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RESPETABLE LOGIA VOLTAIRE Nº 18

VALLE DE TALCA.

El Simbolismo Constructor

TENIDA DE PRIMER GRADO


Expositor:

04 de junio del 2019 e.v.


A:.L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:.

“A los ignorantes los aventajan los que leen libros. A éstos, los que retienen lo leído. A éstos, los que comprenden lo
leído. A éstos, los que ponen manos a la obra”. Proverbio Hindú

Introducción:

La historia de la humanidad está vinculada íntimamente a la historia de las construcciones y éstas a quienes
ejecutaron las mismas. Los constructores primitivos y los colectivos de constructores de la antigüedad,
constituyen la base de la cual, en algún momento, surgieron interpretaciones éticas a partir de los utensilios de
la construcción, el desarrollo de conocimientos científico-tecnológicos considerados reservados para la
generalidad, una organización gradual con propósitos formativos, y todos los demás elementos que devinieron
en lo que, con el tiempo, llegó a denominarse masonería.
Los masones, desde aquellos tiempos, además de utilizar los instrumentos de construcción para el uso normal
a que están destinados, les damos una interpretación simbólica de carácter ético, en pos de ir descubriendo el
perfeccionamiento individual y el de la humanidad.
La simbología (del griego symbolon = símbolo, y logos = tratado), es la rama del conocimiento que realiza el
estudio del conjunto o sistema de símbolos, y que en nuestro caso, centramos los estudios en un conjunto de
símbolos basados, fundamentalmente, en los instrumentos de la albañilería tradicional.
La importancia de la simbología masónica estriba en que otorga a ésta tanto su lenguaje particular, como su
metodología docente, e incluso es vehículo de sus doctrinas, constituyendo mecanismos educativos que
permiten el conocimiento de éstas, y que no están escritas sino contenidas en los símbolos, lo que les confiere
la posibilidad de su permanencia y actualidad.
Los símbolos tienen un doble sistema de decodificación: el uno, basado en la tradición, que ha dado a cada
uno de ellos y al conjunto de los mismos, determinados significados que constituyen una suma de mensajes-
enseñanza tradicionales; el otro es la libre especulación filosófica, basada en los símbolos y en el ejercicio de
la racionalidad y la libertad humanas para su interpretación.
En ambos casos, los símbolos cumplen una función comunicadora de ideas por medio de mensajes visuales.
El receptor del mensaje simbólico debe decodificarlo, es decir reconstruir su sentido, o darle uno, lo que supone
el conocimiento del código o del arte de interpretar textos utilizados, es decir del sistema de convenciones
socializadas que sirve para interpretar un sistema de símbolos, lo que suele implicar un acuerdo social respecto
de la asignación, más o menos detallada, de un significado a un significante, lo que constituye un proceso en
constante evolución.
Siendo la parte más estudiada de la simbología masónica, el significado de los símbolos de la construcción, lo
cual está basado en la idea de la construcción de un templo simbólico, con variaciones interpretativas de
conformidad con los ritos y del grado masónico de que se trate, y como los elementos visuales y aún rituales,
presentes en la masonería, se refieren a símbolos, es que prácticamente todo lo que sucede en ella tiene
carácter simbólico, con un propósito docente.
La masonería que practicamos ha surgido y evolucionado a partir de la herencia simbólica y filosófica de los
masones constructores de catedrales y castillos. Buscando la verdad y la construcción de una mejor sociedad
acorde a esta verdad. Así es como decimos que usamos herramientas. Y son estas herramientas las mismas
que las utilizadas para hacer de la piedra bruta edificios majestuosos, pero trasladadas a la dimensión del
simbolismo, de la capacidad que tienen para inducir la reflexión y consecuente producción intelectual.

Nuestra faceta fundamental, es la de obrero, trabajador o constructor, y la logia simbólicamente puede ser
considerada como una edificación lograda a partir de la piedra pulida que cada uno busca ser y a su vez cada
uno es constructor de sí mismo como obra de arte, y el arte constructivo, emanado de la ciencia sagrada, lo
llevara al desarrollo de todas las potencias de su ser, y sin que exista a nivel humano mayor libertad que la que
conlleva el conocimiento de lo que en realidad somos. Ese espíritu es el que ha heredado la masonería actual
a través de los símbolos de la construcción, a saber: que ante todo se trata de los vehículos de la edificación
interior, del templo espiritual, que está en la esencia misma de lo que ha sido y es la masonería, la cual nos
enseña a conocer el sentido iniciático de su arte, pues sólo a través de ese conocimiento podemos realizar, u
operar, en nosotros mismos los principios derivados de él.

