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En la pampa los diablos andan sueltos.

Demonios danzantes de la fiesta del santuario


de La Tirana1
In the Pampa the Devils are roaming loose. Dancing Devils in
the Feast of the Shrine of La Tirana
por
Alberto Díaz Araya2
Universidad de Tarapacá, Departamento de Ciencias Históricas
y Geográficas, Chile
albertodiaz@uta.cl

Este artículo analiza a los danzantes que para la fiesta de La Tirana visten trajes de demonios. Se deno-
minan localmente como diablos sueltos. Tanto los componentes etnohistóricos y el universo simbólico
de sus atributos como bailarines son estudiados. Para este efecto se releva información social, cultural
y musical de los diablos y se destaca que la autonomía de los bailarines es su principal condición, al
no pertenecer a ninguna cofradía religiosa que asiste a este significativo santuario del Norte de Chile.
Palabras clave: diablos sueltos, danzas, La Tirana, Norte de Chile.

The article deals with those dancers clad as devils in the feast of La Tirana who are known locally as loose devils.
Both the ethnohistoric components and the symbolic universe of their attributes as dancers are studied. Social, cultural
and musical data about the devils are presented. The autonomy of the dancers is outlined as their main feature
as they do not belong to any of the religious groups attending the feast at this important shrine in Northern Chile.
Key words: loose devils, dances, La Tirana, Northern Chile.

1
Artículo resultado de los proyectos FONDECYT Nº 1100132 y del Proyecto de Investigación
Mayor de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Tarapacá, Nº 5730 – 10. Asimismo, se agradece
el apoyo del Convenio de Desempeño Universidad de Tarapacá-Mineduc.
2
Mediante este formato, extiendo un homenaje a mis antepasados bailarines de “diablos sueltos”
y “osos”, Jimmy Díaz Salinas (apodado el “Loco”), Luis Díaz Salinas (conocido como el “Yaco Monty
iquiqueño”), así también a “Cafiolo”, el “Chino”, el “Tabilo” y Ricardo González Cruz, popularmente
llamado “el Indio”, quienes ya partieron junto a otros más, a danzar en las llanuras del tiempo eterno.
Agradezco asimismo, el apoyo de César Alarcón Fernández (“cucaco”), Juan Ríos Castillo, Luis Vivar
Carmona, amigos de mil jornadas iquiqueñas y tiraneñas tras danzar de diablo.
Revista Musical Chilena, Año LXV, Julio-Diciembre, 2011, N° 216, pp. 58-97

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En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

Introducción
Las imágenes que circulan en los medios de comunicación masiva o en la
propaganda turística sobre la festividad de la Virgen del Carmen de La Tirana en
el norte de Chile, ilustran estampas o trípticos de multicolores trajes que visten y
engalanan a bailarines, sus coreografías e instrumentaciones musicales, además de
las expresiones de sacrificios de los devotos para “pagar” alguna “manda” cumplida
por la “Chinita”3. Asimismo, el zoom periodístico concentra el focus en las repre-
sentaciones de las “diabladas”, las que con enormes máscaras, capas bordadas y
elevados saltos, llaman la atención de peregrinos, viajeros y comerciantes durante
la medianía del mes de julio4. Con el correr de los años, el baile de las “diabladas”
se ha convertido en el arquetipo que remite al ejercicio “mnemotécnico” para recor-
dar, describir o imaginar la festividad popular del santuario, incluso con ciertos
atisbos folclóricos o paisajísticos.
Este panorama nos permite advertir, mucho más allá del slogan, de las postales
o de los souvenirs, cuál es la profundidad temporal de las danzas de diablos y en qué
contextos surgen, se adaptan y/o cristalizan esta diversidad de la cultura religiosa
popular en los Andes. Estas danzas siguen al unísono los rasgos simbólicos que
poseen estas complejas manifestaciones de fe y tradición sociocultural en toda el
área de la región tarapaqueña5.
A fines de la década de 1980, Lautaro Núñez explicitó, en su esfuerzo por pro-
blematizar el misterio del sacramento que contenía el culto Mariano en la Pampa
del Tamarugal, que el fenómeno de La Tirana era evidentemente dificultoso de
testear en cuanto a una aproximación epistemológica en torno a la empiria, la razón
o la fe presentes en él. Sin el ánimo de generar respuestas absolutas, si no invitan-
do a una reflexión sustentada en las ciencias humanas (histórico-hermenéuticas
como las denomina Habermas), Lautaro Núñez sugiere una explicación –matizada
con la tonalidad del ensayo– que apuesta por una perspectiva antropológica en el
análisis de los contextos históricos y sociales implicados en las actividades cúlticas
de ritos y mudanzas en el Santuario6.

3
La expresión “Chinita” o “China”, corresponde a la denominación que los feligreses utilizan
para referirse a la Virgen del Carmen en la festividad. La expresión “pagar” una manda, da cuenta del
cumplimiento que deben realizar los devotos por el favor concedido de la Virgen, lo que en la mayoría
de los casos se demuestra con la experimentación del sacrificio en el cuerpo del peregrino. Algunos
de los bailes que participan en la festividad son los tradicionales “chunchos”, los indios siux [sioux],
dakotas, pieles rojas, cuyacas, morenos, antawaras, zambos caporales, llameros, tobas, osadas, huasos,
marineros, chinos, diabladas, entre muchos otros.
4
Hasta fines del siglo XIX la festividad era celebraba el 6 de agosto, fecha emblemática en los
Andes porque aparte de conmemorar la independencia de Bolivia, se rinde un homenaje al patrono
de Sabaya, San Salvador; el 5 de agosto se festeja también a la Virgen de Copacabana en el altiplano
boliviano. Debido a las políticas chilenizadoras, la fecha de la fiesta de La Tirana se trasladó al 16 de
julio, día de la patrona del ejército chileno. Cf. González 2006.
5
Mayores antecedentes sobre las implicancias sociales y culturales de los bailes religiosos que
asisten a La Tirana en Henríquez Rojas 1996; Laan 1993; Van Kessel 1988.
6
Núñez Atencio 1989. Una segunda edición corregida y aumentada fue publicada en el año 2004.
Una de las hipótesis planteadas por Núñez sugieren la profundidad histórica de la fiesta, la cual estaría
vinculada a la extracción de plata en las minas de Huantajaya y Santa Rosa durante el período colonial.

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Este artículo retoma los apuntes esgrimidos por Núñez (1989, 2004) sobre los
promeseros y bailes en La Tirana, pero se delimita a la cuadrícula de los demo-
nios danzantes que han permanecido al margen de la orgánica de las cofradías y
del disciplinamiento diocesano, como lo constituye el caso de los diablos sueltos.
Estos bailarines, amén de su devoción religiosa, han mantenido el viejo principio
de la autonomía desde su faceta interpretativa en la escenificación de la danza7.
Asumen el rol de “figurín” en un plano performativo y metafórico8, como parte
de las representaciones en soportes sígnicos y en prácticas culturales indígenas
que reinterpretaron los contenidos catequéticos durante el proceso de evangeli-
zación colonial.
Los diablos sueltos expresan en el circuito de la coreografía la alteración agen-
cial del orden litúrgico y jerárquico como “las artes del disfraz político”, ya sea con
discursos ocultos como pose o discursos ocultos como práctica cultural en un
ambiente religioso que a continuación se analiza9.

La Virgen, el Diablo y el Corpus


La devoción a la Virgen María se remonta a los inicios del cristianismo, pero sólo
a partir del siglo X se genera un punto de inflexión en cuanto a su masiva de-
voción. En ese momento se produce un redireccionamiento desde el culto a los
diferentes santos al fervor mariano, el que asume un protagonismo como prototipo
del creyente y como símbolo de la cristiandad al ser considerada la Virgen como
Madre de la Iglesia10.
De acuerdo con la tradición católica relativa a la religiosidad sobre la Virgen del
Carmen, se sabe que unos eremitas que seguían la forma de vida de los profetas Elías
y Eliseo se convirtieron al cristianismo durante la fiesta de Pentecostés. Levantaron
un templo en honor de la Virgen María en la cima del monte del Carmelo, sitio
en el que Elías vio la nube en que figuraba la fecundidad de la Madre de Dios.
Estos religiosos, denominados Hermanos de Santa María del Monte Carmelo,
pasaron desde Palestina a Europa en el siglo XIII. Su regla de vida religiosa fue
aprobada por el Papa Inocencio IV en 1245, cuando Simón Stock era general de
la orden11. El 16 de julio de 1251, la Virgen se apareció a Stock, a quien entregó
un escapulario marrón que debía llevarse “en señal de consagración a Dios y a la
Santa Madre”. A esta aparición mariana se la denominó como Nuestra Señora del

7
Geist 1996.
8
Al respecto seguimos los enfoques teóricos propuestos por Turner 1974 y 1988. En tal sentido,
la performance corresponde al conjunto de expresiones corporales y sonoras que generan información
sobre ciertos aspectos de la sociedad. En un campo interpretativo, se canaliza con un carácter indicial
de las manifestaciones (religiosas en nuestro caso), permitiendo inferir episodios y significaciones
olvidadas o invisibilizadas por algunos grupos sociales. Cf. Wilde y Schamber 2006.
9
El principio teórico de la “agencia” en los grupos subalternos supone las lecturas, reinterpre-
taciones, discursos ocultos y/o públicos y ajustes desde los propios sujetos, como respuestas ante las
fuerzas hegemónicas del Estado, la elite o la Iglesia. Una discusión mayor en Scott 2000.
10
Maldonado 1985:67.
11
Lefebvre 1940:1556.

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Monte Carmelo y el escapulario se consideró como una imagen de salvación12.


