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Salud y enfermedad en el mundo contemporáneo.

Salud y género.
Violencia Machista.

Introducción.
A medida que transcurren los años podemos evidenciar que es inevitable que todo lo
que se encuentra a nuestro alrededor se renueve, cambie o transforme.
Indiscutiblemente se trata de un proceso que sigue su curso afrontando las condiciones
de vida que al pasar los años cada vez se tornan más exigentes inducidos por la
competencia y la calidad del servicio; pero al referirnos al concepto de Salud Pública,
nos enfocamos aún más en estos cambios, que muchas veces son necesarios para lograr
una armonía, equilibrio y salud en las poblaciones quienes esperan mejorar su calidad
de vida a partir de un servicio acorde a sus necesidades.
OBJETIVOS.
General.
Ampliar nuestros conocimientos acerca de la evolución de la salud y la enfermedad.
Específicos.
 Adquirir conocimiento sobre la salud y género.
 Conocer la violencia Machista.
Justificación.
Este trabajo es realizado con la finalidad de aportar información que nos permita
ampliar, profundizar y adquirir conocimientos acerca de la salud y la enfermedad en el
mundo contemporáneo ya que a través de esta conocemos las emergencias y desafíos
contemporáneos de la salud, que se encargan de modificar a las ciudades.
Salud y enfermedad en el mundo contemporáneo.
Hay dos tradiciones cuyo legado ha llegado hasta las puertas del siglo XXI: de la
medicina, el compromiso con la atención del enfermo. Del concepto de salud acuñado
en el siglo XX, la aspiración a un ideal: extender a todos unos bienestares que va más
allá de la sola ausencia de enfermedad.
La tradición médica se constituyó a lo largo de varios siglos. A través de ellos se fue
decantando una “forma de ser” de los integrantes de este gremio que resalta mucho más
hondo que una mera “obligación ética”. Es ella la que en el siglo XVII llevaba a
Sydenham a sostener: “Nadie ha sido tratado por mí de manera distinta a la que yo
quisiera ser tratado si me enfermara del mismo mal”. La encontramos también en las
reflexiones de Groddeck, quien en el siglo XIX sostenía: “La relación entre médico y
paciente es una relación excepcional: se caracteriza por la entrega confiada del enfermo
a su médico. Conquistar tal confianza es la primera tarea del médico”.
El siglo XX, a la sombra del Holocausto y con la colosal masacre que representó la
Segunda Guerra Mundial, vio nacer una pequeña revolución: la apertura del abanico de
los determinantes sociales y ambientales que pesan sobre el nivel de salud de las
poblaciones, y la tendencia a reservar el acto de la atención de la enfermedad al cosmos
individual. Esa pequeña revolución tuvo un autor y un nombre: la operó la Organización
Mundial de la Salud (OMS) al acuñar, en 1947, el concepto de salud. La OMS labró,
así, una tradicion sobre otra tradición: la del concepto ampliado de salud sobre la vasta
experiencia de la visión médica.
Pero ninguna de estas tradiciones apuntó nunca hacia rutas fáciles, y en sus meandros se
extraviaron muchos de sus herederos. Así, la medicina se concentró tanto en la
enfermedad, que llegó a perder de vista al enfermo. Y la OMS, deslumbrada con la
ilusión de lograr una “prevención perfecta”, parece haber llegado a imaginar que podría
olvidarse de la enfermedad.
Auge y decadencia de la figura clínica.
El antiguo médico de la primera mitad del siglo aquel profesional formado en la
finísima clínica francesa, que además de los conocimientos sobre el cuerpo humano, sus
funciones y sus enfermedades, disponía de un gran entrenamiento en el ejercicio de la
percepción sensorial y de la intuición como herramientas básicas de trabajo, y se valía
de una gran proximidad con el paciente y su familia para orientarse sobre el curso que
seguía, día con día, el proceso terapéutico empezó a recibir cada vez más la influencia
del conocimiento biomédico para “cientifizar” su práctica; pero no por ello dejó de
mostrarse profundamente comprometido con las necesidades nacionales, siempre
preocupado por adecuar sus conocimientos a las enfermedades con las que se enfrentaba
cotidianamente.
Con el surgimiento de los renombrados hospitales que más tarde darían lugar a los
actuales institutos nacionales (desde entonces los principales centros de generación y
difusión de los avances científicos y tecnológicos en el país), surgió el interés por
mantener un vínculo con dichas instituciones en combinación con la práctica libre
(privada) de la medicina; pero tampoco entonces se perdió la tradición de tomar al país
como patrón referencial. Con el paso de los años continuó está casi insensible pero
irremisible mutación hacia un clínico cada vez más institucional.
Lo que sí ocurrió fue que las condiciones en las cuales desempeña su labor sufrieron un
creciente deterioro. Lo mismo sucedió con su prestigio, el valor que la sociedad y los
pacientes concedían a su función, y la satisfacción en el desempeño de su tarea. No es
difícil explicarse la enorme brecha que se ha abierto entre los pacientes y sus médicos,
ni el proceso de diáspora del frente clínico que hoy prevalece como una constante.
Años atrás, la alternativa más buscada para lograr simultáneamente el óptimo desarrollo
de la capacidad profesional, un status aceptable dentro del gremio y un nivel de ingreso
satisfactorio, fue la tendencia a alcanzar los más elevados grados de especialización, con
el propósito de tener acceso a los niveles altos de la pirámide de la prestación del
servicio (idealmente, la atención de tercer nivel, cuanto más especializada mejor).

