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VOTO CONCURRENTE QUE FORMULA LA MINISTRA ANA

MARGARITA RÍOS FARJAT EN EL AMPARO DIRECTO EN


REVISIÓN 3584/2017

El Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la sesión


celebrada el veintidós de junio de dos mil veinte, resolvió el amparo directo
en revisión citado al rubro, interpuesto en contra de la sentencia dictada el
once de mayo de dos mil diecisiete por el Sexto Tribunal Colegiado en
Materia Civil del Primer Circuito, en el amparo directo 137/2017.

El asunto se originó porque, el veintidós de septiembre de dos mil diez, el


aquí quejoso fue condenado a cincuenta años de prisión por el delito de
homicidio calificado. Inconforme, promovió amparo directo, el cual fue
otorgado para efecto de que se le absolviera porque no se acreditó su
responsabilidad. Derivado de lo anterior, el quejoso demandó la reparación
del daño moral por la errónea sujeción al procedimiento penal y la posterior
condena. La pretensión del actor fue desestimada en primera y segunda
instancia, así como en el amparo directo que se promovió contra los fallos
ordinarios, al considerarse que la indemnización por error judicial es
improcedente porque la responsabilidad patrimonial del Estado, regulada en
el artículo 109 constitucional, excluye a la función jurisdiccional. En contra
de dicha determinación se interpuso el presente recurso de revisión.

En síntesis, el quejoso alegó que los artículos 109, último párrafo,


constitucional y 10 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
tutelan el derecho a demandar responsabilidad patrimonial del Estado por
error judicial. Las normas referidas disponen, en la parte que interesa, lo
siguiente:

Artículo 109. Los servidores públicos y particulares que incurran en


responsabilidad frente al Estado, serán sancionados conforme a lo siguiente:
[…] La responsabilidad del Estado por los daños que, con motivo de su
actividad administrativa irregular, cause en los bienes o derechos de los
particulares, será objetiva y directa. Los particulares tendrán derecho a una
indemnización conforme a las bases, límites y procedimientos que establezcan
las leyes.
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Artículo 10. Derecho a Indemnización. Toda persona tiene derecho a ser


indemnizada conforme a la ley en caso de haber sido condenada en sentencia
firme por error judicial.

La mayoría del Tribunal Pleno, en la que se encontró la suscrita, consideró


que, si bien el artículo 109 constitucional no tutela el derecho a una
indemnización por error judicial, tampoco contiene una prohibición expresa1.

A partir de lo anterior, se concluyó que dicha prerrogativa, al estar prevista


en el diverso 10 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
forma parte de los derechos fundamentales tutelados en la Constitución
federal de conformidad con lo ordenado en el artículo 1 constitucional. No
obstante lo anterior, en el caso concreto se negó el amparo al no
actualizarse los supuestos para la procedencia de la indemnización.

Si bien coincidí con la negativa del amparo e, incluso, expuse mi voto a


favor de las consideraciones principales del proyecto (relacionadas con la
interpretación del artículo 109 constitucional y 10 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos), no comparto diversos razonamientos
que sostienen la sentencia, como explico a continuación.

La sentencia abordó el estudio de la procedencia de la indemnización por


error judicial siguiendo una metodología, primero, de descarte, para
establecer que no podía demandarse ninguna indemnización de esta
naturaleza a partir del artículo 109 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos2, toda vez que tal precepto solo se refiere a la
indemnización por responsabilidad del Estado con motivo de su “actividad
administrativa irregular”, y la actividad jurisdiccional no encaja en dicho
supuesto por no ser administrativa.

