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E L B�RCO DE VAPOR

Carlos Villanes (airo


Las b a l l e n a s
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En el

esquimal, y
Polo Norte, Yak,

su abuelo descutnn una


un joven '
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V ca u ti va s
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familia de ballenaa atrapadas en el
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Carlos Villanas Cairo u
hielo. Sin ayuda, los enonnes catéceoa
LAS BALLENAS
morirán ilT8mediablemente. Hay que "
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CAUTIVAS
hacer algo, y rápido. •
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Una increlble aventura basada en

hechos reales.

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A PARTIR DE 9 AÑOS •

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ISBN 978-956-349-780-9

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9 789563 497809
Las ballenas cautivas

Carlos Villanes (airo

Ilustraciones: Jesús Gabán

Dirección literaria: Sergio Tanhnuz

Primera edición: septiembre de 1 9 9 1

Primera edición en Chile: noviembre de 2014


A Félix Rodríguez de la Fuente,

© del texto: Carlos Villanes (airo que cayó en Alaska


© de las iluslraciones: Jesús Gabán
y también amaba a las ballenas.
© Ediciones SM Chile S.A.

Coyancura 2283, oílcina 203

Providencia, Santiago de Chile.

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Telérono: 600 381 13 12

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www.ediciones-sm el

Registro de propiedad intelectual: M-47708-2010 (España)

ISBN: 978-956-349-780-9

Impresión: Salesianos Impresores

General Gana 1486, Santiago, Chile

Impreso en Chile/ Printed in Chile

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro,

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159760
r

1 El canto de las ballenas

EsTE año se ha adelantado el invierno. Las ven­

tiscas heladas del Polo Norte han congelado de­

prisa la superficie del mar y sobre su azul intenso

ahora se tiende un manto tan blanco que hiere los

ojos cuando reverbera con el sol. En pocos días, la

capa de nieve se ha hecho gruesa y ya puede sopor­

tar el peso de un trineo tirado por ocho perros.

Ahora también amanece más tarde y, al alba, un

lánguido sol, amarillento como desteñido, anuncia

que será un día muy frío y despejado.

La madre de Yak enciende el fuego familiar y,

mientras se cocinan los alimentos, el padre distri­

buye los trabajos del día.

Yak y el abuelo irán de pesca mar adentro, so­

bre la nieve, en el pequeño trineo�"9Sl'l�e y los

dos pequeños rastrearán, en la,,f'.,f;'fciRal� del

acantilado, la pista de los ú l t ir '


o i ni�i'<g>,tlel°'«n ño.
• � 1 p "ét·aco
-Yo me internare en el bosl uef��tiSiª al-

gún reno salvaje -dice Roy, el p ·�4é.� � m­

ños, al abuelo, a su esposa y com)•ru¡¡2fl!:12J�>t�

7
El abuelo tiene distintos métodos para pescar,
Este año no tendremos carne de ballena para el
y acompaii.arlo siempre ha sido una fiesta. Conoce
invierno. Ya se han ido todas hacia los mares cá­
muchos secretos de la vida marina y cuenta histo­
lidos.
rias casi increíbles, como la de aquella primavera
Yak desayuna con sus padres; luego se embute
cuando se quedó varado durante varias semanas
dentro de sus gruesas ropas esquimales, todas de
sobre un bloque de hielo y sobrevivió comiendo
cuero y confeccionadas con las pieles de los ani­

males que él mismo cazó. pescado crudo.

Hay una leyenda que apasiona y llena de orgullo


El muchacho sale al patio llevando los aparejos
a la comunidad. Al joven esquimal se la ha contado
de la pesca. Le miran sus perros y ladran ansio­
el mismo Ted Lindsay, ese amigo bueno que tam­
samente queriendo soltarse de las correas que los
bién quiere mucho a los animales: «Yak, tu abuelo
atan a las estacas. Presienten que irán en busca de
interpreta el canto de las ballenas y sabe además
carne y podrán darse un festín.
qué significan los extraños sonidos del mundo
Yak se acerca a los animales, los acaricia.
submarino. Es un hombre sabio».
-¡No! Ahora no vendréis conmigo -les dice, y
En su juventud, el abuelo fue un gran caza­
deposita sus instrumentos sobre el pequeño tri.neo
dor de ballenas. Todos sus secretos se los e n s e ñ ó
con patines de colmillo de morsa, que avanzará
a Roy, el padre de Yak, y ahora el muchacho los
impulsado por él mismo.
aprende. En algunos temas, Roy es algo escéptico:
-¡Cuidado con alejarse mucho! -aconseja Roy-.
por ejemplo, no cree la historia del canto de las
El hielo todavía no está muy fuerte y puede que­

brarse. ballenas.

Muchas otras cosas ha enseñado el abuelo a Yak,


-Lo sé -responde el abuelo, y sonríe.
como «el secreto de la renovación de la naturaleza»,
La nieve está dura y el tri.neo se desliza con gran
que realmente es muy simple: al recoger huevos,
facilidad.
debe siempre dejar la mitad de ellos en el nido,
-¿Y cómo lo sabremos?
o devolver los peces pequeños al agua, o liberar
-No picarán.
y curar si están heridos a los cachorros que hayan Ambos se quedan en silencio como si quisieran

caído en las trampas. El anciano dice que así nunca


descubrir alguna señal que les revele los designios
se acabarán la caza ni la pesca.
del otro mundo.
El abuelo sabe cuándo nevará y dónde están los
-Abuelo . . . , ¿y cómo escuchaste por primera vez

a tunes más gordos, en qué recodo del río se encuen­


el canto de las ballenas?
tran las truchas asalmonadas y en cuál las arco iris.
-Oh, hace mucho tiempo . . . pescaba en mar

Cuando viaja, corno ahora, a veces se detiene y deja


abierto y picó un pez muy gordo. Me cogió despre­

vagar su mirada por la brumosa lejanía. Yak se


venido y me tiró al mar. Quedé sumergido y creo
sobrecoge y le pregunta:
que me desmayé. Entonces pude oír muchas voces
-¿Qué miras, abuelo?
y ruidos que los mortales nunca oírnos en la super­

-El horizonte -y agi.1za sus ojos rasgados-, la


ficie. Un extraño canto llegó hasta mis oídos desde
soledad y el silencio.
la lejanía y me di cuenta de que la desconocida

Yak no lo comprende bien, pero intuye que debe


melodía se acercaba a medida que una enorme ba­

de ser algo muy sabio. Los esquimales no recluyen


llena se aproximaba. Quedé paralizado de miedo

a los ancianos en los asilos; todo lo contrario, los


porque creía que aquel monstruo me devoraría.

quieren y respetan porque representan la expe­


Pero estaba equivocado. La ballena se alejó, y con
riencia y la sabiduría.
ella su extraño canto. Salí a la superficie y vi a lo

-¡En este lugar nos quedamos! -dice el abuelo-.


lejos que un grupo de estos animales se iba, dis­

Mira, mar adentro hay neblina, y mientras el viento


parando sus chorros de vapor hacia el cielo. Nadé
no se la lleve, es preferible pescar aquí.
hasta la orilla y pude salvarme. Después supe que

Se detienen, descargan los aparejos y cortan el


se trataba de ballenas grises. Se despedían de

hielo sin mucho esfuerzo. Preparan los cebos, los


nuestras costas para iniciar su largo viaje hacia los
sedales, y los sumergen en el agi.1a. Se sientan en
mares cálidos, porque aquí ya empezaban los fríos.
cuclillas a la espera de que alguno piqu e.
Luego, muchas veces, durante la visita de las balle­

-Si el Gran Espíritu del Agua está enojado,


nas a nuestro mar, sumergido en las aguas, he po­
no vendrán.
dido sentir el mismo canto. Alguna vez alguien ha

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pensado que son puras imaginaciones mías; pero, persiguiendo el sol. Respiran como nosotros, por

Yak, aquello es tan cierto como que tú me ves en eso expulsan el aire hasta arriba.

estos momentos. -¿Abuelo? -el muchacho abre los ojos muy

-¿Quién e n s e ñ ó a cantar a las ballenas? grandes.

-El Gran Espíritu de las Aguas. -Dime.

-¿ Y por qué cantan? -¿Oyes?

-¡Para el amor y la vida' Contienen la respiración. El frío les azota el ros­

-¿Quéee? tro, pero el sonido que oyen no es el habitual del

El abuelo sonríe. viento, sino una especie de lamento que se pierde

-Cuando están enamoradas y cuando deben en la inmensidad del mar cubierto de nieve.

orientarse en sus grandes viajes buscando el sol. -Sí -rnurmura el ancíano-, parece un lamento.

Las ballenas tienen la sangre caliente, Yak, por eso -Como si alguien resoplara.

se cubren con una gruesa capa de grasa y vienen

desde muy lejos hasta aquí para alimentarse con

los bancos de gambas que hay en estos lados del

mundo. Poco antes de que se hiele el mar, huyen

'---)

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Y muestra un punto en la lejanía, allí donde se
Hacen un nuevo silencio. Pueden hasta sentir

el latido de sus corazones. Sobre esa angustiante [untan la palidez de la niebla y la blancura de la

quietud de la tundra hay un barboteo, como el de nieve. Hay tres pequeños animales que se mueven,

un náufrago. asoman la cabeza y se sumergen.

-Quizá es un oso blanco malherido. -¿Delfines?

-Puede a tacamos, ¿verdad? -¡No' No los podríamos ver desde tan lejos.

-Sí, pero debe de estar muy lejos -esfuerza la -¿Ballenas, abuelo?

mirada y su rostro se llena de arrugas como la cor­ -j'Iarnpoco! ¡Ya todas se marcharon con los pri-

teza de Llll árbol centenario--. La bnITT1a me impide meros hielos!

ver en el horizonte. Además, he visto tanto que ya El anciano quiere encontrar la solución en el

tengo los ojos cansados. viento. Otea el aire, lo aspira ruidosamente, aguza

-No, abuelo; yo tampoco veo nada. el oído para descifrar esa especie de silbido y al

Acechan el espacio abierto, que parece dilatarse final da su veredicto:

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hacia todas partes, y nada. Se concentran especial­ -¡No lo sé

mente alli donde se interna el mar, pero no descu­ Yak se queda tieso. Está a punto de hablar, pero

bren la más mínima señal. Y están mucho tiempo el abuelo lo detiene.

mirando y oyendo. -Hay una solución -díce, y comienza a desnu-

-Abuelo, ¿el Gran Espíritu de las Aguas ataca darse.

a los hombres? -Abuelo, no te irás a tirar al agua, ¿verdad?

-Sí, y algunas veces los mata. -Así es.

El muchacho se sobrecoge. Es un joven que se -Pero está helada y puedes morirte.

hace cada día más fuerte. Ha cazado ballenas re- -¡Qué va! Me desnudaré solo de medio cuerpo
. '

nos salvajes con cuernos como ramas afiladas y y meteré la cabeza en el agua. Tú me sujetas de los

hasta algún oso blanco, pero se atemoriza ante el pies para que no me caiga. Así podremos saber si

posible ataque de un espíritu. se trata de ballenas o de qué. No olvides que yo

-Mira, el viento empieza a disipar la niebla. entiendo su canto.

Pasan los minutos y tampoco pican los peces. Yak traga saliva. En el fondo, sin perderle el res­

-¡Abuelo, fíjate' peto, cree a medias las cosas fantásticas que cuenta

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el abuelo. Estarse alli con medio cuerpo debajo del -Pero, abuelo, estamos lejos de casa, y también

agua helada es una aventura que puede matar a de esas que tú dices que son ballenas; además, mi

cualquiera. padre se ha ido de cacería.

-Abuelo, tú no irás a hacer eso, ¿verdad? -¡Haz lo que te digo! ¡Encuéntralo y vuelve con

Pero el abuelo lo hace. el trineo grande y todo lo necesario para la caza!

Está un buen rato con la cabeza metida en el Ya verás como nuestros perros vuelan sobre la nie­

agua mientras el pobre Yak, entre asustado y sin ve.

creérselo del todo, lo sostiene por ambas piernas, El muchacho no replica. Empuja con todas sus

Por fin, emerge la cabeza gritando: fuerzas el pequeño trineo y pronto se desliza a gran

-¡Las he oído! ¡Las he oído' ¡Sácame, muchacho! velocidad en busca de su padre.

