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Cuentos … Luis M.

Pescetti

Deme otro  
26/05/2013 (Del libro Nadie te creería.)

Al finalizar el horario de clases llega una madre a buscar a su hijo. La intercepta la maestra, que
trae al niño de una mano.
—Señora, hoy Fernando se portó fatal.
—¿¡Otra vez!?
—Pero fatal, fatal… no hace caso, contesta, se burla de los compañeros…
—Pues, entonces, déme otro.
—¿¡Cómo que “otro”!? ¿Otro niño?
—Sí, porque tampoco sé qué hacer.
—Pero, es que no puede ser.
—Con su padre ya le dijimos (mirando al niño), pero si él no quiere hacer caso… Qué, ¿no hay más
niños?
—Es que no se trata de eso, la escuela está llena de niños…
—Pues cámbiemelo y listo.
—(Dubitativa). No, pero…
—Casi mejor pruebo con una niña, estoy pensando.
—Es que se me desordena todo, señora, luego vendrá la madre de la niña…
—Pero yo llegué primero.
—Sí, ya sé, pero luego se quejan, no se crea. Y además (señala con la cabeza al niño) es pasarle
el problema a otra familia.
—No, porque así aprende, para la próxima lo va a pensar.
—¿Y si no lo quiere nadie?
—¿¡Pero qué dice!? ¿Cómo no lo van a querer si es un niño precioso?
—Precioso sí que es, pero se porta…
—Ah, ¿y qué pretende? ¿Que me lo lleve yo?
—No, si no digo eso.
—Hay que hacer algo, maestra, hay que poner límites, si no van de peor en peor.
—Bueno, ¿y cuál quiere?
—Una niña, ¿no le digo? (mira hacia el patio). Aquélla, la que está saltando.
—¡Elena! ¡Recoge tus cosas que te vas con la señora que será tu madre!
—¡Uf! (la niña con evidente fastidio), ¡estoy jugando!
—¡Ala! ¡Vamos! Sin protestar, mira qué primera impresión más fea le vas a dar a la señora.
La niña, resoplando contrariada por la interrupción del juego, va al salón.
—¿No será peor que éste, no? (la madre, preocupada).
—¡Qué va! Es un ángel, lo que ocurre es que  j estaba jugando; los niños son así.
Llega la niña con su mochila.
—¿Vamos a casa, Elenita?
—¿Y hay tele?
—(La maestra y la madre sueltan una risa). ¡Claro que hay tele! Y un perro muy hermoso, que a
Fernando le gustaba mucho, ¿verdad, Fernando?
—… (el niño, con la mirada baja, asiente).
—¡Qué lindo! ¡Nunca tuve un perro porque mis papás no me dejaban!
—Pues vamos a casa, que ya tienes uno. Y tú, Fernando, pórtate bien con tu nueva familia y nos
vienes a visitar cuando quieras, ¿sí?
El niño asintió otra vez, sin levantar la mirada. La madre saludó amablemente a la maestra. Ésta
se despidió de Elena con un beso y dio vuelta hacia el patio, con Fernando de la mano.

Correspondencia 16/11/2014 (Del libro El pulpo está crudo)


Querida sobrina:
Espero que al recibir ésta te encuentres bien. Yo estoy ma-ra-vi-llo-sa. Siempre me
acuerdo tanto de todos ustedes, y el otro día me dije: ‘‘¡Ay! Qué vergüenza, qué abandonada
que la tengo a esta chica’’. Así que me decidí y me voy a pasar un mes con ustedes.
Tu Tía.

Querida tía:
¡Qué alegría recibir su carta! Realmente no esperábamos que se acordara de
nosotros; pero, ¡qué pena! Mi casa es muy chica y no podría ofrecerle las comodidades que
quisiera. No sabe cuánto lo lamento, pero seguro que no va a faltar oportunidad. Un beso
grande de su sobrina que tanto la quiere.
Su sobrina.

Querida sobrina:
¡Mi amor! Criatura, ¿por qué te ponés en esas molestias? Me escribís como si te fuera
a visitar un presidente. No te preocupes por mí, yo en cualquier lugarcito me arreglo. Me
pueden dar la cama matrimonial y ustedes se acomodan por ahí, que son jóvenes, no como
una. Estuve pensando que me puedo quedar más de un mes.
Tu tía.

