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EN DICHAS especulaciones sobre el hambre del mundo aparecen dos tipos de teorías

que, a nuestro parecer, representan verdaderas amenazas para el futuro de la


humanidad por lo mismo que falsean la realidad social del problema:
a) las que intentan probar que el hambre colectiva es un fenómeno natural e
irremediable, y
b) las que presentan como única salvación la fiscalización forzada de la natalidad
para retardar el crecimiento de la población del mundo.
El problema del hambre mundial no es, por consiguiente, un problema de limitación de
la producción por coerción de las fuerzas naturales; es, ante todo, un problema de
distribución.
El hambre y la guerra no obedecen a ninguna ley natural. Son en realidad, creaciones
del hombre.
La propia historia desmintió íntegramente lo previsto por Malthus. En los primeros
años que siguieron a la publicación de sus teorías, el crecimiento de la población
mundial parecía confirmar sus previsiones. Pero antes de fin de siglo, ya ese
crecimiento retardaba su ritmo inicial, y comenzó a decrecer la fecundidad de las
poblaciones de varios países surgiendo, al lado del peligro de la superpoblación, el
peligro de la despoblación. Hoy vemos que si algunos países, como la India, China,
Egipto y los de América Central, continúan con elevado índice de crecimiento
demográfico, otros —en Europa occidental, en América del Sur y del Norte, en África—
entran en una fase de equilibrio de tipo de transición; en cuanto a otros países,
finalmente, tales como los Estados Unidos de Norteamérica, Australia y Nueva
Zelandia, alcanzan un estado llamado por Notestein de declinación incipiente de la
población.
No es la superpoblación la que crea y mantiene el hambre en ciertas zonas del mundo,
sino que es el hambre el que origina la superpoblación.
El hambre oculta constituye hoy la forma más típica del hambre de fabricación
humana. Varias fueron las razones que determinaron el hecho de que el hambre
oculta constituya una calamidad de los grupos humanos más civilizados. La primera de
ellas es la monotonía alimentaria, impuesta por la civilización, el hábito del hombre
civilizado de alimentarse a base de un número restringido de sustancias alimenticias.
Otro factor agravante de las carencias específicas entre los grupos más civilizados es
el uso generalizado de los alimentos concentrados, purificados o refinados.
PARA EXTIRPAR el hambre de la superficie de la tierra es necesario, pues, elevar los
niveles de productividad de los pueblos o de los grupos marginales, integrándolos a
través de los progresos económicos, dentro de la comunidad mundial. Y este aumento
de productividad depende de innumerables factores, el más importante de los cuales
es, sin duda, el tipo de organización de la explotación económica, de que participan los
individuos.
Hambre y seguridad alimentaria

 La cifra total de personas que padecen hambre en el mundo asciende a 815 millones:
o En Asia: 520 millones
o En África: 243 millones
o En Latinoamérica y el Caribe: 42 millones
 Porcentaje de la población mundial víctima del hambre: 11 por ciento
o Asia: 11,7%
o África: 20% (En África occidental, 33,9%)
o Latinoamérica y el Caribe: 6,6%
Impacto de los conflictos

 De los 815 millones de hambrientos del planeta, 489 millones viven en países
afectados por conflictos 
 La prevalencia del hambre en los países afectados por conflictos es entre un 1,4 y un
4,4 por ciento más alta que en otros países
 En contextos de conflicto agravados por condiciones de fragilidad institucional y
ambiental, esa prevalencia es entre 11 y 18 puntos porcentuales más elevada
 Las personas que viven en países afectados por crisis prolongadas tienen casi 2,5
veces más probabilidades de padecer subalimentación que las que viven en otros
lugares.
 6 000 000 de personas padecen hambre en Argentina.
 

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