Yak seca rápidamente al anciano con la parte La suerte ayuda a la empresa. El camino le pa­

peluda de su chaquetón de piel y le ayuda a ves­ rece corto, y cuando llega a casa encuentra a sus

tirse, mientras el anciano insiste: padres desollando un reno que Roy ha cazado por

-¡Son ballenas, ballenas! ¡ Y no cantan, sino que alli cerca.

están gritando, desesperadas! Posiblemente han Yak relata rápidamente todo el suceso.

quedado prisioneras y no pueden marcharse con -¿No será alguna otra historia de mi padre? -se

las demás. inquieta Roy.

El joven esquimal cierra los ojos. Aquello es in­ -También yo los he visto -dice Yak-, pero no sé

creíble.
si son ballenas.

-¡Yak, vuelve en el trineo y busca a tu padre! -¡Deprisa, Roy, el abuelo te necesita' -dice la

¡Yo avanzaré hasta el lugar de las ballenas' esposa.


Y mientras el padre busca sus arpones y sogas, -No. El agua está congelada y estos animales

Yak y su madre enganchan los seis perros dispo­ pesan muchísimo . . . M orirán su, remedio.

nibles al trineo,
-Abuelo, ¿has visto algo parecido a lgu.na vez?

La travesía dura algo más de una hora. La vita­ -Hace m ucho tiempo ... y no se salvaron.

lidad del muchacho y la historia del abuelo metido -¿Y por qué no avisamos a nuestro amigo ed
T

en el agua helada, que Yak cuenta entre gritos y son­ Lindsay? -insiste Yak.

risas, entusiasman al cazador de ballenas. Pronto -Porque, igual que nosotros . . . , no podrá hacer

descubren que el buen viejo no se ha equivocado. nada -dice el abuelo.

El abuelo, ju.nto a ellas y sentado en cuclillas,

las mira con una especie de pena y devoción.

-¡No nos valen, Roy' -dice al ver a su hijo-. ¡Son

ballenas grises y tienen el cuerpo lleno de parásitos'

Roy las analiza con cuidado mientras los gigan­

tescos animales emergen, de tanto en tanto, a la

superficie dando resoplidos y arrojando por el mo­

rro una estela de vapor, algo así como un aliento

tibio que el frío del Ártico hiela en el acto.

-Efectivamente, abuelo . . . , no están buenas para

congelarlas, ni para comerlas.

-¿Y la grasa y la piel?-duda Yak.

-La grasa es mala y la piel tiene incrustadas ré-

moras. ¡No nos valen'

-¡Pobres! No aguantarán LUl par de días más.

¡Mira cómo se han dañado la cabeza tratando de

romper el hielo para salir a la superficie y respirar!

¡
- M ira, mira! La más pequeña es la que tiene

las h eridas más grandes.

-¿Existe alguna orma de salvarlas?


f

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2 La vuelta al inundo

en ochenta segundos

UN vociferante despertador musical quiebra el

sueño de Bob Smith. Es un hombre simpático, joven

y atlético. Pulsa un interruptor que enciende todas

las luces de su pequeña vivienda y, literalmente,

brinca de la cama. Da varios saltos al pie de su le­

cho, hace flexiones, pega trompadas al aire y unos

segundos después está cantando bajo la ducha.

Se frota vivamente y enciende la cocina para

prepararse un «desayuno sostenido», como llaman

los norteamericanos al zumo de fruta, jamón con

huevos revueltos, cereales vitaminados con leche,

tostadas y café negro.

Media hora más tarde estará instalado en su

despacho, filial de la Enterprise Intemational, una

de las cadenas más importantes de televisión de

los Estados Unidos. Bob es jefe de los servicios in­

formativos de la estación retransmisora de Punta

Barrow (Alaska), situada en la parte más septen­

trional del planeta, prácticamente en el Polo Norte.

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servicios de su helicóptero, un viejo aparato que
Se enfunda una cazadora y los pantalones tér­
él mismo arregla y mantiene.
micos, que le dan un leve aire de oso polar, porque
Bob atraviesa, visiblemente contrariado, la calle.
fuera, a la intemperie, hay 20 grados bajo cero. Con
No hay cosa más molesta para un periodista que
solo cruzar un par de calles, llegará a la estación.
alguna información escape entre sus dedos, incluso
Se dispone a salir y suena el teléfono.
corno ahora, cuando en unos minutos podrá tener
-¿Bob? ¡Hola! Soy Ted Lindsay. ¡Tengo una
la respuesta. ¿Pero qué bicho puede haberle picado
auténtica primicia para ti!
a un hombre tan serio como Ted Lindsay para
-¿Qué hay, Ted? Hombre, ¿de qué se trata?
montar tanto aparato?
-Ven a los estudios y lo verás tú mismo.
En la puerta de la estación le aguarda su amigo.
-Oye, por poco sales en antena y me dices que
Esto despierta todavía más su curiosidad.
encienda el televisor para ver tu primicia. Ted,
-Hombre, Ted. ¿No será un nuevo agujero?
ahora en serio, dime qué sucede.
-De alguna forma, sí. Es un agujero.
-¡Hablo en serio, Bobl ¡Cruza la ca lle y tendrás
-Vaya, vaya. ¿De qué se trata?
la respuesta! -y cuelga el teléfono.
-Compruébalo tú mismo.
-¡Vaya broma! -se impacienta Bob, y sale apre­
Se estrechan las manos efusiva.mente. Compar­
suradamente.
ten la aventura de vivir en el gi·an páramo helado
Ted Li.ndsay es ecologista de profesión. Se ha es­
desde ha.ce algunos a ñ o s . Juntos, han colaborado
pecializado en varias universidades del mundo so­
para solucionar casos desesperados, como cuando
bre la conservación del medio ambiente y la fauna
un petrolero que rompió el casco produjo la pri­
del Polo Norte. Desde hace años vive enAlaska de­
mera marea negra, o cuando aviones pequeños se
dicado al estudio y la conservación del ecosistema,
quedan atrapados en la nieve, o cuando se trata de
y de vez en cuando, al transporte desesperado de
localizar a personas perdidas, generalmente expe-
hombres que en algw1a emergencia recurren a los
dicionarios científicos. Alguna vez han identifica­
-¿Las encontraste tú mismo?

do también los globos sonda que se extravían con


-No. ¡Qué v a ! Unos esquimales las descubrie-
valiosa información meteorológica. Ahora lo que
ron, ellos me informaron. Yo avisé al ejército y, des­

más les preocupa es el agujero que se ha abierto


pués de consultarlo en Prudhoe Bay, me ofrecieron
en el Polo Norte y por donde se escapa al vacío el
ayuda.
ozono de nuestro planeta, poniendo en gravísimo
-¿AJ ejército?¿ Y se puede saber qué pintan ellos
peligro a la humanidad. Caminan hasta la sala de
en esto?
grabaciones. Allí les aguarda un video listo para
-Mira, Bob. Antes de hablar con el ejército, me

funcionar.
monté en el helicóptero y recorrí las inmediaciones
-¡Adelante! -dice Bob.
del agujero de las ballenas. En muchos kilómetros

En la pantalla, con una toma desde el aire, en


a la redonda, el hielo ha b l o q ueado ya la salida
medio de una interminable llanura cubierta de nie­
natural al mar. Sin una ayuda de gran envergadu­
ve, aparece un agujero abierto sobre el mar, del que
ra . . . , adiós ballenas.

asoman de tanto en tanto las cabezas de unas ba­


-Amigo, me parece muy tierno ver a unos esqui­
llenas. Mientras, a los costados, unos esquimales
males tratando de salvar a esos gigantescos mons­

golpean los bordes del hielo, como si trataran de


truos prácticamente con las manos. Supongo que
agrandar el respiradero artificial.
puedo usar estas imágenes para mi emisión de la
-¡Están atrapadas y luchan desesperadamente
Enterprise.
por sobrevivir'
Lindsay da un golpecito con el puño cerrado en
-¿Ballenas grises?
el hombro de Bob y sonríe:
-Sí. Dos adultas de unos cinco años y otra menor.
-¡Es lo que más deseo, amigo!
-¿Es posible a estas alturas del afio?
Bob mira el reloj.
-Las estás viendo, ¿no?
-Debo emitir en menos de m ed i a hora. Oye . . .
-¿Cuándo realizaste las tornas?
¿Y qué ganáis los ecologistas con todo esto?
-Ayer, naturalmente.
- Nada. S imp leme n te, sa lv ar a tres ballenas
-·¿Y a qué distancia están?
atrapadas.
- ¡Im a gín ate ! ¡A menos de diez minutos en he-
-¿Salvarlas? ¿Estáis loco s? ¿ Y para qué, si cada
licóptero!
año mueren centenares de ballenas grises?

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-Sí, Bob; pero nuestro país, por ahora, respeta la llegado . . . Claro, son conscientes de que esta opera­

tregua y no las mata. Son otros los que tienen in­ ción puede durar varios días y el costo sería muy

dustrias balleneras. Si nosotros las sal vamos, dare­ elevado; pero ya está bien de tantos gastos que a

mos al mundo una lección de amor a la naturaleza. veces resultan inútiles. Si diariamente estarnos des­

-Ya, ya, pero eso es muy discutible y un poco truyendo el mundo con pulverizadores que quitan

patnotero. Se trata de una idea tuya y andas bus­ el ozono, vertidos venenosos que contaminan ma­

cando apoyo oficial para esta aventura, ¿verdad? res y ríos, incendios que devastan bosques o talas

Ted se pone muy serio. incontroladas como la del Amazonas, que está des­

-Ayer hablé por radio con varias asociaciones truyendo el mayor respiradero de la Tierra, ¿cómo

de protección a los animales y, dadas las caracterís­ es posible que no luchemos por salvar a unas balle­

t1c�s _del probl,ema, que yo mismo he constatado, nas? Y no por el valor intrínseco que ellas tengan,

la uruca solución es interesar al ejército. Pedí ayuda sino por cuanto simboliza el acto de salvarlas . . .

a Prudhoe Bay Y ellos me prometieron hablar di­ -Bueno, Ted, ya está bien. Me estás haciendo

rectamente con Washington, y hasta allí hemos un discurso . . . Ya está bien.


-¿Discurso? Hombre, es la pura verdad. Ade­ en la emisión matinal! -dice mientras, puesto al

más, ya estamos hasta las narices con la campaña ordenador, teclea con su clásico vigor una nota

de Bush y Dukakis, así que démonos un respiro y dramática, directamente a los teletipos.

salvemos a esos pobres animales. ¿Acaso no somos

una nación que puede darse la satisfacción de sal­

var a unas ballenas bloqueadas por un desierto de UNOS MINUTOS DESPUÉS, llega la hora punta de la

hielo? -Ted hace una pausa. Su rostro se ha puesto mañana. Es el preciso momento en que millones

encamado por la vehemencia-. ¡Ahora entras tú y de niños norteamericanos, frente al televisor en­

electrizas a la opinión pública con tu información cendido, toman el desayuno para ir al colegio.

desde Alaska! ¡Debemos ayudarlas, Bob! Chico, Muchos canales, en serie, retransmiten la primera

¿no te parece una poesía? emisión del telediario.

