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El paradigma de un Estado “fallido” y “colapsados”: Somalia

By ANA LÓPEZ

Universidad Complutense de Madrid

Somalia es un caso único. representa como éste la realidad a la que se quiere hacer referencia con
esta expresión. En todos los Estados a los que nos hemos referido en el apartado anterior
encontramos, en mayor o menor medida, alguno o algunos de los signos que conducen al
debilitamiento, a la crisis, o la fragilidad del aparato estatal y que han llevado a hablar de ellos en
términos de fracaso. Pero, sin lugar a dudas, nadie como Somalia aúna todos los elementos, todos
los rasgos que identifican el fallo de un Estado:

Un país en el que el gobierno no tiene el control real de su territorio, ni es considerado legítimo por
parte importante de la población, no ofrece seguridad interna, ni servicios públicos especiales a sus
ciudadanos, y no ostenta el monopolio del uso de la fuerza. Una situación que tras prolongarse
durante casi dos décadas parece haberse convertido en endémica. Ello le convierte en el paradigma,
en el arquetipo de un Estado “fallido”. Grosso modo sus aspectos más relevantes, que sirven para
situarnos en un mejor entendimiento de la realidad a la que se refiere la expresión Estado “fallido”,
son los que exponemos a continuación La Somalia actual surgió el 1 de julio de 1960 con la unión de
los territorios del Protectorado de la Somaliland británica y la Somalia italiana.

La entonces denominada Somaliland francesa conseguiría la independencia por separado,


convirtiéndose en la actual Djibouti. Los primeros diez años de existencia se caracterizaron por los
intentos por establecer una democracia multipartidista con un Estado fuerte y centralizado que
estuviera por encima de las relaciones ‘clánicas’ a las que la población daba una mayor importancia
política y social. La corrupción imperante en las esferas políticas y administrativas, la polarización
política y la incapacidad de consensuar un sucesor tras el asesinato del Presidente Abdi Rashid Ali
Sharmarke, condujeron al golpe militar Siad Barre en 196940.

El gobierno de Barre se caracterizó por el establecimiento de una relación estratégica con la URSS,
la nacionalización de parte de la economía, la invasión de la meseta de Ogaden en Etiopía, así como
la tensión entre clanes (prohibió los clanes y promovió el socialismo por encima del tribalismo).
Sumado a las hambrunas y sequías que asolaron intermitentemente el país, Siad Barre fue incapaz
de gestionar el caos. En 1988, una coalición de grupos opositores se rebeló contra el poder
dictatorial consiguiendo su derrocamiento en 1991.

Esta situación dio paso a una nueva lucha dentro de la coalición por ocupar el poder la cual avocó
a una guerra civil, que aún continúa, entre las milicias islámicas extremistas de Al Shabaab y Hizbul
Islam. Estos dos grupos controlan actualmente el 80% del territorio, y se encuentran en una feroz
lucha por el poder con el GFT, débil alianza formada por islamistas y respaldada por la ONU.
Mogadiscio, la capital de la ciudad, es el punto cero de este país fracasado donde gobiernan
terroristas y piratas. Desde entonces Somalia no conoce la paz. La guerra ha causado casi medio
millón de muertos y una masiva migración de más de dos millones de personas hacia campos de
refugiados en Kenia y Yemen. Durante todo este tiempo, casi dos décadas, el país ha vivido
constantes enfrentamientos y luchas internas entre clanes rivales, señores de la guerra y diferentes
facciones militares, apoyados en ocasiones por diferentes países de la región –como Etiopía o
Eritrea- e incluso por potencias extranjeras –como EEUU-. Pero no sólo eso, desde 1991 Somalia
está sumida en el caos más absoluto. En 1992 sólo estaban en funcionamiento 15 de los70 hospitales
y clínicas existentes en el país. Los sistemas de agua y saneamiento en las ciudades dejaron de
funcionar, creando serios problemas de salud. Prácticamente todas las escuelas del país estaban
cerradas. No había suministro eléctrico. El gobierno local estaba colapsado, así como la policía y la
justicia. No había bancos. Los cables eléctricos habían sido saboteados y desmantelados para quitar
su aluminio y su cobre, mientras la maquinaría industrial había sido desmantelada y vendida como
chatarra.

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