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JAVIER LÓPEZ
3 DE OCTUBRE DE 2014, 14:17
Hay momentos en la historia de cada país en los que se hace buena la cita
de Gramci, Crisis es cuando lo viejo ha muerto y lo nuevo no ha nacido aún.
Un concepto que tiene relación con el término utilizado por Walter
Benjamin en sus Tesis sobre la filosofía de la historia (jetztzeit) para definir
un tiempo-ahora, lleno de energía, que se separa del devenir de la historia y
en el que se concentran las posibilidades de dar un salto hacia el futuro.
Uno de esos momentos se produjo en nuestro país entre el 24 de junio de
1972 y el 24 de Enero de 1977.
Quienes hoy juzgan duramente la transición española, tanto como los que
la ensalzan como modelo universal, pierden de vista que cada explosión,
cada acontecimiento, que se produce en estos momentos decisivos, abre
las puertas del futuro, e impide que quedemos atrapados en un eterno
retorno de lo viejo.
Para llegar al 24 de Junio de 1972, la clase trabajadora española (esa clase a
la que ahora muchos niegan la existencia), debió recorrer un largo camino
que arranca de las ruinas de la II República, la derrota tras una larga Guerra
Civil. El triunfo del golpe de Estado de 1936 supone la prohibición de los
partidos políticos y la disolución de los sindicatos. Cientos de miles de
personas son depuradas, torturadas, encarceladas, fusiladas. Todos los
trabajadores se ven encuadrados en los Sindicatos Verticales, dirigidos por
falangistas y por patronos y donde los trabajadores son mera comparsa.
Pero para llegar a ese Congreso, tuvimos que recorrer un nuevo calvario.
Probablemente el suceso más duro de la transición democrática, el brutal
asesinato terrorista de los Abogados de Atocha, el 24 de enero de 1977. Un
asesinato, la póstuma condena de muerte del franquismo sin Franco, que
dejó cinco muertos y cuatro heridos muy graves. Tras la masiva
manifestación que acompañó el cortejo del silencioso y clamoroso entierro,
organizado por CCOO y el PCE, fue ya imposible mantener a ambas
organizaciones en la ilegalidad. En la Semana Santa de 1977, el gobierno de
Adolfo Suárez legaliza el PCE y el 27 de Abril, se legalizan las CCOO, que en
1978 vuelven a ganar las primeras elecciones sindicales democráticas.
Vamos a esos tiempos con orgullo de clase, con orgullo de nuestro pasado,
con conciencia de nuestro presente, con voluntad de que los trabajadores y
trabajadoras acudan organizados a las decisiones sobre el futuro.
Conscientes de que eso son las CCOO, los trabajadores y trabajadoras
cuando se organizan. Como lo hicieron otros antes que nosotros. Como lo
harán millones de mujeres y hombres que vendrán después de nosotros.
JAVIER LÓPEZ
22 DE ENERO DE 2022, 12:50
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Son los Abogados de Atocha, los que han quedado en nuestra memoria,
pero ahora que se cumplen 45 años desde que aquellos pistoleros
ultraderechistas decidieron irrumpir en el despacho de abogados
laboralistas de la calle Atocha para disparar a bocajarro contra los nueve
que se encontraban allí reunidos.
Jóvenes, como todos los jóvenes de ayer y de hoy, abrazados a esa vida,
que salían a defender cada día. Jóvenes para los que un día compuse este
poema, que no me he resistido a incluir en el libro La mirada de los nadie:
En aquella semana España volvió a jugarse la vida en una partida que nos
dejó dolor, muerte y que salvó la democracia a un precio tan alto que
cuando escucho a algunos denostar y despotricar contra un pretendido
régimen del 78, no puedo menos que recordar aquella semana de enero en
la que todo estaba por decidir y aquellos jóvenes se la jugaron por nosotros
y perdieron sus vidas para que todos ganásemos los derechos que
defendían.
