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Robles López Jorge Francisco

Bravo, B.
La cultura como clave para una hermenéutica de la urbe hoy, en Simbólica Urbana y
simbólica cristiana.
Pastoral Urbana

3. EL MUNDO DE LO IMAGINARIO EN LA URBE DE HOY EN


AMÉRICA LATINA
En este apartado se trata de probar que la urbe es una de las concreciones simbólicas del
imaginario. Se manifiesta en las prácticas sociales de auto representación simbólica de sus
habitantes, o sea, en las culturas urbanas, que, al estar en el mismo territorio, llegan a
confrontarse y a tener rivalidades, pugna alguna por ejercer una hegemonía sobre las otras.
Estas culturas, aunque están integradas por un número considerable de citadinos y son
‘vecinas’, no son fácilmente identificables, de ahí que se les dé el nombre de ‘ciudades
invisibles’. En nuestro caso se tomará como criterio, la búsqueda del sentido último que el
ser humano se plantea, sea trascendente o inmanente. Dentro de este marco, se multiplican
las interpretaciones para responderse. Nosotros identificaremos las más significativas
‘ciudades cultural-religiosas urbanas’.
Los Imaginarios Urbanos en América Latina
Uno de los imaginarios mejor plasmado en símbolos es la urbe.
Simple y sencillamente porque la ciudad es el espacio de los sueños. Es fuente de ilusiones.
Genera la sensación de libertad, de movilidad, de escenario de infinitas posibilidades.
Permite un pluralismo de modos de vivir, La urbe es un magma de significaciones
imaginarias que dotan de consistencia y certidumbre a lo real; no es simplemente una ‘cosa
social’ sino ‘una significación social’.
‘La significación social’ por excelencia; es “como un magma de creación permanente de la
sociedad, La utopía ya no se proyecta hacia el logro de un ideal de futuro, sino que, por el
contrario, se configura como una insubordinación permanente que se expresa en una
invención y experimentación de nuevas posibilidades de realidades originadas en la
imaginación y fijadas a lo presente. La urbe, no es sólo una ciudad territorial, sino una
ciudad imaginada, ya que su morador no sólo la pisa y recorre, sino la percibe en un
proceso de selección y de reconocimiento y así la va configurando como objeto simbólico,
es decir, como costumbres, ritos, acontecimientos, mitos, personajes. Los ciudadanos hacen
la urbe, interviniéndola; nace de sus mismos moradores, de sus distintas interpretaciones.
“De este modo la ciudad puede proyectarse como un cuerpo humano, con sexo, corazón,
miembros, pero también con sentidos: huele, sabe, mira, oye y se hace oír”. Lo urbano es su
creación, que la desterritorializa, ya que es como un nuevo acontecimiento que la hace ir
más allá de ella misma, “ya que se extiende por el mundo más allá de las ciudades”. En la
urbe se encuentra todo lo que la sociedad actual, con sus modernidades y sus hibridaciones,
promete al ser humano ‘actual’, al que vive fuera de la urbe.
Las ‘cuotas de imaginario’, más que encontrarse en las plazas, en los edificios o en las
calles, hay que buscarlas en las prácticas sociales de auto-representación simbólica; en
‘territorios’ culturales; en “aquellas expresiones del citadino en donde se reconocen las
formas como se representa y se valora”. No todos los habitantes de la urbe se representan
igualmente. La confluencia de múltiples razas, orígenes, culturas, pueblos, en el pequeño
espacio que es la urbe, hace que no todos se reconozcan en las mismas expresiones
simbólicas.
Culturas urbanas. Son las que le dan vida a la urbe y a su vez, ésta da sentido a sus
habitantes. Cada grupo cultural, en determinados ‘territorios afectivos’ con los que se
identifica, se siente ‘en casa’; ahí compromete el corazón, pues ahí tiene su ‘centro
afectivo’ que le brinda tal calidad de sentido de vida, que le sutura heridas, le ordena
desórdenes, le hace experimentar que el caos se ha transformado en cosmos, la importancia
de dividir la urbe, partir de los ‘territorios culturales’. Los territorios urbanos, entendidos
simbólicamente y no como meros espacios físicos, van relatando las maneras en que nos
asumimos y comprendemos el mundo. El territorio se marca distinguiéndose de lo ‘otro’ y
precisamente desde esa distinción se reconoce lo otro.
¿Cómo descubrir estos ‘territorios culturales’? El único camino es observar e interpretar los
símbolos. Interpretar estos textos para comprender los contextos en que se realizan y