Tras la noticia, Inocencio IV bendijo el escapulario y otorgó además privilegios
a los religiosos y a todos los cófrades consagrados a la Virgen del Carmelo. Estos
últimos podían llevar los escapularios, lo que significaba que participaban de los
méritos y oraciones de la Orden, aparte de esperar que la Virgen los librara del
Purgatorio. Para ello debían ser fieles en observar la abstinencia, la castidad
conforme a su estado y las oraciones mandadas por Juan XXII en la bula llamada
Sabatina, publicada el 3 de marzo de 132213.
El culto a la Virgen del Carmen en España desde la época medieval se en-
cuentra asociado a las aguas. Es la patrona de la Marina de aquel país, por lo que
su celebración tiene lugar en medio de procesiones marineras de barcos engala-
nados con flores, bandas de música y estruendosos petardos14. En Brasil el culto
colonial de los esclavos negros vinculó a la Carmelita con Yemanyá (santa), y fue
resemantizada por la orixa o santa de las aguas15.
A partir del influjo de la cultura religiosa medieval, la Virgen fue resignificán-
dose como protectora contra el Maligno y como la salvadora de los condenados
por la justicia humana o divina. Se levantaba a la Virgen como una escapatoria
a la severa doctrina de la Iglesia en torno a la condenación por los castigos
eternos16. Un dato interesante lo constituye la expresión contenida en un misal
previo al Concilio Vaticano II (1962), que saluda con júbilo el día de la fiesta de
la Virgen del Carmen: “Diem festum celebrantes sub honore beatae Mariae Virginis: de
cujus solemnitate gaudent Angeli...” [“Celebrando la festividad de la Sma. Virgen María,
de cuya solemnidad se alegran los ángeles”]17. Si fuere así ¿de qué ángeles estaríamos
hablando en un recuento histórico?
La tradición señala que de los varios ángeles que debían desempeñar una
misión entre los hombres, uno se negó a cumplir el mandato divino y se rebeló
contra Dios al pecar de soberbia y aspirar a su poder. El ángel llamado Satán
(“adversario” en hebreo), fue castigado por la ira de Dios, ya que quiso escalar al
cielo como la “estrella de la mañana” o “el portador de la luz”. De ahí deriva la deno-
minación de “Lucifer”18.
Con el paso de los siglos, la figura arquetípica de Satán como el que se oponía
a los preceptos divinos, paulatinamente se transformó en la entidad que tentaba
al hombre a diferentes placeres que el cielo no podía proporcionar. Siguiendo el
análisis de los términos vinculados a la figura de Satán, Muchembled propone que
la versión griega de la Biblia cambia el término Satán por el de “diablo”, palabra que
etimológicamente alude a “quien pone división”. El distanciamiento de los manda-
tos de Dios, derivó en la figura de un ser que tentaba al hombre y lo desviaba del

12
Callejo 1999:204.
13
Lefebvre 1940:1557.
14
Callejo 1999:204.
15
Callejo 1999:205.
16
Maldonado 1985:88.
17
Lefebvre 1940:1557.
18
Busto 2002:30.

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camino del bien, hacia los placenteros caminos que ofrecía “el maligno”. Así se
generó una categoría en la cual uno de los principales significados –o sememas– era
el de un ángel caído con un poder sobrenatural, que causaba males a la humani-
dad que no lo adoraba o seguía19. Esta significación insidió en el vocablo griego
“daimon” (diminutivo de “daimonion”), origen de la palabra “demonio”, apuntando
a un “mal espíritu” que causa daño a los hombres20. En otros términos, el diablo
asumió diferentes categorías y significados dependiendo de los contextos y dogmas
teológicos, tanto para la exégesis judía como la cristiana. Alcanzó su proyección
como entidad opositora a los designios sagrados en el medioevo y en la cultura
popular que se conjugó en diferentes creencias campesinas que sintetizaron la
tradición local con los componentes religiosos del catolicismo de la época.
El demonio fue quien puso en duda los mandamientos de Dios, alterando
la arquitectura de la fe en la cual la humanidad debía creer. Su figura da cuenta
del desconcierto ante la estructura moral que impone la religión. De ahí que sea
representado iconográficamente siguiendo los patrones del imaginario popular
como una figura humana con cuernos, cuerpo velludo, salvaje en su actuar o
asumiendo la representación del dragón al enfrentarse al arcángel San Miguel,
como serpiente tentadora, como galán adinerado con dientes brillantes o como
un macho cabrío21.
Con los años, el diablo se fue circunscribiendo a un ente opositor a Dios. Al
mismo tiempo, fue caracterizado por la cultura popular como un ser que podía
convivir con los hombres y también poseerlos según las creencias campesinas.
Así, los aldeanos encontraron en el diablo una oportunidad, pese al miedo que
les causaba, para satirizar (o satanizar) las estrictas normativas sociales y la vida
cotidiana del villorrio medieval22.
En otro ámbito, la jerarquía religiosa fomentó en el campesinado la instrucción
en el dogma, mediante la representación de pasajes bíblicos. También les hizo
partícipes del despliegue escénico que requería la ritualidad católica en diferentes
momentos del año litúrgico, incluso mediante la literatura, la teatralidad callejera o
la sátira. Con la efervescencia popular que generó en las comarcas el cristianismo,
muchos ritos paganos cambiaron el eje simbólico de la representación pública
hacia lo grotesco o hacia la comicidad de las ceremonias. Para ello alteraron el
contenido de los significados iniciales por los cánones eclesiásticos, como lo fue
en el carnaval o en las procesiones23. En tal escenario, la imagen del demonio
medieval aparece tanto en los juegos públicos como en las visiones cómicas de
ultratumba o en las fábulas paródicas. Satanás se transforma en un portavoz de la
ambivalencia de las opiniones no oficiales, de la santidad al revés, de la expresión
de lo inferior y material, de la crítica al orden y de la voz popular actuada24.

19
Muchembled 2006.
20
Busto 2002: 24.
21
Brisset 2002:302.
22
Bajtin 2003.
23
Bajtin 2003.
24
Bajtin 2003.

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Uno de los ritos públicos de índole religioso más llamativos de este período
lo constituyó la “Faestum sacratissimi corporis D. N. Iesu Chisti” o la celebración del
Corpus Christi, actividad cúltica de adoración a la Eucaristía. Este rito solemne
fue instituido en el año 1246 en Liège (Francia) y en 1264 en Roma por el Papa
Urbano IV. Fue promulgado oficialmente en 1313 por Clemente V y se asumió rá-
pidamente como una práctica generalizada en toda la cristiandad. Tempranamente
Urbano IV estableció en el culto popular esta fiesta con la intención de que “las
piadosas muchedumbres acudieran a las iglesias para enfervorizarse con la entonación de
alegres himnos”. Posteriormente el Concilio de Trento consagró esta celebración
como el “triunfo de la fe sobre la herejía”, de modo de erigir la Iglesia triunfante en
una manifestación pública y masiva25. En un plano simbólico, tras la misa duran-
te la fiesta de Corpus Christi, salía del templo una procesión encabezada por el
obispo quien llevaba en el ostensorio el cuerpo consagrado de Cristo en la hostia.
Recorrían las callejuelas de las aldeas en una ruta por los espacios profanos, con
la devota intención de que todos los feligreses lo veneraran26. En la procesión, la
comunidad estaba fraccionada en grupos que precedían o seguían al Santísimo,
llevando cada hermandad o cofradía los respectivos emblemas o estandartes. En
la procesión sacra se representaban los diferentes segmentos de la sociedad, ya
sea con lujosos trajes o con disfraces, simulando los pecados que rodeaban la vida
cristiana medieval.
Entre el misterio de la fe, el Corpus se constituyó como una de las festividades
más populares de toda la cristiandad. Sin lugar a dudas el eje articulador fue la
procesión con el Santísimo, sintetizando desde la hibridez cultural la religiosidad
y el protocolo civil. Durante esta fiesta, el mundo salvaje acecha a la comarca que
es bendecida por la Custodia Sagrada. Así, diversos animales como dragones,
águilas, bueyes, leones, etc., desfilan en el perímetro de la romería como una
zoología mística27. Del mismo modo, Corpus Christi fue proclive a la generación
de expresiones teatrales más del gusto pueblerino28. A modo de ejemplo, se
realizaban representaciones de diablos danzantes que simularon la lucha con el
arcángel San Miguel, el cual triunfaba después de una teatralizada refriega29. La
denominación hispana para estos actos medievales fue la “endiablada”. Acerca de
este término se cuenta con referencia documental para el año 1583 la que alude
al “festejo y función jocosa en que muchos se disfrazaban con máscaras y figuras ridículas
de diablos”30. En 1635 sobre la fiesta de Corpus en Granada se informó que a las
“tres de la tarde comenzó a formarse la Procesión, a que daba principio la danza,
que llaman de los diablillos, que con sus horrorosas figuras, golpes y estruendo,
espantando la gente, hacían calle para dar paso a la tarasca (que) ponía terror, y
causaba miedo a el verla, escoltada de ocho horribles gigantes (a quienes seguía

25
Romero 1999:87.
26
Macherel 1999:49.
27
Callejo 1999:133.
28
Sans 2007.
29
Callejo 1999:133.
30
Brisset 2002:302.

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una torre portátil coronada por la virginal imagen) custodiada por un escuadrón
de setenta y dos ángeles, niños de nueve y diez años, con una pica y un escudo
en las manos”31.
La misma escena se repite en Sevilla hacia fines del siglo XVIII. José Blanco
White (1822) describió entonces el Corpus Christi como:
“Único día del año en que la hostia consagrada es puesta por la calle. A poca
distancia… venía un grupo de siete gigantescas figuras (…) Detrás de los giganto-
nes y como dominándoles, venía un paso con la figura de una hidra rodeando un
castillo del que, para delicia de los niños sevillanos, salía un muñeco parecido a
Polichinela y vestido con un jubón escarlata guarnecido de cascabeles. El muñeco
bailaba una especie de danza salvaje y se volvía a ocultar en el cuerpo del monstruo.
Esta representación llevaba el nombre de “Tarasca”. Los gigantes simbolizaban los
siete pecados capitales. La hidra representaba la herejía, guardiana del castillo
del cisma en el que la locura (representada por la extraña figura de escarlata)
desplegaba el dominio completo. Todo este tropel de monstruos iba huyendo en
desbandada delante de la presencia del triunfante sacramento”32.
La teatralización de los actos en la procesión del Corpus editó la imagen de
numerosos diablos en comparsas llamadas “endiabladas”. Ellas representaron los
males a los que se exponía la humanidad cuando se distanciaba de los preceptos
divinos, como lo constituían los siete pecados capitales. En Europa fueron también
conocidos como “ball des diables”, integrados por cuadrillas de hombres disfrazados
de demonios, quienes entre polvorines y fuegos de artificios presentaban diálogos
compuestos en versos, además de acompañarse por el sonido de los tambores33.
Estos conjuntos lo integraban personajes como San Miguel, Lucifer, un ángel, una
“diabla” y distintos diablos. Los “ball des diables” se vincularon sobre la base de los
versos a las antiguas teatralidades de los siete pecados capitales34.
Con la performance de las cofradías y el decálogo contendido en aquellos
actos religiosos propios del teatro callejero barroco –pese a la sátira representada
por los diablos– estas organizaciones se constituyeron en “pequeñas iglesias”. En
ellas se establecía la reconciliación entre el cuerpo social y la vida mística35, la cual
era predicada con claridad y sencillez desde la curia diocesana tanto en Europa
como en América36.

