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La pandemia agrandó el abismo entre quienes pueden y no pueden estudiar. Muchos perdieron el
año escolar y otros congelaron sus estudios al no tener acceso a internet y otros recursos para seguir
a distancia. Sin darnos mucha cuenta hemos contribuido a la
cultura del descarte. El Papa Francisco nos convoca a un “Pacto
Global por la Educación” para que todos y todas puedan formarse
para la vida, el diálogo, la justicia y la paz.
La irrupción de cualquier catástrofe en la historia de la humanidad nos obliga a los ciudadanos a movilizarnos,
interrogarnos y a poner en cuestión las naturalizaciones establecidas como verdades y todo aquello que
dábamos por sentado y en muchas ocasiones sin plantearnos debates profundos y trascendentes.
En el marco de nuestra pedagogía franciscana y desde los caminos que abre nuestra espiritualidad, buscamos
ahondar y fortalecer las pedagogías que tocan el corazón y que promueven la educación como un acto
colectivo y en compromiso con la historia.
Los invitamos a contemplar con los ojos abiertos, para mirar la realidad que nos golpea, nos desconcierta y
sensibiliza, con una actitud compasiva, activa y en permanente diálogo con la realidad que nos rodea.
El hoy nos desafía a pensar, a cuestionar la solidez y el alcance de algunos conceptos, a los cuales nos
aferramos como certezas, sin profundizar y sin advertir a quienes no podemos visibilizar en la totalidad de su
dimensión humana.
La historia es dinámica, se agita constantemente, abre infinitas puertas, de modo tal, que nos incita a abrirnos
a la diversidad de relatos sobre la vida.
La educación, como eje vertebrador de la sociedad y como problemática compleja que nos atraviesa como
seres humanos, nos interpela a generar nuevos espacios de encuentro.
Por esta razón, los convocamos a sumarse con sus voces, saberes, dudas, experiencias y sensaciones para que
los murmullos a veces dispersos, se transformen en una POLIFONÍA, que en comunidad pueda producir TAJOS,
que permitan hurgar en las profundidades dolientes de la inequidad y sus conflictos, de la pre y post pandemia;
para empezar a hilvanar y tramar algunas certidumbres que nos habiliten a nuevas costuras, con trozos de
ideas entrelazadas con los decires de todos y todas y así construir ciudadanías reales que permitan ampliar la
mesa fraternal y sororal. De esta manera estaríamos abrazando a tantas hermanas y hermanos que en este
tiempo nos muestran los rostros más arrasados por el abandono y la fragilidad, junto a ellos trabajemos por
una vida con dignidad.