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LETRA A: LA ARAÑA ANA

Ana se montó en un autobús. Cuando miró por la

ventana vio unas aletas y le dijo al conductor que

parara para bajarse. Cogió las aletas y se fue a jugar

a la playa con sus aletas y unos aros. Como la araña

no sabía nadar se empezó a ahogar.

Justo cuando se iba a ahogar llegó una lancha y la

araña se subió. Dentro había un anillo. El anillo era

de una avispa y como se mojó se puso negro. La araña

volvió a la playa en la lancha, se subió a un árbol y le

dio el anillo a la avispa.

LETRA C: EL CARACOL CARLOS

Estaba un día un caracol que se llamaba Carlos

tomando el sol. Cuando de repente mientras miraba

al cielo vio un cohete. Como el caracol era pegajoso

porque tenía mocos, se pegó en el cohete y se subió.

Carlos fue conduciendo y dio cinco vueltas sobre el

mundo. Desde el cielo vio: coches, casas, caballos,

cometas, carros, cerdos dentro de un camión,


campanas y muchas cosas. También vio nuestro

colegio y quiso entrar a ver cómo era. Entró a

nuestra clase porque quería ver todo lo que había

dentro. Jugó y le gustó tanto que se quedó con

nosotros y aprendió un montón de letras.

La cerillera
Autor: Hans Christian Andersen

¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el
día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre
niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.
Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían
servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya
había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a
atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en
direcciones opuestas.
La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban
rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo,
algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas
como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había
presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un
céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto.
¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos
rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no
pensaba en sus cabellos.
Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se
percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta
festividad pensaba la infeliz niña.
Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas.
El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se
atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin
una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa
hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí
con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja
y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto
placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar
una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos!
Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama
clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano.
¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran
chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de
latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso!
¡Calentaba tan bien!
Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para
calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña
en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y
brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo
tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en
que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con
finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas
exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto
tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento
con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta
llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante
sí más que la pared impenetrable y fría.
Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un
magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había
visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil
luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse
y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos,
y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y
comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó
trazando una línea de fuego en el cielo.
-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su
abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya
no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es
que un alma sube hasta el trono de Dios".
Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran
luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto
sublime y radiante.
-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el
fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la
chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!
Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar
la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una
claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan
hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio
de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía
hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.
Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos
casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta,
muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser
sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido
por completo.
-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.
Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en
medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el
reino de los cielos.
FIN

El perro y el gato
Cuenta una vieja leyenda que hace mucho mucho tiempo atrás existía un matrimonio de avanzada edad
que vivían junto a su perro y a su gato en su casita en un pueblito situado en un hermoso valle. Eran
una pareja muy humilde, no tenían muchas cosas materiales, pero poseían un anillo, que era mágico sin
que ellos lo supieran.

Este anillo mágico les proporcionaba la comida que ellos necesitaban para no morir de hambre y,
mientras ese anillo permaneciera en el hogar junto a ellos, nunca les faltaría algo para comer. Cuando el
hombre salía por las mañanas a trabajar, el anillo se encargaba de hacer todo lo posible para que
tuviera trabajo ese día y poder regresar a casa con dinero para comprar alimentos.

Un día el hombre pensó que sería buena idea vender el anillo y obtener por el unas cuantas monedas, y
así lo hizo y a partir de ese momento, las cosas le empezaron a ir mal y no podía conseguir trabajo para
poder comprar comida.

El perro y el gato del matrimonio también estaban pasando hambre igual que sus dueños y como eran
muy listos y ellos si sabían que el anillo era mágico, empezaron a pensar en la forma de recuperar aquel
anillo mágico.

- Yo sé dónde está el anillo - Dijo el gato - Seguí a la persona que lo compró. Lo tiene guardado en una
caja fuerte. Entonces el perro tuvo una idea y le dijo al gato:

- Ya se lo que vamos a hacer! Caza un ratón y lo llevaremos hasta la caja fuerte para que roa la caja y
así podremos recuperar el anillo.

