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CONFLICTO DE GENERO EN LA ACTUALIDAD

INTEGRANTES:
LINDSAY PERTUZ OLMOS
GLENDIS MARTINEZ MOLINA
SOFIA JIMENEZ MUÑOZ
CAMILA ASPRILLA GUTIÉRREZ
AMADA DELTORO GUTIÉRREZ
LILIANA VEGA RODRÍGUEZ

DOCENTE:
ENA GUERRA BLANCO

UNIVERSIDAD METROPOLITANA
BARRANQUILLA
CONFLICTO DE GÉNERO EN LA ACTUALIDAD.

Las desigualdades entre las personas han estado presentes de manera constante a lo largo de
nuestra historia y en la mayoría de las sociedades alrededor del mundo. Desde el enfoque
de género se sabe hoy día que la diferenciación biológica entre los sexos en la práctica
social se ha traducido en la asimetría de géneros y en la negación de Derechos Humanos
para amplios sectores sociales.

En distintos contextos y con repercusiones muy variadas, las características biológicas se


utilizan para atribuir de manera diferenciada comportamientos, capacidades y aptitudes
tanto a hombres como mujeres, que se han naturalizado con el paso del tiempo al interior de
las sociedades y han determinado formas distadas de vivir para unas y otros. Este proceso
ha construido una norma socialmente aceptada que jerarquiza los cuerpos, conductas y
promueve normas de convivencia social que reproducen relaciones desiguales de poder
entre las personas, y vulneran sobre todo a aquéllas que no cumplen los estereotipos
socialmente aceptados para hombres y mujeres, manteniéndolas en una condición de
subordinación, desvalorización y opresión social.

Esta desigualdad social ha estado presente a lo largo de nuestra historia de diferentes


maneras, sin embargo ha tenido como constante un carácter segmentado que convierte las
características biológicas en un estatus diferenciado de ciudadanía social y coloca los
cuerpos en un campo político específico con base en una valoración social y cultural que
permea tanto las instituciones del estado, los corpus legales que las organizan, las normas
de convivencia y socialización, la división sexual del trabajo, así como todas las relaciones
de intercambio presentes en la vida cotidiana de las personas.

Un primer escenario del conflicto ha sido establecido por la división sexual del trabajo, que
ha separado al mundo social en dos esferas: la pública y la privada. Durante mucho tiempo
la primera ha sido considerada propia para el desarrollo de la actividad de los hombres
(esfera del mercado), mientras que la segunda ha sido por lo general un espacio relacionado
con el quehacer de las mujeres (esfera del cuidado).
Sin embargo, esa noción ha sido fuertemente cuestionada desde hace ya algún tiempo, por
lo menos desde los años setenta, cuando el movimiento feminista tuvo su mayor fuerza. Por
tal motivo, hay en la actualidad un gran interés por discutir si los modelos con los que
estamos funcionando hoy en día mujeres y varones corresponden a una visión tradicional o
no tradicional de comportarse y ejecutar los roles socialmente asignados, o si coexisten
ambas posibilidades generando conflictos en el interior de las personas, pero también en su
interacción con otras; según como se plantee el problema, se aborda desde un nivel
intraindividual, interindividual y, sobre todo, posicional, por la dimensión ideológica que
adquieren los modelos de mujer y de hombre creados por las sociedades. Así, es indudable
que en el papel que actualmente desempeñan las mujeres en nuestras sociedades sigue
existiendo un conflicto entre los roles que se juegan en los espacios público y privado, pues
mientras muchas quieren ser profesionistas exitosas, e incluso líderes, en la academia, la
política, la industria y los deportes, al mismo tiempo buscan cumplir de la mejor manera
con los papeles socialmente designados de esposa y madre, mismos que son incompatibles
en muchas ocasiones. No contar con mecanismos eficientes para cumplir con las dos tareas
ha provocado diversas respuestas de parte de las mujeres, quienes muestran una enorme
frustración ante las escasas probabilidades de desarrollo en el terreno extradoméstico, o
bien una gran depresión cuando consideran que no están cumpliendo con las expectativas
que se tienen sobre su desempeño en los dos ámbitos. Por supuesto, ni todas las mujeres
pasan por tales crisis, ni cuentan con los mismos recursos para afrontarlas. Tomemos en
consideración que la manera en la cual mujeres y hombres hacemos frente a los conflictos
actuales nos muestra cómo las primeras tenemos expectativas complejas y contradictorias y
que a menudo esto tiene un efecto negativo sobre aquellas que no tienen estilos de
afrontamiento adaptativos, pues, como ya se ha dicho, las repercusiones de la desigualdad
suelen ser mayores para las mujeres que para los varones. Así, cuestiones tales como la
maternidad, ocupar un determinado puesto de trabajo, el desempeño profesional y las
relaciones de pareja y familiares pueden ser áreas de la vida de las mujeres donde se
expresa el conflicto. Debe considerarse que la conciencia (percepción) de la existencia de
relaciones inequitativas o desiguales entre mujeres y hombres implica en sí misma un
conflicto, una tensión que en numerosas ocasiones se ha visto expresada como una
confrontación abierta y a veces incluso violenta entre unas y otros.
La mujer comprende la mitad de la población mundial, ante la posición imperante del
hombre, ha sido confinada a un segundo plano y a la condición de “débil”, a través del
sistema de valores androcéntrico establecido, el proceso de socialización perpetua un
desequilibrio en el orden social de responsabilidades compartidas entre hombres y mujeres.
En este proceso de socialización, los hombres y mujeres asimilan e interiorizan los
elementos sociales y culturales que favorecen y garantizan su adaptación e integración en la
sociedad. El proceso de socialización no es neutro, categoriza la identidad de hombres y
mujeres, desde el momento que nacen, con unos atributos, maneras de ver, pensar, sentir y
actuar de acuerdo al mundo femenino o masculino.

El conflicto de género identifica lo natural y lo socialmente construido, y establece que el


sexo en sí mismo no es la causa de las desigualdades entre hombres y mujeres sino su
posición de género socialmente construida. Este sistema se fundamenta en un modelo de
sociedad androcéntrico, que establece:

1) El hombre se concede a sí mismo el poder para regular el universo y articular normas


según su pensamiento e intereses.

2) Ocultación del papel las mujeres a lo largo de la historia, la forma de percibir la realidad
a partir de los idearios masculinos. Los hombres son visibilizados como sujetos y las
mujeres como objetos.

3) Una forma explícita de discriminación. El modelo androcéntrico origina, promueve,


desarrolla y perpetua las relaciones desiguales entre ambos sexos, donde la mujer es
sometida por el hombre.

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