se alcanza mediante una opción libre y consiente que

parte de la intención por conocer la verdad universal, partiendo de esa doble naturaleza de la que

somos participes y a la que tenemos acceso por medio de dos vías; la razón que se mueve en el

campo de lo natural y la fe que se moviliza en el campo de lo trascendente.

Es claro entonces que el avance que tiene esta posición, hace que la virtud teologal de la

fe se presente como algo razonable, libre y consiente. Ahora bien, esta misma posición es

compartida por Santo Tomás de Aquino quien conocía la confrontación de la teología con otras

formas de investigación y saber científico, pero que reconocía en la fe un acto razonable, que

permite al hombre profundizar y develar de manera más consciente aquellas preguntas centrales

de la existencia humana y de sus respuestas no exactas. Así pues, reforzando ese vínculo,

reconoce también, al igual que San Alberto Magno, una necesaria autonomía que la filosofía

necesitaba para dedicarse a su respectivo campo, sin olvidarse de la importancia de la fe en el

desarrollo de aquellas cuestiones.

Lamentablemente, esta autonomía fue interpretada de manera errónea: “a partir de la baja

edad media, la legítima distinción entre los dos saberes (Filosofía y fe) se transformó

progresivamente en una nefasta separación” (Juan Pablo II, 1998, N. 45), como consecuencia de

una creciente reflexión racionalista de algunos pensadores como Gilberto de Poitiers (1070-

1154), Guillermo de Conches (1080-1154), Averroes (1126-1198) entre otros, que radicalizaron

su pensamiento separando la filosofía de los contenidos de fe. Esta actitud llega hoy día a tal

punto que la fe es tomada con recelo, con desconfianza escéptica y agnóstica, de forma que sirve

como justificación para desacreditar cualquier referencia racional a la virtud de la fe y cualquier

relación entre razón y fe como medios para alcanzar el conocimiento de la verdad.


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En resumen, lo que el pensamiento patrístico y medieval había concebido y

realizado como unidad profunda, generadora de conocimiento, capaz de llegar a

formas más altas de especulación, fue destruido de hecho por los sistemas que

asumieron la posición de un conocimiento racional separado de la fe o alternativo

a ella (…) Así pues, en el camino del descubrimiento el hombre debe estar en

constante asombro, sin el caería en la repetitividad y poco a poco sería incapaz de

vivir una existencia verdadera. (Juan Pablo II, 1998, N. 45).

4.1.3 Reflexión contemporánea: crisis de la fe.

Durante muchos años, la virtud de la fe se tomó como una forma de pensamiento que

relacionaba religión y trascendencia y que implicaba la reflexión sobre el significado del alma

(trascendente) y su relación con el conocimiento (terreno).

Gracias a la desmitificación de la fe, esta no solo se convierte en una herramienta para la

purificación de la razón, sino que también se transforma en un medio para llegar al

conocimiento. Esta concepción es ajena y distinta a las reflexiones pietistas y míticas; por el

contrario, se trata de una búsqueda voluntaria, consciente, confiada y con miras a la

trascendencia. Después de aclarada la definición de esta virtud en la reflexión medieval, con

aportes en el que se asume la fe como una herramienta para perfeccionar las cuestiones propias

de la razón, que por sí sola tendería al relativismo, queda de manifiesto que a pesar de que cada

una centra su atención en una materia particular de estudio, deben estar íntimamente

relacionadas.

En el pensamiento contemporáneo, la ruptura racionalista de la fe y la razón le permite

afirmar a San Juan Pablo II que:


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no es exagerado afirmar que buena parte del pensamiento filosófico moderno se

ha desarrollado alejándose de la revelación, hasta llegar a contraposiciones

explicitas. (…) En el ámbito de la reflexión científica se ha ido imponiendo una

mentalidad positiva que, no solo se ha alejado de cualquier referencia a la visión

cristiana del mundo, sino que, y principalmente, ha olvidado toda relación con la

visión metafísica y moral”. (Juan Pablo II, 1998, N. 46)

La preocupación contemporánea no apunta a precisar la definición de fe. Esta reflexión, ve a la

fe como un acto irracional, que aliena o enajena al hombre de la realidad. Un ejemplo de esto son

afirmaciones como las de Karl Marx, quien dice:

La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin

corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo.

Renunciar a la religión en tanto dicha ilusoria del pueblo es exigir para éste una

dicha verdadera. Exigir la renuncia a las ilusiones correspondientes a su estado

presente es exigir la renuncia a una situación que necesita de ilusiones. Por lo

tanto, la crítica de la religión es, en germen, la crítica de este valle de lágrimas,

rodeado de una aureola de religiosidad. (Marx, 1844)

Para Marx, la religión implica no solo la miseria real de la vida humana, sino una forma de

protesta contra esta vida, como si la religión, se sustentara en la miseria del mundo y la realidad

que atormenta al alma humana. Es por esto por lo que a continuación, Marx llama a renunciar a

la religión, a su dicha ilusoria, a su promesa de un mundo mejor después de esta vida miserable,

pues considera que la religión es síntoma de la necesidad de ilusiones del pueblo, condenado a

un valle de lágrimas.
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La crisis de fe, que deviene a estas afirmaciones, también se equipara a una visión

utilitarista de la religión, separando la esencia de la fe y reduciéndola a una herramienta de orden

moral. En esa dirección, John Stuart Mill, en uno de sus ensayos sobre la religión dice

Si la creencia religiosa es tan indudablemente necesaria para la humanidad como

se nos asegura continuamente que lo es, hay una gran razón para lamentar que los

fundamentos intelectuales de la misma requieran apoyarse en el soborno moral o

en el cohecho del entendimiento (Mill, 2014, pág. 96)

El comentario de Mill, quizá no malintencionado evidencia la concepción decadente de la

religión, y consecuentemente de la fe. Pero es justo allí donde debe existir una salvedad ante esta

crisis de fe; esta salvedad consiste en la pérdida del sentido auténtico de la fe en el Hombre, que

termina mezclando diversas prácticas y comportamientos en lo que podríamos llamar

religiosidad popular, carente de reflexión y sustentada en unas supersticiones (el poder del agua

bendita, las reliquias, los amuletos. Etc.). Esta deficiencia es fuertemente criticada por San Juan

Pablo II, quien dice

la fe privada de la razón ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el

riesgo de dejar de ser una propuesta universal. Es ilusorio pensar que la fe, ante

una razón débil, tenga mayor incisividad; al contrario, cae en el grave peligro de

ser reducida al mito o a la superstición. (Juan Pablo II, 1998, N. 48).

Recordando que la fe es un acto razonable, que implica por parte del sujeto pensante una

reflexión profunda, acerca de la pregunta por su existencia y la relación que esta le implica con

los demás y con el poder de develar la verdad y aplicarla en todas sus dimensiones.
27

4.2 La Fe.

Ante la ruptura mencionada, San Juan Pablo II, tiene como propósito recordar la esencia

de la virtud teologal de la fe como un acto libre, alejado de lo que muchos creen, incluyendo la

posición de algunos filósofos contemporáneos como Ludwig Feuerbach (1804-1872), Karl Marx

(1818-1883), Sigmund Freud (1856-1939), Friedrich Nietzsche (1844-1900) entre otros, que

definen al hombre que cree como un ser incapaz de razonar, y que por tanto cae en la religión,

solo para sublimar su triste realidad, en una suerte de enajenación de las situaciones confusas

cotidianas.