31
Fray Juan de la Natividad Coronada Historia… imagen de la Virgen de Gracia en convento Trinitarios,
Granada, 1697 citado por Brisset 2002:305.
32
Callejo 1999:135.
33
Campmany 1946:5.
34
Fortún 1961:6.
35
De Certeau 2004:106.
36
En España aún en algunos poblados siguen celebrando fiestas acompañándose las expresiones
religiosas con la figura del demonio, tal como acontece en Algaida (Mallorca), Arta (Mallorca),
Almonacid del Marquesado (Cuenca), Huete (Cuenca), Castejón de Monegros (Huesca), entre otras
localidades. Cf. Callejo 1999.

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El Diablo Andino / Colonial


En Europa se propagó la imagen del diablo con dos variables significantes –el
maligno causante de la tentación y la muerte del alma o la sátira para enjuiciar
mediante la burla las diferencias sociales. Del mismo modo en la América con-
quistada el rostro del demonio recorrió sus diferentes geografías. Los misioneros
utilizaron la predicación implícita en la liturgia, la influencia del canto sagrado,
las festividades a los santos, al arcángel San Miguel, la devoción a la Virgen y/o
las procesiones como complemento a otros formatos catequéticos, como fueron
los himnos o las imágenes en los templos que actuaban como “sermones silencio-
sos” para cautivar la espiritualidad de las poblaciones nativas. Un dato no menor
lo constituyó el uso del teatro religioso. Su tendencia a reproducir pasajes de la
Biblia o ritos medievales sirvió para evangelizar a los indios, que participaron
como actores en el montaje de las escenas, las que en ocasiones fueron escritas
en la lengua de los aborígenes37.
En Potosí (Bolivia) en 1601 se realizaba una escenificación de la lucha entre
ángeles y demonios para la celebración de las festividades en honor a la Virgen de
Guadalupe. En esta obra aparecen como personajes centrales, entre otros, Lucifer,
una sirena, la Virgen y un caballero cristiano. Este último debía enfrentarse al
demonio para reclamar la belleza de María o Proserpina (sirena). Esta disputa era
evaluada por un jurado que dictaminaba quien era el vencedor. Asimismo todos
los personajes principales y secundarios eran recibidos con disparos de artillería
y cohetes. La información del siglo XVII describe que el montaje se iniciaba con
la salida de:
“muchos demonios en caballos muy ligeros, todos con ropas negras y llamas
de fuego (…) Salió luego… un carro triunfal., el cual tiraban cuatro sierpes, con
las cuales iba un demonio… en la mano derecha venía sentada Proserpina, el
rostro… muy blanco y hermoso… y del medio cuerpo para debajo de sierpe y con
la cola rodeaba el carro”38.
Este relato, y otros que es posible encontrar en la bibliografía sobre el tema
religioso durante la Colonia, grafica la hipótesis de que la cultura religiosa europea
fue reproducida en América. Fue como una oleada de los imaginarios populares
que encontraron en las sociedades nativas los contextos para implantar el modelo
religioso medieval. El teatro religioso presente en los montajes de los “autos sacra-
mentales”, que eran escenas alegóricas de los dogmas católicos como el Corpus,
actuaron como dispositivos ideológicos de la Iglesia e impusieron la doctrina en
la conversión de los indígenas con el uso de los dramas acerca de los pecados
capitales, los ángeles y demonios39.
Mientras Europa en el siglo XV paulatinamente cambiaba hacia una impronta
renacentista, los aborígenes amerindios recibían el influjo cultural de aldeanos con

37
Ricard 2004.
38
Gisbert 1999:244.
39
Calvo Pérez 2001.

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una mentalidad tradicional que se habían enrolado en las huestes conquistadoras.


Ellos trajeron consigo el culto público a los santos, al Corpus Christi, la devoción a
la Virgen, el carnaval y el miedo al diablo o a “San Tanás”, como fue resignificado
entre los nahuas en Mesoamérica40.
Si fue así, entonces América podía contener la piedad popular, mientras
los territorios europeos abrazaban el espíritu humanista y el advenimiento del
protestantismo que no creía ni en imágenes ni en los disfraces de la feligresía. En
América, en tanto, se reprodujo la imagen del diablo, ya sea en las conciencias
colectivas como en las expresiones artísticas. El demonio fue reeditado con los
atributos que el mundo popular europeo le había asignado, con cuernos, rostro
de hombre con elementos de un macho cabrío, una cola y la sagacidad en su
actuar. De igual forma, las misas en las plazas y las romerías como parte de las
muestras públicas del culto católico formaron también parte de las campañas
de evangelización. En tal sentido, los indios se vieron integrados en todos estos
actos de piedad religiosa. Participaron como cargueros de las imágenes de los
santos, como músicos de letanías en los templos o como danzarines a Corpus
Christi o a la Virgen. Ellos conjugaron una multiplicidad de creencias tanto
autóctonas como cristianas, tal como sucedió con las imágenes de la boca del
infierno o “tarasca” dibujada en Europa, en los Andes y en Parinacota (altiplano
de Arica)41.
Puntualizando, en el área andina los indígenas percibieron en el diablo una
figura ambivalente en cuanto a su poder. Podía generar maldad o hacer el bien,
lo que permitió no sólo temerle a su asedio como acontecía en Europa, sino que
incluso fue posible para los indígenas dialogar con el demonio como lo hacían
con sus wakas, ídolos o antepasados. Por esta razón, los cronistas vincularon las
pláticas de los indios y las wakas con los oráculos de Lucifer tal como se visualiza
en las siguientes imágenes (ver imágenes Nos 1, 2, 3, 4 y 5).

40
Busto 2002.
41
En Lima el Concilio de 1551 construyó una horrorosa imagen del diablo para que los indios
la asimilaran, al decir que “el infierno es la morada de los demonios, donde van aquellos, los que no han sido
bautizados, o los que no respetan los mandamientos”. Cf. Duviols 1997:41.

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Imagen Nº 2
La estampa medieval del diablo perseguido por
Imagen Nº 1 aldeanos (Muchembled 2006).
“Los indios conversan con el demonio”, el cual
posee características humanas y de macho
cabrío
(Cieza de León (1553)42.

Imágenes Nº 3 y 4
La boca del infierno o “tarasca” tanto en ilustraciones medievales como mestizas andinas, como lo
constituye el caso de Guamán Poma (1615). En ambas imágenes la figura del diablo posee atributos
antrópicos y animalescos.

Cieza de León 1553 [1880].


42

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Imagen Nº 5
La boca del infierno o “tarasca” pintada en la capilla del pueblo de Parinacota en el altiplano de
Arica (Chacama 2009).
En esta fotografía se ilustra la teatralización de la “tarasca”, en la que los personajes centrales visten
trajes y máscaras de diablos, españoles y de San Miguel (detalle). La catequesis de los indios operó
tanto en formato de imágenes como en la teatralización de las creencias y los dogmas43.

Es evidente la ascendencia europea en este tipo de manifestaciones religiosas


que involucraron trajes, coreografías y músicas. La celebración del Corpus fue el
dispositivo que logró articular las escenas litúrgicas al interior de la aldea. Esta
influencia socio-religiosa europea y el diablo como un mecanismo de alteración
del orden imperante (cívico y religioso) se propagó por diferentes latitudes. A
modo de ejemplo se puede mencionar un caso en La Serena, en 1752, lugar donde
se describió que,

“en la procesión del Corpus se exhibían catimbados, hombres vestidos de caprichosos


trajes, simbolizando al diablo; empellejados hombres también cubiertos de pieles que
son brazos y aves muertas jugaban malas pasadas a los niños”.44

Los ritos colectivos, tanto sagrados como profanos, fueron asumidos por los
distintos segmentos sociales de la Colonia. En otras palabras, las procesiones eran
barómetros que permitían tomar el pulso al comportamiento y posición en la
estructura societal de los diferentes grupos –oligarquía, clérigos, artesanos, mesti-
zos, indios, zambos, mulatos y/o negros. Estos grupos seguían el orden asignado
a cada cofradía en la columna.
En Santiago y en Lima desfilaban para el Corpus los feligreses con trajes,
“mascaradas” y carros decorados, representativos de episodios religiosos como

43
Es necesario consignar que estas premisas obedecen a hipótesis de trabajo que aún están en un
proceso de análisis. No obstante, prontamente se publicará in extenso un estudio sobre la imagen, las
cofradías y la teatralidad en los Andes chilenos. Una discusión exhaustiva sobre el rol de la imagen en
las campañas de evangelización se encuentra en Chacama Rodríguez (2009).
44
Enrich 1891:133.

