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CONTENIDO
01 Antecedentes y precursores
Los antecedentes se remontan hasta los empirismos de Locke y Hume. En el Manifiesto del
Círculo de Viena se decía que filósofos como Karl Marx (por su tratamiento científico de la
historia), Leibniz (por sus matemáticas y su lógica) también se consideraban precursores, pero al
margen de su metafísica. Además, los antecedentes pueden confundirse como enraizados en el
positivismo del siglo XIX, del cual, sin embargo, renegaban los miembros del Círculo de Viena.
Hay que recordar que, para los positivistas del siglo XIX, "sólo lo dado es real". Para los
empiristas lógicos, esta proposición simplemente carece de sentido. Por eso se llamarán
empiristas lógicos: las proposiciones en filosofía tienen sentido si y sólo sí puede concebirse un
método de verificación para ellas (para Popper, por ejemplo, el principio sufre una inflexión:
cuando pueda concebirse un modo de reconocerlas como falsas; sin embargo Ayer demostrará
que este principio también es erróneo).
Sus precursores son el Círculo de Viena, en gran medida influenciados por los avances en la
lógica logrados por Frege y Russel-Whitehead, así como el primer Wittgenstein. En el Círculo de
Viena se encontraban: Rudolf Carnap (Mayo 18, 1891 - Septiembre 14, 1970), el "líder" que
proclamaba la superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje (ver La
superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje); Kurt Gödel (28 de de
abril de 1906 - 14 de enero de 1978) quien formuló el famoso teorema de incompletitud; David
Hilbert (23 de Enero de 1862 - 14 de Febrero de 1943) el famoso redactor de Los problemas
futuros de la Matemática; y otros como Herbert Feigl, Philipp Frank, Hans Hahn, Carl G.
Hempel, Karl Menger, Richard Von Mises, Otto Neurath, Hans Reichenbach, Moritz Schlick y
Friedrich Waismann. En Inglaterra, Sir Alfred Jules Ayer (Octubre 29, 1910 - Junio 27, 1989) fue
el más importante representante de esta corriente (ver Lenguaje, verdad y lógica)
Kant (Crítica de la razón pura) – precedido por Leibniz y Hume – había dicho que los
enunciados son de dos clases: analíticos o sintéticos. La diferencia entre estos dos enunciados
estriba en la forma como se les predica verdad: para los analíticos, sólo en función del
significado de sus términos; para los sintéticos, en función de cómo es el mundo. Los analíticos,
entonces, no nos dicen nada sobre el mundo: son puras tautologías. Los sintéticos sí hablan
sobre el mundo. Ejemplos de enunciados analíticos: “todos los solteros son no casados”; “el
color negro es oscuro”. Ejemplos de enunciados sintéticos: “hay un automóvil allá afuera”;
“está lloviendo”.
Ahora bien, también hay una diferencia entre cómo se conocen los enunciados: algunos son
cognoscibles a priori y otros a posteriori. Los a priori son cognoscibles por un puro ejercicio
de la razón, sin necesidad de recurrir al mundo. Los a posteriori necesitan, para ser conocidos,
que el sujeto recurra al mundo. Lo a priori es necesario (no puede no suceder) y lo a posteriori
es contingente (puede no suceder).
Kant había dicho que existen algunos enunciados sintéticos a priori, esto es, algunos
enunciados que nos dicen cosas sobre el mundo y que pueden ser conocidos sin recurrir a la
observación empírica; y que, como son a priori, entonces son necesarios. Para Kant, un
sintético a priori serían las matemáticas, o la metafísica de las costumbres. Los empiristas
lógicos aceptan las distinciones de Kant, pero niegan que pueda haber un sintético a priori: si lo
hay, entonces hay enunciados que hablan sobre el mundo pero que no necesitan de verificación
empírica. Pero los empiristas quieren alejarse de este camino.
