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La relación elección-revuelta, revuelta-elección

En el documento editado y difundido por el Fondo de Cultura Económica y el


Instituto Federal Electoral llamado Las Elecciones y el Gobierno Representativo en
México (1810 – 1910) coordinado por José Antonio Aguilar Rivera, el mismo
coordinador en la parte introductoria realiza una serie de afirmaciones en las que
se nos permite apreciar que las elecciones y las guerras civiles no estaban
contradichas unas con las otras, podemos observar una aplicación irregular de
leyes debido a convulsiones sociales o enfrentamientos internos nacionales, de
hecho debido a la existencia del legislativo y su intervención gubernativa, se
puede presentar de manera análoga el contrapeso político entre éste y el poder
ejecutivo al de las elecciones y las revueltas dirigidas por los diferentes caudillos
militares que lograban llegar al poder.

Sin duda los militares dominaban la vía a la autoridad ejecutiva de nivel tanto
nacional como estatal a través de las revueltas, pero los generales, incluido santa
Anna –o quizá él más que nadie—, se mostraban singularmente incapaces de
controlar el Congreso nacional siempre compuesto mayoritariamente por civiles
electos de manera popular. (Aguilar Rivera, 2010)

Ahora, nosotros podemos notar una postura del autor bastante clara, al hacer la
afirmación que contrapone una revuelta “caudillista” a una elección “popular”, esto
inmediatamente se observa tendiente a popularizar una elección y centralizar una
revuelta, lo cual no siempre es certero. Pero lo que sí interesa de la afirmación
citada es el lazo evidenciado entre guerras civiles y elecciones o revueltas como él
lo llama.

¿Qué es una elección? Teorías acerca de ella y cómo se han concebido en


México

Lo que asienta en la presentación del cuaderno Democracia y procesos


electorales de Luis Sánchez Agesta (Agesta, 1986) el jurista guatemalteco Jorge
Mario García Laguardia, quien fuera en 1986 el Director Ejecutivo del Centro de
Asesoría y Promoción Electoral (CAPEL), es que el hecho de hablar de una
elección supone que existe igualdad por lo menos entre las personas que
participan como electores, lo cual también maneja como una condición básica de
la democracia. Además dice que la elección muestra un acuerdo entre
gobernantes y gobernados y que el sufragio constituye una representación de
participación popular. Ubica al sufragio como una vía de legitimación del poder
político.
Algo nos queda claro, que la concepción moderna que se tiene de una elección es
que se da en tiempos en los que se ve a la democracia como una forma ideal de
gobierno. ¿En qué época sucede esto? Nosotros podemos ubicar la aparición de
la democracia en el discurso y en los quehaceres registrados por los actores
políticos de las llamadas revoluciones burguesas del siglo XVIII, es decir, los
principios y valores que basaban las luchas desencadenadas por la emergente
burguesía, unida con campesinos y también con el emergente proletariado, eran la
libertad, la democracia, la participación popular, la igualdad. Con el consecuente
rechazo a la concentración y a la centralización del poder y su expresión
gubernativa: la monarquía; las restricciones a la participación política, los
atavismos económicos, la regulación de la competencia.
Entonces, entendemos al proceso electoral y a su herramienta, el sufragio, como
propios de la democracia, aunque su origen no se encuentra en esta, su
importancia se traduce en orgánica, ya que son los resultados de este proceso los
que se suponen basados en la voluntad popular.
Uno de los registros históricos con coqueteos liberales que tenemos en el país, es
desde luego, extranjera y europea. Estamos hablando de la Constitución de Cádiz
de 1812. Ésta si bien, no coincide con los principios democráticos que
mencionamos anteriormente, sí descentraliza el poder y formalmente va contra la
concentración del mismo por parte de un usurpador, impuesto a partir de una
invasión (la invasión napoleónica).
Este proceso electoral se llevó a cabo con una configuración que implicaba
elección indirecta en lo que formalmente se conoce como 3 grados, de alguna
manera recogía la voluntad, digamos, del sentir de una parte de la población (por
lo menos iniciando por cada 70’000 almas) la cual se iba reduciendo hasta llegar a
las elecciones de diputados a Cortes.
Pero citamos el ejemplo porque acá podemos observar parte de lo que ha sido
heredado a nuestra concepción. Una elección, desde el primer grado que se tiene
registrado en la Constitución gaditana que es votar para elegir a un “elector
parroquial”, es la concurrencia de ciudadanos, avecindados en una demarcación
común, que cumpliendo ciertos requisitos, alcanzan igualdad otorgada por una
determinada legislación para poder designar autoridad, a través de una
herramienta conocida como “sufragio” a una persona, la cual tomará decisiones a
nombre de ellos acerca de hechos en los que están involucrados, no sólo los
electores, sino toda la comunidad en la que viven.
Digamos eso es en un sentido general lo que identificamos se concibe como
elección. Ahora, debido a la historia de nuestro país y a la de su forma de hacer
política, se concibe a la elección como una competencia en la cual quien obtenga
el mayor número de votos, es aquél que puede tener acceso a un puesto que le
significa poder ejercer dominación sobre otras personas y el cuál no sólo está
facultado legalmente, sino que está legitimado por el registro de esos votos para
poder hacerlo.
Es precisamente esta concepción la que más nos sirve para el presente ensayo,
ya que el hecho poder llegar a un gobierno, no sólo implica estar legitimado por
una determinada cantidad de votos u ostentar que se personifica la voluntad de la
mayoría que participó en el proceso. Se requieren condiciones favorables para
poder mantenerse en dicha función, se requiere incluso de una condición previa,
que haga que pueda ser participe como susceptible a ser candidato en ese
proceso.
En la formalidad y por lo tanto en la legislación, se llega a un punto de “ejercicio
libre” donde el ser individual expresa “su voluntad”, es decir, emite un voto
subjetivo en plena libertad. En las legislaciones encontramos las frases “al
candidato de su preferencia”, “a la persona que elija”, “a quien el votante desee”.
Sin embargo, hay algo que la legislación no puede más que sancionar para
evitarla, pero no puede incluirla como parte del proceso para llegar a elecciones o
para cambiar el resultado de estas: la violencia y uno de sus complementos
concretos, la lucha armada.
Qué se entiende por guerra civil o por una revuelta, esos conceptos y otros
que tienen relación con luchas armadas.