El atentado terrorista
Tres meses antes del estreno de “El diluvio que viene” eran asesinados, en
el ecuador geográfico entre mi colegio y el Monumental, los Abogados de
Atocha en su despacho laboralista del número 55. Aquellos días los
recuerdo con miedo en casa y electricidad en mi calle. En Atocha. Mi madre,
que padeció lo indecible en la madrileña guerra civil y su postguerra, era el
detector principal del miedo. Bajaba a la tienda de ultramarinos y
compraba latas. Latas de leche condensada, latas de sardinas, tabletas de
chocolate, botellas de aceite… “por si acaso, que yo sé lo que es pasar
hambre”, decía. A mi padre se le cambiaba el gesto, le aparecían tics por la
cara y parecía mantener charlas consigo mismo.
Y en aquella semana santa de “El diluvio que viene” recién estrenado, las
banderas rojas y centenares de coches tocando el claxon. El “Mundo
Obrero” entró en casa a las claras y sin esconderlo en el “Ya”, con formato
tabloide y un montón de secciones y, aunque mi madre siguió teniendo
momentos de latas de sardinas y leche condensada, todo fue diferente.
Tras “El diluvio que viene”, en el Monumental creo yo que algo estrenó
Nacha Guevara. Curiosamente no recuerdo qué. Sólo rememoro unas
piernas que me parecieron inacabables en unas medias de negras. Aún
guardo el autógrafo…
"El abrazo" de Juan Genovés | 9 de Enero 2021
No. La Transición no fue un pacto de salón entre las élites. La calle Atocha y
el Monumental son testigo de excepción.
JAVIER LÓPEZ
20 DE ENERO DE 2020, 19:29
Manuel cuenta que algún profesor le aconsejó elegir otro tema porque
sobre el asunto estaba ya casi todo dicho. Y, sin embargo, la defensa de la
tesina, que debería haber durado poco más de un cuarto de hora, se alargó
durante hora y media, ante el debate suscitado entre los propios miembros
del tribunal.
Ese jetztzeit, el tiempo-ahora, del que nos habla Walter Benjamin, que lleva
a cuestas todas las posibilidades y energías para dar un salto de gigante
hacia el futuro. Los Abogados de Atocha estaban ahí, jóvenes,
comprometidos con la defensa de los derechos, enamorados y
desenamorados, ilusionados con una utopía se acercaba cada día más
desde el horizonte.
VÍCTOR ARROGANTE
21 DE ENERO DE 2018, 20:14
Casi dos meses después del atentado, los autores del crimen fueron
detenidos y puestos a disposición judicial. La Audiencia Nacional dictó
sentencia el 4 de marzo de 1980. Consideró que los procesados constituían
un «grupo activista e ideológico, defensor de una ideología política
radicalizada y totalitaria, disconforme con el cambio institucional que se
estaba operando en España». El fallo condenó a José Fernández Cerrá y
Carlos García Juliá, autores materiales de los hechos, a un total de 193 años
a cada uno de ellos, y a Francisco Albadalejo, a un total de 73 años.
«Aunque ahora parezca poca cosa, el juicio de los asesinos de Atocha, en
1980, fue la primera vez que la extrema derecha fue sentada en el
banquillo, juzgada y condenada» (Miguel Ángel Sarabia).
Paul Éluard
No eligieron su suerte. Fueron ellos como podrían haber sido los abogados,
abogadas o sindicalistas de cualquier otro despacho laboralista. O como lo
fueron los estudiantes que participaban en manifestaciones pacíficas
reclamando democracia y libertad. Esa misma semana, el 23 de enero, caía
abatido por un disparo de un ultraderechista, el estudiante Arturo Ruiz y, al
día siguiente, la joven universitaria María Luz Nájera, al ser golpeada por un
bote de humo de la policía. Todo ello en un contexto de secuestro de los
GRAPO, de Antonio María de Oriol, presidente del Consejo de Estado y del
general Emilio Villaescusa.
Fue mucha la tarea desde que en los años 60 se constituyeron las CCOO y
se extendieron, gracias al apoyo del PCE y otras organizaciones de la
oposición a la Dictadura, por todos los sectores y por toda España. Y
tuvieron que hacer frente a la brutal represión que sufrió el movimiento
obrero con su “galena de huelgas” en los años 1975 y 1976 que hizo posible
que aunque el dictador muriera en la cama, el régimen fuera derrotado en
la calle.
Eran claras las intenciones del gobierno de ir en un primer momento hacia
una democracia limitada que excluyera los comunistas (PCE-PSUC), los
cuales habían sido los opositores fundamentales, casi en solitario de la
dictadura franquista.
