Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ARCH 5 - El-Contrato-de-Consumo-en-El-Codigo-Civil-y-Comercial-de-La-Nacion
ARCH 5 - El-Contrato-de-Consumo-en-El-Codigo-Civil-y-Comercial-de-La-Nacion
Por comprensible que sea este proceso, no puede dejar de apreciarse una
tendencia autista en el manejo del aludido riesgo que se termina por
despreciar al propio sinalagma; la obligatoriedad del contrato conjugada con
esta modalidad da un precipitado de contrato injusto que ha suscitado
soluciones en salvaguarda de un reparto equi
(1) GHESTIN, Jaques “La formation du contrat”, nro, 93, pág. 74. 3ª ed. (2)
FLOUR - AUBERT - SAVAUX, “Les obligations. l‘acte juridique”, nº 179, p. 139.
13º ed. (3) El art. 28 del proyecto Scrivener —el antecedente francés de la
regulación de la contratación predispuesta— refiere a un contrato “modelo” y a
la carencia del consumidor de posibilidades de modificación de la propuesta.
I. Antecedentes
Para analizar el régimen del nuevo Código es menester partir del concepto de
contrato suministrado en el art. 957, que en lo que en el particular atañe,
define al contrato como “el acto jurídico mediante el cual dos o más partes
manifiestan su consentimiento...”; sin desconocer las discusiones eternas
respecto al consentimiento, vale entender, cabe insistir, a los efectos del
presente, que se hace referencia a las coincidencias de las voluntades que
alcanzaron cierto grado de expresión y cognoscibilidad mutua entre los
otorgantes; a partir de lo cual, en la forma adhesiva alcanza virtualidad para la
distinción y categorización, el modo en que se llega a tal “consentimiento” .
I.c. El contrato “no negociado” y el elemento “sorpresa”
El tipo adhesivo involucra dos cuestiones a atender: por un lado las menguadas
o nulas posibilidades del adherente de incidir en el reglamento contractual, y
por el otro, la opacidad
(4) SACCO, Rodolfo DE NOVA, Giorgio “Il contratto” , pág. 363, 3ª ed. (5) Ellas
son: i) cláusulas limitativas de la responsabilidad en favor del predisponente, ii)
las que facultan a la rescisión del contrato por parte del predisponente, iii)
aquellas que limitan la posibilidad de oponer excepciones al adherente. iv) la
que reserva al predisponente la tácita reconducción o renovación automática
del contrato, v.) la cláusula compromisoria, la prórroga de jurisdicción. (6)
ROPPO, Vincenzo “Il Contratto”, pág. 906. (7) ROPPO, ob. cit, loc cit.
Fulvio G. Santarelli | 225
(8) FLOUR - AUBERT - SAVAUX, ob. cit., nº 178, 138. (9) TERRE - SIMLER -
LEQUETTE nº 188, p. 155 (10) FLOUR - AUBERT - SAVAUX, ob. cit, 178, p. 138.
(11) MALAURIE - AYNES - STOFFEL MUNCK, “Les obligations” nº 426, p. 193.
2004. (12) MALINVAUD, PHILIPPE nº 314, p. 223. 10º ed. (13) La norma
establece el precepto de responsabilidad del vendedor: Si el vendedor conocía
los vicios de la cosa, está obligado, además que a la restitución del precio
recibido, a afrontar los daños e intereses causados al acreedor. Esta norma es
aplicable al vendedor profesional, respecto de quien se reputa que —por tal
carácter— debe conocer los vicios y defectos de lo vendido. (14) MALINVAUD,
ob. cit., nº 306, p. 216. (15) FLOUR - AUBERT - SAVAUX, ob. cit., nº 178, p. 138
A la hora de referir las normas que sirvieron para incidir en los efectos del
contrato predispuesto, el cual, naturalmente, presenta un campo propicio para
las cláusulas abusivas, los tribunales echaron mano de los arts. 502 (causa
ilícita), 953 (que veda la ilicitud del objeto del acto jurídico, por contrario a la
ley, moral o buenas costumbres); 954 (que reacciona frente a la grave
desproporción de las prestaciones, producida por la necesidad, inexperiencia o
ligereza de uno de los contratantes), el 1071 (en cuanto veda el ejercicio
antifuncional de los derechos) 1198 (en tanto exige que los contratos se
celebren, interpreten y ejecuten de buena fe)(19); convirtiéndose —estos dos
últimos principalmente— en verdaderas cláusulas generales en la materia.
