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Hacia el 4500 a.C hace acto de presencia en el Medio Egipto la llamada cultura
badariense. Se extiende en el tiempo hasta el 3900 a.C. Puede considerarse un grupo de
población plenamente calcolítico.
La principal novedad se encuentra en las necrópolis. A diferencia de los cementerios
neolíticos, los grupos humanos de esta cultura estuvieron muy interesados en darle a sus
difuntos un trato esmerado. Desplegaron en los enterramientos un mundo simbólico hasta
entonces desconocido en Egipto, lo que les hace estar emparentados con los grupos de
Nagada I del Alto egipto.
La cultura material badariense refleja que se había llegado a alcanzar una técnica de trabajo
muy elaborada
El período predinástico
Capítulo II
La aparición del estado y la época tinita
El rey Namer, quien hacia 3100 a.C, fue quien completó la unificación política de Egipto. La
unificación se completará con la anexión, por parte de Narmer, de las tierras del Delta
occidental.
Desde un punto de vista ideológico, la culminación de la unificación y el reinado de Narmer
fueron sentidos por los egipcios como hechos trascendentes, cosmológicos, culturalmente
“constituyentes”, por el carácter fundacional del reinado de Narmer, por tanto, de ruptura
respecto a la tradición precedente, queda patente la instauración del Estad dual y el inicio
de la tradición de los anales y las listas reales.
Es en la unificación cuando aparece la dualidad como un componente ideológico definidor
del Estado egipcio. Es la unión del valle y el Delta en una sola entidad político social y bajo
un mismo dirigente. UNo de los principios de la cosmovisión egipcia es, precisamente, el
principio dual, según el cual, todo ente dotado de “realidad” y de “sustancia” está
conformado por dos polos opuestos complementarios. La monarquía dual dio expresión
política a la tendencia egipcia. De entender el mundo como un conjunto de dualidades
contrapesadas en un equilibrio inalterable. Narmer (Menes) dio expresión política, un modo
de pensar, fundamentalmente egipcio, cuando definió su soberanía sobre las tierras
vencidas y unificadas del Nilo como “una monarquía del Alto y Baja Egipto”.
Es precisamente en la paleta de Narmer donde por primera vez aparece expresado
claramente este principio cosmológico-político, bajo la forma de las dos coronas que luce
alternativamente el rey en el recto y en el verso.
La dualidad da forma, asimismo, a los dos nuevos títulos del protocolo faraónico que
aparecen durante la I dinastía.
El segundo ámbito de actividad cultural en que queda patente el carácter fundacional del
reinado de Narmer es la analística y la tradición de las listas reales, que empiezan con él.
Tras Narmer, la ideología real deja de vehicularse a través de objetos votivos como las
paletas o las cabezas de maza decoradas. El soporte que los reemplaza durante la Época
Tinita son las “etiquetas analísticas” de marfil o madera, procedentes de contextos
funerarios siempre, de las que la etiqueta de Narmer es el ejemplo más antiguo. Los
“hechos” a los que se alude no son históricos, sino acciones arquetípicas o rituales
protagonizadas por el rey: procesiones y ceremoniales religiosos, sacrificios, confección y
dedicación de estatuas o de otros objetos sagrados, aniquilación de enemigos, etc. Las
etiquetas analísticas son características de la Época Tinita y desaparecen a principios del
Reino Antiguo. Los anales egipcios más importantes conservados datan de la V dinastía. El
más importante es la Piedra de Palermo. Estos anales recogían todos los reinados de la I
dinastía hasta comienzos de la V, subdivididos en casillas. Cada casilla corresponde a un
año de reinado y recoge los hechos que definen ese año, así como la altura de la crecida
del Nilo.
La tradición tinita de las listas reales continúa hasta mediados de la II dinastía, para
interrumpirse después. Las listas, igual que los anales, siguieron compilándose sobre papiro
y guardándose en los archivos de la corte y los templos.
Una vez completada la unificación, la corte del nuevo Estado dual se instaló algo al sur del
vértice del Delta (actual Cairo), en Menfis (ribera occidental del Nilo). La nueva capital se
alzó en un área llamada la “balanza de las Dos tierras”, ya que se trataba del punto de
encuentro y “centro” simbólico de las dos mitades que conformaban el nuevo Estado. El
emplazamiento ofrecía también importantes ventajas político-administrativas, económicas y
comerciales; el lugar era idóneo para el control del tráfico fluvial.
Las primeras dos dinastías son conocidas con el nombre de “tinitas” por su lugar de origen,
pero gobernaron el país desde Menfis.
La posición del lecho del Nilo ha ido desplazándose con el paso de los siglos a causa de la
inundación y de las consiguientes modificaciones del cauce.