Hoy, cuando desde ámbitos de un “esquelético” PCE, que no tiene nada que
ver con el que fue, y de algunos dirigentes de IU y de Podemos se pretende
hacer una lectura revisionista del papel del PCE en la transición, hechos
como estos demuestran su falta de conocimiento y vivencia. Hay quién
cómo Garzón defiende la valentía de la lucha de los comunistas en la
clandestinidad y la traición de las élites “eurocomunistas” en la transición.
Haría falta que estos revisionistas tuvieran en cuenta que la dirección
comunista en la clandestinidad y en la transición estaba en manos de las
mismas personas. Y que la política del PCE en la transición era la que
provenía de su estrategia de “Reconciliación Nacional” adoptada en junio de
1956 por el Comité Central del PCE y la posterior propuesta de “Pacto por la
Libertad” de 1969. Era pues una posición política adoptada y consolidada en
el seno del partido. La dirección del PCE dejó muy claro que el objetivo
fundamental y estratégico era la conquista de la democracia, en palabras
populares de aquella época el problema fundamental era “dictadura o
democracia” y no “monarquía o república”.
Y es evidente que la transición democrática plasmada en la Constitución del
78 se dio en un momento de ruidos de sables, y donde las fuerzas
reaccionarías partidarias del “viejo régimen” todavía tenían una fuerza
importante, y por tanto debe ser considerada una conquista importante. La
tan criticada hoy Constitución del 78 fue bastante avanzada para su
momento y plenamente equiparable a la de los países de nuestro entorno
democrático. Sólo hay que fijarse en dos cuestiones importantes: la
territorial y la económica. En el tema territorial había un reconocimiento
claro y diferenciado de las nacionalidades históricas sobre el resto, en lo
que comportaba un reconocimiento indirecto del carácter plurinacional del
estado. Y por su parte en el aspecto económico era posible un desarrollo
económico de inspiración de derechas o de izquierdas. Ambos temas
después han sido deteriorados completamente por los pactos adoptados
de forma conjunta por el PP y el PSOE. En el primer caso con la LOAPA que
fue una ley aprobada por el PSOE y la UCD en junio del 82, y como
respuesta a la presión derivada del golpe de estado del 23 F del 1981, y que
es la base de las posteriores leyes centralizadoras que han afectado
directamente a Cataluña. En el segundo caso la reforma constitucional
efectuada con nocturnidad por el PSOE y PP, en setiembre del 2011, daba
un giro neoliberal a la Constitución al consagrar la prioridad del pago de la
deuda.
En cuanto al PCE es cierto que sus resultados electorales no fueron los que
se preveían pero esto es debido a dos problemáticas. Una externa, el peso
del anticomunismo derivado de los 40 años de propaganda anticomunista
de la dictadura o el miedo de gran parte de la población que se inclinó por
opciones más “suaves” como significaba la del PSOE. Y también debido a
factores internos, en este sentido se podría decir que el gran error de la
dirección del PCE fue no dar paso a una “nueva generación”, a una
“renovación” respecto a la generación de la “guerra civil”, máximo cuando el
PCE tenía cuadros políticos sobradamente preparados.
Es lamentable que hoy en día políticos de las nuevas hornadas piensen que
hasta ahora no se había hecho nada bien, hasta que han aparecido ellos.
Este “adanismo” demuestra una carencia de formación preocupante,
especialmente cuando se defiende por quien tendría que ser el más firme
defensor, por orgullo de la propia organización, de una de las mejores
páginas de la historia del PCE.
ANTONIO BAYLOS
4 DE ENERO DE 2017, 18:44
Los asesinos de los abogados de Atocha eran pistoleros y
militantes fascistas de grupos de extrema derecha, pero detrás de
ellos había fuerzas importantes que jamás fueron investigadas
El 24 de enero se cumplen cuarenta años del asesinato de los abogados
laboralistas de la calle Atocha, y naturalmente se están acelerando los actos
que rinden homenaje a aquellos luchadores por la libertad que murieron
por defender los derechos de los trabajadores y que militaban en CCOO y
en el PCE. Se prevé un acto multitudinario el 15 de febrero, en el Teatro
Monumental, donde además se entregará el premio Abogados de Atocha
a Juan Genovés, el pintor del cuadro emblemático de la reconciliación
nacional – El abrazo – que constituyó el eje de la política del PCE a partir de
los años sesenta.