¿Cómo sabemos que un enunciado como “'Hoy está lloviendo” es verdadero? Oímos la lluvia,
o vemos el agua caer, o vemos el agua caer y oímos la lluvia y olemos el pavimento mojado: así
sabemos que hoy, de hecho, está lloviendo. Entonces el enunciado “Hoy está lloviendo” tiene
sentido, porque podemos saber si es verdadero o es falso. Ahora, ¿cómo sabemos que un
enunciado como “El Ser es inmóvil” es verdadero? Obviamente nunca hemos visto tal cosa
como “el Ser”, y tampoco lo hemos visto moverse, permanecer quieto, o sonreír. ¿Entonces
cómo sabemos si ese enunciado es verdadero? Los metafísicos hubieran respondido: por
supuesto no a través de la evidencia empírica, pues esa clase de evidencia no nos ha llevado a
hablar del Ser. Son enunciados que son demostrados por la pura razón, a priori. Pero
recuérdese que los empiristas lógicos han negado que podamos hablar del mundo – enunciados
sintéticos – sin experiencia de él – a priori –.
Los empiristas lógicos dicen: sólo podemos hablar de cómo es el mundo si tenemos experiencia
sensorial de él. Si hablamos del mundo, es porque lo percibimos mediante los sentidos. ¿Hay
alguna otra manera de conocer el mundo, además de los sentidos? Sí, mediante el razonamiento
lógico – deductivo, es decir, lo a priori, como las matemáticas, la lógica y los significados
conceptuales.
Pero alguien muy bien podría decir: “¡Un momentito! ¡El Ser es inmóvil es un enunciado
completamente bien estructurado, gramaticalmente hablando!” La respuesta es: así parece,
pero no lo es en realidad. Hemos visto que, para toda proposición, si puede ser comprobada – o,
para Popper, demostrada falsa – empíricamente, entonces la proposición tiene sentido. Y si no
es así y tampoco es lógica o matemática, es una pseudoproposición, esto es, que parece
proposición… pero no lo es. ¿Por qué?
Enunciados como “el Ser es inmóvil” o “la Nada nadea” parecen estar bien estructurados en
una forma sujeto – predicado: “el Ser” y “la Nada” serian los sujetos de las dos frases; “es
inmóvil” y “nadea” sus respectivos predicados. Sin embargo, “Ser” y “Nada” no son sujetos:
Los problemas de la metafísica, entonces, dicen los empiristas lógicos, son pseudoproblemas:
no pueden resolverse, sino que deben disolverse mediante un análisis del lenguaje, con ayuda
de la lógica. Tal análisis nos probará que no nos referíamos a cuestiones de hecho, sino que
estábamos usando mal el lenguaje. Este mal uso es denominado por Carnap “lenguaje de
pseudo – objeto”, porque parece referirse a objetos o hechos en el mundo, pero no es así. El
“lenguaje – objeto” real es el lenguaje de las ciencias, como proposiciones como “La Luna es
redonda” o “El agua es H2O”, que sí se refieren al mundo.
Por esto mismo, la metafísica sería borrada del mapa simplemente analizando y encontrando los
errores que yacían en ella. Algo muy parecido sucedería con la ética y la estética. La ética se iría
de la filosofía porque enunciados como “odiar es malo” no son en realidad enunciados
declarativos puesto que no hablan de cuestiones de hecho, sino son imperativos: dicen algo que
debe hacerse. Sin embargo, estos imperativos cometen la falacia naturalista al derivar lo que
debe ser el caso, de lo que de hecho es el caso. Por esto la ética se movería de la filosofía al
campo de la psicología, que nos diría porqué de hecho creemos que ciertas cosas son buenas y
otras malas. Lo mismo, con las apropiadas sustituciones, sucedería con la estética. Los
elementos metafísicos de las dos materias serían, por supuesto, eliminados.
En otras palabras, la oración “La Luna es redonda” puede reducirse a enunciados como “Hay
un objeto blanco y redondo en este momento tal que se lo llama Luna”. Carnap y algunos
otros, como Schlick, creían que estos enunciados eran el fundamento de nuestro conocimiento.
