“Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”
UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA
“FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y EDUCACIÓN” “ESPECIALIDAD DE LENGUA Y LITERATURA” __________________________________________________________________________________________________________
REALIDAD NACIONAL Dr. César Herminio Capillo Chávez
1. EL INDIO EN LA AGENDA SOCIAL DEL PERÚ OLIGÀRQUICO Desde sus inicios, la República se construyó sobre un conjunto de exclusiones, económicas, sociales y culturales. La debilidad del Estado central permitió la constitución de poderes locales fuertes que, imponiéndose sobre la población indígena, privatizaron el poder dando lugar al fenómeno conocido como gamonalismo. Un rasgo que dificultó la modernización del país fue la persistencia de formas de discriminación que iban más allá de las que se derivaban de las diferencias socioeconómicas entre los peruanos. En el Perú, además de las formas de discriminación basadas en la condición socioeconómica de las personas, se superponen varios sistemas de jerarquización social. El indio como sujeto social penetró más o menos tardíamente en el discurso sobre la nación debido a que durante el siglo XIX lo que se esperaba era su desaparición, a través de una sabia política de inmigración que permitiera liquidarlo, a través del mestizaje biológico, que debiera "mejorar la raza", gracias al predominio de la herencia europea que debieran aportar Jos migrantes. Cuando el tema del indio penetró en la agenda de los intelectuales oligárquicos lo hizo bajo el signo del exotismo, convirtiendo a los indígenas en tema de elaboración artística modernista, como agudamente lo ha señalado Mario Vargas Llosa, al caracterizar el indigenismo de los intelectuales novecentistas. 2. EL SENTIDO COMUN RACISTA El sentido común racista anti indígena era ampliamente aceptado en el Perú de la primera mitad del siglo XX y fue condenado por Alejandro O. Deustua, uno de los prohombres que mayor influencia ha tenido en la formación del sistema educativo peruano. Deustua, conspicuo militante civilista, fue diplomático, senador, jefe de diversas misiones enviadas a estudiar los modernos sistemas de enseñanza en el extranjero, ministro de Justicia, director de la Biblioteca Nacional y rector de la Universidad de San Marcos. Para él, el indio era racialmente inferior, y era perder tiempo y dinero intentar redimirlo a través de la educación o cualquier otro programa social que olvidara que el fundamento de su condición deprimida eran las leyes de la naturaleza, según las cuales la raza indígena había llegado a su decadencia definitiva. La educación del indio según Desustua La élite criolla, privatizó el uso del estado, descuidó el mercado y aseguró la legitimidad del régimen político nacional creando un divorcio entre el “Perú oficial” y el “Perú real”. El Perú oficial heredera de la gesta emancipadora no pudo, no quiso considerar al indio como ciudadano peruano. Alejandro Deústua en pleno siglo XX, afirmó.” el Perú debe su desgracia a la raza indígena, el indio no es ni puede ser sino una máquina”, oponiéndose a que se considere planes de educación para las poblaciones quechuas y aymaras. Antes en 1897, Clemente Palma, escribió:” la raza india, es una rama degenerada y vieja del tronco étnico, del que surgieron todas las razas inferiores. Tienen todos los caracteres de la decrepitud y la inepcia para la vida civilizada, sin carácter, dotada de una vida mental casi nula, apática, sin aspiraciones es inadaptable a la educación”. Ambos representantes de la intelectualidad criolla, aquella que sabía hablar el francés y el inglés y que no reconocían al indio poseedor de lengua y cultura, no reconocieron al quechua, al aymara y las lenguas amazónicas como vehículos de cultura y se opusieron incluso a que estas poblaciones se educaran en castellano. Desde los inicios del siglo XX, quechuas y aymaras, pugnan por acceder a la educación: Leer para salir de la oscuridad”, “leer es ver la luz”, fue un reclamo casi permanente y profesores voluntarios se atrevieron a enseñarles: Manuel Camacho fue un aymara que retornó a su comunidad y comprobó esa necesidad y clamor y durante 5 años ,(1905- 1910) pagó con su dinero, la formación de 10 personas en las comunidades de Pallala Kollacachi ( Distrito de Chucuito- Puno) para que ellos puedan enseñar a otros. De