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Cap.

I “La prehistoria del paleolítico a la época de Nagada II”

El calcolítico: las culturas badariense y tasiense (Bajo egipto)

Hacia el 4500 a.C hace acto de presencia en el Medio Egipto la llamada cultura
badariense. Se extiende en el tiempo hasta el 3900 a.C. Puede considerarse un grupo de
población plenamente calcolítico.
La principal novedad se encuentra en las necrópolis. A diferencia de los cementerios
neolíticos, los grupos humanos de esta cultura estuvieron muy interesados en darle a sus
difuntos un trato esmerado. Desplegaron en los enterramientos un mundo simbólico hasta
entonces desconocido en Egipto, lo que les hace estar emparentados con los grupos de
Nagada I del Alto egipto.
La cultura material badariense refleja que se había llegado a alcanzar una técnica de trabajo
muy elaborada

El período predinástico

A principios del IV (cuarto) milenio, mientras la cultura badariense se desarrollaba en el


Medio Egipto, surgieron en el valle del NIlo nuevos enclaves que darían comienzo a la
época predinástica. En el norte surgió la cultura del Bajo Egipto, mientras que en el sur, en
el Alto Egipto, se desarrolló la cultura de Nagada.
En ambas regiones se debieron practicar formas de vida parecida, pero un hecho
diferenciador entre ambas son las necrópolis. La riqueza desplegada en las tumbas del sur
no se encuentra en las del norte, más escasa y de una sobriedad similar a los
enterramientos de la época neolítica. Con los lugares de hábitat ocurre justo lo contrario,
siendo los del norte los que están siendo mejor estudiados.

La cultura del Bajo Egipto (3900-3400 a.C)


Dos de los asentamientos más antiguos que se conocen de la cultura del Bajo Egipto son
Maadi y Buto. Maadi rompe la tradición neolítica anterior de reutilizar hábitats abandonados
al escoger un lugar de enterramiento específico para los muertos.
Estas tumbas destacan por no tener apenas ajuar funerario en su interior, hecho que
contrasta de forma notable con las tumbas predinásticas del Alto Egipto.
El otro asentamiento destacada de la época es Buto, que tuvo una vigencia temporal más
larga en el tiempo que Maadi.

El Alto egipto: la cultura Nagada I (amratiense), cultura predinástica.


Contemporáneas a la cultura del Bajo Egipto, hacia el 4000 a.C. empezaron a surgir en el
sur diversas poblaciones que tenían muchos rasgos en común con los asentamientos
badarienses del Medio Egipto.
La época de Nagada I se caracteriza por una gran expansión de los asentamientos a lo
largo del Alto Egipto. Estas poblaciones estaban íntimamente relaciones con las
badarienses. La cultura de Nagada I se la conoce fundamentalmente gracias a las
necrópolis. Los habitantes de esta cultura invirtieron más esfuerzos en la morada que debía
acogerles eternamente que en aquella en la que tenían que vivir a diario.
Eran poblaciones ganaderas-agricultoras que no estaban asentadas permanentemente en
un lugar determinado.
Las poblaciones amratienses (cultura Nagada I) tenían en común con las badarienses los
cementerios. Las prácticas de enterramientos son algo más elaboradas que en períodos
precedentes (aunque todavía no se puede hablar de un cambio sustancial).
La totalidad de la cultura material que se conoce de los grupos de Nagada I procede de los
enterramientos.
En la época predinástica la malaquita es el pigmento más utilizado. Durante el Predinástico
el maquillaje formaba parte de la vida diaria de los habitantes del valle del NIlo; pero
también en el momento de su muerte.
Parece existir ya un cierto grado de jerarquización social, con tendencia al acaparamiento
de bienes de prestigio en manos de ciertos miembros del grupo. Igualmente, en todas las
necrópolis se observa una tendencia al reagrupamiento de estos individuos en zonas
específicas. Eran los lazos de parentesco los que determinaban el lugar ocupado por cada
individuo en su comunidad y el sistema de organización o cohesión fundamental del período
protodinástico era la jefatura.
En la época de Nagada I el sistema de jefatura ya estaba plenamente asentado, siendo el
parentesco el criterio que prevalecía para todo tipo de relaciones. En estas sociedades, no
obstante, el líder sería un pariente más pero con prerrogativas mayores que el resto de la
población.

