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LA VANGUARDIA ARQUITECTONICA EN CUBA: DEL ART DECO AL

REGIONALISMO MODERNO*

Por Eduardo Luís Rodríguez

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, las realizaciones arquitectónicas y urbanas en
Cuba reflejaron unas ansias de modernidad que habían estado ausentes en los siglos
anteriores, en los que, si bien se habían logrado muchas obras destacables tanto por su
calidad de diseño como por su significación urbana, sus referencias inmediatas eran
fácilmente identificables en movimientos o estilos provenientes de la Metrópoli española y
desfasados, de acuerdo a su fecha de llegada a nuestro país, un número considerable de
años. En los siglos XIX y XX se mantiene como característica común de toda corriente
estilística desarrollada en Cuba, la referencia cercana a algún movimiento surgido en los
países de mayor desarrollo económico y cultural, pero comienza a darse un proceso de
acortamiento del lapso que separa al nacimiento del estilo o tendencia y su arribo a la isla.
Este proceso de asimilación acelerada de cuanto elemento artístico surja en Europa o en
los Estados Unidos responde no solo a hechos circunstanciales, como la llegada de
información cada vez más actualizada por la creciente rapidez que adquieren los medios de
comunicación, o el auge de los intercambios culturales con otros países a partir de la
instauración de la República en 1902, sino también a un deseo general, a una expectativa
común y a un propósito compartido por un amplio sector de la burguesía nacional ilustrada
de estar "a la vanguardia" y de situar a Cuba a la par de los países más avanzados
culturalmente. Ejemplos relevantes en otros campos de este afán de modernidad son la
introducción en Cuba del ferrocarril en 1837; de la máquina de escribir hacia 1880; del
teléfono en 18811 ; del servicio de alumbrado eléctrico público en 1889; del cine en 1897,
a poco más de un año de la primera exhibición de los hermanos Lumiére; y del automóvil,
en 1898.
Desde entonces, y durante las primeras décadas del siglo XX, el concepto de modernidad,
ambiguo y a veces contradictorio, es manejado sin la menor cautela por críticos y
cronistas, y aplicado sin discriminación alguna, llega a significar más el hecho probable de
"estar al día", que un contenido conceptual o unos principios programáticos definidos en
aras de algún ideal artístico.
Es posible así encontrar el término "moderno" significando, cada vez con mayor
frecuencia, cuanto gesto de actualización se produzca en la ciudad. Lo hallamos hacia
1883 referido a las edificaciones de la Calzada del Monte a medida que se acercaban al
reparto Las Murallas:

"Lo que dijimos al hablar de la parte antigua


de la ciudad no tiene contacto con esta, aca-
bada de construir a todo costo, como producto

* Este texto se publicó originalmente en inglés en The Journal of Decorative and Propaganda Arts, 22, Cuba Theme Issue. The
Wolfson Foundation of Decorative and Propaganda Arts, Miami Beach, 1996.

1
- En ocasiones incluso se alega que el teléfono fue inventado en Cuba hacia 1850 por el italiano Antonio Meucci.
de una época más ilustrada. Esta es La Habana
Moderna."2
O aplicado al máximo exponente del eclecticismo cubano:
"...Leonardo Morales, el primero que proyectó y construyó un edificio de estilo moderno
en La Habana..."3
Pero donde mayor relevancia alcanza el empleo de esta categoría en las primeras décadas
del siglo XX es referido al Art Nouveau, cuya asimilación en Cuba hacia 1905 ha sido
interpretada exageradamente en ocasiones como un rechazo consciente a la arquitectura
colonial inmediatamente precedente, otorgándole así a la nueva tendencia un programa de
acción con objetivos definidos4. Si bien es cierto que el Art Nouveau significó una
alternativa más en el incierto panorama de principios de siglo, es sumamente dudoso que
los pocos profesionales y constructores que produjeron obras en ese estilo tuvieran otro
propósito que el de ofrecer variantes formales de fachadas tendientes a lograr mayor
novedad. Su empleo en Cuba obedeció a tres factores esenciales: la exposición celebrada
en 1905 en París, que contribuyó notablemente a la propagación del nuevo estilo; la
llegada a Cuba de numerosas revistas europeas conteniendo información al respecto; y
fundamentalmente, la fuerte inmigración catalana que trajo consigo personal capacitado
tanto para el diseño como para la ejecución de las nuevas formas. Precisamente un
inmigrante catalán, Mario Rotllant, es señalado repetidamente como precursor de la
modernidad:"El ha sido uno de los que con mayor tesón ha roto con los viejos moldes e
iniciado la modernización de nuestra hermosa ciudad."5
Al igual que en los ejemplos anteriores, las formas propias de la vanguardia racionalista no
son asimiladas en Cuba como resultado de una corriente de pensamiento que conduzca a
una expresión artística. Las causas de la revolución arquitectónica europea que llevaron al
racionalismo6, si bien pudieron haber sido perfectamente aplicables en Cuba, no tuvieron
en la realidad una incidencia fuerte en la aceptación de las nuevas tendencias. No
obstante, con el advenimiento del debate sobre el Estilo Internacional y sobre el conflicto
entre tradición y modernidad, se comienza a emplear el término "moderno" sustentando,
por primera vez, una base conceptual que, con el decursar del tiempo y las polémicas,
traería como resultado el movimiento renovador que colocó a Cuba, en la década de los
años cincuenta, a la vanguardia del continente americano junto a Brasil, México,
Venezuela y Estados Unidos.
Entre los diversos factores que influyeron en la asimilación en Cuba de las ideas de
vanguardia europeas, el papel protagónico pertenece sin dudas a las revistas de
arquitectura, las cuales proveyeron el espacio necesario para la divulgación de los nuevos
2
Directorio Criticón de Habana, 1883, p. 63. Citado por Carlos Venegas en La urbanización de Las Murallas: dependencia y
modernidad. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1990, p. 77.