otro lado, los hacendados serranos, que instauraron un sistema de poder “gamonal” que puso a su servicio no sólo el poder local, (alcaldes y gobernadores) sino los mecanismos administrativos para legalizar la propiedad sobre la tierra para expropiar a campesinos individuales o comunidades sus tierras con falsos títulos de propiedad, que conseguían haciendo que comuneros o parceleros cedan sus tierras sólo colocando su huella digital. Al darse cuenta que firmaron sin leer o que habían sido engañados, emprendieron largas luchas en la Justicia para recuperar sus tierras y por otro lado por tener escuelas y así aprender a leer y escribir y salir de la oscuridad. Manuel Z. Camacho, sufrió varios encarcelamientos, hasta que tuvo que salir de Puno y otros continuaron su labor, había sembrado la semilla, como dijo Luís E. Valcárcel. Los apoyos a las reivindicaciones de los comuneros aymaras y quechuas vinieron desde la intelectualidad, la Asociación Pro- indígena, el grupo Resurgimiento de Cusco el Grupo Orkopata de Puno, ellos reconocieron el valor de la Cultura. “Nos emancipamos de España políticamente en 1821, más no en lo cultural. El nacionalismo que proclamamos, tiene que ver con cultura propia, emancipada de la feudalidad española. El indio es un titán en la construcción de caminos, ejército y otras actividades que requieren esfuerzo hercúleo”, y también el aporte que las poblaciones indígenas iban dando a la construcción de la sociedad, que no estaban aislados en su parcela y no podían ser desechados, como pretendían los representantes de la vertiente criolla de nuestra sociedad. Existía mucho prejuicio para que el indio acceda a la educación; sin embargo estuvieron los esfuerzos de maestros que voluntariamente enseñaban las primeras letras, como Emilio Vásquez, con la Escuela Indígena Ambulante de Ilave en su propuesta curricular referido a Educación Moral y cívica Dice: “ El indígena entiende la moral sólo desde el punto de vista económico, y no tiene ni nociones de civismo, solamente cuando vienen a la cabaña, o al ayllu, el gendarme o el comisionado o recaudador a fin de hacer efectiva su contribución rural, o, cuando en la plaza del distrito se le ha tomado como recluta, para que sirva en las filas del ejército, se da cuenta que tenía deberes con el estado”. El indígena no sabía del estado, y el estado, la sociedad lo consideraba sólo para ser soldado o trabajar carreteras y las veces que quiso proveerle de educación por ejemplo, no sólo fueron los gamonales quienes se opusieron sino la misma población urbana mestiza para ejemplo citaremos al historiador, Antonio Zapata y otros” en el gobierno del Presidente Leguía promulgó la resolución suprema N°1270 de fecha 12 de junio de 1930, mediante la cual disponía la creación de la Escuela Rural Indígena de Soccoscocha con fondos de la Ley 4023 del Colegio Gonzales Vigil. Esta escuela rural tenía la misión de brindar educación industrial a la población campesina. Esta resolución desencadenó el descontento popular urbano, originando protestas de la juventud y ciudadanía huantina. La dualidad de los gamonales La infantilización de los indios que realiza el racismo anti indígena ayuda a entender un fenómeno a primera vista desconcertante del comportamiento de los gamonales, que José María Arguedas ha mostrado en su obra literaria: la combinación de ternura y violencia extrema que estos despliegan en su relación con los indios. Por una parte, los someten a través de la violencia ejemplarizadora sistemática. En las casas haciendas de los predios expropiados por la reforma agraria se pueden ver todavía los calabozos, cepos, látigos y demás instrumentos de tormento que los hacendados utilizaban para castigar a sus colonos. Por otra parte, los indios son considerados sus "hijitos", y el hacendado es para ellos el tayta (papá) o papay (mi papá). Esto no es retórico, sino que existe una efectiva, y complicada, relación afectiva. Lo que está en la base de este comportamiento a primera vista tan contradictorio es una noción de paternidad propia de las sociedades tradicionales con fuerte raigambre católica: una imagen de padre amoroso y tierno, pero al mismo tiempo capaz de desplegar las formas más extremas de violencia para "corregir" o "enderezar" a sus vástagos. La violencia termina presentándose entonces como un medio que se utiliza por el bien de las víctimas. Don Bruno de