El Alto Egipto: la cultura de Nagada II (período que le sigue al amratiense/Nagada I)

La época de Nagada II es el período cronológico que sigue al amratiense. Respecto a la


época anterior se observan cambios importantes (tecnológicos como económicos), que
supusieron un paso más hacia una mayor complejidad en las estructuras sociales.
Desde principios de Nagada II la cultura gerzense se fue extendiendo hacia el norte,
creándose nuevos asentamientos donde no los había.
En la zona próxima a El Fayum, surgieron importantes localidades de las que se conocen
sobre todo sus cementerios. Pero en el Delta también se observa un desarrollo muy
importante.
Hacia Nagada IIc-d todo el territorio del valle del NIlo compartía unas formas de vida y
cultura similares. En este periodo aparecen estructuras urbanas en toda regla. En donde
mejor se observa es en Hieracómpolis (uno de los enclaves más importantes de principios
de Nagada II, que ha sido definido como centro ceremonial.
El cambio que se produjo fue respecto a la principal actividad económica desarrollada en
Nagada II, la agricultura. Un buen indicador es la fabricación de recipientes cerámicos de
gran tamaño, con fin de almacenaje de alimentos.
Así, la población tuvo necesariamente que volverse más sedentaria, vinculándose más al río
(asentamientos que aparecen en este periodo están todos próximas al Nilo)
Fue a partir de Nagada II cuando la población egipcia empezó a basar su economía
plenamente en las actividades agrarias, complementándola con las actividades ganaderas,
invirtiéndose los términos vigentes hasta entonces.
La crecida del Nilo aportaba todo lo necesario para el cultivo anual, como para la pesca y
caza. Gracias a ella se podía alimentar a la población, conseguir excedentes para los
intercambios comerciales. El surgimiento de un grupo de población dedicado en exclusiva a
otras funciones que no eran la producción de alimentos también es importante de recalcar.
Aparecieron artesanos especializados. Los cementerios son los lugares donde estos
síntomas se observan mejor que en ninguna otra parte.
En las necrópolis de esta época se comprobaron cambios interesantes y manifestaciones
funerarias desconocidas hasta la fecha. Siguen predominando los enterramientos
individuales, aunque también se dan enterramientos múltiples.
El cadáver todavía era colocado en su tumba en posición fetal. El espacio funerario se
agranda. Sólo los objetos más vinculados al difunto aparecen junto a él.
Además de estos tipos de enterramientos, la época de Nagada II ofrece ejemplos de
prácticas y manipulación de cadáveres sin precedentes hasta ese momento. Durante
Nagada II hubo una diversidad de prácticas funerarias cuyo significado iba mucho más allá
del simple enterramiento de los difuntos (la unión simbólica entre el individuo y su ajuar se
revelaba de una forma más patente)
En los ajuares funerarios, en comparación con la época anterior se observa una mayor
tendencia a la acumulacion de productos de alta calidad. La diversidad de actividades
realizadas exigió artesanos especializados.
El mundo simbólico predinástico fue rico y variado.
La sociedad se fue haciendo cada vez más compleja y jerarquizada, con unos líderes
locales que cada vez irán logrando más poder. A esto se añade el desarrollo de una élite
potente, que cada vez consumía más bienes de prestigio, en la vida diaria, también en sus
ajuares funerarios. Abydos, Nagada y Hieracómpolis se convirtieron en las localidades más
importantes del Alto Egipto.
Puede decirse, entonces, que hacia Nagada IIcd el panorama sociopolítico egipcio consistía
en comunidades estructuradas en forma de jefaturas poderosas, que contaban con una élite
importante y una diversificación social compleja. los cimientos para el surgimiento de un
Estado unificado estaban puestos. Sólo había que esperar a que las causas necesarias
confluyeran, algo que ocurrió poco tiempos después, en la época de Nagada III.

Capítulo II
La aparición del estado y la época tinita

La aparición del Estado en Egipto y la “unificación”


