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la niña que rezaba por lucifer Una pequeña niña llamada Alondra, quien vivía en la

ciudad de Rincón de Romos en Aguascalientes, México, esta pequeña niña


inocente no tenía malicia alguna, pero era observada con sorpresa y preocupación
por sus padres, quienes estaban asombrados y escandalizados por las oraciones
nocturnas de la pequeña, estaban tan preocupados que tuvieron que llamar al
sacerdote del pueblo quien pensaba que los padres exageraban un poco, pero
accedió a ir a la casa, el sacerdote cenó con ellos y observó detenidamente el
comportamiento de la niña, la cual no era sino un verdadero ángel a los ojos del
clérigo. Después de la cena, la dulce niña se despidió y se dirigió a su habitación,
los padres preocupados pidieron al sacerdote que los acompañara, los padres y el
sacerdote estaban afuera de la habitación escuchando la oración de la niña que
decía más o menos así: «Y cuida a mi mami, a mi papi, a mi abuela y a mis
hermanos, y por favor cuida mucho de Lucifer, pues nadie pide por él yo lo hago
en su lugar, amén».
El padre estaba horrorizado y desconcertado ante semejantes palabras pero a
pesar de todo la conducta de la niña era intachable, así es que el clérigo sólo
ordenó que vigilaran de cerca a la pequeña, el tiempo pasó pero lamentablemente
las condiciones en las que la pequeña y su familia vivían eran bastante
deplorables, con frecuencia se enfermaban y pasaban hambrunas, sin embargo,
esto no era motivo para que la pequeña dejase de rezar por el día: «Y cuida de mi
mami, mi papi, mi abuela y mis hermanos, y por favor también cuida mucho de
Lucifer, pues nadie pide por él y yo lo hago en su lugar, amén» y así lo decía cada
noche. Un día de invierno, mientras los padres de la pequeña salieron en busca
de alimento para ella y sus hermanos la pequeña sufrió un lamentable accidente
en el que desafortunadamente perdió la vida. La familia de Alondra era tan
humilde que no podían dar sepultura a su pequeña hija, su padres lloraban su
miseria cuando de la nada, ocurrió algo inesperado: arribó a la humilde vivienda el
más majestuoso cortejo fúnebre que nunca se había visto en aquel lugar u otra
parte del mundo, rosas, coronas, una carroza elegante jalada por 6 de los mejores
caballos negros y al frente del cortejo se encontraba un apuesto joven de piel
blanca como la nieve, cabello pelirrojo y sedoso, portaba un fino traje de gran gala
color negro, tanta belleza cautivaba pero lo que más impactaba eran sus ojos,
rojos como la sangre, como carbón encendido pero hermosos quien lloraba la
perdida de la niña.
El sacerdote antes contactado por los padres inició la misa de cuerpo presente, la
iglesia estaba llena y el elegante joven en primera fila lloraba sin mirar a nadie,
sino a la pequeña cajita blanca de finísimo alabastro que contenía el angelical
cuerpo de Alondra, los padres de la niña no se animaban a agradecer o a
cuestionar su distinguido benefactor, quien cabizbajo seguía ahí en un solemne y
silencioso llanto que desgarraba el alma del más valiente. Al finalizar la misa la
caravana partió al cementerio en donde los padres, hermanos y familiares de la
pequeña tan solo pudieron contemplar el sepulcro más majestuoso jamás visto, al
ingresar el pequeño féretro a su nido de descanso eterno, el apuesto jóven estalló
en un llanto que dobló a más de uno de los presentes. los padres de Alondra
no sabían qué hacer ¿cómo aquella persona desconocida podía haber amado y
sentido tanto la muerte de su niña? y como si hubiese leído sus mentes, volvió su
fiera pero enternecedora mirada y con pena y dulzura infinita dijo: «Por miles de
años el mundo ha buscado la manera de tacharme de lo peor, desde tentador,
ladrón, traidor, enemigo, hasta lo más ofensivo, pero ella, ella con su dulzura, su
inocencia, su amor infinito todas las noches sin falta y a pesar de que era
castigada por hacerlo, nunca dejó de orar y de pedir por mí una sola noche». Los
padres pensaron que se trataba de algún maestro de su niña y le preguntaron por
su nombre, el joven se alejó y dio la vuelta diciendo: «Debes recordar el final de
las oraciones de tu propia hija: y bendice a Lucifer porque nadie pide por él, así es
que yo pido por todos». Dicho esto el joven desapareció,

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