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PLANEACIONES DE CLASE BLOQUE III DE HISTORIA II

PROFESORA: ARACELI OLVERA VILLARREAL


PLANEACION DIDACTICA SECUENCIA:20 PERIODO: 27-31 DE MAYO
ESCUELA SECUNDARIA: JULIAN GASCON MERCADO GRADO 3 “A” FRANCISCO I.
CLAVE:18EST0009Y MADERO
BLOQUE III Cambios sociales e instituciones contemporáneas
EJE Cambios sociales e instituciones contemporáneas
TEMA:
Permanencia y cambio en la historia.
APRENDIZAJES Analiza sobre los cambios más urgentes en el país.
ESPERADOS Reconoce los principales obstáculos al cambio y las vías para retirarlos.
PROPOSITO: Utilizar fuentes primarias y secundarias para reconocer, explicar y argumentar hechos y
procesos históricos, simultaneidad de distintos acontecimientos
Analizar fuentes históricas para argumentar acontecimientos históricos, elaborar una
infografía.
Enfoque Es importante desarrollar el pensamiento histórico para favorecer en los estudiantes la
competencial ubicación espacio-temporal, la contextualización, la comprensión de la multicausalidad, el
reconocimiento de los cambios y la permanencia. El aprendizaje de la historia se lleva a cabo a
partir de estrategias el profesor plantea a los estudiantes para que desarrollen su pensamiento
histórico un análisis de diferentes fuentes para argumentar.
COMPETENCIA CONOCIMIENTOS , HABILIDADES, VALORES Y ACTITUDES
S

INICIO:
El docente presenta el contenido y el aprendizaje esperado. Aborda el tema "Permanencia y cambio en la
historia", pregunta detonadora ¿Cuáles son las situaciones y sectores sociales más resistentes al cambio?
En plenaria los alumnos responden. Se informa al grupo que la actividad a realizar es una infografía con el titulo:
los cambios más urgentes en el país

DESARROLLO:
Se promueva una discusión sobre los problemas políticos y sociales que han perdurado a lo largo del tiempo en
nuestro país.
1.- Analiza el texto los cambios más urgentes en México.

Desigualdad y exclusión

Desempleo y pobreza

Falta de inversión, falta de crédito y falta de política económica

2.- Realiza la infografía

CIERRE:
Exposición de infografía
TIEMPO: 4 sesiones de 55 minutos.
RECURSOS: cartulina, plumones, información impresa.
 Principales problemáticas que se enfrentan en este ámbito
Desde el último tercio del siglo XX se ha venido incrementando la percepción de un malestar generalizado en el mundo
contemporáneo que ha llevado a hablar de una crisis civilizatoria. Esta situación es producto de un cambio de época a nivel global. Las
estructuras económicas y políticas heredadas como el capitalismo y el Estado-nación, así como las instituciones y referentes que
dieron sentido por siglos (iglesias, familia, partidos políticos, estructura educativa etc.) se resquebrajan. A la par, nuevas formas de
convivencia humana, no exentas de contradicciones y tensiones, están emergiendo facilitadas y promovidas por las nuevas
tecnologías de la comunicación.
Esta compleja realidad social se manifiesta de diversas maneras en nuestro país. Los ámbitos económico y político manifiestan una
serie de disfuncionalidades y contradicciones debido a las estrecheces inherentes a estos sistemas institucionales, como también a las
propias dinámicas de exclusión/inclusión, con sus secuelas de marginación y desigualdad heredadas del pasado. Del mismo modo, se
puede observar cómo la peculiar cultura moderna/posmoderna centrada en el individuo y el pluralismo coexiste con formas de
socialidad indígenas, coloniales y post modernas. Esto nos permite afirmar desde una perspectiva global, que la crisis generalizada y
multidimensional, que experimenta la sociedad mexicana, no es puramente endógena ni impuesta. Tal es el caso de tres problemas
ancestrales de la realidad social mexicana que se han exacerbado en los últimos cincuenta años: la desigualdad, la exclusión y la
violencia.
II. Principales injusticias
 
