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que tener el concepto de tiempo de la física para poder entrar en función como
concepto de tiempo de acuerdo con la finalidad de la física?
I
Se trata por lo tanto en principio de hacer clara la finalidad de la física como
ciencia. Lo que resulta más seguro para esto es mostrar la tendencia fundamental
de la física, que en el curso de su historia desde Galilei hasta el presente ha surgido
cada ves más claramente.
En este nuevo método reside por lo tanto una doble particularidad: 1-Se afirma una
suposición o hipótesis (Annahme), que permite en general comprender a los
fenómenos de un determinado ámbito -aquí, por lo tanto, a los fenómenos del
movimiento. 2-La suposición o hipótesis no afirma de ningún modo una cualidad
oculta como la causa explicativa de los fenómenos, sino que contiene relaciones
matemáticamente comprensibles, es decir, medibles, entre los momentos del
fenómeno concebidos idealmente. Este modo de formulación del problema que
Galilei por primera vez llevó a la práctica conscientemente logra el predominio con
el correr del tiempo en las ramas especiales de la Física (Mecánica, Acústica,
Doctrina del calor, Óptica, Doctrina del magnetismo y Electricidad). En cada uno de
estos campos aspira la física a ecuaciones en las cuales son formuladas relaciones
legales muy generales con respecto a los hechos del campo respectivo.
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Con esto estaría puesta de relieve la finalidad de la física como ciencia; es la unidad
del concepto del mundo físico la reducción de todos los fenómenos a las leyes
fundamentales fijables matemáticamente de una dinámica general, y a las leyes de
movimiento de una masa que en cualquier momento puede ser determinada. Ya
que conocemos ahora la finalidad de la Física, se puede formular la segunda
pregunta: ¿Qué función le es inherente al concepto de tiempo en esta ciencia?
(366) En cuanto se mide el tiempo ( y sólo como tiempo medible y capaz de ser
medido tiene una función plena de sentido en la Física), determinamos una
cantidad (Soviel). Esta indicación de la cantidad reúne en una unidad a los puntos
del tiempo hasta allí transcurridos. Hacemos en la escala temporal en cierto modo
un corte, destruimos con esto al verdadero tiempo en su fluir y lo paralizamos. El
flujo se detiene, se congela, se hace superficie y sólo como superficie es medible El
tiempo se ha vuelto una homogénea ordenación de sitios (homogene
Stellenordnung), se ha vuelto escala, parámetro.
Antes de que terminemos la consideración del concepto de tiempo científico
natural, debe ser tenida en cuenta aún una objeción. Se podría señalar que lo dicho
hasta ahora no ha tenido en cuenta la más moderna de las teorías de la Física -la
teoría de la relatividad. La concepción del tiempo que surge de ella “supera en
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Estamos aquí ante una alternativa: o bien no estamos con respecto al concepto
mencionado anteriormente frente a un concepto histórico en cuanto no se
comprende porqué la mera determinación temporal tendría que hacer de un
concepto general un concepto histórico, ya que también los fenómenos de la física
se determinan temporalmente, o bien estamos frente a un concepto histórico, lo
que en realidad es exacto, Pero entonces es la determinación temporal que en él se
puede hallar una determinación temporal muy particular, que sólo se puede
comprender a partir de la esencia de la ciencia histórica.
II
En la ciencia histórica este camino de la finalidad de la ciencia hacia la función del
concepto tiempo en ella, y de allí hacia la estructura de este concepto de tiempo,
podría parecer un (368) rodeo, pues se podría lograr este objetivo en la ciencia
histórica mucho más fácil y rápidamente si tenemos en cuenta que en la metódica
de la ciencia histórica existe una disciplina auxiliar que se ocupa precisamente de la
determinación del tiempo: la cronología histórica. Aquí tendría que salir a la luz
inmediatamente lo particular del concepto de tiempo histórico. Recién al final se
puede fundamentar porqué no se toma este camino. Entonces se tiene que hacer
también comprensible lo que corresponde, a partir de la cronología, al concepto de
tiempo histórico como único momento esencial. Tomamos por lo tanto el camino ya
señalado y procuramos en primer lugar establecer algo sobre la finalidad de la
ciencia histórica.
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La ciencia histórica tiene como objeto al hombre, no como objeto biológico sino en
tanto, a través de sus producciones espirituales y corporales, realiza la idea de la
cultura. Esta creación cultural en su profusión y multiplicidad, transcurre en el
tiempo, sufre un desarrollo, está subordinada a las más diversas transformaciones
y regresiones, recibe a lo que lo antecede para elaborarlo más o para impugnarlo.