En la etapa de Nagada IIc-d (3600-3600 a.C.), en la región del Alto Egipto comprendida
entre Abydos y Hieracómpolis, el proceso de jerarquización social, de formación de élites y
jefaturas locales, de especialización del trabajo, y en definitiva, de advenimiento de una
sociedad compleja, se acelera. El cambio fue la progresiva aparición de elementos
culturales que después serían definidores del mundo faraónico, como costumbres funerarias
y motivos iconográficos, y la irrupción de una nueva institución socio-cultural determinante:
el Estado.
Tres centros situados, en la etapa de Nagada IIc-d (3600-3300), destacan por su
envergadura y dinamismo cultural: Hieracómpolis, Nagada y Abydos (Alto Egipto) En estos
centros, encontramos una serie de elementos que nos sitúa en la senda directa que
conduce a la civilización faraónica histórica y sugiere la presencia de un Estado incipiente,
gobernado por una élite poderosa y por un “rey”.
Completamente distinto es el panorama en el Bajo Egipto. Al contrario de lo que sucede en
el Alto Egipto, aquí las necrópolis tienen mucha menos importancia que los asentamientos.
A partir de finales de Nagada II, el Delta parece experimentar, sin embargo, una profunda
transformación. Se constata una progresiva sustitución de los elementos propios de la
cultura material del complejo Maadi-Buto por los característicos de la cultura de Nagada del
Alto Egipto. A comienzos de Nagada III todo el valle del NIlo egipcio, desde la primera
catarata hasta el Mediterráneo, presenta unos patrones de asentamiento y de enterramiento
y una cultura material y simbólica homogéneos.
La aparición del Estado en Egipto: aspectos sociopolíticos
Es en este contexto en donde tiene lugar la aparición del Estado en Egipto.
M. Campagno parte de una consideración inicial básica: el registro etnográfico y
etnohistórico documenta extensamente que, allí donde no hay Estado, las sociedades se
estructuran y se rigen por el parentesco como elemento definidor y vertebrador de las
relaciones sociopolíticas. El liderazgo está sujeto a los principios del parentesco. El jefe es
el primero de los parientes y debe cumplir más que nadie con sus obligaciones de
solidaridad y generosidad. El estado se define como el sistema sociopolítico en que la elite y
su jefe detentan el monopolio legítimo de la coerción, de manera que pueden imponer su
voluntad por la fuerza al resto de la comunidad. Para que haya Estado debe haber una
ruptura con la realidad parental. Campagno se pregunta por las causas de los posibles
conflictos bélicos entre las distintas comunidades altoegipcias, piensa que estas causas
deben buscarse en la competencia por los bienes de prestigio. Así, el Alto Egipto de nagada
I y de inicios de Nagada II se habría caracterizado por la emergencia de toda una serie de
jefaturas locales basadas en el parentesco, de las que la iconografía y las prácticas
funerarias darían cuenta. Durante Nagada IIc-d estas comunidades habrían entrado en
conflicto entre ellas esencialmente por el control del flujo de bienes de prestigio.
Y es en ese “intersticio” entre comunidades en conflicto donde Campagno sitúa la aparición
de las primeras “prácticas estatales”. Aparece, pues, el monopolio legítimo de la coerción,
base del Estado. Esa élite, no solo eliminó un competidor y se apoderó de sus recursos,
sino que lo sometió a una tributación permanente, de moda que dispone de más medios
para seguir expandiéndose y reforzando su posición. Todo el sistema de relaciones
sociopolítica quedo asi transformado y el Estado puede considerarse establecido. Con el
tiempo, irán apareciendo el resto de aspectos definitorios (burocracia, función judicial y
penal, administración económica, organización territorial, defensa y auto conceptualización
simbólica, a la que se asocia la arquitectura monumental) Aunque el parentesco seguía
articulando las relaciones en el interior de las comunidades aldeanas, ahora sometidas al
Estado, como dentro de la propia élite va a seguir articulando relaciones en su interior.
En efecto, Hieracómpolis, Nagada y Abydos, estos tres centros, habrían vencido y
anexionando las aldeas más próximas. A continuación, los tres “proto-reinos” entrarían en
una nueva dinámica de relación o conflicto entre ellos. El primero en desaparecer como tal
fue el central, Nagada. Desaparecida Nagada no parece que los proto-reinos de
Hieracómpolis y Abydos entraran en conflicto (alianza entre élites)
Por tanto, a comienzos de Nagada III todo el Alto Egipto está unificado ya, constituyendo el
“proto-reino del Alto Egipto”. Desde Abydos, donde el rey y la corte se encontrarían, desde
allí se emprendería el proceso de expansión que conduciría al Estado faraónico histórico.