Ante esto, San Juan pablo II indica una y otra vez: “hay verdades que están más allá de la

capacidad intelectiva humana, no se deja llevar por una posible tentación de un racionalismo que

define que no hay verdad alguna que no sea abarcable y penetrable por la razón humana” (López,

1999, pág. 645). Para San Juan Pablo II, la fe no se reduce a una concepción mística; por el

contrario, se trata de una dimensión razonable, a la cual el hombre acude consciente y libre,

aspirando a la trascendencia. Esta definición de la fe, la transforma en una herramienta de la

purificación de la razón. “Purificación aquí consiste en liberar de la razón la presunción,

tentación típica a la que los filósofos fácilmente están sometidos”. (Juan Pablo II, 1998, N. 76).

Cuando la fe como virtud teologal se deja de lado y se centran la vida y la reflexión en la mera

facultad de la razón.

Buscando defender esta unidad y salvaguardarla, se puede encontrar que el problema de

no tomar en cuenta la fe como medio para el conocimiento, se da en la medida en que no se

entiende que el acto de fe es un camino que se debe recorrer sin dejar de lado la realidad del

hombre, esto implica que es necesario que se tenga en cuenta la historia, los contextos, en

síntesis lo que a esta la compone, que en otras palabras es la capacidad consiente y racional del
28

ser humano para buscar comprender la verdad en su máxima expresión y así integrarla al mundo

de manera que se comprenda mejor la existencia humana, incluyendo lo que hay más allá de lo

visible, para entender como esto afecta y moviliza al hombre en todas sus dimensiones.

Encontraremos entonces, que partiendo de los aportes históricos y la compresión más

acertada de las cuestiones que tienen que ver con la relación entre fe y razón o entre el acto

humano y la gracia, se da todo un trabajo en el que la compresión en la búsqueda del

conocimiento de la verdad, se debe estudiar por medio de un proceso coherente y ordenado, que

permita a la luz de la razón, encontrar respuestas que aclaren el camino de aquellas certezas de lo

que no se ve, pero que tenemos en nosotros ya sea por contexto cultural o porque pueden estar

impresas en el ser humano, esto servirá para evitar las posibles desviaciones que se puedan

generar en el pensamiento y conocimiento del hombre cuando se deja de lado la parte

trascendente o metafísica de él mismo, campo que abarca la fe que es en sí “…una verdad del

corazón o mejor aún, de la conciencia antes y más allá de toda reflexión y demostración

filosófica.” (Küng, 1979, pág. 734). Que permite entonces que se pueda pensar y reflexionar la

vida de manera más centrada, logrando así que las respuestas que se den a la pregunta por el

objeto de la fe y por sus motivos, puedan satisfacer la necesidad del hombre por comprender

cada vez mejor el misterio que envuelve el que se pueda conocer la verdad.

Cabe resaltar que se debe ser consciente que el debate de estas cuestiones no es nuevo, ya

que ha estado presentes casi desde que se inició la teología natural o teodicea y teología de la fe.

Partiendo desde la filosofía y la teología, como pilares para comprender ¿qué es la fe y como esta

se da?, se hace necesario una reflexión actualizada y detallada de las cuestiones sobre la fe, de

manera que se pueda encontrar el equilibrio entre las dos estancias del conocimiento que

permiten al hombre profundizar en la verdad, y la forma en la que se debe obrar partiendo de lo


29

que esta verdad ofrece, pues una línea de suma radicalidad de cualquiera de estas dos estancias,

llevara a una pérdida de la fe o a lo que se conoce como fe irracional o fanática enmarcada en el

fideísmo, agnosticismo o ateísmo.

Se debe conocer con conciencia, partiendo del origen y paso a través del tiempo, como la

fe a orientado la vida del hombre a un verdadero conocimiento de su ser y estar en el mundo,

desde una perspectiva muy heideggeriana reconociendo que “la verdad se trata de des ocultar o

descubrir la realidad que se encuentra velada. Es decir, se descorre un velo que permite llegar a

la iluminación.” (Cajal, 2021) Este velo solo puede ser quitado si se hace un trabajo de reflexión

donde la razón y la fe se apoyan mutuamente, en un trabajo crítico y reflexivo donde la verdad se

devela a partir de reconocer que el hombre es un ser en el mundo, que está inmerso en él y hace

parte de él y desde allí utiliza su facultad de la razón y la virtud teologal de la fe, para

comprender mejor y llegar al conocimiento de esa verdad que es parte de él y accesible a él.

Esto motiva entonces a que podamos apreciar con mayor claridad y belleza el contenido más

exacto de la verdad, la cual se desentraña en la intervención de la razón y la fe en la vida del

hombre que va en búsqueda de ese fin último que es conocer la verdad para llegar a la felicidad o

en palabras más teológicas a la santidad, donde la fe y la razón propician el escenario perfecto

para la búsqueda del conocimiento, donde como dice Descartes “la fe es la excepción a la regla

universal de la evidencia.” (Küng, 1979, pág. 45) que permite como acto de la voluntad no dar

por sentado las evidencias que se tienen sobre la verdad, sino profundizar y buscar aquello que

va más allá de lo que se ve a plena vista o llega de manera directa al entendimiento.

La fe entonces será vista como “la virtud sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de

fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de

la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina” (Baravalle, 2018, pág. 28)
30

teniendo en cuenta lo anterior, la fe entonces como virtud que tiene el hombre y que está inmersa

en él, es algo razonable posible de pensar y puede brindar las herramientas complementarias a la

razón para responder a los interrogantes más simples y complejos de la existencia humana.

De esta manera “la fe no sólo pone en movimiento a nuestra razón sino también a nuestra

voluntad. En la fe, el hombre aprende a conocer más profundamente y amar sinceramente la

verdad.” (Baravalle, 2018, pág. 29) Permitiendo así que el proceso del conocimiento sea como

un rayo de luz que ilumina la mente humana para sensibilizarse frente al proceso de esclarecer y

dar respuesta a esos interrogantes de la existencia humana. Encontrando así caminos que como

bien sabemos pueden llevar a que nos apropiemos de esta virtud para abrir el pensamiento crítico

y reflexivo a ser más profundo y consciente del detalle, porque

Incluso la ciencia se beneficia con la fe, ya que ésta invita al científico a estar

abierto a la realidad, en toda su riqueza inagotable.

La fe despierta el sentido crítico, en cuanto que no permite que la investigación no

se conforme con sus fórmulas y la ayuda a darse cuenta de que la naturaleza no se

reduce a ellas. (Baravalle, 2018, pág. 29)

De esta forma, todo el camino recorrido hasta aquí nos invita a ver que la fe, como bien

dice Piet – Ninot en su obra La Teología Fundamental (2009) da pleno sentido a las verdades

buscadas por la razón, permitiendo así que el ejercicio de reflexión acerca del conocimiento del

sentido de la vida, sea enriquecido en cuanto que abarca las dos naturalezas que el hombre

comparte, que no da pie a dar por sentado las respuestas acerca de las cuestiones fundamentales

de la existencia y que lleva al hombre en una actitud contemplativa de su realidad, a un ejercicio

riguroso de reflexionar su ser en el mundo.


31

CAPÍTULO IV

5 La Razón En La Fides et Ratio

Después de analizar el papel de la fe y de reflexionar sobre ella, ahora se hace necesario

ver a profundidad el papel que juega la razón, como aquella facultad humana que permite al

hombre conocer y que junto con la virtud teologal de fe, develan la verdad y permiten

comprender de manera más acertada la existencia humana, una existencia que si bien la vamos

conociendo a medida que avanzamos en el crecimiento y maduración de nuestro pensamiento se

nos hace visible y consciente cuando es interpelada, cuestionada y reflexionada por medio del

ejercicio critico de la razón y la fe como medios que nos permiten llegar al conocimiento, de esta

forma podemos decir que

La razón alcanza los objetivos que hacen cada vez más digna a la persona; la

filosofía es el camino para reconocer las verdades fundamentales, relativas a la

existencia del hombre. Al mismo tiempo es una ayuda indispensable para

profundizar la inteligencia de la fe. (Juan Pablo II, 1998, N. 5).