En un primer momento la instalación de la corte en Menfis no supuso el abandono del
antiguo cementerio real de Umm el Qaab, en Abydos, donde los reyes de la I dinastía y los
últimos de la II dinastía edificaron sus tumbas, siguiendo la tradición de sus predecesores
de la “dinastía 0”.
Es importante recalcar la función de los palacios funerarios. Son recintos para el culto
funerario del rey difunto y, por otro, de espacios rituales para que su ka pudiera seguir
celebrando las fiestas regias en el más allá, para beneficio de la comunidad.
Los reyes de la primera mitad de la II dinastía abandonaron el cementerio ancestral de
Abydos como lugar de enterramiento y se enterraron en Saqqara.
Las listas reales ramésidas y manetonianas se hacen eco de la profunda crisis político-
cultural que debió atravesar el Estado egipcio en la segunda mitad de la II dinastía.
La razón principal de la expansión del reino del Alto egipto a fines del Predinástico tanto
hacia el sur como, sobre todo, hacia el norte fue la voluntad de controlar directamente las
vías de llegada de materias primas y bienes de prestigio procedentes de África y el Próximo
Oriente, y tal vez, también, por lo se refiere al Delta occidental, de contar con nuevas y
amplias extensiones de tierra fértil bajo control directo del rey y de la élite. Una vez
asegurado este control, gracias a la unificación, la noción cultural de “prestigio” fue
trasladándose del ámbito de los bienes muebles al de los complejos funerarios regios. El
aprovisionamiento de las tumbas reales y el mantenimientos de los cultos funerarios regios
requerían la movilización de gran cantidad de recursos agropecuarios.
Esto supuso que, ya desde comienzos del dinástico, se pusiera en marcha un proceso de
creación, por parte de la monarquía, de fincas agrícolas, ganaderas e industriales en el
interior del territorio del nuevo Estado unificado, y en especial, en las nuevas extensiones de
tierras disponibles en el Delta occidental, para el abastecimiento prioritario de la tumba real
y del culto funerario a ella asociado.
Existieron dos tipos de fundaciones reales: las grandes explotación agropecuarias y las
fincas con una producción agrícola, ganadera o industrial más especializada. Son unidades
económicas complejas, organizadas jerárquicamente, que suponen un despliegue de
medios, personas y conocimientos fuera del alcance de las comunidades aldeanas o de los
grupos de parentesco. Están destinadas a la producción agropecuaria a gran escala.
El excedente de producción de las fincas funerarias se destinaría al abastecimiento de la
corte y del Estado. Pero la fuente más importante de recursos del Estado era la tributación.
La mayor parte de la población de Egipto era campesina y seguía residiendo en centros
urbanos, y sobre todo, en los centenares de aldeas repartidas por todo el país. Las
comunidades aldeanas, encargadas de la producción primaria, trabajaban para su propio
abastecimiento y para hacer frente a las exigencias de tributación. Esta era la principal
obligación de las aldeas para con el Estado. El Estado, por lo demás, intervenía
relativamente poco en la vida interna de las aldeas. La organización social de las mismas
seguía dependiendo del parentesco. En efecto, impuesta la práctica estatal como marco
global de organización del conjunto de la sociedad, el parentesco habría permanecido como
articulador interno de las comunidades aldeanas. Estado se relacionaba con la comunidad
aldeana como un todo, y el tributo exigido era comunal.
La producción de las fundaciones reales y los tributos de las ciudades y de las aldeas eran
recaudados por una institución del Estado especializada en ello: el Tesoro.
A partir del sistema de las fundaciones reales y de los mecanismos de la tributación fueron
tomando forma, ya desde la Época Tinita, una organización provincial del país, lo que más
tarde sería la división en nomos (el hecho de que en el Reino Antiguo los nomarcas del
norte y del sur tuviera títulos distintos confirmaría el diverso origen del sistema provincial)
Cap III
El Reino Antiguo
La III dinastía
La IV dinastía
El comienzo de la IV dinastía demuestra que los posibles problemas institucionales del
período anterior ya estaba definitivamente solucionados.
El nuevo faraón, Esnefru, actúa como le corresponde. Mantiene a raya a los enemigos,
explota las canteras del desierto y comercia con el extranjero. El elemento principal de su
gobierno es el comienzo de una política institucional destinada a incrementar notablemente
los recursos del Estado. Así, impulsó la creación de numerosos centros de explotación
agropecuaria, sobre todo en el Delta. El faraón estaba decidido a completar un complejo
funerario como nunca antes se había visto.