-¡Ted, me parece que están manipulando tu in­ Sin mediar palabras, la pantalla emite una esce­

curable ecologismo' Aunque si es como tú lo plan­ na en primer plano de las ballenas grises que sur­

teas, no dejaría de ser una noticia de mucha reper­ gen del agua y tratan de respirar trabajosamente,

cusión, tierna, sen timen tal, de esas que encantan al mientras se oye una especie de sordo gruñido de

público. los chorros de va por que parecen helarse por el frío

-Hay una cosa, Bob. Todo depende de la reac­ polar.

ción que pueda suscitar en el espíritu de la gente El insólito espectáculo paraliza a todos, a niños

esta noticia. Por eso . . . , en la primera emisión con­ y a mayores. Luego aparece un rótulo escrito letra a

viene mencionar al ejército. Debe haber una res­ letra, rápidamente, con el inquietante traqueteo de

puesta del público que apoye las gestiones de los la impresión mecánica: ¡Morirán si no las salvamos!

que cuidan la vida de los animales. La noticia electriza a la gente y hay un «[oh!» de

-¡De acuerdo' exclamación que recorre, de costa a costa, el país

Bob llama a su secretario. Le pide una con fe­ más informado del mundo.

rencia con la oficina central de la cadena en Nueva La cámara se aproxima a un grupo de esquima­

York. les que trata, infructuosamente, de agrandar la pis­

-¡Dile a Collins de mi parte que se trata de algo cina artificial donde mantienen vivas a las balle­

muy grande y que nos den un espacio preferencial nas. Se enfoca a los cetáceos y estos surgen, como sr

28 29
respetaran su tumo una y otra vez, oteando afano­ Unidos, no se podrá llevar basta el mar abierto a es­

sarnente en la superficie para seguir viviendo. tas gigantescas pero inofensivas ballenas que per­

-Tres ballenas grises se encuentran atrapadas manecen retenidas en Alas ka, mientras sus herma­

en el mar congela.do de Ala.ska. Es una lucha deses­ nas salieron desde esta zona hace varios días para

perada contra la muerte. Varios esquimales que vi­ pasar el invierno en las costas de Baja California

ven en la zona han presta.do desinteresa.da.mente su y México.

ayuda para agrandar con sierras mecánicas el agu­ Nuevos primeros planos de los cetáceos, de los

jero que permite a estos gigantescos mamíferos, los esquírnales, y la voz del locutor:

mas grandes de la creación, salir del a.gua y respirar -¡Hagamo s alg o p or salvar a estos i n f el ic e s

nuestro oxígeno -dice la voz bien timbrada y paté­ animales! En el telediario de la noche les daremos

tica. del locutor-. El frío es cada vez más intenso, mayor información. Desde Punta Ba.rrow, el lugar

y pronto los esfuerzos de los esquírnales nada po­ más frío del planeta, les ha informado Bob Sm.ith.

drán contra la inclemente naturaleza. Hay niños pequeños que están a punto de ll o­

Aparece en primer plano la figura de Bob Srnith rar. Otros planean telefonear. Muchos se enteran

y, en un fondo proyecta.do, la imagen de las ballenas. de que las ballenas respiran como nosotros y que

-La buena intención no basta, y si no intervie­ pueden morir de frío. Todos tienen algo que decir.

nen organismos especializados, como las empresas Esos feos y gigantescos cetáceos se han rransforma­

que tienen pozos de petróleo a unos kilómetros de do por la magia de la televisión en unos simpáticos

aquí o, quién sabe, el mismo ejército de los Esta.dos animalitos que agonizan en el Polo Norte.
Too LINDSAY VIVE, acompañado de un perro y un
enviados especiales comenzarán a llegar en canti­
gato, en un pequeño apartamento de una sola plan­
dad. Ha bastado muy poco tiempo, tan solo ochenta
ta, cercano al campo de aterrizaje de Barrow. Allí
segundos de emisión, para que la noticia diera la
tiene instalado un potente equipo de radio de onda
vuelta al mundo, y los resultados ya se dejan sentir.
corta con la frecuencia abierta casi permanente­
Bob llama a Lindsay. Comentan animadamente
mente, lo que le permite una fácil comunicación
el éxito de la empresa y trazan estrategias comunes.
con cualquier parte del mundo.
-Hay un detalle que me preocupa. ¿Sabes cuál es?
Esta vez Lindsay no se ha equivocado. Le lla­
-No -se encoge de hombros Lindsay.
man desde los más insospechados lugares pidién­
-¡El ejército tarda demasiado en contestar!
dole información y mostrando su solidaridad con
-Tranquilo, Bob. Debe de estar tomando im-
la cruzada de salvar a las tres ballenas atrapadas.
pulso.
Tanto es el entusiasmo, que comienza a dudar un

poco si todo esto no irá a convertirse en una es­

pecie de carnaval sobre el hielo, bajo la carpa des­

conocida, generosa, pero también olvidada, de

Alaska.

A Bob Smith le falta personal para atender por

radio, teléfono y teletipo las angustiosas llamadas

en busca de información de última hora de agen­

cias de noticias, cadenas de radio, televisión, y eco­

logistas de todas partes. La noticia se difunde por

mares y continentes, creando en el acto una extraña

solidaridad que emociona y sorprende. ¡Hasta un

país en guerra -tal vez como una alucinada catarsis

a su cotidiana destrucción- llama manifestando su

adhesión a la empresa!

Bob no desprecia el menor argumento para lle­

varlo a las pantallas, y le anuncian que pronto los

32
3 Alerta blanca

LAs palabras mágicas de Bob Smith: «En el te­

lediario de la noche les daremos mayor informa­

ción», han servido para que cientos de miles de ni­

ños vayan con esa idea en la cabeza a sus colegios.

La noticia, boca a boca, corre por todas partes,

también en otros idiomas.

No solo los chicos hablan de las ballenas. Ese

niño escondido que todos los adultos llevan dentro

es el mejor agente para difundir la novedad.

Y por fin llega la hora del esperado telediario:

-Desde PLU1ta Barrow, en Alaska, cerca del Polo

Norte, les habla Bob Smith. Tres ballenas grises,

dos adultas y un bebé, continúan atrapadas en los

hielos del Ártico, a tan solo catorce millas de nues­

tra estación retransmisora de televisión, la única

en cientos de kilómetros a la redonda. Todo em­

pezó cuando LUl esquimal llamado Roy avisó a Lll


l

ecologista, y este al ejército, de que, con su padre y

su hijo, habían descubierto unos cetáceos varados

35
en medio del mar congelado, en un agujero, sin la al nacer pesan ya más de una tonelada, parecen

menor posibilidad de fuga. ahora los seres más desprotegidos del mar y penna­

La pantalla muestra a las ballenas que salen, de necen a la deriva abandonados a su suerte, a no ser

tanto en tanto, a la superficie para respirar. Reso­ por la amistad y el cariño de los esquimales. Ellos,

plan ruidosamente y, después de unos segundos, voluntariamente, cortan con pequeñas motosierras

expulsan por los lomos dos chorros de vaho tibio, el hielo, que se hace cada vez más fuerte.

que disuelve el frío y hace más patética la sensa­ La cámara enfoca a varios hombres menudos,

ción de agonía. Se agitan temerosas, y con sus ojos, achinados y muy morenos. Vestidos con grandes

diminutos para sus caras tan grandes, contemplan chaquetones de piel y pantalones muy abultados,

el mundo con desesperación. parecen osos de peluche. El resoplido de los cetá­

-Estos gigantescos mamíferos pesan alrededor ceos se quiebra por el zumbido de las sierras y el

de cuarenta toneladas y, a pesar de sus grandes es­ ruido que producen en contacto con el hielo.

fuerzos, es posible que dentro de unos cuantos días, De pronto, se presenta el sirnpá tico rostro sur­

o quién sabe si dentro de algunas horas, mueran cado de arrugas y sonriente de un anciano. Ted

irremediablemente, congelados por este frío de vein­ Smith, con un micrófono en la mano, se le acerca:

ticinco grados bajo cero -dice el periodista, hace -Tú eres el padre de Roy y el abuelo de Yak,

una leve pausa y continúa-: Se nos hiela el aliento al ¿verdad?

contemplar que estos grandes monstruos, con toda El hombre asiente con la cabeza y muestra su

seguridad los animales más grandes del mundo, que sonrisa.


-Tú fuiste el primero en llegar hasta las ballenas -¡Alú lo tienen! Este buen abuelo se metió deba­

mientras tu nieto iba en desesperada b ú s q u e d a


jo del agua para captar el lenguaje de las ballenas.

de ayuda. ¿Cómo las descubriste?


Conversa de noche con ellas y está empeñado, como

-Me guio el Gran Espíritu de las Aguas.


todos, en salvar la vida de estos simpáticos animales

-Te dijo: «¡Anda por allí, gue te están aguar-


que ya han entrado en todos los hogares del mundo,

dando tres ballenas'».


y lo sabemos porque centenares de telegramas, té­

-¡No! Metí la cabeza en el agua y oí sus gritos


lex y llamadas telefónicas nos piden información

desesperados. Yo conozco su lenguaje y fue fácil desde todas partes. Los primeros con-esponsales de

dar con ellas. Sentí gue me llamaban, gue me de­


periódicos y revistas ya han comenzado a llegar a

cían gue debía correr a ayudarlas a salir y que no


Barrow,

querían morirse congeladas en el mar m.ientras sus


Los espectadores se aproximan a la ballena bebé

hermanas marchaban en b ú s q u e d a del sol y em­


por medio de un primer plano. De esta manera, se

pezaban a veranear en los mares calientes. muestran con todo naturalismo las heridas que el

Bob sonríe levemente y pregunta con cierta


anima I tiene encima del morro.
ironía:
-En su desesperada acción por romper el hielo

-¿Te han dicho alguna cosa más?


y mantener el agujero gue les perm.ita respirar,

-¡Oh, sí! Dicen que están muy tristes, que tal


todas las ballenas se han producido heridas. Sin

vez no puedan llegar a tiempo al agua cálida


embargo, la más pequeña, como aprecian en sus

donde vivir en paz y que no saben cómo se distra­


pantallas, es la más afectada.

jeron para gue el gran hielo les cerrara las puertas Se enfoca a un hombre simpático, algo mayor

del mar.
pero vigoroso. Bob lo toma de un brazo.

-¿Cuándo te han dicho todo eso?


-Les presento a Ted Lindsay -dice el periodista-.

-Anoche, cuando nos quedamos junto a ellas


Fue héroe durante la II guerra mundial y ahora cui­

cuidándolas para que no las ataquen los osos blan­


da de la fauna y del ecosistema de Alaska. Captó

cos, que deben de andar por aquí cerca, rondando


las primeras imágenes, gue ya dieron la vuelta al

por el olor a carne fresca que despiden las pobres


mundo por televisión.
ballenas.
El locutor se dirige a Ted.
Bob mira fijamente a la cámara:
-¿Crees que podremos salvar a las ballenas?

38
39
-Sí. Absolutamente. Confío en la ciencia y en -Simplemente, tratemos de salvar a las balle­

la tecnología para sacar adelante a estos infortu­ nas. Cualquier trinchera es válida.

nados ejemplares de la fauna marina. La cadena de televisión pasa, una vez más, las

-¿Crees gue vendrá alguien a rescatarlas? primeras escenas tomadas desde el helicóptero de

-Las _instituciones privadas no tienen la capaci- Ted Lindsay, ya emitidas por la mañana, con las

dad suficiente, pero guedan el ejército y sus gran­ que el mundo ha despertado su admiración por

des recursos para hacer posible tal milagro. este caso singular.

-¿Hay peligro de extinción de las ballenas -¡Finalmente, tenemos otra primicia ! -retorna

grises? la imagen de Bob, gue desdobla una pequeña chu­

-No por_ ahora. Se trata de una especie protegi­ leta y dice-: La compañia norteamericana Petro­

da y sus nuembros deberían ser cuidados. leum Star Corporation, gue realiza prospecciones

-¿Algún mensaje especial? a pocos kilómetros de aquí, nos comunica gue

enviará cinco toneladas de gambas y otros maris­

cos para la alimentación de la familia de ballenas,

y también proporcionará unas motosierras es­

peciales gue harán todo lo posible por mantener

abierta la piscina artificial para gue los animales

puedan respirar mientras llega la ayuda oficial.


, 1 , dí 7
CAE LA NOCHE sobre el silencio helado del océano -¿Crees que yo po d re a gun ia:

Ártico. Camarógrafos y periodistas se retiran en -Sí, pero únicamente cuando tengas verda-

trineos mecánicos gue los esquimales de Barrow


dera fe.
les han alquilado por 200 dólares. Fuera, el viento del Polo Norte aúlla en la noche.

Junto a las ballenas se han instalado un campa­

mento y un generador portátil de electricidad, gue

mantiene dos pegueños reflectores sobre las ballenas

y que da algún calor a las dos tiendas de campaña.

Dos turnos de hombres se relevan durante la

noche para proteger a las ballenas del posible ata­

que de los feroces osos blancos que, al parecer,

merodean por la zona.

Entre los esquimales voluntarios que han toma­

do como un reto la experiencia están, en prime­

ra fila, Yak y su abuelo. Ambos han cumplido su

guardia y descansan en una tienda.

-¿Duermes, abuelo?

-No. Hablo conmigo mismo.

El muchacho se queda pensativo, tumbado

sobre una colchoneta cómoda y abrigada gue le

permite un confortable descanso.

-Abuelo, ¿cómo es la voz del Gran Espíritu de

las Aguas?

-Como otra cualquiera, pero se oye directa­

mente con el corazón.

-¿Es fácil entenderla?

-Depende. Unos la oyen pronto, algunos la

oyen y no la entienden y otros nunca podrán oírla.

42
4 Las fuerzas de tierra, mar y aire

EL ecologista recibe un telegrama urgente despa­

chado desde Washington:

Ted Lindsay. Stop. Punta Barroio, A/aska.

Stop. A petición pueblo americano, Fuerzas Espe­

ciales de los Estados Unidos asumen compromiso

de salvar ballenas cautivas océano Glacial Ártico.

Stop. Confiamos éxito total de operación. Stop.


1

No escatimaremos esfuerzos para conseguirlo.