Ellos llamaron a estos enunciados en el lenguaje – sensorial enunciados protocolares. Esto es,
que para saber si estábamos justificados para decir que sabemos tal o cual proposición,
debemos apelar a estos enunciados (recordemos que el sentido de una proposición son sus
condiciones de verificación empírica). Para otro miembro del Círculo de Viena, Otto Neurath, el
fundamento del conocimiento no son estas proposiciones, y de hecho el conocimiento no tiene
fundamento: el conocimiento se da sólo entre sistemas coherentes de proposiciones, y la
justificación no es asimétrica (esto es, no hay más justificación en una proposición que en otra),
sino que se otorga mutuamente entre proposiciones. Moritz Schlick debatió con él y, de hecho,
este mismo debate duraría – aún cuando el empirismo lógico ya había sido rechazado – en el
centro de la epistemología por casi todo el siglo XX: el llamado debate fundacionalismo -
coherentismo.
05. A priori
Hay dos maneras en que una proposición puede tener sentido: hablando acerca del mundo y por
tanto teniendo condiciones de verificación empírica bien determinadas, o no hablando acerca del
mundo. Se ha visto que los enunciados acerca del mundo – enunciados sintéticos –, para los
empiristas lógicos, sólo podían ser a posteriori, es decir, sólo comprobables empíricamente.
Pero también hay otra manera de conocer algo: a priori.
Sé que 2 * 2 es 4, siempre, y no tengo – aunque puedo hacerlo, claro – que contar con mis
dedos o encerrarme en el laboratorio para saberlo: lo sé solamente calculando. De la misma
manera, sé que ningún soltero está casado, y sin necesidad de recurrir a un experimento.
También sé que, por modus ponens, puedo deducir la proposición 'y' dadas dos premisas:
para esto tampoco necesito ninguna experimentación, no necesito recurrir al mundo. Conozco
esto de manera a priori, sin experiencia. Pero, como lo conozco sin necesidad de experiencia,
entonces ni el modus ponens, ni la multiplicación de 2 por 2, ni la soltería de los no casados me
dicen algo sobre el mundo. ¿Cómo iban a hacerlo, si puedo conocerlos sin experiencias
empíricas? Y como no me dicen nada sobre el mundo, entonces son proposiciones analíticas,
que son verdaderas sólo en virtud del significado, y de las reglas estipuladas.
“Todo soltero es no casado” es verdadero porque ser soltero significa no estar casado.
2 * 2 = 4 es verdadero por los usos estipulados que les damos a los signos * y =, además de
las reglas que seguimos al darles ese uso, y los significados que les damos a los signos 2 y 4.
[(P→Q)^P]→Q
es verdadero también porque así funciona nuestro lenguaje, y porque así hemos dicho que
funcionan los signos ^ y → y las metavariables P y Q.
Por esto, todas las verdades a priori son, para los empiristas lógicos, analíticas. Y como son a
priori deben ser necesarias. Recordemos que las proposiciones sintéticas son aquéllas cuyo
valor de verdad depende de los hechos en el mundo. Y por esto son contingentes: pueden o
podrían no haber sucedido o no suceder. Yo podría no estar redactando este artículo (pues
podría estar estudiando para el examen), tú podrías no estar leyendo esto, hoy puede llover,
Sócrates podría no haber nacido, es posible que mañana muera el presidente de la nación
(ojalá!). Ahora, hemos dicho que los enunciados analíticos son verdaderos no en función del
mundo, sino en función del significado y las reglas. “2–1=1” siempre va a hacer verdadero, claro,
siempre que haya tales significados y reglas.
entonces:
Esto nos dice porqué todos los enunciados que son analíticos son a priori, y también
necesariamente verdaderos. Cuando a una proposición o conjunto de proposiciones se les
hace una tabla de verdad, y resulta que tal proposición es verdadera en todos los casos,
decimos que esa proposición es tautológica. Esto sucede con las proposiciones analíticas, y
justo por eso decimos que son necesarias. Para los positivistas lógicos, entonces (siguiendo al
primer Wittgenstein), todos los enunciados analíticos son tautologías, es decir, que son
siempre verdaderas. (Los enunciados que son siempre falsos se llaman autocontradictorios)
Siendo esto así, entonces el proyecto empirista parecía posible: reducir toda la ciencia natural a
enunciados protocolares. Carnap introduce – poco después y frente a los problemas que esto
implicaba – además de experiencia sensorial, lógica y teoría de conjuntos.