68
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

las tradicionales “tarascas” o los enfrentamientos entre ángeles y demonios. En las


principales ciudades de la América colonial, el uso de carros con la parafernalia
decorativa y el sonido de tambores no sólo sirvieron para el evento católico, sino
que también para el recibimiento triunfal de las autoridades virreinales45.
En festividades populares como el carnaval, algunos campesinos en Copiapó
vistieron los atuendos de diablo para alterar el orden cívico como posible res-
puesta subalterna. A modo de ejemplo, en el verano de 1866 la prensa describió
lo siguiente:

“la destreza en el echar la ligereza en el huir i la zalagarda de todos formaban en el


barrio una verdadera babel. También se veía una especie de comparsa, formada de
varios seres del sexo feo, que precedidos por un tamborcito, marchaban de a dos en
fondo, vestidos de máscaras i el jefe de diablo. Era el diablo un poco circunspecto, [...]
vestía de colorado, con uñas y rabo, penetraba en las casas i después de dar sus órdenes
la comparsa ejecutaba una danza cuyo nombre no hemos hallado en el diccionario.
Aplaudían las niñas, saludaban las máscaras, i se iban con la música a otra parte. Si de
las calles públicas le fuera dado al cronista penetrar en el interior de las casas, que de
cosas tendría que contar. Allí ejerce el carnaval su imperio con más encantos, con más
gratas sensaciones. Las bellas i los mozos rivalizando en delicadas i atrevidas intentonas
de asalto, se confunden por último en el ardor de la lucha, i la modesta azucena, la
cándida sensitiva se lanzan tras del nerbado varón i lo zambullen en el no muy crista-
lino depósito de agua. Desde entonces sesan las etiquetas preliminares i el asunto es
ni más ni menos como en la calle”46.

Volviendo al área andina, se cuenta con la referencia a diablos que participaban


en este tipo de celebraciones litúrgicas actuando como bufones que “fastidiaban”
a los feligreses, como las fuerzas del mal que rondan los campos o caseríos, similar
a la jovial estampa del diablo para el tiempo de “carnestolendas”.
A fines del siglo XVIII, en Tacna sucedió un altercado producido por un negro
disfrazado como demonio. El episodio fue descrito de la siguiente manera:

“Señor Governador. Intendente. Don Francisco Salguero vecino de esta cuidad en


nombre de Don Francisco de Zela ensayador, Fundidor y Balansario de las Reales Caxas
del Pueblo de Tacna y en virtud de su poder que devidamente presento como mejor
proseda paresco ante S Señoria y Digo: que el Juebes de Corpus que se contaban treinta de
Mayo de este presente año, un Negro Esclabo de mi parte salio con Bestuario de Diablo, y corriendo
por las Calles y Plasa haciendo en ellas las marisquetas, y gestos que el traje requiere, encontró
con un sambo esclabo de Doña Juana Oportu, el que lo incomodó, y asercandose el
Esclabo de mi Parte le dio un empujo el que fue bastante para el sambo se echase sobre
el y lo maltratase con crueldad. Mi parte innorante de este pasage lo estubo tambien de
que el Alcalde Ordinario del referido Pueblo Don Pablo Gila havia mandado encarselar
al Negro a un constandole por las constituciones de la Cara, y sangre en que estava
bañada que el Esclabo de la Oportu lo havia erido con exeso, hasta que asía las dote se
le comunicó noticia poco instructiba de lo que ba referido, y para mejor uniformarte

Valenzuela 2001.
45

Periódico El Copiapino, 26 de febrero, 1868, citado por Godoy 2007.


46

69
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

de ello pasó mi parte personalmente a Casas del Mensionado Alcalde, y entrando con
urbanidad, y cortesia, despues de una corredida salutacion le preguntó qual era la
causas de haber encarselado a su Esclabo- La contestacion del Alcalde fue asercandose
a mi parte desirle, que era un sambo Limeño borracho”47 (cursiva agregada).

La descripción a la cual alude el documento se refiere, pese al bochorno entre


el esclavo y el zambo, a la danza del “son de diablos”. Este baile era interpretado
por indios o por población negra, quienes enmascarados recorrían los perímetros
de los actos públicos devocionales realizando ágiles movimientos con sus capas,
además de dar numerosos “saltos” entre la muchedumbre de creyentes. Este tipo
de danza fue ilustrada en Lima a comienzos del siglo XIX por el pintor peruano
Pancho Fierro, tal como puede verse en la siguiente acuarela (ver imagen Nº 6).

Imagen Nº 6
“Son de diablos”, de Pancho Fierro (inicios del siglo XIX).

Al norte del Perú, el obispo de Trujillo, Baltasar Martínez Compañón, mandó


a dibujar todas las expresiones sociales y religiosas de su diócesis, bosquejos que
retrataron los distintos segmentos de la sociedad peruana hacia 1776. Una de
sus acuarelas reproduce una danza europea adaptada por los indios, en la cual
se grafica un baile en el que se enfrentan el arcángel San Miguel frente a siete
demonios, la que es localmente como la “Danza de los Diabilicos”. A continuación
reproducimos la estampa Nº 145 (ver imagen Nº 7).

47
Biblioteca Nacional del Perú (BNP), Libros raros y manuscritos 1793: fojas 2 – 3. La cursiva es
nuestra. Agradezco la gentileza del historiador Julio Aguilar Hidalgo por facilitarme este documento.

70
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

Imagen Nº 7
“Danza de los Diabilicos”, Trujillo, 177648.

Existen antecedentes que confirman la influencia colonial en las danzas que


se interpretan en las procesiones y festividades de santuarios. No obstante, es
oportuno identificar algunos tópicos que poseen raíces autóctonas andinas las
que ciertamente han incidido en los patrones cosmogónicos de las expresiones
rituales que se desarrollan en las poblaciones indígenas.
Algunas de las celebraciones religiosas católicas que se implementaron en el
área andina, como las misas, las procesiones o el culto a los santos, contuvieron
tanto en su representación como en el contenido simbólico ciertos elementos
propios de los grupos indígenas. De acuerdo con nuestro planteamiento, la cele-
bración del Corpus Christi permitió que se articularan tanto las creencias cristianas
como las andinas, con matices complejos de acuerdo con contextos y experiencias
históricas49. En relación con la fiesta al Santísimo Sacramento los extirpadores de
idolatrías identificaron que los indios llevaban durante:

48
Martínez Compañón y Bujanda 1776 [1987-1991].
49
Los concilios limenses del siglo XVI estipularon que en la fiesta del Corpus Christi los indios
podrían estar celebrando creencias nativas; la constitución Nº 95 señala que “en las fiestas del corpus xpi.
Y en otras, se recaten mucho los curas y miren que los indios fingiendo hacer fiesta de xpianos no adoren ocultamente
sus ídolos y hagan otros ritos, como acaece, y si en algunos se describe semejante maldad hecha la información
necesaria, se embie preso al obispo o a su vicario para que le castiguen con todo rigor” . Trujillo 1981: 327.

71
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

“la procesión del Corpus dos corderos de la tierra vivos (llamos), cada uno en sus
andas, por vía de fiesta y de danza, y se supo que realmente eran ofrendas y sacrificios
ofrecidos a dos lagunas que son Urcococha y Choclococha, de donde dicen que salieron
y tuvieron origen las llamas. Y ha llegado a tanto esta disimulación o atrevimiento de
los indios, que ha acontecido poner en la fiesta del Corpus una huaca pequeña en las
mismas andas al pie de la custodia del Santísimo Sacramento, muy disimuladamente.
Y un cura me dijo que había hallado las huacas en el hueco de las peanas del altar y
otras debajo del altar, que las había puesto el sacristán, y yo las he visto detrás de la
misma iglesia”50.

Los ídolos escondidos entre los altares cristianos simbolizaban la hibridez


de una mentalidad religiosa en permanente transformación. Para los teólogos
coloniales el ángel caído se había refugiado en América, lugar en que era ado-
rado por los “infieles” nativos. Según se señalara anteriormente, podía platicar
con los indios utilizando a las wakas o “ídolos de la gentilidad” para comunicarse,
o mediante los sueños, poder apoderarse de las almas o los cuerpos. De acuer-
do con esta lógica, el diablo podía adquirir diferentes formas con igualmente
diversos atributos:

“Es frecuente que tenga un aspecto terrible o repulsivo, la tez cenicienta, violácea,
cavernosa la voz. Aparece a veces como un indio de poca estatura, o como un pequeño
negro, y hasta como un inca. Puede vestir andrajos, o ropas multicolores. Hasta con
apariencia humana tiene patas y garras de león, de oso, o bien, espolones de gallo.
(…) Las múltiples metamorfosis pueden ser muy rápidas, y su acción es aun más
temible porque sus innumerables servidores, los otros demonios, poseen sus mismas
facultades”51.

El demonio con su capacidad persuasiva y de metamorfosis fue estereotipado


por los evangelizadores como un ser difusor de las idolatrías de los indios, que
adoptaba las formas y voces de los antepasados para engañarlos en sus acciones.
El cura doctrinero de Sabaya, localidad cercana a Isluga (Tarapacá), Bartolomé
Álvarez en 1588 exclamaba que:

“El demonio les decía a los indios, que él (el demonio) era un antepasado y que
cuando ellos (los indios) no lo fuesen a visitar, adorar y otorgar dones él se enojaría
haciendo que algún pariente o hermano muera. (…) Para que los indios mochasen
(adorar, ofrendar) el demonio les dijo que lo hicieran en un sepulcro donde él estaba
enterrado, aquello podría ser un peñasco o lugar dificultoso, una piedra”52.

Igualmente, los indígenas andinos tenían por devoción el culto a diferentes


animales o especies a las cuales “mochaban” u ofrendaban bienes preciados, como
coca o chicha. Al respecto, conviene agregar que:

50
Arriaga 1621 [1968]:223.
51
Duviols 1997:28.
52
Álvarez 1588 [1998]:76.

72
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

“Los indios adoran lagartijas, lagartos, culebras, víboras y mariposas, de los que tenían
figuras (diseños) pintadas en vasos y ropas. Todo esto es superstición puesto que son
animales que miran y rondan en los sueños”53.

Los antecedentes del cronista Garcilaso de la Vega en el siglo XVII confirman


estas aseveraciones, al señalar que:

“También tenían por dioses a otras culebras menores, donde no las había tan grandes
como en los Antis; a las lagartijas, sapos y escuerzos adoraban. En fin, no había animal
tan vil ni sucio que no lo tuviesen por dios”54.

Tales antecedentes nos permiten vincular la imagen del demonio con dos
evidentes supuestos. Ellos son, por una parte, el hecho de conversar con los acha-
chis o antepasados de los indios y, por la otra, la devoción de éstos a los animales
como serpientes, culebras y sapos. En otras palabras, hay un espacio semántico
que indudablemente posee la naturaleza salvaje para que sea relacionada con el
demonio. Donde mora la razón, las leyes, la disciplina (en la ciudad o la iglesia) el
diablo no puede habitar. No obstante, en los sitios en que convive lo bárbaro con
lo peligroso como es el paisaje andino, sí fue un lugar propicio para que Lucifer
levantara sus dominios.
El cronista mestizo Guamán Poma ilustró el acecho salvaje del que era víctima
el cristiano. Para ello detalló por medio de la imagen dichas conjeturas.

