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UNIVERSIDAD ESTTAL DE MILAGRO

REGULACIÓN
EMOCIONAL Y
DESEO SEXUAL

AUTOR:
Jonathan Bonilla Angulo
INTRODUCCIÓN

El conocimiento de las emociones y de la regulación permite una mayor comprensión de


la dinámica del deseo erótico, este deseo está conformado por contenidos cognitivos, la
configuración de estos contenidos es la consecuencia del proceso de la investigación que
se produce desde los inicios de la vida de las personas.

El deseo erótico es una emoción que no va acompañada de la básica, sino como una
emoción compleja tal y como se plantearía desde construccionismo social. El
conocimiento de las emociones y de la regulación emocional permite una mayor
comprensión de la dinámica del deseo erótico.

Este deseo sexual se percibe como una experiencia emocional subjetiva que puede
generar diversas reacciones, dependiendo estas de variables como la estructura de
personalidad y las actitudes. Se debe señalar que la experiencia subjetiva del deseo erótico
es, antes que nada, una experiencia íntima, personal, y en algún sentido intransferible. El
deseo sexual, en tanto que emoción, puede suscitarse como una respuesta a un tipo de
estimulación tanto interna como externa que produce un a activación fisiológica, siendo
esta interpretada en función de parámetros culturales. El resultado es la experiencia
emocional subjetiva que efectúa con las características de toda emoción: un inicio breve,
aparición espontánea, estimación automática y coherencia entre las respuestas, todo lo
cual implica un nivel de incitación necesario para enfrentar las circunstancias
correspondientes con la emoción.

Cuando identificamos al deseo sexual como una emoción, nos referimos a la experiencia
que implica la activación del deseo, ese estado especial que hace sentirse sensibilizado y
receptivo a la estimulación erótica, a la aparición de fantasías eróticas y que tiende a
buscar satisfacción sexual. Nos referimos a ese estado y no a una mera elaboración
cognitiva del deseo, es decir, una persona podría desear tener relaciones sexuales porque
eso forma parte de su identidad de género, porque es propio de su momento, o porque es
una experiencia humana necesaria.
“Levine (2003) al referirse al deseo sexual habla de tres componentes: componente
biológico, mediado por el sistema neuroendocrino, componente social y componente
individual/interpersonal” (Ponce, 2020).

“El alcohol puede inducir sentimientos de euforia que pueden aumentar la excitación
sexual y evitar los reparos para expresar los deseos sexuales. El alcohol también parece
afectar a la habilidad para sopesar la información («proceso de la información») que
podría de otra manera inhibir los impulsos sexuales” (Spencer A. Rathus, 2005). Una
persona puede expresar sus deseos sexuales y hacer cosas que no haría cuando está sobria.
Por ejemplo, una persona que siente culpabilidad sobre el sexo puede volverse activa
sexualmente cuando bebe porque él o ella podrá más tarde hacerle responsable al alcohol.

“Se ha establecido que el deseo sexual se halla inhibido por factores psíquicos. Cuando
no se ha determinado aún la etiología de la disminución de la libido, es preferible la
expresión deseo sexual hipoactivo” (Ponce, 2020). Podemos sentir el deseo sexual al
observar a alguien, al estar en contacto con otra persona, al imaginar, al recordar y
también puede aparecer de repente, porque nuestro cuerpo reacciona a un estímulo
cualquiera, y en la adolescencia esto es frecuente.