Stop. Comprendemos dimensión de la empresa


!
y por lo mismo participarán en acción conjunta 1

Fuerza Aérea, Marina y Servicios Especiales 1

del Ejército. Stop. Comandante Raymond Cooper

jefe Alaska Army National Guard asume el co­ j

mando de Operación Rescate. Stop. Establecemos 1

contacto telefónico y radial abierto frecuencia 1

NCH, 78.2 de manera permanente. Stop. Buena

suerte. Stop.

General Philip B. Houdson

U.S. Anny - Washington D.C.


-¿ Y quién te ha dicho eso?
Ted Lindsay termina de leer, arroja el papel

hacia arriba y lanza su grito de vaquero texano, -El abuelo de Yak.

El ecologista se queda pensativo y no responde.


reservado para momentos de triunfo:

-¡Yuuuppiii, lo conseguimos! -dice-. Será un -¿Hola? ¿Me oyes, Ted?

-Sí, Bob . . . ¿Sabes? -hace un nuevo y a.ngustia.n-


rescate histórico.

te silencio, y finalmente dice-: ¡Ese viejo tiene toda


Llama en el acto a Bob Smith y le cuenta, entre

gritos de felicidad, la noticia. La campaña ha la razón'

-¿Es posible? Apenas ha.ce treinta horas que les


triunfado y ahora queda el trabajo menudo.
dimos cinco toneladas de gambas y mariscos.
-Te felicito -dice el periodista sin alterarse-,
-Ya lo sé. Para tu conocimiento, estos animali­
pero tenemos otro grave problema.

tos consumen, ca.da uno, dos toneladas diarias de


A Lindsa.y se le enfría la euforia.
mariscos, y como no pueden pescar nada en su lu­
-Dime, ¿qué pasa?

cha por sobrevivir . . . Además, con el hambre atra­


-¡ Las ballenas tienen hambre'

sada que tendrían, es lógico que lo devoraran todo.

-¿ Y qué piensas hacer?

-No lo sé. Tal vez llamar a Raymond Cooper,

asignado por Washington para dirigir esto.

-Pues chico, no te quedes a.hi. Llama a Cooper,

Que las ballenas se mueran de frío pasa, pero de

hambre, teniendo a Estados Unidos de protector,

sería el colmo. Adiós y suerte, que ya tengo dos

magníficos argumentos para mi próximo telediario.

Raymond Cooper no está en su despacho. Sus

oficiales informan a Ted Lindsay de que no puede

ponerse en ese momento porque realiza una ins­

pección rutinaria de su personal.

-Tan pronto como sea posible, el comandante

le llamará -le dicen a Ted.

47
PASA UNA HORA y por fin suena el teléfono. -Ya lo veo. Pero no olvide que hay miles della­

-¿Ted Lindsay? -pregunta una voz femenina. madas y adhesiones de siete organizaciones eco­

-Diga. logistas que apoyan nuestra campaña.

-¿Es usted el ecologista que coordina en Punta -Son trece, señor Lindsay. Ayer se pronunciaron

Barrow el salvamento de las ballenas? cuatro más de Europa, dos de Japón y hasta una

-Sí. Bueno, yo veo la cuestión biológica. La parte de África.

operativa está a cargo del comandante Raymond -Gracias por la información. ¿Alguna cosa más?

Cooper. -Solo algo muy personal ... Tengo un hijo de siete

-Bien, eso también lo sé. Soy Juliet Adams. de años que ya anda chiflado por las ballenas . . . , y lo

Sun Review de Nueva York. ¿Es cierto que las balle­ tengo aquí llorando junto al teléfono porque el

nas atrapadas están a punto de morirse porque el profesor le ha dicho en el colegio que las ballenas

ejército de los Estados Unidos les niega más gambas pueden morirse porque el ejército no las alimenta.

para su alimentación? -Señora . . . , ya me lo ha dicho usted.


1
-¡Qué dice . . . Lo que pasa es que cada ballena -¡Y se lo repito, porque alguien ha dicho algo

necesita . . .
parecido en el condenado telediario!

-Ya lo sé -le interrumpe J uliet-. Entre todas, -Debe de haber un error.

cinco toneladas diarias, y si el rescate se prolonga -Yo también lo creo, pero mientras tanto ya me

unos diez días aproximadamente, como ha infor­ dirá usted cómo callo las lágrimas de mi hijo . . .
'

mado el telediario, ¿de dónde sacamos en el Polo ¡Ojalá todo esto acabe muy pronto'
1

Norte medio centenar de toneladas para alimentar

a estas . . . mascotas? 1

-No se preocupe: el ejército lo preverá. MlNuTOS DESPUÉS, llama el comandante Raymond


t
-Claro, y también la marina y la aviación, pero Cooper. Es un hombre entusiasta y cordial. Le con­
j
sobre todo el dinero de los contribuyentes, dispues­ fiesa a Ted que le interesa mucho la misión asig­

tos a gastar miles de dólares movilizando a medio nada por el Alto Mando, y añade que dentro de

mundo para salvar a tres ballenas. unos minutos volará personalmente hasta Barrow

-¿Está usted en contra? acompañado de una comisión de técnicos y espe­

-No. Ni a favor. Mi trabajo es informar. cialistas. Quiere informarse sobre el terreno de los

48 49
hechos, realizar una evaluación de las necesidades -¡El que pague tiene que ser un hombre muy

inmediatas y hacer el planteamiento definitivo de rico y también algo tonto! ¿ Quién es?

la estrategia del salvamento. Se despide con mu­ -No lo sé; supongo que será el Gobierno.

cha amabilidad y pone énfasis cuando dice: -¡Vaya' Canaremos una pequeña fortuna cada

-Tenemos que realizar un trabajo sin preceden­ día . . . No me hace mucha gracia.

tes, porque así lo quieren en Washi11gton. -¿Y por qué, abuelo?

-Ted Lindsay nos dijo que lo ayudáramos. Nos

da comida y abrigo, y eso me gusta porque somos

-¡UNA BUENA NOTICIA! -dice Yak a su abuelo. sus amigos y no le íbamos a cobrar· nada, ¿verdad?

El anciano se queda callado. Su rostro se ilumi­ -Claro. pero si aliara encuna nos van a pagar,

na con esa dulce expresión que tienen los viejos mejor que mejor, ¿no te parece?

y los niños cuando se les anuncia un regalo. El abuelo mueve la cabeza.

-¡Nos pagarán quince dólares por hora mien­ -Cuando el Espíritu de las Aguas nos manda

tras trabajemos en el rescate de las ballenas! peces, nunca nos cobra nada, y entonces, ¿por qué

El abuelo frunce sus cejas abundantes, filetea­ nosotros tenemos que cobrar algo si vamos a de­

das por gruesas hebras blancas.


volverle sus ballenas? . . .
r
5 La gran sospecha

EL capitán ruso Dimitri Glasnov, sentado en el

puente de mando del Almirante Makarov, muerde

su gran pipa mientras con cuidada caligrafía anota

en el cuaderno de bitácora los acontecimientos de

la jornada: «Hoy ha sido un día sin incidentes en la

navegación -escribe-. A media tarde hemos reci­

bido órdenes de retomar a la base y toda la mari­


1

nería está muy contenta».

Después de seis meses en alta mar, hasta los más


1

duros marineros añoran el aire cálido de la familia,


'

un trozo de pan recién salido del horno y la taza de


11

chocolate junto al fuego del hogar. A medida quepa­

1
san los días se acumula una especie de nostalgia, que

va creciendo hasta que la Comandancia de Marina


1

ordena: «[Misión cumplida, podéis volver a casa!».


!

Pero al rompehielos Almirante Makarov, que na­

vega por el mar de Siberia Oriental, todavía le fal­

tan dos mil kilómetros para llegar a casa. Este gi­

gantesco barco ruso tiene encargada la vigilancia

de un extenso corredor cercano al Polo Norte, com-

53
prendido entre el mar de Bering y el célebre estre­ Urgente: Almirante Makarov. Orden de

cho del mismo nombre (por donde dicen que el alerta total. Prepare tripulación para posible cam­

hombre antiguo saltó hasta América para poblarla), bio de ruta. Touarich VI ha detectado inusitado

el mar de Siberia y los mares de Laptev y Kara. mooimiento de aviones norteamericanos, helicóp­

Prácticamente ha sido un día en blanco. Dimitri teros y barco de gran calado en la península de

Glasnov mira el cielo velado de neblina y el mar que Alaska. Espere confirmación de Alto Mando para

ya empieza a congelarse; recuerda con nostalgia el asumir su puesto de observación en aguns inter­

hogar en Riga, ciudad que en los últimos años está nacionales. Recibirán informaciones directamente

cambiando mucho con la Uegada de miles de jóve­ por radio. Un saludo. Almirante Ponomariooa.

nes que la invaden como una playa, incontenibles.

Una llamada de alarma en el puente de mando


Solo en casos de suma urgencia el capitán Glas­

rompe de pronto el aire apacible. Dirnitri Glasnov


nov, p ersona l mente , pulsa el botón que acciona
coge el teléfono y marca el número de la sala de
por todos los compartimentos una insistente si­
comw1icaciones.
rena de alarma. La marinería sabe que se trata de
-Soy Glasnov -dice-. ¿ Qué sucede?
una emergencia. Los que disfrutan de un momento

-¡Capitán, está Ueg ando de la comandancia un


de ocio abandonan todo y corren deprisa por los
mensaje cifrado y urgente!
pasillos. En muy poco tiempo se ponen en alerta
-Ahora voy. Llame al contramaestre y al piloto
total, esperando alguna orden.
-ordena, cuelga y sale deprisa.
-¿Qué opinas, Sasha?

El capitán Glasnov se topa en el pasillo con

lgor, el piloto, que también carnina deprisa hacia

la sala de transmisiones.

Sasha, el contramaestre, ya le espera con una

breve nota en la mano.

-Clave Moska-2-le dice al entregársela.


1

-¡Así es -confirrna el capitán. Toma otro papel

y descifra con gran rapidez el texto:


-Maniobras de reconocimiento.
secreta en aguas internacionales donde aseguran
-Tal vez, algún hallazgo o extravío . . . muy im-
que hay un importante banco de gas natural? ¿Un
portante -afirma Igor, el piloto.
nuevo ensayo nuclear? ¿Algún accidente de mu­
-También es posible que traten de recobrar la
cha importancia que movilice a llll gran equipo de
información del satélite norteamericano que se
rescate? ¿O nuevamente un submarino nuclear
desintegró hace algunos días -dice Sasha-. ¡Debe
norteamericano se ha perdido en el casquete po­
de ser algo gordo!
lar, como aquel célebre Nautilus JI que desapareció
-¿Material radiactivo?
para siempre con toda su tripulación? ¿Misiles de
Glasnov se pone muy serio. Desde hace algún
largo alcance? Pero ¿acaso el deshielo entre las dos
tiempo, en la región del Ártico suceden «cosas ex­
superpotencias no ha comenzado después de la
trañas», provocadas indistintamente por rusos y
cumbre Reagan-Corbachov?
norteamericanos, y que la mayoría de las veces no
-Realmente no lo sé -dice Glasnov.
trascienden al exterior.
-Sí -asiente Sasha-, cualquier cosa puede su-
-¿Creéis que ya ha empezado la locura de man­
ceder.
dar material radiactivo al espacio? +pregunta el

capitán.

Sus dos ayudantes en el comando intercambian


-¡PLANETARIO A ESTRELLA POLAR, Planetario a
m.iradas recelosas. Igor comenta:
1
Estrella Polar! ¡Cambio
-¿Acaso no son los norteamericanos los que más
-¡Aquí Estrella Polar, cambio! -contesta el capi­
hablan de la guerra de las galaxias?
tán Glasnov desde el Almirante Makarov.
Los tres oficiales aguardan junto a la radio, a la
-¡Operación retorno cancelada! Extraños mo­
espera de cualquier información.
vimientos de Lobo Blanco reclaman su presencia
Son minutos tensos, cargados de una estreme­
en el mar del Norte. ¿Entendido?
cedora inquietud, los que preceden a una m.isión
-Positivo, positivo.
desconocida, y es cuando los tres hombres que co­
-¡La orden es terminante: retornar de ínmedia-
mandan la gigantesca nave com.ienzan a desgranar
to al mar de Bering! Se han detectado desplaza­
las posibilidades. ¿Una marea negra provocada por
mientos por aire y mar. ¿Entendido?
algún petrolero encallado? ¿Alglllla exploración
-Positivo.

56
57
El capitán Glasnov cierra el micrófono y deja

. �En cualquier momento les transmitiremos po­

encendido el piloto de la radio.

s1c10n,es exactas y coordenadas. ¿Algw1a pregunta?