El deseo de conocimiento y de la verdad constituye un rasgo esencial del ser humano. A partir de

las preguntas propias de la filosofía, principalmente de orden existencial, es posible ver la

inquietud natural del hombre sobre su origen y su propósito. Dice Aristóteles en el libro de la

metafísica (primer capítulo) “Todos los hombres desean por naturaleza saber”. Ante la necesidad

humana de llegar a la verdad, San Juan Pablo II, plantea una vasta reflexión:

“la verdad es aquella que en cierto modo responde a todas las preguntas que surgen de la

reflexión del hombre” (Juan Pablo II, 1998, N. 2). Llegar a la verdad es posible por dos caminos

íntimamente unidos: en primer lugar, la fe de la que se habló en el anterior capitulo, y después la

razón, “uno de los medios para progresar en el conocimiento de la verdad es la filosofía, que
32

contribuye a formular preguntas sobre el sentido de la vida” (Juan Pablo II, 1998, págs. 6, N. 2).

Por tanto, San Juan Pablo II, en la Fides et ratio presenta diversos modos de definir la Razón, al

decir “diversos modos” no se refiere a una pluralidad de definiciones, sino a formas de ser

interpretada de acuerdo con la relación ya establecida.

La razón, por tanto, se define como: “las capacidades propias de la inteligencia humana,

que a través de la actividad filosófica elabora una forma de pensamiento rigurosa y construye

una coherencia lógica de afirmaciones: un saber sistemático”. (Juan Pablo II, 1998, págs. 9, N.

4).

5.1 Evolución de la Razón.

Podríamos conservar solo esta definición concreta de la razón, pero al igual que la fe, esta

tiene un proceso evolutivo, entendible de acuerdo con el contexto histórico y filosófico desde el

que se mire. La definición clásica de diccionario dice que se trata de

cierta facultad atribuida al hombre y por medio de la cual se le ha distinguido de

los demás miembros de la serie animal. Esta facultad es definida usualmente

como la capacidad de alcanzar conocimiento de lo universal, o de lo universal y

necesario, de ascender hasta el reino de las "ideas". (Mora, José Ferrater, 1994,

pág. 2998)

San Juan Pablo II, desde la introducción de la Fides et Ratio, insiste en recordar una denominada

“Actitud Natural”, que hace referencia a los constantes cuestionamientos del hombre sobre su

existencia. Gracias a la razón el hombre a través de esta tiene la capacidad de dar respuesta a

estos cuestionamientos, “todas estas preguntas viven, por así decirlo, en el alma de todo hombre

y necesitan ser actualizadas. A esta actualización puede la filosofía contribuir decisivamente.”

(Prades, 2002, pág. 482).


33

5.2 Breve recorrido histórico

“Los primeros filósofos griegos experimentaron una admiración suscitada por el

movimiento de barcos entre las islas. Esta admiración fue el comienzo de una serie de

reflexiones sobre el “arjé”, el primer principio de las cosas, la naturaleza, etc.” (Prades, 2002,

pág. 482) La reflexión filosófica del periodo clásico tiene como punto de partida la reflexión del

mito en los jonios, (ver apartado anterior), pero centra su atención en la relación entre dé del

saber o el conocimiento. El primero en indagar por esta cuestión es Platón, quien se encarga de

aclarar la diferencia entre opinión y conocimiento, “distingue lo que se llama doxa, que tiene su

raíz en la palabra paradoja, una opinión que se aparta de la opinión corriente.” (Morente, 2014,

pág. 22), dicha opinión está apartada de una realidad concreta, pues es el resultado, según

Morente, de un saber que existe sin haberlo buscado. Así pues, tiene su opuesta, que es producto

de la búsqueda racional y que es la episteme.

“Para Platón, el método de la filosofía en el sentido del saber reflexivo que encontramos

después de haberlo buscado intencionalmente es la dialéctica” (Morente, 2014, pág. 22). Pero

¿en qué consiste la dialéctica?, según Morente, la dialéctica consiste en un dialogo consigo

mismo que lleva a un proceso de purificación de conceptos; al llegar a esta purificación, se dirá

que se llega a un saber filosófico.

Para Platón, este saber filosófico: “adquiere el sentido de saber racional, saber reflexivo,

saber adquirido” (Morente, 2014, pág. 23); este concepto es contrastado y confirmado desde la

definición contemporánea: “Platón la presenta como un método de deducción racional de las

Formas. Como método de ascenso a lo inteligible (…). La dialéctica permite entonces pasar de la

multiplicidad a la unidad y mostrar a ésta como fundamento de aquélla.” (Mora, José Ferrater,

1994, pág. 431)


34

Esta misma definición es retomada por Aristóteles, para quien la razón no solo será de

orden reflexivo, sino integral, guiada hacia procesos lógicos, físicos y éticos. Aristóteles,

partiendo de la definición de su predecesor, plantea una nueva definición: “El hombre conoce

reflexivamente ciertas cosas, que después, estudia e investiga. Todas las cosas que el hombre

conoce, este conjunto del saber humano será designado con el nombre de filosofía” (Morente,

2014, pág. 23).

Conservando el saber racional (filosófico) como un modo de conocimiento, la reflexión

elaborada en la edad media centra su atención en la divinidad propuesta por el cristianismo. Esto

provocó una separación de saberes, el primero relacionado con la relación hombre – Dios, y el

segundo la relación conocimiento – mundo (universo).

lo que el pensamiento medieval había concebido y realizado como una unidad

profunda, generadora de conocimiento capaz de llegar a las formas más altas de

especulación, fue destruido de hecho por los sistemas que asumieron la posición

de un conocimiento racional separado de la fe o alternativo a ella (Juan Pablo II,

1998, pág. 74. N45).

El aporte hecho en la época medieval no solo fue la reflexión de Dios desde el cristianismo;

también el impulso al uso de la razón en todo referente al conocimiento del mundo a pesar de

que filosofía y fe estaban separadas por su materia de estudio eran necesarias para la purificación

de la fe, y la purificación de la filosofía.

5.3 Crisis de la Razón: Recapitulación del drama de la separación.

“En la línea de las transformaciones culturales, algunos filósofos, abandonando la

búsqueda de la verdad por sí misma, han adoptado como único objetivo lograr la certeza

subjetiva y la utilidad práctica.” (Juan Pablo II, 1998, pág. 77) En el capítulo referido a la fe, se
35

cita las reflexiones modernas, que intentan definir la fe como algo ajeno a la razón; asumiendo

posiciones muy fuertes sobre la sumisión del pensamiento de ese hombre, como un individuo

incapaz de pensar por sí mismo y obligado a creer solo por dar un orden moral a su existencia,

sumiso a la imposición ideológica de una religión. Teniendo en cuenta eso, es necesario

recapitular sobre el drama de la separación fe y razón. Según San Juan Pablo II, esta separación

frena todo intento de conciliación conceptual y metódica, pues el aporte que hasta el momento la

fe estaba haciendo a la razón era “de purificación” y acompañamiento para llegar a la verdad.