El gato se dispuso a cazar un ratón y en pocos minutos tenía un pequeño roedor listo para llevar a cabo
sus planes.

Un rato más tarde, el gato, el perro y el ratón, llegaron a la casa del nuevo dueño del anillo donde
estaba la caja fuerte. Era ya de noche y el hombre dormía en su cama, así que entraron sigilosamente
en el dormitorio y se acercaron a la caja fuerte. El ratón comenzó a roer la caja y en un rato había
hecho un agujero por donde pudieron agarrar el anillo y salir los tres corriendo.

Una vez en la calle el gato, con el anillo en su boca, subió al lomo del perro y emprendieron el viaje de
regreso hacia la casa de sus dueños.

El perro corría y corría muy rápido pero el gato, en un momento dado, decidió saltar del lomo del perro
y trepar a los tejados de las casas para llegar antes que el perro.

Los dueños vieron llegar al gato con el anillo, y como ya se habían dado cuenta de que el anillo era
mágico se pusieron muy felices de recuperarlo y dijeron:

- Este gato merece que el demos el doble de cariño y comida que antes, porque ha recuperado nuestro
gran preciado anillo. De ahora en adelante lo cuidaremos como a un hijo”. Momentos después llegó el
perro, muy cansado de tanto correr, y el dueño exclamó:

- Este perro es un vago. Viene cansado y no tiene el anillo. A partir de ahora no le daremos cariño y
solo le daremos las sobras para comer.
El perro, al ver esa injusticia, le pidió al gato que explicara que los dos habían recuperado el anillo, pero
el gato se quedó callado y no dijo absolutamente nada, y satisfecho por lo que había conseguido se fue
a dormir tranquilamente justo a la chimenea, acomodado en unos cojines que el matrimonio había
puesto al lado del fuego para él.

A partir de ese día, el perro y el gato fueron enemigos y nunca más han podido estar juntos un perro y
un gato sin pelearse.

El murciélago

Una vez existió un hermoso murciélago. Era la criatura más bella de la creación, ya que en su afán por parecerse al resto de
las aves, subió al cielo y solicitó al creador poseer plumas. Éste le contestó que podía solicitar a otras aves sus mejores
plumas. Y así lo hizo.

Tras un tiempo de recolección, el murciélago lucía, ufano, su nuevo y espectacular aspecto. Revoloteaba por toda la tierra
recreándose en su imagen. Incluso, en una ocasión, con el eco de su vuelo provocó un maravilloso arcoiris.
Todos los animales lo observaban fascinados por su deslumbrante imagen. No obstante, los halagos comenzaron a hacer
mella en él. La soberbia se apoderó de su raciocinio. Miraba con desprecio al resto de las aves, a las que consideraba
inferiores a él por su belleza.

Percibía que ningún otro animal estaba a su altura. Consideraba que no existía otra cualidad más importante que no fuera el
aspecto físico. El resto de aves se sentían humilladas ante el vuelo del murciélago. Su continuo pavoneo se hizo insoportable
para todo el reino animal, y sus ofensas llegaron a oídos del creador. Éste decidió intervenir.

Tras observar la actitud del bello murciélago, lo hizo llamar y subir al cielo. Ante la presencia del creador, comenzó a aletear
con una alegría desbordada. Aleteó una y otra vez, desprendiéndose, inconscientemente, de todas sus bellas plumas.

De pronto, se descubrió desnudo, como al principio de los tiempos. Avergonzado, descendió a la tierra, refugiándose en las
cuevas y negándose la visión. Durante días, llovieron plumas de colores que éste no quiso observar, procurando olvidar lo
hermoso que un día fue. Desde entonces, el murciélago vivió recluido en la oscuridad, lamentando su egoísta actitud.
El Burrito descontento

Érase que se era un día de invierno muy crudo. En el campo nevaba copiosamente, y dentro de una
casa de labor, en su establo, había un Burrito que miraba a través del cristal de la ventana. Junto a él
tenía el pesebre cubierto de paja seca.- Paja seca! - se decía el Burrito, despreciándola-. Vaya una cosa
que me pone mi amo! Ay, cuándo se acabará el invierno y llegará la primavera, para poder comer
hierba fresca y jugosa de la que crece por todas partes, en prado y junto al camino!