Nagada III a-b: la unificación


Durante Nagada IIIa-b (3300-3100 a.C), en el área de HIeracómpolis, la población se
concentra en un único hábitat y surge la ciudad de Nekhen, la Hieracómpolis histórica.
Durante esta fase existió la iniciativa de orden simbólico de destinar a aumentar la “eficacia
mágica” del ritual funerario del rey.
El rey, el palacio y Horus son tres realidades consubstanciales y “concéntricas”: Horus es el
cosmos, el rey se identifica con Horus y el palacio es un micro-cosmos desde donde irradia
el poder trascendente y ejecutivo del rey, que asegura la armonía universal.
Por lo que al Delta se refiere, durante Nagada III a-b todos los yacimientos presentan
uniformemente la cultura material de la civilización altoegipcia de Nagada, a cuya órbita
cultural han quedado incorporados.
Es durante Nagada III a-b cuando los contactos del reino del Alto Egipto con Elam y la Baja
Mesopotamia, experimentar su momento álgido. Estos contactos tienen lugar por dos vías,
una terrestre y otra marítima.
El contexto es uno de demanda de bienes de prestigio que caracteriza el Alto Egipto en este
momento.
Durante Nagada III b (3200-3100 a.C), el reino del Alto Egipto, con “capital” en Abydos-
Tinis, emprende el definitivo proceso de unificación político-militar de las “Dos Tierras”. El
Delta interesaba a los reyes del sur por sus contactos con el Próximo Oriente. De este
proceso se hace eco la iconografía, una serie de documentos, “documentos de la
unificación”; a saber son tres tipos de objetos: mangos de cuchillo de marfil de hipopótamo,
paletas de esquisto ovaladas o escutiformes y cabezas de maza piriformes de piedra caliza.
Lo que estos documentos pretenden transmitir o evocar son hechos míticos, arquetípicos o
simbólicos. Estas imágenes pueden ser consideradas como fuentes históricas sólo
indirectamente. Los documentos de la unificación tratan fundamentalmente cuatro temas: la
dialéctica orden-caos, la caza, la guerra y el ritual.
Pero es en las paletas de Nagada III b donde el motivo de la guerra está asociado de
manera explícita al rey, representado como un violento animal salvaje (león, oro, halcón o
escorpión), en tanto que encarnación de los poderes de la naturaleza.
La paleta de Narmer es considerada como el documento que simboliza la culminación de la
unificación política de Egipto y la instauración de la monarquía dual histórica. La paleta de
narmer simboliza un punto y aparte en la historia del antiguo Egipto; también representa el
punto de partida de una realidad nueva. El rey aparece con la corona blanca del Alto egipto
y la corona roja del Bajo Egipto. Esto significa que se están poniendo las bases del Estado
unificado dual.

La época Tinita (I y II dinastías)

El rey Namer, quien hacia 3100 a.C, fue quien completó la unificación política de Egipto. La
unificación se completará con la anexión, por parte de Narmer, de las tierras del Delta
occidental.
Desde un punto de vista ideológico, la culminación de la unificación y el reinado de Narmer
fueron sentidos por los egipcios como hechos trascendentes, cosmológicos, culturalmente
“constituyentes”, por el carácter fundacional del reinado de Narmer, por tanto, de ruptura
respecto a la tradición precedente, queda patente la instauración del Estad dual y el inicio
de la tradición de los anales y las listas reales.
Es en la unificación cuando aparece la dualidad como un componente ideológico definidor
del Estado egipcio. Es la unión del valle y el Delta en una sola entidad político social y bajo
un mismo dirigente. UNo de los principios de la cosmovisión egipcia es, precisamente, el
principio dual, según el cual, todo ente dotado de “realidad” y de “sustancia” está
conformado por dos polos opuestos complementarios. La monarquía dual dio expresión
política a la tendencia egipcia. De entender el mundo como un conjunto de dualidades
contrapesadas en un equilibrio inalterable. Narmer (Menes) dio expresión política, un modo
de pensar, fundamentalmente egipcio, cuando definió su soberanía sobre las tierras
vencidas y unificadas del Nilo como “una monarquía del Alto y Baja Egipto”.
Es precisamente en la paleta de Narmer donde por primera vez aparece expresado
claramente este principio cosmológico-político, bajo la forma de las dos coronas que luce
alternativamente el rey en el recto y en el verso.
La dualidad da forma, asimismo, a los dos nuevos títulos del protocolo faraónico que
aparecen durante la I dinastía.
El segundo ámbito de actividad cultural en que queda patente el carácter fundacional del
reinado de Narmer es la analística y la tradición de las listas reales, que empiezan con él.
Tras Narmer, la ideología real deja de vehicularse a través de objetos votivos como las
paletas o las cabezas de maza decoradas. El soporte que los reemplaza durante la Época
Tinita son las “etiquetas analísticas” de marfil o madera, procedentes de contextos
funerarios siempre, de las que la etiqueta de Narmer es el ejemplo más antiguo. Los
“hechos” a los que se alude no son históricos, sino acciones arquetípicas o rituales
protagonizadas por el rey: procesiones y ceremoniales religiosos, sacrificios, confección y
dedicación de estatuas o de otros objetos sagrados, aniquilación de enemigos, etc. Las
etiquetas analísticas son características de la Época Tinita y desaparecen a principios del
Reino Antiguo. Los anales egipcios más importantes conservados datan de la V dinastía. El
más importante es la Piedra de Palermo. Estos anales recogían todos los reinados de la I
dinastía hasta comienzos de la V, subdivididos en casillas. Cada casilla corresponde a un
año de reinado y recoge los hechos que definen ese año, así como la altura de la crecida
del Nilo.
La tradición tinita de las listas reales continúa hasta mediados de la II dinastía, para
interrumpirse después. Las listas, igual que los anales, siguieron compilándose sobre papiro
y guardándose en los archivos de la corte y los templos.