Uno de los que fueron fusilados contra la pared del despacho de Atocha
fue Ángel Rodríguez Leal. Era natural de un pequeño pueblo de Cuenca, y
trabajador de Telefónica de donde fue despedido, llevó su caso a los
abogados de CCOO y se quedó en el despacho como administrativo, para
organizar los documentos del mismo. Era el único de los asesinados que no
era abogado. Había nacido el 26 de enero de 1951 y fue asesinado dos días
antes de cumplir los veintiséis años.
El alcalde de Casasimarro entiende que hay que ser imparcial frente a los
asesinatos y que por tanto hay que impedir que se honre la memoria de un
vecino de la localidad que dio su vida por la construcción de la democracia.
Entiende que hay que situarse en la equidistancia entre los asesinos y los
asesinados, porque no quiere herir sensibilidades “de ninguna tendencia
política”, aunque ya sabemos cual es la única tendencia política que puede
sentirse aludida, la que justifica el crimen de Atocha como un hecho
necesario para frenar la conformación de un sistema democrático en
nuestro país. Y le parece un acto de bonhomía política no haber quitado el
nombre del vecino que fue asesinado por el fascismo en plena transición
política, lo que implícitamente entiende que formaría parte del bagaje
político del Partido que representa.
Antes del acto central, como cada año, volverán a rendir homenaje a los
Abogados de Atocha, en los cementerios de Carabanchel (8,30 horas) y San
Isidro (9,15 horas). Después, a las 10 horas, se celebrará la tradicional
ofrenda floral junto al monumento 'El Abrazo', de Juan Genovés, en la plaza
de Antón Martín, a unos metros de Atocha 55, lugar donde se cometieron
los asesinatos de los abogados laboralistas.
Antes, como cada año, CCOO volverá a rendir homenaje a los Abogados en
los cementerios de Carabanchel (8,30 horas) y San Isidro (9,15
horas). Después, a las 10 horas, se celebrará la tradicional ofrenda de
flores junto al monumento 'El Abrazo', de Juan Genovés, en la plaza de
Antón Martín.
"Éramos gente seria, profesionales, que sabiendo rascar en las leyes del
franquismo encontrábamos alternativas para muchos problemas de los
trabajadores. Y eso, nosotros, lo explotamos a conciencia. Hacíamos camino,
jurisprudencia mucho más abierta, ampliábamos los derechos de los
trabajadores y por eso creo que nuestro trabajo fue muy importante. Ese
trabajo nos resarcía totalmente", recuerda Alejandro Ruiz-Huerta, uno de
los supervivientes del atentado de Atocha 55 y en la actualidad Presidente
de la Fundación Abogados de Atocha.
Por la noche, tras concluir su trabajo, Ángel entró en un bar con unos
amigos. Se estaba tomando una cerveza, cuando se acordó de que había
olvidado en el despacho su ejemplar de Mundo Obrero, el periódico oficial
del PCE, y subió a recogerlo, Eran las 10,50 horas de la noche. Ángel ya no
volvió con sus amigos.
Minutos después de esa hora, dos ultras habían llamado a la puerta del
bufete, mientras otro vigilaba desde la escalera. Ángel les abrió la puerta y
ellos preguntaron por Joaquín Navarro, un dirigente de CCOO que había
destacado como uno de los principales promotores de la huelga del
transporte. Uno de aquellos ultraderechistas reconoció a Ángel Rodríguez
como el joven, que por la mañana, se había enfrentado en el sindicato
vertical a su jefe, Francisco Albadalejo.
Fue solo hace unos años, en la conmemoración del 30 aniversario, cuando
el hermano de Ángel, José Luís Rodríguez Leal, me dijo, que en la agenda
que llevaba Ángel, aquella nefasta noche, figuraba mi nombre y teléfono y
que si conocía a su hermano.
