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Este tiempo es una invitación a salir del sistema de vida que nos propone la televisión, los
medios y nuestra sociedad en general. Sería una forma de “ayuno” de nuestros modos de vida
que tantas veces nos hacen sentir vacíos, solos y frustrados. Contantemente se nos ofrece la
felicidad a través de un consumismo desmedido poniendo nuestra seguridad en el tener,
siendo en el dar y en el darse para lo que nuestro corazón ha sido hecho. Sin embargo, este
sistema de vida es trampa, engaña y atrapa.
Frente a nuestro afán desmedido de ganar, de poder, de triunfar...; Jesús sale a nuestro
encuentro subido en un borriquillo; El que es el Rey de Reyes no necesita triunfalismo,
protagonismos y ovaciones. Este gesto es toda una pedagogía que se nos invita a imitar,
abajarse por amor, para poder llegar a todos los corazones. Esto es algo que requiere
humildad, valentía, decisión y disponibilidad. Es necesario buscar en el silencio a Dios y
escuchar su voz que habla al corazón, para poder encontrar el sentido de nuestras vidas. La
conversión hay que llevarla hasta el corazón, a nuestros criterios y todos nuestros deseos;
interiorizando que Dios viene humilde a nuestra vida, hasta asumir la cruz, para que le
dejemos reinar en nuestros corazones.
Es un tiempo para prepararnos interiormente. Esta nueva cuaresma y Semana Santa, son un
buen momento para acudir a nuestra Madre, ella, que es madre de la esperanza, es la que se
ha encargado de devolvernos la luz de la alegría en tantos túneles oscuros que hemos
atravesado en las últimas épocas. Queridos amigos, hemos venido a llamar a la puerta de la
casa de María. Ella nos ha abierto, nos ha hecho entrar y nos muestra a su Hijo. Ahora ella nos
pide: «Haced todo lo que Él os diga» (Jn 2,5). Sí, Madre, nos comprometemos a hacer lo que
Jesús nos diga. Y lo haremos con esperanza, confiados en las sorpresas de Dios y llenos de
alegría” (Homilía de SS el papa Francisco del 24 de julio de 2013).