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Cómo dar vida a la biblioteca escolar en Secundaria

Por José Antonio Camacho Espinosa 

La biblioteca escolar ofrece diferentes servicios con el objetivo de satisfacer las


necesidades de la comunidad educativa. Por eso, debe mantenerse en un proceso de
renovación y dinamismo constante, facilitando a sus usuarios tanto el acceso a sus
instalaciones como a los materiales que contiene. También ha de presentarles las
posibilidades de consulta y de uso general de sus materiales, además de ayudarles a
encontrar la información que demandan de forma autónoma.
Introducción 

Una biblioteca, al igual que el centro educativo del que depende, o es una «biblioteca
viva» o no es una biblioteca. No se trata de disponer de un gran local, de los mejores
equipamientos, de un magnífico fondo documental o de las herramientas más
modernas para el tratamiento y el acceso a la información. Todo eso es necesario para
que exista una buena biblioteca, pero la «vida» se la dan las personas que la gestionan
y los lectores que hacen uso de ella.

Una biblioteca es, ante todo, un conjunto de servicios que se ofrecen a una comunidad.
En el caso de un centro educativo nos referiremos a la comunidad educativa. Alumnos,
profesores y familias necesitan este centro de documentación para satisfacer sus
necesidades de información y documentación, en unos casos comunes y en otros
específicas.

Los alumnos, para llevar a cabo su proceso de aprendizaje global, en cualquiera de las
áreas del currículo. Los profesores, para dar respuesta a la didáctica de cada una de
sus materias, a los procesos de investigación e innovación, a la formación continua y a
la información profesional. Las familias, por su parte, dispondrán de aquella
información y documentos que pueden ser útiles en su tarea educativa. Y todos ellos
podrán satisfacer sus necesidades de información general, referencial, local, de ocio,
etc.

La imaginación será una aliada permanente en la tarea del bibliotecario y de las


personas que colaboren con él, de tal modo que la biblioteca se encuentre en proceso
de renovación constante, manteniendo su atractivo y dando la mejor respuesta a cada
una de esas necesidades.

Por otra parte, una biblioteca escolar debe, ante todo, preparar a los jóvenes para
desenvolverse en cualquier centro de documentación y para continuar los procesos de
autoformación, una vez terminada la escolaridad obligatoria. De ahí que se plantee en
este artículo un proceso que puede ser secuencial o simultáneo, pero en el que se han
de contemplar cada una de las etapas que a continuación se describen.

En primer lugar, hay que conseguir que todos los usuarios potenciales se conviertan en
usuarios reales. Que los miembros de la comunidad educativa reconozcan en la
biblioteca un recurso básico para la formación, la información y la ocupación del
tiempo de ocio.
Una vez que los lectores se acerquen a la biblioteca, recibirán información acerca de
todo lo que ésta les puede ofrecer a fin de prepararlos para que hagan uso de ella con
el máximo aprovechamiento.
Cuando el usuario conozca ya la biblioteca, todo lo que alberga y los servicios que le
ofrece, se le enseñará a reconocer y localizar los distintos documentos. Se instruirá al
lector en el manejo de las herramientas más adecuadas, sobre todo los catálogos,
bases de datos y buscadores.

Conocida la tipología documental y los diversos soportes con que cuenta una
biblioteca, es el momento de extraer del documento la información precisa. No todos
los documentos ni todos los soportes son iguales; por tanto, también se enseñará a los
jóvenes a manejar cada uno de ellos.

Una vez que se han dado todos los pasos para la selección y búsqueda de los
documentos y la recogida de la información contenida en ellos, hay que concluir con la
extracción y tratamiento de la misma, para presentarla en forma de nueva información
capaz de generar en quien la lea nuevos conocimientos.

Lo que se ofrece a continuación es un conjunto de propuestas que permiten al


bibliotecario –y al profesorado en general– llevar a cabo este itinerario de un modo
atractivo para los alumnos, sin perder de vista los verdaderos objetivos de la
biblioteca, transformándola en un verdadero ente con vida propia

Dar vida a la organización de la biblioteca 

Zonas para distintos usos. Aunque el espacio total de la biblioteca escolar sea


escaso –algo habitual en los centros educativos– es importante que el alumno tenga
claro que la biblioteca no es un tótum revolútum, sino que en ella puede encontrar
documentos de formato y contenido diverso y que puede realizar actividades de lo más
variado. Por eso, conviene diferenciar: zona de información al usuario, novedades y
consulta de catálogos; zona de lectura relajada –asociada a las obras de ficción–;
hemeroteca; área de consulta y trabajo individual –asociada a los documentos
temáticos o de conocimientos–; audiovisuales; zona de acceso a documentos
electrónicos y consulta de Internet.

