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Karen Xilena Benitez Cód.

191103605
Lic. Pedagogía Infantil VI semestre
Educación en la diversidad y práctica investigativa

RELATORIA “INFANCIA EN BERLIN” WALTER BENJAMIN


Difícil relatar desde la pasión pero no existe otra forma de acercarse a este libro
compuesto por treinta y siete relatos. Escritos treinta años después de su suceso y
publicados posiblemente por razones económicas en periódicos, en ocasiones
bajo sobrenombre, y que solo aparecerán conjuntamente después de su muerte
ya en los años cincuenta.
El pensador judío Alemán Walter Benjamín autor del libro “Infancia en Berlín hacia
el mil novecientos” nació en Berlín, ciudad sucesivamente evocada por él en sus
crónicas, relatos y textos radiofónicos, hacia el año de 1892. Sus textos son un
verdadero y exquisito mosaico donde se fusionan la belleza prístina de la
literatura, la precisión filosófica y la trascendencia teológica. Muerto en la ciudad
de Port Bou, entre Francia y España, durante el año de 1940 mientras escapaba
del horror Nazi.
Lo que procuro en esta relatoría es analizar una subjetividad infantil pensada
desde Walter Benjamin y que se constituye a partir de la experiencia, entendida
como el don de percibir o la capacidad de producir semejanzas.
Benjamin hace una filosofía de la concretitud, partiendo de las producciones
humanas, históricas y culturales, como los juguetes infantiles o la distribución de
las calles en una ciudad. De este modo, palabras como “umbrales”, “novedad”,
“laberinto”, “niño”, “pasajes”, “día y noche”, “sueño y vigilia” aparecen entre sus
líneas de modo que con ellos se realiza una importante labor hermenéutica en su
escritura, un permanente ejercicio de interpretación de su contexto espacial y
temporal en el propio ejercicio de hacer del lenguaje una interpelación, un llamado,
una invitación a la palabra, pero también a los silencios.
Sin embargo, él sostenía que el mundo de los juegos no puede ser considerado
desde el punto de vista de la imitación, sino que es la ley de la repetición la que lo
rige. Nada hace más feliz al niño que la repetición y el retorno, en los que busca el
restablecimiento de una situación anterior, sin importar que esta haya sido en
algunos casos traumática. Escribía Benjamin: “la esencia del jugar no es un „hacer
de cuenta que…‟, sino un „hacer una y otra vez‟, la transformación de la vivencia
más emocionante en hábito”. Los hábitos eran, para el autor, “formas
irreconocibles, petrificadas, de nuestra primera dicha, de nuestro primer horror”. La
repetición en el juego sería, entonces, no sólo una manera en la que el niño
reelabora experiencias primitivas terroríficas sino también una forma de gozar de
triunfos y victorias.
Las características mencionadas del juego infantil -una compulsión a la repetición
de vivencias desagradables, la trasformación de algo extraordinario en un hábito-
parecen haber generado un importante interés en Benjamin. Interés que radicaba
en los vínculos que esta experiencia del juego entabla con la experiencia
auténtica, aquella que Benjamin estaba viendo empobrecerse y desaparecer en el
mundo moderno y que quería tratar de rescatar y reestablecer.
De esta manera, pienso que Benjamin tiene una concepción de infancia, la cual
permite esbozar una subjetividad que se constituye desde la experiencia, en un
desplazamiento de la conceptualización moderna que comprende la subjetividad
sólo a partir de sus relaciones con la verdad. Se trata, en suma, de un paseo
filosófico por un entramado de infancia, experiencia, lenguaje y juego. La
experiencia es conceptualizada como el don de percibir o la capacidad de producir
semejanzas, de dar encuentro a lo diferente. Se toman como ejemplos el lenguaje
-como “semejanza inmaterial”-, y el juego infantil.
Lo alucinado, hadas, fantasmas y duendes forman parte del conjunto del mundo
infantil. En el último relato, único que puede llevar ese título pues en él tienen
cabida todos los anteriores pienso que nos refiere como un pequeño hombrecillo,
personaje de los cuentos infantiles alemanes, es el hacedor de nuestros recuerdos
y como las imágenes que él recoge serán las que permanezcan en nuestro
interior, si bien es cierto que “Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos.
Quizás esté bien así”.
Relatos breves, algunos no más de quince líneas como “Llegando Tarde”, o los
más extensos de cuatro o cinco folios, en los que los recuerdos son tratados con
extremada delicadeza y ternura no dejando por ello de ser inflexibles con una
realidad que se abre ante los ojos del niño, recuerdos que se hacen presentes
también en mí, como ese que dice “Pues nunca me gustaba tanto el día, por largo
que fuera, como cuando la lluvia lo peinaba lentamente durante horas y minutos
con sus dientes finos y rudos. Esperaba; pero no que cesara, sino al contrario,
que cayera cada vez con mayor intensidad…Comprendí perfectamente que se
crece con la lluvia”, he crecido con un gran afecto hacia la lluvia y pienso que
aprender a crecer trae consigo las experiencias más sensibles.
Entonces abordo algunas preguntas como ¿Qué pretende Benjamín con estas
páginas? ¿Cómo puede escarbar y abrir tan nítidamente la tierra de los
recuerdos? Enfrentándose a la labor con la misma humildad del que cava un hoyo
bajo sus pies y a paletazos extiende la arena a su alrededor. ¿Qué busca? Quizá
“lo olvidado que nos parece pesar por toda la vida vivida que nos promete”.
Benjamin no habla sobre la infancia, sino desde ella, describiendo sus paseos por
las calles de Berlín, sus experiencias primeras, en las que tiempo y espacio eran
vividos desde la singularidad del presente. Narraciones desde la memoria, en las
cuales Benjamin-niño vuelve con las palabras a recorrer las calles y los tiempos de
la infancia, las semejanzas y significaciones nacidas de sus olores, colores,
formas configuradas en el arte arquitectónico. Quizás, más que nadie, los niños
puedan estar parados en el instante del presente, sin considerar lo amenazador y
peligroso de un futuro incierto, o de un pasado que se nos viene encima como un
muro que ni siquiera quisimos edificar.
Bibliografía
- Benjamin Walter. Infancia en Berlín hacia 1900. Buenos Aires, Alfaguara,
1987.

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