Peralta y Aragón, el hacendado de la novela. Todas las sangres de José María Arguedas, es un gamonal que comete atrocidades con sus indios, pero lo hace porque considera a sus indios inocentes. Él se considera condenado por sus pecados, pero al mismo tiempo se siente el guardián del alma pura de sus indios, y para asegurar su salvación está dispuesto a cometer las mayores atrocidades contra ellos. El indigenismo El indigenismo es un movimiento muy contradictorio y su importancia histórica radica en que contribuyó decisivamente a modelar la imagen que la República acuñó sobre los indios. José Carlos Mariátegui señaló, como un rasgo fundamental para caracterizar al indigenismo, que esta constitutiva mente es un movimiento exterior al mundo indio: se trata de no indios hablando sobre los indios. Pero los indigenistas no solo no eran indios, sino que, en un buen número de casos, sus integrantes formaban parte de la estructura social que más inmediatamente explotaba a los indios. Y explotados y explotadores, en el mundo serrano, constituían parte de una estructura única, diferente y exterior a la del mundo criollo costeño. Los indigenistas, entonces, por una parte, eran exteriores al mundo -indio- que describían. Pero, por otra, tampoco estaban totalmente al margen del mundo indígena, porque compartían con los indios no solo un idioma común, sino todo un extenso complejo cultural, implicado indisolublemente en la naturaleza misma de las relaciones sociales que constituyen la estructura gamonal. De allí que el escritor indigenista tampoco termine de integrarse plenamente en el mundo occidental e hispano hablante para el cual y en el cual produce su obra. Las ideas racistas no estaban circunscritas a los sectores más retrógrados de la sociedad peruana. En sus diversas variantes, ellas formaban parte del sentido común incluso de los intelectuales progresistas que mayores simpatías sentían por los indios. Una visión criminalizada del indio, fuertemente influida por las ideas del italiano Enrico Fermi, quien, como su compatriota Cesare Lombroso, atribuía la criminalidad de los individuos a características biológicas genéticamente transmisibles. Un estudio de los rasgos fenotípicos de la raza indígena, cabello hirsuto, frente estrecha, poca distancia entre los ojos, labios gruesos, mandíbula prognática, etc. correspondían al "tipo criminal", naturalmente inclinado al mal. La idea de la "tutela" sobre los indígenas se fundaba en una visión algo más benévola, que los consideraba algo así como "niños grandes", incapaces de hacerse cargo de sí mismos, Esta visión era ampliamente aceptada por la sociedad peruana, y los gamonales tenían en ella un importante instrumento para legitimar su dominación, que los convertía en guardianes de los intereses de estos personajes jurídicamente no competentes. 3. EL RACISMO COMO HORIZONTE CULTURAL El racismo es la doctrina según la cual ciertos grupos humanos se consideran superiores a otros y con el derecho de prevalecer sobre ellos, y sobre la base de esto se otorgan derechos, como el de perseguir y extinguir a los considerados “grupos inferiores” o “razas inferiores”. El racismo siempre tiene de fondo preservar el privilegio de un grupo social y la exclusión y segregación de otro. Las prácticas racistas son una grave violación de todos los derechos humanos y son obstáculos al pleno disfrute de estos derechos, niegan la verdad evidente de que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos y constituyen un obstáculo a las relaciones pací cas entre los pueblos y las naciones. Por todo esto, podemos decir que el racismo es una problemática social que aumenta las desigualdades que dividen a la sociedad; fomenta la exclusión, la xenofobia, el odio, la discriminación, no propicia una vida en convivencia, atenta contra los derechos de los seres humanos y amenaza la construcción de la democracia. Las manifestaciones racistas en muchos países, hoy llegan a su punto más dramático en las repatriaciones, violaciones de los derechos humanos, agresiones, violencia, expulsiones, matanzas, y exterminios de grupos. El racismo es en realidad una de las formas de discriminación. Aunque los sociólogos argumentan que las razas no existen porque todos y todas pertenecemos a una misma raza humana, lo cierto es que existe el racismo, puesto que en el mundo se dan muchas acciones discriminatorias contra otras personas