¿Cómo poder poner en un símbolo todo aquello que es la masonería hacia la humanidad, como poder englobar
a la filantropía, la fraternidad, la libertad, la virtud y la equidad?, pues, el aprendiz al ser iniciado, es como la
piedra bruta, arrancado de las entrañas de la tierra y colocado en la pura desnudez de su individualidad junto a
sus iguales, a fin de lograr un objetivo común: la construcción del templo. Sin embargo, el aprendiz es al mismo
tiempo materia prima, obrero y obra de sí mismo, sujeto, objeto y medio de expresión de la labor masónica.
Aunando en ello materia prima y herramientas, al mandil y los guantes, constituyendo éstos el emblema del
trabajo, que materialmente es la base de toda sociedad, medio indispensable de expresión de la libertad, de la
fuerza de voluntad y del talento propios del ser humano. Desde la ceremonia de iniciación, se nos dan las
primeras herramientas para empezar la eterna labor, el mandil y los guantes que reconocen nuestra condición
de aprendices de obrero; el martillo y el cincel que nos dan la fuerza y el talento necesarios para comenzar el
tallado de la piedra. Lo cual desde el punto de vista iniciático, nos indica la meta que a través del trabajo
tendremos sobre la piedra bruta, o que sobre sí mismo debe de llevar a cabo el aprendiz, como también, su
trabajo en la sociedad.
Desarrollo:

La Masonería, es una institución iniciática y esotérica que revela su enseñanza a través de códigos basados en
el simbolismo constructivo.

Esto, al ser heredera de los antiguos gremios de constructores que consideraban al cosmos como su modelo
simbólico por excelencia, y por tanto del hombre, un cosmos en miniatura, un microcosmos. Es por ello que
para levantar los edificios imitaban las estructuras de ese modelo, reveladas sobre todo a través de las formas
geométricas, entre las que destacan el círculo y el cuadrado, símbolos respectivos del cielo y la tierra. Esas
formas y estructuras simbólicas siempre responden a prototipos universales, a principios que son presentes en
cualquier tiempo o circunstancia histórica o personal.

Principios o ideas con los cuales estamos en contacto a través de los símbolos que decoran nuestros templos,
siendo el más importante el que se refiere a quien es verdaderamente el autor de cuyo pensamiento surge la
gran obra de la creación, conocido en la masonería con el nombre de Gran Arquitecto del Universo, y en otras
tradiciones, como la hindú, como el “Espíritu de la Construcción Universal”.

El Gran Arquitecto del Universo, el principio supremo, la verdadera clave de bóveda o piedra angular del templo
masónico. Es bajo la influencia de ese principio que los masones realizamos nuestros trabajos dentro de la
logia, en los que junto al estudio de los símbolos está la práctica del rito, gracias a la cual la propia logia se
torna un espacio significativo análogo a la misma estructura del cosmos.

Que se manifiesta como la inteligencia que organiza el cosmos, el templo universal, de acuerdo al plan ideal
concebido en su sabiduría.

La masonería exige a sus miembros tener la voluntad firme en desbastar y pulir de la piedra bruta, acciones
que son símbolo del trabajo del masón consigo mismo, lo cual llevamos a cabo con las primeras herramientas
que la orden nos ofrece tras la iniciación: el mazo y el cincel, símbolos respectivos de la voluntad y la recta
intención. La obra no puede llevarse a cabo sin una voluntad firme y perseverante que la desee, es decir, sin
una fuerza interior que influya y transmita su poder creativo a la materia informe de la psique desordenada y
caótica, simbolizada por la piedra bruta. Esa fuerza interior necesita ser dirigida y orientada por la inteligencia,
por el rigor intelectual, que distingue aquello que en el ser es conforme a la realidad esencial de su naturaleza
(lo que ese ser es en sí mismo), de lo que no son sino sus añadidos redundantes e ilusorios. Así pues, con el
cincel de la inteligencia, impulsado por el mazo de la voluntad, el aprendiz deberá limar y corregir las aristas y
asperezas de su piedra bruta, separando lo espeso de lo sutil, el caos del orden, lo profano de lo sagrado,
operación alquímica que ha de convertirse en un rito cotidiano, en un ejercicio de cada momento, pues dicha
separación constituye la premisa fundamental a cumplir en las primeras etapas del proceso iniciático, hasta que
con paciencia y perseverancia alcance el perfeccionamiento necesario, logrando la piedra cúbica y tallada.