-Ya lo han oído -díce a sus asistentes-. Debe­

-51. ¿ Creen que podernos llegar a emergencia

mos olvidarnos por un tiem p o de qu e tene mo s


LU107

pendiente un r t e o rn o a ca sa ... ¡A ll á v amo s, Lob o

. -Posiblemente negativo. Pero si esto se agu­

B lan co !
diza, les enviaremos refuerzos inmediatamente.

E s una o r de n. N d a ie a
l discute ni la co m en t a.

¿Algo más?

La desil u s ón
i q u e l
es prod uce el ap az mil a en to de l

-Necesitamos detalles del material que se des­

ret o rn o a c asa des pué s de m ás d e m e d io añ o d e


plaza.

au enci
s a les c a e muy m a ; l pe ro es un a ord e n, n o
-Entendido, entendido. Estamos verificándolo

se discu te n i c omen ta: las ór denes se ha n he ho c

y les daremos descripciones en breve. ¡Cambio y

cierro!
pa r a cumplirlas.
DE NUEVO LA RADIO, y el capitán Glasnov asume -Sobre C-5 Galaxy, HP-705 y BC-82, positivo.

directamente el comando de las comunicaciones. Algo sobre el hovercraft, pero desconocemos des­

-¡Adelante, Planetario! -dice el marino-. Le plazamiento. Sabernos que tiene capacidad de un

recibo perfectamente. cincuenta por ciento inferior a la Estrella Polar,

-Bien, Estrella Polar, se trata de un desplaza­ y nada sobre su posibilidad bélica.

miento en la zona americana de Prudhoe Bay hacia -Ampliaremos información sobre el hovercraft.

el norte, posiblemente hacia Barrow. Son dos avio­ ¿Algo más?

nes C-5 Galaxy, tres helicópteros HP-701, tres heli­ -Sí. Tenemos ciertos problemas de visibilidad.

cópteros BC-82 de Lobo Blanco y un gigantesco ho­ Meteorología anuncia empeoramiento por bancos

vercraft rompehielos de los que utiliza la compañía de niebla en formación hacia el norte.

Petroleum Star Corporation para sus desplaza­ -Está hecha la previsión. Tovarich Vl, vía saté­

mientos de Punta Barrow. El rompehielos tiene que lite , les enviará información cada dos horas y us-

ser de propiedad privada, puesto que Lobo Blanco tedes aprovecharán la emisión para enviar KL-3

no tiene estos cacharros en la zona, los suyos están a cifrada. ¿Entendido?

tres mil millas del punto cero del desplazamiento. -Positivo. ¡Cambio y cierro' -dice Glasnov.

Este comando sospecha que se trata de algún ins­ -¡Buena suerte, Estrella Polar'

trumento extraviado en el mar helado hacia la zona

de Punta Barrow, o también puede tratarse de un

desesperado salvamento de algún submarino que

tenga dificultades. Marea negra: negativo. Despla­

zamiento de personal militar altamente cualificado:

negativo. Desplazamiento de material artillado: por

confirmar. Posibilidad de lanzarnisiles tal vez ca­

muflado: por confirmar. ¿Entendido?

-Correcto. Tenemos la emisión grabada. ¿Se ha

descartado la posibilidad de material radiactivo?

-Negativo. ¿Tiene información detallada sobre

material adversario?

60 61
6 Parece fácil, pero es impoeible

UNA emisión radiada por la BBC de Londres y re­

cogida por pura casualidad en el Almirante Makarov

deja sin aliento al capitán Glasnov. Sasha, su con­

tramaestre, ha grabado en inglés un boletín que re­

salta el fervor popular con que el pueblo norteame­

ricano sigue paso a paso el rescate de tres ballenas

cautivas en los hielos de Alaska, cerca de Punta

Barrow, y a las que prestan su apoyo distintas em­

presas privadas, grupos de ecologistas de todo el

mundo, los esquimales inupiat y el ejército de los

Estados Unidos.

Glasnov reúne a sus oficia les. Analizan deteni­

damente la emisión de Londres, intercambian opi­

niones y deciden informar al Alto Mando. Les ago­

bia LUl poco la sensación de que han sido burlados,

pero en el fondo se alegran. Si se trata de un inci­

dente pasajero, podrán retomar a casa muy pronto.

Minutos después, Glasnov, vía satélite, entra

en contacto con sus superiores, les informa breve­

mente del curioso argumento de la emisora occi-

63

--
dental y detalla las conclusiones a que ha llegado Igor no responde. Taconea con vigor los zapa­

el comando del rompehielos. tos en señal de acatamiento.

La nueva respuesta le cae como un cubo de agua

fría: ¡en Rusia también están perfectamente ente­

rados del suceso! -LA ESTRATEGIA, SEÑORES, es muy s imple -dice

De todas maneras, el capitán Glasnov insiste en el comandante norteamericano Rayrnond Cooper,

conferenciar con el jefe del Alto Mando. Poco des­ se atusa el bigote que le resbala por la comisura de

pués, obtiene la respuesta: los labios, sonrie a las cámaras de televisión y a los

-¡Capitán! -Je dice la voz inconfundible del al­ periodistas reunidos en una conferencia de prensa

mirante Ponornariova-. También nosotros conoce­ en Barrow y c o n t i n ú a - : Se trata de llegar con el

mos los detalles de la historia esa de las ballenas. hooercrn]t hasta el pozo ar t ificial de las ballenas.

Desde hace dos días la han comenzado a emitir a Luego, abrir un camino artificial de agua hasta el

escala mundial. Sin embargo, tenemos nuestras mar navegable y de jar las allí para que puedan di­

lógicas reservas, y en ese margen de duda está la rigirse a su des tin o.

misión q u e se les ha encomendado a ustedes. -¿Y cu án tos kilómetros tendrá ese «camino de

¡Continúe su avance hacia el objetivo y recibirá agua»? -pregunta Billy Murphy, de l Washington

las instrucciones precisas! ¡ Buenas tardes' Post.

-¡A la orden' -dice el capitán Glasnov, y corta -Algo más de doscientos kilómetros.

la comunicación. -Lo q ue significa varias j o rna das de día y no-

-Capitán, hay algo más -comenta Igor, el piloto che rompiendo el hielo.

del rompehielos-. Dentro de poco estaremos nave­ -No hay alterna t i v a. Ya venimos trabajando

gando con neblina cerrada, y los bloques de hielo v eintic u atro horas con este s i stema. Se avanza

son cada vez más grandes. lentamente, pero sin ningún obstác ulo.

-Nuestra misión es avanzar -contesta Glasnov. -Sandra Lornis, de la agencia Reuter, pregunta:


-¿ Y las ballenas ya no volverán a sentir hambre? -¿Tanto valen tres ballenas grises?

-¡Qué va' -sonríe Raymond Cooper. Tenemos -¡Amigo, está en juego el buen corazón ameri-

prevista su alimentación para dos semanas más, cano, y eso no tiene precio'

y será renovada inmediatamente si hubiera ame­ -Comprendo, pero también hay otros lugares

naza de prolongar la operación. que reclaman ayuda urgente, y varios millones de

-¡Menos mal! -replica Sandra-. Ya nadie podrá personas pasan hambre, y hacen guerras sospe­

echarnos en cara que las dejarnos morir de hambre. chosamente provocadas, y aquí mismo, en Estados

Los periodistas ríen. Cooper se pone muy serio. Un.idos, hay millones de pobres que reclaman con

-¿Puede detallarnos la cantidad de aviones y mayor apremio el «buen corazón americano» -in­

barcos que intervendrán? siste Morrison.

-Un rompehielos hovercmft; de momento, dos -No estoy autorizado para realizar comentarios

aviones Ga!axy, que pese a su gran tamaño son per­ políticos -dice sin inmutarse Rayrnond Cooper-.

fectamente maniobrables en estas concliciones, y seis ¡Se trata de salvar a las ballenas y aquí estarnos!

helicópteros -el comandante Cooper eleva el pe­ El ambiente ha quedado electrizado.

cho-, ¡Si es necesario, participarán más! -¿Alguna anécdota del día?-pregunta una pe­

-Bien, pero todo esto costará una fortuna, ¿ver­ riodista del Lady Magazine Trust.

dad? -comenta Andrew Morrison, de la cadena -Sí. La actriz francesa Brigitte Bardot, que

NBC. corno ustedes saben es gran amiga y protectora de

-Indudablemente. los animales, hace una llamada diaria para intere-


sarse personalmente por el estado de las ballenas. A VISTA DE PÁJARO, el mar congelado es impresio­

Ha encargado que por ninguna razón se mate a los nante. Semeja una gigantesca llanura de armiño,

osos blancos que merodean, especialmente de no­ desolada y silenciosa, que de tanto en tanto lanza

che, por allí. un relumbrón como (mico signo de vida, a causa de

-¿Y cómo se soluciona ese problema? los débiles rayos de un pálido sol que ilumina, pero

-Es simple. Se da de comer a los osos antes de ya no calienta.

que lleguen hasta las ballenas. Hay un servicio Bob Smith, un camarógrafo de la Entcrprise de

permanente de esquimales que lo hacen. TV y Ted Lindsay, que guía personalmente su he­

-Vaya. ¿Y qué pasaría si se ponen de acuerdo licóptero, se desplazan en el aparato hacia la zona

marsopas, morsas y todos los osos blancos de la donde el rompehielos de la Petroleum Corpora tion

región? -pregunta Morrison. abre el «camino de agua» que llegará hasta las balle­

-No lo sé; probablemente habría que alimentar nas. Quieren ser los primeros en filmar escenas del

a todos -comenta Cooper. gigantesco hovercraft en acción, que por su gran

'·/ / /

,...�--

68
calado, maniobrabilidad en el hielo y rápido des­ muy alto, impresionante por lo bella e insólita:

plazamiento se ha convertido en la gran esperanza avanza casi con majestuosidad, lentamente, escol­

americana para salvar a los animales cautivos. tado por cuatro helicópteros unos pocos metros por

-¡Preparen la cámara! -grita Ted Li.ndsay para delante y que también parecen detenidos.

ser oído a través del ruido que produce el motor -¡Ahora baja . . . despacio! -dice Bob a Lindsay,

del helicóptero-. ¡Estamos a punto de llegar! mientras indica al camarógrafo que no pierda de­

-¡Todo listo! -le responde el cámara. talle.

Bob Smith sonríe y muestra el puño cerrado -¡Maldita sea! -grita Bob-. ¡Esto es muy raro!

con el dedo pulgar hacia arriba, en el típico ade­ -No te entiendo.

mán del triunfador. Luego se acerca al oído de -¡Mira, el rompehielos está detenido 1

Li.ndsay: Descubren asombrados que el hovercraft no

-Elévate lo más que puedas. Empezaremos las avanza. Y que de los cuatro helicópteros cuelgan

tomas con un plano general desde muy alto. unos cables de acero que pretenden remolcar al

El ecologista acciona los mandos y el frágil apa­ gigantesco rompehielos.

rato asciende mucho más. Y descubren algo más: el «camino de agua» que el

Bajo el cielo de azul prusia intenso, con nubes hovercraft deja tras de sí parece estar cerrándose.

dispersas pero despejado, en el gran páramo ártico -¡Deben de llevar mucho tiempo tratando de

aparece de pronto el hovercraft, en una vista desde salir de allí y no lo consiguen! -comenta Lindsay.
Se hacen muchas especulaciones y conjeturas.
Luego, ya bastante cerca, divisan delante del

La gente se pregunta: «¿Cómo es posible que, con


hovercraft una pequeña elevación de hielo sobre la

superficie. todo su poderío, la nación que no ha tenido proble­

mas para poner un hombre en la Luna o mandar


-¿Qué es eso?-pregunta Bob Smith.

-Una pequeña cordillera -dice Lindsay-. Por una sonda espacial a Marte, aquí en la Tierra no

tenga la capacidad suficiente para llegar hasta tres


esta zona hay varias.

Bob se frota la cabeza. desvalidas ballenas y salvarlas?».

Quienes más sufren, sin duda, son los ruños pe­


-¡Es terrible! -comenta-. ¡Si no salen de allí,

queños, que, empujados por la insistencia y el gran


nunca llegarán hasta las ballenas'

Ted traga saliva. Frunce la ceja molesto: despliegue publicitario de la televisión, ya han

abierto sus hogares y sus corazones a las «pobres


-Si no pueden con la ayuda de esos cuatro he­

ballenas atrapadas en el Polo Norte, a pocos kiló­


licópteros que los remolcan . . . ¡no podrán nunca,

porque la nieve se hace cada vez más dura! metros de donde en este frío octubre Papá Noel ya

-¡Desciende, Ted! ¡Sitúate detrás del hovercraft! prepara su cargamento de Navidad».