En la actualidad, no solo existe una ruptura, sino una negación: separar y anular toda

reflexión metafísica de la filosofía, reduciendo la verdadera reflexión filosófica a la denominada

filosofía analítica, como en el caso, de A. J. AYER quien afirma:

Nuestra declaración de que las proposiciones de la metafísica carecen

completamente de sentido, de que no afirman nada, dejará, aun entre aquellos que

concuerden intelectualmente con nuestros resultados, un penoso sentimiento de

disgusto: ¿cómo es posible que tantos hombres pertenecientes a los pueblos y

épocas más diversos, e incluyendo mentalidades eminentes entre ellos hubieran

derrochado con tan genuino fervor tanta energía en la metafísica para que ella

finalmente no consistiera sino en meras sucesiones verbales sin sentido?, y ¿cómo

sería comprensible que estas obras ejerzan hasta el día de hoy una influencia tan

fuerte sobre lectores y oyentes si no contienen ya no digamos errores, sino que

son totalmente vacuas? (Ayer, 1965, pág. 85)

A partir de aquí, la nueva reflexión tomará un camino de escepticismo e incluso de

desconocimiento de las reflexiones propias de la filosofía clásica, medieval y moderna en cuanto

a la metafísica, con relación a la trascendencia del hombre. De tal manera que San Juan Pablo II,
36

no se equivocó al hablar de “purificación”, refiriéndose a: “liberar de la razón la presunción,

tentación típica a la que los filósofos fácilmente están sometidos”. (Juan Pablo II, 1998, N.76).

La preocupación de San Juan pablo II, es continua, y menciona reiteradamente los peligros a los

que se enfrenta la razón cuando pierde de vista su meta original, que es alcanzar la verdad, el

conocimiento. Él sintetiza esta preocupación refiriéndose, a las consecuencias de una filosofía

moderna que no tomó el conocimiento con un método integral: “estas formas de racionalidad, en

vez de tender a la contemplación de la verdad y del sentido de la vida, terminan guiadas al saber

instrumental con fines utilitaristas, de placer o de poder”. (Juan Pablo II, 1998, N. 47)

5.4 Razón.

A raíz de la evolución del concepto de razón y a pesar de la ruptura entre esta y la fe que

se debe en gran medida al éxito de la filosofía analítica, la Fides et Ratio, insiste en la definición

ya citada “la razón corresponde a las capacidades propias de la inteligencia humana, a través de

la actividad filosófica elabora una forma de pensamiento rigurosa y construye una coherencia

lógica de afirmaciones: un saber sistemático”. (Juan Pablo II, 1998, N.4) San Juan pablo II,

anima a utilizar esta definición; clama por la necesidad de una razón purificada que permita al

hombre alcanzar la verdad, en los términos de religión y también en las realidades concretas del

hombre, todo aquello que lo hace plenamente humano “es necesario reafirmar la necesidad de

reflexionar sobre la verdad, (…) sobre sus diversos aspectos y manifestar las reflexiones sobre la

vía que conduce a una verdadera sabiduría” (Juan Pablo II, 1998, N.6); Además, “la filosofía,

tiene la gran responsabilidad de formar el pensamiento y la cultura por medio de la llamada

continua a la búsqueda de lo verdadero, debe recuperar con fuerza su vocación original. (Juan

Pablo II, 1998, N.6) De tal manera, San Juan pablo II recuerda la necesidad de la razón como

fundamento del camino que conduce a la verdad, posteriormente rectifica la función de la


37

filosofía y la necesidad de que esta se haga presente en la realidad concreta del hombre. Sin

embargo, no se trata de aquella filosofía que dejó perder su esencia.

no es exagerado afirmar que buena parte del pensamiento filosófico moderno se

ha desarrollado alejándose de la revelación, hasta llegar a contraposiciones

explicitas. (…) En el ámbito de la reflexión científica se ha ido imponiendo una

mentalidad positiva que, no solo se ha alejado de cualquier referencia a la visión

cristiana del mundo, sino que, y principalmente, ha olvidado toda relación con la

visión metafísica y moral”. (Juan Pablo II, 1998, N. 46).

La razón no debe ser reemplazada por corrientes alternas que desvíen el camino hacia el

conocimiento. Por lo tanto, la naturaleza inquisitiva del hombre no puede obviar los obstáculos

que tiene la razón en sí misma.

Por lo tanto, la razón innata al hombre se define, en la Fides et Ratio, como método

purificador para alcanzar la verdad; “el Hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo, más

se conoce a sí mismo en unidad” (Juan Pablo II, 1998, N. 1) “el hombre tiene muchos medios

para progresar en el conocimiento de la verdad, de modo que puede volver más humana su

propia existencia, allí se destaca la filosofía, que contribuye directamente a formular preguntas

sobre el sentido de la vida”. (Juan Pablo II, 1998, N. 3) En cada una de las referencias a la razón,

San Juan Pablo II motiva a encontrar su verdadera función. “La filosofía, que tiene gran

responsabilidad de formar el pensamiento y la cultura por medio de la llamada continua a la

búsqueda de lo verdadero, debe recuperar con fuerza su vocación originaria”. (Juan Pablo II,

1998, N. 6).
38

CAPÍTULO V

6 Relaciones entre Fe Y Razón propuestas en la Fides et Ratio

6.1 Antecedentes

El acercamiento a las definiciones de fe y razón permitió entender y aclarar su significado

y su objetivo: formas de elevar al hombre a la verdad, métodos de conocimiento que se necesitan

el uno al otro para no caer en una polarización que enajena la capacidad propia de la naturaleza

del hombre de conocer.

Identificar las relaciones entre fe y razón es buscar dar una definición coherente de la

realidad del mundo hoy. Esto sin negar la delgada línea que se encuentra en los temas filosóficos

y espirituales contenidos en la Carta Apostólica. Cabe resaltar el interés de San Juan pablo II de

responder a la situación cada vez más evidente de la polarización entre fe y razón.

Esta facultad humana y virtud teologal definidos y vistos por el hombre contemporáneo

tienden a reñir, como consecuencia de la crisis fe – razón ya expuesta. Como veíamos, la

problemática puede ser presentada a partir de una óptica particular: en un primer momento, la fe

puede ser estigmatizada como una creencia ciega, falta de razón, argumentación y justificación,

ya que, siendo parte de la religión, esta (la fe) supone un adormecimiento de la conciencia

individual, que trae como consecuencia la enajenación del mundo real. Por otro lado, la razón

tiende a convertirse en una corriente de pensamiento que desconoce otras fuentes de reflexión,

con lo que se les resta valor a filosofías metafísicas, dejando de lado la verdad Trascendental. "la

razón misma movida a indagar de forma unilateral sobre el hombre como sujeto, parece haber

olvidado que éste está también llamado a orientarse hacia una verdad que lo trasciende" (Juan

Pablo II, 1998, N,5) Para mediar en esta crisis fe - razón se debe partir del hecho natural de

ambas: llegar al conocimiento. Desde esta afirmación, no se puede desconocer el complemento


39

entre una y otra, por tanto, por lo que San Juan pablo II dice: "No hay pues, motivo de

competitividad alguna entre razón y fe: una está dentro de la otra, y cada una tiene su propio

espacio de realización", (Juan Pablo II, 1998, N 17).

A pesar de que el campo de acción es distinto, cada una es complemento de la otra en la

tarea de alcanzar el conocimiento. Respecto a esto, San Juan Pablo II dice:

No se debe olvidar que también la razón necesita ser sostenida en su búsqueda por

un dialogo confiado. El clima de sospecha y desconfianza, que a veces rodea la

investigación especulativa, olvida la enseñanza de los filósofos antiguos, quienes

consideraban la amistad como uno de los contextos más adecuados para el buen

filosofar. (Juan Pablo II, 1998, N 33)

Surge entonces una pregunta, ¿qué tendría que ver esta afirmación con la relación fe - Razón?,

¿tiene esta afirmación algún argumento válido para ser sustentada como reflexión filosófica?, sí.