“694
POBRE DE LOS IN[DI]OS: DE SEIS ANIMALES Q[VE] COME que tememen [sic.]
los pobres de los yndios en este rreyno.
/ corregidor, cierpe / ‘Ama llapallayque llatanauaycho’
[‘No me despojen por amor de Dios; te voy a dar más.’]
/ Por amor de Diopsrayco / tigre, españoles del tanbo [mesón]
/ león, comendero / zorra, padre de la dotrina / gato, escriuano
/ rratón, cacique prencipal / Estos dichos animales, que no temen a Dios, desuella
a los pobres de los yndios en este rreyno y no ay rremedio. / pobre de Jesucristo /
/ Ama yapallayki llat’anawaychu. / Diosrayku / tanpu” 55

Los cronistas relevaron información valiosa sobre los seres que adoraban
los indios en el mundo andino, como “lagartijas, lagartos, culebras, víboras, sapos y
escuerzos”. Estos animales pertenecen a la entidad cosmogónica “salqa”, que tra-
ducido del quechua significa “salvaje”. Todos los indios que no han abrazado la
religión oficial, la moral y sus normas están en estado salvaje, alejados del nuevo
ordenamiento que trae consigo la cultura y la mentalidad religiosa occidental.
Desde un punto de vista misional, es factible argumentar que en el universo
de los “salqa” el demonio encontró un territorio llano para habitar y congregar

53
Álvarez 1588 [1998]:80.
54
Garcilaso de la Vega 1984: 21.
55
Guamán Poma de Ayala 1615 [1992]:694.

73
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

a sus seguidores. Este “mundo de abajo” o “mundo de adentro” como lo llamaron los
evangelizadores, catalizado por los indios como “manqha pacha” (aymara) o “ukhu
pacha” (quechua), fue un espacio en el que gobernó el diablo conocido como
“saxra” o “saqra” en el idioma de los inkas. Algunos teólogos coloniales señalaron
que la expresión “manqha pacha” correspondía al infierno, aunque esta codificación
en la cosmovisión andina posee la dualidad de ser un espacio a veces maligno y
otras veces benévolo56.
El término andino utilizado para referirse al demonio ha tenido dos vertientes:
“saxra” y “supay”. La expresión “saxra” o “saqra” define al diablo, asignándoseles
acepciones de “miserable, perverso y vil”. La denominación más conocida es la de
“supay”, traducido por los curas doctrineros bajo la categoría europea de demonio o
diablo57. Diego Gonçalez Holguín (1608) registró diablo como: “Cupay, cupayruna:
Maldito malísimo endiablado, o cupaypa hucnin, Diabolico cupay hina cupay ñirac”58.

56
Albó 2002.
57
De Torres 1619.
58
Gonçalez Holguín 1608:308.

74
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

En el mismo período el jesuita Ludovico Bertonio (1612) apuntó los siguientes


significados:

“Supayo: Demonio
Supayona allcomaata haque: Hombre endemoniado, o como endemoniado, o furioso,
que por otro nombre llaman, Loqhuetiri haque. Y suelen a vezes andar por los cerros…
Huakana allcomaata haque: Un hombre a quien hablo el Demonio, o Idolo, mandan-
dole algo, o enseñandole el modo de sacrificar, y otras hechizerias.
Supayona maluta, y el Mantata haque: Endemoniado al modo que agora entendemos
los Christianos”59.

Asimismo Bertonio desarrolla una interesante asociación del “supay” con algu-
nas expresiones de danzas en fiestas autóctonas y con la presencia de personajes
disfrazados de diablos o semejantes a ellos:

“Demonio: Supayo: Antiguamente dezian: Hahuari, que es fantasma: Endemoniado:


Supayonamaluta, vel Alcomaata haque.
Demoñuelos, o Diablillos de las danzas: Sokho, Sancatilla, Culueulan, Saynata, Llama
llama, Haachnen”60.

Sobre las danzas en las que participaban diablillos identifica:

“Sokhatha, u el Aymatha: Baylar la gente principal, y cantar con mucha mesura.


Sokha, u el Ayma. El bayleassi, o sarao de Maycos.
Sokho, Sancatilla, Llama llama, Culunculo, Saynata. Espantajo de niños, mascara fea,
o mala cara.
Sokhochasitha. Enmascarase Vide Saynatachasitha”61.

Los apuntes del Vocabulario de la lengua Aymara sobre danzas y máscaras de


diablos son coherentes con los ritos descritos por los cronistas tempranos. Ellos
constataron que:

“aunque sacrificar reces y otras cosas, que no pueden esconderse de los españoles, las
han dejado, a lo menos en público, pero conservan todavía muchas ceremonias que
tienen origen destas y supersticiones antiguas. Por eso es necesario advertir en ellas,
especialmente que esta fiesta de Ito la hacen disimuladamente hoy en día en las danzas
del Corpus, haciendolas las danzas de Llama – llama y de Guacones y otras conformes
a sus ceremonias antiguas, en los cual se debe mirar mucho”62.

A comienzos de la colonización los evangelizadores proyectaron la impronta


cultural ibérica en los territorios andinos, junto con codificar una serie de prácticas
cúlticas o festivas nativas con la experiencia religiosa europea. Estas experiencias

59
Bertonio 1612:328.
60
Bertonio 1612:170.
61
Bertonio 1612:322.
62
De Murúa 1590 [1946]:342.

75
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

análogas fueron construyendo imágenes sobre un mundo andino que poseía ele-
mentos propios a los cuales se les reasignó una infinidad de variables semánticas
que buscaron explicar lo “autóctono” desde un prisma europeo. En este traslape
de asignaciones semánticas se generaron connotaciones interpretativas sobre bailes
indígenas como el “Llama Llama”, en el que se dedicaban “ofrendas y sacrificios ofrecidos
a dos lagunas que son Urcococha y Choclococha, de donde dicen que salieron y tuvieron origen
las llamas”. Esta ceremonia se reactualizaba cada año para la fiesta de Corpus Christi.
Durante los ritos en honor a las llamas, los indios danzaban y vestían atuendos y
máscaras similares a los diablos, lo que asustaba a los participantes, según la informa-
ción recopilada por Ludovico Bertonio y Diego Gonçalez Holguín respectivamente:
Ludovico Bertonio (1612):

“Llamallama, Haachuco: Mascara o diablillo q sale en las danzas63


Saynata, Soktho, Culunculun, Llama llama: Espantajo, o mascara para espantar los
niños.
Saynatachasitha, Sokhochasitha… Disfrasarse como espantajo64
Mascara: Sokhovide Espantajo. Ponersela Sokhottasitha”65.

Diego Gonçalez Holguín (1608):

“Llama hina runa: Hombre animal, o bestial sin juizio rudo.


Llama llama hamarracho: Enmascarado, o dos uno sentado en los hombro de otro66
Hayachuco llamallama saynata huacon: Los que hacen juegos o danzas disfrazados”67.

De múltiples formas, entre danzas, máscaras y ritos, la figura arquetípica del


“supay” resemantizada durante la Colonia como diablo (“yawlu”), Lucifer, Satanás
o el demonio, tomó distancia de su conexión con el concepto andino de “sombra”,
o sus asociaciones con “japiñuño”, “ñanqha”, “visscochu”, “anchanchu”, “bumapurick”,
como demonios que residen en “supayhuasi” o la “casa del demonio”, populariza-
da también como el infierno. Las relaciones generadas entre los indígenas y los
demonios se fueron reconfigurando socialmente sobre la base de la estructura de
intercambio, tal como sucede con el culto al “tío” en las minas del altiplano boli-
viano. El diablo entró en la mentalidad andina en una suerte de “reversión irónica
de la evangelización”, ya que pasó a formar parte de los ritos y prácticas sociales de
reciprocidad. Pese al estigma cristiano del pecado, las poblaciones andinas mantu-
vieron oculta la noción de la dualidad que permitía equilibrar las fuerzas maléficas
o benéficas que la figura del demonio contenía ya a su haber68.
El culto al diablo “supay” en las zonas de actividades mineras como Oruro o
Potosí, fue asociado al “tío”. Esta deidad reside al interior de las minas a la cual deben

63
Bertonio 1612: 200.
64
Bertonio 1612: 314.
65
Bertonio 1612: 309.
66
Gonçalez Holguin 1608:151.
67
Gonçalez Holguin 1608: 122.
68
Wachtel 2001:556.

76
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

ch`allar y ofrendar coca, alcohol, serpentinas y respetar sus dominios telúricos. Esta
devoción se ha vinculado a la deidad precolonial Wari69, y su imagen representa al
diablo desnudo con los ya clásicos atributos del macho cabrío. El “tío”, si la “cos-
tumbre” es bien realizada, puede entregar al minero ricas vetas. No obstante, si
no lo es, causa graves accidentes en el mundo de las profundidades de las minas70.
La tradición andina señala que a comienzos del mes de agosto se abre la
superficie terrestre y se generan grietas en la tierra. Este es el momento en que
se pueden hallar tesoros ocultos entre las grietas. En algunas comunidades los
lugareños suben a los mallkus o cerros protectores para realizar ofrendas a los
dioses tutelares con el fin de que les vaya bien en sus negocios, ya que durante
este tiempo la pachamama “hambrea” pide ritos que la sacien para mantener el
orden y la seducción religiosa71. En tal contexto ceremonial y simbólico, el mes de
agosto paulatinamente se transforma en el “mes del diablo” para los comuneros72.
En el Departamento del Cusco (Perú) se encuentra la localidad de
Paucartambo. En este lugar se celebra la fiesta de la Virgen de Carmen en la que
participan comparsas de danzantes como las Qhapaq Ch’unchu. Este baile representa
a las tribus selváticas ubicadas al oriente de los Andes, muy similares a las cofradías
de “chunchos” que bailan en La Tirana. Además, participan las cofradías de los
Qhapaq Qulla (que simbolizan a los comerciantes altiplánicos); Majeño (antiguos
arrieros); Mestiza Qullacha (danza de la agricultura); Waka-Waka (recreación de una
corrida de toros); Chukchu (representan a los peones que iban desde Paucartambo
a la selva y contraían el paludismo); Siklla (danza de los doctorcitos); K’achampa
(baile Inca de los jóvenes guerreros), etc. También danzan los Auq’a Chileno,
quienes representan a los soldados chilenos que invadieron territorios peruanos
durante la guerra del Pacífico. Participa un caporal acompañado de una dama y
varios soldados. Son acompañados por violines, quenas, arpa y un bombo.
Durante la festividad de Paucartambo en honor a la “mamacha Carmen” como
suelen llamarla, es posible ver danzar a los “saqra”, que según sabemos corres-
ponden al diablo, el cual tiene como principal atributo ser un personaje travieso.
Desde la perspectiva de la teatralidad, los “saqra” mantienen un juego de poder
con la Virgen, tentando a la feligresía con movimientos bruscos y giros vistosos.
Al igual que en La Tirana los diablos no pueden entrar a la iglesia con máscaras.
La comparsa de diablos la integran Lucifer (caporal), una “china saqra” o
Luzbel (mujer acompañante del caporal) y dos filas de demonios encabezadas
por capitanes. También participan niños vestidos como diablos conocidos como