1
Mayoría de nueve votos de los señores Ministros Gutiérrez Ortiz Mena, Esquivel Mossa con
consideraciones adicionales, Franco González Salas en contra de las consideraciones, Aguilar Morales en
contra de las consideraciones, Pardo Rebolledo, Ríos Farjat, Laynez Potisek con cuestiones adicionales,
Pérez Dayán en contra de las consideraciones y Presidente Zaldívar Lelo de Larrea.
2
Mediante la reforma a la Constitución federal publicada en el Diario Oficial de la Federación el catorce de
junio de dos mil dos, se adicionó al artículo 113 de dicho ordenamiento un segundo párrafo en el que se
estableció la responsabilidad objetiva del Estado. En una reforma posterior, publicada en el Diario Oficial
de la Federación el veintisiete de mayo de dos mil quince, el texto íntegro del segundo párrafo referido se
trasladó al último párrafo del artículo 109 constitucional.
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El segundo paso metodológico del proyecto fue de índole convencional, al


interpretar que la reforma de dos mil once al artículo 1 constitucional
permitió la incorporación de los derechos humanos reconocidos en los
tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, y que, por
lo tanto, se incorporaba a nuestro sistema jurídico el artículo 10 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, que textualmente
dispone: “Derecho a indemnización. Toda persona tiene derecho a ser
indemnizada conforme a la ley en caso de haber sido condenada en
sentencia firme por error judicial”3.

Lo anterior implicó el reconocimiento explícito de que nuestro sistema


jurídico sí admite el error judicial como causa de indemnización.

Sin embargo, ya en el caso concreto la propuesta original que se discutió


por el Tribunal Pleno señalaba que, a pesar de las consideraciones
convencionales anteriores, no tenía caso devolver los autos al Tribunal
Colegiado para que éste estudiase el tema de la indemnización (una vez
calificada la procedencia a partir de la interpretación convencional) por la
razón de que la sentencia “nunca adquirió firmeza” y que, por lo tanto, la
indemnización no sería procedente en el caso concreto.

En la señalada sesión del veintidós de junio me manifesté en contra de esa


consideración, porque, a mi modo de ver, no era un tema de que la
sentencia supuestamente dañosa no hubiera adquirido firmeza, sino de que
no había una resolución firme que estableciera que se había cometido
un error judicial. Es decir, se tenía una sentencia condenatoria que había
sido revocada, que el quejoso señalaba que se había dictado erróneamente
así, pero no había ninguna otra donde se resolviese la existencia misma de
ese error, donde el error hubiera sido juzgado por decirlo así.

En virtud de que en el engrose definitivo se optó por dejar esa


consideración, formulo entonces el presente VOTO CONCURRENTE que
adelanté en la sesión y que en este documento queda explicado.

3
Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José), suscrita en la Conferencia
Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos, en San José, Costa Rica, el veintidós de
noviembre de mil novecientos sesenta y nueve.
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DISENSO EN LAS CONSIDERACIONES

Si bien comparto los puntos resolutivos de la sentencia dictada, en tanto


que no ampara ni protege al quejoso, y que también comparto que por la vía
del artículo 1 constitucional se incorporan al sistema jurídico mexicano
mayores alcances en materia de derechos humanos, respetuosamente no
coincido con el tratamiento que hace la ejecutoria respecto a la
comprobación del error judicial, implicando que es a partir de que cause
firmeza la sentencia supuestamente dictada por error. No hay una
dictaminación que determine la existencia de un error judicial, y considero
que, por seguridad jurídica, primero debe legislarse al respecto.

Como punto de partida, transcribo un párrafo relevante de la página 64 de la


sentencia (cuyas ideas se reflejan en diversas partes de la ejecutoria):

Atendiendo a lo anterior, si la sentencia que se estima fue emitida por error


judicial, nunca adquirió firmeza, es claro que a nada práctico conduciría
devolver los autos al Tribunal Colegiado para que analizara cuáles son los
aspectos que se deben tener en consideración para estimar que se está en
presencia de un genuino error judicial y en base a [sic] ello pudiera
determinar si en la decisión de estimarlo culpable y condenarlo a una pena
privativa de la libertad existió un “error”; pues si no se reúne uno de los
requisitos o presupuestos exigidos por el artículo 10 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, para que pueda considerarse que se
está en presencia de un error judicial capaz de generar una indemnización,
dicho análisis solo constituiría una reflexión académica o teórica por parte del
Tribunal Colegiado, que no reportaría ningún beneficio al quejoso.

A continuación, ordeno mis argumentos a partir de dos ejes relacionados


con la seguridad jurídica.

