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¿DEJAR DE ARGUMENTAR?

Reflexiones críticas en homenaje a Carlos Vaz Ferreira

Mauricio Langon

Ensayaré un análisis crítico de la “Carta abierta contestando a una consulta formulada


acerca de la reforma del Código Penal permitiendo el aborto y la eutanasia” 1, que el Dr.
Carlos Vaz Ferreira, escribió en1935. Parece que ahí hay diversos elementos que entran
en franco conflicto con ideas que sostiene en su Lógica Viva y que desarrolló a lo largo
de su magisterio para plantear y resolver mejor problemas de la “realidad” y de la
“vida” en los cuales el “raciocinio” ligado a procesos de abstracción lingüística es
“insuficiente”, y por eso requiere ser acompañado o complementado “por el instinto
experimental y por un buen sentido auxiliar de la lógica” (L.V. 265). En esta carta Vaz
Ferreira parece eludir la discusión franca y argumentar de modo falacioso. Cabe pensar
-hipotéticamente- que nuestro autor también cae en “vértigos argumentales”, que se van
alejando de la argumentación y “atraen con fuerza irresistible” hacia la violencia
(Pereda). Con esta hipótesis comentaré por partes dicha carta.

Ante el pedido de dar una “opinión fundada” sobre el “aborto libre y el homicidio
piadoso”, Vaz Ferreira dice que son cuestiones “bastante complejas” que involucran
“múltiples aspectos sociales, jurídicos, morales y religiosos” e inmediatamente afirma:

“Pero es el caso que yo no puedo, para considerarlos y razonar bien sobre


ellos ponerme en el estado de espíritu que sería necesario, por lo cual debo
excusarme” (I, 55)
Difícil compaginar esta respuesta con las propuestas vazferreireanas de “pensar
siempre” y -en los casos más difíciles- recurrir al buen sentido hiperlógico
“que viene después del razonamiento, o, mejor, junto con él. Cuando hemos
visto y pesado por el raciocinio las razones en pro y las razones en contra
que hay en casi todos los casos; cuando hemos hecho toda la lógica (la
buena lógica) posible, cuando las cuestiones se vuelven de grados, llega un
momento en que una especie de instinto —lo que yo llamo el buen sentido
hiperlógico— es el que nos resuelve las cuestiones en los casos concretos. Y
sería bueno que la lógica no privara a los hombres de esta forma superior de
buen sentido.” (LV 177)

Sin embargo aquí se excusa de dar “opinión fundada”. Se ampara en su noción de


“estados de espíritu” o “mentales”. Algunos de ellos -enseña- son “funestos” y llevan a
caer en “equivocaciones” o “confusiones”, y otros habilitan a encarar la discusión “de
modo adecuado”. E importa más el estado de espíritu entero con que se enfrente una
cuestión que la tesis que se sostenga (LV 210).

1
Vaz Ferreira, C.: Obras. Montevideo, 1957. Homenaje de la Cámara de Representantes de la República
Oriental del Uruguay. T. XVIII (Incidentalmente…) pp. 55-56. Está dirigida a María García Lagos de
Hughes (1874-1951). Borradores y correcciones en: https://anaforas.fic.edu.uy › jspui › bitstream › Aborto
Ejemplos de “estados de espíritu” funestos son los de quienes “se creen obligados a
elegir forzosamente” una opción y “combatir la otra como francamente mala” (LV 94) o
“la tendencia a negar los inconvenientes de la opción que se adopta” (LV 115). Por
contrapartida un estados de espíritu adecuado sería “que un filósofo pueda (…) cambiar
ante una objeción, ceder ante un argumento” (LV 169), porque
“Lo que yo procuro enseñarles es pensar con todas las ideas que se pueda,
teniéndolas en cuenta a todas, tomándolas como tendencias, en cada caso,
equilibrándolas, adaptándolas. Es muy fácil de entender” pero “difícil de
aplicar (…) porque cuesta al espíritu humano libertarse de la impresión de
abandono en que le parece encontrarse una vez que lo dejan libre” (LV 180).
Respecto al aborto y la eutanasia está, pues, en un mal estado de espíritu del que no
puede salir, se siente abandonado porque libre y, como no podría argumentar sin falacia,
prefiere callar, actitud que considera digna:
“¡Qué hombre tan intelectualmente respetable pudo haber sido aquel que fue
capaz de callarse treinta veces en una discusión pública!” (LV 265).
Pero el problema es que Vaz Ferreira no calla. Aunque él mismo dice:
“No hay nada que desconcierte más a un buen razonador o a una persona de
buen sentido, nada que sea más imposible de refutar, que un argumento que
no es argumento: palabras (…) que no pueden ser refutadas precisamente
por no ser argumentos” (LV 265).
Entonces, las palabras que siguen en la carta, o bien no podrán ser refutadas, al no ser
argumentos; o bien serán “argumentos” basados en un “estado de espíritu” que conduce
a equivocaciones o confusiones. Dice:
“Me ocurre, en efecto, que yo no puedo razonar ni discutir razones sobre
nada que afecte la vida humana.2 Los que hayan leído ciertos libros míos
saben cuál es mi estado de espíritu sobre la pena de muerte. Pues bien, el
aborto, por ej., me produce el mismo horror (debo decir, en verdad, que
más horror: ese ser vivo, chiquito, ¡tan indefenso!)” (I, 55)
Frente al aborto, pues, responde con la posición que sostuvo en 1908 sobre la “pena de
muerte”:
“Todas las cuestiones sociales son discutibles, y en todas cabe argumentar.
En esos casos, tiendan ustedes a tener confianza, primero, en los
sentimientos de humanidad, de simpatía y de piedad, y, segundo, en las
soluciones de libertad.
Por ejemplo; se discute sobre la pena de muerte; hay argumentos teóricos,
aparentemente buenos, a favor, y argumentos teóricos aparentemente
buenos, en contra. (…) Pues en esos casos tengan confianza en los
sentimientos de humanidad y de piedad. Hay una solución que se impone,
que se impondrá tarde o temprano: los hombres no pueden matar a otros
hombres. Cuando sientan esto dejen de argumentar ni de preocuparse
demasiado de que les argumenten: ¡no se mata!” (MI, 162).
Dos mandatos rotundos, indiscutibles: “¡no se mata!” y “dejen de argumentar”.

