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El niño Esteban al día siguiente de haber llegado, baja del cerro, para conocer la ciudad, con
anticipación de su madre que tuviera cuidado con los carros y las gentes. Al bajar del cerro
hasta la carretera, divisó junto a la vía un billete anaranjado, que el aire iba moviendo, incrédulo
se agachó y lo tomó, era un billete de diez, lo guardo en el bolsillo, cruzo la pista, paso por un
basurero, y llego a una calle, desde ahí diviso el mercado “el mayorista”, estaba dando vueltas
dentro de la bestia, y vio a unos niños que jugaban en una vereda, de pronto todos se fueron
menos Pedro, el niños se acercó amigable y le pregunto cómo se llamaba y de donde era,
Esteban le hizo una seña con la mano, indicando el lugar, del agustino dijo Pedro, si añadió
Esteban
Jugaron bolas un rato, y esteban se sintió en confianza, y le mostró los diez soles. Pedro le
propuso ir vender revistas en la plaza de San Martín y así ganarían 15 soles, esto emocionó a
Esteban, quien regreso a casa y almorzó rápidamente para salir con Pedro.
Juntos salieron y cogieron el tranvía que los llevaría hasta la Plaza San Martín, caminaron hasta
un portón donde un letrero anunciaba revistas al por mayor, Pedro seleccionó y dijo paga,
Esteban vaciló, no fue fácil desprenderse de su billete, sacó el billete del bolsillo y Pedro se lo
quitó de la mano y pagó.
Esteban pidió un pan con jamón costaba 1.2 compró galletas, regresó al puesto de ventas y ya
no estaba Pedro, tal vez me demore mucho y fue a verme, o fue a cambiar sencillo, se dijo. Ya
era las cinco, y las seis, y ya marcaba la siete, y no aparecía Pedro ni las revistas y mucho
menos los quince soles. Esteban comprende lo difícil que es para un extraño vivir en una ciudad
tan grande y desconocida, mordisqueó una galleta y se dirigió a tomar el tranvía de regreso
Enrique Congrains