Esnefru, fue sin duda un innovador. Abandonó de forma definitiva la idea de la pirámide
escalonada y pasó a construir directamente una pirámide de caras lisas. Ahora
predominaba su capacidad para hacer que el rey se reuniera con Ra en su recorrido por el
firmamento y en su diario renacimiento por el este.
Las innovaciones ideológicas de comienzo de la IV dinastía, se reflejaron en el cambio de
técnica.
Hasta la III dinastía, el faraón construía su complejo funerario aislado de las tumbas de sus
súbditos, que parece no estaban autorizados a gozar de su compañía durante la eternidad.
En Saqqara la diferencia queda marcada entre la zona norte de la necrópolis. Pero a partir
de la IV dinastía, la tumba del soberano se vuelve conspicua, al convertirse en un
inconfundible punto de referencia del paisaje. Esta visibilidad viene acompañada de una
exposición del contenido ideológico del ritual funerario regio. Las pirámides escalonadas
esconden los ritos tras los altos muros de sus recintos, mientras que las pirámides de caras
lisas dejan ver en sus edificios anejos y su distribución este-oeste que el acceso del
soberano al más allá depende de su equiparación al dios Ra. De ahí la incorporación del
nombre de “hijo de Ra”, acaecida durante la IV dinastía.
Los cambios no solo afectaron al faraón, sino también al resto de la sociedad; debido a las
novedades arquitectónicas el control ideológico se hace mayor. Si el soberano depende de
Ra para alcanzar el más allá, la sociedad depende del rey para lo mismo, lográndolo
merced a la cercanía a su persona.
Los familiares directos y los principales súbditos comenzaron a enterrarse en cementerios
cercanos a la pirámide. Es un cambio notable con respecto a la III dinastía (donde los
miembros de la élite debieron alcanzar el más allá con independencia del soberano) En
cambio, durante la IV dinastía las tumbas de la élite se aproximan a la del faraón como
buscando cobijo, y no necesitan enterrarse con bienes materiales. Las capillas de la III
dinastía no facilitaban el acceso al interior. En las de la IV dinastía son accesibles.
Sería durante el siguiente reinado (dinastía V), cuando el faraón quedará por completo
integrado en el concepto solar visible en los complejos funerarios con pirámide. El nuevo
soberano, Khufu, hijo de Esnefru, decidió acercar su tumba a la capital, situandola en un
lugar concreto y escogido: Guiza.
La relevancia del culto solar y del propio soberano quedarían simbolizadas también por las
gigantescas dimensiones de la gran pirámide. Durante la construcción de las pirámides de
Esnefru la Administración se reforma, creándose un organigrama cuyas líneas generales no
volverán a ser modificadas hasta el comienzo de la siguiente dinastía.
La principal característica de la Administración de la IV dinastía es que el cargo de visir
queda reservado exclusivamente a los “hijos reales” (sea biológicos o personas de
excepcional confianza a ojos del soberano).
Los recursos par ala construcción del complejo funerario del rey proceden del circuito
económico general del país. A todo lo largo del valle del NIlo, los campesinos cultivaban
terrenos cuyas cosechas eran sometidas a tasación durante el “recuento de ganado”.
El mantenimiento del culto funerario de cada faraón no dependía del Tesoro, sino de sus
propios recursos.
La V dinastía
El primer monarca de la V dinastía, Userkaf, decidió buscar la legitimidad que la podía
proporcionar la compañía del fundador de la III dinastía, convertido ya en el antepasado de
referencia para los monarcas del Reino Antiguo.
Userkaf fue un monarca importante en la historia del R. Antiguo. Durante su reinado y el de
sus sucesores directos, la Administración y la economía del país sufrieron notables
reajustes, encaminados a ir aumentando paulatinamente el control del país por parte del
soberano. Si durante la IV dinastía el objetivo de la monarquía fue la incorporación del Delta
como zona productora de bienes, ahora le tocó el turno a la región del Medio Egipto. La
monarquía puso su empeño en roturar y comenzar a explotar el mayor número posible de
hectáreas de esta zona. La gestión de estos terrenos de nueva explotación necesitaba
funcionarios de confianza del soberano, y dada su lejanía a la capital se decidió que el
mejor modo de administrar toda la región era el envío de administradores permanente a las
distintas capitales de provincia. Estos nomarcas ya no serían funcionarios como lo fueron
durante la IV dinastía, sino que a partir de ahora residirán y se enterrarían en la ciudad que
su soberano les había encargado gobernar en su nombre.
El desplazamiento de numerosos funcionarios hacia las provincias implicó el aumento de su
número, necesario para cubrir los huecos dejados por ellos en la capital. Esto significó que
la Administración creció. Se tomó la decisión de alejar a la familia del rey de los cargos
superiores de la Administración. El título honorario de “hijo del rey” pasa entonces a estar
vetado para los altos funcionarios.
