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Publicación trimestral de la

Comunidad Budista Soto Zen

Número 14. Abril – Junio 2007

EL CONCEPTO DE TIEMPO EN LA CIENCIA HISTÓRICA


Por Martin Heidegger

“El tiempo es lo que cambia .y, se diversifica: la eternidad se mantiene simple”


Meister Eckhart

Desde hace algunos años se ha despertado en la filosofía científica un cierto


“impulso metafísico”. El permanecer en la mera teoría del conocimiento parece no
ser más suficiente. La perseverancia en problemas de la teoría del conocimiento,
surgidos de una fundada y enérgica conciencia de la necesidad y valor de la crítica,
no permite que las preguntas últimas, que constituyen la finalidad de la filosofía,
alcancen su sentido inmanente. De ahí la a veces oculta y a veces abiertamente
manifiesta tendencia a la metafísica. Se deberá interpretar esto como una
comprensión más profunda de la filosofía y sus problemas y ver aquí la voluntad de
poderío de la filosofía, por supuesto que no de poderío en el sentido de la violencia
intelectual de la llamada “concepción del mundo científica-natural”.

En la ciencia y la filosofía moderna la conciencia crítica está demasiado despierta


como para que aquella pretenda adueñarse de nuestra cultura con injustificadas y
mal fundadas pretensiones de poder; está tan viva que junto al reconocimiento de
lo indispensable de una última fundamentación metafísica (la hypothesis platónica),
dedica sin embargo siempre una parte principal de su fuerza a la resolución de
problemas de la teoría del conocimiento es decir, en un sentido más amplío, a la
resolución de problemas lógicos. Pues es cierto que hay un gran número de
problemas de naturaleza gnoseológica que aguardan una solución, por fructífera
que haya sido la investigación en los últimos decenios precisamente en este campo.
Las ciencias de la naturaleza, como las ciencia culturales, se han vuelto
problemáticas con respecto a su estructura lógica, y justamente su delimitación
rigurosa unas de otras, y la justificación lógica de su independencia, es uno de los
resultados principales de esta investigación. A pesar de esto hay, aún suficientes
problemas particulares que requieren ser solucionados antes de que pueda ser
emprendida la extensa tarea futura de (358) una teoría de la ciencia general. Un
problema particular semejante será el objeto de la siguiente investigación. Pueden
ser anticipadas algunas indicaciones generales sobre ciencia y teoría de la ciencia,
para que la finalidad y el carácter propio de tales investigaciones esté presente en
todo momento.

La ciencia es una conexión de conocimientos teóricos fundados y ordenados según


principios. Los conocimientos se formulan en juicios; estos juicios son verdaderos,
valen, y precisamente tiene valor en un sentido estricto, no el acto de juicio que el
investigador particular formula al obtener el conocimiento, sino el sentido del juicio,
su contenido. Cada ciencia, concebida en la idea de su perfección, es una conexión
en sí subsistente, de sentidos que tienen validez. Las ciencias particulares
concretas, como hechos culturales, condicionadas culturalmente no están nunca
acabadas, sino siempre en camino, en la búsqueda de la verdad. La forma y modo
como se encuentran los conocimientos en las ciencias particulares, es decir el
método de la investigación, está determinado por el objeto de la ciencia respectiva,
y por los puntos de vista bajo los cuales ésta los considera. Los métodos de
investigación de las diferentes ciencias trabajan con ciertos conceptos
fundamentales cuya estructura lógica tiene que tener en cuenta la teoría de la
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ciencia. El planteamiento gnoseológico conduce fuera de las ciencias particulares, al


ámbito de los últimos elementos básicos de la lógica, las categorías. Pero en el
investigador de las ciencias particulares surge fácilmente la impresión de la
obviedad, y por lo tanto la infecundidad, de tales investigaciones gnoseológicas.
Pero esto sólo en la medida en que él espera de tales investigaciones algo
objetivamente nuevo para su dominio científico particular, Esto ellas no lo pueden
hacer (359) porque se mueven en una dimensión enteramente nueva. Por eso le
resultan al investigador de las ciencias particulares únicamente significativas
cuando él se excede de sus límites como tal, y filosofa.