La iniciación, o vía en el conocimiento, despierta en el hombre sus cualidades innatas, que han estado
dormidas. Y para lograr ese fin, Reghini nos dice que no existe otro medio que el trabajo masónico basado y
sostenido por la iniciación simbólica, es decir, conferida y obtenida a través de la inteligencia de los símbolos
masónicos familiares, a imagen de la obra de arte que se realiza con los instrumentos del oficio.

En el frontis de los templos masónicos debería figurar la expresión “hombre conócete a ti mismo”. Nada hay
más importante para el hombre que conocer su verdadera identidad, saber quién hay detrás de esa máscara a
la que llamamos personalidad, y que nosotros identificamos con los metales del hombre sumergido, como dicen
los rituales, en las más profundas tinieblas.

Es así que la idea de transmutación tiene mucho que ver con el proceso alquímico, y de hecho el arte real
masónico, desarrollado a través de los tres grados de aprendiz, compañero y maestro, es idéntico a la gran
obra de la alquimia, por lo que puede hacerse una superposición totalmente coherente entre el simbolismo
alquímico y el simbolismo constructivo y arquitectónico. La piedra bruta de la masonería es, en este sentido, lo
mismo que la materia prima de la alquimia: tanto en una como en otra están contenidas de manera potencial o
virtual todas las posibilidades que conducen al hombre hacia su regeneración, posibilidades que, en el caso del
aprendiz masón, comenzarán a desarrollarse y a crecer gracias a la influencia espiritual o intelectual (pues
ambos conceptos expresan lo mismo) transmitida a través de los símbolos y ritos de la orden.

Los símbolos constituyen, junto a los ritos, el patrimonio vivo y el verdadero tesoro de la tradición masónica.
Los que clasificados en símbolos geométricos y visuales; sonoros y vocales; y por último en movimiento, que
no son otros que los ritos.

Los símbolos geométricos y visuales, nos identifican desde la antiguedad con la propia geometría, pues esta
encuentra su aplicación natural en la arquitectura. La palabra geometría deriva de gea (tierra) y metrón
(medida), es decir la medida de la tierra, lo que desde luego tiene mucho que ver con el oficio de constructor
en cuanto que éste delimita un espacio con el fin de realizar su obra.

Por otro lado, el simbolismo geométrico es, al igual que el numérico, una de las herencias más importantes que
la masonería ha recibido de la tradición pitagórica. Hay que recordar que las cofradías medievales de
constructores procedían directamente de los colegios artesanales de la antigua Roma, y que éstos habían
recibido gran parte de sus conocimientos sobre geometría directamente de los pitagóricos.

Lo cierto es que en las leyendas masónicas Pitágoras figura, junto al dios Hermes, como uno de los fundadores
míticos de la Orden. En efecto, en esas leyendas tanto Pitágoras como Hermes son los que encuentran las dos
columnas (asimiladas posteriormente a) donde se grabó todo el saber que remontaba a los orígenes mismos
de la humanidad, y entre las que se encontraban las artes y ciencias de la Cosmogonía.

Las columnas J. y B. presentes en nuestro templo configuran los dos grandes afluentes de sabiduría que nutren
la orden, esto es, por un lado, el hermetismo que asegura la protección del dios a través de la filosofía, es decir
del conocimiento, y el pitagorismo que da los elementos aritméticos y geométricos necesarios que reclama el
simbolismo constructivo; considerando en ello que ambas corrientes son directa o indirectamente de origen
egipcio. E igualmente que esas dos columnas son las piernas de la madre logia, por las que es engendrado el
neófito, es decir, por la sabiduría de Hermes, el gran iniciador, y por Pitágoras el instructor gnóstico. Podríamos
entonces decir que la masonería es la confluencia natural de esas dos corrientes constitutivas de la tradición
unánime, y que en ella son sólo una, conformando su identidad y su ser.

