Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Gobernar La Revolución
Gobernar La Revolución
Cádiz creó dos tipos de cuerpos representativos a nivel territorial limitados por la figura de un
jefe político nombrado por el monarca.
Por otro lado, se intensificaba la inquietud por reunir a un órgano representativo de todos los
pueblos, luego de casi un año en el ejercicio del gobierno provisorio y que no contaba con
otros poderes excepto el ejercido en los hechos por el Cabildo de la capital. La opción de
convocar a un congreso constituyente emergía como la única respuesta legal frente a los
dilemas planteados.
La rivalidad entre americanos y peninsulares era cada vez más pronunciada y no daba lugar a
ninguna deliberación política sino mediante las armas.
La restauración al poder de Fernando VII, reavivó los temores a una represalia lo cual se
planteó la alternativa de una reconciliación con la metrópoli. No obstante, ante el contexto
II
El punto más importante es la evidente vocación del Cabildo por utilizar a la asamblea como
instancia legitimadora. El triunvirato elabora un reglamento que constaba de cinco
observaciones, las cuales el cabildo realiza dos de ellas: en la primera solicitaba a la Asamblea
confirmar el actual ayuntamiento o procediera el nombramiento de nuevos capitulares.
La segunda solicitaba que la asamblea deliberase sobre la proposición de que “todos” los
cabildos fueran elegidos anualmente por los “pueblos”. Sin embargo, el triunvirato mostró su
descontento dado que consideraba que no era ni oportuno, ni político, ni legal que la
asamblea decidiera sobre dicha novedad. Una novedad que el gobierno consideraba como
amenazante a su autoridad. En esta puja no se ponía en juego la supremacía de la capital
sobre las ciudades y pueblos del interior, sino entre los cuerpos que dominaban la política de
Bs As.
La asamblea mostró desde el inicio de sus deliberaciones todas las tensiones y conflictos
prenunciados. El 5 de abril, la asamblea nombraba al vocal reemplazante de Juan José Paso,
en la persona de Juan Martín de Pueyrredón y como vocal suplente a José Miguel Díaz Vélez.
El triunvirato aceptó la designación del vocal titular, no así del suplente apelando al estatuto
provisional de 1811 que establecía como reemplazante al secretario más antiguo. Y este fue el
inicio del conflicto: la asamblea protestó al gobierno su veto del reemplazante. Dada la
precariedad del gobierno y su falta de representatividad, la asamblea le exigía a éste que
pusiera inmediatamente en posesión del cargo al suplente elegido.
Se intentó un entendimiento entre Díaz Vélez y el triunvirato, pero fue en vano. La suerte que
corrió la asamblea fue la misma de la Junta Conservadora. El triunvirato le hizo saber a aquella
que quedaba disuelta.
Salir de la provisionalidad
El fracaso de la asamblea de abril dejaba al gobierno nuevamente inmerso en la fragilidad. El
contexto internacional hacia cada vez más difícil sostener la situación de provisionalidad. El
faccionalismo era visto como producto de la ausencia de un cuerpo legal que definiera tales
reglas.
El tema de la independencia pasaba a ser prioritario. Pocos días antes se había dictado el
reglamento para convocar el congreso constituyente y en el manifiesto que lo acompañaba se
advertía que el “eterno cautiverio del Sr Fernando VII ha hecho desaparecer sus últimos
derechos”
Cuando la asamblea asume el poder, Alvear dictamina que los diputados de las provincias son
diputados de la nación en general. Se les concede a los diputados de la asamblea plenos
poderes. No se respetaba la designación de diputados de acuerdo al número de habitantes,
sino el más tradicional que asignaba dicho número en función de las jerarquías territoriales.
Esto provocó conflictos dentro de la asamblea.
El control de las elecciones pudo realizarse en varias ciudades gracias no sólo a las redes de
relaciones que unían la elite porteña con muchos personajes influyentes en el interior sino
también por el hecho de no exigirse que los diputados fueran naturales de las ciudades que
representaban.
Una de las primeras medidas tomadas en febrero de 1813 fue renovar a los miembros del
triunvirato designando a Nicolás Rodríguez Peña, Julián Pérez y Antonio Álvarez Jonte,
deshaciéndose así de la incómoda presencia de Juan José Paso. Álvarez Jonte fue sucedido en
el cargo por Gervasio Posadas. En noviembre del mismo año Pérez renunció por su mal estado
de salud y fue reemplazado por Juan Larrea. Las tres secretarias de estado creadas por la
asamblea eran cubiertas por el ejecutivo según estipulaba el estatuto del 27 de febrero.
