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Escuela Diaconal Arquidiócesis de Bogotá

Monseñor Jaime Mancera – Teología Pastoral


Germán Andrés Díaz Díaz - Estudiante de tercer año
La inculturación del Evangelio

UN GRAN DESAFÍO Y MISIÓN PARA LA IGLESIA


INCULTURAR EL EVANGELIO

En principio pensé realizar un escrito impersonal que diera cuenta, explícitamente, de lo que se nos preguntó en clase.
Sin embargo, dada la importancia del asunto y habiendo vivido una experiencia específica sobre el tema, pienso que bien
vale la pena jugármela por escribir en primera persona, lo cual me lleva a involucrarme -no simplemente participar- del
asunto que nos convoca.

Bien, en 2007 viví en la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires en la República Argentina. Estuve
inmerso en un claro ámbito de evangelización y vida eclesial. Experiencia maravillosa e inolvidable. Lo primero, nunca
dejó de ser impactante para mi ver a los argentinos que me reconocían o experimentaban como todo un “dulce de
hombre”, a mí, a quien en mi propio país siempre se me había reconocido y experimentado como un hombre demasiado
serio. Extraña sensación me producía este contraste puesto que yo no era una persona diferente aquí o allá, siempre
consideré que era la misma persona. Así que anímicamente me sentí enternecido conmigo mismo y profundamente
agradecido por aquel rostro de mí mismo que el Señor me estaba dando la oportunidad de conocer.

Lo segundo, el lenguaje -aunque es el mismo español- en mi cultura propia y en la que me recibía aparecía cargado de
modismos y significados distintos y a veces desconocidos para ambas culturas. Así que hubo un buen tiempo de
conocimiento mutuo, comprensión y adaptación.

Lo tercero, más allá del lenguaje las costumbres, la cultura. Sí que comenzaron a aparecer no pocas dificultades y
tragos no tan agradables. Por ejemplo, algo muy sencillo: los argentinos normalmente desayunan apenas con un pequeño
té o una aromática y un par de galletitas… el desayuno de un colombiano bien puede comenzar con un buen pocillo de
café con leche, pan y huevos al gusto hasta llegar a un buen calentao paisa, un tamal, un caldo de costilla, un caldo de
pescado, una buena changua, entre otras tantas posibilidades. Otro ejemplo, este más fuerte para mí: los argentinos la
mayoría de las veces no se bañan el cuerpo en la mañana… apenas se chispotean agua en la cara, se visten -incluso con
traje- y se incorporan a sus laburos. Muchas veces tuve que departir, trabajar y estudiar viéndoles las lagañas en la cara.
Yo no podía dejar de bañarme muy temprano así estuviéramos en pleno invierno. Pueden parecer cositas triviales, pero
no, sí que no lo son. En alguna ocasión no faltó algún reproche hacia mí por tanto escrúpulo y meticulosidad con el aseo.
“¡Ché! ¿Qué te pasa? ¿por qué no te bañas a la tarde como nosotros?”. No faltó quien en alguna oportunidad me dijera
“¡inculturate pibe, inculturate!”. Así que, lo repito, no pocas dificultades comenzaron a aparecer. Un día terminé diciendo
algo como esto: “si inculturarme significa volverme un cochino… pues creo que esta vaina no va a funcionar”.

Pero también un día reflexione palabras más, palabras menos algo como esto: “Germán Andrés… ¡Recuerda a Rut!
Una mujer extranjera que asumió completamente la cultura y raigambre de un pueblo al que no pertenecía, el de su
suegra. Rut en un momento crucial de su existencia le dijo a Noemí: «tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios».
Germán Andrés, ¡sé como Rut!, ella termino siendo nada más y nada menos que la bisabuela del Rey David. Al finalizar
este ejercicio, esta etapa y después de leer en retrospectiva la historia -ya en mi país nuevamente- puedo decir que
quedaron grandes amigos del alma, una muy buena impresión de la personalidad y laboriosidad de los colombianos, y,
hay que decirlo, se sirvió como instrumento de salvación en no pocas oportunidades, se tocaron corazones, se brindaron
oportunidades importantes de ayudarle a personas concretas de resignificar sus vidas a la luz del Evangelio, se sirvió

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como mediación para al menos iniciar procesos de transformación interior en personas ávidas de Dios, a partir de lo
sencillo, bello y armonioso del vivir una relación con Dios a partir de la sencillez de su presencia misericordiosa.

¿Para qué todo esto que he dicho hasta el momento? Para intentar comprender un poco más profundamente de qué se
trata aquello de la inculturación del Evangelio. Hay que abrirle paso a lo que nos enseña la Iglesia.

GAUDIUM ET SPES
Nos enseña que la primera inculturación la realizó el mismo Dios cuando asumió la condición humana a través del mis
amigos del alma

SANTO DOMINGO
Nos enseña que la primera inculturación la realizó el mismo Dios cuando asumió la condición humana a través del
misterio de la Encarnación, entrando eficazmente en la cultura (Cf. S 228). Jesús asume nuestra condición a tal punto que
le da un nuevo significado a la existencia humana. Así que aquí puedo reconocer que inculturación tiene que ver
ciertamente con asumir la cultura, sin traicionar la esencia de lo que se es; tiene que ver con asumir para transformar en
algo mejor.

Ahora bien, a la Iglesia se le presenta todo un desafío, le corresponde inculturar el Evangelio que ha recibido a la luz
no solo del misterio de la Encarnación del Verbo sino a la luz del Misterio Pascual y de la efusión del Espíritu Santo
recibida en Pentecostés (Cf. S 230)

APARECIDA
Nos

MI COMPRENSIÓN PERSONAL
Nos enseña que la primera inculturación la realizó el mismo Dios cuando asumió la condición humana a través del mis
Inculturar el Evangelio es introducir en la cultura.
Gaudium Et Spes,

No olvide, no se equivoque, no descuide, haga una síntesis vital, aumentar el intercambio.

Acervo cultural

Caridad, misericordia, paciencia,

No se trata de adoptar las costumbres propias de un lugar o ignorarlas, pero tampoco desconocerlas y perder la
oportunidad de enriquecer la propia con lo positivo de aquellas.

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