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Cinco años que cambiaron España:

Del 1001 a los abogados de Atocha


Hay momentos en la historia de cada país en los que se
hace buena la cita de Gramci, Crisis es cuando lo viejo ha
muerto y lo nuevo no ha nacido aún...







 

JAVIER LÓPEZ
3 DE OCTUBRE DE 2014, 14:17

Hay momentos en la historia de cada país en los que se hace buena la cita
de Gramci, Crisis es cuando lo viejo ha muerto y lo nuevo no ha nacido aún.
Un concepto que tiene relación con el término utilizado por Walter
Benjamin en sus Tesis sobre la filosofía de la historia (jetztzeit) para definir
un tiempo-ahora, lleno de energía, que se separa del devenir de la historia y
en el que se concentran las posibilidades de dar un salto hacia el futuro.
Uno de esos momentos se produjo en nuestro país entre el 24 de junio de
1972 y el 24 de Enero de 1977.

Hemos realizado, a lo largo de los últimos meses, una serie de encuentros,


cursos, jornadas formativas, por toda la geografía nacional, para recuperar
la memoria y mostrarla también a quienes no vivieron esos tiempos, ese
momento, ese tiempo-ahora de nuestra historia. Hemos podido comprobar
el desconocimiento, el olvido, que se ha adueñado de muchos de nosotras
y de nosotros. El agradecimiento de quienes han tenido la oportunidad de
hablar con las personas que protagonizaron esa historia. He utilizado para
este artículo alguno de los materiales utilizados por mi amigo Paco Naranjo
en esas sesiones.

El 24 de Junio de 1972, fueron detenidos, en el convento de los monjes


oblatos de Pozuelo de Alarcón, algunas de las personas que formaban
parte de la Coordinadora Nacional de las CCOO. El 24 de Enero de 1977,
son asesinados en un acto terrorista protagonizado por la ultraderecha
española, los Abogados de Atocha. En los años que transcurren entre
ambas fechas se produce la pugna entre la muerte y la vida, lo viejo que se
resiste a morir y lo nuevo que aún no ha tomado las riendas del futuro.

Quienes hoy juzgan duramente la transición española, tanto como los que
la ensalzan como modelo universal, pierden de vista que cada explosión,
cada acontecimiento, que se produce en estos momentos decisivos, abre
las puertas del futuro, e impide que quedemos atrapados en un eterno
retorno de lo viejo.
Para llegar al 24 de Junio de 1972, la clase trabajadora española (esa clase a
la que ahora muchos niegan la existencia), debió recorrer un largo camino
que arranca de las ruinas de la II República, la derrota tras una larga Guerra
Civil. El triunfo del golpe de Estado de 1936 supone la prohibición de los
partidos políticos y la disolución de los sindicatos. Cientos de miles de
personas son depuradas, torturadas, encarceladas, fusiladas. Todos los
trabajadores se ven encuadrados en los Sindicatos Verticales, dirigidos por
falangistas y por patronos y donde los trabajadores son mera comparsa.

Durante muchos años, cualquier actividad encaminada a reivindicar la


libertad política o sindical, es objeto de encausamiento ante los tribunales
militares. Cualquier intento de reconstruir estructuras políticas o sindicales,
es objeto de duras penas de cárcel, cuando no penas de muerte.

Se cuentan con los dedos de la mano algunas movilizaciones en este negro


periodo. La huelga de 40.000 metalúrgicos en Vizcaya, en 1947. El boicot a
los tranvías de Barcelona, acompañado de alguna huelga y de
manifestaciones, en contra de las subidas abusivas de los transportes. La
huelga de metalúrgicos en el País Vasco, en 1953.

Son los procesos de industrialización y desarrollo, los que originan altas


concentraciones de trabajadores en las empresas y en los barrios, creando
las condiciones para su organización en Comisiones de Obreros,
espontáneas, que aparecen y desaparecen, hasta que van tomando cuerpo
y se van organizando sectorial, e intersectorialmente, gracias a un trabajo
organizativo, en el que juega un gran papel el Partido Comunista, pero en el
que participan gentes venidas del cristianismo, el socialismo, el anarquismo
y hasta del falangismo.

Una de las primeras Comisiones Obreras que surge, en estos años, es la de


la mina de La Camocha, en Asturias, que surge al calor de una huelga
minera. Pero hay que esperar a los años 60 para que el movimiento de las
Comisiones Obreras se generalice, protagonizando en el año 1962 huelgas
en las cuencas mineras de Asturias y León, Jaén, Córdoba, Teruel,
Puertollano. O en fábricas de Murcia, Valencia, Cádiz, Cartagena, Riotinto,
Vigo, Ferrol, Zaragoza, Barcelona, o Madrid, entre otras.

Es en 1963 cuando se crea la primera Comisión Obrera Provincial, en


Vizcaya. En 1964, una reunión de más de 600 enlaces sindicales y jurados
de empresa de la metalurgia madrileña protagonizan una Asamblea, que da
origen a las CCOO de Madrid y en una asamblea de 300 delegados,
celebrada en Barcelona, se constituye la Comisión Obrera Central de
Barcelona.
Las Comisiones Obreras han ido ganando en vigor y capacidad de
organización y movilización, hasta el punto de que en 1966, CCOO gana las
elecciones sindicales, lo cual supone un duro golpe para el Sindicato Vertical
y contribuye a consolidad las CCOO, como movimiento organizado. Ese
mismo año nace la Inter, que coordina las Comisiones de Rama y, en
Barcelona, se crea la CONC (Comisión Obrera Nacional de Cataluña) y se
consolidan Comisiones Obreras en Sevilla, País Valenciano, Asturias,
Zaragoza y otros lugares del Estado.

El triunfo electoral, dentro del propio sindicato franquista y la Reunión


General de las CCOO, en junio de 1967, en Madrid, colman la paciencia del
régimen, que había tolerado hasta entonces, de mala gana, las CCOO. En
Noviembre del 67, el Tribunal Supremo las declara subversivas e ilícitas. Se
inicia así, una persecución sistemática que lleva a la cárcel a los dirigentes
de las CCOO. Más de 9.000. sindicalistas son procesados y condenados
entre 1963 y 1977 por los Tribunales franquistas de Orden Público. El
Régimen no duda en declarar sucesivos estados de excepción a lo largo de
esos años.

El 10 de Marzo de 1972, en el Ferrol, durante las movilizaciones y huelgas


en los astilleros, los disparos de la policía acaban con dos muertos y
decenas de heridos. Inmediatamente después, el 24 de junio, se produce la
detención de la dirección de CCOO, que, tras año y medio de cárcel,
encausados en el proceso 1001.

Volvamos, pues, a ese 20 de diciembre de 1973, cuando a primera hora de


la mañana, va a dar comienzo el juicio contra los dirigentes de la
Coordinadora Estatal de las CCOO, los Diez de Carabanchel. Allí están
Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Eduardo Saborido, Francisco Acosta,
Luis Fernández Castilla, Francisco García Salve, Juan Muñiz Zapico, Fernando
Soto, Miguel Angel Zamora y Pedro Santisteban. Esperan que la Fiscalía
reduzca la petición de condenas, extremadamente dura.

Sin embargo, se produce, en ese momento, de forma planificada por los


terroristas de ETA, el atentado contra el Almirante Carrero Blanco,
Presidente del Gobierno. Ante el estado de inseguridad creado, las
amenazas de los numerosos miembros de la ultraderecha presentes en la
sala y en las inmediaciones del tribunal, son muchos los abogados
defensores, adscritos a todas las corrientes ideológicas, que solicitan el
aplazamiento de la vista. El Presidente del Tribunal, José Francisco Mateu,
clama ante los presentes, No sólo no suspendo el juicio, sino que si por mí
fuera los fusilaba a todos.
Todos los abogados defensores condenan el asesinato de Carrero Blanco,
intentando dejar clara la desvinculación entre la lucha por la libertad y la
democracia y cualquier acto de terrorismo o violencia. Tan sólo José María
Gil Robles, el que fuera dirigente de la CEDA, las derechas
españolasdurante la República, ante la mirada, atónitaprimero y colérica
después, del juez Andreu, comienza su defensa diciendo, He conocido un
hecho gravísimo que ha ocurrido en el primer día del inicio de este proceso,
han matado a un conductor de automóvil. Se refiere al chófer de Carrero
Blanco.

Las condenas, lejos de suavizarse, se endurecen y oscilan entre los 20 años


y seis meses de Saborido, o los 20 años de Camacho, hasta los 12 de
Santisteban, o Acosta. Condenas por el gravísimo delito de asociación ilícita
al pertenecer a CCOO, que suman 162 años de cárcel. Y todo ello, pese a
tremenda solidaridad internacional que se traduce en manifiestos, firmas,
manifestaciones en toda Europa y Estados Unidos, fundamentalmente. Así
se las gastan las dictaduras con quienes defienden la libertad sindical.

La caída de la dirección de las CCOO dificulta, sin duda la movilización, y la


organización de los trabajadores y trabajadoras, pero todo ello no impide
que, a partir de 1973 los conflictos colectivos, los paros, las huelgas, se
sucedan en empresas y sectores en la lucha por alcanzar la libertad sindical,
el respeto al derecho a la negociación colectiva, el trabajo decente, los
derechos laborales y sociales básicos.

El resultado es que CCOO se organiza cada vez mejor, se consolida y vuelve


a ganar las últimas elecciones sindicales del vertical, encabezando
candidaturas obreras y democráticas, en 1975. Elecciones Sindicales: Ha
ganao el equipo colorao, titula en portada la revista Doblón, por aquellos
días.

La Dictadura ya no tiene futuro. España está cambiando aceleradamente y


reclama un futuro democrático en libertad. Estamos en un momento en el
que la concentración de energías dispuestas a dar un salto hacia delante es
ya imparable. Sólo falta la muerte del dictador y la misma se produce
menos de dos meses después de firmar sus últimas sentencias de muerte,
ejecutadas el 27 de septiembre de 1975. No hay otra vía que la Transición
hacia la democracia. No hay otra vía que la voladura controlada del
Régimen, teniendo en cuenta el incremento de la presión popular y laboral
hacia la democracia. Los primeros meses de 1976, se desenvuelven en un
escenario de amplias movilizaciones en prácticamente todos los sectores de
la producción y los servicios y en todos los lugares de España.
Hubieran querido las CCOO que se abriera paso un proceso
democratizador desde la unidad sindical. Pero no piensan lo mismo ni Arias
Navarro, ni su sucesor Adolfo Suárez, que apuestan por la dispersión
sindical. Mientras el Ministro del Interior, Manuel Fraga, recibe a los
representantes de PSOE y UGT, continúan las persecuciones contra las
CCOO. Mientras UGT celebra su XXX Congreso en libertad el 15 de Abril de
1976, Marcelino Camacho y otros compañero se encuentran de nuevo en
prisión y se prohibe una Asamblea General de CCOO, prevista para el 27, 28
y 29 de junio en Madrid.

Finalmente, el 11 de Julio de 1976, se reúne la Asamblea en Barcelona y,


constatada la imposibilidad de crear un sindicato unitario, se decide
transformar el movimiento sindical en sindicato, creando la Confederación
Sindical de CCOO. En Barcelona se elige una dirección estable, encabezada,
como Secretario General, por Marcelino Camacho.

No obstante, esa voluntad unitaria de las CCOO, vuelve a plasmarse en la


formación de la Coordinadora de Organizaciones Sindicales (COS), en
septiembre de 1976, la cual convoca el paro general del 12 de Noviembre
por las libertades. Una COS que pronto se disuelve, tras la salida de la
misma de la UGT. Pese a todo, la voluntad de unidad sindical ha marcado
siempre el trabajo de las CCOO, a lo largo de toda su existencia.

Se inician años de organización, adoptando estructuras sectoriales y


territoriales, constituyendo federaciones y confederaciones o uniones
territoriales, hasta la celebración del I Congreso Confederal de CCOO, en
junio de 1978.

Pero para llegar a ese Congreso, tuvimos que recorrer un nuevo calvario.
Probablemente el suceso más duro de la transición democrática, el brutal
asesinato terrorista de los Abogados de Atocha, el 24 de enero de 1977. Un
asesinato, la póstuma condena de muerte del franquismo sin Franco, que
dejó cinco muertos y cuatro heridos muy graves. Tras la masiva
manifestación que acompañó el cortejo del silencioso y clamoroso entierro,
organizado por CCOO y el PCE, fue ya imposible mantener a ambas
organizaciones en la ilegalidad. En la Semana Santa de 1977, el gobierno de
Adolfo Suárez legaliza el PCE y el 27 de Abril, se legalizan las CCOO, que en
1978 vuelven a ganar las primeras elecciones sindicales democráticas.

Ahora, hay quienes ponen en cuestión el proceso de Transición


democrática, algunos por el desconocimiento que se justifica en una
infancia y juventud, durante las cuales nadie les ha contado cosas como las
aquí explicadas (y esto ocurre, paradójicamente, hasta en las mejores
familias obreras), así como en la necesaria rebeldía de los jóvenes ante un
pasado y un presente que están llamados a transformar.

Lo curioso es que similares críticas aniden también entre algunas personas


que no tienen la disculpa de la poca edad. Que vivieron aquellos tiempos,
pasando por ellos de puntillas, sin grandes costes, ni compromisos y que
ahora, con un resentimiento incomprensible, impropio de los años,
condenan sin mesura alguna, todo un proceso histórico, en el que vaya
usted a saber qué hubieran hecho, si les hubiera dado por hacer algo.

Ahora, cuando para muchos la Transición fue un regalo, una concesión de


unos pocos políticos sentados en una mesa, alguien tiene que recordar y
contar, que fue la lucha de millones de trabajadores y trabajadoras, sus
ansias de libertad y democracia, su capacidad de organización, su defensa
de los derechos laborales y sociales de toda la ciudadanía, sus años de
cárcel, su muerte violenta. Sus caídas y su capacidad de levantarse y seguir
abriendo camino. Alguien tiene que reconocer, a estas CCOO, que fueron
(como lo siguen siendo), los costaleros de la democracia en nuestro país.

Ahora es el momento de recordar, para no olvidar, para no repetir errores,


las palabras de Anatole France, No perdamos nada del pasado. Sólo
teniendo en cuenta el pasado se construye el futuro.

Es la hora de reivindicar los versos de Miquel Martí y Pol, Venimos de lejos y


vamos más lejos todavía. Tiempo también de poner en valor y recuperar
esa cita, que tanto le gusta utilizar a nuestro Presidente de la Fundación
Abogados de Atocha, Alejandro Ruiz-Huerta, cuando en memoria de los
Abogados de Atocha, pronuncia las mismas palabras que utilizó Paul
Eluard, para hacer un llamamiento a no olvidar el Holocausto, Si el eco de
su voz se debilita, pereceremos.

Vivimos tiempos convulsos, pero somos la clase trabajadora organizada.


Esa misma clase que algunos dicen que ya no existe y sin embargo, existe y
se mueve (eppur si muove, que diría Galileo con respecto al movimiento de
la Tierra en torno al Sol). Veremos cambios profundos y otros que
parecerán cambios, sin serlo tanto. Veremos cosas que nacen, no todas
buenas y otras que mueren, no todas las malas. Y las CCOO seguirán
defendiendo a los trabajadores y trabajadoras en sus centros de trabajo.
Los derechos laborales y los derechos sociales que no se nos pueden
recortar en el presente, ni hurtar para el futuro.

Vamos a esos tiempos con orgullo de clase, con orgullo de nuestro pasado,
con conciencia de nuestro presente, con voluntad de que los trabajadores y
trabajadoras acudan organizados a las decisiones sobre el futuro.
Conscientes de que eso son las CCOO, los trabajadores y trabajadoras
cuando se organizan. Como lo hicieron otros antes que nosotros. Como lo
harán millones de mujeres y hombres que vendrán después de nosotros.

24 ENERO: ANIVERSARIO 'ABOGADOS DE ATOCHA'

La semana de los de Atocha


Aún nada estaba escrito, ni la democracia estaba ganada.






JAVIER LÓPEZ
22 DE ENERO DE 2022, 12:50
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Son los Abogados de Atocha, los que han quedado en nuestra memoria,
pero ahora que se cumplen 45 años desde que aquellos pistoleros
ultraderechistas decidieron irrumpir en el despacho de abogados
laboralistas de la calle Atocha para disparar a bocajarro contra los nueve
que se encontraban allí reunidos.