(20) CSJN, “R. V. de D. S. c/ Qualitas Médica S.A.”, del 15712/98. LA LEY 1999-B,
118. (21) CNFed.Cont.Adm. Sala II, in re “Ombú Automotores S.A. c/ Secretaría
de Comercio e Inversiones”, del 04/03/99, LA LEY 2000-B, 318. (22) CNCom.
Sala B, “Ravaglia, Clemente c/ Banco Mercantil Argentino” del 30/12/98. LA LEY
1999-C, 359. (23) MOISSET DE ESPANÉS, Luis y TINTI, Guillermo “El consumo, el
derecho del consumidor y la regla favor debitoris”, en “Defensa del
consumidor”, LORENZETTI - SCHOTZ, Dir. P. 109.
(24) Vale subrayar que gran parte del desarrollo suburbano fue mediante “el
loteo”, es decir, el fraccionamiento de extensiones de tierra en unidades de
terreno para la vivienda familiar. La oferta y venta de tales unidades, en
cómodas cuotas, se realizaban —habitualmente— en carpas en el lugar, y allí,
en oferta que consistía en largos planes de cuotas, se accedía a la vivienda. En
cambio, la realidad urbana y la proliferación de la edificación en altura, propició
la venta de unidades funcionales desde que el constructor empezaba la obra
(en la actualidad referiríamos al “desarrollador”), permitiéndole, a la vez que
financiarse, al comprador permitirle facilidades crediticias para el acceso a la
vivienda. (25) HERNÁNDEZ, Carlos A. “El desequilibrio en los contratos
paritarios, predispuestos y de consumo”, en RDPyC 2007-I, p. 253.
distintiva, que es que hasta el dictado del nuevo Código Civil y Comercial, es el
único ordenamiento que caracterizó la cláusula abusiva; concepto que adquirió
un dinamismo expansivo y sintetizador de la compleja patología del
desequilibrio contractual. Hasta que sus términos se internalizaron en la
aplicación práctica, no sería aventurado expresar que la cuestión del equilibrio
contractual, fuera de los casos legislados, como la lesión, la imprevisión, o la
cuestión de los intereses excesivos o la cláusula penal excesiva, tenía un marco
de acción previsiblemente delimitado tanto por las normas que las concebían,
como por una fecunda labor jurisprudencial; fuera de estos casos, en los
contratos adhesivos, la norma de interpretación en contra del predisponente
traspasó la fronteras que le eran propias, convirtiéndose en un eufemismo, ya
que debía ser aplicable, aún sin caso de duda, sino derechamente cuando
aparecía abusiva.
En este marco, la ley 24.240, en su capítulo IX, “De Los Términos Abusivos Y
Clausulas Ineficaces”, introdujo el Art. 37, que dispone:
“Interpretación. Sin perjuicio de la validez del contrato, se tendrán por no
convenidas: a) Las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la
responsabilidad por daños; b) Las cláusulas que importen renuncia o restricción
de los derechos del consumidor o amplíen los derechos de la otra parte; c) Las
cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la
carga de la prueba en perjuicio del consumidor. La interpretación del contrato
se hará en el sentido más favorable para el consumidor. Cuando existan dudas
sobre los alcances de su obligación, se estará a la que sea menos gravosa. En
caso en que el oferente viole el deber de buena fe en la etapa previa a la
conclusión del contrato o en su celebración o transgreda el deber de
información o la legislación de defensa de la competencia o de lealtad
comercial, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o
la de una o más cláusulas. Cuando el juez declare la nulidad parcial,
simultáneamente integrará el contrato, si ello fuera necesario”. El sistema
podría ser descripto como un control judicial sobre las cláusulas abusivas
mediante la herramienta de la ineficacia parcial de la cláusula impugnada(26).
Con más rigor técnico y con, tal vez, mayor abolengo en nuestra cultura
jurídica, valga referirse a la desnaturalización de las obligaciones; giro que
involucra el sinsentido técnico del término obligación; desde que el resultado
práctico de la cláusulas abusivas es que el contratante sale indemne, limita —a
extremos intolerables— su prestación; mengua la entidad de su prestación; en
una visión casi metafórica: sólo aparece como obligado, pero se preocupa tanto
de limitar su riesgo que termina por “desnaturalizar su obligación”. La mirada
para este juicio, siempre es de contexto, es decir en el cotejo de las
obligaciones emanadas del contrato. La neutralización de este “vaciamiento
prestacional” registra antecedentes en el Código de Vélez, vgr., en el art. 507,
en tanto veda la dispensa anticipada del dolo, y en prohibición de la condición
puramente potestativa (art. 54) en tanto constituyen solo apariencias de
compromisos obligacionales, cuya aceptación por parte del ficticio acreedor, no
revela más que su debilidad.