El poner de relieve los fundamentos lógicos de los métodos de investigación en las


ciencias particulares es por lo tanto un asunto de la lógica como doctrina de la
ciencia. Pero ésta no puede ser desarrollada en su totalidad en la presente
investigación, antes bien se toma una determinada categoría particular (elemento
fundamental lógico) -el concepto de tiempo- y se aclara su estructura. A1 final se
mostrará que aquí se plantea como problema un concepto central, desde cuya
solución se verá claro el carácter total lógico de las ciencias particulares que utilizan
este concepto. Ahora se plantea el problema de cual es el camino más seguro que
podemos tomar para llegar al reconocimiento do la estructura lógica del concepto
de tiempo de la ciencia histórica. Si hablamos de una especial estructura lógica de
este concepto de tiempo, queremos decir con esto que su contenido está
determinado de modo peculiar por muy determinados elementos categoriales
últimos. Se trata de hacer visible esta determinación del concepto de “tiempo en
general” como concepto de “tiempo histórico”. Esta determinación estará dada por
el hecho de que la ciencia histórica utiliza el concepto de tiempo de acuerdo con sus
tareas. La estructura del concepto de tiempo de la historia la podremos por lo tanto
reconocer a partir de su fundación en la ciencia histórica. Esta función particular, a
su ves, se debe hacer comprensible a partir do la finalidad (Ziel) de la ciencia
histórica. Tomamos por consiguiente, para la solución de nuestro problema de la
característica lógica del concepto de tiempo en la ciencia histórica, el camino de la
finalidad de la ciencia histórica, y a través de la función de allí resultante del
concepto de tiempo, llegamos hasta la estructura de este concepto. El problema se
puede formular entonces, en pocas palabras, así: ¿Qué estructura tiene que tener
el concepto de tiempo en la ciencia histórica para poder entrar en función como
concepto de tiempo de acuerdo con la finalidad de esta ciencia? No se supone pues
de ningún modo una determinada teoría filosófica de la ciencia histórica,
investigándose qué estructura del concepto de tiempo armoniza (360) con ella, sino
que partimos de la ciencia histórica como un factum estudiamos la función real del
concepto de tiempo en ella, y determinamos de allí su estructura lógica. Cuando
lleguemos a la solución de este problema así formulado, entonces debe ser posible,
en caso de que hayamos reconocido al concepto de tiempo de la ciencia histórica
como uno de sus conceptos centrales, convenir en general sobre la estructura
lógica de la historia como ciencia.

La particularidad de la estructura del concepto de tiempo en la ciencia histórica se


pondrá de relieve sin duda tanto más nítidamente cuanto más se pueda destacar de
una estructura de tiempo conformada de otra manera. Para hacer posible esto,
antes del cumplimiento de nuestra tarea propia, debemos encargarnos de examinar
una breve característica del concepto de tiempo en la ciencia de la naturaleza, más
precisamente en la física. Formulamos entonces el problema referente al concepto
de tiempo de la física también de la misma manera en que lo hicimos con respecto
al concepto del tiempo de la ciencia histórica y preguntamos: ¿Qué estructura tiene
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que tener el concepto de tiempo de la física para poder entrar en función como
concepto de tiempo de acuerdo con la finalidad de la física?

I
Se trata por lo tanto en principio de hacer clara la finalidad de la física como
ciencia. Lo que resulta más seguro para esto es mostrar la tendencia fundamental
de la física, que en el curso de su historia desde Galilei hasta el presente ha surgido
cada ves más claramente.

(361) La filosofía de la naturaleza antigua y medievali [i] procuraba investigar la


esencia metafísica de los fenómenos inherentes a la realidad inmediata y sus
causas ocultas. En oposición a esta especulación metafísica sobre la naturaleza, la
ciencia de Galilei significa metódicamente algo completamente nuevo, Esta
pretende ejercer el dominio sobre la diversificación de los fenómenos a través de la
ley, y su logro (Leistung) nuevo y particular consiste en cómo llega a la ley. Como a
partir de este método del conocimiento de la ley se puede ver más claramente la
tendencia fundamental de la física, aclararemos este método con un ejemplo
clásico: el hallazgo de Galilei de la ley de la caída. La antigua ciencia de la
naturaleza hubiese procedido en el problema de la caída de tal modo que a través
de la consideración de casos particulares de fenómenos de caída, hubiese intentado
extraer lo que fuese común a todos los fenómenos de la caída, para luego desde
aquí inferir la esencia de la caída. Galilei no comienza con la consideración de
fenómenos de caída aislados, sino con una suposición en general (hipótesis) que
reza: “Los cuerpos caen, privados de su sostén, de tal forma que su velocidad
aumenta proporcionalmente al tiempo, (v=g.t) es decir que los cuerpos caen con
un movimiento uniformemente acelerado. La velocidad al comienzo es 0, la
velocidad final v=g.t. Tomemos la velocidad media g/2.t, entonces tenemos un
movimiento uniforme; para éste reza la fórmula primitiva e=c.t : el espacio
recorrido es igual al producto de la velocidad por el tiempo. En nuestro caso es
c=g/2.t, este valor, sustituido en la fórmula precedente da por resultado: e=g/2.t2.
Esta ecuación la prueba Galilei en casos concretos, y es confirmada por ellos. Por lo
tanto es válida la antedicha suposición de la que en forma puramente deductiva fue
obtenida la ley que más tarde se comprobó experimentalmente. Intencionalmente
fue expuesto este raciocinio en forma más detallada para mostrar que en todo el
razonamiento no se trata en ninguna parte de este o aquel objeto determinado, de
esta o aquella duración de tiempo, o de éste o aquel espacio de caída. La
suposición v g . t que luego a través de la conclusión y a partir del experimento
verificante se vuelve ley, es una suposición general sobre los cuerpos en general.