San Juan Pablo II, interactúa con la realidad propia de la razón, los conceptos propios de la

filosofía y la realidad del hombre para manifestar la relación, principalmente al hablar de

"confianza"; para ello recapitula la cuestión del hombre que se encuentra en una búsqueda

humanamente interminable. No solo de alcanzar la verdad por medio de la razón, sino de la

confianza puesta en que lo puede lograr. "confianza de ver realizado el objetivo de esta

búsqueda". Ahora bien, esta cita también hace referencia al sentido de la confianza en la amistad,

para lo cual Juan Pablo II argumentará: "en cuanto a vital y esencial para la existencia, esta

verdad no solo se logra por medio de la razón, sino también mediante el abandono confiado en

otros, que garanticen la certeza y la autenticidad de la verdad misma.” (Juan Pablo II, 1998, N.

33).
40

6.2 Riesgos actuales del dialogo

En la Fides et Ratcio, San Juan Pablo II ha querido manifestar una creciente

preocupación por la relación de la fe y la razón; esta relación tiene su fundamento en la

cooperación de ambos conceptos, no solo en el campo de la teología y la filosofía, sino en la vida

cotidiana. Esta preocupación se hace más fuerte como consecuencia de señalamientos en contra

de la fe al ser considerada parte de la superstición e irracionalidad, además de ser fundamento de

un sometimiento de la razón por parte de algunas religiones. De igual forma, la razón también es

tratada como un concepto abstracto que escapa a las realidades concretas del hombre, que

muchas veces las desconoce por ignorancia o desinterés. En esta Carta Apostólica, se expresan

una serie de riesgos, que son recurrentes en la vida del hombre.

6.2.1 Eclecticismo

Según la Fides et ratio en su Capítulo VII, define el eclecticismo como un peligro para

esta interacción, puesto el término designa la actitud de aquel quien adopta ideas derivadas de

diferentes filosofías sin fijarse en la coherencia o conexión sistemática, ni en su contexto

histórico. Esto trae como consecuencia la incapacidad de discernir parte de la verdad de un

pensamiento de lo que pueda ser inadecuado. Este eclecticismo es manifestado en el "abuso

retorico de los términos filosóficos en el campo teológico" (Juan Pablo II, 1998, págs. 131, N.

86) Esta dificultad exige un estudio riguroso y profundo de las doctrinas filosóficas, de un

lenguaje particular y del contexto en el que surgen. Así "se ayuda a superar los riesgos del

eclecticismo y permite su adecuada integración y adecuación con la fe" (Juan Pablo II, 1998, N.

86).
41

6.2.2 Historicismo

A diferencia del eclecticismo que se considera como un error de método, se pueden

ocultar errores de carácter historicista; El historicismo consiste en establecer "la verdad de una

filosofía sobre la base de su adecuación a un determinado periodo y a un determinado objetivo

histórico" (Juan Pablo II, 1998, págs. N. 87); es decir, lo que es verdad en una época, puede que

no lo sea en otra; por tanto, es rebatible lo que ahora considero en los ámbitos de la razón y de la

fe.

6.2.3 Cientificismo

“Otro peligro considerable es el cientificismo. Esta corriente filosófica no admite como

válidas otras formas de conocimiento que no sean las propias de las ciencias positivas” (Juan

Pablo II, 1998, N. 88); esta corriente reduce al ámbito de la imaginación, la metafísica y la

superstición el conocimiento adquirido por la fe y la teología, llegando a considerar, sin sentido

las afirmaciones de carácter metafísico “ los valores quedan reducidos a meros productos de la

emotividad y la noción del ser es marginada para dar lugar a lo puro y simplemente fáctico”

(Juan Pablo II, 1998, N. 88); de tal manera, la ciencia termina preparándose para dominar los

aspectos de la existencia humana a través del progreso tecnológico y científico de las ciencias

positivas. Estos avances en el campo de la investigación científica y en el avance de la tecnología

contemporánea son los responsables de la difusión y aparente éxito del pensamiento cientificista.

Esta difusión termina reduciendo aún más el sentido del ser, a lo que San Juan Pablo II afirma

“se debe constatar lamentablemente que lo relativo a la cuestión sobre el sentido de la vida es

considerado por el cientificismo como algo que pertenece al campo de lo irracional o lo

imaginario” (Juan Pablo II, 1998, N. 88).


42

Estas corrientes muestran los riesgos a los que se enfrenta la ya delicada relación de fe y

razón. Como consecuencia de estas corrientes, se enajenan las auténticas definiciones de los

conceptos propuestos, pues se termina dejando de lado el valor objetivo del conocimiento, ya que

el hombre termina interpretando su realidad de una manera unidimensional.

6.2.4 Nihilismo

Además de las corrientes ya mencionadas, la Fides et Ratio plantea un último riesgo que

rechaza todo fundamento de conciliación entre fe y razón, negando la verdad objetiva: este

riesgo es conocido como nihilismo, y se puede decir que es el riesgo más grande y peligroso

pues:

se ha de tener en cuenta que la negación del ser trae como consecuencia una

inevitable perdida de contacto con la realidad objetiva, y por consiguiente con el

fundamento de la dignidad humana, de este modo se hace posible borrar del rostro

del hombre la búsqueda de la trascendencia, para llevarlo progresivamente a una

destructiva voluntad de poder o a la desesperación de la soledad (Juan Pablo II,

1998, N. 90)

El movimiento nihilista entonces se propone como expresión del decaimiento, es concretamente

una de las formas como se manifiesta el supuesto error en que vive la cultura occidental, que ha

puesto su confianza en sistemas, valores, creencias y aparato del conocimiento que parten de

falsas expectativas de la realidad, de aquí parte la crítica que realiza Nietzsche como principal

representante de este movimiento que critica y destruye el cimiento conceptual y epistemológico

en el que se ha sostenido el sentido de la vida en occidente, pues Nietzsche es tremendamente

crítico con la sociedad, con los valores y con cada una de las cosas que ha aprendido, que conoce

de ella y con los que fue educado y formado ya que los considera un error, que lleva la sociedad
43

a la decadencia a la no realización, de esta forma “El nihilismo no es un motivo, sino únicamente

la lógica de la decadencia.”(Nietzsche, p. 58) porque lo que se pretende es proponer una forma

de cambiar todo el cimiento conceptual, la escala de valores y la visión social y cultural del

hombre al considerar, que estos son propios de una sociedad que no se basa en los principios

fundamentales como lo es el propio yo, lo cual no permite a la sociedad salir de la falsedad en la

que vive, en otras palabra de la decadencia en la que está inmersa.

El yo, es la clave de este pensamiento porque es el elemento fundamental, entendiéndose

que yo soy la cosa más importante, el centro más importante para mí y por lo tanto el resto es

como si no existiera, partiendo de este individualismo egoísta y soberbio se da la pauta

fundamental para entender entonces porque se realiza la crítica a los valores, los sistemas, a la

maneras en las que se busca el conocimiento, propuestas por occidente en los cuales la fe y la

razón también están inmersos, encontrándose sin posibilidad de salir ilesos de esta propuesta de

borrar todo el andamiaje en el cual se ha construido el edificio del conocimiento y el sentido de

la vida. Cada uno de los riesgos indicados trae consigo otros problemas filosóficos que son

ignorados, o afrontados con analogías superficiales sin fundamento racional. Como consecuencia

de esto se da el empobrecimiento de la reflexión humana y se reduce la posibilidad del hombre

para llegar a la verdad, quedando al amparo de su solo constructo subjetivo e individual.