¡ Vamos a sacar unos primeros planos estupendos!

EL TELEDIARIO DE LA NOCHE transmite en direc­

to la voz emocionada y temblorosa del primer


UNA HORA DESPUÉS, la cadena Enterprise de TV

mandatario de la nación. El actor de cine que llegó


interrumpe su programación habitual para emitir

la primicia de Bob Srnith: el rompehielos hovercraft a presidente de los Estados Unidos se dirige a los

esquimales inupiat que también luchan por man­


está bloqueado y la gran esperanza de salvar las

tener abierta la piscina artificial de las ballenas:


ballenas parece diluirse.

En poco tiempo, la mala noticia corre de costa a -Nuestros corazones y nuestras plegarias están

con vosotros -dice con voz grave el presidente-.


costa por toda Norteamérica y no se detiene hasta

Tenemos mucha fe en que las ballenas puedan sal­


llegar a la Casa Blanca. Se anuncia que para la no­

che habrá una declaración oficial del presidente varse.

de los Estados Unidos de América.

73
72
7 Las desgracias no vienen solas

«MUERE la ballena bebé», dice el titular sobreim­

preso en la pantalla encima d e la imagen de

las ballenas de Alaska, con el gue se abre el tele­

diario de la mañana.

-¡ Es verdad gue las desgracias no vienen solas'

-anuncia Bob Smith en la edición matutina de

ague! lunes 20 de octubre, y en la seriedad de su

rostro, ya familiar en la televisión norteamericana,

se advierte un desacostumbrado dejo de amargu­

ra-. ¡Acaba de ocurrir uria verdadera tragedia!

Los millones de espectadores que se preparan

para acudir a sus labores cotidianas o a sus cole­

gios contienen el aliento. Bob Smith parece prepa­

rarles el ánimo para evitar el violento choque de

la noticia:

-¡Ayer les anunciábamos que el gigantesco

rompehielos hovercraft de la compañía petrolera

Star Corporation ha quedado bloqueado, y ahora

nos acaban de comunicar que la ballena bebé ha

muerto'

75
Se muestra en primer plano a la ballena bebé -¡Absolutamente, sí' No olvidemos que no son

con grandes heridas en la cabeza, producidas días peces, sino mamíferos de sangre caliente. Todo su

atrás cuando pugnaba por romper el hielo para cuerpo está cubierto por una piel muy fina, pero

respirar. La imagen está acompañada de un fuerte debajo de ella hay un manto protector de entre

ronquido, cada vez que el pequeño cetáceo arroja veinte y cuarenta centímetros de grasa. Sin em­

vaharadas de vapor por las fosas nasales. bargo, cuando las temperah!ras son muy bajas, las

-Ted Lindsay, el biólogo que encabeza el grupo ballenas se resfrían, y si no penetran en agua tibia,

de ecologistas que desde Punta Barrow trabaja in­ contraen pulmonía. y mueren. Por eso emigran

cansablemente por devolver la libertad a los ani­ apresuradamente hacia los calores de Baja Cali­

males atrapados, declaró que la ballena bebé ha fornia cuando empieza a arreciar el invierno. Ade­

muerto posiblemente a causa de una pulmonía. más, en el caso de la ballena bebé, se trataba de un

Aquí lo tenemos en directo. ejemplar de corta edad, menos protegido y poco re­

Aparece la imagen de Lindsay. sistente, que, por desgracia, se había estado desan­

-¿Es posible que una ballena muera de pulmo­ grando por las heridas que ella misma se produjo

nía? -dernanda el periodista. hace unos días.

-¿ Y qué piensan hacer ahora con sus despojos?

-¡Nada, porque han desaparecido!

Una exhalación de estupor sacude a los espec­

tadores.

-El ballenato se sumergió como de costum­

bre en el a.gua de la piscina artificial y, al no vol­

ver a la superficie después de varias horas, se le

ha dado por muerto. Generalmente, las ballenas

pueden permanecer media hora debajo del agua,

y hasta una hora en casos extremos cuando se

ven cerca.das por algún grave peligro. Pasado ese

tiempo, no cabe la menor duda de que ya han

muerto.

77
-¿No existe la posibilidad de que en ese lapso -Sí. Igual que todo y que todos . . . volverá, pero

haya conseguido nadar por debajo del agua hasta convertida en otra ballena, así como nosotros tam­

el mar abierto y se haya salvado? bién volvemos convertidos en nosotros mismos,

-¡No! Debajo del agua, el hielo bloquea cual­ pero como niños.

quier posibilidad de escapatoria, y el mar abierto Yak se queda muy serio. Ha empezado a oscure­

está a más de ciento ochenta kilómetros, ¡Es impo­ cer, él y su abuelo han concluido su guardia y están

sible cualquier intento por esa vía! sentados al pie de una pequeña estufa que les ca­

Ante las cámaras, Bob Smith y Ted Lindsay lienta los pies dentro de la tienda, a pocos metros

continúan especulando sobre el terna por breve de la piscina artificial de las ballenas.

tiempo más, pero ya nadie los escucha. La nación -Abuelo, yo no entiendo bien cómo es eso de

entera está conmovida por la muerte de la peque­ que nosotros volvemos convertidos en nosotros
ñ a ballena.
mismos, pero transformados en niños . . .

-El mundo, Yak, la tierra -Ia mirada del viejo

se dirige a la rendija por la que se divisa el hori­

-SE LA LLEVÓ el Espíritu de las Aguas -dice el zonte-, el cielo y el agua son eternos, no tienen fin,
abuelo de Yak.
son los mismos, pero siempre son diferentes. De

-¿Adónde? -pregunta el joven esquimal. igual manera los hombres, corno la lluvia, también

-A la gran mansión de la vida latente. nacen, crecen y un día se van ... Pero al poco tiempo

-¿Y crees que vuelva?


retoman.

-¿ Yo, por ejemplo, ya he retomado, abuelo?

-Sí. Fuiste mi bisabuelo y ahora eres mi padre.

Por eso te quiero mucho.

-¿ Y cómo lo sé yo?

-Es muy simple: has notado que ni tus padres

ni yo te hemos pegado nunca.

-¿ Y qué es pegar?

-¡Castigar a golpes a los niños'


-¿ Y se pega a los niños? -Es verdad.

-¡Entre los esquimales no! Porque todos los ni- -Todo pasa, Yak, todo tiene un plazo y uno se da

ños son nuestros antecesores que vuelven y nadie cuenta de que existía solamente cuando ya se ha

los puede tocar, porque estarían tocando el espíritu ido . . . Por eso, tal vez, los esquimales siempre bus­

de nuestros mayores. camos en un recién nacido la posibilidad de ver de

Yak sonríe. Recuerda las barbaridades que algu­ nuevo a un ser querido que ya ha muerto . . .

nas veces hacen los niños que viven junto a él. Pero

sus padres jamás los recriminan ni los tocan porque

podrían estar ofendiendo a los antepasados.

La oscuridad en el páramo helado es intensa,

hay un silencio que aterroriza al más valiente, y en

medio de esa realidad, el ronquido de las dos balle­

nas grises que aún se aferran desesperadamente a

la vida se puede apreciar con mayor dimensión.

-Abuelo, ¿tú sabías que la ballena pequeña iba

a morir?

-Sí, lo supe anoche, y no porque oyera su canto

ni nada de eso, sino porque el ronquido que emitía

al salir a respirar era muy diferente, se notaba con

toda claridad que la vida se le iba en cada silbido.

-¿ Y por qué no se lo dijiste a Ted Lindsay?

-Se lo comenté, pero no me oyó. ¡Ayer estaban

tan ilusionados con eso de que el presidente blanco

nos enviaba un mensaje de saludo, que no atendie­

ron mis palabras! ¡ Ya ves, ahora es demasiado tarde,

como todo en la vida cuando pasa!

-No entiendo.

-¡Hoy no entiendes nada, Yak'

80
8 La danza de los helicópteros

Definitivamente, el uso del rompehielos hooer­

craft fue descartado. Los helicópteros lo remol­

caron hasta que pudo abandonar la minicordi­

llera, encontró mar abierto apto para resistir su

calado y volvió a la base.

Este clamoroso fracaso descorazona a mucha

gente, y no faltan quienes opinan que tal vez sería

mejor «apagar los reflectores en el Ártico y dejar a

las ballenas y a los esquimales en paz».

Bob Smith acude al despacho del comandante

Cooper en Barrow y le pregunta a bocajarro si son

ciertos los rumores de un posible abandono de la

misión.

-¡No! ¡De ninguna manera' -se incomoda Coo­

per-. Puede usted informar de que hemos coordi­

nado varias estrategias alternativas y no descan­

saremos hasta liberar a las ballenas.

-¿ Y cuál será el paso inmediato?

- ¡ A m i g o , ya ha sido dado! Hemos recibido

de Prudhoe Bay un gigantesco mazo rompehielos

83
de dieciocho toneladas de peso y veremos si hay EL MAZO ESTÁ CONSTITUIDO por un gran bloque
hielo que se le resista.
de cemento armado, sostenido a manera de una
-¿Y cuándo empieza la tarea?
peonza por un cable de acero desde un gigantesco

-Ahora mismo -consulta su reloj- son las diez helicóptero que guarda un extraño parecido con

de la mañana y ya deben de estar probándolo.


un mosquito.

Como mucho, a las once horas iniciará su trabajo El helicóptero eleva el mazo a dos metros y luego

en las cercanías de la poza de las ballenas.


deja correr el cable. El artefacto se estrella con gran

-¿ Y por qué no se informó a la prensa de la estruendo y al primer intento apenas raja el hielo.
existencia de ese mazo?
Serán necesarios tres golpes para quebrar el hielo

-Nos pareció mejor que lo vieran trabajando.


totalmente.
Se despiden con un apretón de manos.
Entonces intervienen unos artefactos traídos

Smith pone al corriente a toda la pequeña co­


desde Minnesota, que con una especie de venti­

lonia de periodistas, que informan desde Barrow


ladores de aire caliente «barren» el hielo dejando

de la utilización del mazo rompehielos, y en pocos abierta la poza. El resto es tarea de los esquimales

minutos los trineos mecánicos se ponen en movi­


con sus sierras mecárucas.
miento.
El mazo cae cada cincuenta metros y abre u.na

pequeña piscina artificial por la que, con suerte,

podrán avanzar las ballenas, poco a poco, hacia su


1
liberación.

Las imágenes del mazo rompehielos, filmadas

por los periodistas en primeros planos, son espec­

taculares. Todos coinciden en que nunca antes ha­

bían visto un artefacto de esta naturaleza.

Además, también el barrehielos se convierte en

una novedad para los miJ.lones de televidentes, poco


acostumbrados a contemplar estos aparatos. De la Se piensa que por salvar a dos ballenas se podría

misma manera, la incansable labor de los esquima­ estar dando caza a osos blancos. El comando de la
les inupiat llena de asombro a la gente.
operación rescate ha reiterado su ofrecimiento: no

Se abre una nueva esperanza que hace desbor­ se matará ninguno. Cuando los descubren, tratan
dar de entusiasmo a muchos.
de ahuyentarlos con vuelos bajos y después los per­

siguen un buen tramo, les arrojan pescado fresco

y así permanecen alejados.

-No DEBEMOS ENGAÑARNOS, esto no funcionará -Me parece extraño que precisamente tú pier­
-afirma Ted.
das la fe -reprocha Bob Smith a Lindsay.
Bob Smith sonríe:
-¡No la he perdido! Lo que pasa es que nunca

-Me parece que exageras. Existe mucho entu­ me ciego con fáciles triunfalismos. No necesitamos

siasmo por parte de todo el mundo, y en casos difíciles cálculos matemáticos para damos cuenta
corno este eso cuenta mucho.
de que, después de todo, en este tiempo apenas se

-Sí, pero el entusiasmo no puede hacer milagros. han excavado un par de kilómetros de pozas. Han

Ambos beben café en los estudios de la Enter­ pasado casi treinta horas, y a este paso imagínate

prise. Hoy el termómetro ha bajado a 30 grados cuándo ll egarán a las aguas corrientes. Además,

bajo cero y el cielo, hace pocos días despejado, ha el frío aumentará y todo se puede echar a perder.

comenzado a nublarse. Aun así, los helicópteros ¡Es necesario actuar de manera diferente!
han seguido trabajando.
El periodista se sirve otra taza de café. Se pasea.

