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Arquidiócesis de Tuxtla

19 de diciembre de 2021
Comunicado
El día de ayer, 18 de diciembre, presidí la santa Eucaristía ofrecida por el eterno descanso de los 56
migrantes muertos en el fatal accidente del pasado 9 de diciembre. La misa la celebramos a un costado de
donde se impactó el tráiler con cerca de 200 migrantes, en la colonia El Refugio. En esa Eucaristía también
hemos orado por la pronta y completa recuperación de los hermanos que resultaron heridos, y por las
familias que han recibido este duro golpe.
Hemos querido, como Iglesia, manifestar nuestra cercanía espiritual a las familias que perdieron a algún ser
querido en este trágico accidente, y a los hermanos y hermanas heridos que aún siguen hospitalizados y a los
que ya han sido dados de alta. Sabemos que Dios recoge todo este sufrimiento y no es indiferente ante el
dolor de estos hermanos: Dios consuela y es ayuda del que sufre. Dios está con el pobre. El Señor Jesús
resucitado es quién nos ilumina y nos da la certeza de que nuestros hermanos han sido acogidos en la
presencia del Señor, pues Él cumple su palabra: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque
muera vivirá”. Más allá de la tristeza que toca nuestra experiencia humana, he invitado, desde la fe, a poner
nuestra confianza en Dios y a proclamar que nuestra vida siempre está en las manos de Dios.
En la homilía he recordado que todos somos invitados, desde el más pequeño hasta el presidente de la
República, a amar y cuidar la vida, a respetar la dignidad y la vida de toda persona, de la nación de donde sea
y de la edad que tenga. También somos invitados, nosotros como chiapanecos y mexicanos, a ser solidarios
con el hermano migrante y también el migrante es invitado a ser respetuoso con la dignidad de la persona
local.
Seguimos exhortando a las autoridades para que se realice una investigación seria y profunda: hay que ir a
las raíces, porque si no, no habrá solución y en las raíces se van a encontrar corrupción y quiénes son los que
se benefician de la paga.
Estamos a unos días de celebrar la fiesta de la Navidad, la fiesta de Dios-con-nosotros. Desde el corazón, en
oración y en la práctica de buenas obras en favor de los hermanos más necesitados, sigamos preparando el
Pesebre de nuestro corazón al Señor Jesús que viene a salvarnos. La actitud que hemos querido privilegiar en
estos días de Adviento ha sido: de la mano de Nuestra Madre María, la Mujer y Madre de la Esperanza,
vayamos con Alegría al Encuentro del Señor.
La Navidad nos ofrece dos llamados esenciales en nuestra vida cristiana de hijos de Dios: Uno, Seguir
naciendo en Jesús. Aceptando el gran amor de Dios por nosotros: “Alégrate hombre, Dios se hizo hombre
por ti”. Y, dos, ayudar a que Jesús nazca en el hermano, en los otros, para que sean verdaderamente felices
aprendiendo a Amar. Esto exige:
Abrirle más y más la puerta de nuestro corazón a la Luz.  Jesús nos dice: “Yo soy la luz del mundo.  El que
me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida”. Ser con nuestra actitud, luz y sal para los
demás. Él nos recuerda: “Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre
un monte?” Vivimos un mundo necesitado de Luz, de paz, de Amor. Un mundo necesitado de Jesús.
Feliz nacimiento de Jesús en ti, en mí, en la familia, en la comunidad y sociedad… Vivamos la alegría de
nacer con Jesús amándonos como hermanos. Vivamos el gozo de que el Señor Jesús está con nosotros, ha
puesto Dios su morada entre nosotros, no estamos solos. Todo un Dios, está con nosotros y en nosotros. Feliz
Navidad es: ¡Feliz Nacimiento de Jesús en nuestros corazones y Familias!
Unidos en oración y esperanza
Mons. Fabio Martínez Castilla
II Arzobispo de Tuxtla

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