Decorar, informar, atraer. Lo anterior es mucho más atractivo para los lectores si se
mantiene una decoración cuidada y renovada. Periódicamente hay que dar un aire
nuevo, aprovechando el cambio de estaciones, la celebración de alguna fiesta, la visita
de un autor o el tratamiento de algún tema de interés. Al mismo tiempo, se mantendrá
un clima acogedor con plantas, grandes ilustraciones, luces indirectas, etc. Este
ambiente general, hay que completarlo con indicativos que faciliten en todo momento
el uso de la biblioteca. Esta tarea se verá complementada con información que se
facilitará a los usuarios en forma de tríptico u hoja informativa y que estará
permanentemente expuesta en el tablón de anuncios. Un tablón que se situará a la
entrada de la biblioteca y hacia el que se atraerá la atención con información
actualizada: listas de novedades, programación de actividades, avisos, anuncios de los
lectores, artículos de prensa o titulares de interés, programación cultural del barrio o
localidad, etc.
Facilitar la localización de documentos. El criterio más adecuado para la
ordenación de los libros –y más en un centro de secundaria– es la utilización de la CDU
(Clasificación Decimal Universal). Unido a ello, hay que introducir algunos elementos
que sirvan para hacer lo más sencillo posible la localización de cualquier obra de
interés del lector: símbolos que hagan referencia al género de las obras (en el caso de
la literatura) o al contenido de las mismas (en el caso de los libros de conocimientos) y
adhesivos de colores para orientarles respecto al nivel lector al que va dirigido un libro
determinado. También es habitual emplear tejuelos de distintos colores para resaltar
las obras que no se pueden sacar en préstamo de la biblioteca: enciclopedias,
diccionarios, catálogos, etc.
Por otra parte, la ordenación siguiendo temas de interés suele dar buen resultado, ya
que se reúnen en un estante o armario un conjunto de obras que, independientemente
de su género, materia o soporte, se agrupan para que el lector pueda encontrar todo lo
que hace referencia a un tema concreto.
Cuando se disponga de colecciones de 20 ó 30 ejemplares de un mismo título para
realizar actividades grupales (librofórum, club de lectura...) conviene diferenciarlas
también con algún distintivo y guardarlas en depósito.

Dar utilidad a los viejos catálogos. El volumen y las características de la


información que se maneja en una biblioteca actual hacen imprescindible el empleo de
equipos informáticos y la automatización de la misma. Pero no hay por qué
desprenderse de los antiguos catálogos manuales, dado su carácter didáctico y
manipulativo, de gran interés para los alumnos en los primeros cursos de la ESO.

Aprender de las librerías. Algo que no puede faltar en una biblioteca es un lugar
donde sistemáticamente aparezcan los libros, discos, vídeos o CD-ROM que se van
incorporando a la misma. Antes de que una obra pase a su ubicación definitiva, debe
permanecer unos días en el expositor para que los usuarios se enteren
inmediatamente de su adquisición. Asimismo, se informará de esas compras a todo el
centro a través de una lista de novedades. Cualquier acontecimiento, celebración o
tema de interés debe ser motivo también para renovar los libros del expositor.

Ayudante bibliotecario. La implicación de los chicos en la biblioteca escolar, no sólo


como usuarios sino como colaboradores, tiene un interés pedagógico excepcional. Los
alumnos de Secundaria pueden participar a través de talleres o como miembros de la
comisión de la biblioteca en tareas de ordenación, devolución de documentos,
elaboración de dosieres, preparación de libros para el préstamo, etc.  

Acercarse a la biblioteca 

Como cuando vamos de viaje. La biblioteca escolar debe estar presente en cualquier
aula, en cualquier área y en cualquier departamento, y debe ser accesible a cualquier
sector de la comunidad educativa. Un instrumento útil para ello son las hojas o folletos
que nos informan esquemáticamente de los recursos disponibles, de su organización y
forma de localización, de los servicios y de las normas de funcionamiento. Esa misma
información se ofrecerá a través de carteles y de la página web de la biblioteca.

Vender el producto. Al iniciarse cada curso académico o en momentos significativos,


el bibliotecario debe preparar campañas de información o de atracción. Estas
campañas pueden ir dirigidas a toda la comunidad educativa o a sectores concretos. Se
utilizarán, como en el caso anterior, los recursos más eficaces a nuestro alcance.