Volviendo al simbolismo geométrico, hay que considerar dentro de éste a las propias herramientas.
Concretamente el nivel, la plomada, la escuadra y el compás. Todas relacionadas directamente con las formas
geométricas fundamentales. La plomada es un símbolo de la vertical, y el nivel de la horizontal. En el simbolismo
constructivo ambas son indisociables y se necesitan mutuamente, pues la verticalidad del edificio, es decir su
perpendicularidad, le viene dada por la perfecta nivelación del mismo. Y a su vez esa nivelación es la resultante
de un equilibrio que se consigue gracias a la presencia constante de un eje vertical, que señala el justo medio
que impide cualquier desnivelación. Ambos representan entonces los dos ejes de coordenadas que posibilitan
el levantamiento armonioso de toda la construcción.

Lo mismo ocurre con la escuadra, que se forma por la unión de una vertical y una horizontal. Con ella podemos
construir el cuadrado, e igualmente la cruz si unimos dos escuadras por sus vértices respectivos. Figuras
inseparables de la idea de cuaternario; así: los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, las cuatro fases
de la luna, las cuatro estaciones, los cuatro períodos de la vida humana, los cuatro períodos cíclicos de la
humanidad, etc., es decir todo lo relacionado con la tierra y lo terrestre. La escuadra es un ángulo recto, y ella
está destinada a escuadrar la piedra durante su proceso de pulimento, después de haber sido trabajada por el
mazo y el cincel. Si pensamos que en latín escuadra se dice norma, lo que nos indica la idea de orden, o de
encuadre que hace posible el orden, especialmente del pensamiento, el que se hará uno con la Inteligencia que
refleja, y que se simbolizada por el compás, del que es obvia su relación con el círculo y con todas las figuras
que tienden a la circularidad, y que siempre son generadas a partir de un centro previo, que es precisamente el
que señala uno de los dos brazos del compás, aquel que permanece inmóvil mientras el otro gira a su alrededor.
El centro de la circunferencia es una imagen simbólica del principio, y la circunferencia misma, una imagen a
su vez de la multiplicidad de la manifestación, surgida o generada por la transmisión de ese principio, que
permanece inalterable mientras todo gira, cambia y muta a su alrededor. Por eso el compás es uno de los
símbolos asociados directamente con la actividad creadora del Gran Arquitecto del Universo, como lo podemos
ver en grabados en que se le representa con un compás en la mano trazando el plano de su obra, es decir del
cosmos.

Entre los símbolos sonoros y vocales, encontramos las palabras sagradas y las palabras de paso, así como las
leyendas de los distintos grados. Formando la enseñanza oral de la masonería, que se complementa
perfectamente con la enseñanza visual propia del simbolismo geométrico. Las palabras sagradas se denominan
así porque representan diferentes nombres del Gran Arquitecto del Universo y el significado de esa palabra da
sentido y orienta los trabajos rituales y simbólicos que se desarrollan en cada uno de esos grados, y será un
punto de referencia central constante y permanente que nos guiará a lo largo de todo el proceso iniciático.

Las palabras de paso, se relacionan directamente simbología de pasaje o de tránsito, común a todas las
tradiciones iniciáticas. Y el estar en posesión de ellas nos indica el avance el proceso de conocimiento, en las
vías que nos han sido trazadas, y que por tanto, nos encontramos preparados interiormente para recibir el
aumento de su salario.

Los símbolos en movimiento o los ritos ponen en práctica la idea que el símbolo expresa, representando el
desarrollo y la vivencia de esa idea. De nada serviría comprender lo que el símbolo manifiesta si después esa
comprensión no se vive como una realidad verdaderamente transformadora. Por eso mismo es tan importante
el rito dentro de la masonería, pues sin esa constante vivificación de los símbolos los trabajos que se hacen en
la logia carecerían de toda fuerza y vigor, convirtiéndose en meras alegorías, en actos puramente mecánicos.

La masonería es ella misma un rito, de ahí que también se le denomine la Orden, como sinónimo del propio
orden cósmico. Por esto mismo, en la logia masónica (imagen simbólica de ese orden) todo se cumple según
el rito, y todos los gestos y signos rituales realizados en el interior de la misma han de ser considerados como
lo que son: vehículos transmisores de la enseñanza simbólica y de su influencia regeneradora. Sin que exista
mayor rito que la búsqueda del conocimiento, mediante la cual el hombre encuentra el fundamento mismo de
su existencia.