Y como todo iría a ser reducido a enunciados protocolares, entonces la ciencia natural sería vista
como un extenso conjunto de tales enunciados.
El enorme problema que Hume nos heredó es, básicamente, cómo justificamos la inducción (es
decir, dicho vagamente, pasar de lo particular a lo general). Hume se dio cuenta de que no es
Karl Popper es un personaje muy relacionado con el Círculo de Viena, pero que nunca se
confirmó positivista, ni llegó a pertenecer al Círculo, más por no haber sido invitado que por falta
de ganas de hacerlo. Sin embargo, su filosofía estuvo muy cercana a la del Círculo. Su
respuesta al problema de la inducción es que la ciencia no avanza confirmando teorías
observacionalmente, sino demostrando que contradicen la experiencia. No otra cosa es su
principio de La Falsación. Según este criterio, una teoría/ley científica sería válida si puede ser
falsada, es decir, si puede probarse que no nos informa correctamente sobre lo que la
experiencia empírica nos dice.
Ya Wittgenstein, en el Tractatus logico – philosophicus, había dicho que la única manera que
quedaba de hacer filosofía, después de eliminar la metafísica, era el análisis. Ésta es la
propuesta del empirismo lógico: sin metafísica ni psicología, lo que queda es lógica. Y la lógica
estudia cómo razonamos y cómo debemos hacerlo, si queremos hacerlo bien y poder
entendernos. Entonces, la filosofía sería el análisis de las proposiciones de la ciencia, que serían
purificadas de todo sinsentido y toda metafísica, y fundamentadas en la teoría del conocimiento,
o sea en la Epistemología.
Wittgenstein manifestó siempre un profundo respeto por esta tendencia del espíritu humano (a
arremeter contra los límites del lenguaje) que es la ética. Desde luego que cuando la ética
adopta la forma de la ciencia natural su actitud es intolerante y destructiva. “La ética no puede
ser ciencia…no aumenta nuestros conocimientos en ningún sentido” (WITTGENSTEIN,
Ludwig, Conferencia sobre Ética, Ed. Paidós, 1989; p.42)
En dice: (WITTGENSTEIN, Ludwig, Tractatus Lógico – Philosophicus, Ed. Paidós, 2003, 6,4.)
"Todas las proposiciones valen lo mismo como descripciones de hechos posibles, todos
los cuales son igualmente contingentes y entre los cuales no existe preeminencia alguna,
no hay jerarquía ni diferencias de valor entre las proposiciones. En el mundo todo es
como es y ocurre como ocurre, por consiguiente, no hay en él ningún valor, porque si lo
hubiera, sólo por esto no tendría valor (6.4.1.) Esto último es una forma paradójica de decir
que considerar el valor como parte del mundo equivale a convertirlo en hecho y despojarlo de su
condición de valor. El mundo es, simplemente, cuando acontece y en el todo los hechos han de
medirse por el mismo patrón. Todas las proposiciones valen lo mismo. El mundo no es sino la
totalidad de los hechos posibles, pero de ello se desprende que en el no caben los valores,
puesto que los valores no son hechos.
La ética pertenece al reino de lo inexpresable, como los problemas sobre el sentido del mundo y
la existencia de los valores. “La solución al enigma de la vida…está fuera del espacio y del
tiempo”, no pertenece al campo de la ciencia ni a su descripción empírica (WITTGENSTEIN,
Ludwig, Tractatus Lógico – Philosophicus, Ed. Paidós, 2003, 6,4.3.). Según Wittgenstein, “la
explicación del sentido del mundo debe quedar fuera del mundo…” (WITTGENSTEIN,
Ludwig, Tractatus Lógico – Philosophicus, Ed. Paidós, 2003, 6,4.1.), de acuerdo con esta
proposición “sólo” podríamos decir cosas sobre el mundo como un todo, si pudiésemos salir
fuera del mundo, es decir, si dejase de ser para nosotros el mundo.