ISABEL GARCÍA
10 DE FEBRERO DE 2013, 20:09
El 24 de Enero de 2013, como todos los años, la Fundación Abogados de
Atocha, concedió sus premios anuales a los sindicalistas encausados en el
Proceso 1001. Se han cumplido el año pasado, los 40 años del momento de
su detención por la policía franquista y se cumplen en diciembre los 40
años del inicio de su juicio ante el Tribunal de Orden Público, esa
jurisdicción especial creada por el régimen para perseguir todo atisbo de
reivindicación democrática.
Uno de los resultados del asesinato de Carrero fue que la condena fue
rápida y brutal para los diez de Carabanchel, oscilando entre los 20 años
para Marcelino Camacho, o Eduardo Saborido, los 19 para Nicolás Sartorius
o Francisco García Salve a los 12 para los que fueron condenados a menos
años de cárcel. Y ello, pese a las manifestaciones de solidaridad llegadas
desde todos los lugares del planeta, ante un proceso 1001, en el que no se
juzgaban actos de violencia, sino la libertad sindical que es imposible sin
libertad política. Sin democracia.
Una mili accidentada, por cierto, en la que me tocó vivir de cerca la llegada
de los cadáveres de los soldados muertos en la oscura guerra contra el
Frente Polisario en el Sahara. La muerte lenta del general Franco y su
entierro en el Valle de los Caídos. La Marcha Verde.Las huelgas en los
transportes públicos, que se intentaban resolver con la militarización de los
mismos. Lo de la negociación o imposición de servicios mínimos es historia
reciente. Los frecuentes acuartelamientos de tropas.
No pude asistir al entierro de los Abogados. Los soldaditos quedamos
acuartelados en previsión de cualquier disturbio que pudiera producirse.
No hubo caso. El entierro fue una demostración de dolor, rabia contenida,
manifestación ordenada, fuerza de la razón frente a la barbarie. Pero ni un
sólo incidente. La sangre de los Abogados abría irremisiblemente, sin vuelta
atrás posible, las puertas de la democracia para todos y todas los
españoles.
Para no dar altavoz a los líderes de CCOO y UGT, silencian a los propios
trabajadores procesados y a los juristas que intervinieron denunciando el
atropello del derecho de huelga.
Malo sería que dos sombras del pasado revivieran al tiempo. De la mano de
unos, el Tribunal de Orden Publico (TOP), y de la mano de otros, la censura
de prensa.
Creo que los autores consiguen en una crónica muy dinámica, retratar la
trama fascista y homenajear a los abogados y abogadas de aquellos
despachos inolvidables donde además de asesorar a trabajadores y
militantes hacían un trabajo político imprescindible: María Luisa Suarez,
Manolo López, Jaime Sartorius, José Luis Núñez, Cristina Almeida, Paca
Sauquillo, Manola Carmena; los que ametrallados aquel 24 de enero, y
tantos otros. En ese empeño está también la Fundación Abogados de
Atocha promovida por CCOO.
Recordar aquí que “El Abrazo”, cuadro pintado por Juan Genovés en los
años 70, fue un símbolo de la transición española, con cuyas copias en
forma de póster se revindicó la amnistía y la libertad en nuestro país. Uno
de estos pósteres estaba colgado en el despacho de abogados laboralistas
en Atocha 55, lugar donde fueron asesinados el 24 de enero de 1977.
Escultura de Juan Genovés, conocida como El abrazo o Amnistía, que
conmemora el asesinato de los abogados laboralista de Atocha.
JAVIER LÓPEZ
3 DE JUNIO DE 2015, 11:59
Durante todos estos años, esos sobrevivientes, esas familias, han tenido
que soportar la ignominia de las teorías de la conspiración y la falta de
reconocimiento de las instituciones regionales y municipales madrileñas, en
manos de la derecha, que convirtió aquel 11 de Marzo en la explicación de
su derrota electoral, sin reparar en que fue la mentira de aquellos días y no
el atentado y sus víctimas, los que la provocaron.
Eran tiempos negros y difíciles, de gran incógnita sobre el futuro del país;
Franco había muerto hacía más de un año, pero a quienes militábamos
activamente en el PCE y CCOO se nos seguía persiguiendo, encarcelando de
forma sistemática.
