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Una biblioteca, al igual que el centro educativo del que depende, o es una «biblioteca
viva» o no es una biblioteca. No se trata de disponer de un gran local, de los mejores
equipamientos, de un magnífico fondo documental o de las herramientas más
modernas para el tratamiento y el acceso a la información. Todo eso es necesario para
que exista una buena biblioteca, pero la «vida» se la dan las personas que la gestionan
y los lectores que hacen uso de ella.
Una biblioteca es, ante todo, un conjunto de servicios que se ofrecen a una comunidad.
En el caso de un centro educativo nos referiremos a la comunidad educativa. Alumnos,
profesores y familias necesitan este centro de documentación para satisfacer sus
necesidades de información y documentación, en unos casos comunes y en otros
específicas.
Los alumnos, para llevar a cabo su proceso de aprendizaje global, en cualquiera de las
áreas del currículo. Los profesores, para dar respuesta a la didáctica de cada una de
sus materias, a los procesos de investigación e innovación, a la formación continua y a
la información profesional. Las familias, por su parte, dispondrán de aquella
información y documentos que pueden ser útiles en su tarea educativa. Y todos ellos
podrán satisfacer sus necesidades de información general, referencial, local, de ocio,
etc.
Por otra parte, una biblioteca escolar debe, ante todo, preparar a los jóvenes para
desenvolverse en cualquier centro de documentación y para continuar los procesos de
autoformación, una vez terminada la escolaridad obligatoria. De ahí que se plantee en
este artículo un proceso que puede ser secuencial o simultáneo, pero en el que se han
de contemplar cada una de las etapas que a continuación se describen.
En primer lugar, hay que conseguir que todos los usuarios potenciales se conviertan en
usuarios reales. Que los miembros de la comunidad educativa reconozcan en la
biblioteca un recurso básico para la formación, la información y la ocupación del
tiempo de ocio.
Una vez que los lectores se acerquen a la biblioteca, recibirán información acerca de
todo lo que ésta les puede ofrecer a fin de prepararlos para que hagan uso de ella con
el máximo aprovechamiento.
Cuando el usuario conozca ya la biblioteca, todo lo que alberga y los servicios que le
ofrece, se le enseñará a reconocer y localizar los distintos documentos. Se instruirá al
lector en el manejo de las herramientas más adecuadas, sobre todo los catálogos,
bases de datos y buscadores.
Conocida la tipología documental y los diversos soportes con que cuenta una
biblioteca, es el momento de extraer del documento la información precisa. No todos
los documentos ni todos los soportes son iguales; por tanto, también se enseñará a los
jóvenes a manejar cada uno de ellos.
Una vez que se han dado todos los pasos para la selección y búsqueda de los
documentos y la recogida de la información contenida en ellos, hay que concluir con la
extracción y tratamiento de la misma, para presentarla en forma de nueva información
capaz de generar en quien la lea nuevos conocimientos.
Decorar, informar, atraer. Lo anterior es mucho más atractivo para los lectores si se
mantiene una decoración cuidada y renovada. Periódicamente hay que dar un aire
nuevo, aprovechando el cambio de estaciones, la celebración de alguna fiesta, la visita
de un autor o el tratamiento de algún tema de interés. Al mismo tiempo, se mantendrá
un clima acogedor con plantas, grandes ilustraciones, luces indirectas, etc. Este
ambiente general, hay que completarlo con indicativos que faciliten en todo momento
el uso de la biblioteca. Esta tarea se verá complementada con información que se
facilitará a los usuarios en forma de tríptico u hoja informativa y que estará
permanentemente expuesta en el tablón de anuncios. Un tablón que se situará a la
entrada de la biblioteca y hacia el que se atraerá la atención con información
actualizada: listas de novedades, programación de actividades, avisos, anuncios de los
lectores, artículos de prensa o titulares de interés, programación cultural del barrio o
localidad, etc.
Facilitar la localización de documentos. El criterio más adecuado para la
ordenación de los libros –y más en un centro de secundaria– es la utilización de la CDU
(Clasificación Decimal Universal). Unido a ello, hay que introducir algunos elementos
que sirvan para hacer lo más sencillo posible la localización de cualquier obra de
interés del lector: símbolos que hagan referencia al género de las obras (en el caso de
la literatura) o al contenido de las mismas (en el caso de los libros de conocimientos) y
adhesivos de colores para orientarles respecto al nivel lector al que va dirigido un libro
determinado. También es habitual emplear tejuelos de distintos colores para resaltar
las obras que no se pueden sacar en préstamo de la biblioteca: enciclopedias,
diccionarios, catálogos, etc.
Por otra parte, la ordenación siguiendo temas de interés suele dar buen resultado, ya
que se reúnen en un estante o armario un conjunto de obras que, independientemente
de su género, materia o soporte, se agrupan para que el lector pueda encontrar todo lo
que hace referencia a un tema concreto.
Cuando se disponga de colecciones de 20 ó 30 ejemplares de un mismo título para
realizar actividades grupales (librofórum, club de lectura...) conviene diferenciarlas
también con algún distintivo y guardarlas en depósito.