Así suspirando el Burrito de nuestro cuento, fue llegando la primavera, y con la ansiada estación creció
hermosa hierba verde en gran abundancia.

El Burrito se puso muy contento; pero, sin embargo, le duró muy poco tiempo esta alegría. El
campesino segó la hierba y luego la cargó a lomos del Burrito y la llevó a casa. Y luego volvió y la cargó
nuevamente. Y otra vez. Y otra.

De manera que al Burrito ya no le agradaba la primavera, a pesar de lo alegre que era y de su hierba
verde.

- Ay, cuándo llegará el verano, para no tener que cargar tanta hierba del prado!

Vino el verano; mas no por hacer mucho calor mejoró la suerte del animal. Porque su amo le sacaba al
campo y le cargaba con mieses y con todos los productos cosechados en sus huertos.

El Burrito descontento sudaba la gota gorda, porque tenía que trabajar bajo los ardores del Sol.- Ay,
qué ganas tengo de que llegue el otoño! Así dejaré de cargar haces de paja, y tampoco tendré que
llevar sacos de trigo al molino para que allí hagan harina.

Así se lamentaba el descontento, y ésta era la única esperanza que le quedaba, porque ni en primavera
ni en verano había mejorado su situación.

Pasó el tiempo. Llegó el otoño.


Pero, qué ocurrió?

El criado sacaba del establo al Burrito cada día y le ponía la albarda.

- Arre, arre! En la huerta nos están esperando muchos cestos de fruta para llevar a la bodega.

El Burrito iba y venía de casa a la huerta y de la huerta a la casa, y en tanto que caminaba en silencio,
reflexionaba que no había mejorado su condición con el cambio de estaciones. El Burrito se veía
cargado con manzanas, con patatas, con mil suministros para la casa.

Aquella tarde le habían cargado con un gran acopio de leña, y el animal, caminando hacia la casa, iba
razonando a su manera:

- Si nada me gustó la primavera, menos aún me agrado el verano, y el otoño tampoco me parece cosa
buena, Oh, que ganas tengo de que llegue el invierno! Ya sé que entonces no tendré la jugosa hierba
que con tanto afán deseaba. Pero, al menos, podré descansar cuanto me apetezca. Bienvenido sea el
invierno! Tendré en el pesebre solamente paja seca, pero la comeré con el mayor contento. Y cuando
por fin, llegó el invierno, el Burrito fue muy feliz.

Vivía descansado en su cómodo establo, y, acordándose de las anteriores penalidades, comía con buena
gana la paja que le ponían en el pesebre.

Ya no tenía las ambiciones que entristecieron su vida anterior. Ahora contemplaba desde su caliente
establo el caer de los copos de nieve, y al Burrito descontento (que ya no lo era) se le ocurrió este
pensamiento, que todos nosotros debemos recordar siempre, y así iremos caminando satisfechos por los
senderos de la vida: Estar satisfechos con lo que tenemos es el secreto de la felicidad.

Itzelina y los rayos del Sol


Itzelina Bellas Chapas es una niña muy curiosa, que se levantó temprano una mañana, con la firme
intención de atrapar para ella sola, todos los rayos del sol.

Una ardilla voladora, que brincaba entre árbol y árbol, le gritaba desde lo alto ¿A dónde vas Itzelina?, y
la niña respondió.

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos, todos los rayos del sol, y así tenerlos para mi
solita.
- No seas mala bella Itzelina, le dijo la ardilla angustiada, deja algunos pocos para que me iluminen el
camino, y yo pueda encontrar mi alimento.

- Está bien amiga ardilla, le contestó Itzelina, no te preocupes ni apenes, que tendrás como todos los
días, rayos del sol para ti.