Una vez completada la unificación, la corte del nuevo Estado dual se instaló algo al sur del
vértice del Delta (actual Cairo), en Menfis (ribera occidental del Nilo). La nueva capital se
alzó en un área llamada la “balanza de las Dos tierras”, ya que se trataba del punto de
encuentro y “centro” simbólico de las dos mitades que conformaban el nuevo Estado. El
emplazamiento ofrecía también importantes ventajas político-administrativas, económicas y
comerciales; el lugar era idóneo para el control del tráfico fluvial.
Las primeras dos dinastías son conocidas con el nombre de “tinitas” por su lugar de origen,
pero gobernaron el país desde Menfis.
La posición del lecho del Nilo ha ido desplazándose con el paso de los siglos a causa de la
inundación y de las consiguientes modificaciones del cauce.
En un primer momento la instalación de la corte en Menfis no supuso el abandono del
antiguo cementerio real de Umm el Qaab, en Abydos, donde los reyes de la I dinastía y los
últimos de la II dinastía edificaron sus tumbas, siguiendo la tradición de sus predecesores
de la “dinastía 0”.
Es importante recalcar la función de los palacios funerarios. Son recintos para el culto
funerario del rey difunto y, por otro, de espacios rituales para que su ka pudiera seguir
celebrando las fiestas regias en el más allá, para beneficio de la comunidad.
Los reyes de la primera mitad de la II dinastía abandonaron el cementerio ancestral de
Abydos como lugar de enterramiento y se enterraron en Saqqara.
Las listas reales ramésidas y manetonianas se hacen eco de la profunda crisis político-
cultural que debió atravesar el Estado egipcio en la segunda mitad de la II dinastía.
La razón principal de la expansión del reino del Alto egipto a fines del Predinástico tanto
hacia el sur como, sobre todo, hacia el norte fue la voluntad de controlar directamente las
vías de llegada de materias primas y bienes de prestigio procedentes de África y el Próximo
Oriente, y tal vez, también, por lo se refiere al Delta occidental, de contar con nuevas y
amplias extensiones de tierra fértil bajo control directo del rey y de la élite. Una vez
asegurado este control, gracias a la unificación, la noción cultural de “prestigio” fue
trasladándose del ámbito de los bienes muebles al de los complejos funerarios regios. El
aprovisionamiento de las tumbas reales y el mantenimientos de los cultos funerarios regios
requerían la movilización de gran cantidad de recursos agropecuarios.
Esto supuso que, ya desde comienzos del dinástico, se pusiera en marcha un proceso de
creación, por parte de la monarquía, de fincas agrícolas, ganaderas e industriales en el
interior del territorio del nuevo Estado unificado, y en especial, en las nuevas extensiones de
tierras disponibles en el Delta occidental, para el abastecimiento prioritario de la tumba real
y del culto funerario a ella asociado.
Existieron dos tipos de fundaciones reales: las grandes explotación agropecuarias y las
fincas con una producción agrícola, ganadera o industrial más especializada. Son unidades
económicas complejas, organizadas jerárquicamente, que suponen un despliegue de
medios, personas y conocimientos fuera del alcance de las comunidades aldeanas o de los
grupos de parentesco. Están destinadas a la producción agropecuaria a gran escala.
El excedente de producción de las fincas funerarias se destinaría al abastecimiento de la
corte y del Estado. Pero la fuente más importante de recursos del Estado era la tributación.
La mayor parte de la población de Egipto era campesina y seguía residiendo en centros
urbanos, y sobre todo, en los centenares de aldeas repartidas por todo el país. Las
comunidades aldeanas, encargadas de la producción primaria, trabajaban para su propio
abastecimiento y para hacer frente a las exigencias de tributación. Esta era la principal
obligación de las aldeas para con el Estado. El Estado, por lo demás, intervenía
relativamente poco en la vida interna de las aldeas. La organización social de las mismas
seguía dependiendo del parentesco. En efecto, impuesta la práctica estatal como marco
global de organización del conjunto de la sociedad, el parentesco habría permanecido como
articulador interno de las comunidades aldeanas. Estado se relacionaba con la comunidad
aldeana como un todo, y el tributo exigido era comunal.
La producción de las fundaciones reales y los tributos de las ciudades y de las aldeas eran
recaudados por una institución del Estado especializada en ello: el Tesoro.
A partir del sistema de las fundaciones reales y de los mecanismos de la tributación fueron
tomando forma, ya desde la Época Tinita, una organización provincial del país, lo que más
tarde sería la división en nomos (el hecho de que en el Reino Antiguo los nomarcas del
norte y del sur tuviera títulos distintos confirmaría el diverso origen del sistema provincial)
Cap III
El Reino Antiguo