2
Expresión que sustituye la del borrador mecanografiado: “nada que tenga que ver con matar”.
Funda esto en que “los hombres cambian de estados de espíritu” a través de la historia
tanto en lo individual como en lo social, sin que en eso incidan ideas, discusiones
argumentos, protestas o cambios legales:
“La verdad se va haciendo principalmente por cambios de estado de
espíritu; los hombres acaban por pensar y sentir mejor, y ciertas cuestiones
se van desvaneciendo solas” (LV, 264) Y:
“Los cambios sociales no se hacen principalmente por la argumentación, por
la teoría, los hombres cambian de estados de espíritu. El tormento no
desapareció el día en que los hombres se convencieron intelectualmente de
que era malo; desapareció el día en que no lo pudieron soportar más”. (M.I.
178-179).
Son argumentos para no argumentar sobre cuestiones vitales: que se irán desvaneciendo
solas, que ya desaparecerán cuando el “estado de espíritu” cambie. Parecería que no
pesaran en ese cambio debates, razones, luchas. Constata lo que para él son “hechos”
consumados e irreversibles. Incluso, aunque haya guerras, para él lo nuevo y bueno, “lo
agregado, es el aumento del horror a la guerra: que haya más resistencia moral, que
haya más repugnancia” (F. 203). Es la “flecha” del progreso, siempre hacia mejor. “De
hecho, en materia de progreso, el discutible podrá ser el intelectual; pero el moral es
indiscutible” (F.197).

La regla de “dejar de argumentar” cuando está en juego la vida humana es una constante
en Vaz. En 1908 sostiene “dejar de argumentar” frente a la “pena de muerte” que en
nuestro país acababa de ser prohibida por ley, gracias a la campaña argumentativa de
Pedro Figari3. La carta que comentamos (1935) se da contemporáneamente a la
discusión de los eximentes de homicidio del reciente Código Penal. La reflexión sobre
la guerra se publica en 1938. Y todas ellas son recogidas en1957.

¿Cómo podría integrarse este “dejar de argumentar” con el “pensar siempre y


argumentar bien” que el mismo autor da como norma para intelectuales comprometidos
con los debates públicos sobre sucesos simultáneos?

Su actitud en estos casos se aproxima a las que critica como pensar por “sistemas” o
“dogmas”. Se funda en su fe en que los estados de espíritu mejorarán y que los
problemas se resolverán solos, sin necesidad de discusión pública para la resolución
razonable y práctica de conflictos entre sensibilidades o ideas.

La argumentación para el caso del aborto libre, es la misma que para la pena de muerte:
el horror que siente ante matar… Si es “más horror”, es por las características
particulares de la víctima, que ya no es un criminal o traidor juzgado y condenado a
muerte, sino un “ser vivo” inocente, chiquito e indefenso.

El autor no habla del “homicidio piadoso”4. Ahí la solución fundada en el sentimiento


de horror no funciona, pues es un conflicto entre dos horrores. El consejo de dejarse
3
La Ley N.º 3238 del 23/09/07 establece: “Queda abolida la pena de muerte que establece el Código
Penal. Queda igualmente abolida la pena de muerte que establece el Código Militar”.
4
El Código Penal (ley 9155 de 1933) se establecen (entre otras) como circunstancias eximentes de pena la
“legítima defensa” y el “homicidio piadoso”. Ambas en discusión hasta hoy en día.
guiar por la piedad y por la libertad, induciría más bien a justificar dar muerte por
piedad a desahuciados que la piden libremente. Lo contrario de “no matar”

Por otra parte, Vaz no tiene reparos en violar el “no matar” en “legítima defensa”:
“Malo es matar; pero si un asesino penetra en el cuarto en que duermen mis
hijos y va a darles muerte, se la doy yo antes, si puedo” (MI. 99).
De modo que en cierto caso habría que sentir y no matar, y en otro habría que sentir y
matar.