Desigualdad y exclusión
Si bien es cierto que desde su pasado colonial México se ha caracterizado por una enorme brecha entre los pocos que tienen mucho y
los muchos que apenas tienen algo, en el último medio siglo esa brecha se ha ensanchado. A este respecto resulta ilustrativo que
México sea la patria de un 20% de la población que gana más de trece veces lo que percibe la población que ocupa el 20% inferior.
Esta desigualdad tiene su correlato económico, social, cultural y político con una enorme masa de desposeídos marginados del tener,
del saber y del poder, lo que se expresa en un gran número de personas que no tiene acceso a servicios de salud y carece de
atención médica de calidad, falta de acceso a la educación por tener que trabajar, y quienes tienen oportunidad acceden a educación
de mala calidad, campesinos y otros grupos que han tenido que abandonar el campo, sus negocios y casa, y migrar para huir de la
violencia y la miseria, con las dramáticas consecuencias que esta movilidad conlleva (pérdida de redes sociales, separación de las
familias, problemas de salud mental, derivados del proceso de aculturación que deben enfrentar en el país anfitrión, así como la
exclusión de amplias franjas de la población a empleos dignos, a condiciones dignas de vivienda y a un futuro en el sentido amplio del
término. La exclusión va más allá de lo económico, ya que también a través del racismo, la homofobia, el patriarcado, el clientelismo,
la ideología y la discriminación étnica y cultural.
 
Violencia
Hoy México está sufriendo una situación de violencia estructural mezclada con violencia criminal organizada (y desorganizada),
pública y privada, oficial y clandestina. Lo que a ojos de muchos se lee como una situación de guerra por el control de los territorios, el
despojo, el trasiego y el mercado de las drogas; situación que ha alcanzado una visibilidad particular a partir de 2007. De acuerdo a
algunos informes, como el de Amnistía Internacional México o el reportado en la revista Nexos de enero de 2015, esta guerra alcanzó
a finales de 2013, sesenta mil asesinados y veintitrés mil desaparecidos en el país Esta guerra ha revelado la colusión entre
delincuencia, mercados y gobiernos. Una de las consecuencias más inmediatas de lo descrito es la situación de miedo e incertidumbre
en prácticamente todas las capas de la población. Cabe hacer mención que la intrincada red de intereses de la clase política mexicana
en su conjunto y la interpenetración de gran parte de ella con el crimen organizado, han tornado insuficientes e ineficaces gran parte
de las políticas públicas para resolver la situación antes mencionada, lo que también ha abonado al descrédito de las instituciones
públicas.
Además de la violencia estructural, la violencia también se expresa al interior de las familias, en la inequidad de género, no obstante
que las mujeres han ganado espacio y visibilidad en distintos ámbitos de la vida pública y privada. Los niños, ahora más que nunca,
están expuestos a presenciar la violencia dentro de su hogar, como a ser víctimas de violencia emocional, física y sexual. Es en los
hogares más pobres donde existe una mayor prevalencia de trastornos crónico degenerativos y mentales debido a que existe un
apoyo social inadecuado, ambientes violentos y caóticos, baja supervisión parental en las familias, disfuncionalidad familiar, carencias
afectivas, proliferación de estilos de vida nocivos y entornos no saludables que resultan en un incremento en el consumo de drogas y
en la participación de conductas ilícitas. Son la inseguridad y la violencia lo que impide a las personas salir a parques y jardines a
convivir, a divertirse y a ejercitarse (el 60% de niños y adolescentes se consideran inactivos), lo que a su vez los impulsa a ver la
televisión y usar los juegos de pantalla, que más que promover valores cívicos y sociales, presenta a la violencia como un modelo a
seguir.
III. Aspectos que permiten pensar que es posible transformar la sociedad
Frente a este escenario, diversos grupos se articulan alrededor de la exigencia de reconocimiento, igualdad y justicia (víctimas,
jóvenes, mujeres, colectividades indígenas, feministas, LGBTTI, migrantes), instituciones (académicas, religiosas, de derechos
humanos, etcétera) y el gobierno, ensayan y proponen esquemas y experiencias a corto y mediano plazo con vistas a solucionar estos
grandes problemas. Se ha buscado reconstruir redes sociales y familiares, con el fin de generar ambientes que apoyen a niños y
jóvenes a no perder la esperanza y al mismo tiempo, a crear oportunidades que les permitan un futuro digno, que promueva la salud
física y emocional para enfrentarse con fortaleza a las mafias que les ofrecen recursos fáciles de obtener y de gastar en un
consumismo desmedido.
Las iniciativas que individuos, colectivos, comunidades e instituciones de diversos tipos han venido generando son una muestra de la
resistencia y creatividad de los grupos e individuos afectados por las problemáticas arriba mencionadas. Los lazos sociales se están
reconfigurando de maneras inéditas, desde las totalitarias y violentas hasta las emancipadoras y anti-sistémicas para intentar dar
solución a los problemas más urgentes. Las iniciativas emergentes se están caracterizando por reestructurar continuamente sus
modos de organización, los cuales se integran por grupos, comunidades y movimientos constituidos por identidades múltiples, por
opciones de género diversas, por pertenencias temporales, electivas, sin proximidad territorial, por mencionar solo algunos rasgos. La
gran mayoría de estas nuevas formas sociales no pretenden plantear un proyecto para todos sino simplemente ensayar formas locales
o temporales para sobrevivir y/o salir adelante en un contexto adverso.
En medio de esta compleja problemática, algunas voces han propuesto poner una atención especial a la familia dada su importancia
en el desarrollo del individuo. Si bien las formas sociales de la familia moderna son muy plurales, dicha institución sigue viva y es
fundamental.
Se vuelve urgente que la Universidad cuestione su contribución y su función frente a las problemáticas y las nuevas iniciativas
sociales, lo cual nos puede llevar a revisar la forma como se lleva a cabo la investigación, la docencia y revisar el tipo de individuos y
ciudadanos que se están formando. Igualmente habría que preguntarse sobre la vinculación que tiene o debe tener la universidad, con
los grupos emergentes, con las experiencias de resistencia y las nuevas epistemologías.

