0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
14 vistas2 páginas
Durante la época colonial en Guatemala, no existía un documento formal como la cédula de identidad moderna. En su lugar, la identificación de las personas se basaba en registros eclesiásticos como fe de bautismo, que indicaban el estado legal de una persona (hijo legítimo, ilegítimo, expósito). A nivel público, se extendían certificaciones para atestiguar el nombre y apellido de una persona. El origen del registro civil proviene de los registros parroquiales mantenidos por los sacerdotes españoles sobre bautismos
Durante la época colonial en Guatemala, no existía un documento formal como la cédula de identidad moderna. En su lugar, la identificación de las personas se basaba en registros eclesiásticos como fe de bautismo, que indicaban el estado legal de una persona (hijo legítimo, ilegítimo, expósito). A nivel público, se extendían certificaciones para atestiguar el nombre y apellido de una persona. El origen del registro civil proviene de los registros parroquiales mantenidos por los sacerdotes españoles sobre bautismos
Durante la época colonial en Guatemala, no existía un documento formal como la cédula de identidad moderna. En su lugar, la identificación de las personas se basaba en registros eclesiásticos como fe de bautismo, que indicaban el estado legal de una persona (hijo legítimo, ilegítimo, expósito). A nivel público, se extendían certificaciones para atestiguar el nombre y apellido de una persona. El origen del registro civil proviene de los registros parroquiales mantenidos por los sacerdotes españoles sobre bautismos
Antes del aparecimiento de la cédula de vecindad, en 1932, y del
contemporáneo DPI —documento personal de identificación— en
Guatemala, en la época colonial y, posteriormente, existieron formas precarias e informales para identificar a la población, que forman parte del conocimiento de la demografía histórica del país.
La llegada de los españoles, en 1524, trajo consigo la imposición de un
idioma y una religión, así como la costumbre de identificación personal a su usanza, con nombres y apellidos. De hecho, los encomenderos tenían pueblos enteros bajo su servicio y debían bautizar a sus pobladores, por lo que empleaban sus apellidos, expone el historiador e investigador del Musac Mynor Carrera Mejía. Los españoles podían tener varios nombres y empleaban el apellido de mayor alcurnia, no necesariamente el del padre.
Durante la época colonial, no se tiene conocimiento de un documento
parecido a la cédula de vecindad, expone el historiador Horacio Cabezas Carcache. Cuando se necesitaba dar fe de la identidad de una persona, se solicitaba la fe de bautismo y de ahí se deducía si era hijo legítimo o ilegítimo —natural, adulterino o incestuoso— o expósito —hijo de padres desconocidos, abandonado con vecinos, atrios de iglesias o haciendas—. Se anotaba si era ladino, indígena, negro, mulato o zambo.
A nivel público, se extendían certificaciones selladas para atestar el
nombre y apellidos del interesado para cualquier efecto legal.
El origen del registro civil es eclesiástico y corresponde a los registros
parroquiales que implementaron los sacerdotes españoles, luego de su llegada a América, donde registraban los bautizos, matrimonios o fallecimientos.
En el artículo La paz y el testamento. El testar como acto liberador. Siglo
XVII, de Astrid Rojas (2005), se dice que la parroquia cobra importancia como fuente generadora de documentos a mediados del siglo XVI, con las normas canónicas que emanan del Concilio de Trento, celebrado entre 1543 y 1562, al legislarse diversos capítulos sobre la vida y la actividad parroquial.
En la sociedad neogranadina(se refiere a la actual Colombia) al igual que
en otras sociedades cristianas católicas durante el Antiguo Régimen, el elemento religioso era el eje central alrededor del cual se articulaban la vida cotidiana y las manifestaciones civiles y oficiales, así como las actuaciones colectivas y particulares. La religión se constituía en el elemento esencial y vertebrador de la cultura y de las mentalidades colectivas. Desde esta perspectiva, se hace realmente importante conocer la actitud del hombre ante la muerte, ya que, si no el fin último, esta sí constituye la separación de la materia y el espíritu, y significa además el desprendimiento de todos lo bienes, vivencias y afectos acumulados durante la vida terrena (Astrid Rojas ,2005)