69
Platt 1983.
70
En los Andes las minas eran consideradas como wakas; se ofrendaba con coca tanto en la boca-
mina como en los interiores de esta. Las madres de las cosechas (mamas) poseían un poder genésico,
es decir, generador del mineral. Esta idea de la renovación del mineral también se presenta en la
cosmovisión española. Estos, al estar impregnados con creencias alquimistas “pensaban que la humedad
del azufre y del mercurio junto con la influencia de los planetas y del Sol engendraba el mineral, y según una
opinión popular algunas minas gozaban incluso de la propiedad de renovarse si se dejaban de explotar por algún
tiempo”. Cf. Bouysse-Cassagne 2005:447.
71
Fernández 1997:116.
72
Albó 2002:403.

77
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

mascotas. Los “saqra” son acompañados por la música de violines, quenas, arpa,
acordeón y un bombo73 (ver imagen Nos 8 y 9).

Imagen Nº 8
El diablo “saqra” danzante en la fiesta de la Virgen del Carmen de Paucartambo
(Perú) (Cánepa 1998).

Imagen Nº 9
Procesión de la Virgen del Carmen en Paucartambo,
Sobre los techos los demonios la acechan (Cánepa 1998). En la fiesta de San Lorenzo de Tarapacá
algunos peregrinos también se suben a los techos a gritar y burlarse de la gente durante el
amanecer del día 10 de agosto.

73
Canepa Koch 1998:101-121.

78
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

Los demonios danzantes en La Tirana


En la fiesta en honor a la Virgen del Carmen de La Tirana en el Norte Grande
de Chile es posible distinguir dos tipos de bailarines que visten de diablos: los diablos
sueltos y las agrupaciones de diabladas. Estos últimos corresponden a sociedades
religiosas que danzan con enormes máscaras en mudanzas que representan la
lucha entre las fuerzas de Dios y del Diablo. Poseen una clara influencia de las
diabladas bolivianas de Oruro fundadas hacia fines del siglo XIX74, que bailan a
la “Virgen del Socavón” durante el carnaval75. Esta influencia se advierte tanto
en sus vestimentas como en los personajes que asumen de los antiguos “autos
sacramentales”, con la salvedad de que el arcángel San Miguel que se enfrenta a
los demonios ha sido reemplazado en La Tirana por la figura de un “angelito”,
traje que lo viste una niña pequeña que danza con una varita76. Otro detalle dife-
renciador con las diabladas bolivianas lo constituye el hecho de que la diablada
de Oruro danza durante los carnavales, a ritmo de marchas77. En La Tirana, en
cambio, las diabladas bailan el ritmo de salto y lo hacen sólo en el mes de julio,
acompañándose con bandas de instrumentos de bronce78.
Las diabladas tiraneñas se organizaron como agrupaciones hacia mediados
del siglo XX. Fue en esa época que el peluquero iquiqueño Gregorio Órdenes,
padre del actual obispo de la Diócesis de Iquique, reunió a varios figurines que
vestían de diablo para darle cuerpo y sentido asociativo a la “Primera Diablada de
Chile” en 1957. La influencia boliviana se dio a partir de 1960, año en que visitó
la zona la “Diablada de Oruro”, la que dejó patente su sello entre los bailarines
nortinos. La prensa de la época registró lo siguiente:

“Una caravana integrada por [un] conjunto de danzantes religiosos, comerciantes y


peregrinos de Oruro viajará el miércoles 13 del presente mes a La Tirana con el objeto
de participar en las fiestas que en homenaje a la Virgen del Carmen se desarrollarán
el sábado 16 en la mencionada localidad, situada en el interior del departamento.

74
Fortún 1961.
75
Abercrombie 1992.
76
Henríquez 1996.
77
Al respecto el sacerdote y sociólogo Juan Van Kessel señala que “la Diablada, de origen también un
baile masculino, ha tenido otro recurso coreográfico que le permitió recibir a las candidatas femeninas: sus figurines,
‘fuera de fila’ han sido osos, monos, cóndores y las supayas, diablas femeninas y seductoras de la región andina.
Las supayas (o chinas supay, chinitas o bolivianitas) son precisamente las que han conocido gran expansión nu-
mérica y marcan las innovaciones coreográficas (…) El ritmo musical de la diablada, es el mismo que el del baile
Gitano: El paso es igual al paso 1 del Gitano, que se ejecuta alternativamente saltando y de paso. El paso saltado se
ejecuta con saltos cuanto más altos, en que, al descender sobre el pie derecho, mantiene levantado el izquierdo con la
rodilla doblada y viceversa. Los brazos, con codos hacia afuera y ligeramente doblados se levantan horizontalmente
a la altura del hombro, mientras que en la mano se sujeta la punta de la capa del bailarín; de este modo se imita
claramente el vuelo del diablo. El paso o movimiento de paso, bajan también los brazos hasta la altura del pecho;
pero manteniendo las puntas de la capa en las manos, aparentando las alas medio recogidas. Las bailarinas, o
bolivianas, se mueven con un solo paso regular, sin saltos, modo de un flaneo, frívolo y seductor, las manos puestas
en la cintura y moviendo las caderas en forma coqueta, hasta exagerada” (Van Kessel 1981: 27-40).
78
Un estudio en profundidad sobre los músicos de las bandas de bronce en Díaz Araya 2009.

79
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

La información, aun cuando no ha sido dada a conocer oficialmente a la Intendencia


de la Provincia de acuerdo a la reglamentación internacional que rige para tal efecto,
fue anticipada ayer por correspondencia particular al delegado municipal en la Tirana
señor Andrés Farías Gamelly.
La misma fuente informativa agregó que los comerciantes integrantes de esa caravana
entregaran al público concurrente a las ya mencionadas fiestas, productos típicos de
Bolivia”79.

Esta visita fue un punto de inflexión. Permitió que figurines dispersos se con-
gregaran en el rito de la danza tiraneña, para fundar la diablada “Servidores de
la Virgen del Carmen” o “Primera Diablada de Chile”80, conocida popularmente
como la “Diablada del Goyo” en homenaje a su fundador. Esta agrupación generó
el que otros conjuntos de diablos se constituyeran como diabladas en ciudades
como Calama, Arica y Tocopilla, u oficinas salitreras como Alianza y María Elena81.
Incluso de la “Primera Diablada…” se escindieron otras diabladas como los “Siervos
de María” y los “Siervos de Jesús y María”.
A diferencia de estas agrupaciones, participan además en La Tirana los his-
tóricos danzantes de diablos sueltos, figurines que se integran a otros bailes. Son
danzantes que poseen su génesis, tal como lo analizamos en las páginas anteriores,
en las procesiones europeas insertas en las procesiones religiosas durante la época
colonial. Estos demonios recorrían las romerías fastidiando a la gente, asustando
a los niños e interpelando los dogmas católicos para las fiestas de los santuarios
marianos o para el Corpus Christi. Son danzantes que en su principio formativo
nunca han estado sujetos a las normativas de las cofradías religiosas, aunque su
actuar está integrado en un formato de piedad popular.
La danza de los diablos sueltos corresponde precisamente a bailarines que no
están asociados a ninguna cofradía o sociedad religiosa en La Tirana, como sucede
en otros santuarios como Sipiza, Tarapacá y Timalchaca.
Suelen vestir con trajes de raso o gabardina rojos (algunos desgastados o des-
coloridos por el paso de los años), con pantalones bombachos, camisa, pechera,
guantes, faldellín decorado con lentejuelas y espejos, botas o zapatillas. Llevan
además una capa que posee adornos bordados con motivos religiosos o de la
iconografía andina, junto a una pequeña máscara de yeso o papel maché que re-
presenta una figura demoníaca con rostro humano, con claros atributos estéticos
del macho cabrío, tal como la imagen elaborada del diablo durante la Europa
medieval82. Al respecto las siguientes fotografías describen con mayor claridad lo
expuesto (ver láminas Nº 10 al Nº 20).

79
Periódico El Tarapacá, 3 de julio, 1960.
80
Núñez 1989: 110-111.
81
Las diabladas fundadas en este período fueron: la “Gran Diablada Calameña” (1961), “Sociedad
de Bailes Religiosos Diablada de Alianza” (1962), “Sociedad de Bailes Religiosos Diablada de Victoria”
(1965), “Cuerpo de Baile la Auténtica Diablada de Tocopilla” (1960), “Sociedad de Bailes Religiosos
Diablada del Sol” (1968), “Sociedad de Bailes Religiosos Diablada Oro Blanco” (1968), “Sociedad de
Bailes Religiosos Diablada de San José de Coya Sur” (1969), entre otras.
82
Muchembled 2006.

80
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

Imagen Nº 10 Imagen Nº 11
Diablo suelto de Tarapacá, década de 1920. Diablo suelto en La Tirana, década de 1970.
Fotografía facilitada por Jorge Ocampo. Fotografía facilitada por Mario Vergara.