Las diferentes zonas del cerebro, en especial la corteza cerebral y el sistema límbico,
juegan papeles clave en el funcionamiento sexual. Las células del córtex cerebral
transmiten mensajes cuando experimentamos pensamientos sexuales, imágenes, deseos,
fantasías, etc. Estas células, a su vez, transmiten mensajes a través de la médula espinal
que envían sangre rápidamente a los genitales, provocando la erección o la lubricación
vaginal. El cerebro interpreta determinado estímulo sexual. Ese estímulo puede ser muy
cambiado, tanto entre las diferentes personas e incluso en la misma persona dependiendo
el momento. Los estímulos más susceptibles de provocar el deseo son los visuales:
imágenes, personas, películas y esas imágenes pueden ser o no de sexo explícito. Después
tenemos otros que tienen que ver con la imaginación, fantasías eróticas o sexuales o
recuerdos de hechos eróticos o sexuales vividos que en un momento determinado traemos
al presente. Y ahora está en auge el audio erótico o porno.
Debemos destacar el haber propuesto una cierta «lógica natural de las emociones» en el
sentido de que cierto tipo de eventos provocan cierto tipo de reacciones emocionales y
estas a su vez provocan cierto tipo de comportamientos, todos ellos relacionados con la
adaptación al medio.

La reacción emocional de aproximación y búsqueda de placer erótico es una reacción


espontánea y natural. Esta reacción surgiría a través de los mecanismos neurofisiológicos
que filogenéticamente se han ido acuñando, modulados por la valoración cognitiva de la
significación de los eventos y las situaciones, en función de un contexto cultural
determinado.

Una reacción emocional que provoca el comportamiento de ataque o huida, podríamos


considerar que, ante una situación que comporte un grado determinado de estimulación
erótica, provoque una reacción emocional que, a su vez, origine conductas de
investigación y logro de una práctica erótica.

• El deseo sexual puede ser considerado como una emoción, puesto que cumple con
los elementos: Reacción emocional fisiológica, comportamiento emocional,
vivencia emocional subjetiva.
• Por reacción emocional fisiológica se entienden los cambios fisiológicos que son
provocados o atribuibles a estímulos emocionales, que un estímulo se puede
considerar como emocional cuando normalmente provoca la vivencia de una
emoción o un comportamiento emocional.
• El comportamiento emocional designa los diversos modos de comportamiento
que surgen como reacción a estímulos emocionales.
• La vivencia subjetiva hace referencia a experiencias subjetivas o «modos de
encontrarse», que son designados como «emoción» por el propio sujeto.

Los neodarwinistas defienden que el deseo erótico no es tan solo una emoción básica,
sino que depende de una parte compleja en las emociones y en la cual plantearon
como algo desde el construccionismo social. El conocimiento y las emociones están
conectadas para una regulación en la parte del deseo erótico. El deseo sexual se ajusta
al concepto de emoción por las siguientes razones:
El deseo sexual se sustenta en el sustrato biofisiológico que está constituido por lo
que algunos autores han denominado el sistema sexual (LeVay, 1993), compuesto por
elementos anatómicos, fisiológicos y neuroendocrinos. Desde un punto de vista
etológico, las bases neurofisiológicas alimentan una serie de predisposiciones
comportamentales de respuesta hacia algunos estímulos provistos de significado
erótico propios de la especie. El sistema genera un estado de activación fisiológica
específica, un «estado del organismo» en la terminología de (Singer y Toates 1987),
que fluctúa en intensidad y frecuencia.

El deseo sexual está conformado por contenidos cognitivos, tal y como queda de
manifiesto en las principales aproximaciones conceptuales que se han analizado. La
configuración de estos contenidos es el resultado del procesamiento de la información
que se produce desde los inicios de la vida de las personas. La información procesada
genera estructuras de conocimiento construidas en forma de tanto de contenidos,
como de acción (Simon y Gagnon, 1987).

El deseo sexual puede ser considerado como una emoción, puesto que cumple con los
elementos considerados anteriormente:

a) Una reacción emocional fisiológica que son las modificaciones fisiológicas, que se
pueden atribuir, o que son provocadas por un estímulo emocional.

b) Una conducta emocional, que se refiere a las varias formas de conducta que surgen
como reacción a estímulos emocionales (expresión gestual y postural).

c) Una vivencia emocional subjetiva o «modo de encontrarse» en la experiencia, que


es definida como «emoción» por el propio sujeto.