Cinco resultaron muertos, Enrique Valdelvira, Francisco Javier


Sauquillo, Javier Benavides, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez Leal.
Otros cuatro resultaron gravemente heridos, aunque sobrevivieron
marcados por el horror de aquella noche, el dolor de aquellos días, Lola
González Ruiz, Miguel Sarabia, Luis Ramos y Alejandro Ruiz-Huerta.

Porque aquella noche en la que la muerte se cruzó con los abogados de


barrio, los que defendían los derechos siempre pisoteados del cinturón rojo
de barrios obreros que circundaba Madrid, fue la más triste de una semana
cargada de momentos en los que parecía que todo el esfuerzo de la
Transición iba camino de despeñarse hacia una nueva noche franquista sin
Franco.

Una semana negra, los Siete días de enero que nos legaría Juan Antonio


Bardem, una nueva semana trágica que había comenzado el domingo 23
de enero con el asesinato de un estudiante de 19 años llamado Arturo
Ruiz, que participaba en una manifestación que reivindicaba la amnistía,
esa misma amnistía que luego terminaría beneficiando también a algunos
asesinos, miembros de aquellos grupos de la ultraderecha franquista
empeñados en cerrar todas las puertas que se abrían hacia la democracia y
la libertad.

Al día siguiente, día 24 de enero, el paro en la universidad era total y una


manifestación de protesta acaba con una estudiante alcanzada en la cabeza
por un bote de la policía. Una estudiante llamada Mari Luz Nájera que
moría poco después en la Clínica de la Concepción.

Esa mañana los GRAPO, que mantenían retenido desde diciembre al


presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo,
secuestraron al Presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, el
teniente general Villaescusa.

Pero la dureza de un día interminable no iba a quedarse ahí porque tres


pistoleros de extrema derecha que preguntaban por el sindicalista de las
CCOO del transporte Joaquín Navarro, irrumpieron en el despacho de
abogados de Atocha y cometieron el atentado que durante años fue
recordado como Matanza de Atocha.

Joaquín se había marchado poco antes del despacho y el joven


abogado Luís Menéndez de Luarca no había llegado, porque se había
entretenido en sus tareas como abogado de las organizaciones vecinales.
Ambos han muerto a finales del año pasado, con muy pocas horas de
diferencia.

Las CCOO, el Partido Comunista, las organizaciones vecinales, en el centro


de las obsesiones de quienes querían torcer de nuevo el destino de España
para impedir la libertad. Esas mismas organizaciones que llamaron
inmediatamente después del atentado a la firmeza en la lucha por la
democracia, pero también a la serenidad para evitar cualquier disculpa que
justificase un movimiento de involución y retroceso. El 26 de enero se
convirtió en una demostración de fuerza, serenidad, dolor y convicción
democrática.

Aún nada estaba escrito, ni la democracia estaba ganada. Los días


siguientes se vieron marcados por nuevos atentados de los GRAPO que
asesinaron a dos policías nacionales y a un guardia civil en sendas oficinas
de la Caja Postal en Campamento y en Villaverde.

Aún se cometerían muchos atentados terroristas, aún se perderían muchas


vidas humanas, pero tras el asesinato de los de Atocha, en España ya no
hubo vuelta atrás posible, porque el precio de la libertad había sido
pagado con mucha sangre de jóvenes que estudiaban, trabajaban,
defendían el futuro con las únicas armas del derecho y la justicia.

Jóvenes, como todos los jóvenes de ayer y de hoy, abrazados a esa vida,
que salían a defender cada día. Jóvenes para los que un día compuse este
poema, que no me he resistido a incluir en el libro La mirada de los nadie:

Hay gente que nunca envejece.


Las balas preservaron su memoria
y quienes los quisieron muertos,
congelaron su tiempo siempre joven.
Inmunes, desde entonces, al olvido.
La fragilidad de sus vidas
es la frontera que defendemos cada día.

En aquella semana España volvió a jugarse la vida en una partida que nos
dejó dolor, muerte y que salvó la democracia a un precio tan alto que
cuando escucho a algunos denostar y despotricar contra un pretendido
régimen del 78, no puedo menos que recordar aquella semana de enero en
la que todo estaba por decidir y aquellos jóvenes se la jugaron por nosotros
y perdieron sus vidas  para que todos ganásemos los derechos que
defendían.

Abogados de Atocha: La transición


no fue un pacto de salón





ALFONSO ROLDÁN PANADERO


24 DE ENERO DE 2021, 13:37
Mi infancia son recuerdos del cine Monumental como fábrica de sueños. En
aquella inmensa pantalla recuerdo el jazz de “Los Aristogatos”, los
puñetazos de “Le llamaban Trinidad”, la testarudez y dignidad de “El puente
sobre el río Kwait”. El Monumental, en la calle Atocha, espejo de la plazuela
de Antón Martín, era también una especie de “meeting point” aquellos días
en que los grises del franquismo tomaban el centro de Madrid. En días de
miedo, mi padre, con un olfato excelente, iba a buscarme por las tardes al
colegio, en Atocha 45; desde casa, unos números más abajo, rumbo a la
Estación. Allí la policía pedía documentaciones y luego la vida seguía: pan
con chocolate o bocadillo de chorizo; jugar a las chapas y pegar cromos del
álbum“El porqué de las cosas”;  hacer los deberes; cenar; el Telediario de “la
normal” (que no La 1) y luego, desde la cama, el murmullo lejano de la Ser o
Radio Nacional.

El Monumental Cinema nació con la idea de ser cine y teatro. En “Madrid,


patio de butacas”, narra Nieves González Torreblanca como el 2 de junio
de 1935 se fundó el Frente Popular. En realidad allí empezó a nacer el
Frente Popular gracias al PCE, que hizo su primera aparición pública tras los
hechos de octubre de 1934. Aquel día, en el Monumental, hubo un acto que
fue de “gran importancia política por el momento en que se celebraba y por
las cuestiones en él planteadas, los trabajadores madrileños expresaron su
adhesión a la política y a la conducta del Partido”. (“Historia del PCE”). Aquel
día el Monumental fue testigo de uno de los principales discursos de José
Díaz clamando por la unidad de todos los partidos de izquierdas contra el
fascismo.

Leo también en el magnífico libro de Leonardo Cohen (“Madrid 1936-1939.


Una guía de la capital en guerra”), que durante la guerra civil se realizaron
importantes mítines. En uno de las Juventudes Socialistas Unificadas,
celebrado en el Monumental, el joven Santiago Carrillo llamó “milicianos
de cabaret” a esos hombres ajenos a la disciplina militar que paseaban por
la ciudad luciendo sus armas y que apenas aportaban nada a la defensa de
la ciudad.

Lógicamente en mi infancia no sabía lo luchador que fue el Monumental.


Un cine que vi transformarse en Teatro cuando llegué a la adolescencia. En
él desembarcó aquel exitoso musical que finalizaba repartiendo dinero
falso: “El diluvio que viene”. Llegó el 11 de marzo de 1977 y allí estuvo hasta
1980. Un tiempo clave en la historia de este país.

El atentado terrorista
Tres meses antes del estreno de “El diluvio que viene” eran asesinados, en
el ecuador geográfico entre mi colegio y el Monumental, los Abogados de
Atocha en su despacho laboralista del número 55. Aquellos días los
recuerdo con miedo en casa y electricidad en mi calle. En Atocha. Mi madre,
que padeció lo indecible en la madrileña guerra civil y su postguerra, era el
detector principal del miedo. Bajaba a la tienda de ultramarinos y
compraba latas. Latas de leche condensada, latas de sardinas, tabletas de
chocolate, botellas de aceite… “por si acaso, que yo sé lo que es pasar
hambre”, decía. A mi padre se le cambiaba el gesto, le aparecían tics por la
cara y parecía mantener charlas consigo mismo.

La Transición no fue un pacto de salón entre las élites. La calle


Atocha y el Monumental son testigo de excepción
Aquella noche del 24 de enero el ruido de sirenas en la calle de Atocha no
se apagaba nunca. Recuerdo levantarme de la cama y preguntar a mis
padres, que estaban en el salón si sabían qué pasaba. Me dijeron que no. A
la mañana siguiente fui al colegio, “porque había que ir”, dijo mi padre. Lo
cierto es que faltaron muchos compañeros y no hubo clase normal.
Recuerdo el gesto de algunos profesores como don Antonio Santos, que
algún comentario valiente hizo. El día siguiente, el 26 de enero, jornada del
entierro, no fui al colegio porque mi padre decretó luto y “no había que ir”
en un ambiente de miedo y silencio desagradable. Recuerdo una calle
Atocha deshabitada.

Después, pasando los días con mis ojos preadolescentes, en un lento


desperezar fue volviendo el jolgorio a la calle Atocha. Siguieron las
manifestaciones, los botes de humo, los grises, los miedos en casa con los
consejos maternales desatendidos: “no os asoméis a ver si va a entrar una
bala perdida”. Vi los tiros que metían señores de traje y la sangre de
cabezas rotas en el portal de casa. Porque evidentemente yo me asomaba…
y con medio cuerpo por fuera de la ventana, hasta que un día se nos llenó
la vivienda de humo de un bote policial. Bronca en la calle y bronca en casa.

Y en aquella semana santa de “El diluvio que viene” recién estrenado, las
banderas rojas y centenares de coches tocando el claxon. El “Mundo
Obrero” entró en casa a las claras y sin esconderlo en el “Ya”, con formato
tabloide y un montón de secciones y, aunque mi madre siguió teniendo
momentos de latas de sardinas y leche condensada, todo fue diferente.
Tras “El diluvio que viene”, en el Monumental creo yo que algo estrenó
Nacha Guevara. Curiosamente no recuerdo qué. Sólo rememoro unas
piernas que me parecieron inacabables en unas medias de negras. Aún
guardo el autógrafo…
"El abrazo" de Juan Genovés | 9 de Enero 2021

Como cada 24 de enero el Teatro Monumental es testigo del homenaje a


los abogados de Atocha. Enfrente, “El Abrazo” de Juan Genovés que este
2020 se nos fue, como tantos y tantas tal como relaté en Nueva Tribuna. A
esa cita nunca falla Alejandro Ruiz-Huerta, el último superviviente del
atentado quien despaciosamente nos recita el nombre de los asesinados
por el fascismo:  Luis Javier, Ángel, Serafín, Francisco Javier y Enrique; la
vida y la muerte de quienes sobrevivieron allí, Miguel, Luis, Lola y el
propio Alejandro. Este año el reencuentro no ha podido ser por culpa de la
maldita pandemia. El acompañar a las víctimas, a sus familiares y amistades
en persona queda prorrogado, quizá para primavera.

Pero como cada 24 de enero las emociones se mezclan: mi padre conmigo


de una mano y el DNI en la otra esperando órdenes de los grises, las latas
de leche condensada del miedo de mi madre, las sirenas del 24 de enero…
Por mi mente y mis ojos desfilan la buena gente de siempre y también los
“milicianos de cabaret”, que decía Carrillo, y que siguen paseando su
repulsivo postureo. Vuelven a mi corazón y mis recuerdos “El Diluvio que
viene” y la conquistada libertad con la cara, y fundamentalmente piernas,
de Nacha Guevara. Una libertad que este país ganó a golpe de muerte,
bote de humo y mucho miedo. No son mis recuerdos de un héroe de doce
años en un tiempo en que más que héroes hubo víctimas. Un tiempo que
nunca se va a repetir.

No. La Transición no fue un pacto de salón entre las élites. La calle Atocha y
el Monumental son testigo de excepción.

La matanza de Atocha: el día de la


bestia que no termina






PEDRO LUIS ANGOSTO


24 DE ENERO DE 2020, 18:49

En la estación de Calasparra -hoy clausurada para dejar sin servicio


ferroviario a más de cien mil personas después de gastar cientos de
millones en su acondicionamiento- me despedí de mis padres y hermanos y
cogí el borreguero, tren nocturno en el que viajábamos estudiantes,
soldados de reemplazo y buscavidas de mil colores. Le llamaban así porque
salvo en el vagón de primera, todos viajábamos amontonados en
camarotes y pasillos, a veces culo con culo, mejilla con mejilla. El tren tenía
hora de salida y de llegada, pero era algo aproximado, para dar ánimo,
normalmente ni una ni otra tenían nada que ver con la realidad y las
esperas se hacían infinitas. Recuerdo la entrada a Madrid desde Getafe.
Estábamos en plena crisis del petróleo y aquello se parecía mucho más a
Vietnán que al extrarradio de una capital europea. Miles y miles de
chabolas, fuegos encendidos en viejos bidones de gasóleo, cientos de naves
industriales abandonadas, hundidas y muchedumbres de personas sin
amparo que caminaban de un lado para otro. Era joven, muy joven, y al ver
aquello en el trayecto final de mi viaje pensé en regresar al pueblo, volver
en el primer tren que saliera con rumbo a Calasparra. No podía ser y entré
en la gran ciudad pensando en las advertencias que me había hecho mi
padre al explicarme la situación política. Mi padre era un lector compulsivo
que dedicaba a esa tarea buena parte del día, quitándole muchas horas al
sueño. En mi casa entraban todas las semanas Triunfo, Por Favor, Hermano
Lobo, Destino, Cuadernos para el diálogo, Sábado Gráfico y un sinfin de
publicaciones que venían de Francia gracias a un amigo librero al que
conocíamos por Paco “Liceo”. Por las noches oíamos Radio París y a veces
Radio Moscú, por aquello de escuchar la Internacional, aunque yo lo que
me sabía de verdad era el Cara al Sol y Montañas Nevadas.
Era joven, pero aquellas revistas, libros, radios y las conversaciones con mi
padre me tenían muy al tanto de lo que estaba ocurriendo. Y era muy
grave. En el Madrid de aquellos años no había alegría. Era octubre de 1976,
apenas un año después de la muerte del español que más españoles ha
matado en la historia. Había incertidumbre mezclada con esperanza, había
temor, un temor que se masticaba y que se materializaba en la visión de
una policía vestida con abrigos y cascos grises, con porras y pistolas, con
caballos y calabozos inexpugnables en los eran lícitas todas las
aberraciones imaginables. ETA mataba, preparaba el acelerón de su carrera
criminal e incomprensible: Veintitantos asesinatos ese año. Los
trabajadores salían junto a los estudiantes a exigir sus derechos y rara era
la manifestación en la que no había heridos o muertos por balazos oficiales.
Los fascistas actuaban con total impunidad, no sólo en el barrio de
Salamanca que ellos llamaban “zona nacional”, sino en toda la ciudad; raro
era también el día en que los Guerrilleros de Cristo Rey o la Triple A no
abrían la cabeza a quien se les ocurriera. Un día, caminando desde la Gran
Vía hasta los cines de Fuencarral vimos el retrato de un amigo pegado en
las paredes. Debajo ponía: “Sabemos dónde vives”. A la semana, mi amigo
estaba en el hospital con varias costillas rotas y un traumatismo
craneoencefálico. El 23 de enero de 1977, un conocido -no llegamos a ser
amigos, coincidíamos en manifestaciones- fue asesinado por un grupo de
fascistas en el centro de Madrid. Se llamaba Arturo Ruiz y su único delito
fue luchar para que todos pudiésemos ser un poco más libres en una
sociedad más justa. Su asesino, José Ignacio Fernández Guaza, huyó a
Francia y nunca fue reclamado por la policía o la justicia española sin que a
día de hoy se sepa nada de él: Su delito ha prescrito. Al día siguiente, en
una manifestación en protesta por la muerte de Arturo Ruiz, la policía lanzó
un bote humo que acabó con la vida de Mari Luz Nájera, quien tampoco
estaba haciendo nada, ni poniendo peligro la propiedad, ni proclamando la
revolución bolchevique, sólo expresaba su dolor por un asesinato vil que,
como el suyo, sigue hoy en la absoluta impunidad.