Hasta este momento hemos utilizado de manera indistinta los conceptos de guerra
civil y de revuelta, sin embargo, no pueden significar lo mismo, aunque en
ocasiones dentro de la literatura se nos presente como que una implica a la otra o
viceversa.
Sin embargo hemos dado lectura a varios textos que hablan de esos conceptos y
otros relacionados a ellos, tal como sublevación, rebelión e incluso revolución.
Sería conveniente a partir de la utilización de estos conceptos poder describir en
general cómo se entienden y se conciben.
Friederich Katz en Revuelta, rebelión y Revolución: La lucha rural en México del
siglo XVI al siglo XX (Katz, 1999), utiliza en apariencia estos conceptos de manera
indiscriminada, sin embargo, si se lee con detenimiento, podremos ver que lo que
diferencia a cada uno, en primer lugar son sus manifestaciones, la revuelta no es
forzosamente armada, cualquier acto colectivo que sea tendiente a una
desestabilización del orden establecido, puede ser considerado como revuelta, es
decir, las manifestaciones de indios en las cuales estos ingresaban a palacio de
gobierno a cuestionar al virrey, así como, la resistencia de tarahumaras para evitar
la invasión de tierras donde se defendían con cualquier herramienta a su alcance
que sirviera de arma, son consideradas como revueltas, los ataques masivos de
bandoleros a las clases con grandes caudales económicos, la utilización de
peones por parte de los caudillos para lograr imponer intereses de facciones o de
fracciones, se valieron de las revueltas como mecanismo para iniciar una guerra.
Es decir, la revuelta está presente en casi todas las acciones que trastoquen el
orden establecido y que lo saquen de su estado corriente, sea esta de manera
consciente o inconsciente.
La sublevación, implica por lo menos la identificación de un enemigo ante el cual
hay que luchar, ubicado a este en una posición dominante.
Una rebelión al igual que una sublevación implica que los dominados ubiquen a
un dominante y cuestionen la posición de este, la rebelión al igual que la revuelta,
no implica una acción forzosamente armada, de hecho se puede decir que la
rebelión es un paso filosófico previo que lleva necesariamente a la sublevación y a
alguna expresión aún más concreta.
Siguiendo con ese razonamiento la revolución adquiere una connotación más
profunda, ya que si bien, en los dos conceptos anteriores ya se ubica y se hace
consciente una relación dominante-dominado y el dominado se rebela en contra
de quién ubica lo domina, esto no es propiamente para modificar la situación que
de fondo hace que existan relaciones de dominación, la revolución implica un
planteamiento político y económico que acaba con las relaciones existentes para
imponer otras nuevas que rechazan a las anteriores, pero que al mismo tiempo
parten de ella. Es cambiar la manera en que produce la sociedad, el modo de
producción que determina la forma de apropiación del excedente económico y
quién se apropia de lo producido y por lo tanto quién ostenta el poder y cómo el
resto de relaciones sociales se ven determinadas por esto.
Una guerra civil, implica bandos definidos con intereses antagónicos o no, pero
por lo menos, en lo formal, contrarios, ya que puede ser que compartan un mismo
proyecto, pero la disputa está en quién debe imponerlo. Importante definirlo, estos
bandos están en igualdad de condiciones o por lo menos, lo más similares
posibles, para que se hable en general de guerra, es porque a un ataque
corresponderá un contraataque y viceversa, ahora, se le llama “civil” debido a que
es el conflicto interno de una determinada formación económica y social, donde
los que participan, aunque estén armados, no tienen la profesión militar, es el
momento en el que el que no es soldado se convierte en uno para defender con
las armas una posición para que esta pueda ser impuesta.
Como epílogo de esta sección podemos poner al pronunciamiento, este se utiliza
y se entiende como un levantamiento militar en contra de los mandos y
autoridades establecidas, las cuales fueron alguna vez aceptadas.
Como podemos ver, de los conceptos anteriores el que forzosamente implica un
proyecto político y económico que transforme de fondo las condiciones
establecidas es la revolución, las otras, si bien alteran el orden establecido y por
lo tanto lo modifican, no lo destruyen, para después implantar otro basado en una
forma de apropiación distinta. Uno de los ejemplos más ilustrativos en la historia
de la humanidad es la rebelión de esclavos de los años 73 a 71 antes de cristo
dirigida y promovida por Espartaco, un esclavo, el cual, se vio limitado por las
condiciones materiales que el modo de producción esclavista determinó, ellos
identificaban al enemigo que era quien los oprimía, sin embargo, la propia
concepción de los rebeldes y el desarrollo del conocimiento de su tiempo no les
permitió identificar qué era lo que sustentaba la posición en la cual se encontraban
sus opresores, no llegó a ser revolución, no modificó el modo de producción, hubo
una concepción que llevó a la rebelión, organizaron revueltas, todo constituyó una
sublevación, pero no podía dar para más.

