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sólo podría utilizarse débilmente al menos dentro de los programas artísticos
de la danza neoclasicista.
Platón menciona la danza en los libros II y VII de Las leyes (655ª ss. Y 812c
ss., respectivamente). Allí destaca el carácter mimético de la danza y señala
que “se deberá escuchar aquella música y danza que desarrolla la moderación
y la racionalidad, el orden y la medida; deberá huirse de lo desmedido y
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desordenado” (cit. en Bozal 1987: 75). Armonía, ritmo, racionalidad, estructura
matemática serían los elementos miméticos, los rasgos comunes entre la
música y la danza, que las acercan a las partes más nobles del alma. No es
éste un parecido empírico sino que su fundamento es la búsqueda universal de
la Belleza.
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El cuerpo como una noble irrealidad y el movimiento colocado en un ámbito
idealista no estarían imitando algo visible ni obedeciendo solo a convenciones
culturales, sino acercándonos a las ideas platónicas ubicadas en el 'mundus
inteligibilis’.
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Originalmente, el término canon proviene del griego, kanon, que significa “vara de rosal, caña, vara recta y larga
(para medir), brazo de la balanza (…)”.A partir de ahí, por analogía, se entiende como patrón de medida y de forma.
Kanon significa norma. La aplicación del término al cuerpo humano nació en Egipto, por la necesidad de poner a
trabajar a la vez a varios artistas en la escultura de una sola figura humana de gran tamaño, ésta era dividida en
bloques para ser ensamblados. A partir de ahí, surgió la idea de que un canon suponía la existencia de una única
proporción que ofrecía garantía de perfección.
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hasta su coronilla, mide una octava parte de todo el cuerpo; una sexta parte mide
desde el esternón hasta las raíces del pelo y desde la parte media del pecho hasta la
coronilla, una cuarta parte. […] Por tanto, si la naturaleza ha formado el cuerpo
humano de modo que sus miembros guardan una exacta proporción respecto a todo el
cuerpo, los antiguos fijaron también esta relación en la realización completa de sus
obras, donde cada una de sus partes guarda una exacta y puntual proporción respecto
a la forma total de su obra (Vitruvio : De Architectura. En el Libro Tercero-Capítulo I)
Si, tal como señalaba Vitruvio, la naturaleza había creado el cuerpo humano de
modo que sus miembros guardaran una exacta proporción respecto a todo el
cuerpo, el arte de la danza fijó también este principio, no solo en cuanto a la
belleza de los cuerpos involucrados en este arte, sino también a la relación que
unía el cuerpo con sus movimientos y desplazamientos, cada uno de ellos
debía guardar una proporción en cuanto a su diseño y su contorno debía ser
exacto y definido.
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cada vez más exigente fue una tarea que demandó varios siglos y solo podía
lograrse con un gran dominio logrado gracias al perfeccionando de una técnica
sofisticada.
Los gimnasios […] eran verdaderas escuelas de belleza. Allí contemplaban los artistas el
desarrollo de las formas […], tenían siempre presente la belleza de las formas, y ésta les
era familiar. […] la belleza va perfectamente asociada a la juventud. Por eso el esfuerzo
más sublime del arte es la expresión de las formas de la edad bella por excelencia.
(Winckelmann 2000:129).
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por leyes propias y determinada por formas estructuradas también según la
“Divina Proporción”.
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determinación de las posiciones de brazos y piernas, se agregó la codificación
de las posiciones del cuerpo, regidas por los ejes ortogonales o diagonales.
Cada una de estas posiciones está absolutamente especificada y tiene un
nombre definido, ninguna de ellas tiene un significado en particular y, sobre
estas formas apriorísticas33, se construyó toda la arquitectura la danza
neoclasicista.
En 1725, Pierre Rameau, alegaba con respecto a las cinco posiciones: “Estas
posiciones fueron descubiertas gracias al empeño de Beauchamp, quien
deseaba dar un fundamento definitivo a la danza. [...] deben ser consideradas
como leyes indispensables e inflexibles. […] De ahí que se consideren como
reglas imprescindibles que deben ser respetadas.” (Rameau 1946: 5-6). Más
de dos siglos después, Lincoln Kirstein (1907-1996), co-fundador y director del
New York City Ballet, afirmaba:
El vocabulario del ballet […] depende de un control muscular y nervioso que ha llevado
cuatro siglos de búsqueda en una lógica que combina la anatomía, la geometría y el
contrapunto musical […] La raíz del entrenamiento del ballet según las cinco posiciones
de pies establecidas aproximadamente trescientos años atrás no es arbitraria […] Su
extrema acrobacia produce un riesgo cuya superación produce la respuesta ardiente de
la audiencia […] Su filigrana de pasos discretos; su velocidad, suavidad, y notoria
ternura; su síncopa métrica y asimetría colocan el superdrama visual en su máximo
espectro. (Copeland & Cohen 1983: 241)
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Este término asocia el sistema de movimientos al concepto de razón pura, es decir, la forma en que se constituyeron
los movimientos de la danza procede de la razón y no de la experiencia. En el apriorismo, se sostiene que nuestro
conocimiento posee algunos elementos a priori que son independientes de la experiencia. Esta afirmación también
pertenece al racionalismo.
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La relación causal entre estas imágenes visuales y su significado se basaba en
la búsqueda de un orden en consonancia con las cualidades objetivas de la
Belleza, es decir, estos signos artificiales originados en la mente señalaban,
como el canon corporal, hacia un referente no visible en el mundo fenoménico.
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Aunque artificial, el sistema estaba muy lejos de ser arbitrario debido a su
fundamento en un pensamiento analítico, en el racionalismo estético y en la
estética del neoclasicismo y, obviamente, no estaba dirigido a copiar “cosas
particulares”, sino que intentaba reflejar la estructura profunda del mundo como
una visión armoniosa. El cuerpo quedaba así transformado en un soporte
neutral que intentaba introducir la menor cantidad de alteraciones en aquello
que pretendía reflejar como el agua límpida en que Narciso se observaba.
En el siglo XX, este vocabulario apriorístico fue re-significado por las teorías
formalistas al revalorizar el lenguaje con independencia de cualquier otra
finalidad, incluso la filosófica, el mismo se constituyó en una forma autónoma
de representación. El análisis del médium expresivo desde su función
absolutamente artística exigía fundamentar esta gramática en nociones
diferentes de las idealistas, rescatando la especificidad del lenguaje de la
danza y su artisticidad, liberándolo de toda función heterónoma.
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