La III dinastía

El nuevo faraón de las Dos Tierras, Netjerkhet, su reinado relevancia en la historia de la


civilización faraónica. Cuando recibió la corona, Egipto era un Estado unificado desde hacía
siglos, pero con una monarquía que apenas se dejaba sentir en el valle del Nilo. Para
cuando su sucesor lo sustituyó como soberano, la monarquía egipcia se había asentado
definitivamente en una residencia fija, la capital, Menfis. Las pirámides, en ellas es donde
más recursos se gastaron y donde se concentra la mayor parte de la ideología que explica
el Reino Antiguo. Fueron las pirámides las que construyeron la sociedad egipcia del Reino
Antiguo: “la historia de las pirámides es la historia del Reino Antiguo”. La construcción de la
primera de ellas (la Escalonada de Saqqara), fue la que desencadenó todo el proceso de
transformación de la sociedad egipcia desde los modos tinitas a los modos de un Estado
centralizado.
Cuando Netjerkhet comenzó a gobernar en Egipto, lo hizo consciente de la herencia
recibida. Terminó dando un paso definitivo: construir sobre su cámara sepulcral una
grandiosa señal de poderío estatal (la primera pirámide escalonada). Gracias a la pirámide,
el faraón se volvió más visible; destinado a mantenerse en pie para siempre, al contrario
que sus antecesores, que eran destruidos tras haber cumplido función ceremonial. La
decisión de Netjerkhet puso en marcha unos cambios socio-económicos que ya fue
imposible detener.
El paso de un material constructivo a otro: la piedra caliza en vez de los adobes. Este
material era diferente por completo. Implicaba un gasto en horas laborables por unidad
producida muchísimo mayor que los adobes. Ello exigió reclutar un grupo de varios miles de
artesanos, capaces de mantener un ritmo de producción adecuado.
Los constructores de la pirámide no eran esclavos, sino artesanos remunerados y
alimentados por el faraón. La edificación del complejo funerario real supuso un notable
aumento del número de personas dependientes. Al asentarse en una residencia fija
necesitó centralizar todos los bienes procedentes de la recaudación de impuestos. Esto
implicó cambios en el organigrama de la Administración, que se profesionalizó.
Los cambios habidos en la Administración requirieron un mayor número de técnicos que
fueran capaces de cumplir tareas asignadas y llevar registro de las mismas, destinado tanto
al control general como a los archivos de la capital. El número de escribas aumentó en
consonancia. Las necesidades administrativas de Netjerkhet supusieron también un cambio
notable en la escritura egipcia.
Los requerimientos administrativos de la III dinastía hicieron que la escritura comenzara a
registrar toda la complejidad de la lengua y se multiplicara el número de textos continuos.
Siempre restringida a la élite, la escritura se hizo más evidente y comenzó a aparecer en las
estelas biográficas de miembros destacados de la Administración.
Los avances en la administración y control de los recursos fueron los responsables de que
se pudieran organizar expediciones mineras a regiones lejanas. Toda la época faraónica
representa al soberano como mantenedor del orden cósmico.
Este mismo orden que el soberano estaba imponiendo al país, queda reflejado también en
su complejo funerario.
La misma pirámide era un elemento destinado a conseguir la vida eterna para el faraón
mediante su acceso las estrellas. teniendo en cuenta la relación estrecha que existe desde
siempre entre el dios HOrus y el soberano egipcio. El nuevo monumento funerario del
soberano debía ser un dispositivo que le permitiera reunirse con los demás dioses, las
demás estrellas, entre ellos Horus. La pirámide escalonada se convierte así en un
dispositivo de ascenso: subiendo sus escalones, el soberano difunto se reúne con sus pares
en el firmamento; así su supervivencia eterna queda entonces asegurada (Relevancia del
culto estelar)
En Egipto, cabe recordar, que la excavación y el mantenimiento de los canales de irrigación
fue siempre una labor local, nunca centralizada por la corona.

