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HISTORIA LOCAL

AGUSTÍN BORREGO
Pijirigua
en el Moncada
Cinco cubanos nacidos
en el pequeño poblado
artemiseño participaron
en las acciones del 26
de Julio de 1953
Por MARÍA DE LAS NIEVES
GALÁ y FELIPA SUÁREZ

L nombre de Pijirigua,

E según contaba la abuela


María Borrego, procedía
de una leyenda indígena. Así
se lo narraron a ella sus pa-
dres: allí vivía una pareja, Piji
y Cigua, hasta que llegaron
los españoles y uno trató de
conquistar a la india. Airado,
Piji no lo consintió y con sus
propias manos agredió al rival,
pero este lo mató en el acto.
Desesperada, Cigua se quitó la
vida. El amor de la pareja que-
dó inmortalizado cuando todos
empezaron a llamar a la locali-
dad: Pijirigua.
En cambio, el portal digital
del gobierno de Artemisa expo-
ne que ese nombre proviene de
una pareja de esclavos, también
muy enamorados. Ella Pilar y
él Jirigua. Para su matrimonio Mausoleo a los Mártires de Artemisa.
tuvieron el consentimiento del
colono, quien además les cedió con el Pi de Pilar y Jirigua, na- En la memoria de los mayo-
una casita de madera próxima ció Pijirigua. res quedó también el paso de
al camino. ¿Cuál de las dos versiones los mambises por la zona y, en
Todos admiraban y querían será la verídica? ¿Mito o reali- no pocas casas, la veneración
a aquella pareja, hasta que un dad? A estas alturas nadie pue- hacia el mayor general Antonio
día un incendio quemó todas de decirlo. Los más viejos han Maceo.
las casas del lugar. Ella murió partido. Quizás la imaginación
primero y después él, agobiado de la abuela María creó la his-
Lo inmenso
por los sufrimientos. Fueron toria, o tal vez existió en algún
de un pequeño poblado
enterrados cerca del camino recodo del pasado. Lo cierto Más allá de lo indescifrable
y, al pasar el tiempo, las lluvias es que el barrio surgido a unos de su toponimia, lo que no es
borraron casi por completo el ocho kilómetros de Artemisa, cuento en Pijirigua, sino mo-
nombre de ella. Más adelante, tuvo vida propia; y hasta juzga- tivo de orgullo local, es el sig-
cuando alguien preguntaba al- do –que era bastante decir en nificativo número de jóvenes
guna dirección, todos le decían aquellos tiempos– donde fueron que salió de esa barriada para
que era cerca de donde estaba inscriptos muchos hombres y participar en las heroicas ac-
el matrimonio enterrado. Así, mujeres de lugares cercanos. ciones del 26 de julio de 1953 y
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y Fidel Labrador García. “Llegué

ecured
al barrio en 1945. Vivíamos en la
finca Santa Ana, perteneciente
a José Pestana Cabello, quien a
su vez la tenía arrendada, pues
en realidad era de Gerónimo
Martinto.
“Resulta que mi familia era
seguidora del Partido Auténtico
y, como no votamos por Batista,
nos desalojaron del rancho. Mi
padre, Jacinto Acosta, mambí
que peleó bajo las órdenes de
Serafín García, se encolerizó.
Aquella gente no respetaba a
ningún patriota.
“En Pijirigua compramos el
terreno a otro veterano nombra-
do Alejandro García. Enseguida
me relacioné con los mucha-
chos de la zona, que también
José A. Labrador, tenían inquietudes políticas.
asesinado el 26 Pertenecíamos a la Juventud
de julio de 1953, Ortodoxa y, además, trabajába-
en el cuartel mos juntos en la siembra y reco-
Moncada.
gida de piña”, rememoró.
Al describir a José Antonio,
Archivo