Hoy, cuando se cumplen 43 años de aquel salvaje atentado,


personas de parecida ideología a la de quienes perpetraron aquel
crimen se sientan en el Congreso de los Diputados
Si a todo eso, se añade el clima de inseguridad propiciado por la televisión
única y por los porteros de las fincas con portero, que no paraban de contar
chismes sobre robos, apuñalamientos y atracos que no habían sucedido, se
puede entender fácilmente que no era un tiempo de cerezas pese a que la
juventud siempre ha tenido un lugar para bailar. Se mascaba en el
ambiente, se pisaba, se respiraba que algo gordo, más gordo todavía iba a
pasar. En las sedes de Comisiones Obreras y el Partido Comunista de
España estaban alerta, en las calles, en las fábricas, en los institutos y
universidades también. Aquel frío 24 de enero de 1977, a las diez y media
de la noche un grupo de matones franquistas compuesto por José
Fernández Cerrá, Carlos García Juliá y Fernando Lerdo de Tejada 
irrumpieron en el despacho de abogados laboralistas situado en el número
55 de la calle de Atocha asesinando a sangre fría a Enrique Valdelvira
Ibáñez, Francisco Javier Benavides Orgaz, Francisco Javier Sauquillo, Serafín
Holgado y Ángel Rodríguez Orgaz, resultando gravemente heridos Miguel
Sarabia, Alejandro Ruiz-Huerta, Luis Ramos y Lola González. Manuela
Carmena, que formaba parte del despacho, se salvó porque horas antes de
había trasladado a otras dependencias. Posteriormente, los asesinos fueron
juzgados y condenados, incluido García Juliá que posteriormente huiría a
Brasil en un permiso que le concedió el juez Gómez Chaparro. Sin embargo,
a día de hoy todavía desconocemos quien estuvo detrás de esos asesinatos,
sabemos quiénes fueron las bestias que mataron fríamente a cinco
personas que trabajaban incansablemente para defender los derechos de
los trabajadores, pero no quienes fueron los instigadores, tampoco
sabemos la implicación que tuvo la CIA en aquellos acontecimientos
brutales, aunque parece claro que participó el grupo fascista italiano Gladio,
organizado por la central de inteligencia yanqui para combatir el
comunismo. La manifestación organizada por el PCE y CCOO que siguió a
los atentados fue una demostración de fuerza, disciplina y sensatez de
quienes, hasta entonces, los comunistas españoles, habían estado en la
vanguardia de las luchas por las libertades de este país mientras Abascal y
los suyos esperaban en la nada a nacer para ser amamantados por
Esperanza Aguirre.

Hoy, cuando se cumplen 43 años de aquel salvaje atentado, personas de


parecida ideología a la de quienes perpetraron aquel crimen se sientan en
el Congreso de los Diputados y están dispuestas a todo, no por la Patria, no
por la Constitución, no por las Libertades, no por la Justicia Social, sino por
sus privilegios, por su egoísmo, por su visión salvaje de España, de la
España madrastra que devora a sus hijos. Y esos tipos sobran, no sirven
para seguir construyendo un Estado democrático y plural en el que las
gentes que no odian ni reparten odio puedan vivir en paz. Hoy por hoy, con
su lenguaje soez, son sus incitaciones al odio, con sus vaticinios
apocalípticos, con sus mentiras permanentes, con sus insultos son los
principales enemigos de España, de la España de Machado, Azaña, García
Lorca, José Luis Sampedro y Benito Pérez Galdós.
El ejemplo de los Abogados de
Atocha







 

JAVIER LÓPEZ
20 DE ENERO DE 2020, 19:29

El joven universitario, se llama Manuel, elige tema de investigación para su


tesina. Ha estudiado y escrito algo sobre el final de los  Tribunales de Orden
Público (TOP) de la dictadura. Su interés ha comenzado a centrarse en la
violencia política durante la Transición española.

Decide que el tema que va a investigar es el asesinato de los Abogados de


Atocha, aquel 24 de enero de 1977, en el despacho laboralista de la calle
Atocha, 55, que unos llaman atentado, otros crimen, magnicidio, unos
cuantos masacre y no pocos matanza.

Por el camino acabará escribiendo un par de artículos titulados, El


imaginario colectivo de la Transición a través de la violencia política y otro,
El sentimiento de impunidad ultraderechista frustrado: la matanza de
Atocha. Porque eso que hemos llamado Transición, edulcorando las
crónicas patrias, fue más complejo, conflictivo y violento de lo que nos
cuentan.

No lo sabe aún, pero durante los próximos nueve años, Manuel se va a


adentrar en un proceso complicado de entrevistas sometidas a la memoria
siempre perfeccionada del entrevistado, actas judiciales, artículos que
sostienen unas opiniones y otros tantos que defienden tesis contrarias y
contradictorias. Hay también unos pocos que apuntan a nuevas pistas que
le obligan a retomar el hilo allí donde amenaza con haberse cortado.

Los Abogados de Atocha parecen un tema diáfano, claro, con abundante


documentación al alcance, en los tribunales, las hemerotecas, en los
archivos del Partido Comunista de España y de CCOO y un buen número de
personas que vivieron aquellos siete días de enero dispuestos a contar su
versión.

Manuel cuenta que algún profesor le aconsejó elegir otro tema porque
sobre el asunto estaba ya casi todo dicho. Y, sin embargo, la defensa de la
tesina, que debería haber durado poco más de un cuarto de hora, se alargó
durante hora y media, ante el debate suscitado entre los propios miembros
del tribunal.

Manuel Gallego, que así se llama el joven en cuestión, ha depurado,


seleccionado, interpretado la cuantiosa información que ha manejado y ha
escrito Los Abogados de Atocha. La masacre que marcó la Transición. No es
el primer libro publicado sobre el tema, comenzando por el titulado, La
memoria incómoda: Los Abogados de Atocha, de Alejandro Ruiz-Huerta, el
último de los sobrevivientes de aquel atentado. A lo largo de estos más de
40 años han fallecido otros tres sobrevivientes del atentado, Luis Ramos,
Miguel Sarabia y Lola González Ruiz.

Son dos trabajos distintos, complementarios. El de Alejandro, hoy


presidente de la Fundación Abogados de Atocha parece un ejercicio de
libertad conquistada tras largos años cumpliendo una condena de dolor y
silencio incómodo, desmemoria programada. Las voces interiores conviven
con el recuerdo de la tragedia vivida.

El libro de Manuel es el esfuerzo de un joven por acercarse al atentado de


Atocha, desbrozando y entendiendo el momento histórico más
determinante de la Transición española, a través de sus protagonistas y
explicando las circunstancias históricas, actas judiciales incluidas. Unos
hechos que se producen cuando la dictadura se desmorona, pero nada está
aún decidido y la democracia no acaba de nacer. Uno de esos momentos en
los que Gramsci nos enseña que surgen los monstruos.

Ese jetztzeit, el tiempo-ahora, del que nos habla Walter Benjamin, que lleva
a cuestas todas las posibilidades y energías para dar un salto de gigante
hacia el futuro. Los Abogados de Atocha estaban ahí, jóvenes,
comprometidos con la defensa de los derechos, enamorados y
desenamorados, ilusionados con una utopía se acercaba cada día más
desde el horizonte.

Su asesinato fue una de las últimas condenas de muerte del franquismo, el


intento brutal de la distopía dictatorial para que el tiempo vacío de tiempo,
el paisaje único, la historia de los vencedores escrita por los vencedores,
poblada de fantoches imaginarios y todo un desfile de símbolos imperiales
avaros de vidas humanas, volvieran al centro de nuestras vidas.

Mientras haya protagonistas de nuestra historia que recuerdan y cuentan


sus vidas. Mientras haya jóvenes que rebuscan en el tiempo pasado
(plagado de crónicas, leyendas, tragedias, recuerdos, intrigas, versiones, 
relatos y documentos) para entender quiénes somos ahora, para intuir
quiénes queremos, quienes debemos, ser mañana.

Mientras impidamos que los de Atocha sean conmemoración lejana,


memoria incómoda de un irreconocible pasado, autocomplacencia vana
que adocena conciencias, recuerdo estéril, inclasificable, imposible de
imitar. Mientras sigan siendo ejemplo que podemos reflejar en cada espejo
del presente, como una promesa, como vida que vive en nosotros, creo que
nos queda esperanza y acumulamos fuerzas y energías para dar nuestro
salto hacia el futuro.

La matanza de los abogados de


Atocha






VÍCTOR ARROGANTE
21 DE ENERO DE 2018, 20:14

La matanza de Atocha fue un atentado terrorista cometido por pistoleros


de la extrema derecha vinculados a Fuerza Nueva y a Falange. La noche del
24 de enero de 1977, cinco abogados laboralistas fueron asesinados y otros
cuatro resultaron gravemente heridos. Las víctimas eran comunistas y de
Comisiones Obreras. El año 1977 no había empezado bien con la tensión
creciente: la ofensiva de ETA y del GRAPO, los rumores golpistas y la
matanza puso en jaque a la democracia por llegar.

Eran alrededor de las 22:30 de la noche, cuando un comando


ultraderechista formado por tres pistoleros, irrumpen en el despacho de
abogados laboralistas de Comisiones Obreras y militantes del Partido
Comunista de España (todavía ilegal), situado en el número 55 de la calle de
Atocha, y abrió fuego contra los presentes. Al parecer, iban en busca del
dirigente comunista Joaquín Navarro y, al no encontrarlo, decidieron
asesinar a todos los demás. Eran dos jóvenes armados con pistolas y un
tercero encargado de cortar los cables del teléfono y registrar los
despachos. José Fernández Cerrá, Carlos García Juliá y Fernando Lerdo de
Tejada, eran los tres asesinos.

Franco había muerto en noviembre de 1975 y parecía que todo quedaba


«atado y bien atado». España tenía ante sí el reto de ser como sus vecinos
demócratas o el búnker nacional-católico de Europa. La historia hacía
inviable mantener los Principios Fundamentales del Régimen y los valores
del 18 de julio, jurados en 1969 por Juan Carlos de Borbón. Muchos había
que seguían defendiendo al búnker. Franco firmó sus últimas sentencias de
muerte semanas antes de morir; en marzo de 1976 se produjeron los
sucesos de Vitoria con cinco huelguistas muertos; y en mayo los sucesos de
Montejurra en los que murieron dos militantes carlistas. Con la matanza de
Atocha, querían mantener su España «una, grande y libre», frente a la roja,
plurinacional, tricolor, laica y democrática.

Aquellos días de enero significaron una amenaza para la Transición. Hubo


que hacer frente a una ofensiva criminal que colocó a la naciente
democracia al borde del precipicio (Martín Villa, ministro de Gobernación en
1977). A esa situación se llegó por la concatenación de unos trágicos
episodios: los secuestros de Antonio María de Oriol y del general
Villaescusa, la muerte del estudiante Arturo Ruiz por disparos de un
ultraderechista, la muerte de María Luz Nájera al ser alcanzada por un bote
de humo de la policía y el asesinato de los abogados laboralistas. España
iba de sobresalto en sobresalto tras los cuarenta años de paz, que la
propaganda del régimen propagaba. Juan Antonio Bardem retrató la trágica
semana en su película «Siete días de enero».

Los abogados que ejercieron la acusación contra los asesinos de los


abogados, trataron de poner al descubierto las oscuras tramas
ultraderechistas de líderes como Blas Piñar y fuerzas reaccionarias dentro
del propio aparato de seguridad del estado. Según las sospechas de
algunos de los abogados, entre ellos José Bono y Cristina Almeida, habrían
participado de alguna forma en la elaboración de los atentados para
desestabilizar el proceso de la transición en marcha.

La abogada Cristina Almeida ha denunció que en el juicio no se les dejó


llegar hasta el final. El juez Gómez Chaparro «Estaba acostumbrado a
castigar a políticos, demócratas y comunistas, pero no a los fachas y a la
derecha». Todo estaba conectado. Fernando Lerdo de Tejada, que esperó a
los asesinos a la puerta del despacho, era sobrino de la secretaria de Blas
Piñar. «Cuando empezamos a investigar más allá, no nos dejaron». Las
investigaciones se quedaron en el Sindicato Vertical de transportes.

La versión oficial de los asesinos es que iban a buscar a Joaquín Navarro, el


Secretario General del Sindicato de Transportes de CCOO en Madrid.
«Esperaron una hora en el piso de arriba y escucharon quién entraba y salía
del despacho». Fueron los mismos asesinos los que contaron en sus
declaraciones que oyeron cómo se marchaba gente del despacho. Había
complicidad con el juez y un clima muy tenso. Peligraba el sistema
democrático naciente. Bastante fue con haberlos detenido.

Casi dos meses después del atentado, los autores del crimen fueron
detenidos y puestos a disposición judicial. La Audiencia Nacional dictó
sentencia el 4 de marzo de 1980. Consideró que los procesados constituían
un «grupo activista e ideológico, defensor de una ideología política
radicalizada y totalitaria, disconforme con el cambio institucional que se
estaba operando en España». El fallo condenó a José Fernández Cerrá y
Carlos García Juliá, autores materiales de los hechos, a un total de 193 años
a cada uno de ellos, y a Francisco Albadalejo, a un total de 73 años.
«Aunque ahora parezca poca cosa, el juicio de los asesinos de Atocha, en
1980, fue la primera vez que la extrema derecha fue sentada en el
banquillo, juzgada y condenada» (Miguel Ángel Sarabia).

García Juliá se fugó 14 años después, al serle concedida la libertad


condicional, con 10 años de prisión pendientes. Fue detenido en Bolivia por
narcotráfico. Fernández Cerrá fue puesto en libertad tras 15 años en la
cárcel. La instrucción del caso fue un desastre. Lo más sangrante fue que el
juez instructor de la Audiencia Nacional, Rafael González Chaparro,
concedió un permiso a Fernando Lerdo de Tejada, tras un año en la cárcel y
a la espera de juicio, para ir a la boda de su hermano y no volvió. Emilio
Hellín acabó trabajando como asesor de criminalística para la Guardia Civil
y la Policía.

Entre el secuestro de Antonio Oriol en diciembre, la aprobación del


referéndum para la reforma política, y la Semana Negra de enero, se
presentaba una escalada de violencia, de acción y reacción, que podía
desembocar en una Guerra Civil. Si algo quedó demostrado, es que ni los
militares cayeron en la provocación, ni el partido comunista, respondió con
violencia. El duelo en el entierro y la multitudinaria manifestación en
riguroso silencio conmocionaron al país. El canalla asesinato de los
abogados surtió el efecto contrario. El PCE sería legalizado en abril, un mes
después de la detención de los asesinos y las primeras elecciones
democráticas desde 1936 se celebraron el 15 de junio.

En el atentado fueron gravemente heridos Miguel Sarabia, Alejandro Ruiz-


Huerta, Luis Ramos y Dolores González. Otra de las abogadas que salvó la
vida porque había cambiado de despacho es Manuela Carmena «Los
asesinatos de Atocha fueron la cuota a pagar para obtener libertad y
democracia». Cayeron asesinados a tiros, Enrique Valdelvira, Luis Javier
Benavides, Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez Leal.
Defendían las libertades de los trabajadores y los derechos de la
ciudadanía. Cinco muertes que iniciaron el camino a la democracia; en su
memoria
Todo parece que con el atentado buscaban una huelga general que
provocara un golpe de Estado, pero no lo consiguieron. Éste llegó el 23 de
febrero de 1981.

Decidnos cómo es Atocha


Jaime Cedrún López y Francisco Javier López Martín
| El 24 de enero de 1977, hace ya 40 años, se produjo la
tragedia, el cruel atentado contra el despacho laboralista
de Atocha 55.






NUEVATRIBUNA.ES19 DE ENERO DE 2017, 17:39

He cerrado los ojos para no ver nada.


He cerrado los ojos para llorar por no verte.

Paul Éluard 

El dictador había muerto, pero la dictadura no había sido derrotada. Lo


viejo no había muerto. Y lo nuevo no había aún nacido. Un momento
histórico apasionante se abría paso entre grandes ilusiones y no pocas
penalidades. La clase obrera empujaba para conseguir libertad,
derechos laborales y sociales equiparables a los que tenían los
trabajadores y trabajadoras europeos. Los despachos laboralistas eran
una cuña en el sistema judicial español para conseguir que el ejercicio
de esos derechos fuera erosionando los estrechos márgenes de las
leyes franquistas.

Había dos despachos de abogados laboralistas en la calle de Atocha. Uno


de ellos, en las inmediaciones de la Plaza de Antón Martín, el de Atocha 55,
lo dirigía Manuela Carmena. Ese fue el despacho elegido por las huestes del
franquismo sin Franco para dar una lección que nunca olvidara una clase
obrera que protagonizaba, en esos momentos, una huelga del transporte
que se antojaba intolerable para el sindicalismo vertical de la dictadura. El
24 de enero de 1977, hace ya 40 años, se produjo la tragedia, el cruel
atentado contra el despacho laboralista de Atocha 55.