“El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el mundo todo es y sucede como
sucede: en él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría ningún valor…”
(WITTGENSTEIN, Ludwig, Tractatus Lógico – Philosophicus, Ed. Paidós, 2003, 6,4.1.) en
lugar de “un valor que tenga valor” podría haber dicho “que tenga un valor en sí mismo” o
“valor absoluto”. En el planteamiento wittgensteiniano los juicios éticos han de ser juicios de
valor absoluto, incondicionados, si se prefiere.
”El mundo es, simplemente, cuanto acontece y en el todo los hechos han de medirse por
los mismos patrones. Todas las proposiciones valen lo mismo” – dice Wittgenstein –. Pero, si
esto es así, “el sentido del mundo tiene que residir fuera de el”, pues “en el mundo todo
es como es y sucede como sucede; en el no hay valor alguno, y si lo hubiera carecería
de valor”. En efecto, ya se ha dicho que el mundo no es sino la totalidad de los hechos posibles,
pero de ello se desprende que en el no caben los valores, puesto que los valores no son hechos.
Como lo hubiese pretendido el Positivismo, claro que reemplazando “valores” por
“valoraciones” en su intento de reducir o asimilar a la ética a una rama de la sociología, esto es
una ciencia fáctica.
Si se describe la muerte de Cesar a manos de Bruto, para poner un ejemplo comentando por
Wittgenstein años más tarde, se esta describiendo un hecho. Pero si se lo describe como un
crimen a lo Dante, o como un acto de justicia a lo Plutarco, eso ya es un juicio de valor y para las
valoraciones no hay lugar en el mundo. O, formulado en términos lingüísticos, “tampoco pueden
haber proposiciones éticas”, toda vez que las proposiciones no pueden expresar nada que se
halle por encima de los hechos del mundo, “no pueden expresar nada más alto”. La
consecuencia de todo esto, desoladora consecuencia, es que la ética queda reducida ni más ni
menos que al silencio.
Contra las apariencias, sin embargo, Wittgenstein no era un positivista, y sus posteriores
relaciones con los positivistas lógicos vieneses darían cabal muestra de ello. Su actitud antes el
problema del sentido de la vida revela una tensión interna, así como una complejidad,
desconocidas para el positivismo: “sentimos que aun cuando todas la posibles cuestiones
científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han
rozado en lo mas mínimo. Por supuesto que entonces ya no queda pregunta alguna, y
esto es precisamente la respuesta, la solución del problema de la vida se aprecia en la
desaparición de ese problema. (¿No es esta la razón por la que las personas que tras
largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida no pudieran decir, entonces, en
qué consistía tal sentido?), lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo
místico” los positivistas lógicos interpretaron la máxima “de lo que no se puede hablar hay
que callar” en el pedestre sentido de que hay que callar porque, en rigor, no hay nada que
hablar, pero para Wittgenstein el silencio sería más bien indicio de encontrarnos ante algo
profundo e importante, algo ante lo cual habríamos interrumpido la charlatanería para prestar
oídos a otro tipo de voz que la palabra, pues lo que no puede ser dicho aun puede ser mostrado.
Las primeras críticas al positivismo lógico vinieron de los propios miembros del Círculo de Viena.
Wittgenstein (en sus Investigaciones filosóficas), Quine (en Desde un punto de vista lógico)
y otros hicieron críticas que minaron los postulados fundamentales del empirismo logicista. De
hecho, se puede afirmar con bastante certeza que nunca hubo un acuerdo unánime dentro del
Círculo de Viena
Las críticas de los empiristas lógicos vienen por el lado de la inducción, ya que nunca se dispone
de la seguridad de que no aparezcan hechos que contradigan las leyes emanadas de la
experiencia, así como la búsqueda del número de pruebas necesaria para validar las leyes o
teorías generales sin entrar en la prueba ad finitum.
Entre los otros importantes críticos del positivismo lógico, encontramos a Lakatos con sus
Programas de investigación, a Kuhn con su Paradigma, y a Paul Feyerabend quien plantea que
no existen criterios únicos de juicio para determinar si una teoría es mejor que otra, lo más sano
y más progresista, es apostar a la máxima proliferación de visiones del mundo diferentes sobre
cada tema, que no necesariamente deben ser científicas, en tanto demuestren capacidad
explicativa.
Bibliografía