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Hasta mayo de 1813 la jurisdicción de las Cortes de Cádiz se limitó a la propia ciudad.
Su dominio se extendió conforme retrocedieron los franceses. El 11 de diciembre de
1813 Fernando VII fue restablecido en el trono por Napoleón. Regresó a España en
marzo de 1814. A principios de mayo estaba previsto que las Cortes se reunieran por
primera vez en Madrid. Pero el Rey no quiso sancionar una revolución que mermaba su
poder. Contaba con el apoyo de altos mandos militares, de funcionarios de las
instituciones liquidadas por los liberales y de buena parte de la jerarquía eclesiástica.
Tenía, también, la connivencia de casi un centenar de diputados absolutista que
reclamaron en un texto conocido como el Manifiesto de los Persas la supresión de las
Cortes y el retorno al Antiguo Régimen. Amparado en la fuerza y en dicho manifiesto,
el 4 de mayo de 1814 Fernando VII suspendió la Constitución, disolvió las Cortes,
derogó su obra legislativa y persiguió a los liberales, que fueron encarcelados, o
hubieron de partir hacia el exilio.
Así pues, la Constitución de Cádiz sólo estuvo en vigor entre marzo de 1812 y mayo de
1814. Volvería estarlo entre 1820 y 1823 (el 8 de marzo de 1820, en Madrid, Fernando
VIIes obligado a jurar la Constitución española de 1812 y a suprimir la Inquisición
española), y entre 1836 y 1837. Mas a pesar de su breve vigencia, muchos de sus
principios fueron desarrollados a lo largo del siglo. Además, durante años fue un texto
referencial, mítico, sobre todo para la izquierda liberal. Un texto cuya influencia
trascendió a las fronteras españolas, pues resultó crucial en el desarrollo del
constitucionalismo hispanoamericano e insufló el espíritu revolucionario europeo en las
primeras décadas del Siglo XIX.