3
El Arquitecto, enero-febrero de 1929, p. 11.
4
Ver al respecto los artículos "Art Nouveau: la rama cubana", en la revista Cuba, septiembre de 1965, p. 62; y "De Europa a Cuba: Art
Nouveau", en la revista Universidad de La Habana, enero-marzo de 1969, p. 45; de Joaquín Weiss y Vivien Acosta,espectivamente
5
El Fígaro, La Habana, mayo 25 y junio 1 de 1913, p. 272.

6
Según Reyner Banham, estas fueron, además de la influencia cubista y futurista: el sentido de la responsabilidad del arquitecto ante la
sociedad en la cual vive; el enfoque racionalista de la arquitectura; y el rechazo a la tradición de la enseñanza académica. Ver, del autor
citado, Teoría y diseño arquitectónico en la era de la máquina, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1971, p. 17.

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conceptos y para la polémica en torno a ellos que comenzaría a partir de la segunda mitad
de le década del veinte.
Dos revistas especializadas circulaban en ese entonces: "Colegio de Arquitectos de La
Habana" y "El Arquitecto". En las páginas de ambas se desarrolló la saludable polémica
que incentivó notablemente la introducción en el país de las corrientes modernas, no
mucho después de haber sido publicitadas en sus lugares de origen. En "El Arquitecto" se
publicó, en 1926, el primer artículo sobre las nuevas formas en la arquitectura. En él se
haya una clara referencia al ideal planteado por Le Corbusier en "Hacia una Arquitectura":
"...otras formas bellísimas que contemplamos
diariamente constituyen la verdadera
arquitectura de la hora actual y tienen la
sugestiva modernidad que anhelan nuestros
espíritus. Son las que pudieramos llamar de la
arquitectura dinámica: los grandes trasatlánticos
de curvas graciosas y enérgicas, los acorazados
formidables, las locomotoras gigantescas,
los aeroplanos."7

En realidad, tanto las obras como las formulaciones teóricas que prosiguieron se
correspondían, salvo algunas excepciones, no con la radical “estética de la máquina”, sino
con el Art Deco, el cual había alcanzado un momento de máximo esplendor y difusión
poco antes, en 1925, con la "Exposición Universal de Artes Decorativas e Industriales
Modernas"
celebrada en París. El nuevo estilo, con su profusa carga de decoración aplicada y sus
frecuentes referencias al clasicismo grecoromano, resultaba más fácilmente digerible para
arquitectos y clientes que las ríspidas y abstractas formas del maquinismo lecorbuseriano.
Los profesionales cubanos que visitaron la Exposición regresaron al país rebosantes de
nuevas ideas e imágenes y contribuyeron, junto a las publicaciones, a la inusualmente
veloz difusión del nuevo estilo, que en contraposición a lo sucedido con el Art Nouveau,
de efímera y reducida presencia, se expandió rápidamente por toda la isla y jugó un
significativo rol en la conformación de la expresión urbana de las ciudades. En ello radica
su enorme importancia: si bien su aplicación en Cuba fue, en general, acrítica y no se le
introdujeron innovaciones significativas de carácter local, representó la alternativa ideal
que buscaban los jóvenes arquitectos para sustituir las exhaustas formas del eclecticismo
en boga por otras de mayor actualidad y libertad decorativa.
Otro factor de peso que influyó en la amplia aceptación del nuevo estilo fue el fin del
periodo conocido como de "las vacas gordas", en el que la abundancia de dinero producto
de los negocios con el azúcar en torno a la Primera Guerra Mundial permitió la
construcción de numerosos palacetes de lujo, fundamentalmente en El Vedado; ahora, a
fines de los años veinte y durante la década de los treinta, con una economía tambaleante y
dependiente, resultaban más apropiadas las formas del Art Deco, más económicas en
comparación.