IV.a. Definición
El art. 984 del CCyC lo define como contrato “mediante el cual uno de los
contratantes adhiere a cláusulas generales predispuestas unilateralmente, por
la otra parte o por un tercero, sin que el adherente haya participado en su
redacción” .
Los arts. 986 y 987, suministran dos pautas de interpretación; para lo cual, el
primero de ellos define a las cláusulas particulares, como aquellas que
“negociadas individualmente, amplían, limitan, suprimen o interpretan una
cláusula general”; otorgando primacía al sentido de estas dis
“En los contratos previstos en esta sección, se deben tener por no escritas: a)
las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones del predisponente; b.) las que
importen renuncia o restricción a los derechos del adherente, o amplíen
derechos del predisponente que resulten de normas supletorias; c.) las que por
su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente previsibles” .
V. El contrato de consumo
(28) Esta función del tipo contractual, ya la había advertido DE NOVA, GIORGIO;
en “Il tipo contrattuale”, ver págs. 24 y sgtes. y en particular los ejemplos de
págs. 30 y sgtes. Padova 1974. (29) NORDMANN, Philippe, “Le contrat d
adhesion. Abus et remedes” nº 77, p. 111. Fribourg, 1974.
V.a. Vicisitudes normativas
La materia del consumo mereció una primera regulación que data del año
1994, ley 24.240, luego su protección mereció tutela constitucional, en el art.
42; más tarde, el nuevo Código Civil y Comercial reglamenta el contrato de
consumo; esta “singularidad asistemática”(30)aun cuando parece contradecir
la ideas de “estatuto” o “microsistema”, no deben impedir la actuación de la
tutela efectiva al consumidor, y en este sentido cabe rescatar al art. 1094 del
nuevo Código que en materia de interpretación y prelación normativa dispone:
“Las normas que regulan las relaciones de consumo deben ser aplicadas e
interpretadas conforme con el principio de protección del consumidor y el de
acceso al consumo sustentable. En caso de duda sobre la interpretación de
este Código o las leyes especiales, prevalece la más favorable al consumidor” .
Dentro del capítulo 2 del Título IIIº dedicado a los contratos de consumo se
encuentran tres secciones: la primera concerniente a las “prácticas
(37) RODOTA, Stefano “La vida y las reglas” p. 53. (38) Ver KIPER, Claudio M.
en “Ley de defensa del consumidor comentada y anotada” PICASSO - VÁZQUEZ
FERREYRA, Dir.; comentario al art. 8 bis., p. 120 y sgtes.
(46) SOZZO, Gonzalo “Antes del contrato” pág. 424. Buenos Aires 2005. (47) La
distinción fue objeto de críticas, por su dificultad, atento que la distinción entre
la etapa contractual y precontractual no aparece siempre nítida, ver: TERRE -
SIMLER - LEQUETTE “Droit civil. Les obligations; nº 250; 6º ed. Paris 1996,
asimismo, PIEDELIEVRE, Stéphane, nº 53; pág. 38. Paris, 2008. (48) LÓPEZ
CABANA, Roberto M. “La información al consumidor”, en Revista de Derecho
Privado y Comunitario, Nº 7, pág. 253.
(49) Naturalmente que las normas del Código Civil y Comercial se integran no
sólo a la ley consumerista, sino que también a decretos y resoluciones que se
dictan en relación al ordenamiento de consumo, Verbigracia, el art. 4º del
decreto reglamentario de la ley 24.240, nº 1798/94, establece que el proveedor
tiene la obligación de informar en todo momento acerca de la peligrosidad que
hubiese advertido o descubierto con posterioridad a la introducción del
producto en el mercado, aún cuando ya los efectos de la relación con el
consumidor singular se hayan agotado; el que fue calificado como un supuesto
de un deber de información post contractual. Conf. ARANCET, Alejandra en
GHERSI - WEINGARTEN “Tratado de Danos Reparables”, pág. 22. (50) Es la
doctrina que se expresa en el fallo “Rolex c. Orient”. Los autores, a su turno,
acompañaban tal tesitura: “La clientela es un bien susceptible de valor, una
propiedad que no puede a través de la publicidad comparativa, es decir
atribuyendo al nuevo producto el favor que el producto comparado había
adquirido antes entre los consumidores, buscando desviar la clientela y
apoderarse del magnetismo comercial de la marca ya adquirida”, (ARACAMA
ZORRAQUÍN, Ernesto, “Medios distintivos y publicidad comparativa en el
derecho argentino” , en LA LEY 1991-E, 1603) esta visión fue llevada también
al ámbito penal, al interpretar el art. 159 del Cód. Penal, se ha dicho que el
bien jurídico tutelado es la propiedad de la clientela y no el consumidor.