El deseo sexual, en tanto a una emoción, puede suscitarse como una respuesta a un
tipo de estimulación tanto interna como externa, que produce una activación
fisiológica, siendo esta interpretada en función de parámetros culturales.
“La regulación emocional se relaciona también con los valores individuales. Las
características personales, que en gran medida dependen también de la socialización,
explican las diversas formas de regular las emociones” (Zapiain, 2014).

La relación entre el contexto cultural y los valores personales pueden explicar el grado
de vulnerabilidad individual, de interés sobre todo en el ámbito clínico. Por ejemplo,
intensos sentimientos de culpa sexual tienen un efecto inhibidor sobre aspectos
relacionados con erotismo pudiendo ocasionar algún tipo de dificultad. La
vulnerabilidad respecto a la regulación emocional podría explicar la evocación de
altos niveles de ansiedad en situaciones de interacción sexual, que se sitúa en la base
de algunas disfunciones sexuales.

“El deseo sexual puede percibirse como un sentimiento positivo asociado a otras
emociones positivas; también puede percibirse negativamente y asociarse a otras
negativas. Puede ser, por tanto, intensificado o atenuado según las circunstancias”
(Zapiain, 2014). La regulación emocional puede ejercerse:

a) Sobre la experiencia emocional subjetiva. Los factores que intervienen en la


regulación emocional son fundamentalmente dos: las variables individuales y el
contexto emocional son fundamentalmente dos: las variables individuales y el
contexto social. Una persona podría regular su propia experiencia emocional
subjetiva, bien sintiendo con nitidez ese estado de deseo sexual, bien inhibiéndolo
hasta el punto de no sentirlo, interpretando la posible activación fisiológica
simplemente como ansiedad atribuible a cualquier otro evento. Si el deseo sexual se
percibe como peligroso o angustiante, su inhibición constituiría la manera de regular
la emoción teniendo tal mecanismo una función claramente adaptativa.

b) La dificultad de algunas personas en relación a sus parejas consisten precisamente


en la expresión del deseo. La regulación de este caso se ejerce no en la experiencia
emocional, sino en la experiencia de la misma.
CONCLUSIÓN

El deseo sexual se lo ve desde una perspectiva tanto emocional que busca un placer
erótico ya puede ser de una manera espontánea o natural.

El deseo erótico se define como una experiencia emocional subjetiva que puede
generar diversas reacciones dependiendo de diferentes variables como la estructura
de la personalidad, las actitudes, etc.

Esta experiencia emocional subjetiva es una experiencia íntima, personal e


intransferible. Existen una diferencia del deseo sexual y deseo erótico, se pueden
diferenciar por medio de nuestras emociones y comportamientos subjetivos.

El deseo sexual está conformado por contenidos cognitivos, y estos contenidos es el


resultado del procesamiento de la información que se produce desde los inicios de la
vida de las personas.

RECOMENDACIONES

Evitar la estimulación sexual

Hacer deporte

No masturbarse

Relacionarse no sexualmente con las personas

Evitar consumir alcohol o drogas


Bibliografía

Ponce, N. B. (2020). ANÁLISIS DE LA RELACIÓN DEL DESEO SEXUAL CON


EL ESTADO EMOCIONAL, LA ASERTIVIDAD SEXUAL Y LAS
HABILIDADES SEXUALES.

Spencer A. Rathus, J. S.-R. (2005). Sexualidad Humana . Madrid: Pearson .

Zapiain, J. G. (2014). Psicología de la. Madrid: Alianza. sexualidad

LeVay, S. (1993): The Sexual Brain (E. R. Halfter, Trans.). Londres: The MIT
Press.

SINGER, B. & TOATES, F.M. (1987). Sexual motivation. Jorunal of Sex Research.

Simon, W. y Gagnon, JH (1987a). Teoría sexual: un enfoque de guiones sexuales.


En J. Geer y W. O'Donoghue (Eds.), Teorías y paradigmas de la sexualidad humana
(págs. 363–383). Nueva York: Plenum Press.

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