Querida tía:
¡Qué suerte que se puede quedar más de un mes! Cuando se lo conté a mi marido se
puso loco de contento; pero enseguida nos amragamos porque nos dimos cuenta de que en la
fecha en que usted puede venir nosotros no estamos. ¡No sabe cuánto lo sentimos! Pero seguro
que no va a faltar oportunidad para que venga a pasar dos o tres días.
Su sobrina.

Querida sobrina:
¡Qué cabecitas de novios que tienen ustedes dos! Si todavía no te había dicho la
fecha, mi amor. No se hagan tanto problema. Yo voy a llegar el 12 de mayo y ya saqué regreso
para el 10 de julio. Tuve mucha suerte porque casi no consigo.
Tu tía.

Querida tía:
La verdad, qué suerte que tuvo en conseguir los pasajes. Pero mire, con Carlos
estábamos comentando lo que son las cosas ¡Ni que hubiéramos sabido! Ésa es la fecha justa
que le decía que no íbamos a estar. Yo me puse muy mal, pero Carlos me dice que no me
preocupe que seguro no va a faltar oportunidad para que venga un día.
Su sobrina que tanto la adora.

Querida sobrina:
¡Ay, mi amor, pero no importa! Si total yo puedo correr las fechas, total con estos
pasajes no hay problema; además con las ganas que tengo de conocer a tus últimos tres nenes
que todavía no los conozco. Son unos vagos, ustedes, la última vez que me invitaron fue para
cuando nació Fabiancito, ¿te acordás? Mandáme a decir las fechas nomás.
Tu tía.

Querida tía:
Sí, me acuerdo que usted estuvo para cuando nació Fabián, porque cuando vino a
visitarnos yo todavía no estaba embarazada. En cuanto a su viaje, parece cosa del destino, a
Carlos en el trabajo lo trasladan a un lugar lejísimo que todavía no sabemos. Nos van a decir
cuál es recién cuando lleguemos. ¡Es una pena! Pero igual no se preocupe porque ni bien nos
instalemos le escribo mandándole nuestra nueva dirección así se pasa a tomar un rico té alguna
tarde. Seguro que no va a faltar la oportunidad.
Su sobrina.

