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Historia de la Sexualidad en el Perú

Los ritos mágicos y ceremonias que debían lograr el concurso de los dioses en
beneficio del hombre, eran muy necesarios en un territorio como el del Perú. La constante
zozobra del peruano ancestral, agudizada por el ritmo del aumento de la población, que en
secuela de la puesta en marcha de la economía agraria, condujo a que aflorara un complejo
aparato mágico y ritual, en la intención de manipular a los poderes sobrenaturales para que no
entorpecieran una fluida producción de los alimentos.

Por lo mismo, tanto las representaciones como ciertos ritos de índole sexual, en algunos casos
todavía vigentes, fueron concebidos particularmente como instrumentos derivados de la magia
propiciatoria de la producción agropecuaria. Eran parte de una estrategia ideada para asegurar
el bienestar elemental que da la alimentación satisfactoria.

Es así que los antiguos peruanos entendían la sexualidad como un vehiculo económico
accionado por medios mágicos. Eso queda comprobado en la práctica si se observa con
detenimiento la parafernalia utilizada en los rituales para avivar la fertilidad.

El culto a la fecundidad se expresó también en ritos propiciatorios, aún presentes en zonas


rurales de la sierra del sur del Perú, por ejemplo cuando un varón y una mujer ataviados con
lana de llamas las personifican y simulan copular.

Lo expresado no significa, sin embargo, que los antiguos peruanos carencían de impulso
erótico, que es precisamente el estimulo que lleva al acto de la procreación. Por estar inmersos
en la sexualidad, la parafernalia y el ritual descritos debieron sin duda despertar el instinto de la
libido y el erotismo.

La sexualidad en las diversas etapas del Perú antiguo

Los testimonios arqueológicos que aluden a la sexualidad proceden de las diversas


etapas que cubre el milenario pasado ancestral del Perú en los espacios geográficos que
ocupó.

Los tiempos aurorales

Los primeros peruanos de hace más de diez mil años, empleaban una economía recolectora
para satisfacer su alimentación, cifrada en la caza, y en el aprovechamiento de recursos
propios del mundo vegetal.
Proceden entonces los testimonios de arte rupestre, los cuales muestran estar al servicio de la
magia, dirigida a la procreación de la fauna imprescindible para el sustento. En algunos casos
se retratan animales hembras preñadas, e individuos con genitales aunque sin signos que
revelen intenciones eróticas.

Etapa de formación de la civilización peruana ancestral

La era histórica en que reinó la economía de recolección llegó a su fin hace unos tres a cuatro
milenios, al abrirse paso e imponerse definitivamente una forma de economía de producción de
los alimentos: la agropecuaria, y con ella la civilización.

La era de la civilización peruana ancestral comprende varias etapas culturales, siendo la ultima
la del Inkario.
La primera fue de formación de la civilización y puede ser desglosada en dos periodos. El
inicial se remonta al segundo y aún tercer milenio a.C. y se caracteriza por la ausenta de la
actividad ceramista, denominándose periodo pre cerámico.

Un exponente de la arquitectura monumental de entonces, es el de Sechín. Los muros del


“templo” de Sechín, están enchapados con piedras, cuya superficie fue grabada con figuras de
personas desnudas en su mayoría y secciones anatómicas de humanos. No acusan grado
alguno de erotismo.

El segundo periodo de la presente etapa de desarrolla en el primer milenio a. C. Se le conoce


como Horizonte temprano. Se presenta un movimiento cultural expresado a través de un estilo
artístico definido, conocido con los nombres de Chavín y de Kupisnique. Las manifestaciones
artísticas del sitio de Chavín al igual que en Kupisnique no registran individuos o escenas
dignos de destacar que estén envueltos en erotismo. En las expresiones, algo posteriores, de
Salinar y Virú, se presenta con todo, sin ambages, algunas representaciones de orden sexual.

Lo expresado hasta aquí permite concluir que ya por entonces, debieron reinar restricciones en
materia de representar libremente escenas coitales y otras de la sexualidad.

Etapa de florecimiento artístico-artesanal

Esta etapa se extiende a los largo del primer milenio de la Era cristiana. Corresponde al
periodo Intermedio Temprano. Es la más prolífica en graficaciones concernientes a la
sexualidad.
Las expresiones Moche y Vicús presentan en su nutrido repertorio iconográfico la más
importante muestra de escenas coitales, retratando genitales y otros aspectos relacionados al
sexo sin ambages. También el arte de Rekwai y el de Nasca grafican escenas concernientes a
la sexualidad, si bien a través de muestras menos realistas y menos numerosas que las
anteriormente citadas.