Siguió caminando Itzelina, pensando en los rayos del sol, cuando un inmenso árbol le preguntó ¿Por qué
vas tan contenta Itzelina?
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol, para tenerlos para mi
solita, y poder compartir algunos con mi amiga, la ardilla voladora.

El árbol muy triste le dijo:


- También yo te pido amiga Itzelina, que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus rayos es
que podré seguir creciendo, y más pajaritos podrán vivir en mis ramas.
- Claro que sí amigo árbol, no estés triste que también guardaré unos rayos de sol para ti.

Itzelina empezó a caminar más rápido, por que llegaba la hora en que el sol se levantaba y ella quería
estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara.
Pasaba por un corral, cuando un gallo que estaba parado sobre la cerca la saludó.
- Hola bella Itzelina ¿A dónde vas con tanta prisa?
- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos, todos los rayos del sol, y así poder compartir
algunos con mi amiga la ardilla voladora para que encuentre su alimento, y con mi amigo el árbol para
que siga creciendo y le de hospedaje a muchos pajaritos.

- Yo también te pido algunos rayos de sol, le dijo el gallo, para que pueda saber en las mañanas a qué
hora debo cantar, y los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños no vayan tarde a la escuela.
- Claro que sí amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol, le contestó Itzelina Bellas Chapas.

Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol para las ardillas y para
los pájaros, para las plantas y para los hombres, para los gallos y para los niños. Entendió que si algo le
sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera guardar para ella solita, porque eso es egoísmo.
Llegó a la alta montaña, dejó su malla de hilos junto a ella, se sentó a esperar el sol y le dio los buenos
días. Ahí, sentadita y sin moverse, vio cómo lentamente los árboles, los animales, las casas, los lagos y
los niños se iluminaban y se llenaban de colores gracias a los rayos del sol.

La tortuga Cloe

Había una vez una jovencita tortuga de agua de apenas un año llamada Cloe que vivía en un estanque
junto a sus padres y otras tortugas. En total eran 8 tortugas que a lo largo de los años se habían hecho
muy amigas compartiendo el lindo estanque. Junto a ellas vivían tres ranitas y seis peces de colores,
todos ellos cuidados y alimentados por el anciano señor Rosendo.

Una mañana la tortuga Cloe sintió la necesidad de conocer el mundo que la rodeaba y decidió partir en
busca de aventuras.

Guiada por el impulso aventurero escaló las rocas que rodeaban el estanque agarrándose con sus largas
uñas, mientras sus papas y sus amigas tortugas y las ranitas le gritaban
- ¡¡ No!! ¡¡ no te vayas vuelve con nosotros!!

Cloe no les hizo ningún caso y cuando quiso darse cuenta estaba ya a dos metros del estanque. Miró a
su alrededor; el jardín de la vieja casa estaba algo descuidado y las malas hiervas crecían alrededor del
estanque. Cloe estiró el cuello todo lo que pudo y vio una vieja puerta de hierro al final de un camino de
piedras. Se dirigió hacia el camino dispuesta a surcarlo hasta llegar a la puerta.
Una vez alcanzó la puerta se dio cuenta de que ésta estaba cerrada y mirando a su alrededor se dio
cuenta de que no podía salir del jardín. Cloe se quedó mirando hacia fuera a través de los barrotes de
hierro forjado, suspirando mientras pensaba

- Caramba, he hecho todo esto para nada, porque no voy a poder salir de este jardín.

De repente una liebre silvestre se acercó a la puerta y saludo a la tortuga Cloe.

- Hola - dijo la liebre.

- Hola ¿cómo estás? - saludo Cloe.

- Muy bien - respondió la liebre - estoy buscando comida para mis adorados hijitos que están
esperándome en la madriguera. Es peligroso porque hay cazadores por esta zona, pero no me importa
ya que tengo que dar de comer a mis pequeños ¡Los amo tanto! - dijo la liebre sonriendo.

La liebre pegó un ágil saltito y se alejó veloz por el prado.


Pasaron unos minutos y un ratoncito de campo se acercó a la puerta.

- hola - dijo Cloe mirando al gracioso ratoncito - ¿qué haces?