En este nuevo método reside por lo tanto una doble particularidad: 1-Se afirma una
suposición o hipótesis (Annahme), que permite en general comprender a los
fenómenos de un determinado ámbito -aquí, por lo tanto, a los fenómenos del
movimiento. 2-La suposición o hipótesis no afirma de ningún modo una cualidad
oculta como la causa explicativa de los fenómenos, sino que contiene relaciones
matemáticamente comprensibles, es decir, medibles, entre los momentos del
fenómeno concebidos idealmente. Este modo de formulación del problema que
Galilei por primera vez llevó a la práctica conscientemente logra el predominio con
el correr del tiempo en las ramas especiales de la Física (Mecánica, Acústica,
Doctrina del calor, Óptica, Doctrina del magnetismo y Electricidad). En cada uno de
estos campos aspira la física a ecuaciones en las cuales son formuladas relaciones
legales muy generales con respecto a los hechos del campo respectivo.

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Pero la física moderna no se ha quedado aquí. Ha encontrado ya leyes


fundamentales que permiten por un lado incluir partes de, la Acústica y de la
Doctrina del calor en la Mecánica, y por otro lado incluir a la Óptica, al Magnetismo
y a la Teoría radiotérmica en la Doctrina de la electricidad. Así la variedad de los
campos particulares de la física se ha reducido hoy a dos campos: la Mecánica y la
Electrodinámica, o, como también se dice, la física de la materia y la física del éter,
Por más vehemente que sea la lucha entre la concepción del mundo
(Weltnaschauung) mecánica y electrodinámica, ambos campos, como dice, Max
Planck “no se podrán a la larga de ninguna manera delimitar nítidamente”,ii[ii] “La
mecánica necesita para apoyarse en principio sólo el concepto de espacio, el del
tiempo y el de lo que se mueve, califíquese a éste de sustancia o de estado. Pero
tampoco la electrodinámica puede prescindir de los mismos conceptos: por eso una
mecánica adecuadamente generalizada podría muy bien abarcar también a la
electrodinámica; y en la práctica hay muchos indicios de que estos dos ámbitos
ahora parcialmente conectados entre sí se van a unir finalmente en uno sólo, en
una dinámica general”iii[iii]

Con esto estaría puesta de relieve la finalidad de la física como ciencia; es la unidad
del concepto del mundo físico la reducción de todos los fenómenos a las leyes
fundamentales fijables matemáticamente de una dinámica general, y a las leyes de
movimiento de una masa que en cualquier momento puede ser determinada. Ya
que conocemos ahora la finalidad de la Física, se puede formular la segunda
pregunta: ¿Qué función le es inherente al concepto de tiempo en esta ciencia?

El objeto de la física, ahora podemos decirlo así brevemente, es la legalidad


(Gesetzlichkeit) del movimiento. Los movimientos transcurren en el tiempo. Pero
¿qué quiere decir esto? El tiempo tiene una significación espacial; sin embargo el
tiempo, evidentemente, no es nada espacial, y precisamente siempre se contrapone
uno frente a otro al espacio y al tiempo. Pero también evidentemente el espacio y
el tiempo están relacionados de alguna manera. Galileo Galilei se refiere una vez en
un pasaje de los Discorsi precisamente a esta afinidad de los conceptos de tiempo y
movimiento. “Así como la uniformidad del movimiento se comprende y se
determina a través de la igualdad de tiempos y espacios, también podemos, a
través de una idéntica igualdad de las partes del tiempo, comprender como simple
el aumento de velocidad (aceleración) realizado”iv[iv] evidentemente se trata, en la
relación (Verhältnis) de movimiento y tiempo, de la medida del movimiento con la
ayuda (364) del tiempo. La medida como determinación cuantitativa es un asunto
de la matemática. Por lo tanto, si queremos obtener rigurosos conceptos de tiempo
y movimiento, tenemos que considerar a éstos en su forma matemática.

La situación de un punto material en el espacio está determinada por el punto del


espacio con el que coincide. Supongamos por un momento que el espacio esté
vacío, con excepción de un punto material, cuya posición debe ser determinada.
Ahora bien, el espacio es infinito, cada punto del espacio es equivalente a otro, o
igualmente cada dirección con cada otra. Una determinación de la situación del
punto material en cuestión no es posible sin un punto con relación al cual se
determine su situación. Un punto de referencia tal tiene que estar siempre
supuesto. El valor de todas las determinaciones de posición es relativa a él, por lo
tanto estas determinaciones no son absolutas. La determinación de la posición tiene
lugar de tal forma que a través del punto de referencia nos representamos tres
rectas situadas perpendicularmente una con respecto a otra, los ejes x, y, z, La
posición del punto “p” está ahora determinada por la distancia de los ejes de
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coordenadas, a través de las coordenadas x, y, w Supongamos que un punto “p”