La desaparición (nunca total) de los príncipes de los cargos políticos no significó que
sucediera lo mismo en todos los ámbitos del control social. A partir de ahora vemos como
muchos de ellos pasan a ocupar cargos relevantes en el organigrama religioso. Se intentó
sacralizar a la familia del rey dedicándola a funciones rituales, sacándola del trabajo diario
de la Administración, pero dedicándola a los aspectos ideológicos.
Durante la V dinastía la Administración comenzó a sufrir una especialización progresiva; los
cargos superiores dejaron de ser accesibles merced a la pertenencia al grupo familiar del
rey, para pasar a serlo por la capacidad del funcionario.
Un detalle importante de la V dinastía es el cambio radical producido en el método
constructivo de las pirámides. El cambio en la estructura de las pirámides, se debió a una
redistribución de los recursos. Había más edificios institucionales que construir. Se tenía
que instalar adecuadamente a los nomarcas en sus respectivas capitales. Se trataba de
funcionarios designados directamente por el soberano, que actuaban como sus
representantes, por lo que debían hacer alarde de cierto lujo y recursos.
En el Antiguo Egipto, sólo existía un sacerdote: el faraón. Ideológicamente, era el único
capacitado para poner en contexto y hacer de intermediario entre el mundo de los hombres
y el de los dioses. Sin embargo, a pesar de ser un dios en la tierra, el monarca delegaba las
tareas del culto en un elevado número de funcionarios.
Si durante la IV dinastía se puede decir que las autobiografías prácticamente no existen,
excepto como sencillas frases biográficas que aparecen casi de relleno en otro tipo de
textos, durante la V dinastía pasan a ser más amplias y narrativas.
Los documentos oficiales están “sellados en presencia del propio rey”. Lo importante es el
resultado ideológico, pues de este modo todos los que reciben bienes lo hacen
directamente del monarca.
Los cambios introducidos en la Administración del país son importantes en este periodo. Se
introdujeron importantes reformas administrativas, continuadas durante la dinastía siguiente.
Entre las más importantes se cuentan la de tener dos visires en la capital y un tercero en el
sur del país.
El último soberano de la dinastía, completó el cambio en las habitaciones interiores de la
tumba real comenzado por su predecesor, introduciendo en ellas Textos de las pirámides,
introdujo de lo escrito en la cercanía del cuerpo difunto del soberano e incorporó a Osiris
como dios predominante de la ideología funeraria. Los textos de las pirámides contienen
innumerables menciones y referencias teológicas, religiosas y mitológicas.
La VI dinastía
El primer soberano de la Vi dinastía, Teti, eligió emplazar su complejo funerario. Esta
elección es significativa. Una característica muy importante del complejo funerario de Teti es
que se convirtió en el modelo estándar que seguirán el resto de soberanos de la dinastía.
Durante la Vi dinastía los nomarcas se encargan de reproducir a pequeña escala los modos
y costumbres de la corte. La administración se dejaba notar en las zonas de Egipto alejadas
de Menfis. Sus tumbas se convierten en puntos de referencia del paisaje, ellos mismos
toman parte en el culto religioso. Son eslabones de la cadena que mantienen unido a todo
el país, controlada siempre por el monarca. La existencia de los nomarcas supuso una
merma terrible para el poder del faraón, pero el valle del NIlo estuvo siempre bajo el control
absoluto del soberano de las Dos Tierras.
En resumen: el Reino Antiguo fue una época de constante cambio. Se trató de una
sociedad estática. Desencadenó el proceso evolutivo debido a la construcción del primer
complejo funerario real con pirámide, con el paso de las diferentes dinastías los recursos del
àis fueron siendo explotados de forma cada vez más eficiente, comenzado por la región del
Delta (IV dinastía), la zona del Medio Egipto (V dinastía) y el Alto Egipto y los oasis (VI
dinastía). Al mismo tiempo, el control aumentó el tamaño de la Administración y durante el
reinado de Pepi II (VI dinastía) la corona poseía y controlaba centros de poder distribuidos a
todo lo largo de Egipto. Por eso la desaparición del Reino Antiguo resulta llamativa. Se
produjo en el momento en que la monarquía se encontraba más asentada. La mengua en
las crecidas y la subsiguiente disminución de las cosechas terminaron por incrementar
hasta el punto de ruptura las tensiones sociales existentes y fragmentar el país, convirtiendo
en políticamente autónomas algunas de las divisiones provinciales creadas por la corona
para mejor controlar el Valle del Nilo.