1. Firmeza de la sentencia como presupuesto de acreditación del error


judicial

2. Ausencia de metodología para determinar la existencia del error


judicial
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1. Firmeza de la sentencia como presupuesto de acreditación del error


judicial

La consideración fundamental de la mayoría, plasmada en la ejecutoria,


sugiere (o por lo menos no rechaza) la idea de que la sentencia de la que se
duele el quejoso fue emitida por error judicial, pero determina que no es
procedente la indemnización porque esa sentencia se revocó4.

La labor de juzgar es comprensiblemente compleja, la apreciación de


hechos y pruebas, en tanto implica aptitudes humanas, no están exentas de
error. Sin embargo, precisamente para mitigar el error es que las leyes
prevén procedimientos que implican la revisión de las decisiones, incluso
por otras instancias.

En la ejecutoria que nos ocupa, la mayoría consideró que, como la


sentencia condenatoria se había revocado y el inculpado había sido
absuelto, entonces no procedía la indemnización por error judicial. Me
parece que esta consideración, más allá de no referir un parámetro objetivo
respecto a qué o cómo se pondera el error judicial, introduce el requisito de
que la sentencia sea firme para que proceda una indemnización, lo cual
resulta inconducente.

Cabe mencionar que a partir de la discusión plenaria se agregó un párrafo a


continuación del antes transcrito, para señalar que el artículo 10 de la
Convención indica que “para la procedencia de una indemnización por error
judicial, el primer requisito o presupuesto es que exista una condena en
sentencia firme por error judicial”, agregando que es claro que, si ese
requisito no está satisfecho, tampoco se está en el supuesto de analizar si
hubo o no un error judicial.

Sin embargo, la incorporación de este segmento, a mi juicio, no soluciona


las complicaciones que deja abiertas el párrafo que le precede, porque
tampoco se ocupa de dilucidar que se trata de una resolución distinta: una

4
La ejecutoria da cuenta de que el quejoso estuvo en posibilidad de combatir una resolución donde se le
imponían 50 años de prisión “y después de dos amparos, obtuvo una sentencia en la que se le absolvió”.
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es la dictada por error, y la otra (la faltante) es la que determina que hay un
error judicial sancionable.

El diagrama de flujo que va de una sentencia dictada por error a una


indemnización implica pasar por un tamiz donde haya una declaratoria de
error judicial y, siendo así, no podría encontrarse una sentencia firme
respecto a la cual se haya declarado un error, precisamente porque una de
las consecuencias de determinar que el error existe es destruir o revertir
aquello provocado por ese error.

Utilicemos el caso concreto como ejemplo. Supongamos que la sentencia


condenatoria por 50 años de prisión no fue revocada y que adquirió firmeza,
¿a partir de qué bases el Tribunal Colegiado va a analizar si existió un error,
pues ya adquirió firmeza (y muy seguramente otorgada tal firmeza por el
propio Tribunal Colegiado, al ser el órgano que resuelve de amparos
directos)?

El razonamiento anterior deja expuesto que no es la firmeza de la sentencia


perjudicial la que nos interesa, sino la firmeza de la sentencia que
determine que aquella fue dictada a partir de un error judicial (porque una
vez determinado el error, la sentencia perjudicial perderá esa firmeza). Me
parece un contrasentido requerir que la resolución dictada por error se
encuentre firme porque al determinarse que fue así dictada perderá su
solidez y, por lo tanto, bajo esa lógica nunca será procedente la
indemnización.

Esta es la suerte de paradoja a la que nos lleva la consideración


mayoritaria, porque si no se llevó a cabo un procedimiento para determinar
la existencia de un error judicial, no es viable la posibilidad de una
indemnización a la luz de la Convención.

Si estamos tomando como base o prueba del error la mera reversión de la


sentencia, la indemnización nunca existirá, porque la sentencia estará
revocada (ergo, no estará firme). Por otra parte, si está firme, es que el
Colegiado o la Sala de Apelación así lo resolvieron, ¿sobre qué base se va
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a destruir esa firmeza? ¿No se diluye entonces el error en las


características propias que hacen proceder los recursos legales o el mismo
juicio de amparo?