Al parecer, la operación rescate pasa por una Mira de un lado a otro, pensativo, y luego se acer­

etapa en la que los protagonistas son los helicóp­ ca hasta Ted Lindsay. Le mira fijamente.

teros. Por un lado, el gran mosquito sigue macha­ -¿Crees que tu plan será efectivo?

cando el hielo con el mazo, y por el otro, una ver­ - ¡ Abs ol utamen te!

dadera flotilla h·ansporta provisiones y cada cierto -Corremos un riesgo. Si se hace público y fra-

tiempo hace vuelos rasantes para mantener a raya casa, perderemos mucho.
a los osos blancos.
-Hombre, siempre hay un margen de improba­

Algtmos colectivos han lanzado serias adverten­ b il idad , pero no intentarlo nos puede llevar tam­

cias buscando proteger la vida de los plantígrados. bién a un ruidoso fracaso.

86
87
-¡Pues sí! Tiemblo al pensar qué dirán si deja­ -¡Nuestra oferta sigue en pie! El rompehielos Al­

mos morir a las ballenas después del gran desplie­ mirante Makarov cuenta con todos los instrumentos

gue publicitario que se ha hecho -Bob se rasca la necesarios para llegar a Punta Barrow y rescatar

cabeza, duda, vuelve a mirar a su amigo y final­ a las ballenas -afirma Glasnov-. Ya hemos recaba­

mente se decide-: ¡Bueno, sea como tú propones' do permiso de la Comandancia General y estamos

¡Mañana temprano hazle la propuesta al coman­ dispuestos a ofrecerles nuestra ayuda, tal como

dante Raymond Cooper! ayer se lo comuniqué.

-Gracias, Glasnov, gracias. Se lo sugeriré al co­

mandante Raymond Cooper, que dirige la opera­

-ATENCIÓN LrNDSAY, Barrow-Alaska. ¡Cambio' ción de salvamento. Le ruego agradezca su ofre­

-Le recibo, capitán Glasnov. ¡Cambio! cimiento de ayuda a su Comandancia y también a

El inglés del ruso G l a s n o v es correcto. Lo Faro Azul de Finlandia, que hizo posible nuestra

aprendió en Moscú y lo ha perfeccionado por los comunicación directa.

mares del mundo, -¡Entendido, entendido!

-Aunque es un poco tarde, capitán Glasnov,

quiero darles mi enhorabuena por el rescate de la

colonia de ballenas que hicieron ustedes hace tres

años. Lo leí en un recorte de mis carpetas sobre res­

cates y eso me animó a llamar a Faro Azul de Finlan­

dia para que me pusieran en contacto con ustedes.

-El rompehielos Vladimir Arsenyev, según infor­

ma la Comandancia, también navega por aquí cer­

ca, y probablemente colaborará en el rescate. De

todas maneras, me comunicaré con ellos para ver

si es posible su participación. ¡Cambio!

-Nuevamente, gracias. Le ruego discreción ab­

soluta hasta que Washington acepte nuestra pro­

puesta. ¡Cambio y cierro!

89
AL ANOCHECER cunde la alarma en Barrow. Uno Clayton asiente con una sonrisa.

de los pequeños helicópteros que patrullan en el Thomas Hardy ha participado en decenas de

páramo cercano para alertar sobre la posible pre­ salvamentos en el Ártico. Nunca olvidará al es­

sencia de los osos blancos no ha retornado alcen­ p a ñ o l Félix Rodríguez de la Fuente, un brillante

tro de operaciones. conocedor de la naturaleza a quien ayudó a filmar

El comandante Raymond Cooper no está. Se ha muchas escenas para sus películas sobre la fauna

desplazado horas antes a la base de Prodhoe Bay, de Alaska. Un día, Félix murió por la carencia de

y el capitán Michael Clayton asume el mando. una avioneta mejor equipada, mientras registraba

-Le daremos un margen de veinte minutos más unas tomas sobre carreras de trineos tirados por

-dice Clayton a sus ayudantes, que se han reunido perros. Él colaboró en el rescate y repatriación de

alertados por la desaparición del helicóptero-. ¿De su cadáver.

quién se trata? Cumplido el plazo de espera previsto, los tres

-Del teniente Mayer. helicópteros despegan. Esto alerta a los periodis­

-¿Cuánto hace que ha enmudecido su radio? tas, que salen en desbandada desde la casa que ha

-¡Aproximadamente una hora! sido habilitada como cuartel general. Imnediata­

Clayton despliega un mapa y marcan gráfica­ mente son informados de la desaparición del he­

mente las coordenadas para tratar de establecer la licóptero.

posición del piloto extraviado. -Tienen orden de hacer una búsqueda tentati­

-¿Predicción meteorológica? va, con una hora y media de autonomía, y luego

-Viento racheado, con tendencia a subir de ve- retornar a la base -les informa Clayton.

locidad. Ted Lindsay solicita al capitán Clayton que le

-Saldrán Ha 11 y Brinton -señala en el mapa los facilite las coordenadas de probabilidad sobre las

lugares de búsqueda-. Es posible que estos sean que harán el vuelo de rastreo.

los lugares donde puede encontrarse. -Lo siento -dice Clayton-. Se trata de una ope­

-¿Puedo salir como voluntario? -pregunta un ración milit ar y no puedo facilitarle esta informa­

piloto algo veterano, moreno y esbelto. ción.

-Gracias, Tbomas. Si deseas, puedes hacerlo. -Conozco la zona como la palma de mi mano
:

-Tengo alguna experiencia y puedo servir. -dice Lindsay-. Podría . . .

90 91
-Señor Lindsay -Je interrumpe--. Si hoy no en­ Algunos periodistas telefonean a sus redaccio­

cuentran al piloto caído, mañana todos sus cono­ nes, y pronto corre la noticia de que el rescate de

cimientos nos serán de gran utilidad. las ballenas ya se ha cobrado, posiblemente, una

-Si no lo encuentran hoy, mañana lo hallarán, víctima mortal.

pero tal vez muerto. En el caso de que haya caído y El capitán Clayton insiste en que no se deben

no pueda remontar el vuelo ... Ya saben ustedes que hacer conjeturas apresuradas, pero admite que el

estos aparatos no tienen calefacción, y su sola ves­ desenlace puede ser trágico.

timenta no lo ayudará a soportar treinta y cinco Brinton llama a la base de urgencia.

grados bajo cero . . . Morirá congelado. -Aquí Campamento Barrow. Le escuchamos,

-Lo siento, Lindsay. Son los riesgos de la profe­ adelante.

sión . . . Además, dentro de poco será imposible salir -¡Hemos avistado el helicóptero! ¡Ha caído y está

para cualquiera; el viento ha empezado a aumen­ destrozado, pero al parecer no se produjo ningún

tar de velocidad. incendio!

Los minutos pasan tensos. De vez en cuando, -¿Condiciones atmosféricas?

los pilotos se comunican con la base para decir: -¡El viento sopla muy fuerte!

-¡No hay señales de ningún tipo! -¿Es posible el descenso?


Y el helicóptero no responde.

La base insiste:

-Brinton, Brinton, ¿es posible el descenso?

Y la radio del aludido también se ha silenciado.

Las miradas se toman angustiadas. Nadie quiere

decirlo, pero todos lo piensan. Las suposiciones se

desbordan y empiezan a correr. ¿Es posible que

también haya caído el otro helicóptero?

Los minutos pasan inexorablemente. Son aler­

tados los otros dos helicópteros y se les indica con

precisión el lugar donde se supone que están el

helicóptero caído y el otro desaparecido.

-¡Campamento Barrow! ¡Soy Brinton! ¿Me oye?

Todos dan gritos de alegría y algunos aplauden.

-¡Adelante, Brinton!

-jvolvemos al campamento y traernos al tenien-

te Mayer vivo! ¡Repito, Mayer está vivo' ¡Tiene


.... --
posiblemente una pierna rota, pero por lo demás

está íntegro!

Hay nuevos gritos y aplausos. La muerte no se

ha llevado a Mayer. Aunque su helicóptero tal vez

termine en algún depósito de chatarra.

95
9 Ayuda del otro lado del mar

AL comandante Raymond Cooper se le enciende

la cara de disgusto. Tamborilea. con los dedos sobre

su escritorio. Devuelve fija.mente la mirada a Ted

Lindsay, que está también sentado frente a él, se

pone de pie, da unos pasos hasta la ventana y, mi­

rando hacia afuera, le pregunta:

-¿Tiene usted absoluta seguridad de que no da­

remos un paso en falso?

-Ya se lo he dicho.

-¡Esto no me gusta en absoluto! -golpea con

el puño cerrado la palma de su otra mano-. ¡Debo

consultarlo con Washington!

Lindsay se levanta del asiento.

-¡Hágalo, pero de inmediato, porque minuto que

pasa es minuto que se pierde . . . y podemos perder!

-dice, y ca.mina hacia la puerta.

-¡Espere, Lindsay! ¡Llamaré a.hora mismo!

Ted se sienta de nuevo, complacido.

Cooperen persona hace una llamada directa

a Washington. Se identifica. como el responsable

97
de la Operación Rescate de las ballenas del Polo -Sí, señor. Pero la lucha contra la naturaleza es

Norte y solicita permiso para hablar con el general ardua y a veces no basta nuestro gran esfuerzo.

Philip B. Houdson. Poco después, Houdson se pone -No me dirá que pretende tirar la toalla, ¿verdad?

al aparato. -No, señor; no se trata de eso.

-Comandante Cooper, me alegra que me haya -Bueno, le escucho.

llamado usted; yo ya estaba a punto de hacerlo -En Barrow, uno de nuestros principales aseso-

-dice-. He leído su informe de ayer y estamos sor­ res civiles es Ted Lindsay. veterano de guerra, hom­

prendidos por el avance tan lento de las operacio­ bre de mucha seriedad y que vive en Alaska desde

nes en Alaska. ¿Acaso no cuenta usted con el apoyo hace casi veinte años dedicado a todos estos menes­

necesario? teres. Él ha entablado diálogo con el comandante de


una nave soviética que está relativamente cerca; se y sus efectos posteriores, y en segundo lugar, la rna­

trata del rompehielos Makarov, que posee casi el do­ niobrabilidad de los helicópteros ha sido reducida

ble de calado que nuestro hovercraft; además, ellos casi a cero por el fuerte viento del Polo, que se de­

tienen mucha experiencia en este tipo de trabajos ... sató ayer por la tarde y ya nos hizo perder un apa­

-¡Rusos! -grita Houdson-. ¡Que vengan a ayu­ rato. El viento probablemente continuará, y ma­

damos rusos después de la publicidad que se le ha niobrar helicópteros con peso lastrado de cuarenta

dado por todo el mundo a este caso! toneladas adicionales es maniobra de alto riesgo.

-Sí, señor, -Sí, ya lo he leído. ¡Bien, comandante Cooper,

-¿Es que se ha vuelto loco todo el mundo? esta es una decisión que tampoco me compete!

-No, señor, Pero sería peor que se murieran las Debo consultarla con mis mandos superiores. Tan

ballenas. pronto tenga algo, se lo haré saber.

-¡Yo casi lo prefiero! . . . ¡Que los rusos se coman Y corta sin oír el «sí, señor» que le dedica Cooper.

el pastel habiéndolo preparado nosotros' Vaya, -Bueno, Li.ndsay, ya lo ha oído usted. Ahora ya

vaya . . . Oiga, Cooper, dígamelo con toda franque­ no está en mis manos la aprobación del plan. Y, eso

za, ¿qué otra alternativa nos queda? sí, le pido absoluta reserva ante todo el mundo sobre

-Tenemos planeado experimentar con las balle­ la posible participación de los rusos mientras desde

nas un aparato que las duerme. Luego, podríamos Washington no se diga la última palabra. ¿Enten­

izarlas dentro de una red con helicópteros y lle­ dido?

varlas hasta el mar abierto. -¡De acuerdo'

-¡Hágalo!

-Sí, señor, pero hay dos dificultades. Tenemos

un enjambre de periodistas que televisarán todo

en directo, y si fallamos será terrible . . .

-¿Esa es la dificultad?

-No, señor. Los aparatos que las pueden dormir

no han sido todavía probados en anima.les acuá­

ticos, y nunca con mamíferos que pesen más de

un par de toneladas. Se ignoran las dosis adecuadas

100
-La reserva incluye de manera especial a su -Gracias, comandante -dice Lindsay, y estrecha

amigo Bob Smith.


la mano de Cooper.

