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Para empezar a caminar - grupos de jóvenes de la parroquia

En esta oración vamos a aprender a orar desde la oración principal para los cristianos, el Padrenuestro.
Para ello empezaremos viendo de dónde surge esta oración, pues a veces pensamos en los apóstoles como las personas perfectas
que habían sido elegidas por Jesús, y no se llega a comprender su dimensión de discípulos, de aprendices de Jesús. Una persona del
grupo leerá el siguiente texto: El Padrenuestro: Lucas 11, 1-4.
Se les propone que en silencio vuelvan a leer estas palabras que Dios nos dirige, y que reparen en ellas, en alguna frase en concreto,
y pensamos en alguna sencilla respuesta que le damos a Dios a propósito de esa frase del Padrenuestro. Lo ideal es que la escriban
y luego la digan en voz alta.
Terminaremos este espacio rezando todos juntos precisamente el Padrenuestro.

3. Me llama tal como soy (Lc 19, 1-9)

Pistas para el acompañante


• No dejar este momento de oración a la improvisación. Preparar el lugar: oratorio o capilla. Servirnos de gestos: una vela, una
biblia, una cruz…
• Que el joven pueda seguir descubriendo que vamos a hacer algo especial.
• En esta ocasión, ayudarles a sentir que Jesús les llama a seguirlo. No es mérito nuestro, sino pura gracia suya. Nos llama, a
pesar de nuestras faltas, porque nos ama. Para ayudar a transmitir esta idea se podrían preparar letreros con el nombre de cada
joven entre exclamaciones en su asiento, como si le estuviera llamando Jesús.

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¿Quién soy?

En clima de oración, leemos la


introducción que sitúa el mo-
mento. Es importante recalcar
la actitud de apertura, que el
joven esté dispuesto a abrir el
corazón durante esta oración.
A veces estamos acostumbra-
dos a hablar sin parar, a opi-
nar, a comernos la cabeza, o a
estar en silencio pensando en
nuestras cosas, pero no escu-
chamos, no estamos atentos
a lo que nos dicen. Los cris-
tianos sólo podemos crecer si
escuchamos a Jesús en nues-
tro corazón.
Con esa actitud escuchare-
mos el canto inicial (Canción
3). El canto nos invita a estar
atentos y “escuchar su voz”,
la voz del que camina a nues-
tro lado. También nos invita a
ser humildes cuando sintamos
que Jesús nos está pidiendo
que le sigamos, que confie-
mos en Él… que cultivemos
estas y otras actitudes. Pode-
mos sugerir que identifiquen
esas actitudes que se des-
prenden de la canción, para
que sea sentida y no escucha-
da de manera rutinaria. Si la
pudieran ensayar antes con
guitarra sería ideal, y si no, se
puede escuchar en audio sim-
plemente.
Intencionadamente aparece una frase de Santa Teresa de Jesús, que nos define lo que es la ora-
ción. Tanto si se ha creado el clima adecuado como si no, se puede leer, detenerse y explicarla. Que
el joven se percate de que, aun rezando en grupo, se puede “tratar a solas” con el “mejor amigo”
que podemos tener, es una catequesis preciosa. No estamos rezando “porque toca”, sino porque
hay Alguien que nos ama, y como toda persona que nos ama, queremos dedicarle un tiempo y un
diálogo personal.

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Para empezar a caminar - grupos de jóvenes de la parroquia

El Salmo 15 se propone re-


zarlo a dos coros, con un
tiempo posterior de reflexión
personal, tal y como se espe-
cifica en el material del gru-
po, para que hagan ecos del
mismo. También se propone
escuchar el canto de “Brotes
de Olivo” (Canción 4), que
puede ayudar a que el Salmo
“cale” más en los jóvenes.
Conviene detenerse en el
Salmo, pero sin alargarse en
exceso.

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¿Quién soy?

Se proclama el Evangelio
(puede hacerlo un miembro
del grupo al que se le haya
pedido previamente), y se deja
un momento de silencio y ora-
ción personal, al que puede
ayudar una música de fondo.
Quizás al releer el Evangelio,
o al contemplar la escena de
Jesús y Zaqueo mirándose…
el Espíritu Santo nos esté que-
riendo decir algo. Insistimos
en la actitud de apertura del
corazón en este momento en
que hemos escuchado nada
menos que la Palabra de Dios.

En este momento el acompañante guía al grupo en la reflexión del Evangelio leído. Sabemos que estos jóvenes están comenzando
en su vida de fe. Pero el acompañante puede servirse de estas pistas para ayudarlos a reflexionar sobre su experiencia cristiana si la
tienen, o sobre la experiencia que están comenzando a tener.
• Como Zaqueo, también nosotros somos pecadores. Muchas veces vivimos por encima de los demás, o a costa de ellos. Pero
también nosotros tenemos la intención de conocer a Jesús. Él nos conoce y nos ama, pasa por donde estamos, por nuestra vida
diaria, por aquellas situaciones que vivimos; y nos llama por nuestro nombre, porque quiere alojarse en nuestra vida.
• Zaqueo tenía ansia de encontrarse con Jesús: ¿Y tú? ¿Cuál es el árbol que te permite ver a Jesús, encontrarte con su mirada?
• ¿Has tenido alguna experiencia concreta donde has experimentado la “mirada” de Jesús? ¿Qué ha cambiado en tu vida? ¿Qué
estás dispuesto a perder (o a ganar) para encontrarte de verdad con Jesús?
• La experiencia de Zaqueo es la de sentirse no condenado, sino amado, lo cual le llena de alegría: ¿Te sientes feliz de ser segui-

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Para empezar a caminar - grupos de jóvenes de la parroquia

dor de Jesús? ¿O vives tu condición de discípulo con temor con inquietud, viendo que no estás a la altura?
• ¿Qué profundidad tiene tu relación con Jesús... o con los demás?

En este clima de oración los


jóvenes escribirán aquello
que le dirían a Jesús si en
este momento pasara por su
vida. El acompañante puede
decir estas palabras:
“Jesús hoy pasa por tu vida.
Tú tienes deseo de verlo. Él
te mira y te dice que quiere
alojarse en tu casa. Tú, ¿Qué
le dirías? Una vez que estu-
vierais a solas ¿Qué le pedi-
rías?”
Una vez que todos hayan re-
flexionado y escrito, pueden
leerlo, como si al mismo Je-
sús se lo estuvieran diciendo,
y les haremos comprender
que eso es hacer oración:
“Hablar de amistad con
quien sabemos nos ama”.
Tras este momento de pedir-
le al Señor, recogemos todas
estas oraciones, y las que se-
guro quedan en nuestro co-
razón, con las palabras que
Él nos enseñó, las del Padre-
nuestro, a la que habíamos
dedicado el final de la sesión
anterior.
Finalmente, terminamos con
la oración final, en la que el
acompañante puede leer la
introducción y las frases en
mayúscula, y todo el grupo
responder con el resto. Se-
guimos educando a orar en
grupo.

Por último y para terminar,


recordamos a María, la que
quiso que el proyecto de
Dios se hiciera realidad en
ella, con el canto de la Her-
mana Glenda (Canción 5),
que también puede ayudar a
que el joven rece y le pida a
Dios que “pase por su vida”
y le proponga un “cambio de
vida”, dedicada a los demás.

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