por el color de su piel o por sus rasgos físicos. La práctica del racismo en una sociedad elimina al “otro” como igual a nosotros en las relaciones sociales, afectando o atro ando el desarrollo de la persona y de la comunidad. El racismo, como sabemos, refiere a un escenario donde se cree que las razas existen, que no todas son iguales, donde las diferencias están siempre jerarquizadas y se constituye como la práctica de mirar al otro como inferior, como desigual o carente de algo. Estudiarlo implicaba entonces observar cómo se clasifica a la población, cómo se jerarquiza a las personas y cómo se asume que unos son «superiores» o «inferiores». De manera muy clara, las prácticas racistas siguen actuando en el Perú de hoy. La promesa republicana fue incapaz de constituir una nación (y un Estado) que garantizara la vida igual para todos: las herencias del pasado, los intereses particulares y la falta de un verdadero sentido de comunidad fueron entendidas como trabas que, según su opinión, han impedido el verdadero desarrollo de los ciudadanos y de la comunidad en su conjunto. Pensó entonces que muchas prácticas actuales podían conectarse con aquellas que se instalaron durante la colonia a pesar de todos los cambios y transformaciones existentes. No se trató, sin embargo, de entender al racismo como algo inmutable y estático, sino como un patrón de poder que ha ido encontrando formas cada vez más complejas de manifestarse. El término raza se emplea en la cultura occidental a partir del relacionamiento entre grupos sociales y pueblos de características culturales, externas o físicas, diferentes. Desde entonces, hasta la segunda mitad del siglo XX, se establece una jerarquía entre las " razas" basándose en diferencias observables: el color de la piel, la forma del cráneo, del cabello, la estructura física. A partir de ese prejuicio se utiliza el postulado de la existencia de diferentes razas. De esta manera, se clasifican los grupos humanos por sus características biológicas en superiores e inferiores. Del concepto raza surge el término racismo que de ende la diferencia racial y supremacía de unos pueblos sobre otros. Este calificativo hoy se refiere a cualquier actitud o manifestación que reconoce tanto la inferioridad de algunos colectivos étnicos, como la superioridad del colectivo propio. Hoy día la antropología y la sociología argumentan que las razas no existen, puesto que somos una sola raza humana, sin embargo, este concepto ha servido para justificar muchas mentiras en la historia. El racismo aparece como una mentalidad colectiva y como una práctica. O, mejor dicho, como una práctica que corresponde con un conjunto de representaciones. Como mentalidad, como imaginario o, incluso, como ideología, el racismo se dedica a producir estereotipos, fantasmas y miedos. Como práctica, contribuye a estructurar buena parte de las relaciones sociales y supone la articulación de un acto de diferenciación y de exclusión social. La globalización ha creado un patrón de poder mundial sobre la idea de raza; la designación de las diferencias entre conquistadores y conquistados sobre la idea de raza, estableció una supuesta inferioridad de los conquistados. Así, las relaciones fundadas en la idea de raza produjeron nuevas identidades históricas: indios, negros y mestizos: español, portugués, etc. Esta identificación racial pasó a su vez a ser un instrumento de clasificación social básica de la población. Es decir, quedó establecida una clase superior y otra inferior. Tan inferior que al inicio de la colonización no estaba tan claro que fueran verdaderos seres humanos, por consiguiente, en América la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista. Así, la raza se convirtió en el primer criterio fundamental para la distribución de la población mundial en los rangos, lugares y roles en la estructura de poder de la nueva sociedad. Dependiendo de las asignaciones de roles y lugares de acuerdo a la raza, también eran los roles y lugares en la nueva estructura global de control del trabajo. Así, raza y división del trabajo quedaron estructuralmente asociados y reforzándose mutuamente. Tenemos pues, una distribución racista de nuevas identidades sociales combinada con una distribución racista del trabajo y de las formas de explotación del capitalismo mundial. En esta combinación, desde el principio se fue asociando el trabajo no