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LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER.

EL DESTIERRO DE LA VIDA.

Lic. Miguel Rodríguez López.

“En los momentos difíciles de mi vida pienso en mi abuela,


porque ella....es lo más parecido a Dios que conozco”.

Mi madre es una mujer dulce y cariñosa, tiene 67 años. Siempre fue una
persona fuerte y saludable, no considero que sea ella una persona muy vieja.
Sin embargo, desde hace algunos meses he comenzado a notar ciertos
cambios de conducta, que no son comunes en las personas de su edad.

Por ejemplo, olvida ciertas actividades al realizar sus labores diarias del
hogar, como ponerle sal a la comida. Todos los días va al mercado, los
marchantes la conocen bien porque es vecina y va todos los días. Ellos
siempre la despiden preguntándole, “¿- No se le olvida nada Doña Amparito?”
Y es que ellos, me han contado que a mi mamá no compra todos los elementos
que necesita para la comida, que es común durante la semana que regrese dos
o tres veces al mercado para comprar artículos que olvidó comprar.

El Dr. García, geriatra, que atiende a mi madre me ha explicado que ella


padece del “mal de Alzheimer”. Esta es enfermedad mental, es una forma de
demencia que se manifiesta como un deterioro prematuro de las funciones
mentales. Entre otras cosas, afecta a la atención y la memoria a corto plazo,
que es la función que nos permite el desempeño de las actividades habituales,
por eso a pesar de que mi madre haya sido una experta y cuidadosa cocinera
olvida cosas tan elementales cono poner la sal o los alimentos que componen
un platillo.

Cuando por alguna razón le pido que cambie sus actividades, por ejemplo, para
ir al médico, le cuesta trabajo organizarse.

La atención tiene una capacidad para manejar información, este volumen se


reduce en los enfermos del mal de Alzheimer. Ellos pueden tener en su mente
muchas ideas al mismo tiempo por lo que no pueden percibir al mismo tiempo
toda la información que necesitan para organizarse, o para mantener una
conversación.

En cierta ocasión llegué como siempre a comer, pero la comida no


estaba preparada, Yo me molesté un poco con ella porque tuve que salir sin
comer bien. Lo que ocurrió fue lo siguiente: Ese día mi mamá, de regreso del
mercado, al terminar de cruzar una calle en la esquina equivocó la dirección y
se extravió. No es difícil para cualquier persona ubicarse en esa esquina, sin
embargo, mi mamá no reconocía la colonia en donde ha vivido durante varios
años, se perdió, y paso un buen rato extraviada.
Por las tardes, mi madre acostumbra ir rezar el rosario en la iglesia cercana. Un
día se retrasó mucho en llegar. Traté de ser paciente, de no preocuparme y
esperar. Ya noche, tocaron a la puerta. Era mi mamá acompañada por unos
muchachos que suelen jugar fútbol en la calle. Me explicaron que la
encontraron llorando, extraviada, ellos la conocen y la trajeron a la casa.

Los enfermos de Alzheimer no pueden recordar con claridad los lugares y es


frecuente que se extravíen y actúen como si estuvieran confundidos.

No sale a la calle para visitar a mi hermana o a mis tíos, porque ya no


reconoce las fachadas de sus casas y teme perderse. Cuando la llevo con el
doctor, no reconoce el consultorio, no reconoce al doctor, no recuerda lo que
platicaron, actúa como si fuera la primera vez que va a ese lugar y como si
fuera la primera conversación que tiene.

Los enfermos del mal de Alzheimer no pueden memorizar hechos de su vida


recientes. No pueden reconocer olvidan o confunden objetos, imágenes, el
rostro o la voz de las personas. A este signo se le llama agnosia.

Los olvidos son tan frecuentes, que ya nos parecen cosa normal, olvida, dónde
guardó el dinero, dónde dejó las llaves, lo que comimos, que acaba de tomar
su medicina, qué día es hoy. Pero a veces los olvidos provocan situaciones
graves. Mi mamá necesita mucho de una sirvienta que le ayude, pero ella las
corre, y argumenta que todas le roban su dinero, mas tarde descubrimos su
monedero con el dinero en algún lugar de la casa.

Como los enfermos no pueden dar cuenta de sus olvidos, generan


espontáneamente argumentos que expliquen, por ejemplo, por qué no
encuentran el dinero. Estas explicaciones falsas en las que creen firmemente
se llaman delirios

Otros cambios tienen que ver con la expresión. Para ayudarle a evitar los
olvidos hemos hecho notas y las hemos pegado en la puerta del refrigerador,
sin embargo, ella parece confundir algunos números y algunas letras. Por lo
mismo, ha dejado de leer que era uno de sus pasatiempos favoritos.
Antes ella era más alegre y le gustaba conversar con todos. Hoy se esfuerza
demasiado para hablar, hace pausas para recordar las palabras, algunas
definitivamente no las puede decir y opta por hablar con pronombres. Cuando
tiene mucho interés por comunicar algo sencillo, como si le hace falta el gas en
casa, y no lo pude decir se desespera, se agita, y a veces se molesta. Pero lo
más lamentable es que ha dejado de platicar, su conversación se reduce a lo
necesario con las personas que le tienen paciencia.