La carta añade otros ¿argumentos? contra el aborto libre:


“Y, además, es tocar lo trascendente: También saben, los que me hayan
leído, que yo creo que esos sentimientos de religiosidad pueden ser más
fuertes en los que no sabemos lo que es la muerte y lo que es la vida.
Y además, todavía, para mí, los sentimientos de familia son los
primordiales. Y quiero que todos tengan muchos hijos”.
No me detendré en estos agregados que se refirieren a sus sentimientos y deseos
personales, indiscutibles en tanto tales. Pero señalo que la oposición entre “aborto libre”
y “sentimientos de familia” es una “falacia de falsa oposición”. Y hay que destacar que
pasa de sus indiscutibles sentimientos de religiosidad y de familia, a expresar la
voluntad de “que todos tengan muchos hijos”, que desconoce, la libertad, deseos y
sentimientos de los demás.

Merece consideración especial el cierre de la carta:


“Excúseme, pues, por no poderle dar una opinión razonada. Salvo que
crean Vds. que un sentimiento es una opinión, en el cual caso hagan de esta
carta el uso que quieran (1)”.
Y en nota al pie: “(1) Salvo el de publicarla parcialmente”
La fórmula retórica que parece dejar la decisión de darle “el uso que quieran” (y
expresamente, el de publicar) su carta a sus interlocutores es un modo de eludir su
propia responsabilidad. Si él no creyera que fueran argumentos, no podría autorizar a
usarlos como tales. La publicación de la carta supone intervenir en “mal estado de
espíritu” en la discusión pública.
Al autorizar su publicación, además, induce a caer en falacia de autoridad, es decir, a
usar su sensibilidad y su prestigio intelectual y autoridad moral en favor de una de las
posiciones en debate. Secundariamente, ninguno de los sentimientos alegados es
atinente a la cuestión del homicidio piadoso.

Como cierre y apertura plantearé problemas de esta paradoja entre el sentido de


conjunto de la obra de Vaz Ferreira y su modo de argumentar en esta “carta abierta” y
los textos a que remite.
Es un documento sin duda “incidental” en la obra de Vaz Ferreira. Pero su importancia
y su consistencia con textos de diversos momentos de su obra no puede ser minimizada.
Mi intención no es descalificar a Vaz Ferreira sino poner de manifiesto una profunda
tensión irresuelta en su obra. Dada la importancia de los asuntos involucrados no puede
considerarse tampoco como algo fortuito o circunstancial, separable del corpus
vazferreireano.
Entiendo fermental pesar el tipo de vínculo que se da entre los polos de esta tensión:
Estos casos, ¿manifiestan un límite a partir del cual su “modo de pensar” se muestra
impotente en la práctica? ¿Implican la renuncia a arrojarse a nado, aun sin esperanzas,
en el “océano para el cual no se tiene ni barcas ni barcas ni velas” (F. 122-123)?
¿Exigiría abandonar el “supremo quijotismo de la razón”?. “El quijotismo sin ilusión es
el más heroico de todos. Investigar y explicar sin término ni aun esperado; comprender
para comprender más, sabiendo que cada comprensión hace pulular más
incomprensiones; sabiéndolo de antemano, sin ilusión... y darse a eso, gozando y
sufriendo, es el quijotismo supremo” quedaría abortado? ¿Ya no atacaremos “los
molinos de viento ideológicos sin la ilusión de creerlos gigantes ni la de vencerlos? (F.
183)”.
Hoy, que más bien se rehúye el debate argumentativo y la discusión pública para llegar
a tomas de decisión razonables; hoy, que siguen abiertas o se replantean las cuestiones
que se discutían o parecían resueltas hace tiempo; hoy, que se suele hacer gala de
descalificar a los adversarios e incluso se recurre a grados crecientes de violencia verbal
o física para dirimir asuntos importantes (incluso los que toca la carta en cuestión), me
parece interesante considerar este documento en que el propio Vaz Ferreira parece
eludir la discusión franca y argumentar de modo falacioso.

Bibliografia
Figari, Pedro (2013) La campaña contra la pena de muerte. . Selección de textos
y prólogo de Agustín Courtoisie. Serie Edición Homenaje. Volumen 55
Pereda, Carlos: (1994) Vértigos Argumentales. Una ética en disputa. Barcelona,
Anthropos.
Vaz Ferreira, Carlos: (1957-1963) Obras Completas. Homenaje de la Cámara de
Representantes de la República Oriental del Uruguay. Volúmenes I a XIX, (1957).
XX a XXV, (1963).
Referencias a citas de las Obras Completas
MI, Moral para intelectuales (T.III)
LV, Lógica Viva (T.IV)
F, Fermentario (T.X)
I, Incidentalmente… (T. XVIII)

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