(LÓPEZ, Claudia Ida Mónica, “Propaganda comparativa: ¿información legal o
denigración del rival?”; en LA LEY 1992-A, 566).
sivo de quien la ha registrado para sí. El uso de la marca ajena a los fines de la
publicidad comparativa, constituye un uso indebido de la marca(51). iii. Toda
comparación es denigratoria. Por ende ilícita(52). iv. La publicidad comparativa
es incompleta debido a la necesaria selección de los puntos de comparación
favorables a quien compara, lo que la torna —además de denigrante—
engañosa(53). En este mismo sentido se sostuvo que “es una síntesis
parcializada y con fines persuasivos”(54). Sin embargo, la paulatina evolución
hacia la aceptación de la publicidad comparativa en verdad es el corolario de
una concepción del derecho concurrencial más amplia, abandonando una
visión individualista de cada oferente, en donde el ilícito concurrencial estaba
encuadrado como lesivo de los derechos subjetivos del empresario, para ir
hacia una visión protectora que comprende a los consumidores y al interés
público(55).
Bajo este prisma, es fácil advertir que aún cuando quien busque compararse
con otro producto, sea un competidor minoritario, con quien ostenta la porción
más importante del mercado, tal comparación no resulta parasitaria, ya que es
(51) O´FARREL, Miguel B.; ob. cit. (52) O´FARREL, Miguel B.; ob. cit., loc. cit.
(53) O´FARREL, Miguel B.; ob. cit., loc. cit. En igual sentido O´FARREL, Ernesto
“La publicidad comparativa vista desde la publicidad”, en LA LEY 1995-C, 1065.
(54) MERCURIALI, Carlos y GIAY, Gustavo “Publicidad comparativa. Un aporte al
debate sobre su legalidad o ilegalidad”, en Diario LA LEY, 2/3/2005, p. 1. (55)
ACEVEDO, Rafael A. “El modelo de la competencia basada en la eficiencia de
las propias prestaciones y la publicidad desleal”, en RDCO, 1998-495. (56)
GHIDINI, “Introduzione allo studio della pubblicitá commerciale”, Milano 1968,
citado por BERTI, Carlo, “Pubblicitá scorretta e diritti dei terzi”, Milano, 2000.
(57) ALONSO, Fernando M., “Publicidad comparativa (análisis de un reciente
fallo)”, en LA LEY 1991C, 526.
(63) ALONSO, Fernando M., ob. cit., en LA LEY 1991-C, 526. ZAPIOLA
GUERRICO, Martín. “La publicidad comparativa (aspectos jurídicos)”, en LA LEY
1988-C, 772. (64) Ver fallo “Cervecería y Maltería Quilmes c/ Casa Isenbek”, en
RCyS 2005, 487. (65) El fallo en comentario, toma las premisas europeas de
admisión de la publicidad comparativa que emanan de la Directiva del Consejo
84/450/CEE, del 10/09/1984, modificada por la Directiva del Parlamento
Europeo y del Consejo 97/55/CEE del 06/10/1997, y a su turno modificada, pero
no en lo sustancial que aquí se expone, por la Directiva 2006/114/CE, del 12 de
diciembre de 2006.
Sobre este panorama el art. 1101 del CCyC prohíbe “toda publicidad que
efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de naturaleza tal
que conduzcan a error al consumidor”; la expresión en tono de prohibición es
observable, antes que nada por redundante, resulta reiterativo exponer que la
publicidad engañosa (que conduce a error) está prohibida. Luego, podría
haberse condicionado más detalladamente la comparación publicitaria
permitida, en tanto constituye un instrumento que incrementa el nivel de
información general del mercado, en tanto y en cuanto se tengan presentes las
reglas de admisión antes reseñadas. En efecto, la comparación objetiva y
verificable coopera en la selección eficiente por parte del consumidor, a la vez
que propone un límite al elemento persuasivo de todo mensaje publicitario,
que pueda distorsionar el dato característico que rescata la comparación.