No eligieron su suerte. Fueron ellos como podrían haber sido los abogados,
abogadas o sindicalistas de cualquier otro despacho laboralista. O como lo
fueron los estudiantes que participaban en manifestaciones pacíficas
reclamando democracia y libertad. Esa misma semana, el 23 de enero, caía
abatido por un disparo de un ultraderechista, el estudiante Arturo Ruiz y, al
día siguiente, la joven universitaria María Luz Nájera, al ser golpeada por un
bote de humo de la policía. Todo ello en un contexto de secuestro de los
GRAPO, de Antonio María de Oriol, presidente del Consejo de Estado y del
general Emilio Villaescusa.

No estaban solos. El despacho de Atocha 55 era uno de los que se habían


ido abriendo, por parte de jóvenes abogados y abogadas recién salidos de
la universidad, siguiendo la estela y multiplicando la experiencia de aquel
primer despacho laboralista fundado por María Luisa Suárez, Antonio
Montesinos, Pepe Jiménez de Parga, o José Esteban, en la calle de la Cruz.
Despachos en los que se defendía a los trabajadores y trabajadoras,
jurados de empresa, enlaces sindicales de las CCOO, que eran procesados
por defender derechos, participar en huelgas y manifestaciones, tener en
su poder octavillas, o publicaciones en las que se animaba a la movilización,
o en las que se exigían derechos fundamentales como la huelga, la
manifestación, la libertad, la democracia, la amnistía.

Despachos en los que se abordaban también procesos penales ante el


Tribunal de Orden Público, creado por la dictadura franquista para
perseguir a la oposición, especialmente del PCE y a los integrantes de las
ilegalizadas Comisiones Obreras. Despachos donde se defendían
problemas de barrio, como los desahucios, problemas de infravivienda y
equipamientos para la ciudadanía.

Fue mucha la tarea desde que en los años 60 se constituyeron las CCOO y
se extendieron, gracias al apoyo del PCE y otras organizaciones de la
oposición a la Dictadura, por todos los sectores y por toda España. Y
tuvieron que hacer frente a la brutal represión que sufrió el movimiento
obrero con su “galena de huelgas” en los años 1975 y 1976 que hizo posible
que aunque el dictador muriera en la cama, el régimen fuera derrotado en
la calle.

Un antes y un después de Atocha

Tras el asesinato de los Abogados de Atocha y el velatorio organizado por el


Colegio de Abogados en su sede, su despedida se convirtió en una inmensa
manifestación organizada por el PCE y las CCOO, silenciosa y pacífica, que
terminó con los nuevos intentos de imponer una democracia mutilada. Un
interminable despliegue de coronas de duelo, claveles rojos y puños en
alto, que firmó en las calles la muerte definitiva del franquismo. Tras la
masacre de Atocha nadie pudo negarse a la evidencia. En la Semana Santa
de aquel mismo año, el Gobierno emanado de la legalidad franquista,
presidido por Adolfo Suárez, legalizó el Partido Comunista y a finales de
abril fueron legalizados los sindicatos. España emprendía el camino hacia
una nueva legalidad democrática.

Se preguntaba el Jefe del Estado, en el reciente encuentro mantenido con el


Patronato de la Fundación Abogados de Atocha, promovida por CCOO de
Madrid, cómo era posible que hasta el año 2005 no se hubiera creado una
institución para preservar la memoria y defender los valores de los
Abogados de Atocha. Unos jóvenes que con  las únicas armas del derecho
pusieron en juego su vida para defender la dignidad y la decencia de todas
nuestras vidas y pagaron con su sangre nuestra libertad.

Durante décadas, cada 24 de enero, hemos acompañado la soledad de los


cementerios y junto a los cuatro sobrevivientes, Luis Ramos, Lola González
Ruiz, Alejandro Ruíz- Huerta, hemos escuchado a Miguel Sarabia recitar
lentamente los nombres de los jóvenes asesinados, ante la placa
conmemorativa instalada junto al portal de Atocha 55: Luis Javier Benavides
Orgaz, Serafín Holgado, Ángel Rodríguez Leal, Francisco Javier Sauquillo,
Enrique Valdelvira. Así pronunciados, despaciosamente, decía Sarabia,
siembran armonía en el  mundo.

Le gusta a Alejandro recordar a Paul Éluard, quien haciendo memoria de los


campos de concentración nazis, nos recuerda que "si el eco de su voz se
debilita, pereceremos". Por eso, tal vez, las CCOO de Madrid, en nuestro
Congreso de 2004, conmocionados aún por la inmensidad del golpe de los
Atentados del 11 de Marzo de ese mismo año, decidimos crear la Fundación
Abogados de Atocha, para preservar la memoria y el espíritu de los de
Atocha. Para impulsar los valores y los anhelos de libertad, igualdad,
justicia, solidaridad, diálogo y paz que alentaba la lucha de aquellos jóvenes
y que sigue anidando en los corazones de la ciudadanía. Para premiar y
reconocer a cuantas personas siguen luchando aquí y más allá de nuestras
fronteras por la libertad y los derechos laborales y sociales.

Volviendo a Éluard, el poeta, el militante de la resistencia francesa, el


comunista ortodoxo y heterodoxo, nos parece necesario recordar, en este
40 aniversario del atentado contra los Abogados de Atocha, que "hay otros
mundos, pero están en éste". Un mundo, un espacio de convivencia, en el
que saquemos de nosotras y nosotros lo mejor de aquella juventud de
Atocha. Pero para ello tendremos que seguir defendiendo su memoria y,
parafraseando a Marcos Ana, uno de los merecedores de los premios
anuales de la Fundación, formular y contestar (y contestarnos) cada día la
pregunta: “Decidnos como es Atocha.”

Jaime Cedrún López


Secretario General de CCOO de Madrid

Francisco Javier López Martín


Secretario de Formación de CCOO

ATOCHA cenit de la lucha


democrática





MANEL GARCÍA BIEL


13 DE ENERO DE 2017, 15:05

El 24 de enero hará 40 años de la


masacre, perpetrada por asesinos de la ultraderecha, contra el despacho de
los abogados laboralistas de CCOO y del PCE de la calle Atocha. Aquel
hecho y la respuesta multitudinaria, disciplinada, silenciosa y muy
estructurada de la ciudadanía de Madrid al llamamiento del PCE,
significaron el punto culminante de la lucha democrática en el conjunto del
país.

En enero de 1977 la situación era de una gran complejidad y sin duda el


atentado buscaba provocar una respuesta violenta por parte del PCE y de
CCOO que truncara el proceso de transición democrática. La respuesta
ciudadana demostró todo el contrario, el carácter multitudinario, pacífico y
la gran disciplina manifestada por la multitud a las consignas establecidas
por la dirección del PCE, fue decisiva para la consolidación de un proceso de
democracia plena en el estado español.

No hay que olvidar que en aquellos tiempos se tanteaba una salida a la


dictadura consistente en una democracia limitada que excluyera de entrada
los comunistas españoles y sus organizaciones vinculadas cómo CCOO.
Sólo hay que señalar algunos hechos demostrativos. El 15 de abril de 1976
se celebró con plena tolerancia de las autoridades el 27 Congreso de la
UGT. Contrariamente CCOO vio denegado el permiso para celebrar su
congreso al final de junio en Madrid, debió celebrar el 11 de julio su
Asamblea de Barcelona en clandestinidad. Por su parte el PSOE celebró
también libremente su XXVII Congreso del 5 al 7 de diciembre de 1976 con
una amplia representación y presencia de líderes socialistas europeos. Al
mismo tiempo Santiago Carrillo era detenido en Madrid el 23 del mismo
diciembre del 1976.

Eran claras las intenciones del gobierno de  ir en un primer momento hacia
una democracia limitada que excluyera los comunistas (PCE-PSUC), los
cuales habían sido los opositores fundamentales, casi en solitario de la
dictadura franquista.

No hay duda que la movilización contra los atentados de Atocha fue


fundamental para provocar un cambio radical en esta política limitadora y
la clave que abrió la puerta no sólo a la legalización del PCE y de CCOO sino
a la consecución de una “ruptura pactada” y una democracia real y plena. El
gobierno constató la imposibilidad de dejar fuera del marco democrático
una fuerza que tenía arrastraba una historia de lucha heroica por la
democracia y que demostraba tener una fuerte presencia y fuerza en la
calle. Y la forma democrática y pacífica de esta demostración de fuerza
también tuvo una fuerte repercusión.

Hoy, cuando desde ámbitos de un “esquelético” PCE, que no tiene nada que
ver con el que fue, y de algunos dirigentes de IU y de Podemos se pretende
hacer una lectura revisionista del papel del PCE en la transición, hechos
como estos demuestran su falta de conocimiento y vivencia. Hay quién
cómo Garzón defiende la valentía de la lucha de los comunistas en la
clandestinidad y la traición de las élites “eurocomunistas” en la transición.
Haría falta que estos revisionistas tuvieran en cuenta que la dirección
comunista en la clandestinidad y en la transición estaba en manos de las
mismas personas. Y que la política del PCE en la transición era la que
provenía de su estrategia de “Reconciliación Nacional” adoptada en junio de
1956 por el Comité Central del PCE y la posterior propuesta de “Pacto por la
Libertad” de 1969. Era pues una posición política adoptada y consolidada en
el seno del partido. La dirección del PCE dejó muy claro que el objetivo
fundamental y estratégico era la conquista de la democracia, en palabras
populares de aquella época el problema fundamental era “dictadura o
democracia” y no “monarquía o república”.
Y es evidente que la transición democrática plasmada en la Constitución del
78 se dio en un momento de ruidos de sables, y donde las fuerzas
reaccionarías partidarias del “viejo régimen” todavía tenían una fuerza
importante, y por tanto debe ser considerada una conquista importante. La
tan criticada hoy Constitución del 78 fue bastante avanzada para su
momento y plenamente equiparable a la de los países de nuestro entorno
democrático. Sólo hay que fijarse en dos cuestiones importantes: la
territorial y la económica. En el tema territorial había un reconocimiento
claro y diferenciado de las nacionalidades históricas sobre el resto, en lo
que comportaba un reconocimiento indirecto del carácter plurinacional del
estado. Y por su parte en el aspecto económico era posible un desarrollo
económico de inspiración de derechas o de izquierdas. Ambos temas
después han sido deteriorados completamente por los pactos adoptados
de forma conjunta por el PP y el PSOE. En el primer caso con la LOAPA que
fue una ley aprobada por el PSOE y la UCD en junio del 82, y como
respuesta a la presión derivada del golpe de estado del 23 F del 1981, y que
es la base de las posteriores leyes centralizadoras que han afectado
directamente a Cataluña. En el segundo caso la reforma constitucional
efectuada con nocturnidad por el PSOE y PP, en setiembre del 2011, daba
un giro neoliberal a la Constitución al consagrar la prioridad del pago de la
deuda.

Podemos decir que el problema del deterioro de la Constitución no es fruto


del proceso constitucional de la transición sino de las políticas realizadas
por los partidos hegemónicos en la post-transición.

En cuanto al PCE es cierto que sus resultados electorales no fueron los que
se preveían pero esto es debido a dos problemáticas. Una externa, el peso
del anticomunismo derivado de los 40 años de propaganda anticomunista
de la dictadura o el miedo de gran parte de la población que se inclinó por
opciones más “suaves” como significaba la del PSOE. Y también debido a
factores internos, en este sentido se podría decir que el gran error de la
dirección del PCE fue no dar paso a una “nueva generación”, a una
“renovación” respecto a la generación de la “guerra civil”, máximo cuando el
PCE tenía cuadros políticos sobradamente preparados.

Todo ello también nos trae a cuestionar otros planteamientos de los


“revisionistas”, el hablar de la necesidad de una “segunda transición” o la
liquidación del “régimen del 78”.

Transición significó el gran paso de la dictadura a la democracia. No puede


llamarse transición a una actualización o renovación constitucional dentro
del estado democrático. No hay un “régimen del 78” sino una Constitución
del 78 que puede estar superada en muchos puntos, que ha sido
deteriorada expresamente y/o que no se adapta al momento actual pero
esto no significa un cambio de régimen, sino una nueva fase democrática.

Es lamentable que hoy en día políticos de las nuevas hornadas piensen que
hasta ahora no se había hecho nada bien, hasta que han aparecido ellos.
Este “adanismo” demuestra una carencia de formación preocupante,
especialmente cuando se defiende por quien tendría que ser el más firme
defensor, por orgullo de la propia organización, de una de las mejores
páginas de la historia del PCE.

Los 40 años de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha y de la


gran movilización popular que provocó son quizás una de las páginas más
gloriosas de la historia de un PCE hoy ya desaparecido.

Herir sensibilidades: abogados de


Atocha





ANTONIO BAYLOS
4 DE ENERO DE 2017, 18:44
Los asesinos de los abogados de Atocha eran pistoleros y
militantes fascistas de grupos de extrema derecha, pero detrás de
ellos había fuerzas importantes que jamás fueron investigadas
El 24 de enero se cumplen cuarenta años del asesinato de los abogados
laboralistas de la calle Atocha, y naturalmente se están acelerando los actos
que rinden homenaje a aquellos luchadores por la libertad que murieron
por defender los derechos de los trabajadores y que militaban en CCOO y
en el PCE. Se prevé un acto multitudinario el 15 de febrero, en el Teatro
Monumental, donde además se entregará el premio Abogados de Atocha
a Juan Genovés, el pintor del cuadro emblemático de la reconciliación
nacional – El abrazo – que constituyó el eje de la política del  PCE a partir de
los años sesenta.

Los asesinos de los abogados de Atocha eran pistoleros y militantes


fascistas de grupos de extrema derecha, pero detrás de ellos había fuerzas
importantes que jamás fueron investigadas, ni en los cuerpos de seguridad
del Estado ni en los poderes económicos más ligados al mantenimiento del
franquismo – el llamado bunker – que contaba con decisivos consensos en
el ejército y en la judicatura. El crimen fue condenado naturalmente por el
gobierno de UCD y la impresionante manifestación de duelo en el entierro
de los abogados de Atocha fue el detonante de la legalización del PCE y el
decisivo encarrilamiento de la transición política hacia las elecciones
generales que construirían un nuevo sistema democrático y generarían una
Constitución acorde con él. Es por tanto un crimen que pretendía impedir la
democracia, castigando precisamente a quienes defendían a los
trabajadores frente a la dictadura, y señalando a las dos organizaciones que
se habían destacado en la lucha antifranquista, las Comisiones Obreras y el
Partido Comunista.

Uno de los que fueron fusilados contra la pared del despacho de Atocha
fue Ángel Rodríguez Leal. Era natural de un pequeño pueblo de Cuenca, y
trabajador de Telefónica de donde fue despedido, llevó su caso a los
abogados de CCOO y se quedó en el despacho como administrativo, para
organizar los documentos del mismo. Era el único de los asesinados que no
era abogado. Había nacido el 26 de enero de 1951 y fue asesinado dos días
antes de cumplir los veintiséis años.

Hace tan solo unos años, en su pueblo el Ayuntamiento dio su nombre a un


parque. Ahora, cuando se cumplen 40 años de su asesinato, la coalición de
izquierda del pueblo ha querido colocar una placa en su memoria. La
respuesta del alcalde, del Partido Popular, ha sido la de prohibirlo. Las
razones las explica Público.es y El diario.es.

"Es nuestro deber procurar no herir sensibilidades de ninguna tendencia


política en aras de preservar nuestra convivencia pacífica de todos los
vecinos del municipio". Con esta excusa ha despachado el alcalde de
Casasimarro (PP), la petición de colocar una placa en reconocimiento de las
víctimas de la matanza de Atocha. 

La propuesta fue realizada por Ahora Casasimarro y buscaba honrar


especialmente a Ángel Rodríguez Leal, una de las víctimas de aquel brutal
episodio de la transición española y vecino de esta localidad castellano
manchega. 

La respuesta del alcalde ha sido facilitada a través de un escrito, con fecha


23 de diciembre, en el que señala que denegar la instalación de dicha placa
"no implica un posicionamiento concreto de la Corporación"  teniendo en
cuenta "que el vecino Angel Rodriguez Leal ya tiene el nombre de un
parque, fijado por la anterior corporación que gobernaba este municipio ,
sin que la corporación actual haya procedido a su cambio". A lo que añade:
"Este hecho denota la necesaria imparcialidad que debe primar en un
gobierno como el nuestro, que lo es, de todos los vecinos de Casasimarro,
independientemente de su orientación política".