El salto al ciberespacio. En estos momentos hay una sentencia que se aplica a


rajatabla en cualquier empresa que quiera ser competitiva: «quien no existe en la web,
no existe en el mercado». Esto es perfectamente aplicable a la biblioteca. La página
web debe ser un instrumento dinámico y renovado que, además de ofrecer la
información y los recursos más actualizados, invite constantemente al uso de los
mismos: alertas informativas, página de novedades, difusión selectiva de la
información, etc. Los documentos digitales forman parte de la vida diaria y esto no se
puede ignorar en la biblioteca escolar.  

Conocer la biblioteca 

Una gira por la biblioteca escolar. Es conveniente realizar una visita guiada por la
biblioteca al inicio de cada ciclo o etapa. La información que se dé y las actividades o
juegos que se realicen se adaptarán a cada nivel o grupo de alumnos. Estas visitas
ayudan a conocer el contenido de la biblioteca, las normas de funcionamiento, la forma
de localizar documentos, los servicios que se ofrecen, etc. Por otra parte, hay motivos
que invitan a preparar visitas extraordinarias: la llegada de una nueva colección o la
incorporación de un gran fondo, la instalación de nuevos equipos, la automatización o
el cambio de sistema, etc. Estas visitas también se pueden organizar para las familias
o para personas externas al centro educativo, mediante jornadas de puertas abiertas.

Juegos de simulación y web-quest. Las TIC permiten desarrollar una especie de


viaje a través de la biblioteca, mediante juegos de simulación, web-quest y otros
instrumentos digitales. Para ello se fotografían las distintas secciones de la biblioteca
con la cámara digital y se propone un recorrido en cada uno de los cuales el lector
incorpora indicativos o documentos que se han eliminado y que él tiene que tomar de
un depósito o carpeta.
Mucha información y soportes distintos. Uno de los primeros conocimientos con los que
debe contar cualquier usuario es la diferenciación de los distintos soportes
documentales y su forma de consulta. Para conseguirlo, se prepara un conjunto de
tarjetas en cada una de las cuales planteamos una necesidad informativa que se puede
satisfacer a través de alguno de los documentos existentes en la biblioteca. Por otra
parte, en una gran mesa se coloca al menos un documento de cada uno de los tipos
con los que contamos en nuestro fondo. A través de estrategias de búsqueda y de
dinámicas de grupo, los muchachos tienen que localizar, poner en común y justificar la
elección de un recurso concreto. A partir de aquí se pide que localicen el lugar de la
biblioteca donde se ubica cada documento para así poder hablar de la organización de
los mismos.  

Localizar los documentos 

Manejar los catálogos. Tanto si se dispone de catálogo manual (con fichas) como si


se cuenta con uno automatizado (OPAC) hay que tener a disposición del usuario
una guía que le oriente en los pasos que debe seguir para localizar un documento o
que le ayude a resolver las dificultades más habituales. También es interesante
elaborar un tutorial que le permita aprender paso a paso, de forma autónoma, el
manejo del OPAC.

¿Qué nos dicen los tejuelos? Para que los alumnos se familiaricen con el
tratamiento que reciben los documentos antes de ponerse al préstamo, se organizan
talleres. En ellos, como se mencionaba anteriormente, los muchachos se convierten en
ayudantes del bibliotecario y colaboran en algunas de sus tareas. Uno de los elementos
que hay que preparar para cada libro es el tejuelo, que sirve para ubicarlo y localizarlo.
A través de algunas actividades de carácter lúdico, conocerán el significado de las
distintas iniciales y de los símbolos que se colocan en el mismo.

El álbum de cromos de la biblioteca. Una forma interesante de atraer la atención


de los muchachos y facilitar el aprendizaje –aunque a veces demasiado explotada– es
la utilización de álbumes de cromos. En este caso se trata de preparar la reproducción
de las cubiertas de un conjunto de libros en pequeño formato. Se proporciona a cada
uno el álbum y, a través de una dinámica de juego en la que se impliquen los
profesores de distintas asignaturas, se van entregando los cromos. Cada vez que se
entrega un cromo nuevo el alumno debe encontrar en la biblioteca el libro
correspondiente mediante unas pistas que se indican en dicho cromo. Una vez que
localice la obra, dispondrá de la información necesaria para descubrir la página del
álbum donde lo debe pegar.