Esta enfermedad también afecta al lenguaje, este signo se llama afasia y afecta
a la capacidad de organizar e interpretar las diferentes formas de expresión
oral y escrita, así como la capacidad de evocar las palabras. Todo en su mente
se confunde y se va deteriorando paulatinamente, y por no lograr comunicarse
van aislándose.

Lo que más molestia me causa es la pérdida del horario del sueño. Por
la noche con frecuencia no se puede dormir; ve un rato la televisión o ronda por
toda la casa, se levanta temprano, muy temprano, y duerme una siesta muy
larga, por eso no contesta al teléfono en la tarde que llamo para preguntar
cómo esta.

Los trastorno del sueño son comunes en personas mayores, pero los enfermos
del mal de Alzheimer son más irregulares, ya que ellos tienen dificultades para
seguir un horario, parecen no darse cuenta de la hora que es.

Un día regresé un poco más temprano a la casa para recoger mi chanarra.


Entré sin tocar y me acerqué a mi mamá que estaba sentada de espadas frente
a la estufa. Entonces noté que estaba llorando. -¿Qué estas haciendo mamá?
Fue lo primero que atine a decirle. Ella contestó –“Aquí tristiando mi hijo,
tristiando”.
Está triste la mayor parte de día, pero se irrita con facilidad, ha perdido el
interés por cosas que antes le agradaban como recibir visitas. No le gusta salir
a pasear, ya no le agrada la televisión, ni oír el radio.
En sus conversaciones repite ideas como -“Ya me quiero morir”, -“Soy una
carga para ustedes, sólo estoy molestando”, -“Soy un problema, ya no estoy a
gusto, sólo espero que Dios me recoja”.
Ha perdido el gusto y el entusiasmo por vivir, es imposible convencerla o hacer
que se interese por algo.

Las alteraciones del estado de ánimo son la parte más penosa de este mal y se
manifiestan en forma de; labilidad o debilidad emocional, que es estado de
ánimo cambiante, de sensibilidad e irritabilidad, al desánimo y la depresión; y
de estado de ánimo deprimido que hace infeliz su vida e indeseable la salud.

El mal de Alzheimer es una enfermedad que no tiene cura y su evolución es


prolongada.

Es un verdadero destierro, porque aunque está presente y consciente, en


realidad se encuentra muy alejada de su vida, y se las personas que la
queremos.

Existe otra situación importante con relación a su enfermedad. Yo me siento


muy mal, frustrado cuando por ejemplo mis hijos, sus nietos, la alegría de toda
abuela, ya no quieren visitarla, ya no quieren estar con ella. Cuando escucho
los comentarios envidiosos de mis compañeros de trabajo, reclamando tantos
permisos que he solicitado para atender a mi madre.
No soy de entre mis hermanos quién debería de hacerlo. Circunstancialmente a
mí me toca estar cerca de ella en este momento. Mis hermanos no me ayudan
lo suficiente, en ocasiones he tenido que reclamarles su apoyo, y esto me ha
ocasionado algunos disgustos. No quiero ser “el héroe de la familia” sin
embargo, mis hermanos me critican. Me siento muy solo, no me atrevo a
molestar a mi esposa o a mis hijos pidiéndoles que me ayuden en esta labor,
pero me siento desesperado, me pregunto por qué a mí, o por qué yo tengo
que llevar esta responsabilidad.
No sé cómo contestar sus lamentos, no tengo ni siguiera una razón para mí. Es
tan pesada esta pena de cuidarla que he llegado a pensar que su muerte sería
para mí un descanso. Niego este pensamiento, pero las molestias me hacen
regresar al mismo tema, y tengo miedo de que la enfermedad de mi mamá
logre en mi familia, al paso del tiempo, deteriorar la imagen y el amor hacia
nuestra madre de manera perdamos ese cariño, y que se convierta su cuidado
en una cruz.

Todas las alteraciones de la salud no afectan solo al enfermo sino a toda la


familia. Un aspecto muy importante es el caso del cuidador del enfermo del mal
de Alzheimer que se ve sometido a una presión social familiar y afectiva, muy
intensa, que la mayoría de las veces necesita de apoyo especial.
El drama del cuidado del enfermo del mal de Alzheimer manifiesta en nosotros
la ausencia de una cultura de la vejez y de la muerte. No tenemos un consuelo
para nuestro enfermo porque ni siquiera nosotros estamos preparados para la
vejez. No hay calidad en nuestra vida cotidiana, estamos más preocupados por
sobrevivir que por vivir bien, y cuando el tiempo se acaba, descubrimos que no
tenemos calidad de vida para disfrutar la última etapa de nuestra existencia; o
para encontrar la felicidad en medio de la enfermedad.

¿Qué podemos hacer por una persona que presenta estos síntomas?
Antes que nada tratar de no perder la comunicación. Cuando el lenguaje
verbal y escrito se deterioran permanecen otro medios de comunicación como
el lenguaje gráfico, y sobre todo el lenguaje emocional que tiene muchas
expresiones, los gestos, la voz, la música, el contacto, la percepción general de
la situación de cariño y gratitud en que se encuentra el enfermo.
Acerca del cuidado de estas personas, se dicen que las personas mayores son
como los niños; lo que más desean los niños es estar son sus papás. Lo mismo
ocurre con las personas mayores, lo único que necesitan es estar con sus hijos
y sus nietos.

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