Desempleo y pobreza

La población económicamente activa asciende en México a unos 40 millones de personas. Esta población crece a una tasa anual
aproximada de 3%, lo que significa una cifra de un millón 200 mil personas que cada año se incorporan al mercado laboral en busca
de empleo. En años de crecimiento económico alto, el sector formal de la economía ha podido crear alrededor de 400 mil empleos por
año. El resto de la nueva fuerza laboral, unas 800 mil personas, se ve obligado al empleo informal de diversos tipos (incluyendo
actividades ilegales) o a emigrar a Estados Unidos. Sin embargo, la economía no ha estado creciendo a un ritmo alto y sostenido en
todos estos años, lo que implica que el número de personas forzadas al empleo informal, la emigración o, de plano, la delincuencia,
sea mayor y creciente, a causa de la falta de oportunidades de trabajo. Es decir, a la pobreza endémica del país se suma cada año un
nuevo grupo de desempleados, lo que constituye sin duda un caldo de cultivo propicio para todo tipo de actividades ilegales. La causa
directa de esta falta de oportunidades es la relativamente baja inversión en proyectos productivos generadores de empleos formales,
lo que a su vez se debe en parte a la ausencia de un sistema financiero real y el abandono de la política industrial por parte del Estado
en los últimos 30 años, temas que veremos más adelante.
2. Falta de respeto a las leyes

La carencia de una cultura de respeto a la ley, entendida esta en un sentido amplio, no es algo nuevo en México: podríamos ubicar su
origen en la época colonial. Tampoco es exclusiva de nuestro país. De hecho no hay país en el mundo en el que todas las leyes se
cumplan y respeten siempre. Pero cualquiera que sea el indicador que se tome al respecto, México se cuenta actualmente entre los
países en los que las leyes se respetan en menor grado. Es evidente que en nuestra sociedad las normas se cumplen solo cuando hay
una amenaza clara de sanción y autoridades con capacidad para aplicarla.

Esta carencia de cultura de la legalidad obedece a varios factores de diversos tipos, de los que destaco solo dos. El primero es que
una buena parte de las leyes no se puede cumplir, ya sea porque unas leyes contradicen a otras, porque son obsoletas o inadecuadas
o porque simplemente no hay autoridades en cantidad y con capacidad suficientes para hacerlas cumplir. El segundo es la ignorancia
y el temor, o el desprecio que sienten los diversos sectores sociales respecto a las leyes. En los sectores de menores recursos
económicos se percibe a las leyes como impuestas, es decir decididas al margen de ellos y, en consecuencia, se ven como ajenas y,
en general, hechas para perjudicarlos, no para protegerlos. En los grupos de recursos económicos altos la percepción es más o menos
inversa, es decir, se percibe que las leyes están para favorecerlos, pero solo a ellos y cuando no es así, se busca cualquier resquicio
técnico para evadirlas. El resultado en ambos casos es el mismo: las leyes no se perciben como propias, como un mecanismo que se
da la sociedad para funcionar en sus diversos ámbitos, en sí mismo digno de respeto, justo y de aplicación general.