Cada documento en su lugar. Ahora cada alumno –o cada equipo de alumnos– debe


ubicar en el estante, armario o cajón correspondiente el conjunto de documentos que
se le ha entregado previamente. Para ello se ofrecen una serie de pistas que le vayan
llevando a las diferentes secciones de la biblioteca. En esta ocasión se utiliza una tabla
dicotómica de preguntas, cada una de las cuales tiene dos respuestas. Cada respuesta,
a su vez, lleva a una nueva pregunta. Así hasta llegar al punto en el que se encuentra
una réplica de la portada del libro que tiene entre manos. Si coincide la réplica con el
libro, la solución es correcta. En caso contrario, tendrá que volver a empezar para ir
por otro camino.

¿Todo está en Internet? Los recursos electrónicos son cada día más numerosos,
sobre todo en la red. Por tanto, es imprescindible enseñar a los chavales a localizarlos
a través de las herramientas más adecuadas. El primer peligro que hay que evitar es el
de la dispersión: hay que fijar claramente los objetivos y la trayectoria de una
búsqueda para no perderse por caminos laterales. En segundo lugar, centrados ya en
la búsqueda de un documento propiamente dicho, hay que diferenciar entre aquellos
que son visibles en Internet a través de los motores de búsqueda o directorios, por
depender directamente de una sede web y aquellos otros que están ocultos y a los que
hay que acceder a través de un catálogo o de una base de datos. Por último, hay que
aprender a manejar las distintas herramientas que la web ofrece: motores de
búsqueda, metabuscadores, directorios, catálogos y bases de datos. Se trata de
instrumentos, a veces, muy similares, pero que tienen sus peculiaridades y que,
conociéndolos a fondo, permitirán búsquedas mucho más eficaces. Para trabajar con
ellos es interesante que el bibliotecario prepare una serie de propuestas o estrategias
de búsqueda guiadas que vayan introduciendo paulatinamente en cada una de las
herramientas hasta dominarlas.  

Encontrar la información adecuada 

Diccionarios, enciclopedias, atlas, anuarios, directorios... ¡Cuánta


información! Las obras de referencia requieren un manejo muy particular, dado que
cada una de ellas presta un servicio distinto. Un diccionario sólo ofrece la definición de
una palabra de la lengua que se está manejando o su traducción, en el caso de los
bilingües. Una enciclopedia proporciona información acerca de personajes, lugares
geográficos y toda clase de contenidos de carácter científico, humanístico o literario.
Los atlas, por su parte, permiten la localización rápida de elementos geográficos, bien
físicos o políticos, e información sucinta sobre los mismos. Los anuarios, directorios,
guías... ofrecen datos o informaciones puntuales para resolver dudas, para tomar
decisiones o para acometer actuaciones. En este tipo de recursos documentales es
donde la informática ha permitido un gran salto cualitativo, ya que la interactividad, las
facilidades de búsqueda y el hipertexto, unidos a las conexiones telemáticas, ofrecen
posibilidades casi infinitas. Es imprescindible preparar actividades específicas para
conocer sus aplicaciones y aprender el manejo de cada una de ellas, tanto en formato
impreso como electrónico.

«El tiempo es oro». Tomando como modelo el conocido programa de la televisión, se


plantea un reto a través de una serie de preguntas o sentencias que llevan a la
resolución de un enigma. Para ello, los participantes tienen que utilizar distintas
fuentes de información –principalmente obras de referencia– en las que encontrarán
las respuestas.

El viaje a través de... Con la estrategia de la preparación de un viaje, se propone a


los participantes elaborar una guía que permita ir paso a paso por una ciudad, un país,
un río..., mencionando aquellos lugares de interés o respondiendo a una serie de
preguntas que el bibliotecario ha propuesto. Es una actividad muy apropiada para
trabajar con los atlas, pero se puede complementar con enciclopedias e incluso con
monografías sobre costumbres, geografía, etc. Esa misma propuesta se puede hacer
para «viajar por el cuerpo humano», «viajar por el proceso de fabricación de un
producto», «viajar en el tiempo a través de la historia»...