La concentración del poder en una sola mano fue propuesta por la asamblea reunida el 21 de
enero de 1814. La discusión fue ardua. Finalmente, luego de la labor encarada por Alvear,
Monteagudo y sus más cercanos allegados, se lograba lo que un año antes no había
encontrado consenso.
La aceptación por parte de los representantes de las provincias no parece haber resultado
fácil. Algunos diputados opusieron en el debate la amenaza del despotismo y el temor al
abuso de autoridad.
La reforma del estatuto provisorio del supremo gobierno se sancionó el 26 de enero de 1814
otorgándosele en ella al poder ejecutivo las mismas facultades y preeminencias establecidas
en el estatuto del 27 de febrero de 1813. Gervasio Posadas fue nombrado director supremo.
La restauración de Fernando VII en el trono en 1814 producía un viraje en todos los planos.
Desde el punto de vista político ya no había cabida para mantener un estatus ambiguo que
navegara entre la autonomía nacida de la “vacatio regis” y una independencia implícita pero
no declarada. Desde el punto de vista Bélico, se encontraban quienes continuaban con el plan
independentista o quienes decidían aceptar la sumisión a la metrópoli. La única región
insurgente que quedó en pie en 1815 fue la rioplatense.
jurando fidelidad a Fernando VII dictó una carta estableciendo el gobierno representativo, un
ejecutivo plural, una legislatura y un poder judicial.
En algunas regiones de Nueva España también se planteó una temprana preocupación por
aplicar el principio de división de poderes, pero en estos casos la aplicación tenía por escenario
a las instituciones que desde la península asumían la representación de ambos hemisferios.
El predominio en casi todos los casos del legislativo, o del ejecutivo según la coyuntura,
parece conducir y a la vez ser producto de un conflicto en donde las facciones y las elites
regionales procuraban apropiarse de algunos de los dos poderes nuevos como botines de una
disputa en la que los actores buscaban ganar supremacía.
Para poner frenos al despotismo y crear un gobierno limitado a través del principio de división
de poderes era imprescindible que quienes formaban parte de cada una de sus ramas
aceptaran la legitimidad de los otros.
La tarea que debía emprender el cabildo de Buenos Aires era la de formar un nuevo gobierno
capaz de reconstruir la precaria unidad política. Tarea sin duda difícil por el clima de
efervescencia por la compleja situación creada por el artiguismo que se hallaba en el cenit de
su poder en el litoral rioplatense y por la amenaza representada por Fernando VII en la
península.
Las mayores dificultades para diseñar un nuevo gobierno provisorio derivaban del espíritu de
revancha manifestados por los revolucionarios frente a los principales protagonistas del
ensayo político iniciado en 1813 y del legado que dejaba la experiencia vivida durante los cinco
años de revolución. Un legado que estuvo asociado a la división de poderes.
El 18 de abril, el cabildo de Buenos Aires expedía un decreto para elegir el nuevo gobierno. La
designación no quedaría en manos del ayuntamiento ni de la asamblea popular sino de una
elección indirecta realizada en la ciudad de Buenos Aires. Los hombres más votados de cada
cuartel constituyeron un cuerpo electoral de doce miembros que, reunido en el Cabildo,
decidió la forma de gobierno provisoria hasta la reunión del próximo congreso constituyente.
Fue designado director supremo el general José Rondeau y en su ausencia el coronel Álvarez
Thomas.
La experiencia iniciada en 1813 era presentada en los papeles públicos como tiránica y
despótica. Las nuevas autoridades y los publicistas que las acompañaban planteaban la
imperiosa necesidad de limitar el poder en dos dimensiones cruciales que hacían el ejercicio
VII
Cuando el estatuto fue comunicado a las provincias para su jura, la situación no fue de apoyo
unánime. El estatuto fue reconocido en Salta y Tucumán; en Jujuy, Chuquisaca y Potosí fue
jurado con propuestas de adiciones y reformas; Artigas si bien comenzó reconociendo a
Rondeau y Álvarez Thomas, terminó desconociendo al director y al flamante estatuto dada la
negativa del primero a admitir la separación de Santa Fe como provincia autónoma, la Banda
Oriental, Entre Ríos y Córdoba se unían a la política de Artigas y Cuyo aceptaba al nuevo
director, pero se negó a jurar el estatuto.