estuviese en una curva en el espacio. Ahora lo consideramos en su movimiento, es
decir, estudiamos sus posiciones, cómo se suceden temporalmente, En cada
segundo que consideremos por el reloj podemos ocuparnos en tres dimensiones, es
decir, indicar determinados valores de x, y, z que determinan la posición del punto
P en ese momento; x, y, z son por lo tanto con respecto a sus valores dependientes
del valor respectivo t. es decir, son funciones del tiempo (x=x (t) ; y=y (t); z=z
(t)). Si se modifica el valor del tiempo t en un valor infinitamente pequeño entonces
también se modifica el valor de las coordenadas, Sustituyamos ahora en ves de t
todos los valores sucesivos posibles; entonces indicarán las coordenadas como
funciones constantes de t la suma de todas las posiciones del punto P que se han
sucedido temporalmente. A esta suma de todas las posiciones la llamamos
movimiento (365): “Si queremos describir el movimiento de un punto de la
materia”, dice Einstein “damos los valores de sus coordenadas en función del
tiempo”v[v]

Todos los demás conceptos fundamentales de la teoría del movimiento como


velocidad movimiento uniforme, aceleración, movimiento no uniforme, se definen a
través de determinadas relaciones entre magnitudes de tiempo y espacio. Las
cualidades físicamente animadas (anschaulichen) del fenómeno definido han
desaparecido y se han llevado al plano de lo matemático. Los movimientos como
objetos de la física son medidos así con ayuda del tiempo. La función del tiempo es
posibilitar la medición. Los movimientos, en tanto objetos de la Física, siempre son
considerados con respecto a su posibilidad de ser medidos, no se ponen de ningún
modo que sólo ocasionalmente en relación con el tiempo, de modo que hubiese
igualmente conocimientos físicos aunque se dejase de lado al tiempo como tal, sino
que el tiempo constituye como han demostrado las ecuaciones del movimiento
indicadas anteriormente, un momento necesario en la definición de movimiento, El
movimiento en este enlace necesario con el tiempo es comprensible, antes que
nada, matemático-físicamente. Ya que el tiempo está comprendido como condición
de la posibilidad de la determinabilidad matemática del objeto de la Física, es decir,
de los movimientos, podemos responder inmediatamente la última cuestión sobre
la estructura de este concepto de tiempo. En las ecuaciones de movimiento x x
(t),y y (t), z x (t), está supuesto el tiempo como variable independiente de modo
que éste cambia continuamente, es decir, fluye sin saltos de un punto a otro
uniformemente, y representa una fila dirigida en una dirección, en la que cada
punto se diferencia sólo a través de su posición medido a partir del punto del
comienzo, Precisamente porque un punto del tiempo se diferencia del precedente
sólo porque es su sucesor, es posible medir el tiempo y, por esto, movimientos.

(366) En cuanto se mide el tiempo ( y sólo como tiempo medible y capaz de ser
medido tiene una función plena de sentido en la Física), determinamos una
cantidad (Soviel). Esta indicación de la cantidad reúne en una unidad a los puntos
del tiempo hasta allí transcurridos. Hacemos en la escala temporal en cierto modo
un corte, destruimos con esto al verdadero tiempo en su fluir y lo paralizamos. El
flujo se detiene, se congela, se hace superficie y sólo como superficie es medible El
tiempo se ha vuelto una homogénea ordenación de sitios (homogene
Stellenordnung), se ha vuelto escala, parámetro.
Antes de que terminemos la consideración del concepto de tiempo científico
natural, debe ser tenida en cuenta aún una objeción. Se podría señalar que lo dicho
hasta ahora no ha tenido en cuenta la más moderna de las teorías de la Física -la
teoría de la relatividad. La concepción del tiempo que surge de ella “supera en
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atrevimiento probablemente a todo lo que ha sido hecho en la investigación


especulativa de la naturaleza, e incluso en la teoría filosófica del conocimiento”vi[vi]
Se pasa por alto sin embargo esto: en la teoría de la relatividad en tanto teoría
física se trata del problema de la medición del tiempo, no del tiempo en sí mismo.
El concepto de tiempo permanece inalterado a través de la teoría de la relatividad,
incluso ésta confirma plenamente lo que hemos puesto de relieve anteriormente
como lo característico del concepto científico natural del tiempo, es decir, el
carácter homogéneo determinable cuantitativamente. Este carácter matemático del
concepto del tiempo físico no puede ser expresado más rigurosamente que por el
hecho de que está considerado junto al espacio tridimensional como cuarta
dimensión, y en unión con éste es tratado en las geometrías no euclidianas, es
decir, las geometrías que consideran más de tres dimensiones.