La propia palabra logia, prácticamente idéntica a logos, que significa la palabra o el verbo con que el Gran
Arquitecto crea el mundo o cosmos. A su vez, logia, en su sentido simbólico, es idéntica a la palabra
sánscrita loka, que quiere decir mundo, lugar, y por extensión cosmos, al que también se le identifica con el
griego lyke, que significa luz.

La logia masónica, es el cosmos salido del logos creador o espíritu de la construcción universal. Siendo la luz
sinónimo de cosmos, mientras que la oscuridad o las tinieblas, del caos anterior al cosmos. Y es justamente
que en las tinieblas en que se encuentra la logia antes de la apertura de los trabajos el símbolo de ese caos
precósmico, y la apertura misma representa la gradual iluminación de esas tinieblas. Este rito cosmogónico que
los masones realizamos constantemente, en el que fundamos o de creamos un espacio y un tiempo
significativos análogos a la propia estructura del cosmos.

Los invito a pensar en los siguientes símbolos que han estado a nuestra vista siempre y en los que quizás no
nos hemos detenido, a ver que les dicen:
1.- La forma de la logia: rectángular.
2.- Sus lados largos se orientan: de oriente a occidente.
3.- Sus lados anchos se orientan: de mediodía a septentrión.
4.- Su altura: De la superficie de la tierra hasta los cielos (el Cénit).
5.- Su profundidad: De la superficie hasta el centro de la tierra (el Nadir).
¿Qué significan estas direcciones?

Si miramos, esas direcciones conforman una cruz tridimensional, cuyos ejes de coordenadas largo, ancho, alto
y bajo conforman la estructura interna de la logia, a imagen del cosmos. Así que ese rectángulo es en realidad
un doble cuadrado, que se orienta horizontalmente de oriente a occidente según sus lados largos y de mediodía
a septentrión según sus lados anchos. Y a partir del centro del rectángulo que la logia se orienta verticalmente
hacia lo más alto de los cielos (el Cénit) y hacia lo más profundo de la tierra (el Nadir), adquiriendo así su
verdadera dimensión universal.

Esa estructura vertical también aparece proyectada en el plano base de la logia, que está dividida en tres partes
bien diferenciadas, a imagen misma del templo de Salomón, prototipo del templo masónico. El cielo está
representado por el hemiciclo situado a oriente, que tiene forma semicircular, y que recibe, al igual que en el
templo de Salomón, el nombre de Debir. A él se asciende por tres peldaños o gradas, que se refieren a la idea
de elevación gradual y jerarquizada a otros planos o niveles superiores de realidad. La tierra está simbolizada
por el Hikal, que es todo el espacio restante de la logia hasta las dos columnas J. y B., las cuales soportan el
pórtico de la entrada, asimilado a lo que en el templo de Salomón se denominaba el ulam. Se dice que el pórtico
de la entrada no está ni dentro ni fuera de la logia. Es, pues, un lugar de tránsito, o de pasaje, que el masón
debe atravesar viniendo de las tinieblas del mundo profano.

Esa misma idea de elevación señalada por las tres gradas que conducen al Debir, la encontramos también en
el altar o ara que está situado en el centro de la logia, y en torno a él nos desplazamos y efectuamos nuestros
ritos. Punto geométrico o corazón de la logia, por él pasa simbólicamente la plomada del Gran Arquitecto que
une el cielo con la tierra. LLamado altar de los juramentos porque sobre él realizamos los compromisos y
alianzas que contraemos con la orden y el espíritu que la vivifica. Juramento que se cumple en presencia de las
tres grandes luces de la masonería, el libro de la ley sagrada, la escuadra y el compás.

La logia no es una estructura estática, como no lo es el universo, ésta puede ser concebida como una rueda, la
rueda del cosmos, mediante las doce columnas o pilares que enmarcan el recinto de la logia, y que equivalen
a los doce signos zodiacales. Cinco de estas columnas están situadas a septentrión, cinco más a mediodía, y
las dos restantes (las columnas Jakin y Boaz) a occidente, justo en el pórtico de la entrada.

Entonces el zodíaco o rueda de la vida, es el marco del universo visible, y su movimiento cíclico, unido al de los
planetas y demás constelaciones, influye en el cambio alternativo de las estaciones y en el mantenimiento y
renovación de la vida del cosmos y del hombre.