En la historia de México alguna ha tenido incidencia en la otra.


Como se enseña la historia nacional, generalmente ubicamos como los dos
grandes sucesos que se basaron en revueltas y sublevaciones a los denominados
como: Independencia de México y Revolución Mexicana, que sus nombres sean
una denominación exacta de lo que sucedió, es otra discusión, así se les conoce.
Ahora el proceso electoral que identificamos paralelo a la guerra de independencia
es la ya citada elección de diputados a Cortes a celebrarse en 1812.
Jaime del Arenal Fenochio en su cronología de la independencia dice que el 14
de febrero de 1810 la Regencia ordena la celebración de elecciones para elegir
representantes para integrar las Cortes que sesionarían en España (Del Arenal
Fenochio, 2011) . Esto es previa la revuelta con la que se da inicio se identifica la
guerra independentista.
Ahora, la base con la que se realizan estas elecciones no puede ser más que la
determinada por España años antes del mismo siglo XIX, aproximadamente en el
año 1865, así que las elecciones que se celebran en febrero de 1810 no son
debido a un hecho ocurrido en México.
La que diríamos se da posterior a la revuelta iniciada por el Ejército Insurgente, es
la Constitución de Cádiz discutida en 1812, la cual incluyó en la discusión a
diputados de ultramar electos y mantenidos por sus provincias y de los cuales
algunos de ellos tenían una posición favorable a los valores que buscaban
imponer los independentistas, sin embargo, a pesar de sus posiciones y sus
planteamientos, estos no quedaron plasmados en la forma de elección a llevarse a
cabo en la aún Nueva España. Una de esas discusiones giró en torno a quienes
debían ser considerados como ciudadanos. Los diputados pertenecientes a la
península defendieron la posición de que debía de haber una discriminación por
castas, esto