Si ahora pasamos a describir la estructura del concepto de tiempo (367) en la


ciencia histórica, parece por de pronto ser muy dudoso que aquí se pueda formular
un nuevo problema. Porque también para la ciencia histórica el tiempo en cierto
modo es una ordenación de sitios, con relación a la cual los acontecimientos tienen
asignados su determinada colocación temporal, y por esto están fijados
históricamente. Así, Frischeisen-Köhler escribe recientemente que “bajo ciertas
circunstancias la fijación temporal (..) basta para hacer de un concepto construido
según principios científicos naturales un concepto histórico”vii[vii] De este modo, el
concepto “el hambre en Fulda en 750” designa un muy determinado acontecimiento
individual, -y es por consiguiente un concepto histórico.

Estamos aquí ante una alternativa: o bien no estamos con respecto al concepto
mencionado anteriormente frente a un concepto histórico en cuanto no se
comprende porqué la mera determinación temporal tendría que hacer de un
concepto general un concepto histórico, ya que también los fenómenos de la física
se determinan temporalmente, o bien estamos frente a un concepto histórico, lo
que en realidad es exacto, Pero entonces es la determinación temporal que en él se
puede hallar una determinación temporal muy particular, que sólo se puede
comprender a partir de la esencia de la ciencia histórica.

Algo ha quedado por lo menos aclarado: en el concepto de tiempo de la ciencia


histórica reside un problema. Hay derecho y tiene sentido preguntarnos, por tanto,
por la estructura del concepto de tiempo histórico. A esta estructura la podemos
reconocer por la función en la ciencia histórica, función que por otra parte sólo
comprensible a partir de la finalidad y el objeto de la ciencia histórica.

II
En la ciencia histórica este camino de la finalidad de la ciencia hacia la función del
concepto tiempo en ella, y de allí hacia la estructura de este concepto de tiempo,
podría parecer un (368) rodeo, pues se podría lograr este objetivo en la ciencia
histórica mucho más fácil y rápidamente si tenemos en cuenta que en la metódica
de la ciencia histórica existe una disciplina auxiliar que se ocupa precisamente de la
determinación del tiempo: la cronología histórica. Aquí tendría que salir a la luz
inmediatamente lo particular del concepto de tiempo histórico. Recién al final se
puede fundamentar porqué no se toma este camino. Entonces se tiene que hacer
también comprensible lo que corresponde, a partir de la cronología, al concepto de
tiempo histórico como único momento esencial. Tomamos por lo tanto el camino ya
señalado y procuramos en primer lugar establecer algo sobre la finalidad de la
ciencia histórica.
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Aquí nos tropezamos inmediatamente con una dificultad, en tanto no se ha logrado


entre los historiadores ningún acuerdo completo sobre la finalidad y el objeto de la
ciencia histórica. por eso lo que se decide aquí sobre este problema no tiene
ninguna pretensión de ser definitivo y absoluto. Sin embargo esto no puede poner
en peligro nuestro problema particular si nombramos sólo los momentos en el
concepto de la ciencia histórica que en ella dejan en la función del concepto del
tiempo.

La ciencia histórica tiene como objeto al hombre, no como objeto biológico sino en
tanto, a través de sus producciones espirituales y corporales, realiza la idea de la
cultura. Esta creación cultural en su profusión y multiplicidad, transcurre en el
tiempo, sufre un desarrollo, está subordinada a las más diversas transformaciones
y regresiones, recibe a lo que lo antecede para elaborarlo más o para impugnarlo.
Esta creación cultural del hombre, dentro de y en cooperación con las asociaciones
y organizaciones (Estado) igualmente creadas por él, es en definitiva la objetivación
del espíritu humano. Pero al historiador no le interesa la objetivación del espíritu
consumada en el transcurso del tiempo en su respectiva totalidad (jedesmaligen
Vollständigkeit), como si quisiera registrar todo lo que ocurre en general en el
tiempo; a él le interesa sólo (se ha dicho) lo históricamente efectivo. Eduard Meyer,
(369) que ha dado esta prescripción, la completa y la aclara exactamente: “La
selección se basa en el interés histórico que tiene el presente en algún efecto, en el
resultado del desarrollo”viii[viii]