viceversa. Por supuesto, aquí no se analizarán todas las formas simbólicas como el hombre
y la mujer urbanos se manifiestan, interpretándose, o sea, como van haciendo su cultura.
Los bloques culturales en la urbe de hoy
Es preciso reconocer que, en la cotidianidad, se manifiestan más las diferencias y
confrontaciones culturales, tanto en los modos como los hombres-y-mujeres-en-sociedad-
urbana se relacionan entre sí y en las formas como, a partir de esta práctica cotidiana, en
dichas construcciones se dan desigualdades tanto por las capacidades como por los medios
económicos y políticos con que cuentan para realizarlas socialmente. Trae, como
consecuencia, que pueda existir la hegemonía de la cultura de un grupo sobre otra,
propiciándose así la formación de bloques; unos, que tratan de convertir su cultura, su
manera de definir e interpretar el mundo y la vida, en única matriz interpretativa del
conjunto de las otras.
La urbe cuenta con dos bloques más visibles que son susceptibles de posteriores
especificaciones. Por un lado, con un bloque, pequeño en número, pero fuerte en influencia,
egresado de la Academia que ha hecho del lenguaje racional y técnico-científico no sólo los
únicos lenguajes de expresión, sino los únicos válidos posición de la cultura occidental
moderna, por el otro, un bloque numeroso, cuyo lenguaje dominante es el simbólico y en
forma preponderante el mítico-religioso. En nuestro continente, la Academia, tanto la civil
como religiosa, como se dijo, ha sido el canal de filtración de la modernidad racional y
científica que, por principio, excluye a Dios de cualquiera de sus planteamientos. El
lenguaje simbólico sobrevive, aunque sea el más hablado, porcentualmente, en estas
sociedades. El orden racional y científico es canonizado como lenguaje claro, convincente y
dador de sentido.
Quien no hable su lenguaje, no es gente de razón, no se ha metido en la marcha del
progreso. El ala humanista de algunas universidades de América Latina, influida por
sociólogos y psiquiatras de lengua alemana, fue desenmascarando el supuesto ‘orden’,
basado en el poder y la crueldad, en la explotación capitalista y neoliberal.
Pocos, los más, motivados por principios religiosos, optan por asumirlos desde abajo,
siéndoles difícil, por su educación racionalista, asumirlos desde adentro. El encuentro de
sujetos, cuando se ha dado, ha sido muy benéfico para ambas partes, para los científicos
sociales y religiosos y para el pueblo. Dentro de los centros de estudios religiosos,
seminarios y universidades católicas, en donde se forman los teólogos y los futuros
pastores, se ha dado un fenómeno semejante: el estudio de Dios que ahí se imparte es
dentro de planteamientos escolásticos.
El lenguaje mítico-simbólico, que es sobre todo el de la religiosidad popular, el de las
teologías autóctonas indígenas y africanas, y de aquellos que las recrean para responder a
necesidades del cuerpo, del psiquismo y de la estrechez económica, no es parte de sus
programas de estudio. La mayoría del pueblo queda nuevamente solitario en su lenguaje
simbólico. “Lo imaginario y lo simbólico es minusvalorado, más aún es considerado como
un conocimiento peligroso frente a lo empírico y conceptual”. El primer paso de una nueva
actitud cordial, posibilidad de la hermenéutica, debe ser dado por la Academia, ya que ella
debe ser la primera en convencerse de que una condición para hacer hablar el sentido de un
texto, en este caso, de un símbolo, es tomarlo como inhabitado por una tradición, Este
mismo ejercicio dialogal favorecerá el discernimiento adecuado, de parte del pueblo, para
que ponga distancia en relación a aquellos signos que, manipulados por los medios de
comunicación masiva, son en el fondo “pseudo significantes de significados.
Valoración personal
En este apartado nos comenta sobre el valor importante que tiene el manejar el lenguaje de
las culturas que hay en la urbe, el poder interpretar desde su realidad sobre el manejo de los
acontecimientos que hay en la sociedad. Desde sus habitantes que se enfrenta con sus
propias acciones hacia lo que se prevé desde un símbolo que conlleva al progreso de la
ciudad.
Es pues real e importante responder a todos los sucesos que nos rodean ero desde un punto
medio que permita la comunicación.

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