Las autoridades de diversos tipos, niveles y orígenes partidarios no han podido eliminar la percepción que se tiene, entre la sociedad,
de que son ellos los primeros en violar la ley y esto aparece como un elemento adicional de justificación moral para el incumplimiento
de las normas entre los ciudadanos. De ahí que se identifique a la corrupción como un obstáculo fundamental para el avance social.
Pero la corrupción es solo una parte del problema más amplio y contextual que es el incumplimiento de las leyes en general. Este tiene
implicaciones políticas, económicas y sociales de primera magnitud, sobre todo en un país que intenta adecuarse a la modernidad y a

la falta de cumplimiento de las leyes por los diversos grupos sociales complica y limita la política económica instrumentada por el
Estado, por ejemplo en lo que se refiere a la recaudación fiscal, y hace prácticamente inútil cualquier reforma que al respecto se pueda
llevar a cabo. En este contexto las recomendaciones de los economistas ortodoxos, consistentes en la reducción de la regulación, han
empequeñecido todavía más los ingresos del Estado y, lejos de eliminar los problemas, en realidad han favorecido el contrabando y la
piratería. En términos más generales, el comercio y otras actividades económicas informales son resultado de la incapacidad del
Estado para hacer cumplir las leyes y del abandono de la regulación.

En su dimensión política, el no apego a la legalidad vigente por parte de algunos grupos o personas, unos con la
justificación moral que da el ser sujetos de abandono y explotación por décadas, como los indígenas, otros sin ella,
combinado con la falta de capacidad de las distintas autoridades, sea para negociar acuerdos en el marco de la ley
con los primeros o para aplicar la ley de manera estricta con los segundos, lleva tarde o temprano a un camino de
ingobernabilidad y desintegración social. En sustitución de las leyes de aplicación general, empiezan a prevalecer
usos y costumbres locales. De ello son muestra el surgimiento en diferentes zonas del país de municipios
autodeclarados autónomos y de linchamientos.

3.    Falta de inversión, falta de crédito y falta de política económica


Como en el caso de otros países en desarrollo, México requiere de una tasa de inversión respecto a la producción
nacional de cuando menos 25% anual en términos reales y de manera sostenida para alcanzar tasas de
crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), a su vez, altas y sostenidas en el largo plazo, según estimaciones de
organismos internacionales. Con ello, la economía podría aumentar significativamente la generación anual de
empleos y, en consecuencia, la proporción de los salarios en el valor agregado, es decir, reducir la concentración
del ingreso. En ninguno de los últimos 25 años la proporción de la inversión entendida como formación bruta de
capital fijo ha alcanzado esa meta respecto al pib, aun considerando la inversión extranjera.

Desde la primera parte de los años ochenta, el Estado ha reducido de manera significativa su participación en la
inversión total como resultado de la orientación ortodoxa de la política económica, que concibe la inversión pública
como factor de desplazamiento de la inversión privada y que además considera a la burocracia paraestatal como
esencialmente corrupta, ineficiente e incapaz de ser regulada. Por estas dos razones, se hacía indispensable –en
esta lógica– la privatización de las empresas estatales rentables y la liquidación de las no rentables. La nueva
inversión pública estaría limitada, además, por razones presupuestarias.

En estos casi 30 años de política ortodoxa, la inversión privada nacional no ha podido llenar el hueco de la
inversión pública y el Estado ha tenido que revertir algunas de las privatizaciones debido a problemas de
rentabilidad, derivados de una deficiente administración en manos privadas. Tales fueron los casos de la mayor
parte de las carreteras nacionales de cuota, las líneas áreas nacionales y –un caso muy especial– los bancos.

La nacionalización de la banca mexicana decretada en 1982 por el gobierno de López Portillo, como medida última
para frenar la fuga de divisas, no ocasionó ninguna catástrofe financiera como auguraban sus críticos. En
contraste, la reprivatización de la banca ocurrida años más tarde bajo el gobierno de Carlos Salinas puso al sistema
bancario mexicano en manos inexpertas y lo volvió altamente vulnerable. Aunado a ello, la apertura financiera
acelerada provocó el ingreso de grandes cantidades de capital especulativo externo. Además, la sobrevaluación de
la moneda hizo aún más vulnerable al sistema financiero.

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