7
Leopoldo Torres Balbas: "Las nuevas formas en la arquitectura", El Arquitecto, La Habana, mayo de 1926, p. 35.

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Otros elementos de importancia fueron el auge de algunos temas o programas
arquitectónicos, como los clubes sociales y el cinematógrafo; la relativa facilidad para ser
copiadas y reproducidas, incluso en talleres y fundiciones, las decoraciones aplicadas
típicas del estilo; y por último, la labor divulgadora de Alberto Camacho y Joaquín Weiss,
mediante conferencias y escritos, y del extraordinario diseñador gráfico Conrado
Massager, quien desde las páginas de las revistas "Social" y "Carteles" dio un impulso
definitivo a la nueva corriente estilística, frecuentemente tratando temas también de
avanzada, como la liberación sexual de la mujer. Las revistas de arquitectura, por su parte,
también se sumaron a la nueva manera de hacer y a menudo ofrecieron en sus portadas
fuertes contrastes entre forma y contenido.
Dos tendencias se desarrollaron paralelamente a partir de 1927: por un lado, un Art Deco
más o menos puro, de ascendencia francesa, que en un inicio se empleó básicamente en
residencias de la mediana burguesía y que se extendió durante los años treinta hasta ser
sustituido por la influencia norteamericana; y por el otro, un Art Deco con algunos matices
eclécticos, preferido en obras de mayor alcurnia y presencia urbana, el cual fue
abandonado a medida que las formas históricas cedieron ante el ímpetu de la modernidad.
La primera obra construida en Cuba de manera más o menos integral según los códigos
Deco fue la residencia de Francisco Arguelles (5ta. Avenida 2201 esquina 22, Miramar),
que el arquitecto José Antonio Mendigutía realiza en 1927 como producto de un concurso
privado. La casa se ubica en la primera tendencia, y expresa sin inhibiciones su deuda
con el pabellón de las Galerías Lafayette mostrado en la Exposición de París, lo que se
evidencia en su composición general basada en un acceso central jerarquizado en forma de
torre y flanqueado por portales a cada lado. Al interior la decoración, relativamente
sobria, se concentra en los estilizados capiteles de las pilastras; en la herrería; en las
vidrieras realizadas por la firma Ballesteros y Cía.; y en el mobiliario, ejecutado por la
casa Merás y Rico. Ya aquí está presente lo que será una característica del estilo en todo su
desarrollo: la integración de diferentes manifestaciones artísticas. Sobre la puerta principal
se ubica un relieve del escultor Juan José Sicre alusivo al conflicto entre el arte nuevo y el
clasicismo que se le opone.
A continuación se construyen varias residencias de enfoque similar, entre las que se
destacan la de María Biosca (Línea 755 entre Paseo y 2, Vedado), realizada en 1928 por
Maruri y Weiss, con representaciones estilizadas de la flora tropical en los capiteles; la de
José Manuel Coroalles (10 # 515 esquina 7ma., Miramar), que Armando Puentes diseña en
1935 "en estilo modernista de lujo", según el expediente de solicitud de licencia de obra; y
la de Manuel López Chaves (41 # 4207 esq. 42A, Kohly, Playa), sin dudas el mejor
ejemplo de residencia Art Deco en el país, construida en 1932 por Esteban Rodríguez
Castells con una concepción integral que abarcaba todos los detalles de diseño, desde la
jardinería hasta los pisos, el mobiliario y la iluminación. 8
La segunda tendencia, el Art Deco con referencias historicistas, es una consecuencia lógica
de la persistencia del eclecticismo y de la ductilidad del nuevo estilo para integrarse a otros
precedentes en total y armoniosa coexistencia pacífica. La obra más significativa en este
sentido, y también la primera, es la residencia de Juan de Pedro Baró y Catalina Lasa
(Paseo 406 entre 17 y 19, Vedado), construida en 1927. Sus arquitectos, Evelio Govantes y
Félix Cabarrocas, de destacada trayectoria ecléctica, diseñaron un primer proyecto de
8
Lamentablemente, esta valiosa obra permanece clausurada, sin posibilidad de acceder a su interior.