Etapa del Ink ario

El Inkario se inició con propiedad a partir de 1440, con el soberano Pachacútec. Cien años
después, el enorme país de los incas era invadido por las huestes de Pizarro e incorporad a las
Corona española.

El conocimiento de la sexualidad en el Inkario, se reconstruye sobre la base de los escasos


datos legados por la fuente etnohistórica, así como también por los importantes datos que
proporciona la tradición etnográfica.

Las representaciones de la época enmarcadas en la esfera sexual, están exentas de erotismo.


Lo comprueba las estatuillas metálicas de tamaño dinimuto que, si bien, desnudas, iban
originalmente vestidas.

Tabúes sexuales

Las pakcha(s) de cerámica, tradición que se remonta a Moche y Rekwai, estaban del
todo inmersas en savia mágico-religiosa. Aun aquellas que exhiben una cánula en forma de un
falo, por lo que in strictu sensu no pueden ser calificadas de representaciones eróticas. Éstos
eran instrumentos para ofrendar, haciendo escurrir sustancias mágicas por un agujero.

Una compulsa de las representaciones referidas a temas de la sexualidad permite constatar


que éstas son en extremo reducidas. Aun la cerámica Vicús y especialmente la Moche, que
retrataron escenas coitales sin reparo y con cierta abundancia, las produjeron también en
pequeñas escala. Esta constatación contradice la imagen exagerada que se tiene sobre los
“libidinosos” mochicas.

Es de tomar en cuenta que la mayor parte de representaciones de orden sexual están inmersas
en contextos mágicos de la fertilidad dirigida principalmente a propiciar una satisfactoria
producción de alimentos (Kauffmann-Doig, 1978).

La circunstancia de que la copula no fuera representada en la mayoría de las etapas de la


civilización peruana, debe traer su explicación en las prohibiciones o tabúes establecidos,
cuyos orígenes no son fáciles de explicar. Las prohibiciones y normas que restringían el que se
graficara la sexualidad sin limite, debieron ser el producto de sentimientos de recato o de
preceptos considerados como adecuados al orden social.

Posturas Coitales

Las posturas coitales eran diversas, de acuerdo a los testimonios expuestos en


cerámica. También aquí la cerámica Moche resulta ser la más ilustrativa.

Las representaciones Vicús visualizaban una postura coital poco frecuente, inmersa en
frondoso manto mágico: la cópula ejercida de modo dorso-ventral, con la hembra de pie dando
la espalda a su compañero. Escenas coitales, en las que ambos individuos están sentados uno
frente a otro son representadas en la cerámica Rekwai como en la de Nasca.

Durante el acto sexual, los protagonistas suelen entrecruzar las piernas. Las variantes al
respecto son diversas. Un detalle formal curioso, es que el varón, de pie, suele empinarse, al
realizar el coito, penetrando a la mujer que está agachada, descansando sobre sus manos,
delante de él. Es importante hacer notar que, en la mayor parte de los casos, la cópula
conductual entre varón y mujer, era ejercida per anum.

De acuerdo con Paul Gebhard (1973), se representan ocho posturas coitales escenificadas en
las cerámicas que pertenecen a diversas culturas ancestrales. Pero, a su vez, advierte que
cinco de aquéllas explican virtualmente todas. Siete posiciones corresponden a
representaciones expuestas en cerámica Moche. La octava es más bien típica de Rekwai y
Nasca. Una novena pose, es la de Vicús.

Representaciones individuales de genitales

Los ceramistas Moche y especialmente Vicús modelaron, con relativa abundancia,


órganos masculinos y femeninos. Los de Nasca, especialmente vulvas.

Genitales masculinos

Un grupo de representaciones de tema sexual comprende figuras escultóricas realistas de


genitales masculinos, por lo general constituidos por falos erectos de tamaño descomunal.
Éstos son más frecuentes en la cerámica Vicús que en la de Moche.

Una proporción de estos falos monumentales carece de orificio uretral, por lo que podrían
tenerse como figuras itifálicas destinadas a invitar a la contemplación erótica, o acaso para ser
hundidos en la vagina o en el ano. En cuanto a aquellos falos que sí presentan un orificio que
alude al meato urinario, éstos corresponden al grupo de los pak cha(s).

Un caso extraordinario de presentación de falos en cerámica, lo constituye un recipiente


trípode, Vicús, del Museo Rafael Larco Herrera, en el que cada uno de los tres pies de apoyo
está conformado por un falo.