Pero siempre un interés tiene que ser fijado a partir de un punto de vista, tiene que
ser guiado por una pauta. La selección de lo histórico a partir de la profusión de lo
dado se basa por consiguiente en una relación de valor (Werbeziehung). La
finalidad de la ciencia histórica es pues representar el contexto de efecto y
desarrollo de las objetivaciones de la vida humana en su singularidad y unicidad
(Einmaligkeit) comprensibles en relación con los valores de la cultura. Pero aún no
se ha mencionado una característica esencial de todo objeto histórico. El objeto
histórico siempre ha pasado, en sentido histórico ya no existe más, entre él y el
historiador existe una distancia temporal. El pasado tiene siempre un sentido sólo
visto desde un presente. Lo pasado no sólo no es más, considerado desde nosotros,
sino que también fue algo distinto de lo que somos nosotros y nuestro contexto
vital hoy en el presente. El tiempo tiene en la historia, como se ve, una significación
muy original. Sólo cuando esta otroridad (Andersheit) cualitativa de tiempos
pasados se abre paso en la conciencia de un presente, se ha despertado el sentido
histórico. En la medida en que el pasado histórico es siempre una otroridad de
objetivaciones en la vida del hombre, y nosotros mismos vivimos en una de estas y
creamos una semejante, está dada desde un principio la posibilidad de comprender
al pasado, puesto que este no puede ser algo distinto incomparable. Pero existe la
gran separación temporal (zeitliche Kluft) entre el historiador y su objeto. Si él la
quiere representar, tiene que tener de alguna manera el objeto ante sí. Se trata de
superar el tiempo, y desde el presente, por encima del abismo temporal
aclimatarse en el pasado. La exigencia de la (370) superación temporal y la
descripción de un pasado, dada necesariamente en la finalidad y el objeto de la
ciencia histórica, será sólo, posible si además el tiempo mismo de algún modo entra
en función. Ya Johannes Bodinus (1607) tiene en su Methodus ad facilem
historiarum cognitionem un capítulo especial sobre el tiempo; allí se encuentra la
frase: “qui sine ratione temporum (es interesante el plural) historias intelligere se
posse putant, perinde falluntur, ut si labyrinthi errores evadere sine duce
velint”ix[ix]
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La función del tiempo en la superación temporal necesaria para la ciencia histórica


la podremos estudiar con mayor precisión si dirigimos nuestra atención a la
metódica de la ciencia histórica a través de la cual ésta se procura el acceso al
pasado y representa a éste históricamente. Seguir de cerca la función del tiempo
dentro de la metódica de la ciencia histórica en todas sus particularidades y poner
de manifiesto las relaciones de sus conceptos básicos con el concepto directriz, nos
llevaría muy lejos. Deben ser caracterizados más bien sólo algunos modos de
proceder del método de la ciencia histórica y algunos conceptos que saltan
especialmente a la vista, y que ilustran la función del concepto de tiempo. Así se ha
logrado una característica por lo menos suficientemente importante para el análisis
de la estructura del concepto de tiempo. La primera tarea fundamental de la ciencia
histórica consiste en suma sólo en asegurar la realidad .de los hechos por ella
descriptos. “Quizás el mayor mérito de la escuela critica en nuestra ciencia, por lo
menos lo más significativo en el aspecto metódico” -dice Droysen- “es haber hecho
prevalecer la convicción de que la base de nuestros estudios es la prueba de las
fuentes de las cuales nosotros disponemos. Así se ha establecido en el punto
científicamente decisivo la relación de la historia con el pasado”x[x]

(371) La “fuente” permite por lo tanto el acceso científico a la realidad histórica. A


partir de ella se construye antes que nada esa realidad. Pero eso sólo es posible si
la fuente está asegurada en su valor como fuente, es decir, si está demostrada su
autenticidad. Esto se realiza por medio de la crítica. Debe por ejemplo ser
demostrada la autenticidad de un documento. Esto puede realizarse buscando un
dictamen sobre su “oficialidad” (Kanzleimässigkeit). “Los testimonios documentales
de un despacho oficial (Kanzlei), que haya funcionado ordenadamente llevarán
consigo en determinados tiempos determinadas características. La suma de todas
estas características en determinado tiempo constituye la oficialidad".xi [xi] En el
concepto de la oficialidad está incluido por consiguiente el concepto de tiempo.

Pero la demostración de la oficialidad, es decir, la crítica diplomática, debe ser


completada por medio de la crítica de la historia del derecho y una crítica histórica
general, es decir, el documento debe ser cotejado con las circunstancias jurídicas y
en general culturales del tiempo al que éste debe pertenecer. Las bulas pseudo
isidóricas, por ejemplo, se demuestran que son falsificaciones al comprobarse que
aquellas cartas papales aisladas son anacrónicas. Sabemos que el Papa Gregorio el
Grande usó por primera vez al principio de sus escritos el título servus servorum
Dei. En las cartas en cuestión de la serie isidórica se designan así papas más
antiguos. Además sabemos que hasta fines del siglo IV los papas no fechaban sus
cartas según los cónsules romanos; en las cartas isidóricas en cuestión ocurre esto.
Las bulas que debieron provenir de los primeros siglos suponen circunstancias
jurídico-eclesiásticas que recién surgieron más tarde. La crítica muestra por lo tanto
que las cartas no llevan de ningún modo en el aspecto formal ni en cuanto al
contenido la señal del tiempo en el que sé debieron haber originado, sino la señal
de un tiempo posterior. Para la utilidad científica de una fuente debe ser fijada su
fecha de origen; pues su valor como testimonio (372) depende de cuánto esté
alejada ésta temporalmente del hecho histórico que hay que atestiguar. “El medio
más general es la investigación confrontativa de la época a la que corresponde en
primer lugar la fuente en cuestión, por su forma, estilo y contenido, es decir, en
definitiva, por su carácter total,... pues cada tiempo lleva consigo en todas sus
creaciones y expresiones un carácter propio y distintivo que podemos conocer
bien”xii[xii].