El alcalde de Casasimarro entiende que hay que ser imparcial frente a los
asesinatos y que por tanto hay que impedir que se honre la memoria de un
vecino de la localidad que dio su vida por la construcción de la democracia.
Entiende que hay que situarse en la equidistancia entre los asesinos y los
asesinados, porque no quiere herir sensibilidades “de ninguna tendencia
política”, aunque ya sabemos cual es la única tendencia política que puede
sentirse aludida, la que justifica el crimen de Atocha como un hecho
necesario para frenar la conformación de un sistema democrático en
nuestro país. Y le parece un acto de bonhomía política no haber quitado el
nombre del vecino que fue asesinado por el fascismo en plena transición
política, lo que implícitamente entiende que formaría parte del bagaje
político del Partido que representa.

El alcalde no quiere herir la sensibilidad política de los asesinos y de los


fascistas, de quienes defendieron la dictadura mediante las torturas, las
delaciones, los disparos mortales. Al hacer eso el alcalde del PP se coloca
contra la democracia, es un personaje abyecto que carece de cualquier
legitimidad para poder seguir considerándose una autoridad democrática
en ningún lugar. El Partido Popular debe exigirle la dimisión inmediata, los
partidos políticos democráticos preparar un importante acto político para
poner la plaza solicitada  en el mismo lugar en el que el alcalde ha decidido
negarlo, y convocar a personalidades y dirigentes de los mismos para que
acudan al pueblo de Angel Rodríguez Leal, a reivindicar su memoria y la de
la lucha de tantos hombres y mujeres por la democracia y las libertades. No
le arrebatemos, cuarenta años después de su muerte a manos de
pistoleros fascistas, su dignidad de ciudadano y de trabajador que creyó en
el futuro mejor que nos esperaba a todos tras la caída de la cruel dictadura
franquista.

Juan Genovés, pintor y creador del


conjunto escultórico “El Abrazo”,
premio Abogados de Atocha 2017
También recibirán  un reconocimiento el Colegio de
Abogados de Madrid y el Consejo General de la Abogacía.





NUEVATRIBUNA.ES19 DE DICIEMBRE DE 2016, 12:52

Juan Genovés recibirá el martes, 24 de enero de 2017, el premio Abogados


de Atocha 2017, coincidiendo con la conmemoración del 40º aniversario del
atentado contra los abogados laboralistas de la calle Atocha, en el Auditorio
Marcelino Camacho (Lope de Vega, 40), a partir de las 11 horas, donde se
celebrará la entrega de premios y reconocimientos que concede
anualmente la Fundación Abogados de Atocha de CCOO de Madrid.
Este año el Patronato de la Fundación Abogados de Atocha ha decidido por
unanimidad conceder el premio del próximo año al artista valenciano Juan
Genovés, por su gran labor por la paz y la concordia, no solo en España sino
en todo el mundo con su obra “El Abrazo”. Igualmente el Patronato de la
Fundación ha decidido otorgar un reconocimiento al Colegio de Abogados
de Madrid y al Consejo General de la Abogacía, reconocimientos que se
entregaran en el mismo acto del 24 de enero.

Por otro lado La Fundación Abogados de Atocha reconocerá, en actos


específicos, al movimiento vecinal y a los trabajadores que realizaban su
labor por aquellas fechas en los despachos laboralistas de Atocha 55 y
Españoleto.

Como es conocido históricamente, pero no esta demás recordar,  el 24 de


enero de 1977, va hacer ya 40 años, un grupo de pistoleros de extrema
derecha irrumpieron en el despacho de abogados laboralistas de CCOO y
del PCE situado en el número 55 de la calle Atocha y ametrallaron a las
nueve personas allí presentes. Fallecieron cuatro abogados y un
sindicalista. Resultaron gravemente heridos otros cuatro abogados. 

A lo largo de estos años CCOO y más recientemente la Fundación Abogados


de Atocha, han impulsado, entre otras muchas cuestiones, actos y
propuestas para dar a conocer lo que ha supuesto la lucha de estas
personas por la libertad y por la democracia en nuestro país.

Antes del acto central, como cada año, volverán a rendir homenaje a los
Abogados de Atocha, en los cementerios de Carabanchel (8,30 horas) y San
Isidro (9,15 horas). Después, a las 10 horas, se celebrará la tradicional
ofrenda floral junto al monumento 'El Abrazo', de Juan Genovés, en la plaza
de Antón Martín, a unos metros de Atocha 55, lugar donde se cometieron
los asesinatos de los abogados laboralistas.

CCOO conmemora el 38º


aniversario de los Abogados de
Atocha
La jueza María Servini y los actores Juan Diego y Concha
Velasco, este sábado, en el Auditorio Marcelino Camacho.





NUEVATRIBUNA.ES23 DE ENERO DE 2015, 21:37

El próximo sábado, 24 de enero, coincidiendo con la conmemoración


del 38º aniversario del atentado contra los abogados laboralistas de la
calle Atocha, el Auditorio Marcelino Camacho (Lope de Vega, 40), acogerá a
partir de las 11 horas la entrega de premios y reconocimientos que concede
anualmente la Fundación Abogados de Atocha de CCOO de Madrid.
Como invitados de excepción estarán la jueza María Servini, premiada en
esta edición, y los actores Juan Diego y Concha Velasco, como integrantes
del colectivo de artistas que ha reconocido la FAA por su participación en la
huelga de 1975. En el acto intervendrán, además de los premiados y entre
otros invitados, el secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, y
su homólogo regional, Jaime Cedrún.

Este año el Patronato de la Fundación Abogados de Atocha de CCOO de


Madrid ha decidido por unanimidad conceder los premios y
reconocimientos del próximo año a las siguientes personas y colectivos:

 Premio Abogados de Atocha 2015: A la jueza argentina María Servini de


Cubría, por una vida dedicada a la justicia en Argentina y a la justicia
universal, así como por la causa abierta contra los crímenes y torturas
de la dictadura franquista. Algunos de los encausados tienen una
relación directa con los cuatro abogados y el sindicalista asesinados en
la noche del 24 de enero de 1977.
 Reconocimiento Abogados de Atocha 2015: A los actores y actrices de
la huelga de 1975. La Fundación reconoce al colectivo de actores y
actrices, que en defensa de sus derechos laborales y sociales, como
una función única diaria, mejoras salariales, etc., hace 40 años
protagonizaron aquella primera huelga al franquismo del 4 al 12 de
febrero de 1975.

Antes, como cada año, CCOO volverá a rendir homenaje a los Abogados en
los cementerios de Carabanchel (8,30 horas) y San Isidro (9,15
horas). Después, a las 10 horas, se celebrará la tradicional ofrenda de
flores junto al monumento 'El Abrazo', de Juan Genovés, en la plaza de
Antón Martín.

Los Abogados de Atocha, nuestros


'Charlie Hebdo'
Por Francisco Naranjo Llanos | Lo ocurrido en Charlie
Hebdo nos recuerda el criminal atentado de los Abogados
de Atocha el 24 de enero de 1977, en aquella ocasión a
manos de fanáticos religiosos de ultraderecha.





NUEVATRIBUNA.ES20 DE ENERO DE 2015, 13:57

Reflexión en la conmemoración del 38 aniversario del atentado de Atocha


55

Lo ocurrido en Charlie Hebdo nos recuerda el criminal atentado de los


Abogados de Atocha el 24 de enero de 1977, en aquella ocasión a manos de
fanáticos religiosos de ultraderecha.
El atentado de Atocha fue realizado por los mismos fanáticos que en
la guerra y después durante el régimen franquista mataron a muchos
inocentes, siempre evocando a Dios y su España Fascista, de forma similar
al atentado que unos fanáticos pistoleros, evocando el nombre de Mahoma
y al grito de “Alá es el más grande” el 7 de Enero de 2015 en París (Francia)
en un ataque criminal al periódico Charlie Hebdo causaron la muerte a doce
personas, quedando otras once heridas de diversa consideración.

El atentado de Atocha fue un ataque a la libertad democrática de unos


abogados que su “único delito” era trabajar por defender la libertad jurídica
y sindical de un movimiento obrero y vecinal oprimido por el franquismo y
el atentado de París ha sido un ataque a la libertad de un periódico.  

Y en dicho sentido recordar que el 24 de enero de 1977, un grupo de


pistoleros de extrema derecha irrumpieron en el despacho de abogados
laboralistas de CCOO y del PCE situado en el número 55 de la calle Atocha y
ametrallaron a las nueve personas allí presentes.

Fallecieron los abogados: Javier Sauquillo Pérez del Arco, Luis Javier


Benavides Orgaz, Enrique Valdelvira Ibáñez, Serafín Holgado de
Antonio y el sindicalista Ángel Rodríguez Leal. Resultaron gravemente
heridos: Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, Mª. Dolores González Ruiz,
Luis Ramos Pardo y Miguel Sarabia Gil.

El próximo sábado 24 de enero, desde CCOO y la Fundación Abogados de


Atocha realizaremos actos en su reconocimiento y homenajes en recuerdo
de esos mártires de la libertad que fueron los Abogados de Atocha que
fueron masacrados hace ahora 38 años y en ese sentido es preciso saber
qué paso y quiénes fueron esos abogados.

En aquellas fechas los despachos de los abogados laboralistas eran la única


herramienta al alcance de los trabajadores para defender jurídicamente sus
intereses, ya que la alternativa era el sindicato oficial, el Sindicato Vertical,
copado por los jerarcas del régimen franquista.

Pero esa labor se amplió pronto para dar asistencia al incipiente


movimiento ciudadano que surgía en el país y en concreto en Madrid, en
barrios como Vallecas o Palomeras. Los abogados laboralistas se
convirtieron así también en abogados de barrio, asesorando a las nacientes
asociaciones de vecinos en todo lo que necesitaran.

"Éramos gente seria, profesionales, que sabiendo rascar en las leyes del
franquismo encontrábamos alternativas para muchos problemas de los
trabajadores. Y eso, nosotros, lo explotamos a conciencia. Hacíamos camino,
jurisprudencia mucho más abierta, ampliábamos los derechos de los
trabajadores y por eso creo que nuestro trabajo fue muy importante. Ese
trabajo nos resarcía totalmente", recuerda Alejandro Ruiz-Huerta, uno de
los supervivientes del atentado de Atocha 55 y en la actualidad Presidente
de la Fundación Abogados de Atocha.

Y la noche de aquel lunes negro en Atocha 55 quedaron segadas cinco


jóvenes vidas y quedaron malheridas otras cuatro.

Dos días después el 26 de enero se celebró por las calles de Madrid un


multitudinario entierro. Cientos de miles de personas despidieron a los
abogados de Atocha asesinados, transmitiendo su solidaridad y volviendo a
clamar por la libertad. Pero ese clamor no se dijo con palabras. La consigna
era el silencio. Ni gritos, ni lamentos en voz alta, ni voces de apoyo al
partido comunista, ni a los sindicatos. Tenía que ser y fue una
manifestación impresionantemente silenciosa y serena. De rabia, de dolor,
de lágrimas…de gritos de silencio.

Después y a lo largo de estos 38 años, CCOO de Madrid y desde hace 10


años conjuntamente con la Fundación Abogados de Atocha, ha impulsado
propuestas y actos para dar a conocer lo que ha supuesto la lucha de estos
compañeros por la libertad y por la democracia.

Fruto de estas propuestas, es el hecho de que más de 30 pueblos de la


comunidad madrileña, tienen un reconocimiento, -un parque, una calle, una
plaza, un monumento, un centro de formación, etc.- dedicado a estas
víctimas del terrorismo fascista.

Este año se conmemora el 38 aniversario y la Fundación Abogados de


Atocha tiene previsto realizar a primera hora de la mañana la tradicional
visita a los cementerios de Carabanchel y San Isidro. A continuación, a las
10 h, la Ofrenda de coronas y minuto de silencio en la Plaza de Antón
Martín, frente a Atocha 55, al lado del monumento  "El Abrazo" de Juan
Genovés, para finalizar a las 11h en Auditorio “Marcelino Camacho” de
CCOO, Lope de Vega 40, donde se realizara el Acto Central y la entrega de
los galardones “Abogados de Atocha”.

Este año el Patronato de la Fundación, ha acordado premiar y reconocer en


esta 11ª edición a la jueza  María Servìni de Cubria,  la jueza de la Querella
Argentina contra los crímenes del franquismo y a  los actores Juan Diego y
Concha Velasco, que recogerán el galardón en representación de los
artistas que protagonizaron la Huelga de Actores de 1975.
En fin, como decía en un artículo sobre “Charlie Hebdo”, mi compañero y
además amigo Javier López: “En este renacer continuo, aquí y allá, mi única
patria son los que sufren y mis extranjeros los que nos hacen sufrir”.  Yo por mi
parte, hoy soy Charlie Hebdo, lo mismo que hace 38 años era y sigo siendo
de los Abogados de Atocha y  de CCOO.

Por  Francisco Naranjo Llanos  | Es el director de la Fundación Abogados de


Atocha

"En su entierro el silencio dolía más


que los disparos”
Por Francisco Naranjo | En estas fechas se conmemora el
aniversario de los "Abogados de Atocha", esos mártires de
la libertad que fueron vilmente ametrallados, hace ahora,
37 años, por un comando fascista.
 
Entierro Abogados Atocha 26.01.77. (Foto de archivo PCE)






NUEVATRIBUNA.ES22 DE ENERO DE 2014, 16:53

Por Francisco Naranjo LLanos | Director Fundación Abogados de


Atocha | Como es conocido, el 24 de enero de 1977, un grupo de pistoleros
de extrema derecha irrumpieron en el despacho de abogados laboralistas
de CCOO y del PCE situado en el número 55 de la calle Atocha en Madrid y
ametrallaron a las nueve personas presentes. Fallecieron los
abogados, Javier Sauquillo, Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Serafín
Holgado y el sindicalista Ángel Rodríguez Leal. Resultaron gravemente
heridos Alejandro Ruiz Huertas, Mª Dolores González, Luís Ramos y
Miguel Sarabia.

Creo, que todo lo dicho anteriormente, es más o menos conocido por


aquellos que hayan profundizado mínimamente en la historia de este país,
pero yo había cogido la pluma hoy para hablar del bolígrafo de Alejandro
Ruiz-Huertas y de la agenda de Ángel Rodríguez Leal. Temas seguro,
bastante menos conocidos.

Conocí, o mejor dicho oí hablar de Alejandro y de Ángel, al igual que la gran


mayoría, a raíz del brutal atentado de aquella semana trágica para la
democracia en nuestro país, semana que posteriormente Juan Antonio
Bardem, la inmortalizo en su película  “7 días de enero”.

Después, muchos años después, conocí personalmente a Lola González,


Miguel Sarabia, Luís Ramos y Alejandro Ruiz-Huerta, todos ellos
sobrevivientes de la Matanza de Atocha, como se le llamó durante muchos
años a aquel atentado terrorista. Cuatro personas que, conjuntamente con
los cinco asesinados, son iconos de la lucha por la libertad y por la
democracia en nuestro país, después de 40 años de dictadura franquista.

Sobre Alejandro y la importancia de su bolígrafo, se lo he oído contar en


varias ocasiones, pero así lo escribe el propio Alejandro: “Yo evite la muerte
aquella noche, en primer lugar, porque el cuerpo sin vida de Enrique
Valdelvira cayó encima del mío y tapó mis zonas vitales.. Antes, en la
primera oleada de disparos me dieron un tiro en el esternón, pero tuve la
suerte de que la bala dio en el bolígrafo que llevaba en la camisa, un
Inoxcrom“.

Alejandro en la actualidad ejerce de profesor de Derecho Constitucional en


la Facultad de Derecho de Córdoba y es el Presidente de Honor de la
Fundación “Abogados de Atocha”.

Con motivo del 25 aniversario Alejandro publicó un libro sobre aquellos


sucesos, titulado: "La memoria incómoda",   Los Abogados de Atocha
1977/2002. Después ha editado otro libro, titulado. “Los ángulos Ciegos”. Una
perspectiva crítica de la transición española, 1976-1979.

En cuanto a Ángel Rodríguez Leal, fue a través de su hermano José Luís,


cuando fui conociéndolo Ángel. Había sido represaliado y despedido de
Telefónica y trabajaba en el despacho laboralista como administrativo.
Aquel aciago día, por la mañana, Ángel había acudido para reclamar sus
derechos al sindicato vertical franquista, donde se celebraba una reunión
del transporte (Telefónica estaba encuadrada en el área de Comunicaciones
y Transporte), y allí se encaró con Francisco Albadalejo, que era secretario
del Sindicato Provincial del Transporte y que después fue uno de los
condenado por los crímenes de Atocha. Allí estaban, también, los pistoleros
que acudieron por la noche al despacho de Atocha y acribillaron a tiros a
todos los presentes.