Índices, sumarios, glosarios... ¿Sabes orientarte? Con frecuencia, los alumnos de


Secundaria, e incluso de Bachillerato, buscan información de forma desordenada y sin
criterios en el texto de un libro, haciendo caso omiso de los instrumentos de consulta
con los que cuenta la mayoría de las obras. Saber manejar índices, glosarios,
bibliografías o gráficos puede ahorrar horas de trabajo. Conseguir que los muchachos
se familiaricen con ellos no es una tarea complicada, pero hay que contemplarla dentro
de la programación de las actividades de formación documental, no se puede dar por
sabido. También se pueden presentar a los lectores obras carentes de dichos
elementos y que sean los alumnos quienes los elaboren. Serán los primeros pasos para
que, cuando tengan que enfrentarse a la redacción de un trabajo escrito, sepan
planificarlo y realizarlo correctamente.

Los dosieres de prensa. Mantener operativo a lo largo del curso escolar un taller


para la creación de archivos de prensa por el que vayan pasando distintos grupos de
alumnos permite, por un lado, crear un fondo temático de gran interés para la
realización de trabajos de todo tipo y, por otro, familiarizar a los alumnos con
periódicos y revistas. Así después sabrán localizar, de forma autónoma, cualquier
información de actualidad que necesiten. Estos dosieres se pueden elaborar en formato
electrónico, creando un conjunto de carpetas y subcarpetas en el ordenador de la
biblioteca, de donde cualquier usuario pueda tomar una información para satisfacer sus
necesidades.  

Transformar la información y difundir nuevos conocimientos 

El fichero o base de datos con reseñas bibliográficas, citas o direcciones


URL. Cuando nos disponemos a redactar un texto, toda la información que se va
recogiendo de aquí y de allá, con sus correspondientes referencias, se deben agrupar
en un fichero, bien manual o automatizado. Las fichas manuales son muy operativas,
funcionales y sencillas de manejar por los más pequeños del centro. Pero cuando el
volumen de información va creciendo, una sencilla base de datos permite el manejo y
recuperación de esa información con más facilidad.

Murales, carteles, paneles informativos... Una forma atractiva e intuitiva de


presentar una información es a través de estos medios, aunque para ello se requiere
algo que generalmente resulta difícil de conseguir a muchos lectores: capacidad de
síntesis. Por eso, es una actividad de gran interés desde las edades más tempranas,
aunque debe plantearse de forma gradual y manejando distintas técnicas expresivas,
gráficas y tipográficas.

El periódico de una época o un lugar determinado. Un modo interesante de


plantear el manejo de obras de historia, geografía y ciencias sociales en general, es
presentar esa información en formato de periódico o revista. Algunas propuestas
pueden ser «El periódico de mi ciudad hace 200 años» o «El periódico de una lejana
región o país», de tal modo que toda la información se presente siguiendo las
secciones habituales de un periódico y redactada con estilo periodístico.

Artículos para revistas y periódicos. Cuando los alumnos hayan adquirido ya cierto


nivel tanto en el manejo de las fuentes y del lenguaje escrito como en la organización
y presentación de sus trabajos, es el momento de que éstos salgan a la luz, bien a
través de las propias publicaciones periódicas de la biblioteca escolar (en formato
impreso o electrónico), bien a través de las de difusión general.

Uso de las TIC para que nos entiendan mejor. Los recursos tecnológicos ofrecen
dos ventajas a la hora de presentar un tema: el atractivo que tiene para los chicos el
manejo de distintos soportes y técnicas, y el refuerzo del mensaje escrito con
imágenes y sonidos. Las grandes posibilidades que ofrecen las aplicaciones
informáticas actuales permiten realizar trabajos con presentaciones de gran calidad y
con acceso a todo tipo de recursos digitalizados: textos, imágenes, gráficos, música,
etc. Pero antes de llegar a ese punto conviene emplear otros recursos como
grabaciones en casete, dibujos y gráficos realizados en acetato o diapositivas que,
como en el caso de las fichas de cartulina, son más manejables e intuitivas para los
alumnos de los primeros cursos de la ESO.

El libro de... El gran reto que se puede plantear un profesor con su grupo de alumnos,
con la inestimable colaboración del bibliotecario escolar, es la confección de un libro en
el que se recojan los conocimientos alcanzados durante un curso escolar en un tema,
un área o en un conjunto de ellas. Se puede decir que es el fin último de todo este
proceso en el que se han planteado el conocimiento y manejo de todo tipo de fuentes
documentales, y el tratamiento y presentación de la información en otro documento
creado por los propios alumnos. Para ello habrá que echar mano de las técnicas y
recursos que se mencionan más arriba, a los que se puede añadir todo el proceso de
planificación y reparto de tareas, antes de la realización del mismo, así como un taller
de encuadernación que permita recopilar todos los trabajos realizados en un solo
volumen.

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