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En las fuentes escritas son sobre todo la escritura y la lengua, “estas vivísimas
expresiones del espíritu del tiempo”, las que nos posibilitan una determinación
temporal.

Una función no menos esencial desempeña el concepto de tiempo en la segunda


tarea principal del método histórico: en el poner de manifiesto el contexto
(Zusammenhang) de los hechos previamente fijados en detalle. Allí se trata en
principio de comprender correctamente los hechos particulares en su significación
para el contexto, es decir, se trata de interpretar correctamente el contenido
objetivo de las fuentes.

Un ejemplo interesante de la función abarcadora del concepto de tiempo en la


historia la ofrece la investigación reciente de Troeltsch sobre San Agustín.xiii [xiii]
Troeltsch muestra que San Agustín “en verdad es término y culminación de la
antigüedad cristiana, su último y más grande pensador, su hombre de la praxis
espiritual y su tribuno. El Tiene que ser comprendido en primer lugar, a partir de
esto”.xiv[xiv] Por otra parte caracteriza Troeltsch categóricamente a la antigüedad
cristiana a partir de San Agustín. Esta característica le posibilita entonces delimitar
el segundo período en la historia del cristianismo con respecto al primer período.
Troeltsch escribe además con respecto a las distinciones de los grandes períodos:
“Estos deben ser establecidos según la pertenencia de la Iglesia cristiana a las
respectivas circunstancias culturales generales.”xv[xv]

(373) Estos ejemplos deberían bastar para advertir inmediatamente lo esencial del
concepto de tiempo histórico. Los tiempos de la historia se distinguen
cualitativamente. Las “tendencias directrices” (Ranke) de una época dan la base
para la delimitación de esta época de otra. El concepto de tiempo en la ciencia
histórica no posee el carácter homogéneo del concepto de tiempo científico natural.
El tiempo histórico no puede por eso ser expresado tampoco matemáticamente por
medio de una serie (Reihe), ya que no hay ninguna ley que determine cómo se
suceden las épocas. Los momentos temporales del tiempo físico se distinguen sólo
por su posición en la serie. Los tiempos históricos también se suceden, por cierto,
(si no, no serían tiempos), pero cada uno es, en la estructura de su contenido,
diferente.

Lo cualitativo del concepto de tiempo histórico no significa otra cosa que la


condensación -cristalización- de una objetivación de la vida dada en la historia. La
ciencia histórica no trabaja pues con cantidades. ¿Pero qué son entonces las cifras
históricas? En el concepto “el hambre en Fulda en el año 750” no puede el
historiador con la cifra 750 hacer en sí nada; a él no le puede interesar la cifra
como cuantum o como un elemento que tiene su determinado lugar en la
progresión numérica del uno al infinito, como elemento que es divisible por 50 , y
así sucesivamente. La cifra 750 y toda otra cifra histórica tiene en la ciencia
histórica solamente valor y sentido teniendo presente lo históricamente significativo
con respecto al contenido. Trecento, quattrocento, no son conceptos cuantitativos
ni mucho menos. La pregunta por el cuando tiene en la física y en la historia un
sentido muy diferente. Yo pregunto en la Física, por ejemplo, con respecto a la
máquina de Atwood para demostrar las leyes de la caída, cuando llega la pesa a
determinado lugar de la escala; cuando quiere decir en esto caso después de
cuántos golpes del péndulo de los segundos. Si pregunto por el cuando de un
acontecimiento histórico, en cambio, pregunto por su lugar en el contexto histórico
cualitativo, no pregunto por un cuánto. Pero sin embargo el historiador se formula a
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veces también la pregunta por el cuánto. Así le interesará seguramente a la


venidera historia de la guerra saber cuánto tiempo necesitó el ejército Mackensen
para llevar adelante la ofensiva de los Cárpatos hasta el cuadrilátero fortificado
ruso-polaco. Pero la determinación cuantitativa (unas doce semanas) no tiene en sí
valor y significado para el historiador sino en tanto permite comprender a ella la
monstruosa fuerza de empuje de nuestras tropas aliadas, la firmeza decisiva de
toda la operación, y por otra parte en tanto permite juzgar la fuerza de resistencia
del ejército ruso. Los números de los años son cómodas marcas numerales, pero
las consideramos en si mismas sin sentido, ya que por cada número podría haber
otro número equivalente si sólo se corriera el comienzo de la numeración. Pero
justamente el comienzo de la cuenta del tiempo muestra que en todos los casos
esta cuenta ha empezado en un acontecimiento históricamente significativo
(fundación de la ciudad de Roma, nacimiento de Cristo, Hedschra o partida de
Mahoma de la Meca a Medina, etc.).

