estético-erótica? Marcuae: Tal vez sepa usted que entre las muchas eosas que se me han r^rochado destacan particularmealte dos. Se pretende que he dicho que la oposición estudiantil puede hoy y por si misma hacer la revohidón. Y que también he dicho que lo que en América llamamos kippies y ustedes llaman Gammler, beatnifcíj es la nueva dase revolucionaria. Estoy muy lejos de hacer afirmaciones así. Pero sí que quiero indicar que hoy hay efectivamente en la sociedad tendencias —anárquicam^ite sin organizar, tendencias espontáneas— que anuncian la ruptura total con las necesidades draninantes en la sociedad represiva. Los grupc» a los que ha aludido usted son característicos de un estado de desintegración del sistema, que como fenómeno no tiene ninguna fuerza transformadora, pero que acaso un día, junto con otras fuerzas objetivas mucho más potentes, pueda tener su función. Pregunta: Ha dicho usted que existen ya técnicamente las fuerzas materiales e intelectuales necesarias para la transformación. Creo que esa afirmación no es «nrecta ni siquiera desde el punto de vista de su reposición, ya desde un punto de vista puramente terminológico, y que usted quiere decir en realidad 21 qa« existtai las fuerzas materiales e intelectuales pai« la nueva soaedad, para la "utopía", pero no para la %Íiisfomiación. Pero la cuestión que realmente debe iateresamos y sobre la cual no hemos recibido respuesta alguna'de usted, es la de las fuerzas materiales e intelectuales necesarias para la transformación. Morcuae: Para contestar a esa pregunta haría falta, desde luego, otra conferencia. Ue aquí un par de tndícadcmes: he insistido mucho ea el concepto de las necesidades y en el de la diferencia cualitativa porque tienen mucho que ver con el problema de la transformación. Uno de los factores principales que han impe. dido la transformación que desde hace decenios está objetivamente al <»den del día es la ausencia o la represión de la necesidad de transformación, necesidad que ha faltado en cuanto diferencia cualitativa a los grupos sociales portadores de la transformación. Si Marx ha visto en el proletariado la clase revolucionaria, ello se debe entre otras cosas, y acaso ante todo, a que el proletariado estaba Ubre de las necesidades represivas de la sociedad capitalista, a que en el proletariado se podían desarrollar las nuevas necesidades de libertad, que no estaban ahogadas por las viejas necesidades dominantes. Hoy eso no ocurre ya en gran parte de los países capitalistas muy desarrollados. La dase traba]adora no representa ya ía cíase que niega ía$ necesidades existentes, fiste es uno de los hechos má$ serios con que tenemos que enfrentamos. Por lo qu^ hace a las fuerzas necesarias para la transformación, reconozco sin más que hoy nadie es capaz de dar un^ receta, de indicar: ahí tenéis vuestras fuerzas revolucionarias, ésa es su fuerza y hay que hacer tal y tal cosa. Lo más que puedo hacer es indicar en qué consis. 22 ten potencialmente las fuerzas que sugieren una transffsmadón radical del sistema. Las contradicciones cmsioas internas al capitalismo son hoy más viol^itas que nunca, particularmente la contradicción general eotte el desarrollo gigantesco de las fuerzas productivas y la riqueza social, por un lado, y la utilización destniptiva y represiva de esas fuerzas productivas, por Otíft ®sa contradicción es hoy infinitamente más dt6Él$0 ^ e nunca. En segundo lugar, el capitalismo se edxenta hoy, en el marco global, con fua:zas antícapttalistas que ya en diversos lugares del mundo se encuentran en lucha abierta contra él. Y, en tercer lugar, hay fuerzas negativas en el capitalismo tardío mismo, en los Estados Unidos y también en Europa, y en este punto sí que no tengo empacho en citar la oposición de los intelectuales, particulannente de los estudiantes. Hoy la cosa nos resulta curiosa, pero basta con un poco de conodmiento histórico para darse cuenta de que sin duda no es la primera vez en la historia que una transformación histórica radical empieza con los estudiantes. No sólo en Europa, sino también en otros continentes. La actual función de los estudiantes y de la intelectualidad, de la que se reclutan precisamente las posiciones dirigentes de la misma sociedad existente, es históricamente más importante que la que probablemente ha tenido en otros tiempos. A eso se añade la rebelión de la moralidad sexual, la cual se dirige contra la moral dominante y ha de tomarse en serio de im modo u otro como factor desintegrador, c(»no queda de manifiesto por la reacción que provoca, pwticulannente en los Estados Unidos; y por último y probablemente, aquí en Europa, las partes de la clase trabajadora que no hayan sucumbido aún 23