Por la noche, tras concluir su trabajo, Ángel entró en un bar con unos
amigos. Se estaba tomando una cerveza, cuando se acordó de que había
olvidado en el despacho su ejemplar de Mundo Obrero, el periódico oficial
del PCE, y subió a recogerlo, Eran las 10,50 horas de la noche. Ángel ya no
volvió con sus amigos.

Minutos después de esa hora, dos ultras  habían llamado a la puerta del
bufete, mientras otro vigilaba desde la escalera. Ángel les abrió la puerta y
ellos preguntaron por Joaquín Navarro, un dirigente  de CCOO que había
destacado como uno de los principales promotores de la huelga del
transporte. Uno de aquellos ultraderechistas reconoció a Ángel Rodríguez
como el joven, que por la mañana, se había enfrentado en el sindicato
vertical a su jefe, Francisco Albadalejo.

Fue solo hace unos años, en la conmemoración del 30  aniversario, cuando
el hermano de Ángel, José Luís Rodríguez Leal, me dijo, que en la agenda
que llevaba Ángel, aquella nefasta noche, figuraba mi nombre y teléfono y
que si conocía a su hermano.

Teniendo en cuenta que Ángel era trabajador represaliado de Telefónica y


yo sindicalista de Renfe, podía ser, seguro que hable con Ángel, pero no lo
recuerdo y eso que viví aquellos sucesos con intensidad, incluso yendo al
entierro, acompañado por otros compás de RENFE, portando un par de
coronas de flores, en nombre del denominado Pleno de Representantes
Ferroviarios, organismo unitario de los trabajadores de Renfe por aquel
entonces.

Aquel entierro, seguramente ha sido la manifestación más multitudinaria


conocida en España aún hoy en día, manifestación que colapso la ciudad
entera. No se quien dijo sobre la manifestación: "El silencio dolía más que
los disparos. Los claveles fluían como un manto de sangre”. Para mí ha
sido la más impresionante y emotiva que he asistido en mí vida, aquellos
miles y miles de hombres y mujeres, aquélla tensión contenida, aquel
silencio, solo roto con algunos vivas a los muertos y por el canto de la
internacional, -ya en el cementerio- fue algo que el pueblo de Madrid, el
país entero, nunca olvidara.

Ángel, fue enterrado en el cementerio de la Almudena y


años después trasladado al cementerio de su pueblo, Casasimarro
(Cuenca). Un día, sobre estas fechas, hace ya más de diez años, estuvimos
en su pueblo, acompañando a las autoridades regionales y locales en la
inauguración de un parque, en su recuerdo. 

Aquella agenda, con mi nombre y mi teléfono, que solo hace unos años,


que supe de su existencia, quizás la olvide, pero a Ángel Rodríguez Leal, ese
compañero, sindicalista y trabajador, represaliado de Telefónica, uno de los
mártires de la libertad, asesinado por un comando fascista, residuo de la
dictadura franquista, solo porque defendía los derechos de los
trabajadores, me acordaré siempre.

Del Proceso 1001 a los abogados de


Atocha
El 24 de Enero de 2013, como todos los años, la Fundación
Abogados de Atocha, concedió sus premios anuales a los
sindicalistas encausados en el Proceso 1001.






ISABEL GARCÍA
10 DE FEBRERO DE 2013, 20:09

 
El 24 de Enero de 2013, como todos los años, la Fundación Abogados de
Atocha, concedió sus premios anuales a los sindicalistas encausados en el
Proceso 1001. Se han cumplido el año pasado, los 40 años del momento de
su detención por la policía franquista y se cumplen en diciembre los 40
años del inicio de su juicio ante el Tribunal de Orden Público, esa
jurisdicción especial creada por el régimen para perseguir todo atisbo de
reivindicación democrática.

El 20 de Diciembre de 1973 yo tenía 16 años. Trabajaba por las mañanas y


estudiaba por las tardes, como tantos jóvenes de familias obreras en
aquella época. Aquel día Madrid vivió conmocionado la noticia de la muerte
del entonces Presidente del Gobierno franquista, el almirante Carrero
Blanco. Esa misma mañana comenzaba el juicio de los dirigentes de CCOO,
detenidos el 24 de Junio de 1972 en el convento de los Oblatos de Pozuelo
de Alarcón.

Uno de los resultados del asesinato de Carrero fue que la condena fue
rápida y brutal para los diez de Carabanchel, oscilando entre los 20 años
para Marcelino Camacho, o Eduardo Saborido, los 19 para Nicolás Sartorius
o Francisco García Salve a los 12 para los que fueron condenados a menos
años de cárcel. Y ello, pese a las manifestaciones de solidaridad llegadas
desde todos los lugares del planeta, ante un proceso 1001, en el que no se
juzgaban actos de violencia, sino la libertad sindical que es imposible sin
libertad política. Sin democracia.

En la noche del 24 de Enero de 1977 eran asesinados los Abogados de


Atocha. Me pilló con 19 años y haciendo la mili. El servicio militar obligatorio
ha pasado a la historia, pero en aquellos días suponía abandonar lo que
estuvieras haciendo para trasladarte a cualquier provincia que te tocara en
el sorteo. Era algo que no podía permitirme, porque mis estudios eran una
sangría difícilmente costeable para mis padres. Por eso me presenté
voluntario. Más meses de mili, pero en mi provincia. No podía trabajar, pero
sí seguir estudiando por las tardes.

Una mili accidentada, por cierto, en la que me tocó vivir de cerca la llegada
de los cadáveres de los soldados muertos en la oscura guerra contra el
Frente Polisario en el Sahara. La muerte lenta del general Franco y su
entierro en el Valle de los Caídos. La Marcha Verde.Las huelgas en los
transportes públicos, que se intentaban resolver con la militarización de los
mismos. Lo de la negociación o imposición de servicios mínimos es historia
reciente. Los frecuentes acuartelamientos de tropas.
No pude asistir al entierro de los Abogados. Los soldaditos quedamos
acuartelados en previsión de cualquier disturbio que pudiera producirse.
No hubo caso. El entierro fue una demostración de dolor, rabia contenida,
manifestación ordenada, fuerza de la razón frente a la barbarie. Pero ni un
sólo incidente. La sangre de los Abogados abría irremisiblemente, sin vuelta
atrás posible, las puertas de la democracia para todos y todas los
españoles.

El 10 de Junio del año 2003, 26 años después del asesinato de los de


Atocha, casi 25 años después de aprobada la Constitución Española,
inauguramos el Monumento dedicado a los Abogados de Atocha en la Plaza
de Antón Martín. Una escultura realizada por Juan Genovés, recuperando el
cuadro El Abrazo, que había simbolizado la lucha por la Amnistía y la
Libertad en España. Un cuadro que sigue arrinconado en los almacenes del
Museo Reina Sofía, del cual es sacado en contadas ocasiones, para ser
mostrado en exposiciones temporales.

Una inauguración accidentada. Habíamos elegido la fecha antes de que,


tras celebrarse las elecciones autonómicas y municipales, se convocara
para ese mismo día, el Pleno de la Asamblea de Madrid, que debía elegir al
Presidente Rafael Simancas, con el apoyo de los votos del Partido Socialista
y de Izquierda Unida. Por eso retrasamos la inauguración hasta las 13´30,
con la idea de poder asistir al acontecimiento político del día.

Las abstenciones de los diputados socialistas Eduardo Tamayo y María


Teresa Sáez, cuyos motivos permanecen sin esclarecer, impidieron la
elección y abrieron un turbio proceso que dio lugar a una nueva
convocatoria electoral que permitió el triunfo de Esperanza Aguirre.

Cuando regresábamos conmocionados desde la Asamblea de Vallecas a la


Plaza de Antón Martín, sufrimos un accidente de tráfico y llegamos
apurados, a bordo de un taxi, a Antón Martín. El nuevo alcalde de Madrid
era Alberto Ruiz Gallardón, pero fue el alcalde saliente, Alvarez del
Manzano, el encargado de inaugurar el monumento que recuerda a los
Abogados de Atocha en la Plaza cercana al despacho de la calle Atocha, 55,
donde fueron asesinados por una banda fascista.

Tengo para mí que la memoria no es un baúl que se almacena en el sótano


de nuestro pasado. En términos flamencos, la memoria es hondura, quejío,
duende. En términos de fado, la memoria es saudade. Y la saudade viene a
ser algo así como hondura, duende, quejío del futuro. A fin de cuentas
somos poco más que instantes que unen lo que será con lo que fue.
Por eso, en el instante de ahora, parece justo que los jóvenes que luchaban
por la libertad, la democracia y los derechos, organizando las Comisiones
Obreras, queden unidos para siempre con los jóvenes que les defendían
ante los tribunales, en sus luchas cotidianas en las empresas y los barrios.

No podemos entender que la juventud, la libertad, la democracia y el


derecho, se vean manchados por pintura roja y gualda, como la que
embadurnó las placas conmemorativas de los Abogados de Atocha en
Madrid. Una pintada en una placa se puede limpiar. El huevo de la
serpiente fascista, caragada de rabia y odio, que se instala en algunos
corazones, es mucho más difícil de erradicar.

Pese a ello, pese a ellos, el ciclo de la memoria no se cierra. Arrancarán


hojas de sus ramas. Cortarán ramas. Llenarán de hachazos su tronco. Pero
la memoria seguirá ahí. Refugiada en las raíces, esperando mejores
tiempos.

Quiero terminar, rindiendo homenaje a los del 1001, como lo hace


Alejandro Ruiz Huerta con los de Atocha. De la misma manera en que
siempre lo escuché a Miguel Sarabia. Nombrándolos despaciosamente,
para que todo el mundo se conmueva.

En el Proceso 1001, fueron juzgados y condenados, por luchar por la


libertad sindical y la democracia en España:

Marcelino Camacho, Eduardo Saborido, Nicolás Sartorius, Francisco García


Salve, Fernando Soto, Juan Muñiz Zapico, Francisco Acosta, Miguel Angel Zamora, Pedro
Santisteban, Luis Fernández.

Justo en rendirles homenaje y reconocimiento. A ellos y a cuantas mujeres


quedaron a merced de los duros tiempos que corrían, sosteniendo a sus
familias, mientras ellos pagaban con años de cárcel el deseo unánime de
libertad.

Atocha, Airbus y los silencios


Malo sería que dos sombras del pasado revivieran al
tiempo. De la mano de unos, el TOP, y de la mano de
otros, la censura de prensa.





JUAN MORENO PRECIADO


3 DE FEBRERO DE 2016, 17:26
El pasado día 28 de enero el Auditorio Marcelino Camacho estaba lleno
para la presentación del libro “La matanza de Atocha” de Isabel y Jorge
Martínez Reverte. 

La semana anterior la misma sala con capacidad para más de 1000


personas se había visto ampliamente desbordada en un mitin de CCOO y
UGT en defensa del derecho de huelga y en solidaridad con las decenas de
procesados (como los 8 de Airbus) por la huelga general contra la reforma
laboral. En este caso, pese a que estaban presentes periodistas y fotógrafos
apenas salió una línea en la prensa. 

La presencia solidaria de intelectuales y artistas como Almudena Grandes,


Luis García Montero o Miguel Ríos y de representantes del sindicalismo
mundial, no fue suficiente para levantar  el silencio que los dueños de los
medios imponen sobre cualquier actividad sindical. 

Para no dar altavoz a los líderes de CCOO y UGT, silencian a los propios
trabajadores procesados y a los juristas que intervinieron denunciando el
atropello del derecho de huelga. 

¿Dónde están los sindicatos? se preguntaba no hace mucho Soledad


Gallego-Díaz, pero la misma pregunta se le puede hacer a su periódico del
que soy lector diario y abonado. EL PAIS antes tenía una sección que se
llamaba Trabajo y que ahora se llama Economía y Negocios. Claro que todo
evoluciona... pero ¿hacia donde? 

Malo sería que dos sombras del pasado revivieran al tiempo. De la mano de
unos, el Tribunal de Orden Publico (TOP), y de la mano de otros, la censura
de prensa.

El libro de los Reverte es una oportuna denuncia antifranquista  y una


apasionada  reivindicación de aquellos jóvenes laboralistas asesinados o
malheridos  en el despacho  de la calle de Atocha. El acto fue muy serio,
pero no exento de algún momento chusco. Es la primera vez que veo que
los presentadores y presentadoras de un libro se creen obligados a hablar
con detalle de sus errores y erratas, cuestión menor, al menos ese día.

Creo que los autores consiguen en una crónica muy dinámica, retratar la
trama fascista y homenajear a los abogados y abogadas de aquellos
despachos inolvidables donde  además de asesorar a trabajadores y
militantes hacían  un trabajo político imprescindible: María Luisa Suarez,
Manolo López, Jaime Sartorius,  José Luis Núñez, Cristina Almeida, Paca
Sauquillo, Manola Carmena; los que ametrallados aquel 24 de enero, y
tantos otros. En ese empeño está también la Fundación Abogados de
Atocha promovida por CCOO.

La narración, de estilo periodístico, consigue  esos propósitos,  aunque  no


aborda  en profundidad el papel que jugaba el movimiento obrero y que
fue la causa de fondo del suceso. 

A finales de noviembre de 1975, pocos días después de la muerte de


Franco, el Secretariado clandestino de CCOO lanzaba un Llamamiento a la
lucha para impedir el continuismo franquista que significaba el
mantenimiento de Arias Navarro al frente del gobierno.  De diciembre de
1975 a febrero de 1976 media España estuvo paralizada por las huelgas.

El Sindicato Vertical quedó prácticamente disuelto y el gobierno muy


desgastado.   Arias se tuvo que ir  y se puso en marcha una última
operación dilatoria del cambio, que a la postre también fracasó: el proyecto
reformista suarista y juancarlista de democratización a dos velocidades,
amnistía parcial y legalización primero de los partidos de oposición
moderada,  dejando al PCE fuera de la ley, y a muchos presos dentro de las
rejas. 

El movimiento obrero, los estudiantes,  las asociaciones vecinales, el PCE..,


estaban en la calle todos los días para lograr la ruptura y también durante
la semana sangrienta de enero de 1977 en la que los asesinos ultras
entraron en Atocha 55. Y si fueron allí es porque ese despacho, al igual que
otros, funcionaba ya como pre-sede de CCOO (esa misma tarde se había
reunido en el despacho la Ejecutiva provincial de CCOO de Transportes y
poco antes, el 17 de octubre, también allí, la Coordinadora General de
CCOO había decidido constituir  la Confederación Sindical).  Por eso tenía
una pequeña oficina en Atocha 55 el líder de la huelga del transporte, como
la tenía algún  otro sindicalista de otras ramas de Comisiones.  Y allí
trabajaba  de administrativo Ángel Rodríguez Leal, uno de los 5 asesinados,
militante  de CCOO y despedido por la huelga de Telefónica. 

Jorge Martínez Reverte, impedido de hablar, hizo leer un texto de mucho


calado, en el que además (otro detalle divertido) contó que había intentado
varias veces afiliarse a CCOO sin conseguir que nadie le diera el carnet y
volvió a pedirlo, a la vez que, respondiendo a los aplausos, levantaba el
puño vigorosamente. 

“El abrazo” de Genovés en Antón


Martín
Desde junio de 2003 en la madrileña plaza de Antón
Martín, frente al número 55 de la calle Atocha, está situada
la Estatua que representa el cuadro El Abrazo de Juan
Genovés.






NUEVATRIBUNA.ES18 DE ENERO DE 2016, 12:49

Desde junio de 2003 en la madrileña plaza de Antón Martín, frente al


número 55 de la calle Atocha, está situada la Estatua que representa el
cuadro El Abrazo de Juan Genovés.
Para conocimiento general de la ciudadanía madrileña y de quienes nos
visitan de otros lugares es preciso dar a conocer el trágico suceso ocurrido
en la noche del 24 de enero de 1977, hace ya 39 años. Ese día un grupo de
pistoleros de extrema derecha irrumpieron en el despacho de abogados
laboralistas vinculados a CCOO y al PCE situado en el número 55 de la calle
Atocha, a pocos metros de la plaza de Antón Martín, irrumpieron en el
despacho  y ametrallaron a las nueve personas que allí se encontraban a
punto de comenzar una reunión de trabajo; eran los denominados como
Abogados de barrio. El resultado de aquel atentado fue de cuatro abogados
y un sindicalista asesinados. Resultando gravemente heridos otros cuatro
abogados.
En el año 2001, un año antes de conmemorar el 25º Aniversario del
atentado, CCOO de Madrid puso en marcha una iniciativa dirigida a las
corporaciones locales madrileñas cuyo objetivo consistía en que los
Ayuntamientos, dedicaran un espacio público, calle, plaza, monumento,
etc.,  en recuerdo y homenaje a los Abogados de Atocha que antes de su
asesinato habían puesto su conocimiento y compromiso al servicio de los
ciudadanos de los municipios, incluido Madrid Capital.