El narrador
 
10/11/2012(Del libro El pulpo está crudo)
-Cierto día iba Caperucita por el bosque de… che ¿cómo se llamaba ese bosque?
-¿Cuál? El de… ¿el bosque de Sherwood?
-No, ése era el de Robin Hood.
-¿Robin Hood no era el compañero de Batman?
-No, el compañero de Batman era Mandrake.
-¡Si Mandrake era un mago!
-¿Y qué tiene? Además era el ayudante de Batman.
-… ¿seguro?
-Claro, ¿para qué te contaría mentiras, eh? ¿Querés que siga?
-Y, sí…
-El bosque quedaba en Transilvania…
-Che, no jodas. ¿Transilvania no era donde vivía el Conde Drácula?
-Vos tenés todo mezclado. No prestás atención a lo que te cuento y se te mezcla todo. Transilvania
queda en Estados Unidos… si me vas a cuestionar todo mejor me callo.
-Sí, mejor.
-… ahora no me callo nada.
-Te callás porque no querés contarme el cuento, porque no lo sabés.
-Claro que lo sé; ahí te va, cierta noche, Caperucita estaba cerrando su famoso restaurante…
-¿¡Su famoso restaurante!?
-Sí, cuando de repente recibió una llamada telefónica…
-… era uno que le avisaba que vos le estabas haciendo bolsa su cuento.
-No, era su mamá, que le pedía que pasara de la abuelita a dejarle algo de comer. Le dijo así,
“Blancanieves…”
-¿¡”Blancanieves” le dijo!?
-Sí, “Caperucita” se llama el cuento, pero a ella le encantaba que le dijeran “Blancanieves”.
Entonces el tío le dijo así…
-Che, ¿no era la mamá la que estaba en el teléfono?
-¡Nunca dije que fuera la madre… por favor, prestá atención! Dejáme seguir, le dijo así,
“Blancanieves, cuando cierres tu famoso restaurante llevále algo a tu abuelita que recién me habló
y dice que está con un hambre terrible”.
-¿Y por qué la abuelita no la llamó directamente al restaurante?
-Porque se le olvidaba el número.
-¿Y por qué no lo tenía anotado en un papelito al lado del teléfono?
-Porque el lápiz se lo había prestado a un humilde cazador.
-¿El que aparece al final del cuento?
-Exactamente, que fue el que atendió el teléfono.
-… che ¿No lo había atendido la misma Caperucita?
-¿Quién? ¿Blancanieves?
-Sí.
-No creo, ella no tenía teléfono.
-¿¡Y dónde recibió la llamada si no tenía teléfono!?
-Ahí está la gracia, escuchá, entonces el humilde cazador le dijo a la mamá…
-¿Por qué era “humilde cazador”?
-Porque si hubiera sido rico tendría empresas pero no sería cazador. Ahora calláte y dejáme
contarte el cuento.
-… ¿no tenés otro? No entiendo nada.
-Porque no prestás atención. Entonces el humilde cazador le dijo, “Mire, señora, su hija se fue a un
baile a que le probaran un zapatito”.
-¿Ese no es el de Cenicienta?
-No, en el que hay un baile es el de Pinocho.
-En el de Pinocho nunca hubo un baile, porque él no era como los demás niños.
-El que no era como los demás niños era Frankestein.
-¡Pero si él era un monstruo!
-Por eso no era como los demás niños, ¿querés que siga o cambio?
-… y no, seguí…
-Entonces la abuelita le dijo…
-¿Qué abuelita? ¿No estaba hablando con la mamá?
-¿Ves? No atendés. ¿No te dije que la mamá era sorda?
-¿Sorda?
-Y claro, le habían hecho una operación, pero no quedó bien.
-¿En el cuento dice eso?
-Por supuesto, yo nunca te mentiría. Sigo. Entonces le dijo, “No importa yo igual la llamo después,
no se olvide de darle mi mensaje”. Pero ni bien colgó el cazador ya se había olvidado y ese mismo
día la abuelita hubiera muerto de hambre… si no fuera porque pasó un lobo y se la comió. Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado. ¿Te gustó?
-… al medio no lo entendí, pero estuvo bueno.
-¿Qué parte?
-La de los ladrones que entran a la pizzería.
-Porque no prestás atención. Mañana te cuento otro.
Cartas a Papá Noel
07/09/2013 (Del libro “Nadie te creería“) Luis Pescetti

Querido Papá Noel:


Te quiero mucho. Hoy fuimos a la playa y tomamos un helado. Tengo seis años. En patín
jugué al jockey y ningún día lo había jugado con palo para que no nos lastimáramos. Ahora patino
bien y el 7 de diciembre va a haber una clase para que los padres vean que no nos lastimamos,
pero vos no podés venir porque sos papá pero Noel, que es distinto. Pero a lo mejor si querés vení
lo mismo total en la entrada nunca se fijan. Te pido un max steel, un disfraz de doctora verde,
lapiceras de color verde oscuro y claro, violeta oscuro y claro, celeste, azul oscuro, un juguete de
las chicas súper poderosas, una barbie con vestido de casamiento, una estrellita, una luna, un sol,
una flor, un árbol con naranjas, una nube, una piedra, un pez, un ángel, una vaca, una abeja, un
abanico y un acordeón.
Te mando un beso
Clara

Querida Clara: en este momento no tengo patines ni hockey.


Lo lamento. ¿Te gustaría pedir otros regalos?
Afectuosamente.
Papá Noel

Querido Papá Noel: nada que ver. Tenés que leer bien las cartas. Lo del hockey con
patines es algo que hice, mi pedido era lo otro. Y de paso quiero cambiar el disfraz de doctora
verde. Que sea uno de verdad, blanco. La piedra no, porque ayer encontré una. Mejor traeme más
estrellitas.
Te mando otro beso, Chau
Clara.

