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Cuento de brujas para niños: La brujita

Fuegoazul

Freya había descubierto que tenía poderes al cumplir 7 años. Durante


aquel cumpleaños, más que apagar las velas, las encendió. Sí, como lo
oís. Antes de que su mamá pudiera acercar la cerilla a la tarta, de los
dedos de Freya brotaron unas llamas azules muy extrañas.

Así fue como, el día de su séptimo cumpleaños, Freya ganó un año… y


perdió un nombre: a partir de ese momento todo el mundo la llamaría
“Brujita Fuegoazul”.

La brujita Fuegozazul provenía de un importante linaje de brujas. Ya su


tatara-tatara-tatara abuela figuraba en el Árbol Genealógico Brujil de la
familia, aunque es probable que su estirpe brujesca viniera todavía de
muuuucho más atrás.

La brujita Fuegozazul, sin embargo, tenía un problema: su única magia


era ese tonto fuego azul que no servía para nada más que para
encender la lumbre de la cocina. ¡Vaya fiasco!

La brujita conocía, por el Gran Libro de Historia Brujesca, que las brujas
podían volar montadas en su escoba, convertir a la gente en rana o
cambiar de forma. Pero ella, nada. ¡Es más! Lo suyo ni tan siquiera era
piroquinesis (que es el poder de prender fuego a distancia) sino que
simplemente tenía unos dedos que se encendían como si fueran un
mechero. ¡Pues menuda birria de magia que no servía para nada!

Así que cuando cumplió 18 años, la brujita Fuegoazul no fue a la


Universidad, sino que se matriculó en la Escuela Superior de Brujería,
por si el motivo fuera que estaba haciendo algo mal.
Pero su problema no desapareció. No sólo es que su talento individual
no sirviera para nada, sino que no poseía ninguno de los poderes
elementales de las brujas.

En clase de Vuelo, prendió fuego a la escoba con tan solo tocarla. Y


todas las brujas estudiantes huyeron despavoridas para no salir
ardiendo, porque las brujas tienen MUCHO miedo de morir quemadas en
una hoguera.

En clase de Transfiguración no logró convertir un ratón ni en sapo, ni en


gusano, ni tan siquiera en musaraña. Sólo logró quemarle la colita.

Y en clase de Huracanes y tormentas, únicamente generó una lluvia de


chispas que Madame Tronar tuvo que apagar provocando un copioso
aguacero.

¡Pues vaya rollo! Su poder sólo le servía para encender el fuego del
caldero.

– Vaya por Dios, no sé lo que he hecho con las cerillas… ¡Échame una
mano, Fuegoazul! -le pedía siempre la profesora de Ciencias pócimas

– ¡Ya voy, Madame Poción! -respondía la brujita Fuegoazul y corría,


presurosa, a encender el fuego del caldero.

La brujita se sentía inferior, pensaba que era tonta y que jamás lograría
realizar ni un solo hechizo. Suspendía todas las asignaturas:
Telequinesis, Vuelo sobre escoba, Transfiguración, Ciencias pócimas,
Hechizo oral… ¡Hasta Gimnasia sobrehumana, que la aprobaba todo el
mundo!

Los profesores estaban muy preocupados por la brujita Fuegoazul.


Estaba claro que se esforzaba, estudiaba muchísimo, se sabía de
memoria todos los conjuros y los recitaba sin cesar:

Nubes negras de tormenta,


aguaceros y relámpagos,
convierte en mares inmensos
toda el agua de los charcos.

Pero nada conseguía, más que hacer brotar su fueguito azul.

Entonces su tutora, Madame Cadabra, acudió al Alto Consejo de


Brujería Docente. Sus miembros, los brujos y brujas más sabios y
poderosos de la Tierra, ordenaron que se presentara ante ellos la brujita
Fuegoazul.

Cuando la tuvieron delante, le pidieron que les mostrara su poder.


Fuegoazul obedeció. Llamitas azuladas surgieron de la punta de sus
dedos.

-No es magia… ¡Es un fuego fatuo! -sentenció con sorpresa la Gran


Bruja Decana.

Un murmullo se extendió entre los hechiceros integrantes del Consejo.

-Ohhhh, ¡Increíble!
-¿Un fuego fatuo? ¡No puede ser!
-Nunca vi un caso igual en 100 años
-¡Asombroso! ¿De qué naturaleza?

– ¡Silencio! -ordenó la Bruja Decana

La sala quedó muda. Tan solo se escuchaba el vuelo de una mosca. Al


cabo de un rato, la Gran Bruja se dirigió a Fuegoazul:

– Niña, no se trata de un talento individual… ese fuego es el espíritu de


un antepasado muy, muy poderoso, que te dota del poder supremo: tu
tatara-tatara-tatara abuela. Gracias a su espíritu no sólo tienes los
poderes elementales, sino que posees TODOS los poderes superiores
de la magia.

– Entonces, ¿no soy tonta? -preguntó la brujita Fuegoazul con lágrimas


de alivio en sus ojos.

– ¡Claro que no! Al contrario. Lo que ocurre es que la Escuela Superior


de Magia se te queda pequeña. Este poder supremo necesitas
entrenarlo en La Academia de Brujas Superdotadas -le explicó la sabia
hechicera.

Y así fue como la brujita Fuegoazul ingresó en La Academia de Brujas


Superdotadas para dejar salir sus magníficos poderes. Ya no se sentía
un bicho raro.

En tan solo un año se había convertido en una de las brujas más


poderosas del Mundo y cuando se graduó la nombraron Miembro de
Honor del Alto Consejo de Brujería Docente. Con el tiempo, llegaría a
ser Bruja Decana. Y cuando murió, con 160 años, se convirtió en un
fuego fatuo de color morado a la espera de que naciera su tatara-tatara-
tatara nieta…

Fuente internet

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