Imagen Nº 12 Imagen Nº 13
Diablos sueltos en La Tirana 1953. Diablos descansando en La Tirana el año 1953.
Fuente: Uribe Echeverría (1963). Fuente: Uribe Echeverría (1963).

81
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

Imagen Nº 14 Imagen Nº 15
Diablos sueltos de Tarapacá, década de 1920. Diablos sueltos en La Tirana 1953.
Fotografía facilitada por Jorge Ocampo. Fuente: Uribe Echeverría (1963).

Imagen Nº 16
Diablos sueltos en La Tirana 1953.
Fuente: Uribe Echeverría (1963).

82
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

Imagen Nº 17 Imagen Nº 18
Diablo suelto en La Tirana. Detalle de máscara de diablos sueltos.
Fuente: Bascuñán 2008. (Fotografía facilitada por Gabriel Alburquenque).

Imagen Nº 19 Imagen Nº 20
Diablos sueltos danzando en el perímetro de un Diablos sueltos en la plaza de La Tirana.
baile religioso en La Tirana (2008). (Fotografía de Juan Gálvez).
(Fotografía facilitada por Gabriel Alburquenque).

Esta singularidad de los diablos sueltos fue advertida por Juan Uribe Echeverría
a mediados del siglo XX. Al respecto, señala lo siguiente:

“los diablos o figurines son bailarines individuales que acompañan a cualquier com-
pañía. De pronto se reúnen cuatro o cinco y bailan en conjunto. Son personas que
han cometido un grave pecado o han recibido un favor extraordinario de la Virgen
y para expiar culpas o agradecer perdones visten de diablo. El traje convencional es
de paño rojo, cola del mismo color y máscara o antifaz con cuernos. Las máscaras
bolivianas, muy usadas en La Tirana, son de variados colores y llevan serpientes o

83
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

lagartijas enroscadas en los cuernos. Los diablos mayores usan peluca con trenzas o
abundantes melenas”83.

Similares expresiones fueron expuestas por Carlos Lavín en la Revista Musical


Chilena de 1950 al referirse a los diablos sueltos de La Tirana, quienes

“imponen su presencia por doquier las cuadrillas de ‘diablos’. Alineados en dos filas,
marchan adelante los tres de más reducida estatura y todos deben mimar el movimien-
to continuo. Sus vestes son rebuscadamente estrafalarias, con siluetas y actitudes que
imitan el patrón mefistofélico. Una varita mágica o ramillete les sirve de complemento
expresivo, en acción conjunta con los cuernos y prominencias de sus peculiares vesti-
mentas. Su ubicuidad es realmente prodigiosa. En numerosos grupos, descomponen
los dibujos de las danzas de otras falanges, intervienen en la procesión y figuran en los
‘sketchs’, integrando una participación similar a la de las ‘girls’ del teatro frívolo. Al
margen de la disciplina rigurosa de las cohortes organizadas exacerban la euforia de
todas las manifestaciones con el más sano y franco sentido de la alegría”84.

Tal como se detalla, existen diablos sueltos que visten ropajes a la usanza de las
diabladas bolivianas, con enormes máscaras que asemejan una estampa cercana
al dragón oriental, que incluyen extensos cachos, una nariz prominente y una
serpiente de tres cabezas o dragón en la zona superior de la cabeza. A fines del
siglo XIX artesanos orureños como Santiago Nicolás y sus hijos Hermógenes y
Santiago Nicolás Vargas, aplicaron diseños que buscaron plasmar en las máscaras
el estilo nativo de la deidad Wari. Estas caretas correspondían a rostros humanos
con cuernos curvilíneos, una víbora sobre la cabeza, la nariz con una cierta dilata-
ción en las fosas, arrugas en los pómulos, cejas destacadas y orejas de gran tamaño.
A partir de la década de 1930, Pánfilo Flores, discípulo de los hermanos
Nicolás, implantó cambios significativos. Mantuvo ciertos rasgos, pero rescató la
inclusión de pequeños lagartos que emulan movimientos en la nariz y la frente,
una serpiente en la boca y un sapo atravesado por los dientes. Introdujo enormes
colmillos y las cejas fueron delineadas; además aumentaron los tamaños de la nariz,
los ojos y las orejas. Destaca a su vez, un dragón en la parte superior de la cabeza
de la careta, la cual es mucho más grande a las anteriores que se asemejaban al
rostro humano. En las máscaras de Flores hay una clara influencia de los estilos
del dragón asiático, que se reflejan en los grandes ojos que rápidamente van a
constituir la base del estilo orureño. Otros reconocidos artesanos que acrecenta-
ron esta tendencia fueron Severino Flores, Mateo Moya, Eliseo Valencia, Walter
Valencia, Freddy Aguilar y Mario Molina, entre otros. Ellos persistieron, pero en
el estilo, introduciendo paulatinos cambios en las máscaras bolivianas85.
Las máscaras que utilizan los figurines en La Tirana son adquiridas princi-
palmente en ferias o talleres artesanales en Oruro o La Paz (Bolivia) o mediante

83
Uribe Echeverría 1963.
84
Lavín 1950: 23.
85
Vargas Luza 1998.

84
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

intermediarios que las traen a Chile, ya sea como ventas vía comerciantes o por
encargo a viajeros. En Iquique también existen un par de artesanos que confec-
cionan máscaras, tanto en los formatos orureños o en el estilo de los reconocidos
diablos viejos.
El material para su manufactura corresponde a delgadas láminas de metal (o
latón), pintadas en una variedad de colores (fosforescentes), además de adherir
pequeños circuitos eléctricos para iluminar con luces o neón los ojos de la careta,
cachos, nariz, verrugas, colmillos, orejas o la víbora tricéfala localizada junto a
una corona cuando danzan en las noches de fiesta86. Años atrás, las máscaras se
confeccionaban de yeso, lo que significaba un peso enorme que debían cargar los
bailarines. En la actualidad, las caretas de latón son más livianas, lo que permite
desarrollar diferentes piruetas sin cansar al danzante. Todos los diablos usan
además pelucas que acompañan la vestimenta al estilo de Oruro (ver imágenes
Nº 21 a Nº 27.

Imagen Nº 21 Imagen Nº 22
Máscara de Oruro inicios del siglo XX. Máscara de Oruro de 1940.
Fuente: Vargas (1998). Fuente: Vargas (1998).

86
Diabladas que han incorporado luces a las máscaras también se han registrado en Puno, Perú,
zona en la cual son descritas como una danza “ritual gimnástica del sector aymara de los pueblos que circun-
dan el lago Titicaca, ejecutan el compás de la alegre música de zampoñas. Los danzarines ostentan trajes de luces
muy elegantes, se baila en ocasión de la festividad de la Octava de la Virgen de la Candelaria, Patrona de Puno y
en las fiestas patronales de los pueblos aymaras. Los danzarines llevan una vestimenta lujosísima, recamada con
hilos de oro y plata y cuajada de pedrerías deslumbrantes, completan rostros horribles cuajado de reptiles y con los
ojos luceferinos que le dan un aspecto impresionante, unido al hermoso colorido. Los personajes son los caporales o
diablos principales, con hermosas capas de terciopelo; los diablos con pañuelos de seda que les caen de los hombros,
con una pechera bordada y un faldellín calado y ricamente bordado, que le posibilitan los saltos gimnásticos. La
china diabla que es hembra de caporal, el viejecito semejante a un personaje virreinal; el Ángel que representa la
salvación y la paz; el diablillo y otros que representan diversos animales, a manera de un rito de la creación; bailan
al compás de los sicuris. Danza peculiar del Altiplano Peruano distinto de la de Bolivia; por su contenido terrígeno
más puro” (Paniagua Loza 198: 28).

85
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

Imagen Nº 23 Imagen Nº 24
Máscara de Oruro de mediados del siglo XX. Máscara de Oruro de 1968.
Fuente: Vargas (1998). Fuente: Vargas (1998).

Imagen Nº 25
Máscara de diablo de San Pedro de Ichu (Verger 1945) .

86
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

Imagen Nº 26
Diablo Menor de la fiesta de Puno, según Martin Chambi (1925).

Imagen Nº 27
Diablos sueltos de La Tirana con máscaras tradicionales y orureñas de mediados del siglo XX.
Fuente: Plath 1961.

87
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

Los diablos sueltos que siguen el patrón de vestir orureño, llevan coloridas botas
blancas con decoraciones de cuero rojo o negro según el color del traje, los que
son semejantes a fuegos o dragones. En algunos casos incluyen cascabeles; llevan
puesto un “buzo” compuesto por pantalones bombachos y camisa de seda, satín,
gabardina, raso o ponyé, muñequeras que cubren el antebrazo con iguales mo-
tivos y colores a la capa o al pollerín; pecheras con bordados religiosos, espejos y
lentejuelas; faldellines (o pollerín de 5 puntas) bordados y con espejos, guantes,
pañuelos y una lujosa capa con motivos de Cristo o María87. Últimamente han
incluido imágenes de Viracocha, Tunupa o dragones como diseño en la parte
central de la capa. En los extremos de estas llevan ganchos o tiras para sujetarla
mientras extienden los brazos al brincar durante el baile. Aparte de la vestimenta
de diablo, hay danzantes que se visten como osos negros, blancos o grises, con
atuendos completos que asemejan a este mamífero, una máscara y guantes con
pezuñas de caprinos88.
Antiguamente los trajes se confeccionaban en Iquique, con telas que aseme-
jaban pieles y ponían en guantes oscuros los moldes cilíndricos que se utilizaban
para preparar “dulces” llamados “cachitos”, que se asemejaban a las pezuñas de
los osos. Estas se golpeaban entre los dedos, generando el estruendoso sonido
de las pezuñas de los animales. También hay trajes de achachis (abuelos), cóndor,
indios tobas o chinas supay (diabla). No obstante, en definitiva a todos corresponde
la clasificación de figurines reconocidos localmente como diablos sueltos. No son
bufones ni saltimbanquis como lo fueron en el pasado. Al respecto se informaba
a inicios del siglo XX que a La Tirana:

“acuden comparsas de danzantes indios que visten los trajes más extravagantes y ejecutan
bailes o danzas en los que se notan muchos resabios de paganismo… Descuellan entre
las numerosas comparsas, los morenos, cuyos bailes tienen numerosas figuras y son un
tanto pintorescos. Las cuadrillas compuestas de doce a quince individuos son dirigidas
por un caporal jefe de los danzantes y á la vez es quien hace el gasto, en cumplimiento
de algún voto religioso. El caporal dirige el baile, ordenando todos los cambios de figuras
con una chicharra y alrededor de los danzantes es de rigor que se hagan cabriolas y dé saltos y
carreras vertiginosas un individuo que lleva el grotesco traje de diablo con su correspondiente
máscara” 89 (cursiva agregada).