La IV dinastía
El comienzo de la IV dinastía demuestra que los posibles problemas institucionales del
período anterior ya estaba definitivamente solucionados.
El nuevo faraón, Esnefru, actúa como le corresponde. Mantiene a raya a los enemigos,
explota las canteras del desierto y comercia con el extranjero. El elemento principal de su
gobierno es el comienzo de una política institucional destinada a incrementar notablemente
los recursos del Estado. Así, impulsó la creación de numerosos centros de explotación
agropecuaria, sobre todo en el Delta. El faraón estaba decidido a completar un complejo
funerario como nunca antes se había visto.
Esnefru, fue sin duda un innovador. Abandonó de forma definitiva la idea de la pirámide
escalonada y pasó a construir directamente una pirámide de caras lisas. Ahora
predominaba su capacidad para hacer que el rey se reuniera con Ra en su recorrido por el
firmamento y en su diario renacimiento por el este.
Las innovaciones ideológicas de comienzo de la IV dinastía, se reflejaron en el cambio de
técnica.
Hasta la III dinastía, el faraón construía su complejo funerario aislado de las tumbas de sus
súbditos, que parece no estaban autorizados a gozar de su compañía durante la eternidad.
En Saqqara la diferencia queda marcada entre la zona norte de la necrópolis. Pero a partir
de la IV dinastía, la tumba del soberano se vuelve conspicua, al convertirse en un
inconfundible punto de referencia del paisaje. Esta visibilidad viene acompañada de una
exposición del contenido ideológico del ritual funerario regio. Las pirámides escalonadas
esconden los ritos tras los altos muros de sus recintos, mientras que las pirámides de caras
lisas dejan ver en sus edificios anejos y su distribución este-oeste que el acceso del
soberano al más allá depende de su equiparación al dios Ra. De ahí la incorporación del
nombre de “hijo de Ra”, acaecida durante la IV dinastía.
Los cambios no solo afectaron al faraón, sino también al resto de la sociedad; debido a las
novedades arquitectónicas el control ideológico se hace mayor. Si el soberano depende de
Ra para alcanzar el más allá, la sociedad depende del rey para lo mismo, lográndolo
merced a la cercanía a su persona.
Los familiares directos y los principales súbditos comenzaron a enterrarse en cementerios
cercanos a la pirámide. Es un cambio notable con respecto a la III dinastía (donde los
miembros de la élite debieron alcanzar el más allá con independencia del soberano) En
cambio, durante la IV dinastía las tumbas de la élite se aproximan a la del faraón como
buscando cobijo, y no necesitan enterrarse con bienes materiales. Las capillas de la III
dinastía no facilitaban el acceso al interior. En las de la IV dinastía son accesibles.
Sería durante el siguiente reinado (dinastía V), cuando el faraón quedará por completo
integrado en el concepto solar visible en los complejos funerarios con pirámide. El nuevo
soberano, Khufu, hijo de Esnefru, decidió acercar su tumba a la capital, situandola en un
lugar concreto y escogido: Guiza.
La relevancia del culto solar y del propio soberano quedarían simbolizadas también por las
gigantescas dimensiones de la gran pirámide. Durante la construcción de las pirámides de
Esnefru la Administración se reforma, creándose un organigrama cuyas líneas generales no
volverán a ser modificadas hasta el comienzo de la siguiente dinastía.
La principal característica de la Administración de la IV dinastía es que el cargo de visir
queda reservado exclusivamente a los “hijos reales” (sea biológicos o personas de
excepcional confianza a ojos del soberano).
Los recursos par ala construcción del complejo funerario del rey proceden del circuito
económico general del país. A todo lo largo del valle del NIlo, los campesinos cultivaban
terrenos cuyas cosechas eran sometidas a tasación durante el “recuento de ganado”.
El mantenimiento del culto funerario de cada faraón no dependía del Tesoro, sino de sus
propios recursos.