44

6.2.4.1 Critica a la Moral. Así el primer elemento de critica seria la moral pues esta “ha

enseñado a odiar y despreciar en lo más profundo lo que es el rasgo característico fundamental

de los dominadores: su voluntad de poder.”(Nietzsche, p. 58) el autor nos habla que la ciudad

occidental tiene una moral de esclavos, una moral que se basa en la renuncia, el sacrificio, la

misericordia y el dolor lo cual no es más que una forma de esclavizar al hombre a decaer

constantemente, por eso Nietzsche propone una moral alternativa una moral que tenga

Auténticos valores, beneficiosos para el individuo, estos valores serían la fuerza, la nobleza, la

victoria, el placer en pocas palabras la voluntad de poder, Teniendo esto en cuenta, el autor lo

que hace es considerar que debemos eliminar toda la moral de esclavos y a su vez todos crear

una moral alternativa cada uno.

De esta Forma el error de la moral tradicional se caracteriza por su anti naturalidad, pues

ella impone las leyes e imperativos en contra de los instintos primordiales de la vida, esta moral

no es sino un generador de caos pues ante la incapacidad de actuar contra la enfermedad de la

decadencia, no hace sino crear sujetos débiles que se inclinan a la resignación pues ven

imposible el cambio y la transformación.


45

6.2.4.2 Critica a la Filosofía Tradicional. Otro elemento que hace parte de esta crítica y

que se considera que es erróneo partiendo de la visión nihilista, es la filosofía tradicional, en

especial el platonismo el cual plantea que después de la muerte existe una nueva vida que es

mejor que está, esta idea también ha llegado al cristianismo, y es totalmente contradictorio a lo

que nos plantea el autor, pues él considera que la vida más allá de la muerte no existe, no

tenemos otra vida que no sea está, por lo cual hipotecar nuestra existencia en búsqueda de una

vida mejor después de la muerte es totalmente absurdo, porque nosotros debemos ser conscientes

que sólo tenemos esta existencia, todo aquello que no hayamos vivido Aquí y ahora Lo hemos

perdido.

La Crítica a la filosofía tradicional, en particular a la Metafísica y a la afirmación de la

existencia de un mundo perfecto, absoluto, es una crítica a la lógica de la teoría del

conocimiento, donde la verdad se opone al error, puesto que lo verdadero es irrefutable y lo falso

es contradictorio. Nietzsche rechaza rotundamente esta afirmación, pues la categoría de

verdadero para él no es una propiedad de la realidad, sino una mera valoración subjetiva como

condición necesaria de supervivencia del hombre, pues la ciencia no es la verdadera

interpretación de lo real; ella nace de un sentimiento, es decir, de la repugnancia del intelecto por

un supuesto caos del mundo exterior y también interior. Nietzsche no ataca a la ciencia, sino a un

tipo determinado de ciencia en este caso al mecanicismo y el positivismo.


46

6.2.4.3 Critica a la Religión. Finalmente también critica la religión, en especial el

cristianismo pues considera que esta tiene varias ideas y concepciones que son negativas y no

hacen más que subyugar al hombre a una idea del ascetismo total, de la renuncia que es algo

totalmente negativo porque no nos permite a nosotros ser seres libres que puedan realizarse, por

otra parte vemos también esta idea de que si Dios es el buen Pastor nosotros somos el rebaño, y

aquí una cosa que no quiere es ser rebaño, él quiere ser individual, ser único e irrepetible, de ahí

que tenga tanta trascendencia el valor del que hablábamos, el concepto del yo. Finalmente, la

religión también plantea un concepto fundamental, el concepto de pecado, que normalmente va

unido a elementos que pueden ser considerados como positivos para una mentalidad abierta no

limitada y sesgada por la religión, pues lo prohibido, el pecado suele ser aquello que

consideramos como elemento positivo, si tenemos como fundamental elemento en nuestra vida

el propio yo.

En este sentido la crítica a la religión cristiana se basa en que para Nietzsche la religión

nace del miedo y el horror que tiene el hombre de sí mismo. Ante la incapacidad de asumir el

propio destino; cuando al hombre le invade un sentimiento de poder, teme quedar avasallado por

él y mediante un mecanismo de defensa patológico, lo atribuye a otro ser más poderoso, en este

caso a Dios, de esta forma también trunca la posibilidad de realización al colocar lo que él puede

lograr y hacer en manos de alguien superior a él y que determina la forma en que se debe actuar

y no actuar en el mundo y la sociedad.

Así pues, para Nietzsche La cultura occidental está viciada desde su origen y su error

consiste en instaurar la racionalidad a toda costa, el error dogmático de la filosofía griega, de la

moral y la religión han sido la invención del estatismo del ser, es decir, el espíritu puro y el bien

en sí. Este dogmatismo que se enmarca en la claridad extrema, la racionalidad a ultranza, la vida
47

lúcida, fría, cautelosa, etc., es interpretado por Nietzsche como síntoma de decadencia de

enfermedad. Esta -necesidad de combatir los instintos es la fórmula de la decadencia, que se

opone a los valores del existir instintivo y biológico del hombre. Pues se trata de una crítica total,

que abarca todos los aspectos de la cultura europea: el mundo racional, el mundo moral y el

mundo religioso, tres mundos inventados por el hombre occidental cuyos valores son decadentes,

totalmente enfermizos, poco productivos y que no permiten al hombre realizarse.

La cultura occidental es una crítica de este mundo y su devenir constante, por lo que ha

inventado otro mundo de carácter verdadero, perfecto, racional y, en definitiva, divino. El

nihilismo es un movimiento propio de la historia de nuestra cultura, la fuerza del espíritu de

Occidente ya cansada de los valores inadecuados y ficticios se vuelve nihilista. El nihilismo es

aquí radical y absoluto, porque una vez perdida la fe en el mundo perfecto donde residía la

verdad y se encuentra la divinidad, la cultura queda sin sentido, sin guía o meta aparente y con

ello se llega a la decadencia y al pesimismo. Podemos decir entonces que el nihilismo como

síntoma de ello, indica que los desheredados ya no tienen ningún consuelo, que destruyen para

no ser destruidos: que, privados de la moral, ya no tienen ninguna razón para «entregarse», que

están afincados en el tenue del principio opuesto y también quieren poder por su parte forzar a

los poderosos a ser sus verdugos. (Nietzsche, p. 71)

Convirtiéndose en una fuerza destructora y desintegradora de la base cultural occidental,

es decir de los ideales de perfección absoluta, de Dios y la moral como manifestación e

instauración de lo verdadero y de cómo debemos actuar.

La muerte de Dios y con ello la muerte de los dogmatismos, de lo verdadero y de lo

perfecto es uno de los temas más insistentes de Nietzsche y el nihilismo. Dios ha muerto

significa que, puesto que al mundo suprasensible le hemos restado en su totalidad la pretendida
48

función ordenadora de nuestras existencias, nos hemos quedado sin referente y guía, sin una

forma de poder darle sentido a la vida. En este caso toma total asertividad la propuesta de basar

nuestra existencia en los principios fundamentales como el propio yo, ya que la realidad para

Nietzsche es múltiple y está en continuo cambio y el ser es devenir, que siempre se está haciendo

y siempre está por hacerse en un proceso infinito, eterno y de acción continua, en otras palabras,

está en un eterno retorno, el cual es la fórmula de la fidelidad a la tierra, del sí a la vida y al

mundo que pronuncia la voluntad de poder. Frente a esto, la relación fe y razón desaparece se

suprime en su totalidad y todo lo propuesto hasta no sería más que una fantasía un engaño del

hombre que no es capaz de asumir su realidad concreta y su propia existencia.


49

6.3 Fe y razón como no opuestos para alcanzar el conocimiento de la verdad

Después de identificar en el pensamiento de San Juan pablo II un fundamento para hablar

de la interacción fe y razón, es necesario dar un sustento filosófico de mayor envergadura a esta

interacción. Hablar de interacción no implica una conciliación inmediata entre la virtud teologal

de la fe y la facultad humana de la razón; se trata más bien de una ayuda mutua que existe entre

ambos. Esta idea surge al recordar que tanto la fe como la razón son aspiraciones conscientes,

libres y voluntarias; además de ser ambos medios fundamentales para alcanzar la verdad y llegar

al conocimiento.