La respuesta fue enormemente positiva. En un corto  período de tiempo, y


en su memoria, veinticuatro municipios de la Comunidad de Madrid de
todos los colores políticos tenían en sus  callejeros una referencia con el
nombre “Abogados de Atocha”.

Importante fue también la presencia e intervención de la dirección del


sindicato en los plenos municipales a la hora de debatir la moción
correspondiente por la cual, se daba a conocer un hecho que muchos
concejales y vecinos asistentes a los plenos desconocían. La inauguración
pública de las calles, plazas, esculturas…. Fue un paso más para dar a
conocer y poner en valor la figura de los abogados que sufrieron aquel
criminal atentado

En el caso de la capital, siendo Alcalde de Madrid José María Álvarez del


Manzano, nos encontramos con más dificultades, cuando en las mismas
fechas se reivindicó también un espacio público y en especial que la obra El
Abrazo en su versión escultura, (primera y única realizada por Juan
Genovés) se situara en la plaza Anton Martín.

La iniciativa contó de forma inmediata con el apoyo de la Federación


Regional de Asociaciones de Vecinos y de los grupos municipales de IU y
PSOE y fue después de mucho trabajo, manifiestos, recogida de firmas, etc,
cuando un par de años después, la petición fue aceptada por el equipo de
Gobierno del PP y votada por unanimidad por el pleno del ayuntamiento
madrileño en 2002.

Por supuesto antes de hacer la propuesta a los grupos municipales, en


CCOO teníamos el consentimiento expreso del autor, Juan Genovés, que
estaba encantado que su “abrazo” sirviera como recuerdo y homenaje a
esos trabajadores por la libertad y la justicia,  que eran y son los Abogados
de Atocha.

La inauguración del monumento tuvo lugar un año después, el 10 de junio


de 2003, fecha que por aras a la casualidad coincide con otro hecho
histórico en la Comunidad Autónoma Madrileña, ya que fue el día que se
perpetró el nefasto hecho antidemocrático en el parlamento regional
madrileño, denominado Tamayazo. Pero eso es otra historia.

Años después, en el en 2007, coincidiendo con el 30 aniversario del


atentado fascista y ya constituida la Fundación Abogados de Atocha,
solicitamos al gobierno del ayuntamiento madrileño la colocación de una
placa que explicara el significado del Monumento, como dice su texto: “para
conocimiento del pueblo de Madrid y quienes nos visitan”, propuesta que fue
aceptada de inmediato por la Corporación Municipal. Habíamos detectado
dificultad a la hora de comprender por parte de los ciudadanos el por qué
de la escultura de Juan Genovés y en ese lugar de Madrid. Al día de hoy la
leyenda de la Placa explica de forma resumida su significado, del mismo
modo que hacemos nosotros en este artículo de opinión.  

Recordar aquí que “El Abrazo”, cuadro pintado por Juan Genovés en los
años 70, fue un símbolo de la transición española, con cuyas copias en
forma de póster se revindicó la amnistía y la libertad en nuestro país. Uno
de estos pósteres estaba colgado en el despacho de abogados laboralistas
en Atocha 55, lugar donde fueron asesinados el 24 de enero de 1977.

También se conoce esta obra popularmente con el nombre de “Amnistía”,


por haber sido utilizada por la Junta Democrática en 1975/1976 para pedir
la liberación de los presos políticos de la Dictadura Franquista en España,
reproduciéndose  miles de  copias, que se vendían para sufragar los gastos
de la campaña.

Igualmente, el cuadro fue durante muchos años el símbolo de la prestigiosa


ONG, Amnistía Internacional, organización todavía incipiente. Con los
ingresos económicos de la venta de reproducciones de El Abrazo, pudo
costear su primera sede en Madrid.

Por cierto de la misma manera, en el 2001, CCOO de Madrid eligió también


esta obra para conmemorar el 25º aniversario del sindicato en la región
madrileña, reproduciéndola en libros, carteles, agendas, pegatinas, etc, tras
recibir la autorización de su autor.

Raúl Cordero Torres y Francisco Naranjo Llanos, son Vicepresidente y


Director respectivamente de la Fundación Abogados de Atocha

Aquellos jóvenes de Atocha 55


El Ayuntamiento de Madrid, tras años de solicitudes del
sindicato, había aceptado que el cuadro de El Abrazo,
reconvertido en escultura por su autor, Juan Genovés...

 
Escultura de Juan Genovés, conocida como El abrazo o Amnistía, que
conmemora el asesinato de los abogados laboralista de Atocha.







 

JAVIER LÓPEZ
3 DE JUNIO DE 2015, 11:59

El 8º Congreso de CCOO de Madrid se celebraba en mayo de 2004.


Veníamos de una etapa convulsa, en la que dos acontecimientos habían
marcado la vida de Madrid, la de sus trabajadores y trabajadoras, la de las
CCOO. Acontecimientos que deberíamos haber resuelto como sociedad,
pero que quedaron abiertos y abrieron en canal a la sociedad madrileña y,
por efecto dominó, al resto de la sociedad española.

Aquel primer núcleo de Abogados Laboralistas, se vio pronto


acompañado por un nutrido grupo de jóvenes, salidos de las
facultades de derecho, como Cristina Almeida, Manuela Carmena,
Francisca Sauquillo, Manolo López, los Sartorius y otros muchos a
los que sería imposible nombrar en un artículo
El martes 10 de junio de 2003, CCOO de Madrid inaugurábamos en la Plaza
de Antón Martín, el monumento dedicado a los Abogados de Atocha. El
Ayuntamiento de Madrid, tras años de solicitudes del sindicato, había
aceptado que el cuadro de El Abrazo, reconvertido en escultura por su
autor, Juan Genovés, presidiera la plaza, a pocos metros del portal de la
calle Atocha, 55, donde se encontraba el despacho de abogados laboralistas
que fueron asesinados por un comando de ultraderecha, aquella trágica
noche del 24 de enero de 1977.

Habíamos retrasado la hora de la inauguración, porque ese mismos día se


reunía la Asamblea de Madrid que, tras las elecciones autonómicas, debía
elegir al socialista Rafael Simancas como Presidente de la Comunidad, en
alianza con Izquierda Unida. El golpe perpetrado esa mañana por Tamayo
y Sáez, terminó dando un vuelco, sin precedentes en la España
democrática, a los resultados electorales, para terminar desembarcando
a Esperanza Aguirre en el Gobierno de la Comunidad de Madrid.

Abandonamos la Asamblea de Madrid conmocionados por la situación que


se había desencadenado y partimos hacia Antón Martín. Sea por la
conmoción del momento que nos había tocado presenciar, por la agitación
que vivíamos, por la presencia de un furgón mal aparcado en una esquina,
impidiendo la visión de la calle en la que desembocábamos, o simplemente
por la mala fortuna, chocamos con un autobús en Vallecas. Terminamos
dejando el coche a la espera de una grúa y cogimos un taxi para llegar con
un poco de retraso a la cita inaugural.

El golpe de Tamayo y Sáez cambió la historia de Madrid y, como hemos


podido comprobar con el tiempo, dio carta de naturaleza a un todo vale, en
política, en economía, en la sociedad, en comportamientos carentes de toda
ética, que convenientemente aderezado por una crisis económica sin
precedentes, han terminado transformando la crisis económica en crisis
social, política, de legitimidad de las instituciones, de la que tardaremos en
recuperarnos, no sin gran esfuerzo y con no pocos costes en la credibilidad
de nuestra democracia.

El otro acontecimiento demencial que marcó nuestro Congreso Regional


fue el atentado del 11 de Marzo de 2004 en Madrid. Habíamos sufrido la
brutalidad de los atentados perpetrados por la banda terrorista ETA. Pero el
golpe del fundamentalismo islámico contra los trenes que avanzaban hacia
Atocha, cargados de estudiantes, trabajadores y trabajadoras, superó
cualquier capacidad humana para asimilar la inmensidad de aquel acto de
salvajismo perpetrado por otros seres humanos. Para encontrar alguna
manera de reflejar aquel momento, me refugié en el poema de César
Vallejo, Los Heraldos Negros.

Entre las decenas de muertes de aquel día y los cientos de familiares


vagando por hospitales y por el improvisado tanatorio del IFEMA,
quedaron Daniel Paz Manjón, el hijo de nuestra compañera Pilar,
miembro de la Comisión Ejecutiva Regional, o Rodolfo Benito Samaniego,
sobrino del que fuera mi antecesor en la Secretaría General de CCOO de
Madrid. Dos de entre los centenares de muertos y heridos, trabajadores y
trabajadoras, estudiantes hijos de trabajadores y trabajadoras, padres y
madres de trabajadores y trabajadoras, miles de familias destrozadas y
marcadas de por vida.

Durante todos estos años, esos sobrevivientes, esas familias, han tenido
que soportar la ignominia de las teorías de la conspiración y la falta de
reconocimiento de las instituciones regionales y municipales madrileñas, en
manos de la derecha, que convirtió aquel 11 de Marzo en la explicación de
su derrota electoral, sin reparar en que fue la mentira de aquellos días y no
el atentado y sus víctimas, los que la provocaron.

Sobre aquel Congreso de las CCOO de Madrid, en 2004, pesaban los


atentados del 11-M y todos lo gritos de ¡NO a la Guerra! que habíamos
lanzado en impresionantes manifestaciones, que no torcieron la voluntad
de Aznar de seguir avalando las actuaciones del Trío de las Azores. El
sufrimiento de Madrid era el mismo sufrimiento que vivían cada día otros
pueblos lejanos, condenados a la guerra para satisfacer intereses
económicos instalados en el gobierno de los Estados Unidos.

Un Congreso inaugurado por Miguel Ríos, que cantó sin acompañamiento


alguno y culminó con un impresionante ¡NO a la Guerra!, que fue coreado
por todo el auditorio en pie, incluido el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-
Gallardón, mientras su concejala Ana Botella, permanecía sentada.

Sobre aquel Congreso pesaba también el Tamayazo y una Esperanza


Aguirre que, en sus primeros años de mandato, intentaba aún trasladar una
imagen conciliadora, mientras preparaba unos planes de negocio, que
inició luego con el deterioro de la imagen del sector público, para proceder
a su inmediata privatización, en favor de intereses económicos vinculados a
su entorno político.

Durante muchos años, desde el asesinato de los Abogados de Atocha, cada


24 de enero, las CCOO de Madrid, depositábamos coronas de flores en los
cementerios donde fueron enterrados Luis Javier Benavides, Francisco
Javier Sauquillo, y Enrique Valdelvira. Serafín Holgado se encuentra
enterrado en Salamanca y Angel Rodríguez Leal en Casasimarro, en
Cuenca.

Más tarde, depositábamos sendas coronas, junto al PCE, en el portal de


Atocha, número 55. Durante esos años habíamos conseguido que un
puñado de calles, plazas, centros públicos, en localidades y pueblos de
Madrid, llevaran el nombre de los Abogados de Atocha. El monumento
levantado en la Plaza de Antón Martín, constituía un hito importante para
preservar la memoria de aquellos jóvenes que luchaban por la libertad y la
democracia, con las únicas armas del derecho. Defensores de la clase
trabajadora y de la ciudadanía madrileña, desde ese puñado de despachos
laboralistas que surgieron al calor del que fundara María Luisa Suárez, en
compañía de Pepe Jimenez de Parga, Antonio Montesinos, o Pepe Esteban.

Aquel primer núcleo de Abogados Laboralistas, se vio pronto acompañado


por un nutrido grupo de jóvenes, salidos de las facultades de derecho,
como Cristina Almeida, Manuela Carmena, Francisca Sauquillo, Manolo
López, los Sartorius y otros muchos a los que sería imposible nombrar en
un artículo. Entre ellos se encontraban los que murieron y también los que
sobrevivieron al asesinato de Atocha: Luis Ramos, Lola González Ruiz,
Alejandro Ruiz-Huerta y Miguel Sarabia. Jóvenes vinculados al Partido
Comunista y a las CCOO que defendían a los trabajadores en las empresas
y a los movimientos vecinales en los barrios.

Nos parecía que aquel Congreso de las CCOO de Madrid en 2004, se


desarrollaba en un momento en el que había que poner en valor la
memoria y el valor de futuro que recorre la memoria de los Abogados de
Atocha. El valor de una juventud comprometida con los derechos que nos
hacen libres e iguales para convivir en democracia.

Han pasado más de diez años desde aquelCongreso de CCOO de Madrid


que adoptó la decisión de constituir la fundación Abogados de Atocha. Años
en los que la Fundación ha concedido Premios y Reconocimientos anuales a
personas y organizaciones nacionales e internacionales que han luchado
por los derechos y la libertad en sus ámbitos de actuación.

Años en los que ha contribuido a difundir y reivindicar la historia del


laboralismo español, que ha dejado una estela de excelentes profesionales
del derecho, que han defendido y siguen defendiendo a los trabajadores y
las libertades ciudadanas desde sus despachos, o desde los cargos que han
desempeñado en la justicia española.
Ahora, en estos momentos no menos duros y complejos, de crisis, cuando
se hace necesario decidir la España que seremos en las próximas décadas,
en nuestra economía, en el empleo, la sociedad, la cultura, conviene no
olvidar el pasado. Conviene reivindicar a aquellos jóvenes que dieron con
tremenda generosidad sus mejores años, su juventud y hasta su vida, para
defender a las personas, su futuro y su convivencia, asentados en la solidez
de los derechos. Porque conviene recordar que no hay sociedad, país,
patria, sin los derechos compartidos, que nos hacen libres e iguales.
Conviene, hoy más que nunca, sentirnos unidos en torno a la memoria de
los de Atocha.

Hace ya 40 años!!! Asesinato de los


abogados de Atocha






NUEVATRIBUNA.ES | POR SALCE ELVIRA19 DE ENERO DE 2017, 17:42

Cuando se cumple el cuarenta aniversario de los asesinatos de Atocha,


atentado terrorista o matanza, de diversas formas se suele denominar, he
recordado situaciones que en la bruma de la memoria estaban casi
olvidadas, por lo duras y difíciles que fueron para las personas que lo
vivimos tan de cerca.

Eran tiempos negros y difíciles, de gran incógnita sobre el futuro del país;
Franco había muerto hacía más de un año, pero a quienes militábamos
activamente en el PCE y CCOO se nos seguía persiguiendo, encarcelando de
forma sistemática.

El domingo 23 de enero, nos habíamos reunido por la tarde-noche en el


despacho de Atocha, la coordinadora del metal de Madrid de CCOO aún
clandestinas, para redactar un panfleto contra la represión, pidiendo la
dimisión del ministro de Gobernación (Interior) Rodolfo Martín Villa y el
entonces director general de la Policía, Juan José Rosón, porque esa misma
mañana en una manifestación en la Gran Vía, habían asesinado a Arturo
Ruiz. Al día siguiente mataron a Mari Luz Nájera, en otra de protesta por la
muerte de Arturo.

El 24 de enero por la noche, en ese mismo despacho, fueron asesinados a


sangre fría, nuestros queridos compañeros Ángel Rodríguez, Enrique
Valdevira y Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo y Serafín
Holgado, hiriendo de gravedad a otros cuatro: Dolores González Ruiz,
Luis Ramos, Miguel Sarabia y Alejandro Ruiz Huertas. Todos  abogados
laboralistas, de asociaciones de vecinos,  luchadores por la justicia, además
de defensores de represaliados políticos.

Lo que había ocurrido me fue comunicado al filo de la media noche por un


compañero de la Inter de CCOO, y sin tiempo de recuperarnos del espanto,
la consigna fue de empezar a organizarnos los y las compañeras y
camaradas del PCE y de CCOO, para dar una respuesta firme y coordinada
ante tan atroz crimen. Desde el principio nos dimos cuenta de que era
nuestro deber responder ante la situación creada con firmeza, máxima
coordinación y movilización, pero sin facilitar a las fuerzas negras del
régimen seguir su represión. Para ello, era imprescindible el controlar la
situación creada desde nuestra organización y con nuestras fuerzas.

