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BLOQUE IV.
2. EL DUELO EN EL NIÑO
(Hijos cuyos padres mueren)
1. El 80% de los niños que habían perdido un progenitor estaban bien hacia el
primer y el segundo aniversario de la muerte; el 20% restante era superior al
porcentaje de niños del grupo control que no estaban bien durante el mismo
periodo. Esta diferencia era mayor a los dos años, lo que indica un efecto tardío
de la pérdida en esos niños.
2. Los niños que estaban bien tendían a proceder de familias más unidas donde la
comunicación sobre el progenitor muerto era más fácil y donde se producían
menos cambios y trastornos en la vida cotidiana, afrontando los cambios desde
su perspectiva positiva.
3. Los niños que no estaban bien tendían a proceder de familias donde el
progenitor superviviente era joven, depresivo y no afrontaba bien la pérdida y
donde la familia experimentaba una gran cantidad de situaciones estresantes y de
cambios como consecuencia de la muerte.
4. El nivel de actuación del progenitor superviviente era el pronosticador más más
potente de la adaptación de un niño a la pérdida del otro progenitor.
5. En general, la pérdida de la madre era peor para la mayoría de los niños que la
pérdida del padre, sobre todo durante el segundo año de duelo. La muerte de la
madre está asociada a la pérdida del sostén emocional, lo que se relaciona con
problemas emocionales y de conducta.
6. Los niños que estaban mejor habían participado de alguna manera en el funeral,
siendo preparados para la ceremonia y dándoles algún tipo de función adecuada
a su edad; esto les hace sentirse útiles e importantes.
7. Los niños conectados con su progenitor fallecidos eran capaces de expresar su
dolor emocional y compartirlo con otros miembros de la familia.
8. Estaban mejor los niños que contaron con: apoyo, cuidados y continuidad. Todo
esto se facilita con un padre/madre superviviente consecuente.
Psicopatología Infantil
Gonzalo Martínez Vázquez
9. Los adolescentes se siente diferentes a sus amigos sin esa experiencia; un grupo
especialmente de riesgo son las chicas adolescentes cuyas madres mueren y
quedan solas con el padre.
10. Los niños empeoraban si el superviviente iniciaba una nueva relación emocional
durante el primer año de duelo; sólo cuando ha pasado un tiempo razonable, es
positivo que el superviviente rehaga su vida emocional.
¿Quién cuidará de mi? Los niños que han perdido a uno de sus padres
necesitan saber que serán atendidos.
¿Ha pasado por mi culpa? Han de saber que no han provocado la muerte
de su progenitor con sus enfados o defectos. Especialmente vulnerables
son los niños de 4 a los 5 años, cuando viven su mundo creyendo en sus
“poderes mágicos”.
¿Me pasará también a mi? Necesitan una información clara sobre la
muerte (siempre adecuada a la edad del niño).
¿Cómo puedo ser útil? Los niños necesitan participar y sentirse
importantes sobre los actos de despedida.
¿Cómo será mi vida a partir de ahora? Los niños necesitan una
actividad rutinaria constante.
¿Qué me esta pasando? Necesitan alguien que escuche sus preguntas.
¿Dónde está mi padre/madre? Los niños que han perdido a uno de sus
progenitores necesitan maneras de recordar a la persona fallecida.
IV. Hay que tener presente que es posible que el trabajo de duelo no acabe igual
en un niño que en un adulto. El duelo infantil puede volver a ser revivido en
diferentes momentos de la vida adulta.
Psicopatología Infantil
Gonzalo Martínez Vázquez
Para una visión más completa de las tareas del duelo ver “El tratamiento del
duelo: asesoramiento psicológico y terapia” de J. William Worden.