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matiz neocolonial que incluía un extenso patio central rodeado de galerías cubiertas con
tejas. Presumiblemente los propietarios, que residían en París la mayor parte del año,
prefirieron lo exótico de vanguardia a la tradición nacionalista, y un segundo proyecto fue
realizado y construido con fachadas en Renacimiento Italiano, con detalles copiados
incluso del Palazzo Strozzi, y algunos interiores en Art Deco combinado con referencias
egipcias. A pesar de la híbrida solución, o quizás por ella, el resultado es extraordinario y
le debe tanto como al talento de los arquitectos, a la riqueza de los materiales empleados y
a la participación en el proyecto del afamado diseñador francés René Lalique, quien años
después realizaría el panteón de la familia Baró-Lasa, uno de los más opulentos del
Cementerio "Cristóbal Colón", en La Habana.
Otros ejemplos que ilustran esta tendencia son el Hospital Municipal de Maternidad (G
entre Línea y 11, Vedado), que también Govantes y Cabarrocas construyen en 1930
invirtiendo el sistema: el exterior es Art Deco y en el interior se haya una rotonda de
fuerte presencia clásica; y la residencia de Ignacio del Valle (41 esquina 10, Alturas de
Miramar), de fachadas renacentistas y detalles Deco al interior, construida en 1935 por
Horacio Navarrete.
Esta cualidad de fácil adaptación, combinada con una actitud respetuosa por parte de los
diseñadores, produjo también ejemplos notables de integración a las pre-existencias
ambientales, algo tan poco valorado por la vanguardia racionalista posterior, más radical.
Tal es el caso de la vivienda (8 # 510 entre 5 y 7, Miramar) que para Julio Tarafa
construye Angel de Zárraga en 1933. Originalmente de una planta, es ampliada con un
segundo nivel en 1938 por otro arquitecto, Juan M. Lagomasino, el cual respeta
absolutamente el diseño precedente. La misma estrategia es seguida por Morales y Cía.
cuando construyen una planta adicional sobre el pabellón Romagosa (Clínica de
Dependientes, Calzada de Diez de Octubre) años después de que José Ricardo Martínez
construyera el edificio original en 1938. Así, este enfoque permitió salvar la integridad de
ésta, una de las mejores obras del
Art Deco en Cuba, con su potente rotonda que conforma el vestíbulo de doble puntal en el
que todos ls detalles –capiteles de columnas, vitrales, pisos- se resuelven con la definida
vocación angular típica del estilo.
A nivel urbano, el caso más destacado de integración a un conjunto previamente
construido es el de la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana, ejecutada por
Joaquín Weiss en 1937. Los edificios del recinto universitario actual, comenzado a
construir en 1905, coforman un valioso conjunto que a pesar de su largo proceso de
realización, mantuvo una inusual coherencia y armonía entre sus componentes, concebidos
en su mayoría en un sobrio neoclasicismo de imponente presencia. De ahí la dificultad
para diseñar un nuevo edificio precisamente en el núcleo del campus, enfrentado
directamente al Rectorado, y precisamente a fines de la década, cuando se imponía cada
vez con mayor fuerza el iconoclasta pensamiento racionalista con su enfoque pragmático.
El primer proyecto realizado, de carácter historicista, resolvía la adaptación al medio, pero
no al momento histórico. Un segundo proyecto, totalmente moderno, fue rechazado por el
propio arquitecto al comprender la brusquedad del contraste que provocaría. El proyecto
final asumió entonces las formas y detalles del estilo que a juicio de Weiss satisfacería
plenamente ambos requerimientos -integración al contexto, y actualidad de las formas- y
así el edificio se construyó en un Art Deco de matiz clasicista con un pórtico monumental

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en perfecta armonía con las obras circundantes.
La plena aceptación de los códigos Deco por arquitectos e inversionistas desde principios
de los años 30 estimuló la difusión sin precedentes del estilo. Así, es posible encontrar
ejemplos valiosos de él en todo el país y en diversos temas arquitectónicos. Entre la
diversidad de obras dignas de mención, merecen ser destacadas el restaurant que Mario
Colli y Manuel Bahamonde construyen en 5ta. Avenida y 36, Miramar, en fecha tan
temprana como 1929, recientemente demolido; el Miramar Swimming Club (1ra.
Avenida y 10, Miramar), una de las primeras instituciones sociales en asumir los códigos
modernos, diseñado por César Sotelo en 1930 y demolido años después; el balneario del
Casino Español (Playa), obra construida en 1937 por Honorato Colete, quien también
ejecuta la residencia de Francisco Abella (Almendares, Playa) en 1930; el Pabellón de
Cuba en la Feria Mundial de Chicago, de 1933, diseñado por Raúl Otero; y el edificio
sede del periódico "El País" (Reina 158 entre San Nicolás y Rayo, Centro Habana), que
con sus grandes superficies acristaladas introduce una nota de fuerte modernidad entre
sus vecinos eclécticos y coloniales. Construido en 1941 por Cristóbal Díaz y Rafael de
Cárdenas, este edificio posee en su interior un extraordinario y extenso relieve que recorre
todas las paredes del salón de recibo. Su autor, el pintor, escultor y ceramista español
Cándido Alvarez Moreno, representó en él varios de los motivos recurrentes en los diseños
típicos del estilo, tales como el musculoso obrero que cosecha e irradia las virtudes del
trabajo y de la honestidad a través del tiempo y del espacio gracias a los medios de
transporte, tema
este, por lo demás, muy apropiado para un periódico.
Por su parte, el Art Deco no fue aplicado al tema de las grandes residencias con tanta
intensidad como a edificios públicos. Si bien las decoraciones con saetas, recuadros
repetidos, escalonamientos y detalles en zigzag abundan en pequeñas y medianas
viviendas en las zonas tradicionales de la ciudad, casi ninguna de las grandes mansiones
que se construyeron en el periodo optó de manera integral por la estética Deco. Todo lo
contrario sucedió con los edificios de apartamentos, sin duda el tema más favorecido por el
nuevo estilo, y con los cines, que se reprodujeron en todas las barriadas con fachadas que
se correspondían con la avanzada tecnología que contenían. Al "Fausto" (Prado 201
esquina Colón, Habana Vieja), construido en 1938 por Saturnino Parajón y ganador en
1941 del Premio Medalla de Oro del Colegio Nacional de Arquitectos, se suman como
obras relevantes, entre otros, el "Moderno" (Diez de Octubre 365 entre Rodríguez Este y
Calzada de Luyanó, Diez de Octubre), terminado en 1930 por Ernesto López Rovirosa, y
el "Florencia" (San Lázaro entre San Francisco y Espada, Centro Habana), diseñado y
construido por Max Borges del Junco en 1938, y muy transformado posteriormente.
Precisamente un cine, el "Lutgardita" (Calzada de Bejucal 30901 esquina Castellón,
Boyeros), terminado hacia 1932, ejemplifica un aspecto controversial de la realidad Deco
no solo en Cuba, sino en Latinoamérica, referido al problema del regionalismo y la
identidad nacional. En general, el Art Deco fue asumido en el país como un lenguaje
foráneo que podría ser usado e incluso adaptado a las circunstancias locales. Sin embargo,
solo un esfuerzo notable fue hecho para traer el nuevo estilo más cerca de lo autóctono
americano. Cuando los arquitectos Govantes y Cabarrocas recibieron el encargo de
diseñar el cine, en un intento de afirmación nacionalista decidieron emplear referencias
indígenas, pero careciendo Cuba de las adecuadas manifestaciones artísticas precolombinas