pagado con las razas dominadas, los negros, dado que eran considerados inferiores. Del otro lado, el trabajo asalariado era reservado para los blancos 4. EL PERÚ DESPUÉS DE LA GRAN MIGRACIÓN A partir de la segunda mitad del siglo XX se han producido grandes cambios en la sociedad peruana, que afectan significativa mente a amplios sectores de la población. Para impulsar la industrialización en el Perú se impulsó una política que favorecía el desarrollo de las ciudades a costa del campo y de la costa en desmedro de la sierra. A esto se sumó un cambio sustantivo en la naturaleza de la división internacional del trabajo. Las potencias imperialistas, que hasta la Segunda Guerra Mundial eran importadoras de productos agrícolas, después de la posguerra se convirtieron en exportadoras netas de alimentos. En el Perú, por otra parte, la política del Estado buscaba favorecer el crecimiento industrial reduciendo el costo de la fuerza de trabajo, utilizando como una de sus herramientas fundamentales una política de abaratar los alimentos, liberando precios, eliminando subsidios y realizando importaciones masivas de alimentos baratos de los países metropolitanos. La agricultura tradicional andina serrana -pobre, con un nivel de tecnificación rudimentario, librada a los caprichos de una naturaleza impredecible-, tenía que competir con la importación de bienes agrícolas de los países desarrollados, de elevadísima productividad y encima subsidiados, al mismo tiempo que afrontaba una continua elevación de los precios de sus insumas productivos. El resultado fue la gran migración a las ciudades, por desgracia no había un gran proceso de industrialización en marcha que pudiera incorporar a los campesinos migrantes a la moderna producción capitalista. Los nuevos habitantes urbanos terminaron invadiendo tierras para construir sus viviendas y se apiñaron en los cinturones de miseria que desde la década de 1950 rodean las ciudades más importantes del país, inventando formas precarias de supervivencia. Estas dramáticas transformaciones han sido el telón de fondo de ciertos cambios radicales en las percepciones raciales, que no significan la desaparición del racismo, pero que lo plantean en términos nuevos. Su expresión más significativa es la continua reducción del peso de la fracción de la población definida como "india" en el Perú. A inicios del siglo XX, Manuel González Prada estimaba que los indios constituían las nueve décimas partes de la población peruana. En realidad, no ha habido un cambio sustancial en la composición de la población peruana; lo que ha variado son los criterios de clasificación racial. Un elemento importante para explicar este resultado es la pérdida de peso de la población rural en el país: en el Perú la condición de indio ha estado asociada tradicionalmente a la de campesino: si bien no todos los campesinos son considerados indios, casi todos los indios son considerados campesinos. Ha influido también la decadencia demográfica de la sierra, pues la condición de indígena está asociada a la de serrano. El racismo se ha constituido en el Perú en el principal obstáculo para la construcción de una ciudadanía extendida; el prerrequisito sin el cual ninguna modernidad es concebible. Hay quienes sostienen que el generalizado mestizaje biológico y cultural que se produjo durante los dos últimos siglos. El racismo genera muy profundas heridas en la autoimagen de los discriminados -lo que los psicoanalistas denominan "heridas narcisistas" puesto que apunta contra su naturaleza misma: no contra qué tienen o qué hacen sino contra qué son. La discriminación étnica deja caminos abiertos, al menos teóricamente, para su superación: en tanto se basa en productos de la actividad humana, es posible evitarla, a nivel individual. En una estrategia adaptativa, mudando de condición social. económica, cultural, de credo religioso o político, etc., o, a nivel social. en una perspectiva revolucionaria, transformando la sociedad de arriba abajo, de tal manera que se modifique su escala de valores. La discriminación racial. en cambio, se presenta como fundada en la naturaleza; en los firmes e inmutables hechos biológicos. Las alternativas que deja para superarla pasan entonces por la desaparición de los discriminados, ya sea mediante el cruce con individuos de las "razas superiores" o, ya sea de los discriminados, o de los discriminadores.
