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Este capítulo hace referencia de las políticas educativas diseñadas para y con poblaciones étnicas,

específicamente pueblos indígenas en Colombia, su implementación y desarrollo se caracteriza por


factores como la heterogeneidad, la irregularidad y la dispersión del poder. La heterogeneidad
hace referencia a las tensiones permanente entre pensamiento y acción de una política educativa,
centrada en la educación para todos.

Una segunda característica es su irregularidad que implica un proceso continuo de mutación, es


decir, que la política siempre está cambiando lo cual exige un análisis histórico que revele el
contexto en el cual surge y sus diferentes actores, con el fin de valorar desde una interpretación
propia, su regresión, logros e inconsistencias.

La tercera característica, poder disperso, indica que esta política no solo justifica la existencia del
Estado para el ejercicio de poder y el cumplimiento de sus fines, sino que también ve su sustento
en lógicas colectivas de luchas por la reivindicación de derechos de actores diversos, a su vez
legítimos, a pesar de la lógica estatal de monopolizar el poder constituyente.

Dados estos obstáculos, se marca en la política educativa para grupos étnicos dos escenarios
complejos en contraposición, por un lado, el derecho a la educación propia acorde a las
identidades culturales, tiendo en cuenta que el SEIP, su administración y autonomía ha dado a la
comunidad unos cupos educativos que permiten mejorar los niveles de cobertura escolar con el fin
de mejorar la calidad educativa, ya que Las luchas de los pueblos indígenas han sido orientadas
legítimamente hacia la construcción de la educación propia, a través de la implementación del
SEIP.

Para Vitonás (2010), el proceso de construcción de la educación propia desde los años setenta
hasta hoy ha pasado por muchos obstáculos como el manejo del Estado y la Iglesia, la persecución,
amedrentamiento y asesinato de sus líderes, entre otros. Progresivamente, la propuesta de
escuelas propias fue el eje que fortaleció las comunidades en torno a la lucha por la tierra, defensa
de la identidad y la historia propia, organizando a las comunidades y capacitando en valores
comunitarios. Su proceso abarca hasta la actualidad cuatro décadas de logros y dificultades, el
cual, convence a los pueblos indígenas en tanto camino para la defensa de sus derechos como
pueblo y la materialización de sus aspiraciones de vida digna y un vivir bien comunitario.

La educación como espacio de construcción y reproducción cultural, e instancia privilegiada para la


socialización de estos valores culturales, ha tenido un lugar central dentro de las luchas del
movimiento indígena. El reconocimiento y trabajo con conocimientos ancestrales, la elaboración
de los propios calendarios, el espacio para enseñar como el espacio de la vida misma y no del
encerramiento, la importancia de la lengua propia como vehículo de construcción, socialización de
conocimiento e investigación, han sido elementos esenciales en el campo pedagógico y su
inclusión en las políticas educativas motivo de amplios debates.

Es de resaltar la importancia que se le da a la lengua como eje central en el currículo; en este


aspecto, el artículo 16 del Decreto 804 enuncia la creación de alfabetos oficiales de las lenguas y
Según este documento, sus principales fundamentos pedagógicos son: la tierra como madre, el
territorio, las cosmovisiones y sabidurías ancestrales, la identidad cultural, el uso y valoración de
las lenguas originarias, la construcción colectiva del conocimiento, la investigación cultural y
educativa, la autonomía, la diversidad e interculturalidad, la participación comunitaria, la
educación, la reciprocidad y la integralidad de los grupos étnicos como base para la construcción
del currículo de la etnoeducación.

La autonomía para el CRIC (2004) está presente desde el principio y se encuentra en el origen del
enfrentamiento con agentes del sistema y de sectores populares. Se trata de una exigencia
irrenunciable ya avalada constitucionalmente y por tratados internacionales. Sin embargo, la
práctica por su reconocimiento es de lucha continuada. El resultado de esta lucha es que la
autonomía indígena cuenta hoy con un alto grado de aceptación aún en sectores del propio
Estado. La educación propia es uno de los pilares de la autonomía indígena. Esta abarca tanto el
campo cultural como el político y el económico.

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