A su vez, las columnas Jakin y Boaz se vinculan simbólicamente con los dos solsticios, y por tanto con las dos
fases ascendente-descendente del ciclo anual. Ellas se asimilan, pues, a los dos San Juan, el Bautista y el
Evangelista, y a los dos rostros del dios romano Jano, y en consecuencia a la puerta de los hombres y la puerta
de los dioses, respectivamente. Estas son las puertas zodiacales de Cáncer y Capricornio, que corresponden
a la entrada del verano y del invierno, es decir el descenso y el ascenso de la luz solar. Puertas que reproducen
exactamente las etapas del desarrollo cosmogónico y cumplen un papel muy importante dentro del proceso
iniciático, que no debe olvidarse, ya que, el hombre entrará por una puerta y saldrá por otra, y entretanto tendrá
la oportunidad de reconocerse y escapar de esa condición por la identificación con otros estados del ser
universal, que puede vivenciar por medio de la conciencia individual y que constituyen la posibilidad de la
regeneración particular.
En el centro de la logia se extiende el pavimento mosaico, tapiz de cuadros blancos y negros exactamente
iguales que los del tablero de ajedrez, símbolo de la manifestación que, efectivamente está determinada por la
lucha y delicado equilibrio que entre sí sostienen las energías positivas, masculinas y centrífugas (yang,
luminosas) y las energías negativas, femeninas y centrípetas (yin, oscuras), expresadas también en la
alternancia de los ritmos y ciclos de la naturaleza y el cosmos. Esas mismas energías están representadas por
el sol y la luna, que en la logia se encuentran presidiendo el oriente, a uno y otro lado del delta luminoso.

El color blanco simboliza las energías celestes, y el color negro las terrestres. Las primeras se oponen a las
segundas, y viceversa, al mismo tiempo que se complementan y conjugan, determinando en su perpetua
interacción el desarrollo y la propia estructura de la vida cósmica y humana. Esa estructura se genera
igualmente por la confluencia de un eje vertical y otro horizontal (ejemplificados en el pavimento por las líneas
transversales y longitudinales), conformando un tejido o trama cruciforme, un cuadriculado, en fin, que refleja
las tensiones y equilibrios a que está sometido el orden de la creación. Asimismo, también puede equipararse
la vertical al tiempo y la horizontal al espacio (el primero activo con respecto al segundo, al que moldea
permanentemente), es decir, a las dos coordenadas que establecen el encuadre que permite la existencia de
nuestro mundo y de todas las cosas en él incluidas.

La logia masónica, es en donde cada una de sus partes y la totalidad de su conjunto constituyen una síntesis
simbólica de la armonía universal.

Alrededor del pavimento de mosaico, se encuentran los tres pilares de la sabiduría, la fuerza y la belleza. Estos
son las tres pequeñas luces de la masonería, ellos son encendidos durante la apertura de los trabajos y
apagados instantes antes de su clausura, de carácter simbólico celeste, son las ideas rectoras que han de
presidir los trabajos masónicos. Los que desde el punto de vista microcósmico, también representan tres
cualidades o estados del alma humana, los que vividos en el interior de la conciencia hacen posible su
transmutación y contribuyen a la edificación del templo espiritual, del cual el templo material es la figuración
simbólica. Los tres pilares se vinculan respectivamente con el venerable maestro, el primer vigilante y el
segundo vigilante, los que encienden o iluminan los pilares (y también los que los apagan durante la clausura),
pronunciando al mismo tiempo que esto se cumple, las invocaciones claramente alusivas a la construcción del
templo interior y del templo exterior.

No es entonces casual que sea precisamente alrededor de los tres pilares donde tiene lugar el rito de la cadena
de unión, en el que se invoca la potencia creadora e iluminadora del Gran Arquitecto, e implícitamente también
la de todos los hermanos esparcidos por la faz de la tierra. Y esta invocación vertical se realiza mediante la
unión encadenada y fraterna de todas las fuerzas vivas presentes en la logia, es decir de todos los componentes
de la misma, que establecen así una comunicación sutil entre sus respectivas individualidades, sirviendo como
soporte para la manifestación de la influencia espiritual.