5. ¿EL FIN DEL RACISMO?
El racismo en el Perú en realidad se da en la discriminación basada en el idioma, la cultura y el nivel socioeducativo. Gritarle a alguien cholo, serrano o indio equivale a decirle ignorante, sucio o marginado. El dinero blanquea, pero se limitará en cuanto a fuentes socioeconómicas y lugares exclusivos frecuentados. El cholo aún conflictúa con los peruanos, a veces es conveniente serlo y otras veces no. La publicidad impone un arquetipo blanco en una sociedad de consumo. El cholo rico despreciaba al cholo misio. La mentalidad oscila entre "mejorar la raza" y acumular más recursos para ser (auto)aceptado. En la actualidad, para muchos peruanos con rasgos mestizos y andinos, las mayores posibilidades económicas, un alto nivel educativo o la ocupación de determinado cargo público garantiza un trato respetuoso y el pleno ejercicio de sus derechos, haciendo que sus rasgos físicos eventualmente se vuelvan invisibles. Sin embargo, si estos factores no son evidentes, la persona aún puede ser objeto de abuso y discriminación por su condición social más baja (en Perú, esta situación justifica el abuso). Por lo tanto, una persona con las características antes mencionadas debe enfatizarlas permanentemente. Todavía se culpa a un rasgo aborigen desconocido o similar por falta de educación, ineficiencia, irracionalidad, suciedad o propensión al crimen. Estos prejuicios, junto con los criterios de estándares estéticos, se utilizan para mantener las prácticas de segregación en los clubes nocturnos y otros centros de entretenimiento, donde las elecciones raciales de los clientes se realizan abiertamente sin la interferencia de la autoridad. A pesar de las múltiples experiencias de movilidad social en el Perú en las últimas cinco décadas, los factores étnicos son una causa frecuente de restricciones o violaciones de derechos fundamentales. Hace veinte años, Sendero Luminoso captó la frustración de cientos de jóvenes que, a pesar de su mejor educación, seguían siendo marginados y discriminados por grupos poderosos. Actualmente, las pandillas y otras formas de violencia son la forma de transmitir esta frustración. Por otro lado, durante mucho tiempo en el Perú, muchos grupos sociales fueron excluidos de sus derechos políticos, incluido el derecho a sufragio: mujeres, campesinos, trabajadores, trabajadores domésticos y, en general, personas sin propiedad y sin educación. Las mujeres fueron las más afectadas por la desigualdad. A medida que avanzaba el siglo XX aumentaba el protagonismo de la mujer en la reivindicación de sus derechos, por lo que ya desde la segunda década se podía hablar de un movimiento feminista organizado cuyos objetivos explícitos eran alejarse del patriarcado católico para alejarse de sus roles tradicionales como esposas y madres. El reconocimiento de los y las indígenas peruanos como ciudadanos con derechos es una necesidad fundamental, no sólo para hacer justicia a las víctimas de la exclusión, sino también para asegurar nuestra viabilidad como nación.