Por eso no interesa recordar nuestro pasado lejano pero inmediato. Estamos
perdiendo la memoria histórica. (...) Sigue siendo fundamental, imprescindible
que las generaciones que nos suceden conozcan cuál ha sido el camino
recorrido hasta hoy. Que hubo una dictadura, dónde se sacrificó mucha gente,
dónde reunirse era un delito, dónde todos éramos menores de edad. Que hubo
un proceso de transición muy difícil, donde quedaron muchos al borde del
camino. Que no ha sido un camino de rosas...”
Es por ello que desde aquí quiero recordar con emoción y rendir homenaje
a tantas y tantos amigos, compañeros que ejemplifican los CINCO DE
ATOCHA por su esfuerzo, sacrificio y generosidad sin pedir nada a cambio y
olvidados hasta por ciertos sectores que se llaman de izquierda.
Eran claras las intenciones del gobierno de ir en un primer momento hacia
una democracia limitada que excluyera los comunistas (PCE-PSUC), los
cuales habían sido los opositores fundamentales, casi en solitario de la
dictadura franquista.
Hoy, cuando desde ámbitos de un “esquelético” PCE, que no tiene nada que
ver con el que fue, y de algunos dirigentes de IU y de Podemos se pretende
hacer una lectura revisionista del papel del PCE en la transición, hechos
como estos demuestran su falta de conocimiento y vivencia. Hay quién
cómo Garzón defiende la valentía de la lucha de los comunistas en la
clandestinidad y la traición de las élites “eurocomunistas” en la transición.
Haría falta que estos revisionistas tuvieran en cuenta que la dirección
comunista en la clandestinidad y en la transición estaba en manos de las
mismas personas. Y que la política del PCE en la transición era la que
provenía de su estrategia de “Reconciliación Nacional” adoptada en junio de
1956 por el Comité Central del PCE y la posterior propuesta de “Pacto por la
Libertad” de 1969. Era pues una posición política adoptada y consolidada en
el seno del partido. La dirección del PCE dejó muy claro que el objetivo
fundamental y estratégico era la conquista de la democracia, en palabras
populares de aquella época el problema fundamental era “dictadura o
democracia” y no “monarquía o república”.
En cuanto al PCE es cierto que sus resultados electorales no fueron los que
se preveían pero esto es debido a dos problemáticas. Una externa, el peso
del anticomunismo derivado de los 40 años de propaganda anticomunista
de la dictadura o el miedo de gran parte de la población que se inclinó por
opciones más “suaves” como significaba la del PSOE. Y también debido a
factores internos, en este sentido se podría decir que el gran error de la
dirección del PCE fue no dar paso a una “nueva generación”, a una
“renovación” respecto a la generación de la “guerra civil”, máximo cuando el
PCE tenía cuadros políticos sobradamente preparados.
Es lamentable que hoy en día políticos de las nuevas hornadas piensen que
hasta ahora no se había hecho nada bien, hasta que han aparecido ellos.
Este “adanismo” demuestra una carencia de formación preocupante,
especialmente cuando se defiende por quien tendría que ser el más firme
defensor, por orgullo de la propia organización, de una de las mejores
páginas de la historia del PCE.
Joaquín Navarro explicando la organización de Comisiones Obreras
Unai Sordo ha afirmado que los jóvenes deben saber que “gente como
Joaquín fueron los fórceps de la democracia”. “Que la tierra te sea leve,
compañero”.
Joaquín bajó unos minutos antes que irrumpieran los asesinos fascistas del
despacho de abogados al Bar Cantábrico en la Plaza de Matute,
perpendincular a la calle Atocha. En aquellos años los despachos
laboralistas eran lugar de reunión habitual del movimiento obrero
organizado de los diferentes sectores. En el situado en la Calle Atocha 55,
además de dar asesoramiento al movimiento ciudadano, estaba
especializado en las empresas del sector del transporte. Los sindicalistas de
Metro, Renfe, EMT, autobuses urbanos e interurbanos se reunían y
organizaban en sus salas. La potente organización sindical existente en esas
empresas fue decisiva en el éxito de las movilizaciones de Enero
1976 que paralizaron Madrid y supusieron un aldabonazo decisivo en el
final del franquismo.
Los terroristas asesinaron a los abogados laboralistas Enrique Valdelvira
Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo; el
estudiante de derecho Serafín Holgado; y el administrativo Ángel
Rodríguez Leal.