Mientras que nuestros compañeros y compañeras abogados negociaban


que los féretros se trasladaran a las Salesas, sede del colegio de abogados y
Tribunal de Orden Público, para que se les pudiera rendir un público
homenaje, el activo de CCOO nos encargamos de hacer asambleas en todos
los centros de trabajo, que fueron masivas,  para explicar la situación y
asegurar un numero importante de personas que se encargaran del
servicio de orden y la seguridad en el entierro y sin esperar a pedir permiso,
salimos a la calle.

Fue emocionante ver como cientos de personas, en su mayoría sindicalistas


de CCOO, y militantes del PCE, en aquel frió y brumoso día, cogidos del
brazo y con claveles rojos en las manos formamos una cadena humana que
rodeaba toda la manzana desde Santa Bárbara a la Plaza de la Villa de París.
Éramos en su inmensa mayoría jóvenes veinteañeros, como se puede ver
en los documentos gráficos,  que nos enfrentamos con serenidad a las
provocaciones de los fascistas y guerrilleros de Cristo Rey.

No puedo borrar de mi mente y sigo recordando con impotencia y rabia,


mucha rabia y dolor, los féretros expuestos con los sudarios blancos, de
aquellos queridos compañeros con los que hasta hacía unos días habíamos
compartido tantas cosas y albergado  grandes esperanzas de futuro y de
ilusión.

Por la tarde, cientos de miles de personas  llenaron en silencio las calles de


Génova, Plaza de Colón, Recoletos… en un acto de fuerza, responsabilidad y
firmeza, que demostró la organización, incidencia y credibilidad entre las
masas de la que gozaba, tanto el PCE como CCOO, aún clandestinos,
ganada con muchos años de lucha, así como las ansias de libertad y
democracia del pueblo de Madrid, que supuso un paso decisivo para que
fuera legalizado tres meses después, primero del PCE y posteriormente
CCOO.

Algunos de la actual clase política, incluso desde la izquierda, tertulianos,


politólogos, etc. etc, que por ignorancia,  oportunismo o desconocimiento,
censuran, desprecian y vilipendian de forma generalizada aquella etapa y
nos incluyen a todos y todas en el “Régimen del 78” deberían saber que no
se nos regaló nada, -que lo que conseguimos,  aunque nos parezca
insuficiente,  nos lo están quitando día a día, también con ellos en los
aparatos de poder-, fue fruto de una dura lucha, de sacrificio, represión,
miles de despidos, procesos, cárcel y pérdidas de muchas vidas que
merecen un reconocimiento público.

Transcribo a continuación algunos párrafos del imprescindible libro “La


memoria Incómoda,  los abogados de Atocha”  de Alejandro Ruiz-
Huertas, único sobreviviente en la actualidad del atentado: “Solo los
pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla, porque la
realidad que se oculta, vuelve para vengarse.

Por eso no interesa recordar nuestro pasado lejano pero inmediato. Estamos
perdiendo la memoria histórica. (...) Sigue siendo fundamental, imprescindible
que las generaciones que nos suceden conozcan cuál ha sido el camino
recorrido hasta hoy. Que hubo una dictadura, dónde se sacrificó mucha gente,
dónde reunirse era un delito, dónde todos éramos menores de edad. Que hubo
un proceso de transición muy difícil, donde quedaron muchos al borde del
camino. Que no ha sido un camino de rosas...”

Es por ello que desde aquí quiero recordar con emoción y rendir homenaje
a tantas y tantos amigos, compañeros que ejemplifican los CINCO DE
ATOCHA por su esfuerzo, sacrificio y generosidad sin pedir nada a cambio y
olvidados hasta por ciertos sectores que se llaman de izquierda.

Quiero  finalizar, dedicando un recuerdo emocionado a mi amiga Lola


González Ruiz, gravemente herida aquella noche y que hace dos años que
nos dejó, una mujer especial, valiente, humilde, que nunca quiso
protagonismo y a la que la vida trató tan duramente..

Salce Elvira (Sindicalista de CCOO)

ATOCHA cenit de la lucha


democrática






 

MANEL GARCÍA BIEL


13 DE ENERO DE 2017, 15:05

El 24 de enero hará 40 años de la


masacre, perpetrada por asesinos de la ultraderecha, contra el despacho de
los abogados laboralistas de CCOO y del PCE de la calle Atocha. Aquel
hecho y la respuesta multitudinaria, disciplinada, silenciosa y muy
estructurada de la ciudadanía de Madrid al llamamiento del PCE,
significaron el punto culminante de la lucha democrática en el conjunto del
país.

En enero de 1977 la situación era de una gran complejidad y sin duda el


atentado buscaba provocar una respuesta violenta por parte del PCE y de
CCOO que truncara el proceso de transición democrática. La respuesta
ciudadana demostró todo el contrario, el carácter multitudinario, pacífico y
la gran disciplina manifestada por la multitud a las consignas establecidas
por la dirección del PCE, fue decisiva para la consolidación de un proceso de
democracia plena en el estado español.

No hay que olvidar que en aquellos tiempos se tanteaba una salida a la


dictadura consistente en una democracia limitada que excluyera de entrada
los comunistas españoles y sus organizaciones vinculadas cómo CCOO.

Sólo hay que señalar algunos hechos demostrativos. El 15 de abril de 1976


se celebró con plena tolerancia de las autoridades el 27 Congreso de la
UGT. Contrariamente CCOO vio denegado el permiso para celebrar su
congreso al final de junio en Madrid, debió celebrar el 11 de julio su
Asamblea de Barcelona en clandestinidad. Por su parte el PSOE celebró
también libremente su XXVII Congreso del 5 al 7 de diciembre de 1976 con
una amplia representación y presencia de líderes socialistas europeos. Al
mismo tiempo Santiago Carrillo era detenido en Madrid el 23 del mismo
diciembre del 1976.

Eran claras las intenciones del gobierno de  ir en un primer momento hacia
una democracia limitada que excluyera los comunistas (PCE-PSUC), los
cuales habían sido los opositores fundamentales, casi en solitario de la
dictadura franquista.

No hay duda que la movilización contra los atentados de Atocha fue


fundamental para provocar un cambio radical en esta política limitadora y
la clave que abrió la puerta no sólo a la legalización del PCE y de CCOO sino
a la consecución de una “ruptura pactada” y una democracia real y plena. El
gobierno constató la imposibilidad de dejar fuera del marco democrático
una fuerza que tenía arrastraba una historia de lucha heroica por la
democracia y que demostraba tener una fuerte presencia y fuerza en la
calle. Y la forma democrática y pacífica de esta demostración de fuerza
también tuvo una fuerte repercusión.

Hoy, cuando desde ámbitos de un “esquelético” PCE, que no tiene nada que
ver con el que fue, y de algunos dirigentes de IU y de Podemos se pretende
hacer una lectura revisionista del papel del PCE en la transición, hechos
como estos demuestran su falta de conocimiento y vivencia. Hay quién
cómo Garzón defiende la valentía de la lucha de los comunistas en la
clandestinidad y la traición de las élites “eurocomunistas” en la transición.
Haría falta que estos revisionistas tuvieran en cuenta que la dirección
comunista en la clandestinidad y en la transición estaba en manos de las
mismas personas. Y que la política del PCE en la transición era la que
provenía de su estrategia de “Reconciliación Nacional” adoptada en junio de
1956 por el Comité Central del PCE y la posterior propuesta de “Pacto por la
Libertad” de 1969. Era pues una posición política adoptada y consolidada en
el seno del partido. La dirección del PCE dejó muy claro que el objetivo
fundamental y estratégico era la conquista de la democracia, en palabras
populares de aquella época el problema fundamental era “dictadura o
democracia” y no “monarquía o república”.

Y es evidente que la transición democrática plasmada en la Constitución del


78 se dio en un momento de ruidos de sables, y donde las fuerzas
reaccionarías partidarias del “viejo régimen” todavía tenían una fuerza
importante, y por tanto debe ser considerada una conquista importante. La
tan criticada hoy Constitución del 78 fue bastante avanzada para su
momento y plenamente equiparable a la de los países de nuestro entorno
democrático. Sólo hay que fijarse en dos cuestiones importantes: la
territorial y la económica. En el tema territorial había un reconocimiento
claro y diferenciado de las nacionalidades históricas sobre el resto, en lo
que comportaba un reconocimiento indirecto del carácter plurinacional del
estado. Y por su parte en el aspecto económico era posible un desarrollo
económico de inspiración de derechas o de izquierdas. Ambos temas
después han sido deteriorados completamente por los pactos adoptados
de forma conjunta por el PP y el PSOE. En el primer caso con la LOAPA que
fue una ley aprobada por el PSOE y la UCD en junio del 82, y como
respuesta a la presión derivada del golpe de estado del 23 F del 1981, y que
es la base de las posteriores leyes centralizadoras que han afectado
directamente a Cataluña. En el segundo caso la reforma constitucional
efectuada con nocturnidad por el PSOE y PP, en setiembre del 2011, daba
un giro neoliberal a la Constitución al consagrar la prioridad del pago de la
deuda.

Podemos decir que el problema del deterioro de la Constitución no es fruto


del proceso constitucional de la transición sino de las políticas realizadas
por los partidos hegemónicos en la post-transición.

En cuanto al PCE es cierto que sus resultados electorales no fueron los que
se preveían pero esto es debido a dos problemáticas. Una externa, el peso
del anticomunismo derivado de los 40 años de propaganda anticomunista
de la dictadura o el miedo de gran parte de la población que se inclinó por
opciones más “suaves” como significaba la del PSOE. Y también debido a
factores internos, en este sentido se podría decir que el gran error de la
dirección del PCE fue no dar paso a una “nueva generación”, a una
“renovación” respecto a la generación de la “guerra civil”, máximo cuando el
PCE tenía cuadros políticos sobradamente preparados.

Todo ello también nos trae a cuestionar otros planteamientos de los


“revisionistas”, el hablar de la necesidad de una “segunda transición” o la
liquidación del “régimen del 78”.

Transición significó el gran paso de la dictadura a la democracia. No puede


llamarse transición a una actualización o renovación constitucional dentro
del estado democrático. No hay un “régimen del 78” sino una Constitución
del 78 que puede estar superada en muchos puntos, que ha sido
deteriorada expresamente y/o que no se adapta al momento actual pero
esto no significa un cambio de régimen, sino una nueva fase democrática.

Es lamentable que hoy en día políticos de las nuevas hornadas piensen que
hasta ahora no se había hecho nada bien, hasta que han aparecido ellos.
Este “adanismo” demuestra una carencia de formación preocupante,
especialmente cuando se defiende por quien tendría que ser el más firme
defensor, por orgullo de la propia organización, de una de las mejores
páginas de la historia del PCE.

Los 40 años de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha y de la


gran movilización popular que provocó son quizás una de las páginas más
gloriosas de la historia de un PCE hoy ya desaparecido.

Se nos fue Lola, pero siempre


estará en nuestra memoria
Por José Ramos | Ha fallecido Dolores González Ruiz,
abogada y presidenta de honor de la Fundación Abogados
de Atocha.





NUEVATRIBUNA.ES31 DE ENERO DE 2015, 18:24

Ha fallecido en Madrid a la edad de 69 años, Mª Dolores González Ruiz,


abogada y presidenta de honor de la Fundación Abogados de Atocha.

Dolores González Ruiz, o como la conocíamos, Lola, era una de las


supervivientes de Atocha, junto con mi padre Luis Ramos Pardo y dos
compañeros más Miguel Sarabia y Alejandro Ruiz-Huerta. En aquel
atentado murieron cuatro abogados y un sindicalista.

Cuando era joven, en 1969, la policía franquista mató a su novio Enrique


Ruano y ocho años después, el 24 de enero de 1977 en el atentado de
Atocha, mataron a su marido Javier Sahuquillo y ella quedó gravemente
herida... En aquella  fecha Lola tenía 31 años.

Lola representa o representaba como nadie todo el sufrimiento de una


generación que decidió plantar cara a la dictadura franquista y que pagó
cara su osadía... Su vida nunca ha sido fácil... Me da, nos da, una pena
inmensa...

Siempre estarás con nosotros en nuestra memoria y en nuestros


corazones.

Espero, esperamos, que por fin puedas descansar.

¡¡ Hasta siempre Lola!!

Por José Ramos, CCOO de Madrid y Fundación Abogados de Atocha

Fallece Joaquín Navarro,


sindicalista buscado por los
asesinos de la matanza de Atocha
Joaquín Navarro, líder de CCOO en la huelga del
transporte de 1977, ha fallecido a los 89 años de edad

 
Joaquín Navarro explicando la organización de Comisiones Obreras






18 DE DICIEMBRE DE 2021, 11:29


“Ha fallecido Joaquín Navarro. Era el sindicalista del transporte al que
buscaban los asesinos que irrumpieron en el despacho laboralista de
Atocha en 1977”, ha recordado el secretario general de CCOO, Unai Sordo.

Unai Sordo ha afirmado que los jóvenes deben saber que  “gente como
Joaquín fueron los fórceps de la democracia”. “Que la tierra te sea leve,
compañero”.

El 24 de enero de 1977 tres pistoleros fascistas asesinaron en un


despacho laboralista de CCOO en la calle Atocha, Madrid, a tres
abogados, un estudiante de derecho y a un administrativo, dejando
además a cuatro heridos.

Este brutal atentado, conocido como la matanza de Atocha, causó una


honda conmoción y una impresionante respuesta por parte de la clase
obrera. Los asesinos de Atocha iban en busca de Joaquín Navarro,
dirigente del Sindicato de Transportes de CCOO en Madrid y de la huelga
del transporte de viajeros, que había concluido en aquellos días arrancando
un importante triunfo a la patronal.

Joaquín bajó unos minutos antes que irrumpieran los asesinos fascistas del
despacho de abogados al Bar Cantábrico en la Plaza de Matute,
perpendincular a la calle Atocha. En aquellos años los despachos
laboralistas eran lugar de reunión habitual del movimiento obrero
organizado de los diferentes sectores. En el situado en la Calle Atocha 55,
además de dar asesoramiento al movimiento ciudadano, estaba
especializado en las empresas del sector del transporte. Los sindicalistas de
Metro, Renfe, EMT, autobuses urbanos e interurbanos se reunían y
organizaban en sus salas. La potente organización sindical existente en esas
empresas fue decisiva en el éxito de las movilizaciones de Enero 
1976 que paralizaron Madrid y supusieron un aldabonazo decisivo en el
final del franquismo.
Los terroristas asesinaron a los abogados laboralistas Enrique Valdelvira
Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo; el
estudiante de derecho Serafín Holgado; y el administrativo Ángel
Rodríguez Leal.

Joaquín Navarro fue galardonado con la Medalla al Mérito del Trabajo en


2017. Durante el acto de entrega de la misma, Joaquín visiblemente
emocionado, declaró que “este reconocimiento no lo entendía como personal,
sino a los trabajadores y trabajadoras que, con su lucha, hicieron posible la
democracia y los derechos sociales en nuestro país”.

“También a CCOO, mi sindicato, por el que nos sacrificamos muchas y muchos


para hacerlo grande y fuerte, para que la clase trabajadora no estuviese
indefensa frente al poder del capital”, dijo. El sindicalista de CCOO demostró
en estos últimos años que no había olvidado sus años de lucha ni sus
ideales.
Joaquín Navarro nació en Coria del Río (Sevilla) en 1932. Tuvo que
abandonar los estudios a los seis años, con un primer trabajo, como su
padre, de barquero en el Guadalquivir. De familia muy humilde, era el
menor de doce hermanos, y tras trabajar en el transporte de una fábrica de
ladrillos, a los 28 años se traslada a vivir a París. En 1961 ingresó en el PCE y
posteriormente volvió a España todavía en la clandestinidad.

 El actual alcalde su localidad natal, Modesto González ha manifestado que


se trataba de  "una  personalidad imprescindible de la transición
democrática", al que  "los fascistas  quisieron acabar con su vida, pero la suerte
permitió que su lucha continuara hasta el último de sus días",  para
expresar "toda mi admiración por alguien irrepetible".

Joaquín se interpretó a si mismo en la película "7 días de Enero" dirigida por


Juan Antonio Bardem que refleja aquel brutal asesinato. La ultraderecha
atrincherada en el sindicato vertical quería dar un escarmiento al dirigente
de la huelga de autobuses que había sido desconvocada dos días antes.
Joaquín acompañó a Bardem cuando la película se presentó en el festival de
cine de Moscú. 

La manifestación en el entierro de los asesinados en el despacho de Atocha


55 fue una de las más importantes que se produjeron en España para exigir
el final del franquismo y conquistar la democracia.

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