Esta creación cultural del hombre, dentro de y en cooperación con las asociaciones
y organizaciones (Estado) igualmente creadas por él, es en definitiva la objetivación
del espíritu humano. Pero al historiador no le interesa la objetivación del espíritu
consumada en el transcurso del tiempo en su respectiva totalidad (jedesmaligen
Vollständigkeit), como si quisiera registrar todo lo que ocurre en general en el
tiempo; a él le interesa sólo (se ha dicho) lo históricamente efectivo. Eduard Meyer,
(369) que ha dado esta prescripción, la completa y la aclara exactamente: “La
selección se basa en el interés histórico que tiene el presente en algún efecto, en el
resultado del desarrollo”viii[viii]
Pero siempre un interés tiene que ser fijado a partir de un punto de vista, tiene que
ser guiado por una pauta. La selección de lo histórico a partir de la profusión de lo
dado se basa por consiguiente en una relación de valor (Werbeziehung). La
finalidad de la ciencia histórica es pues representar el contexto de efecto y
desarrollo de las objetivaciones de la vida humana en su singularidad y unicidad
(Einmaligkeit) comprensibles en relación con los valores de la cultura. Pero aún no
se ha mencionado una característica esencial de todo objeto histórico. El objeto
histórico siempre ha pasado, en sentido histórico ya no existe más, entre él y el
historiador existe una distancia temporal. El pasado tiene siempre un sentido sólo
visto desde un presente. Lo pasado no sólo no es más, considerado desde nosotros,
sino que también fue algo distinto de lo que somos nosotros y nuestro contexto
vital hoy en el presente. El tiempo tiene en la historia, como se ve, una significación
muy original. Sólo cuando esta otroridad (Andersheit) cualitativa de tiempos
pasados se abre paso en la conciencia de un presente, se ha despertado el sentido
histórico. En la medida en que el pasado histórico es siempre una otroridad de
objetivaciones en la vida del hombre, y nosotros mismos vivimos en una de estas y
creamos una semejante, está dada desde un principio la posibilidad de comprender
al pasado, puesto que este no puede ser algo distinto incomparable. Pero existe la
gran separación temporal (zeitliche Kluft) entre el historiador y su objeto. Si él la
quiere representar, tiene que tener de alguna manera el objeto ante sí. Se trata de
superar el tiempo, y desde el presente, por encima del abismo temporal
aclimatarse en el pasado. La exigencia de la (370) superación temporal y la
descripción de un pasado, dada necesariamente en la finalidad y el objeto de la
ciencia histórica, será sólo, posible si además el tiempo mismo de algún modo entra
en función. Ya Johannes Bodinus (1607) tiene en su Methodus ad facilem
historiarum cognitionem un capítulo especial sobre el tiempo; allí se encuentra la
frase: “qui sine ratione temporum (es interesante el plural) historias intelligere se
posse putant, perinde falluntur, ut si labyrinthi errores evadere sine duce
velint”ix[ix]
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En las fuentes escritas son sobre todo la escritura y la lengua, “estas vivísimas
expresiones del espíritu del tiempo”, las que nos posibilitan una determinación
temporal.
(373) Estos ejemplos deberían bastar para advertir inmediatamente lo esencial del
concepto de tiempo histórico. Los tiempos de la historia se distinguen
cualitativamente. Las “tendencias directrices” (Ranke) de una época dan la base
para la delimitación de esta época de otra. El concepto de tiempo en la ciencia
histórica no posee el carácter homogéneo del concepto de tiempo científico natural.
El tiempo histórico no puede por eso ser expresado tampoco matemáticamente por
medio de una serie (Reihe), ya que no hay ninguna ley que determine cómo se
suceden las épocas. Los momentos temporales del tiempo físico se distinguen sólo
por su posición en la serie. Los tiempos históricos también se suceden, por cierto,
(si no, no serían tiempos), pero cada uno es, en la estructura de su contenido,
diferente.
Siempre fueron fiestas significativas (Pascuas, Navidad), aquellas en las que fue
fijado el comienzo del año. Esto muestra que lo que ocurre en general con respecto
a la numeralidad (Zahlenmässige), a las numeraciones con referencia al tiempo en
la ciencia histórica, está determinado cualitativamente por la forma y el modo de la
fijación del comienzo de la numeración. Se puede decir incluso que en la base
(Ansatz) de la cuenta del tiempo se manifiesta el principio de la formación
conceptual histórica: la relación valorativa.xvii[xvii]
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NOTAS
i[i] Lo cierto es que el pensamiento medieval no era ajeno a lo empírico en la medida en que por lo
común se cree; supo apreciar bien las investigaciones de acuerdo a la experiencia o, por lo menos, la
registración de los hechos; se tenía una conciencia del valor de la matemática para la investigación de la
naturaleza, si bien esta conciencia no estaba aclarada teóricamente; se conocía el experimento; pero, a
pesar de todo esto, faltaba aún la verdadera problemática científico-natural.
ii[ii] Acht Vorlesungen über theoretische Physik, 1910, pág. 8.
iii[iii] Idem, pág. 9.
iv[iv] Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, la mecánica y las leyes
de la caída, 3ª y 4ª jornadas (1635). Traducidas y editadas por A. von Ottingen, 1881, Ostwalds,
Klassiker der exakten Wissenschaften, nº 24, pág. 8.
v[v] A. Einstein, Sobre la electrodinámica de los cuerpos móviles. Annalen der Physik, Bd. 17, 1905;
impreso en “Fortschritte der matemathischen Wissenchaften in Monographien”, editado por O.
Blumenthal. Cuaderno 2, El principio de la relatividad, 1913, pág. 28.
vi[vi] Idem, pág. 6.
vii[vii] Wissenschaft und Wirklichkeit, 1912, pág. 168.
viii[viii] Kleine Schriften, 1910, pág. 42.
ix[ix] Methodus ad facilem historiarum cognotionem, 1607, cap. VII “De temporis universi ratione”, pág.
431.
x[x] Grundiss der Historik, 2ª Ed. 1875, pág. 80.
xi[xi] O. Redlich, Urkundenlehere, 1ª parte, 1907, págs. 21 y sgtes.
xii[xii] E. Bernheim, Lehrbuch der historischen Methode, 5ª y 6ª edición 1908, pág. 392.
xiii[xiii] Agustin. Die christliche Antike un das Mittelalter im Abschluss an die Scrift “De civitate Dei”.
1915.
xiv[xiv] Idem, pág. 6.
xv[xv] Idem, pág. 172.
xvi[xvi] Rül, Cronologie des Mittelalters und der Neuzeit, 1897, pág. 24.
xvii[xvii] Con referencia a este concepto fundamental para la formación cultural-conceptual histórica,
véase: H. Rickert, Die Grenzen der naturwissenschaftliche Bergiffbildung, 2ª edición, 1913, pág.
333 y ss.
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