La V dinastía
El primer monarca de la V dinastía, Userkaf, decidió buscar la legitimidad que la podía
proporcionar la compañía del fundador de la III dinastía, convertido ya en el antepasado de
referencia para los monarcas del Reino Antiguo.
Userkaf fue un monarca importante en la historia del R. Antiguo. Durante su reinado y el de
sus sucesores directos, la Administración y la economía del país sufrieron notables
reajustes, encaminados a ir aumentando paulatinamente el control del país por parte del
soberano. Si durante la IV dinastía el objetivo de la monarquía fue la incorporación del Delta
como zona productora de bienes, ahora le tocó el turno a la región del Medio Egipto. La
monarquía puso su empeño en roturar y comenzar a explotar el mayor número posible de
hectáreas de esta zona. La gestión de estos terrenos de nueva explotación necesitaba
funcionarios de confianza del soberano, y dada su lejanía a la capital se decidió que el
mejor modo de administrar toda la región era el envío de administradores permanente a las
distintas capitales de provincia. Estos nomarcas ya no serían funcionarios como lo fueron
durante la IV dinastía, sino que a partir de ahora residirán y se enterrarían en la ciudad que
su soberano les había encargado gobernar en su nombre.
El desplazamiento de numerosos funcionarios hacia las provincias implicó el aumento de su
número, necesario para cubrir los huecos dejados por ellos en la capital. Esto significó que
la Administración creció. Se tomó la decisión de alejar a la familia del rey de los cargos
superiores de la Administración. El título honorario de “hijo del rey” pasa entonces a estar
vetado para los altos funcionarios.
La desaparición (nunca total) de los príncipes de los cargos políticos no significó que
sucediera lo mismo en todos los ámbitos del control social. A partir de ahora vemos como
muchos de ellos pasan a ocupar cargos relevantes en el organigrama religioso. Se intentó
sacralizar a la familia del rey dedicándola a funciones rituales, sacándola del trabajo diario
de la Administración, pero dedicándola a los aspectos ideológicos.
Durante la V dinastía la Administración comenzó a sufrir una especialización progresiva; los
cargos superiores dejaron de ser accesibles merced a la pertenencia al grupo familiar del
rey, para pasar a serlo por la capacidad del funcionario.
Un detalle importante de la V dinastía es el cambio radical producido en el método
constructivo de las pirámides. El cambio en la estructura de las pirámides, se debió a una
redistribución de los recursos. Había más edificios institucionales que construir. Se tenía
que instalar adecuadamente a los nomarcas en sus respectivas capitales. Se trataba de
funcionarios designados directamente por el soberano, que actuaban como sus
representantes, por lo que debían hacer alarde de cierto lujo y recursos.
En el Antiguo Egipto, sólo existía un sacerdote: el faraón. Ideológicamente, era el único
capacitado para poner en contexto y hacer de intermediario entre el mundo de los hombres
y el de los dioses. Sin embargo, a pesar de ser un dios en la tierra, el monarca delegaba las
tareas del culto en un elevado número de funcionarios.
Si durante la IV dinastía se puede decir que las autobiografías prácticamente no existen,
excepto como sencillas frases biográficas que aparecen casi de relleno en otro tipo de
textos, durante la V dinastía pasan a ser más amplias y narrativas.
Los documentos oficiales están “sellados en presencia del propio rey”. Lo importante es el
resultado ideológico, pues de este modo todos los que reciben bienes lo hacen
directamente del monarca.
Los cambios introducidos en la Administración del país son importantes en este periodo. Se
introdujeron importantes reformas administrativas, continuadas durante la dinastía siguiente.
Entre las más importantes se cuentan la de tener dos visires en la capital y un tercero en el
sur del país.
El último soberano de la dinastía, completó el cambio en las habitaciones interiores de la
tumba real comenzado por su predecesor, introduciendo en ellas Textos de las pirámides,
introdujo de lo escrito en la cercanía del cuerpo difunto del soberano e incorporó a Osiris
como dios predominante de la ideología funeraria. Los textos de las pirámides contienen
innumerables menciones y referencias teológicas, religiosas y mitológicas.

La VI dinastía
El primer soberano de la Vi dinastía, Teti, eligió emplazar su complejo funerario. Esta
elección es significativa. Una característica muy importante del complejo funerario de Teti es
que se convirtió en el modelo estándar que seguirán el resto de soberanos de la dinastía.
Durante la Vi dinastía los nomarcas se encargan de reproducir a pequeña escala los modos
y costumbres de la corte. La administración se dejaba notar en las zonas de Egipto alejadas
de Menfis. Sus tumbas se convierten en puntos de referencia del paisaje, ellos mismos
toman parte en el culto religioso. Son eslabones de la cadena que mantienen unido a todo
el país, controlada siempre por el monarca. La existencia de los nomarcas supuso una
merma terrible para el poder del faraón, pero el valle del NIlo estuvo siempre bajo el control
absoluto del soberano de las Dos Tierras.

En resumen: el Reino Antiguo fue una época de constante cambio. Se trató de una
sociedad estática. Desencadenó el proceso evolutivo debido a la construcción del primer
complejo funerario real con pirámide, con el paso de las diferentes dinastías los recursos del
àis fueron siendo explotados de forma cada vez más eficiente, comenzado por la región del
Delta (IV dinastía), la zona del Medio Egipto (V dinastía) y el Alto Egipto y los oasis (VI
dinastía). Al mismo tiempo, el control aumentó el tamaño de la Administración y durante el
reinado de Pepi II (VI dinastía) la corona poseía y controlaba centros de poder distribuidos a
todo lo largo de Egipto. Por eso la desaparición del Reino Antiguo resulta llamativa. Se
produjo en el momento en que la monarquía se encontraba más asentada. La mengua en
las crecidas y la subsiguiente disminución de las cosechas terminaron por incrementar
hasta el punto de ruptura las tensiones sociales existentes y fragmentar el país, convirtiendo
en políticamente autónomas algunas de las divisiones provinciales creadas por la corona
para mejor controlar el Valle del Nilo.

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