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como inspiración, terminaron encontrando éstas en la cultura Maya.
El resultado es espectacular, y aún hoy sobrecoge a pesar del mal estado y de las
transformaciones del edificio. Ubicado en una esquina, sus dos fachadas laterales se
componen de portales con una sucesión de arcos que intentan armonizar con la
arquitectura neocolonial del reparto "Lutgardita", diseñado por los mismos arquitectos. La
entrada principal, en diagonal, posee algunos detalles Art Deco, pero solamente cuando
uno accede al vestíbulo y aprecia la decoración en pisos, paredes y techos, es que se
comprende lo insólito del lugar y se tiene una idea de lo que se encontrará una vez dentro
del salón principal, tratado como cine "atmosférico"9, en cuyo techo se recreaba, mediante
una instalación especial, la ilusión de una noche de luna que incluía nubes en movimiento
y estrellas titilando.
Los tapices que conforman el telón de boca del escenario se decoraron con motivos
inspirados en la piedra circular de Tikal, y las columnas laterales que lo soportan
reproducen a escala natural la estela cronológica de Quiriguá, en Guatemala. A ambos
lados del escenario, y ocultando los conductos de ventilación, se ubican dos templos: el de
la derecha inspirado en el Palacio del Gobernador de Uxmal y el de la izquierda en el
Templo de los Tigres de Chichén Itzá, incluyendo las columnas en forma de serpiente
emplumada. Estas piezas fueron ejecutadas por Cabarrocas, también escultor, y los
moldes fueron destruidos para evitar reproducciones. Al otro extremo del salón, sobre el
balcony, se extiende un tapiz decorado con detalles mayas, que cumple la función de
absorver y eliminar las resonancias, y en las paredes laterales se aprecian dos murales de
Fernando Tarazona representando paisajes centroamericanos10 .
El carácter único de esta experiencia no limita su valor como uno de los intentos más
exitosos de expresión de lo regional integrado a lo universal, como uno de los escasos
momentos en los que el conflicto entre localismo e internacionalismo se resolvió de forma
brillante.
Paradójicamente, es de creer que los autores de tal logro realmente encontraron su
inspiración, en un inicio, no en Centroamérica sino en Sevilla, en el pabellón que el
arquitecto mexicano Manuel Amábilis construyó para la Exposición de 1929, a la que
Govantes y Cabarrocas asistieron como autores del pabellón cubano.
Si bien la mayoría de las obras Art Deco construidas en la década del treinta tuvieron un
impacto visual que se limitó a su entorno inmediato, debido a su escala y relativo
aislamiento, existen también ejemplos de lo contrario, como la clásica trilogía compuesta
por los edificios "Bacardí" (1930, Monserrate 261 esquina San Juan de Dios, Habana
Vieja), "López Serrano" (1932, 13 # 108 esquina L, Vedado) y "Rodríguez Vázquez"
(1941, Galiano 257 entre Neptuno y Concordia, Centro Habana), referencia obligada a
nivel urbano y ejemplos paradigmáticos que con su imponente presencia han hecho que
otras obras valiosas queden relegadas a un segundo plano.
El "Bacardí" es quizás la obra más significativa del Art Deco en Cuba. Producto de un
concurso por invitación en el que participaron varias de las figuras más importantes del
9
El llamado "cine atmosférico" fue creado por el norteamericano John Eberson años antes, y consistía en decorar el interior del edificio
de modo que simulara un exterior, a cielo abierto. La tendencia generalizada fue hacerlo con detalles españoles, y en particular,
sevillanos.