Es decir, la simple existencia de recursos y de instancias de alzada


responde precisamente a lograr la verdad jurídica sin errores, ¿todas las
sentencias revocadas habrán de considerarse entonces resultado de un
error sancionable? ¿Cuándo va a distinguir el Tribunal Colegiado que está
frente a un error judicial con potencial indemnizatorio, y cuándo frente a
errores de criterio jurídico de los órganos inferiores que, por cierto, son la
parte medular en su quehacer cotidiano (por el puro espíritu de la Ley de
Amparo)?

La paradoja sigue, porque la puerta que parece dejarse abierta es que todas
las sentencias perjudiciales puedan ser recurridas por los afectados
exigiendo indemnización por presuntamente haber sido dictadas por error.
Estarán firmes y, dado que ese es el requerimiento, será lo firme lo que sea
nuevamente analizado creándose el potencial de una instancia adicional.

2. Ausencia de metodología para determinar la existencia del error judicial

El artículo 10 de la Convención dispone que toda persona tiene derecho a


ser indemnizada “conforme a la ley” en caso de “haber sido condenada en
sentencia firme por error judicial”.

Para arribar a esta conclusión se requiere una metodología “conforme a la


ley”, a mi parecer no basta la posibilidad de indemnización y que exista una
sentencia condenatoria (eso solo es “el primer requisito”, como ahí dice),
sino que se requiere una decisión que claramente establezca que se ha
dictado tal sentencia a partir de un error judicial sancionable de acuerdo con
parámetros objetivos previamente dilucidados. Es decir, el error judicial
requiere ser así tipificado.
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Volvamos al caso concreto: el quejoso recurrió la sentencia condenatoria


hasta que logró su reversión, entonces toda sentencia que se litigue en sus
instancias y sea revertida, ¿sería resultado de error judicial? Y cuando no
quedan firmes porque son revocadas, ¿podemos asumir que fue por error
que fueron originalmente dictadas? ¿Cuántas hay así? En sentido amplio
quizá todas las que se revierten, de lo contrario, no habrían prosperado los
recursos en su contra. La lógica pareciera ser, ante la falta de parámetros
objetivos, que toda sentencia revocada demostraría que fue dictada por
error.

Esto abre otra situación: ¿qué autoridad judicial sería la responsable del
error? ¿La primera, la que dictó la sentencia inicial?, ¿o la de alzada, que no
vio y corrigió ese error revocando la resolución? ¿Con qué seguridad
jurídica podrían los jueces de primera instancia o superiores dictar
sentencias condenatorias? ¿Dónde está el parámetro que indique cuáles
errores caen en una sanción por ser más allá de lo razonable? ¿Quién y
cómo debe establecer ese parámetro, de acuerdo con qué?

En México es el propio legislador quien se está haciendo cargo de este


tema, pero de manera local, y reserva expresamente que la ley será la que
determine los supuestos de procedencia para reclamos por error judicial.
Así lo disponen, por ejemplo, las constituciones de la Ciudad de México,
Querétaro, Coahuila, Sinaloa, y lo van desdoblando en sus legislaciones
estatales. También ahí se desprende que el error judicial debe declararse,
no inferirse.

* * *

Por todas las anteriores razones, considero que no bastaba decidir que el
artículo 10 de la Convención está integrado al sistema jurídico mexicano,
toda vez que es impracticable desde el momento mismo en que no se
encuentra tipificado, previamente, el error judicial que detona una
indemnización.
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Todo error humano que causa daño a una persona nos lastima a todos,
porque la sociedad entera participa en la creación de mecanismos
armónicos que tiendan a la justicia, así que lo último que debe padecer
alguien es una situación injusta por un error de apreciación. Sin embargo,
no se soluciona una situación injusta cayendo en otra, como lo sería no
tener parámetros objetivos de qué califica como un error judicial susceptible
de generar una indemnización.

MINISTRA

ANA MARGARITA RÍOS FARJAT

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