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ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE N°2

Eventualmente el ser humano mientras se encuentra en vida atraviesa diferentes


tipos de situaciones que generan en él tanto reacciones hacia el dolor como la felicidad,
ambas son parte importante dentro de su vida, pues una sin la otra no se dejaría apreciar,
sin los momentos amargos uno no disfrutaría de los buenos momentos, además que
algunas situaciones dolorosas por las cuales atraviesa el humano, muchas veces
repercuten en su madurez tanto intelectual como emocional. Estas situaciones que no
dependen de nada ni nadie, sino únicamente de la incertidumbre que tiene la vida,
afectan tanto física como emocionalmente a las personas, generando un estado de
inestabilidad, del cual le cuesta realmente salir cada sujeto que las atraviesa.

Vemos ambas presentes en el relato de Amparo Rivera, tanto el dolor físico tras
haber padecido un infarto masivo, como el padecimiento tanto existencial como
emocional, al encontrarse perdido y turbado por todo lo malo que le pasaba. Y en la
mayoría de casos que al menos yo he experimentado o he tenido contacto con las
personas, es mayor el dolor e inestabilidad que genera la confusión o el sinsentido
existencial, deja un peso mucho más profundo y trascendente que el propio dolor físico,
pues no se va con ninguna medicina o anestesiante sino que se quede perenne incrustado
en nuestra mente y corazón, lo mismo vemos en el camino de sufrimiento de Amparo,
que su sinsentido existencial pesa más que el propio dolor o rastros que le dejo su
infarto masivo.

Yo creo la mejor compañía a personas que se encuentran en este tipo de estados,


es visitándolas constantemente, escuchando todas sus reflexiones o conclusiones a las
que llega, que incluso el mismo Amparo nos deja ver en sus líneas, pues esas personas
necesitan sentir el calor humano, necesitan sentir de alguien que este con ellos, que los
acompañen literalmente sen su tortuoso tránsito por el sufrimiento de la existencia. A
veces solo con escuchar basta, solo con estar al costado de ellos, dándoles un abrazo,
una palmada en el hombro, motivándolos a seguir adelante, claro sin forzarlos, sino
dejar que ellos mismos puedan encontrarse otra vez con su sentido de ser. Siempre
podemos tomar la ayuda de versículos bíblicos y sobre todo la presencia del Espíritu
Santo para que nos guie y podamos ser ese compañero que necesita.

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