Como sustento de esto, Anselmo de Canterbury afirma que la fe no es incompatible con

la búsqueda de la razón, pues la razón no está llamada a emitir un juicio sobre los contenidos de

la fe: "su tarea está guiada a saber encontrar un sentido y descubrir la razones que permitan a

todos entender los contenidos de la fe" (Juan Pablo II, 1998, N.42) En esta búsqueda del

conocimiento, el deseo de la verdad mueve a la razón a ir más allá, demostrando que la misma

capacidad de razonar es siempre mayor a lo que se cree que alcanza. San Juan Pablo II, citando a

Anselmo de Canterbury resume esta relación

se confirma una vez más la armonía fundamental del conocimiento filosófico y el

de la fe: la fe requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de la razón; la

razón, en el culmen de su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le

presenta (Juan Pablo II, 1998, N 42).

Como consecuencia de esta reflexión, la Fides et ratio presenta argumentos firmes, pues el

delicado estado de la relación entre la fe y la razón puede malinterpretarse como se veía en la

crisis que han atacado a una y a otra. Por lo tanto, la relación de fe y razón exige un auténtico

esfuerzo de discernimiento, ya que "tanto la fe como la razón se han empobrecido una frente a la
50

otra" (Juan Pablo II, 1998, N. 48). Tal es el motivo para no perder de vista los obstáculos en esta

relación. San Juan Pablo II, manifiesta el peligro de caer en un desequilibrio en esta relación,

entendido como dar prelación la una sobre la otra:

El primero en relación con la razón: puede tender a correr por caminos secundarios que

pueden hacerle perder su camino final; una razón que no tenga ante sí una fe adulta, no se siente

motivada a dirigir la mirada hacia la novedad del ser.

El segundo referente a la fe: pues la fe privada de la razón corre el riesgo de dejar de ser

una propuesta universal "una fe, ante una razón débil, cae en peligro de ser reducida a mito o

superstición." (Juan Pablo II, 1998, N. 48). Visto todo lo anterior, y teniendo en cuenta que lo

que se espera es "una especulación filosófica concebida en unión vital con la fe" (Juan Pablo II,

1998, N. 76), es necesario aclarar cuáles son las exigencias de la relación entre fe y razón. En

primer lugar “verificar la capacidad del hombre de llegar al conocimiento de la verdad; un

conocimiento que alcance una verdad objetiva” (Juan Pablo II, 1998, N. 82). En segundo lugar

“que se forme una filosofía de alcance auténticamente metafísico” (Juan Pablo II, 1998, N. 86)

con la capacidad de trascender los datos empíricos, para lograr, lo absoluto, último y

fundamental. Esta metafísica debe ser comprendida como una alternativa antropológica que

permita dar un concepto sobre la dignidad del hombre en todas sus dimensiones, un hombre que

por naturaleza aspira a la trascendencia, pero también desea dar razón de los fenómenos que

rodean su condición humana, para alcanzar así a comprender el sentido de la vida a partir de todo

el aparato del conocimiento que se mueve en sus dos naturalezas y busca dar la mejor respuesta a

este anhelo de encontrar la verdad.

El pensamiento filosófico es a menudo el único ámbito de entendimiento y

dialogo con quienes no comparten la fe, el movimiento filosófico contemporáneo


51

exige el esfuerzo atento y competente de filósofos capaces de asumir las nuevas

perspectivas y problemáticas de este momento histórico. (Juan Pablo II, 1998, N.

104).

Con esta cita, en síntesis, San Juan Pablo II justifica la necesidad de una armonía, posiblemente

entendida como una secularización que evita “la caída del sujeto individual o de grupos

convertidos en sectas fanáticas que actúan en contra de la fe y de la religión en nombre de la

Razón y contra la razón y la ciencia en nombre de la religión”. (Pinzón Sánchez, pág. 3)

En conclusión, San Juan Pablo II afirma que “solo deseo reafirmar que la realidad y la

verdad trascienden lo factico y lo empírico, y reivindicar la capacidad que el hombre tiene de

conocer esta dimensión trascendente y metafísica de manera verdadera y cierta, aunque

imperfecta y analógica” (Juan Pablo II, 1998, N. 83), es por ello que donde quiera que el hombre

reflexione sobre su trascendencia, dispone de un pensamiento dispuesto a preguntarse sobre la

dimensión metafísica de la realidad: la belleza, los valores morales, el ser mismo, y su relación

con la divinidad.
52

CAPÍTULO V I

7 Conclusiones

No es desconocido que por naturaleza el hombre desea alcanzar el conocimiento, se

cuestiona constantemente por el sentido de su existencia y por sus motivaciones. Cuando

reflexiona sobre su ser en el mundo, no escapa a los interrogantes por la trascendencia pues se

reconoce como un ser espiritual que intenta conocer el mundo teniendo en cuenta una doble

dimensión: la fe y la razón.

En la búsqueda de la verdad, se ha caído en la separación de estas dos estancias para

alcanzar el conocimiento. Consecuencia de esta división, surge la errada concepción de que la fe

y la razón son opuestas, “en este último periodo de la historia de la filosofía se constata, pues,

una progresiva separación entre la fe y la razón filosófica” (Juan Pablo II, 1998, N. 48). Por ello

San Juan Pablo II, en la Fides et Ratio ratifica la necesidad de subsanar este dañino error, pues la

fe ha sido estigmatizada como un acto puramente irracional, reducido a comportamientos

supersticiosos y desligados de la filosofía, por otro lado, se muestra a la filosofía como la

negación total de lo que está sujeto a la creencia y a la fe, “como consecuencia del ofuscamiento

de la dignidad de la razón, que ya no es capaz de conocer lo verdadero y buscar lo absoluto”

(Juan Pablo II, 1998, N. 47)

En ambos casos se desconoce la naturaleza de esta virtud teologal y de la facultad de la

razón; y bajo esta actitud tiende el hombre a “abandonar la búsqueda de la verdad por sí misma,

adoptando como único objeto lograr una certeza subjetiva o la utilidad práctica.” (Juan Pablo II,

1998, N. 47)

La gran necesidad del hombre contemporáneo es la de reconocer en estas dos fuentes, la

fe y la razón, que no son opuestos ni contrarios, sino que buscan elevar al hombre al
53

conocimiento de la verdad, no solo en términos científicos, sino también en lo referente a la

trascendencia en

la armonía fundamental del conocimiento filosófico y el de la fe, por tanto: la fe

requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de la razón; la razón en el

culmen de su búsqueda admite como necesaria lo que la fe presenta (Juan Pablo

II, 1998, N. 42)

El reto contemporáneo es seguir demostrando que esta virtud y facultad humana no pugnan, que

la fe entendida correctamente es un acto libre y razonable, que permite al hombre llegar a su

dimensión trascendente, y en esta búsqueda, la razón le permite dar cuenta de aquello en lo que

cree. De igual manera, la fe limpia las intenciones ajenas a los motivos de la razón, es decir,

purifica de la presunción y la subjetividad en la reflexión: “la fe y la razón se ayudan

mutuamente, ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como

estímulo para progresar en la búsqueda y la profundización” (Juan Pablo II, 1998, N. 100) Del

conocimiento humano que permite llegar a la verdad sin excesos y vacilaciones exageradas e

innecesarias.