- Hola - respondió el ratoncito - estoy jugando al escondite con mis amigos ¡es tan divertido! me
encanta jugar con mis amigos.

El ratoncito giró la cabeza hacia ambos lados y salió corriendo a esconderse bajo unas rocas.
Cloe siguió contemplando el campo a través de la puerta, pensativa, con la mirada fija el una vieja
encina que había unos metros más allá, en la vereda de un camino. De repente vio caerse de una rama
un pequeño pajarillo. Éste intento volar pero sus jóvenes alas no lo conseguían. El pajarito asustado se
acercó a la puerta.

- Hola ¿has visto a mi mama?

- No - respondió Cloe

- Tengo miedo - fijo el pajarito - quiero ir con mi mama, se estaba tan bien en el nido con mis papas y
mi familia- añadió suspirando.
Una linda pajarita de hermosos colores se acercó al pajarito.

- ¡Mama! - exclamó el pequeño - ¡qué bien que estés aquí! tenía miedo de no volver a verte - dijo
mientras se acurrucaba entre sus plumas. La mama del pajarito, atenta y paciente, enseño al pajarito a
mover sus alas bajo la atenta mirada de la tortuguita Cloe y casi de forma milagrosa el pequeño pajarito
echó a volar y Cloe vio cómo se dirigía al nido siguiendo a su madre.
A cloe le invadió una gran melancolía. Pensaba en la valiente liebre dispuesta a poner en riesgo su vida
para alimentar a sus pequeños, recordaba lo feliz que se veía el ratoncito jugando con sus amigos y
suspiraba de alivio al saber que el pequeño pajarito estaba a salvo de nuevo en el nido con su familia.

De repente Cloe giró la cabeza por encima de su concha, escuchando a lo lejos en ruido del agua al caer
entre las piedras del estanque.

- ¿Dónde voy a estar mejor que en mi casa con mis padres y mis amigos? - se preguntó - y girando su
cuerpecito se dirigió de nuevo hacia el estanque.

Clavando las uñas se encaramó por el pequeño murete de piedras que rodeaba el estanque y llegó a lo
alto de una piedra desde donde se divisaba el pequeño estanque. Sus padres y sus amigas estaban
nadando en el agua o tomando el sol sobre los viejos troncos, Cloe los miro a todos feliz y sonriente.

- ¡Estoy aquí! - grito.

Las tortugas, las ranas y los peces se giraron sobresaltados y al ver a Cloe se pusieron muy pero que
muy contentos. Los papas de Cloe lloraban de alegría, sus amigas hacían piruetas en el agua celebrando
su regreso y los peces de colores batían sus aletas aplaudiendo.

- ¡Qué bien que hayas vuelto! - Gritaban todos felices.

La pequeña Cloe descendió por la piedra, se acercó a sus papas dándoles un sonoro beso y saltó al
agua jugando feliz con todos sus amigos.

Desde ese día Cloe supo que donde mejor estaba es junto a aquellos que la quieren.

SOBRE NOSOTROS

Institución educativa de orden oficial. Ofrece procesos de formación en los niveles de


educación pre-escolar, básica y media académica en convenio con el SENA.

Descripción detallada de ESCUELA RULAL SAN ANTONIO:


Nombre: ESCUELA RULAL SAN ANTONIO
Estado: ANTIGUO-ACTIVO
Tipo: INSTITUCIÓN EDUCATIVA
Calendario: A
Sector: OFICIAL
Zona EE: RURAL
Jornada: MAÑANA, TARDE, FIN DE SEMANA
Género: MIXTO
Carácter: ACADÉMICO
Matrícula Contratada: SI
Especialidad:
Clases de Especialidades Académicas
Niveles, Grados:
Preescolares:
Transición
Primarias:
Primarias con 1Er Grado
Primarias con 2Do Grado
Primarias con 3Er Grado
Primarias con 4To Grado
Primarias con 5To Grado