Conclusiones:

El hombre debe participar de manera consciente y activa, en este mundo moderno que nos subyuga, y nos
impide parar y ver lo que nos rodea con los ojos del alma, con la visión del pensador, del filósofo que es capaz
de leer en los símbolos, y de buscar la sabiduría no solo en los textos, sino también en el mundo que le rodea.

Fueron los constructores de las catedrales los que, encarnando los principios de la arquitectura sagrada sobre
la piedra, hicieron de las catedrales un espacio privilegiado de unión entre el hombre y lo supremo, entre el
hombre y el cosmos, lugares de encuentro, de discusión, de contemplación, donde se imparten conocimientos
de las llamadas artes liberales, divididas en el trívium (retórica, gramática y dialéctica) y el quadrívium
(aritmética, geometría, astrología y música), siendo muy pronto la dialéctica la que se convirtió en la materia
maestra como arte del razonamiento. Recreando al mundo y sus leyes: desde la formulación de su proyecto
hasta la elección de la fecha de colocación de su primera piedra, reflejan al universo y su manifestación. Así se
establece una relación trivalente entre el hombre, el mundo y el ser supremo.

Reproduciendo los tres niveles, es decir, el cielo, la tierra, y el mundo subterráneo, o sea, el espíritu, el alma y
el cuerpo del templo. El hombre y el templo han sido creados con el mismo modelo, y el lazo que une al hombre
y a la divinidad es la construcción. El mundo subterráneo es la sede de las potencias ctónicas, donde las
semillas fructifican gracias a las energías telúricas que reciben.

La tierra es el medio donde se desarrolla la vida, la naturaleza con todos sus elementos. Es el hábitat humano
durante su estancia terrestre. El cielo es la sede de la luz de las potencias solares y de la divinidad, es aquí
donde se anuda la construcción y se encarna a modo de bóveda. El nudo que ata este mundo es la piedra
clave, que concentra y difunde las fuerzas hacia las columnas, de la misma manera que el cielo difunde sus
energías y se une con la tierra. El templo, es un espacio de transmutación, puesto que es capaz de transformar
lo profano en sagrado, lo que significa una operación alquímica de transformaciones, y estas podían operar
tanto a nivel físico como psíquico o espiritual, sobrepasando los conocimientos sobre la materia, es la práctica
a través de la cual la materia, la psique y el espíritu podrían volver a la unidad primordial, es decir, al GADU.
Ese impulso constructor lleva a la masonería a considerar, según enseña René Guénon en su trazado sobre la
iniciación y los oficios, que la iniciación masónica tiene como soporte el oficio de constructor, y por ende el
simbolismo constructivo. Ello es así porque en toda civilización tradicional la actividad del hombre, cualquiera
que fuese, siempre se considera como derivada esencialmente de los principios; por esta razón se podría decir
que la actividad es de alguna forma transformada, y en lugar de reducirse a lo que es desde el punto de vista
de la simple manifestación exterior (lo cual es, en definitiva, la concepción profana), está integrada a la tradición
y constituye, para quien la realiza, un medio efectivo de participación. Lo mismo ocurre desde un punto de vista
exotérico puro y simple: si se considera, por ejemplo, una civilización como la civilización islámica o la
civilización cristiana de la edad media, no hay nada tan sencillo como darse cuenta del carácter religioso que
revestían los actos más ordinarios de la existencia.

Y si pasamos del exoterismo al esoterismo, comprobamos de forma muy general, la existencia de una iniciación
que está ligada a los oficios y que los toma como base. Es así cómo estos oficios son todavía susceptibles de
un significado superior y más profundo. Se trata, en esencia, del cumplimiento por parte de cada ser de una
actividad conforme a su propia naturaleza. En la concepción profana, dice René Guénon, un hombre puede
escoger una profesión cualquiera, y puede incluso cambiarla a voluntad, como si esta profesión fuese algo
únicamente exterior, sin ningún vínculo real con lo que él es verdaderamente y con lo que hace que sea él
mismo y no otro. Acá no.

S.F.U

Bibliografia:

1- Los 33 Temas del Aprendiz Masón, Terrones y León


2- El Libro del Aprendiz, Wirth
3- Manual del Aprendiz, Lavagnini
4- La iniciación y los oficios, Guénon.
5- Símbolo, Rito, Iniciación. La Cosmogonía Masónica.
6- Apercepciones sobre iniciación, Guénon.

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