En la actualidad, son danzantes que individualmente se integran o acoplan


a los distintos cuerpos de bailes durante la festividad del 16 de julio. Recorren el

87
Henríquez 1996.
88
El uso de pezuñas o cachos de cabras para realizar trajes de bailarines ha sido registrado en
el altiplano peruano en danzas como el Lancayu, la cual corresponde a “una danza que se ejecuta con
música, producida por los cencerreos de los danzarines. Es una representación satírica del diablo que danza, a
diferencia de la diablada boliviana; utilizando ropa auténtica, constituye la danza preparatoria de los momentos
de aprestamiento a la batalla y que constituía una forma de acobardar al enemigo. La máscara de los danzarines
lleva dos cuernos de carnero y es acompañada de los chasquidos de las reatas que manejan los lanlacus, moviéndose
rítmicamente” (Barrientos Quispe 2006:89).
89
Periódico El Tarapacá, 15 de julio, 1907. El subrayado es nuestro.

88
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

perímetro del espacio que ocupa el grupo mientras desarrollan sus respectivas
mudanzas o coreografías90.
Tal como se señalara, los diablos sueltos circulan alrededor de las cofradías, si-
guiendo el ritmo que acompañan a bailes como los chunchos, antawaras, gitanos,
morenos, indios sioux, pieles rojas o dakotas. Todos poseen como base rítmica los
“saltos”, ritmo conocido popularmente como el “dos por tres”, hasta que finaliza la
cofradía el despliegue coreográfico. Posteriormente se dirigen a otras agrupaciones
para replicar el modelo, y así sucesivamente, se movilizan por distintos grupos de
bailes tanto en el día como en la noche.
En algunas agrupaciones deben solicitar permiso al caporal para realizar el
circuito del perímetro y se encuentran en ocasiones con respuestas negativas. No
obstante en la mayoría de los casos son aceptados. Incluso se insertan hasta cerca
de 15 a 20 diablos sueltos, los que circulan acompasadamente alrededor del grupo,
batiendo sus capas, mientras inclinan rítmicamente la cabeza hacia adelante y
atrás, como un demonio con características animalescas. La gente al verlos transitar
los fotografía o filman. Además les solicitan ser retratados junto a ellos cuando
descansan, tomando como telón de fondo la fachada de la iglesia.
Siguiendo la ritualidad de los otros bailes, los diablos sueltos se integran a un
grupo mientras este realiza el saludo en el calvario o en el templo al venerar la
imagen de la “China”. En este caso no utilizan la máscara, también se integran a un
grupo en la despedida durante el último día de la festividad, con la que participan
de la estructura que posee el sistema ritual de la festividad. Algunos danzantes
eligen saludar o despedirse privadamente de la Virgen, incluso sin el traje de diablo.
Un antecedente no menor lo constituye el hecho de que la vestimenta del de-
monio puede servir tanto a hombres como a mujeres. No constituye un privilegio
exclusivo del género masculino el asumir como figurín en las comparsas. No existe
restricción para la edad del bailarín, toda vez que se encuentran niños, adoles-
centes, adultos y abuelos que saltan bajo el ropaje del diablo. En otros términos,
la condición etaria y de género no son requisitos determinantes para escenificar
la fe mediante esta práctica cultural (ver imágenes Nº 28 y Nº 29).
En otro plano existen agrupaciones que poseen figurines vestidos de osos,
cóndor, achachis, indios tobas, quirquinchos, chinas supay o diablos, que pertenecen
a dichas hermandades como un bailarín más. No obstante, en la mayoría de los
casos, los diablos sueltos danzan solos. Pese a los diagnósticos catastróficos que los
condenaban a desaparecer de las murgas tiraneñas, el número de diablos se ha
incrementado significativamente en los últimos años a cerca de 100 bailarines o
muchos más, con, incluso, sitios web.

90
Al respecto Van Kessel señala que las “mudanzas no tienen nada de improvisación personal. Las danzas
de los diablos y de los animales no improvisan tampoco, aunque se ejecutan los ‘solos’. Ya no existen danzas de
improvisación sobre un tema, como por ejemplo en San Pedro de Atacama y en muchos pueblos andinos, pero estos
bailarines no participan en las grandes fiestas de la región sino se limitan a festejar al patrón de su pueblo, San
Pedro. Los bailarines de los grandes santuarios del Norte Grande, acostumbrados a las multitudes numerosas de
espectadores y de turistas, no se muestran de ninguna manera impresionados. Jamás posan ante las cámaras”.
Van Kessel op. cit., 135.

89
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

Imagen Nº 28 Imagen Nº 29
Máscara utilizada en la actualidad por los Mujeres con traje de Diablo suelto y cóndor
Diablos sueltos (Fotografía facilitada por (Fotografía facilitada por
Gabriel Alburquenque). Gabriel Alburquenque).

En este escenario han existido serios intentos por federarlos, ya que para al-
gunos caporales la sola presencia de los diablos altera el orden de la coreografía
o distrae a los bailarines y a los peregrinos. Se han realizado reuniones entre los
diablos sueltos que provienen desde Arica, Calama, Alto Hospicio o Iquique, con el
propósito de buscar la regimentación y organización en una sola comparsa, con
distintivos propios, insignias y también estandartes, siguiendo las normativas vigen-
tes de las federaciones de bailes religiosos que reconoce la Diócesis de Iquique.
No obstante, dichos intentos han resultado infructuosos debido al principio de
autonomía que rige como soporte social a estos demonios danzantes (ver imáge-
nes Nº 30 a Nº 32).

Imagen Nº 30 Imagen Nº 31
Oso blanco danzando en La Tirana. Ricardo González Cruz (“el indio”) con su
(Fotografía facilitada por Gabriel Alburquenque). máscara de oso gris iluminada.
(Foto Familia González – Cruz).

90
En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

Imagen Nº 32
René Díaz, Jimmy Díaz, vestido de oso negro, Florentino Arancibia y Eugenio Araya Zamora,
década de 1980. (Fotografía familia Díaz Salinas)

Comentarios
A comienzos del siglo XX, una noticia en los periódicos nortinos sobre la festividad
de La Tirana invitaba a los periodistas de la época a reflexionar sobre los danzantes
que acudían al Santuario. Para ello esgrimía afirmaciones como:
“La imagen de la Virgen del Carmen sigue siendo objeto de veneración po-
pular y allí concurren todos los años de dos a tres mil personas, entre devotos y
devotos costumbre heredada en las que se han mezclado las prácticas religiosas
del catolicismo con el antiguo ritual de los Incas”91.
Guardando la distancia de tiempo y contexto, es válido el argumento que
identifica en las danzas tiraneñas una diversidad de elementos religiosos tanto
católicos como nativos. De acuerdo con los antecedentes expuestos, es plausible
la hipótesis que subraya que la devoción a la Virgen posee sus orígenes en la
religiosidad generada en torno a las minas de plata de Huantajaya y Santa Rosa,
yacimientos localizados en las serranías costeras cercanas al puerto iquiqueño, los
cuales durante la época colonial poseían vetas y socavones consagrados a “Nuestra
Señora del Carmen” y “Sacramento”92.

Periódico El Tarapacá, 15 de julio, 1907.


91

Hidalgo 2009.
92

91
Revista Musical Chilena / Alberto Díaz Araya

Dicho culto a la Virgen del Carmen fue celebrado a inicios de agosto hasta
el siglo XIX (González 2006). Se trataba de tiempo mítico en el cual la tierra se
“abre”, inaugurándose un ciclo en que el diablo recorre los diferentes parajes del
mundo andino.
En localidades tarapaqueñas como Isluga y/o Chiapa, cuatro comuneros se
vestían hasta hace pocos años como diablos. Realizaban travesuras en una serie
de ceremonias para Semana Santa o para la fiesta de la “Asunta” (asunción de la
Virgen), el 15 de agosto. Así, la danza de los diablos recorría ya diversos poblados
como parte de una tradición de larga data que conjugó prácticas rituales autóc-
tonas con el culto popular católico93.
Al tenor de los argumentos esgrimidos por Núñez, el traslado de la fiesta al 16
de julio reorientó, en principio, las prácticas devocionales, amén de viejas danzas
que representaban las fuerzas del mundo animal salvaje que era domesticado y
consagrado por la Virgen, como acontece en el correlato de La Tirana que cons-
tituye Paucartambo.
Del mismo modo, es llano conjeturar que diferentes elementos simbólicos,
como bailes, máscaras y trajes existentes en otros sitios de los Andes tienen reso-
nancia en cuanto a una manifestación musical y cultural en La Tirana. Tal es el
caso de las danzas de chunchos y osos. Asimismo se advierten en el despliegue
coreográfico de los diablos que, por un lado pueden lucir en cofradías organizadas
que representan escenas bíblicas o teatralizaciones de obras medievales y coloniales.
Por la otra vertiente, están los diablos sueltos, que buscan generar desorden ante
el circuito de la procesión en homenaje a la Virgen, tal como sucedía en Corpus
Christi. No por nada este último rito es celebrado en los meses previos a julio. Los
diablos sueltos, muy distintos a las diabladas de influencia orureña, poseen un corpus
de profundidad histórica que se hunde en el pasado regional andino, mucho más
allá de la influencia del ciclo salitrero en La Tirana en los albores del siglo XX.
Cada año los danzantes con sus máscaras representan una alteración al orden
social impuesto, generan una respuesta oculta tras el traje del demonio. Siempre
están distanciados de las estructuras hegemónicas que sólo buscan regimentar el
salto histórico de los diablos sueltos en la pampa.

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El Tarapacá, 15 de julio, 1907; 3 de julio, 1960.

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En la pampa los diablos andan sueltos… / Revista Musical Chilena

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