Secundarias:
Secundarias con 6To Grado
Secundarias con 7Mo Grado
Secundarias con 8Vo Grado
Secundarias con 9No Grado
Educación Media:
Educación Media con 10Mo Normal
Educación Media con 11Vo Normal
Primarias para Adultos:
Educación Básica Primaria para Adultos con Grado 21
Programas de educación para adultos:
Programas a Crecer
Modelos:
Colegios con modelos Educativos para Niños y Jóvenes:
Colegios de Educación Tradicional
Direcciones y formas de contactarse:
DIRECCIÓN: INSPECCIÓN SAN ANTONIO, CUNDINAMARCA, ANAPOIMA.
VER MAPA Y UBICACION DE ESCUELA RULAL SAN ANTONIO
TELÉFONO: 8990542
MAIL / CORREO ELECTRÓNICO: ierdsanantonio@yahoo.com.co, 
Los Futbolísimos, el fenómeno

Los Futbolísimos, las novelas de fútbol y misterio de Roberto Santiago, son uno de los
fenómenos editoriales más importantes de los últimos años. Tiene mérito. La colección lleva
más de dos millones de libros vendidos y se ha ramificado con película y musical.

Partimos de la base de que España no es un país con una cultura extendida de literatura infantil y juvenil. No me refiero a
que no se vendan libros de LIJ, que se venden muchos, sino a que no hay una tradición reconocible en el mundo ni en el
propio país. Al contrario que Inglaterra, Italia, Francia, Dinamarca, Alemania, Suecia o Estados Unidos, no hemos aportado a
la literatura infantil o juvenil ningún libro que se considere un clásico universal. Podéis comprobarlo en la lista de libros LIJ
más vendidos de la historia.

¿Os imagináis la inauguración de unos Juegos Olímpicos en España en la que se mostrasen, como algunas de nuestras
grandes aportaciones a la humanidad, personajes de libros de literatura infantil y que un/a escritor/a pronunciase unas
palabras?

Laura Gallego leyendo Marcelino Pan y Vino y Blue Jeans, poesías


de Gloria Fuertes en un estadio olímpico abarrotado, ante el mundo.

No os lo imagináis, verdad. Pues en los JJOO de Londres ocurrió. Tenían material de sobra para mostrar con orgullo.
¿Envidia? Sí.

Por esta triste realidad, tiene más mérito que surjan fenómenos literarios de escritores españoles. Porque han conseguido
hacerse un hueco en una sociedad que no los siente como un patrimonio suyo, que no empuja en la misma dirección, a
veces en la contraria. Por eso tiene un mérito increíble que Laura Gallego arrastrase a millones de lectores con sus
maravillosas historias. Por eso celebramos que un escritor como Blue Jeans tenga un fenómeno fan-lector descomunal. Y
por eso mismo nos alegramos de que Los Futbolísimos, la colección de libros de Roberto Santiago, haya llegado a la casa
de millones de niños.
El primer libro de la serie, El misterio de los árbitros dormidos fue publicado por SM en enero del año 2013. Casi seis
años más tarde, la serie lleva 14 títulos (más el texto del musical) y vendidos más de 2.000.000 de libros. Ha sido traducido a
más de una docena de idiomas. Las ilustraciones, muy importantes en estos libros que tienen partes que son puro cómic,
son de Entrique Lorenzo.

Como (casi) todo fenómeno literario, tiene película. La de Los Futbolísimos se estrenó en agosto de 2017. Sin embargo
pocos fenómenos literarios infantiles tienen un musical. En este caso, el propio Roberto Santiago (que ha dirigido cine y
teatro, además de escribir) se implicó en el proyecto, que ha visto la luz en el Teatro La Latina en octubre de 2018 (estáis a
tiempo de asistir).

Lo dicho, celebremos los fenómenos existentes y hagamos lo posible por que vengan muchos fenómenos más que traerán,
no olvidemos lo fundamental, muchos lectores más.

Si quieres estar al día de lo que ocurre en torno a la literatura infantil y juvenil actual, únete a la página de Facebook LIJ
Actual o a mi Twitter. Y si quieres saber más sobre mí: Jorge Gómez Soto.

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