Querida Clara: te pido disculpas por la confusión, y te agradeceré que repitas el pedido
porque las cartas que contesto se archivan en otra parte y no la tengo a mano. Espero que puedas
hacerlo pronto. Se acercan las fechas en las que preparamos los regalos, ¡y estamos ansiosos por
complacerte!
Afectuosamente
Papá Noel

Papá Noel: ¿qué les pasa ahí? Te había pedido un disfraz de doctora verde, el disfraz, no la
doctora; pero después te dije mejor blanco y de una de verdad. Después también te pedía
estrellitas y algún juguete de las chicas súper poderosas, lápices de muchos colores, pero blancos
no, una vaca, abejas, un abanico, una bicicleta. No me acuerdo del todo, porque la carta se las
mandé y era larga ¡y ustedes la perdieron! ¿No la pueden buscar mejor? Me acuerdo de la Barbie
para casamiento y un árbol con naranjas. ¡No pierdan ésta también! Ah, y un piano.
Bueno, chau
Clara

Querida Clara: soy la secretaria de Papá Noel. Me pide te avise que encontramos tu
primera carta ¡Qué buena noticia, ¿verdad?! Ruega que lo disculpes por no responderte
personalmente pero a la locura de trabajo que tenemos siempre en octubre, preparando los
regalos, se sumó una descompostura en uno de los renos a raíz de una modificación en su
alimentación. Cambiamos de veterinario por problemas de presupuesto pero, como siempre, lo
barato sale caro y el nuevo les dio una dieta que los puso fatales. Ya regresamos con el anterior,
pero este lamentable incidente nos consumió una increíble cantidad de tiempo. De todos modos,
Papá Noel, me pide que te transmita la seguridad de que todos tus regalos estarán listos a tiempo.
Sólo una pregunta: lo que pediste en las dos cartas no coincide exactamente, ¿cuál te complacería
que atendamos?
Afectuosamente
Esther Noel

Queridos Esther, Papá Noel, el Reno o la rueda del trineo, o quien quiera que sea que lea
esta carta y me la conteste: ¡Ni me acuerdo si eran diferentes las dos cartas! Traigan todo y listo,
qué sé yo. O las mismas cosas que pido en las dos. Lo que más me importa es el disfraz de médica
de verdad, blanco, y la Barbie de casamiento. Ah, y la estrellita, el acordeón, la planta de naranjas
y libros.
Pónganse las pilas.
Clara

Querida Clara: soy la secretaria personal de Esther Noel. Ella me pide que la disculpes por
no contestar personalmente tu correo. Está atendiendo a Papá Noel quien sufrió un pequeño
accidente, nada grave, una caída que le produjo una leve fractura en un pie. Él mismo insistió en
que te hagamos saber que está bien, que no debes asustarte, el médico le aseguró que en quince
días podrá apoyar el pie de manera normal, y que todas las placas muestran que la lesión no
reviste importancia. No debes preocuparte, a todos pueden ocurrirnos estos pequeños accidentes.
Afectuosamente
Silvia Noel

¿Y mis regalos? ¿Ya eligieron de las dos cartas?


Clara

Querida Clara: soy Esther, nuevamente. Estamos muy felices. ¡Nuestro querido Papá Noel
ya se encuentra repuesto! Mandó decirte que tu pedido está completo y embarcado. Esperamos
que seas muy feliz con esas cosas tan bellas que pediste. Has de ser una niña muy especial para
haber hecho una solicitud tan hermosa. Te ruego que sepas disculpar los inconvenientes que ya
superamos.
Un afectuoso abrazo
Esther Noel

Querido Papá Noel, y tu secretaria y la secretaria de tu secretaria y el reno con diarrea: les
escribo esta carta después de abrir los regalos. Muchas gracias por el elefante de porcelana
blanco, es muy práctico, y sobre todo tan bonito. Los videos de carreras de coches son
sumamente interesantes. ¡Con el álbum de figuritas del fútbol español aprendí cosas importantes!
Qué bueno que conseguiste el disfraz verde de doctora que te había pedido en mi primera carta y
que después cambié de opinión. Y ese cenicero con forma de ajedrez, también muy lindo. El Power
Ranger rojo es muy parecido a la Barbie de casamiento. Los borceguíes de alta montaña,
aprovechando que eran número 43, se los regalé a mi tío Alberto.
Con profundas emociones
Clara

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