Vulvas
Existen representaciones que retratan la vulva de modo aislado, lo que se observa
particularmente en la cerámica Nasca. En ciertos casos las vulvas aparecen modeladas
formando una hilera que se explaya horizontalmente alrededor de la vasija. Éstas retratan la
cavidad vaginal, el clítoris, así como también los labios exteriores. Estos úl timos, por lo general,
van decorados con figuras y diseños simbólicos.

Nudismo sin erotismo

Adicionalmente a las representaciones realistas de varones y mujeres desnudos


inmersos en contextos mágico-religiosos, se dan otras que no exteriorizan erotismo ni tampoco
una dosis mágico-religiosa de consideración. Estas estatuas de desnudos afloran
prácticamente durante todos los periodos de la civilización ancestral peruana.

Prostitución, Homosexualidad y Castigos

Prostitución tolerada

La prostitución fue permitida en el Inkario, aunque se desconoce cuán difundida estuvo. Las
rameras eran conocidas con el nombre de pampawarmi(es), o pampairuna según Gracilazo
(1609).

Víctor L. Villavicencio (1942) considera que las prostitutas de entonces podían haber sido
mujeres que adolecían de ardor sexual o ninfomanía. Según Alonso Ramos (1621) refiere que
los incas habían mandado levantar un edificio en Copacabana, que albergaba mujeres
hermosas destinadas a ejercer actividad sexual con mitmas(es) o mitimaes. Pero no estamos
aquí ante lo que se entiende por prostitución, debido a que no parece que las mujeres
recibieran recompensas. Acaso si deba entenderse como sinónimo de satisfacción sexual a
varones que por orden estatal cumplían labores en sitios despoblados.

Repudio a las relaciones homosexuales

La homosexualidad era repudiada en el Inkario. Y hasta perseguida y castigada, salvo aquella


institucionalizada en el marco de las creencias y ceremonias religiosas de raigambre
preincaica.

Existen datos etnohistóricos que señalan que la homosexualidad era abundantemente


practicada en la región de los Waylas (actual departamento de Ancash). La información
recogida por Pedro Cieza de Leon (1533) señala que mientras los de Tarama (Tarma) eran
gente “limpia de pecado nefando”, no lo eran así los Gualylas (Waylas). También las prácticas
de lesbianismo, o de homosexualidad femenina, eran consideradas en el Inkario como afrenta
a las buenas costumbres.

Severidad de los castigos y delitos sexuales

Los castigos eran en general severos en el Inkario, pero los


delitos sexuales eran penados en particular con extremo rigor.
La pena de muerte era aplicada en todos los casos en que el
incesto no fuera dinástico. El cohabitar ilícitamente con
doncellas escogidas, realizar actos homosexuales y
zooerásticos, eran afrenta morales castigadas también con la
pena de muerte.
Al tratar de las qoilia(s), Cieza (1533) refiere que “antes que se casen pueden andar
sueltamente, si depuse de entregado al marido le hace traición usando de su mujer con otro
varón, la matan”.

Con los homosexuales no había piedad “porque los señores incas fueron limpios en eso”,
exclama Ceiza (1533). Para sindicarlos, ordenaba “con gran diligencia que hiciese pesquisas
de sodomistas (homosexuales) y en plaza publica quemaban vivos a los que hallasen…” De
tiempos anteriores al Inkario se dispone de algunas tradiciones míticas relativas a castigos
sufridos por homosexuales, como el de los gigantes homosexuales de los que habla Anello
Oliva (1630).

Provenientes de tiempos anteriores al Inkario, existen diversos testimonios que por lo menos a
primera vista sugieren retratar castigos por transgresiones de preceptos sexuales. Un ejemplo
importante lo constituye la escena representada en un recipiente de cerámica Moche del
Museo Rafael Larco Herrera. Este cuadro se explaya en dos planos, un escultórico en la parte
superior y otro pictórico en la inferior. El plano superior muestra en forma plástica delante de un
muro, a un varón y a una mujer de pie, desnudos, con las manos y brazos en alto y atados. La
representación en el plano inferior, aparece pincelada sobre el cuerpo de la vasija. Muestra a
una mujer desnuda, con la soga al cuello, que es devorada por gallinazos.

Las representaciones de sujetos que presentan el rostro marcado con profundos cortes en los
labios, en la nariz y aun en las cejas, no eran necesariamente individuos castigados por
infracciones en lo sexual. Probablemente se trate de la impronta que dejaron los tajos en la
cara aplicados a cautivos sometidos a rituales de sacrificio.

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