motivó una radicalización por parte de los diputados americanos, que terminaron
exigiendo la inclusión de todos los habitantes como ciudadanos, sin importar raza,
origen o color (Avila, 1999)

acá podemos observar cómo parte de la filosofía independentista de la inclusión


se vio reflejada en un intento de modificar una legislación electoral, ¿Por qué?
Porque tomando en cuenta el número de ciudadanos se determinaba la cantidad
de representantes que necesitaban.
Y así la Independencia dio origen a planes y constituciones que planteaban formas
de elección, tales como el Plan de Iguala y la constitución de Apatzingan. En este
suceso sí existe entonces registro de que una rebelión, valiéndose de revueltas
armadas incidió en elecciones y la forma de éstas.
En el caso de 1910, fue el lema de los antireeleccionistas uno de los principios en
papel de quienes convocaron a tomar las armas. De hecho, posterior a la salida de
Porfirio Díaz del gobierno se convocó a elecciones en las cuales resultó triunfante
Francisco I. Madero.

Legislación electoral.

Es competente que mencionemos las distintas legislaciones como tal que han
existido en nuestro país, o que si bien, no son originarias de este, configuraron los
procesos electorales que se llevaban a cabo.

El periodo que va a la Constitución de Cádiz a la Ley Orgánica Electoral de 1857,


la etapa independiente, puede ser definida electoralmente como un régimen
mayoritario de elección indirecta, en segundo y tercer grado y de voto público.

(Orozco, 1985).
Posteriormente con la Reforma, viene otra modificación a la legislación electoral
que la convierte en indirecta de primer grado. Estamos hablando de una etapa
posterior a 1857.

Posteriormente en 1911 con Madero como presidente, observamos la inclusión de


una nueva ley electoral en la cual se presenta el voto secreto desde la elección
primaria.
Posterior, en mayo de 1912, viene una reforma donde la elección de diputados se
convierte en directa y la de presidente y ministros queda en indirecta.
En septiembre de 1916 viene otra modificación a la ley electoral donde el voto
vuelve a ser público.
Así llegamos a 1917 donde queda articulado en el 35 constitucional que el
ciudadano puede votar en las elecciones populares y tiene derecho a ser votado
para los cargos de elección popular.

Hasta ahí dejaremos el registro de modificaciones y creación de legislación


electoral. Ya que es hasta ahí donde se tiene registro de luchas armadas de
carácter nacional en el país, con relación a fines electorales.

Revueltas en México y/o guerras civiles temporalmente coincidentes con los


procesos electorales.
Observando lo anterior podemos ver que gran parte de la legislación electoral
está basada en reclamos sociales que buscaron su aparición o encontraron salida
por la vía de la revuelta o la lucha armada y para consolidarse o incluir las voces
que no propiamente era afín a sus posiciones y así obtener legitimidad, desde
luego en la legislación electoral se vieron reflejadas muchas de estas luchas que
se conservan hasta la actualidad, se analizará más a detalle en trabajos
posteriores.
Trabajos citados
Agesta, L. S. (1986). Democracia y Procesos Electoralel (Vol. 13). San José C.R.: Editorial
Universitaria Centroamericana.

Aguilar Rivera, J. A. (2010). Las elecciones y el gobierno representativo en México (1810-1910). DF:
Fondo de Cultura Económica.

Avila, A. (1999). Las primeras elecciones del México independiente. Política y Cultura, 29-60.

Del Arenal Fenochio, J. (2011). Cronología de la Independencia (1808-1821). D.F.: Instituto


Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. (INEHRM).

Katz, F. (. (1999). Revuelta, rebelión y Revolución: La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX
Vol. 1. D.F.: Ediciones Era S.A. de C.V.

Koestler, A. (1965). Espartaco, la rebelión de los esclavos. Londres: Proyecto Espartaco.

Orozco, J. d. (1985). Legislación Electoral en México . D.F.

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