Aprender de las librerías. Algo que no puede faltar en una biblioteca es un lugar
donde sistemáticamente aparezcan los libros, discos, vídeos o CD-ROM que se van
incorporando a la misma. Antes de que una obra pase a su ubicación definitiva, debe
permanecer unos días en el expositor para que los usuarios se enteren
inmediatamente de su adquisición. Asimismo, se informará de esas compras a todo el
centro a través de una lista de novedades. Cualquier acontecimiento, celebración o
tema de interés debe ser motivo también para renovar los libros del expositor.
Acercarse a la biblioteca
Como cuando vamos de viaje. La biblioteca escolar debe estar presente en cualquier
aula, en cualquier área y en cualquier departamento, y debe ser accesible a cualquier
sector de la comunidad educativa. Un instrumento útil para ello son las hojas o folletos
que nos informan esquemáticamente de los recursos disponibles, de su organización y
forma de localización, de los servicios y de las normas de funcionamiento. Esa misma
información se ofrecerá a través de carteles y de la página web de la biblioteca.
Conocer la biblioteca
Una gira por la biblioteca escolar. Es conveniente realizar una visita guiada por la
biblioteca al inicio de cada ciclo o etapa. La información que se dé y las actividades o
juegos que se realicen se adaptarán a cada nivel o grupo de alumnos. Estas visitas
ayudan a conocer el contenido de la biblioteca, las normas de funcionamiento, la forma
de localizar documentos, los servicios que se ofrecen, etc. Por otra parte, hay motivos
que invitan a preparar visitas extraordinarias: la llegada de una nueva colección o la
incorporación de un gran fondo, la instalación de nuevos equipos, la automatización o
el cambio de sistema, etc. Estas visitas también se pueden organizar para las familias
o para personas externas al centro educativo, mediante jornadas de puertas abiertas.
¿Qué nos dicen los tejuelos? Para que los alumnos se familiaricen con el
tratamiento que reciben los documentos antes de ponerse al préstamo, se organizan
talleres. En ellos, como se mencionaba anteriormente, los muchachos se convierten en
ayudantes del bibliotecario y colaboran en algunas de sus tareas. Uno de los elementos
que hay que preparar para cada libro es el tejuelo, que sirve para ubicarlo y localizarlo.
A través de algunas actividades de carácter lúdico, conocerán el significado de las
distintas iniciales y de los símbolos que se colocan en el mismo.
¿Todo está en Internet? Los recursos electrónicos son cada día más numerosos,
sobre todo en la red. Por tanto, es imprescindible enseñar a los chavales a localizarlos
a través de las herramientas más adecuadas. El primer peligro que hay que evitar es el
de la dispersión: hay que fijar claramente los objetivos y la trayectoria de una
búsqueda para no perderse por caminos laterales. En segundo lugar, centrados ya en
la búsqueda de un documento propiamente dicho, hay que diferenciar entre aquellos
que son visibles en Internet a través de los motores de búsqueda o directorios, por
depender directamente de una sede web y aquellos otros que están ocultos y a los que
hay que acceder a través de un catálogo o de una base de datos. Por último, hay que
aprender a manejar las distintas herramientas que la web ofrece: motores de
búsqueda, metabuscadores, directorios, catálogos y bases de datos. Se trata de
instrumentos, a veces, muy similares, pero que tienen sus peculiaridades y que,
conociéndolos a fondo, permitirán búsquedas mucho más eficaces. Para trabajar con
ellos es interesante que el bibliotecario prepare una serie de propuestas o estrategias
de búsqueda guiadas que vayan introduciendo paulatinamente en cada una de las
herramientas hasta dominarlas.
Uso de las TIC para que nos entiendan mejor. Los recursos tecnológicos ofrecen
dos ventajas a la hora de presentar un tema: el atractivo que tiene para los chicos el
manejo de distintos soportes y técnicas, y el refuerzo del mensaje escrito con
imágenes y sonidos. Las grandes posibilidades que ofrecen las aplicaciones
informáticas actuales permiten realizar trabajos con presentaciones de gran calidad y
con acceso a todo tipo de recursos digitalizados: textos, imágenes, gráficos, música,
etc. Pero antes de llegar a ese punto conviene emplear otros recursos como
grabaciones en casete, dibujos y gráficos realizados en acetato o diapositivas que,
como en el caso de las fichas de cartulina, son más manejables e intuitivas para los
alumnos de los primeros cursos de la ESO.
El libro de... El gran reto que se puede plantear un profesor con su grupo de alumnos,
con la inestimable colaboración del bibliotecario escolar, es la confección de un libro en
el que se recojan los conocimientos alcanzados durante un curso escolar en un tema,
un área o en un conjunto de ellas. Se puede decir que es el fin último de todo este
proceso en el que se han planteado el conocimiento y manejo de todo tipo de fuentes
documentales, y el tratamiento y presentación de la información en otro documento
creado por los propios alumnos. Para ello habrá que echar mano de las técnicas y
recursos que se mencionan más arriba, a los que se puede añadir todo el proceso de
planificación y reparto de tareas, antes de la realización del mismo, así como un taller
de encuadernación que permita recopilar todos los trabajos realizados en un solo
volumen.