-Muy bien. Se lo diré ahora m:ismo. -¡Bien! Podemos enviar el cable en este mo­

-¿Hay alguien más que esté enterado del pro- mento desde la misma base.
yecto?
Se dirigen a la sala de comunicaciones, Lindsay

-Nadie en absoluto.
dicta el código del rompehielos Almirante Makl7rov

y sale la petición. Se insiste en lo que Washington

quiere: «Necesitamos la garantía formal de quepo­

SEIS HORAS TARDAN desde Washington para dar drán realizar con todo éxito esta delicada misión».

la respuesta definitiva. El comandante Raymond La respuesta de los rusos, firmada por el capitán

Cooper convoca a Ted Lindsay y le hace entrega Glasnov, es increíble: se limitan a fijar con exactitud

del documento enviado a Prudhoe Bay por telefax sus coordenadas, notifican que también el rompe­

y de allí llevado a Barrow directamente por heli­ hielos Vladimir Arsenyev, que está por las inmedia­

cóptero. El texto ya es histórico: ciones, colaborará en el rescate, y anuncian que

parten en el acto hacia Barrow.


Estados Unidos autoriza y solicita la inter­

vención del rompehielos soviético dentro de sus

aguas jurisdiccionales, para rescatar a las balle­

nas cautioas en Punta Barrow de Alaska, con una

sola condición: que Rusia garantice forrnalmente

que sus navíos podrán vencer todas las dificul­

tades y llevar 51717175 y salvas a las ballenas hasta

las aguas de mar abierto.

Philip B. Houdson

U.S. Army - Washington o.e.

-¡Aquí lo tiene, Ted; el éxito de la gestión es

suyo, y espero que el resultado también nos de­

pare una satisfacción! ¡Enhorabuena!

102
-
10 El ú l t i m o susto

«Los RUSOS salvarán a las ballenas», dicen los ti­

tulares de los diarios, y el caso se transforma en un

hecho internacional. Mucha gente no termina de

comprender cómo la vida de dos simples ballenas

grises puede movilizar tantos recursos humanos

y tecnológicos.

Allí están de nuevo, desde Alaska en directo,

Bob Smith y otros corresponsales y periodistas en

las pantallas de televisión, narrando detallada­

mente cómo Ted Lindsay se puso en contacto con

los rusos a través de un radioaficionado de Finlan­

dia que emite bajo el nombre de Faro Azul. Este,

a su vez, pudo captar una señal del rompehielos

Almirante Makarov para luego hacer un «acople

radial» con Barrow hasta que lograron entrar en

contacto.

La suerte está echada. Los rusos han garantiza­

do a la administración norteamericana que ellos,

de todas maneras, salvarán a las ballenas, mientras

la expectación mundial crece vertiginosamente.

105
En Barrow, Ted Lindsay recibe una llamada -¡Ya lo s é ! .. ¡Que tiene siete años y anda chifla­

desde Nueva York. Es Juliet Adams. la redactora de do por las ballenas'

Sun Review: -¡El mismo! ¿Y sabe usted con qué cuento me

-Sí, dígame. Soy Lindsay. ha vertido ahora? ¡Me ha llamado mentirosa!

-Amigo Ted -le dice con aspereza-, ¿han pen- -No lo entiendo.

sado bien las cosas que están haciendo? -Pues yo sí. Me he pasado la v i d a diciéndole

-Señora Adams, con todos los respetos, ¿no tiene que los rusos son malos y ahora el niño me ha di­

usted algo más importante que decirnos? cho: «Si los rusos son tan malos, ¿por qué van a sal­

-¡Dios mío! ¡Algo más importante! ¿No lepa­ var a las ballenas?». Muy simple,¿ verdad? ¿Cómo

rece a usted importante que muchos niños nos di­ se lo explico?

gan que somos unos mentirosos? Porque yo tengo -Señora mía, dígale la verdad. Si nunca les men­

un hijo . . . tirnos a los niños, ellos no tienen por qué llamamos


mentirosos ... Y ahora perdóneme, pero tengo otras -¡Sasha, comuníquese con Tovarich VI! -rnira

llamadas que atender, así que le voy a colgar el a sus ayudantes con los ojos brillantes de entusias­

teléfono. rno-. No será la primera vez que un barco ruso

maniobre en la niebla cerrada guiado desde un

satélite. ¡Vamos a intentarlo!

UNA CERRADA NEBLINA dificulta el avance del Poco después llegan la respuesta afirmativa y

Almirante Makarov y, además, grandes bloques de las indicaciones precisas para que Glasnov conti­

hielo flotan a su paso, en el mar Ártico, haciendo más núe .navegando hacia Barrow sin miedo a encallar.

penosa y sumamente arriesgada la travesía. Posi­ La aventura es temeraria, pero se compensa cuan­

blemente, otro jefe de navegación, ante esa circuns­ do el nuevo amanecer llega con un cielo abierto

tancia, hubiese ordenado una maniobra de cambio salpicado de nubes y de buena visibilidad.

de dirección, pero Glasnov no; su coraje y su peri­ El día 23 de octubre, a pocas millas de las pozas

cia le hacen seguir adelante. Aunque, corno extre­ de las ballenas, el rompehielos Vladimir Arsenyev

mada precaución, solo ha reducido la velocidad. se une al barco de Glasnov. Horas después, en me­

Las horas pasan lentas y cargadas de tensión. dio del júbilo general, avistan las ballenas.

La neblina sigue creciendo y el capitán Glas.nov no Sin duda, el abuelo de Yak es el más entusiasta.

desmaya a pesar del recelo de sus ayudantes. Su Salta como un niño agitando los brazos en alto y

valor de piloto avezado raya con la temeridad, y corriendo por las inmediaciones de los rompehie­

continúa la marcha entre el crujido del manto hela­ los. Pide a su nieto, a gritos, que lo imite:

do, que se parte bajo la guilla acerada del barco, y la -¡Corre, Yak' ¡Siéntete feliz, que al menos he­

despiadada neblina que mantiene a todos con el mos salvado a dos ballenas!

alma en vilo. -¡Lo conseguirnos abuelo, lo conseguirnos'

-Capitán -le dice Igor, el piloto-, opino que de­

bemos aminorar todavía más la marcha hasta que

se disipe la niebla. La visibilidad está práctica.mente A MUCHAS MILLAS HORARIAS, Radio Moscú lanza

a cero.
la primicia:

Glasnov tiene las cejas fruncidas, casi juntas. -A media tarde de hoy, los dos rompehielos so­

Mordisquea su pipa. viéticos solicitados por Estados Unidos para sacar

108 109
del aislamiento a dos ballenas atrapadas en el Ártico, El gran manto de nieve se pone más blando y el

cerca de Punta Barrow, en Alaska, han conseguido capitán Glasnov decide apresurar la marcha. To­

llegar hasta el último escollo gue mantiene ence­ davía quedan bastantes kilómetros que recorrer, y

rrados a los dos animales. Esta misma tarde, ambos aceleran hasta perder de vista a las ballenas, que sin

navíos rusos iniciarán la apertura de un corredor duda continúan avanzando.

marino para gue los cetáceos puedan acceder hacia

el mar abierto. Es un triunfo gue nos llena de sa­

tisfacción y orgullo. LINDSAY Y BoB SMITH, a bordo del helicóptero,

Por su menor calado, el Arsenyev abre la brecha están decididos a registrar personalmente el pre­

en el páramo helado y luego el Makarov la ensan­ ciso momento en que las ballenas dejen el mar

cha, como quien abre un surco a la vida. helado y encuentren el mar abierto, en su viaje

Las dos ballenas parecen entender que la hora definitivo hacia la libertad.

de salvarse ha llegado y siguen a los rompehielos Es el 26 de octubre por la mañana y el mundo

a prudente distancia. se entera de que las ballenas por fin son libres.
El rostro de Bob Smith comparece nuevamente
Pero Lindsay no es de los que se dan por ven­

por televisión. Y ante la mirada llena de asombro


cidos con facilidad. Después de estar varias horas

de millones de seguidores, el rótulo televisivo con


intentando comunicarse, finalmente ha consegui­

que se inicia su emisión es increíble: ¡Tal vez mue­


do establecer contacto con el capitán Glasnov. Le
ran las ballenas! Es para no creérselo.
cuenta rápidamente lo desesperado de la situación
-Las dos ballenas de Alaska continúan atrapa­
y termina:

das a escasos kilómetros del agua corriente que las


-Si no vuelven sobre su s pa sos , las ballenas

devolverá a la libertad. Los dos rompehielos sovié­


morirán irremediablemente.

ticos han cumplido con su trabajo, pero han abierto


-¡Ya he dado la orden de maniobra en contra ­

con tanta prisa el camino que, antes de que las ba­


marcha! -le contesta Glasnov alegremente.
llenas pudieran llegar al mar, el «camino de agua»
El Almirante Makarov retoma con premura y se
se ha cerrado de nuevo, por la gran ola de frío que
detiene a pocos metros de las ballenas, donde, al

azota esta zona. Los termómetros han descendido


parece1� los témpanos rotos han formado una espe­

a treinta y dos grados bajo cero.


cie de pequeño dique. Se toman las prev1s10nes del

caso y poco después desembarcan un extraño trac­

tor de once toneladas que posee un artefacto al que

TED LINSAY HA VUELTO a llamar por radio a los


los rusos llaman «hélice de Arquímedes». Lo enfi­

rusos. Pasan los minutos y ellos no contestan. Al


lan hacia el dique, y sopla con tanta fuerza que rá­

parecer, han cerrado el receptor para la frecuencia


pidamente diluye el obstáculo sin el menor daño
deAlas ka .
para las ballenas.
Queda abierto el nuevo camino hacia la liber­ -Por ahora ha ganado el mar -dice-, pero den­

tad, y el capitán Glasnov recibe órdenes de perma­ tro de poco volverán los grandes barcos cazad.ores

necer allí hasta presenciar el definitivo alejamiento de ballenas y no perdonarán a las que encuentren . . .

de las ballenas. Fuera, el aire helado trae el sonido_ lejano de

una vieja campana que anuncia la Navidad.

DESPUÉS DE NAVEGAR varios miles de kilómetros, Madrid, invierno-primavera de 1989

las dos ballenas retenidas en Alaska llegan a las cos­

tas frente a México y se juntan a sus hermanas, que

ya disfrutan del agua tibia. Cuando llegue la prima­

vera, emprenderán un nuevo viaje al norte y vol­

verán posiblemente a visitar las playas de Bering,

junto al Polo Norte.

En Aiaska, en el hogar del abuelo de Yak, se

recuerda con emoción y nostalgia el salvamento

de las ballenas. Roy, el padre, ha oído u.na emísión

por radio: se asegura que la Operación Rescate ha

costado en total U11 millón de dólares.

-Todos hemos ganado algo -dice Roy.

Yak sonríe. Tiene en la mano una radio que se ha

comprado con lo que ganó cuidando a las ballenas.

-Se oye muy bien -dice el muchacho esquimal.

-¡Nunca hemos comido tantas gambas! -con-

fiesa la madre, aludiendo a las que les regalaron

a los esquimales cuando sobraron de la dieta de

las ballenas.

El abuelo sonríe, Pasea la mirada por la habi­

tación.

114
En Tierra del Fuego, Perico debe

dejar la escuela para

convertirse en pastor, el oficio

de su padre. Sabe que va a

extrañar a su profesora, a

sus compañeros, ese gran


Si te gustó Las ballenas
mapa de Chile colgado en
cautivas, te invitamos a leer otros
la muralla . . . Pero lo que
libros de la colección El Barco de
Perico aún no sabe es que,
Vapor.
sin proponérselo, está a

punto de emprender una

aventura memorable, en

la que gracias a la ayuda de diferentes amigos

podrá cumplir su sueño y trepar por todo Chile.

PERICO TREPA POR CHILE

Marce/a Paz y Alida Morel

EL BARCO DE VAPOR, SERIE NARANJA


El rey duende de Pequeño Lago María es una niña fuera de lo

decide convocar a un desafío de magia para común, o quizás no. Por inquieta, rebelde

elegir a su sucesor y futuro esposo de su y desordenada, su sicóloga recomienda que

hija, la princesa Gwen. Brin Mandarín decide la inscriban en un curso de artes

ganar el desafío, aunque su marciales. Pero sus


____...,\:-:..� ' .. \
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espejo mágico no H ,. ,c o � padres temen que

se encuentre en las termine convertida en

mejores condiciones. un arma de destrucción

masiva.

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.iiiliiii.

LA ASOMBROSA HISTORIA DEL ESPEJO ROTO MARÍA LA DURA EN: NO QUIERO SER NINJA

Frandsca Solar Esteban Cabezas

EL BARCO DE VAPOR, SERIE NARANJA EL BARCO DE VAPOR, SERIE NARANJA

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