10
Para mayor información sobre el cine "Lutgardita", consultar el número de agosto y septiembre de 1932 de la revista Arquitectura y
Artes Decorativas, donde aparece el artículo de Evelio Govantes: "Un ensayo en Arte Maya: el teatro Lutgardita, en Rancho Boyeros".

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momento, el proyecto ganador, realizado por Esteban Rodríguez Castells, Rafael
Fernández Ruenes y José Menéndez, adornaba originalmente sus fachadas con detalles
renacentistas. Lo sucedido posteriormente ejemplifica tanto el deseo de modernidad
existente en ese momento como la importacia de la influencia extranjera para su
consecución. Poco después del concurso, los autores del diseño ganador viajaron a París e,
impresionados por la nueva arquitectura que allí encontraron, regresaron rápidamente a su
estudio en La Habana y, manteniendo la volumetría del proyecto original, ya en fase
ejecutiva, cambiaron toda la decoración. Así el "Bacardí", una vez construido, se convirtió
en el más ortodoxamente Deco de todos los edificios cubanos, cambio que los principales
ejecutivos de la afamada compañía productora de ron aprobaron sin dudar ante la
evidencia de que tendrían con su sede el símbolo de modernidad que los distinguiría de sus
competidores.
La obra tiene todas las características del estilo: énfasis en la verticalidad; decoración
aplicada sobre la fachada con piezas de terracota; perfil en forma de ziggurat; un
cromatismo que había estado ausente desde los tiempos coloniales; y una torre muy
diferenciada, rematada por un murciélago, símbolo de la firma. Al interior los espacios
más destacados por su diseño y por la riqueza de los materiales empleados son el vestíbulo,
el área de exposiciones y el bar del entresuelo, con las puertas ornamentadas con palmeras
en un intento de tropicalizar un poco algo que era decididamente francés. Las puertas
originales de los elevadores, con su diseño en forma de sol radiante, fueron sustituidas más
tarde por otras quizás más eficientes, pero definitivamente menos valiosas.
El edificio "López Serrano", por su parte, fue concebido por su propietario y por los
arquitectos Ricardo Mira y Miguel Rosich como un símbolo del progreso de la ciudad.
Los futuros inquilinos de los apartamentos verían en él la representación de un status de
comodidad, higiene y lujo. Su céntrica localización, la altura proyectada y la rápida
construcción de su estructura de acero garantizaron desde el principio cierta novedad y
espectacularidad, la cual fue complementada por las instalaciones, propagándizadas como
las más modernas del momento, y por supuesto, por el diseño de avanzada. La
configuración general del edificio acusa una fuerte influencia norteamericana, dada sobre
todo por el recesamiento sucesivo de las plantas superiores.
Evidentemente, la regulación urbana que a partir de 1916 exigió tal escalonamiento en los
edificios altos de New York en busca de ventilación e iluminación no era aplicable en La
Habana. Sin embargo, seguir fielmente el modelo neoyorkino otorgaría a la obra la ansiada
apariencia de modernidad. El edificio posee un severo exterior en el que los volúmenes
salientes provocan fuertes contrastes de luz y sombra. Las fachadas son eminentemente
verticales, con un remate que constituye un hito urbano ineludible, y un basamento en el
que se concentran la decoración y los detalles Deco en los vanos, el piso y las jardineras
del portal. A través de éste se accede al vestíbulo , donde el diseño radial del piso enfatiza
la dirección del movimiento. Un hermoso relieve de metal representa con rasgos
estilizados, a una figura humana desplazándose velózmente, y sobre ella se ubica un reloj,
síntesis que simboliza la velocidad de los tiempos.
Posiblemente uno de los edificios cubanos en Art Deco, con mayor influencia
norteamericana, es el "Rodríguez Vázquez", también conocido como teatro "América",
diseñado por Fernando Martínez Campos y Pascual de Rojas en 1939 y terminado dos años
después. En la memoria descriptiva del proyecto los arquitectos explican sus intenciones:

-8-
"En cuanto al aspecto exterior que se proyecta para este edificio, se ha se ha
seleccionado un estilo arquitectónico moderno, destacándose sencillamente las
líneas verticales en el cuerpo superior en contraste con la marcada línea horizontal
de la marquesina que corre a todo lo largo de la fachada principal, lo cual, unido al
movimiento de masas en distintos planos, permitirá obtener el efecto moderno
deseado."
Y más adelante se especifica respecto al diseño interior: "El vestíbulo principal, foyer y
demás salas de espera irán decoradas sobriamente dentro de las líneas modernas".11
En el edificio, que contiene dos teatros en el basamento -uno de ellos pre-existente- y una
torre de apartamentos, es tan evidente la intención de modernidad de los arquitectos como
su empleo de referencias a modelos norteamericanos 12, como el Rockefeller Center
neoyorkino. Incluso el interior del teatro principal guarda un parecido demasiado cercano
y sospechoso con el del Radio City Music Hall. Otros detalles parecen extraídos
literalmente del que es considerado el mejor de los cines modernos norteamericanos, el
"Paramount", de Oakland 13, diseñado por Timothy Pflueger en 1929. De él se
transplantaron a La Habana la abertura oval de los vestíbulos superiores y la serie de
bailarinas exóticas en relieve sobre la pared de la sala de estar de los caballeros.
No obstante, la originalidad no parece haber sido la preocupación de los arquitectos, sino
lograr un conjunto de agradable presencia en el que todo estuviera correcta y
coherentemente diseñado, desde el exterior hasta el ínfimo detalle interior. No solo lo
lograron, sino que hasta obtuvieron soluciones felices y hasta creativas, especialmente en
la sala de estar para damas, resuelta con exquisito gusto, y en los vestíbulos de los
apartamentos y del cine nuevo, en cuyo piso de terrazo se inserta la imagen del continente
americano rodeado por los signos del Zodiaco.
A pesar de algunos ejemplos tardíos, desde principios de los años cuarenta se hizo evidente
que el tiempo del Art Deco ortodoxamente concebido había pasado. No obstante su
relativamente efímero auge de una década, dejó huellas importantísimas sobre todo en La
Habana. Si bien las influencias francesas y norteamericanas son innegables, los
principales arquitectos que trabajaron en el estilo -Esteban Rodríguez Castells, Govantes y
Cabarrocas, Mira y Rosich, Joaquín Weiss, Emilio Vasconcelos, entre otros- supieron
resolver sus edificios adecuada y en ocasiones, brillantemente, y la frecuente presencia de
palmas reales en torno a ellos no permite dudar sobre su origen. Más importante aún, esos
arquitectos, sin buscar la originalidad a ultranza, se vieron a sí mismos como diseñadores
modernos trabajando en un entorno especial que merecía el homenaje de la calidad;
enfoque empleado incluso en obras secundarias producidas por arquitectos menores, pero
no anónimos: su impronta y su nombre han quedado registrados en la ciudad.
11
Deben mencionarse, además, otras influencias en la arquitectura cubana de este periodo, como la cercanía de Miami Beach, con su
especial concentración de edificios en Art Deco Náutico, y la obra de Raymond Loewy, Edward Durell Stone y Harvey Wiley Corbett,
según señalamiento de Narciso Menocal referido al último de ellos.

12
Las citas provienen del expediente de la obra, localizado en el Archivo Nacional de Cuba.

13
Capitman, Barbara; Michael D. Kinerk y Dennis Wilhelm: Rediscovering Art Deco U.S.A., Viking Studio Books, New York, 1994,
pp. 188 y 191.