La disciplina auxiliar de la ciencia histórica, la cronología histórica, es por lo tanto


sólo significativa para la teoría del concepto del tiempo histórico, desde el punto de
vista del comienzo de la cuenta del tiempo. Se cuenta por ejemplo que a los
cristianos al principio les disgustó la fijación del comienzo del año en el primero de
Enero, “porque no tenía ningún tipo de relación con la religión cristiana”xvi[xvi]. La
Iglesia trasladó por esto a este día la fiesta de la circuncisión, para darle a éste una
significación eclesiástica.

Siempre fueron fiestas significativas (Pascuas, Navidad), aquellas en las que fue
fijado el comienzo del año. Esto muestra que lo que ocurre en general con respecto
a la numeralidad (Zahlenmässige), a las numeraciones con referencia al tiempo en
la ciencia histórica, está determinado cualitativamente por la forma y el modo de la
fijación del comienzo de la numeración. Se puede decir incluso que en la base
(Ansatz) de la cuenta del tiempo se manifiesta el principio de la formación
conceptual histórica: la relación valorativa.xvii[xvii]

(375) El reconocimiento de la significatividad fundamental del concepto del tiempo


histórico y de su radical diferencia con respecto al concepto del tiempo físico
posibilitará introducirse más en forma científico-teórica en el carácter peculiar de la
ciencia histórica y permitirá fundar teóricamente a ésta como posición intelectual
original e irreductible con respecto a otras ciencias.

Traducción de Elbio Caletti

Nota del traductor


Este texto fue impreso por primera vez en Zeitschrift für Philosophie Kritik (antes Fichte-Ulricische
Zeitschrift, Band 161. Leipzig, 1916, págs. 173-188) y corresponde a la clase de habilitación que dio
Martin Heidegger, el 27 de Julio de 1915, en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Friburgo de
Brisgovia, para la obtención de la venia legendi.
Apareció editado, por segunda vez, en una antología de los primeros trabajos de Heidegger, que con el
título de Friihe Schriften publicó Vittorio Klostermann, en Francfort en 1972. De allí se ha tomado el
texto para la traducción. Los números situados al margen del texto indican la paginación de la última
edición mencionada.

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NOTAS

i[i] Lo cierto es que el pensamiento medieval no era ajeno a lo empírico en la medida en que por lo
común se cree; supo apreciar bien las investigaciones de acuerdo a la experiencia o, por lo menos, la
registración de los hechos; se tenía una conciencia del valor de la matemática para la investigación de la
naturaleza, si bien esta conciencia no estaba aclarada teóricamente; se conocía el experimento; pero, a
pesar de todo esto, faltaba aún la verdadera problemática científico-natural.
ii[ii] Acht Vorlesungen über theoretische Physik, 1910, pág. 8.
iii[iii] Idem, pág. 9.
iv[iv] Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, la mecánica y las leyes
de la caída, 3ª y 4ª jornadas (1635). Traducidas y editadas por A. von Ottingen, 1881, Ostwalds,
Klassiker der exakten Wissenschaften, nº 24, pág. 8.
v[v] A. Einstein, Sobre la electrodinámica de los cuerpos móviles. Annalen der Physik, Bd. 17, 1905;
impreso en “Fortschritte der matemathischen Wissenchaften in Monographien”, editado por O.
Blumenthal. Cuaderno 2, El principio de la relatividad, 1913, pág. 28.
vi[vi] Idem, pág. 6.
vii[vii] Wissenschaft und Wirklichkeit, 1912, pág. 168.
viii[viii] Kleine Schriften, 1910, pág. 42.
ix[ix] Methodus ad facilem historiarum cognotionem, 1607, cap. VII “De temporis universi ratione”, pág.
431.
x[x] Grundiss der Historik, 2ª Ed. 1875, pág. 80.
xi[xi] O. Redlich, Urkundenlehere, 1ª parte, 1907, págs. 21 y sgtes.
xii[xii] E. Bernheim, Lehrbuch der historischen Methode, 5ª y 6ª edición 1908, pág. 392.
xiii[xiii] Agustin. Die christliche Antike un das Mittelalter im Abschluss an die Scrift “De civitate Dei”.
1915.
xiv[xiv] Idem, pág. 6.
xv[xv] Idem, pág. 172.
xvi[xvi] Rül, Cronologie des Mittelalters und der Neuzeit, 1897, pág. 24.
xvii[xvii] Con referencia a este concepto fundamental para la formación cultural-conceptual histórica,
véase: H. Rickert, Die Grenzen der naturwissenschaftliche Bergiffbildung, 2ª edición, 1913, pág.
333 y ss.

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