lo detalló como una persona


muy noble, sencilla, preocupada
por sus compañeros. “Éramos
obreros agrícolas en la finca La
Esperanza, de Elasio Martínez,
y en El Suizo, de Pedro Iturralde.
Teníamos salarios muy bajos:
el canasteo de piñas lo pagaban
a dos pesos con ochenta centa-
vos; y cuando laborábamos en la
caña, un peso con setenta y cua-
tro centavos.
“De vez en cuando los miem-
bros de la Juventud Ortodoxa nos
reuníamos en el billar. Recuerdo
que en una ocasión desarrollá-
bamos una actividad en apoyo a
Eduardo Chibás y, cuando más
contentos estábamos, se apare-
ció un guardia rural de apellido
Reyes y nos quiso llevar presos.
Por suerte, el cabo Joseíto Díaz,
Fidel Labrador, ficha sobrino de mi mamá, intervino y
policial por estar le dijo que no había motivos para
vinculado a la lucha ello, pues no nos estábamos me-
clandestina. tiendo con nadie”.
Apuntó Colo que nunca sos-
no dejar morir al Apóstol en el aquellos episodios y descubrimos pechó de las actividades clan-
año de su centenario. la vida de los que se involucraron destinas de José Antonio, Fidel
Con Francisco Acosta, vecino en la epopeya revolucionaria. y Ramón Callao Díaz, pues de
–ya fallecido– que ganó un es- Colo –así era renombrado en el haberlo sabido hubiera estado
pacio en el corazón de la fami- pueblo– conoció de cerca a los pri- entre los asaltantes. “Fue todo
lia, recordamos más de una vez mos José Antonio Labrador Díaz muy secreto, incluso por aquí
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AGUSTÍN BORREGO
hubo una finca en la cual hicie-
ron prácticas de tiro”.
La niñez de José Antonio fue
triste. Nació en la finca Vidal, en el
barrio de San José, en el kilómetro
cuatro de la carretera de Viñales.
A los siete años quedó huérfano
de madre y su padre se trasladó a
Pijirigua con sus tres hijos. Como
otros tantos de su generación no
tuvo infancia, pues a los ocho años
de edad se vio obligado a comen-
zar a trabajar. En el campo hizo
de todo un poco: repartió leche,
guataqueó, cortó caña… Sin duda,
la incorporación al movimiento
insurreccional fue a través de su
primo.
Rebelde, así recordaba a Fidel
Labrador, quien muy temprano se
rebeló contra las injusticias come-
tidas con los trabajadores agríco-
las. Joven empezó a trabajar en el
envasadero de piñas de Pijirigua,
propiedad del magnate Manuel
Pérez Galán.
Narraba Colo que Fidel fue de
los primeros en incorporarse a la
Juventud Ortodoxa. Así se con-
virtió en su dirigente en el barrio
y también fue delegado local en
la municipalidad de Artemisa. Co-
mo muchos jóvenes de su tiem-
po rechazó el golpe de Estado
perpetrado por Fulgencio Batista
y participó en manifestaciones de
protesta contra el tirano.
Luego de los entrenamientos,
según tenemos constancia, cinco
de los hombres nacidos en tierra Francisco Acosta, Colo, junto a su esposa María del Carmen Flores.
pijirigüeña fueron seleccionados
para las acciones: Fidel Labrador, de tomar el cuartel, dada la gran asesinado horas después, aunque
José Antonio Labrador y Ramón diferencia de medios entre las dos hicieron creer que había muerto
Callao. También estarían los her- fuerzas y con el fin de proteger las en combate.
manos Guillermo Granados Lara* vidas de sus compañeros. En ese De esa manera, el poblado de
y Florentino Fernández León**. momento, junto a Pedro Miret Pijirigua quedó en la historia; fue-
y a otros tres asaltantes, Fidel ron hijos de su tiempo entregados
En el combate Labrador decidió mantenerse dis- a la patria.
Según contó el sobreviviente de parando para proteger la retirada.
la acción, Ramón Pez Ferro, en En esa acción, el artemiseño reci- Notas:
el texto Artemisa en el Moncada, bió un balazo en el ojo, que lo puso *Guillermo Granados Lara nació en
publicado el 25 de Julio de 2014, en al borde de la muerte, aunque Pijirigua el 23 de octubre de 1923, a
el periódico Juventud Rebelde, finalmente salvó la vida”. Falleció los pocos años la familia se trasladó
durante las acciones del 26 de Julio, para Artemisa. Caído en el asalto al
en su tierra natal el 19 de junio de
Moncada.
Fidel Labrador protagonizó un he- 2000, a la edad de 71 años. **Florentino Eduardo Fernández León,
cho al que catalogó como relevante. José Antonio Labrador fue participante de la gesta del Moncada,
“En medio del fragor del asal- de los que acompañó a Abel San- nació en Pijirigua el 22 de agosto de
to al Moncada, nuestro jefe, Fidel tamaría en la toma del Hospital 1927 y a los ocho años su familia se
Castro, dio la orden de retirada, al Civil Saturnino Lora. Al finalizar mudó a Guanajay. Sobrevivió a la acción
darse cuenta de la imposibilidad la acción resultó prisionero y fue y falleció en 2017.

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