Así pues un conocimiento verdadero solo será posible en la medida que se permita a la fe

y la razón unir recursos y fuerzas para apoyarse mutuamente, sin violentar la relación que ambas

deben tener, quitando de en medio limitaciones que de una y otra se pueden colocar y siendo

conscientes de que al mundo no solo lo compone una parte física y material, sino que lo

compone una relación entre lo visible y lo trascendente, que se refleja en el mundo por medio y a

través de todos los seres y en especial del ser humano, que aun en medio de crisis y de ataques

constantes sigue apelando a la fe y la razón como medios para conocer y formar conciencia de su

realidad concreta.
54

De esta forma, el avance del conocimiento y la posibilidad de encontrar la verdad “solo lo

lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que

la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se pueda verificar con la experimentación”

(Benedicto, 2006). Y la fe pasa de ser movida por el mero sentimiento a convertirse en una

convicción que dirige nuestra vida, para que juntas enseñen al hombre todo lo que hay que saber

para vivir sabiamente, reflexionando los grandes interrogantes de la existencia humana y del

mundo desde nuestra doble naturaleza la física y trascendente.

Encontrando que la fe y la razón no son opuestas y que su relación posibilita al hombre el

acceso a la verdad, una de las preocupaciones más importantes radica en la manera que se puede

hacer llegar esta conciencia, de tomar con seriedad y rigor la reflexión de los asuntos y preguntas

fundamentales de la vida, de manera que el hombre pueda encontrarse con el sentido de la vida y

así transformar su entorno y su realidad, ya que este sentido le ubica en su razón de ser y su

finalidad en el mundo. De esta manera como lo dice San Juan Pablo II “lo más urgente hoy es

llevar a los hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad y su anhelo de un sentido

último y definitivo de la existencia.” (Juan Pablo II, 1998, N. 102) que parte de la libertad del

hombre que acoge en su reflexión y vida interior la fe y la razón como los medios que le

posibilitan entenderse en una “existencia vivida partiendo de un sentido de fundamento absoluto”

(Pie-Ninot, 2009) sentido que no podrá encontrar si no hace el esfuerzo por retomar la sana

relación entre las dos estancias del conocimiento que le permiten encontrar sentido o como dice

Ninot (2009) encontrase en un acto que es de toda la persona, que es indiviso y que mueve el

acto humano del conocimiento la decisión y la acción (Pie-Ninot, 2009, págs. 106) a buscar la

felicidad que solo es posible si primero comprendemos nuestra doble naturaleza y la aceptamos
55

de manera que el conocimiento pueda abarcar la totalidad de nuestro ser y así podamos

intervenir en el mundo haciendo una transformación real de nuestra realidad.

Una realidad que como vemos hoy en día, esta inmersa en un sinsentido de la existencia,

donde son los extremismos de corte social, político, cultural y religiosos los que mueven a las

masas y movilizan a las personas a vivir una vida vacía, donde el hombre se tiene que aferrar de

cualquier discurso y propuesta que se le brinda, porque ha perdido la capacidad de creer la cual

es alimentada por la virtud teologal de la fe, que le posibilita al hombre pensarse como un ser

trascendente y también ha perdido la certeza en la razón, porque esta ya no es suficiente por si

sola para entender la realidad, que implica no solo el mundo físico sino que implica entender al

hombre desde sus tres dimensiones espiritual, intelectual, comunitaria. en esa doble naturaleza

que compone al hombre lo humano y lo espiritual, que se develan en la medida que

comprendemos que la verdad es el pilar que nos permite fundamentar y dar sentido a la

existencia en todos los campos de la vida.

Por ultimo la fe y la razón como medios para el conocimiento que no son opuestos, son el

camino más pedagógico y necesario para volver a dar sentido a la existencia, para dejar de lado

esa vaciedad en la que el hombre vive hoy y permitir volver a encontrarnos con la verdad, una

verdad que no se ha perdido, pero que se encuentra oculta por los aires de prepotencia y soberbia

que nos movilizan. Que no permiten que nos reconozcamos como seres que viven en comunidad,

que se construyen mutuamente, que comparten una doble naturaleza en la cual la vida toma

sentido en plenitud. Que la filosofía como amor a la sabiduría, es el esfuerzo humano por

comprender la existencia, por vivir la libertad en toda su expresión y lograr hacer del hombre un

ser racional, que se comprende en su totalidad terrena y trascendente, para así transformar su

entorno y crecer junto con los otros.


56

Puede que se considere como vía de escape a los problemas que implica el vivir en

común con otros, el aislarse y buscar llegar a ser feliz y pleno en la soledad, para no tener que

convivir con lo que implica que existan otros a tu alrededor que también buscan ser felices. De

esta manera y pensando en lo que la razón y la fe nos muestran en ese camino para encontrar la

verdad, creo que se hace necesario que podamos entender el mundo y lo que nos rodea como

parte de nuestro poder crecer en conjunto con todo lo que esto implica, de esta manera el hombre

es consiente que en su realidad, existen situaciones en la que lo bueno y no tan bueno hacen parte

de aprender a vivir, que existe una verdad que nos configura y moviliza a ser mejores

estructurando nuestra forma de obrar y estar en el mundo, pero no entendiendo esto a partir de

una negación de la libertad sino en una expresión de la misma, que permite el reconocimiento del

otro y de uno mismo.

Así la vida política, intelectual, social, cultural, religiosa, etc. Se entienden como parte

del proceso del crecimiento de un sujeto que piensa, reflexiona y actúa en el mundo para crecer y

vivir feliz, se realiza por medio del reconocimiento de que no podemos invisibilizar la verdad y

separar esa unidad intima que compone la naturaleza trascendente y terrena que hay en nosotros.

Que se manifiesta en las distintas estancias sociales, como lo son la familia, la sociedad civil, los

grupos sociales, etc., sabiendo que “Lo universal, que a los individuos se les aparece como

medio, solo puede ser alcanzado en la medida en que determinan su saber, querer y actuar de

modo universal, y se transforman en un miembro de la cadena que constituye el conjunto (…) la

libertad y la universalidad formal del querer y el saber” (Hegel, F. 1999, N. 185). Que permiten

entonces que el hombre no se mueva en el egoísmo sino en el crecimiento mutuo.


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Donde los sentimientos, las emociones, los valores, el conocimiento y todas las estancias

que dan sentido a la vida y los cuales nos impulsan a vivir, son los motores vitales del desarrollo

de un individuo que va en la búsqueda de la realización plena de ser, realización que se da sino

dejamos de lado y nos olvidamos que como bien dijo San Juan Pablo II en la Fides et Ratio la fe

y la razón se ayudan mutuamente, ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen

crítico y purificador, como estímulo para progresar en la búsqueda y la profundización del ser

propio y de la verdad que nos moviliza (1998, N. 100), haciéndonos consientes de que somos

seres que buscan la realización, que viven en común, que tienen sed de conocimiento y de

encontrar la verdad, podríamos decir que somos seres en construcción que por medio del camino

de la reflexión guiada por la razón y la fe nos reconocemos como personas que conviven con

otros y se desarrollan con otros, que finalmente “…las personas somos en relación, por lo cual

necesitamos que los demás nos reconozcan y necesitamos igualmente reconocer a los demás”

(Dra. Adela cortina, 2016). Así lograremos entonces llegar a la vivencia de lo que es ser persona,

pues en ese trabajo y reconocimiento reciproco se forjan las relaciones y se intercambian

pensamientos, ideas, conceptos, vivencias y creencias, etc. Donde la razón y la fe son el camino

que nos llevan a discernir y conocer mejor al mundo aproximándonos a la verdad, que nos

permite vivir la realización personal y comunitaria donde se da el derecho y la justicia como

medios para buscar la igualdad, la equidad, el respeto individual y comunitario, en las distintas

estancias sociales y el proyecto de mundo que forjamos y vamos construyendo.


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Referencias

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