-9-
Ante la contemplación del extenso patrimonio Art Deco del país, pierde validez la
caracterización del estilo como un momento de transición entre el eclecticismo y el
racionalismo. Si bien algunas obras Deco se hallan muy cercanas al Movimiento Moderno
por su casi total ausencia de decoración y su composición volumétrica, el número mayor
de ellas responde a criterios conceptuales e intenciones decorativas propios que sin duda le
otorgan el rango de estilo en sí mismo.
De forma paralela al Art Deco se desarrollaron tendencias claramente derivadas de él. A
comienzos de la década de los años cuarenta se hizo presente el Clasicismo Moderno, una
especie de renacimiento clásico-monumental con raíces en Francia (particularmente en el
conjunto de El Trocadero, de 1937) y sobre todo en Italia, donde se divulgó como el estilo
oficial de la Exposición Universal de Roma, de 1942.
Su imagen se basó casi exclusivamente en la sobria repetición de columnas, carentes de
base y de capitel, en los pórticos principales de los edificios. En Cuba, su principal
cultivador fue José Pérez Benitoa, quien realizó en 1940 el Hospital Militar y en 1944 la
Plaza "Finlay" (31 y 100, Marianao), conjunto de cuatro eificios que rodean una rotonda
en cuyo centro se alza un obelisco de 32 metros de altura que sirve como faro para la
aviación como homenaje al científico Carlos J. Finlay, con un friso en relieve realizado
por los escultores Navarro y Lombardo.
Mayor difusión e importancia tuvo el Streamline Modern -o Moderno Aerodinámico-, una
corriente con frecuencia incluida dentro del Art Deco por el empleo que hace de detalles
tomados de ese estilo. Pero sus motivaciones y origen 14 difieren sensiblemente de los de
su antecesor francés, así como su énfasis en la horizontalidad, contrario a la marcada
verticalidad Deco, cuya angularidad también es desechada en favor de la línea curva y las
esquinas redondeadas, que invaden no solo a los edificios sino a casi todos los objetos
producidos industrialmente. Si el Art Deco fue un producto típicamente francés, el
Moderno Aerodinámico lo es norteamericano, un claro resultado de la Depresión, de la
necesidad de generalizar las posibilidades materiales en sectores más amplios y de los
imperativos del mercado.
También, por supuesto, respondió a un deseo de renovación y frescura, y tuvo su carga
simbólica asociada a aspectos náuticos. La nueva tendencia trajo consigo nuevos
materiales
-entre los que se destaca por su ubicuidad el bloque de vidrio- y un reforzado interés en la
tecnología y la eficiencia, de ahí su uso repetido en fábricas y centros de producción.
Quizás su característica más importante fue su fascinación por la velocidad, que lo llevó a
asumir la paradoja de representar como móviles objetos básicamente estáticos y hasta
edificios, que se decoraban casi exclusivamente con tres líneas paralelas horizontales en las
esquinas, evocadoras de la estela dejada en el agua o el aire por los cuerpos al desplazarse.
Por supuesto, en Cuba el Streamline fue asumido, al igual que los estilos anteriores, como
algo originado en otro país pero susceptible de ser apropiado y adaptado a las condiciones
locales. Una vez hecho esto, sin dudas se convirtió en un factor de importancia en el
avance hacia tendencias más radicales. Entre las obras que lo ejemplifican se destacan la
casa de Hilda Sarrá (2 # 411 esquina 19), construida en 1934 por Rafael de Cárdenas, con
14
Consultar, al respecto, el excelente libro Depression Modern.The thirties style in América, de Martin Grief, Universe Books, New
York, 1975.
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su sinuosa escalera en cinta continua; la unidad quirúrgica de la clínica "La Benéfica",
(Calzada de Concha, Luyanó), realizada hacia 1942 por José Antonio Vila; el Hospital de
Maternidad Obrera (31 # 8409 entre 84 y 86, Marianao), obra ejecutada por Emilio de
Soto en 1940, ganadora del Premio Medalla de Oro del Colegio Nacional de Arquitectos y
contentiva de un valioso mural de Enrique García Cabrera en homenaje a las madres en el
que aparece, novedosamente, la imagen de un hombre negro; el edificio de L y 25,
terminado
por José Fontán y Manuel Rivero en 1941, con sus portadas que parecen inspiradas en las
naves de los seriales televisivos de Flash Gordon; y la planta embotelladora de la compañía
de refrescos "Canada Dry" (Infanta esquina Amenidad, Cerro), ejecutada en 1946 por
Walter M. Cory y en cuyo proyecto inicial aparecía sobre la entrada un globo terráqueo,
representativo de las aspiraciones universalistas de la empresa y del estilo de su sede.
El edificio "Solimar" (Soledad 205 entre San Lázaro y Animas, Centro Habana),
construido por Manuel Copado en 1944, anunciaba ya una modernidad más avanzada que
culminaría a fines de la década con obras tan significativas como el Centro Médico
Quirúrgico (29 y D, Vedado), terminado en 1948 por Max Borges Recio, o su propia
residencia (1ra. Avenida # 3401 esquina 34, Miramar), construida entre ese año y 1950; el
edificio Radiocentro (L esquina 23, Vedado), de 1947, obra de Junco, Gastón y
Domínguez; o la que resulta la obra paradigmática de este momento, la casa de José Noval
Cueto (17A # 17420 entre 174 y 190, Cubanacán, Playa), realizada en 1949 por Mario
Romañach trabajando asociado a Silverio Bosch.
Poco después, una joven generación de arquitectos encabezada por el propio Romañach,
Frank Martínez, Nicolás Quintana, Emilio del Junco, Ricardo Porro, Max Borges Recio y
Manuel Gutiérrez, entre otros, protagonizarían una radical revolución en las formas y el
pensamiento arquitectónico, la cual haría de los años cincuenta un periodo de extrema
creatividad en el que se obtuvieron excelentes resultados en diversas tendencias, entre ellas
un Regionalismo Moderno que integraba originalmente lo más avanzado del racionalismo
con las más valiosas tradiciones locales, y que culminó con el extraordinario conjunto de
las Escuelas Nacionales de Arte (Cubanacán, Playa), realizadas por Ricardo Porro, Vittorio
Garatti y Roberto Gottardi entre 1961 y 1965.
Tal explosión creativa se debió a muchos factores15, pero sin dudas, en la raíz de ella está,
como uno de los principales, la discreta y progresiva evolución llevada a cabo por el
Art Deco durante los años treinta, en los que se enriqueció ostensiblemente el patrimonio
arquitectónico cubano con obras aún poco reconocidas, pero igualmente merecedoras de
cualquier esfuerzo para su rescate y protección.

15
Entre ellos debe destacarse la labor docente y como diseñador de Eugenio Batista.

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