Hacia un perfil del clínico contemporáneo.


México ha cambiado y también el nuevo tipo de clínico que se requiere. Éste no podrá
menos que integrar los más recientes avances en el manejo de las enfermedades y las
habilidades necesarias para estar a la altura del reto que supone la apertura hacia el
complejo horizonte de la salud. Pero no por ello debería de perder de vista la realidad
nacional, deslumbrado por los grandes avances científicos y tecnológicos. De él se
esperaría, en cambio, que honrara lo mejor de la herencia de los “antiguos clínicos”
mexicanos: el profundo compromiso con los enfermos y con la problemática de salud
del país.
Podemos imaginarlo, entonces, como un profesional que, al igual que antaño, se ocupa
de los ámbitos más delicados de la vida humana: el dolor, la enfermedad y la muerte.
Sólo que hoy día debe ejercer su profesión en un mundo “globalizado”, lo que le
planteará nuevos retos, tan difíciles como los siguientes:
 Grandes y extraordinariamente rápidos avances en la ciencia y en sus
aplicaciones técnicas a los procesos terapéuticos, lo cual crea para sus pacientes
siempre nuevas expectativas, y para él, las necesidades de información y
capacitación continua.
 Reconocimiento del derecho de los individuos a la autodeterminación y a la
participación activa en las decisiones que atañen no sólo al cuidado de su salud,
sino a los procesos terapéuticos a los que decide someterse cuando enferma.
 Sistemas de atención de creciente complejidad y elevado costo que, por
desfinanciamiento, propician “racionamiento” de recursos, burocracia, una
práctica médica impersonal e inercial y una creciente ajenidad del médico y el
paciente frente al proceso terapéutico.
 Múltiples interrogantes éticas sobre la función de la medicina y la misión del
médico, con todo el arsenal de las nuevas posibilidades abiertas por el avance de
la ciencia y sus aplicaciones técnicas y terapéuticas, en relación no sólo con la
provisión de información y consejo a las personas sanas, sino con los complejos
dilemas que enfrentan los enfermos, los moribundos y sus allegados, todo ello
en medio de las limitaciones impuestas por los sistemas de manejo administrado.
¿Y el paciente?
La literatura internacional ha imaginado una especie de “usuario ideal”: informado,
participativo, exigente, conocedor de sus derechos, comprometido en la elección y el
desarrollo de su propio tratamiento. Un “paciente” que habría dejado de serlo para
convertirse en un “cliente” capaz de defender todos y cada uno de sus derechos (¿de
“consumidor”?).
Posiblemente ese ideal fuera aplicable al “usuario sano” del sistema de salud cuando
acude en busca de intervenciones preventivas. Pero el “usuario enfermo”, esto es, el
paciente (no por “pasivo”, sino porque “padece”) es un sujeto que ha entrado en otra
dimensión de la experiencia humana. Al proceder como si esto no fuera así, todo el
valor que pudiera entrañar un ideal como el que examinamos queda anulado (e incluso
puede transformarse en un contra-valor).
El hecho es que un paciente es una persona enferma, que sufre, que experimenta
ansiedades y temores, con todas sus expresiones somáticas. Se encuentra atrapado en la
red de sus defensas contra esas ansiedades y muchas de sus capacidades están atadas, su
dominio de la situación está disminuido, vive un momento de evidente “falta de poder”.
Si en los últimos tiempos la voz clínica no hubiera dejado de escucharse, hubiera sido
imposible perder de vista algo tan obvio.
Este “punto ciego” ha contribuido también, por cierto, a la pérdida de una de las partes
más valiosas del legado terapéutico tan largamente elaborado en los siglos precedentes:
la innegable fuerza curativa de la relación médico-paciente, hoy día tan devaluada
debido a la superficialidad con la que se ha dado en concebirla. Los antiguos clínicos,
carentes de la moderna tecnología, tuvieron ocasión de percibir y describir la potencia
curativa de esta peculiar relación intersubjetiva, de cultivarla, trabajar con ella y
aprender a dirigirla hacia el avance del proceso terapéutico, en beneficio de sus
pacientes.
Hacia la construcción del clínico contemporáneo.

Lo que se busca es señalar la necesidad de delinear con precisión cuáles son las
capacidades y las responsabilidades específicas que pueden atribuirse a cada práctica
profesional, comenzando para ello con el reconocimiento de que la especificidad de la
profesión médica es (remitámonos a la tradición multisecular) la atención del enfermo.
Si el paciente es el centro de gravedad de esta suerte de “sistema solar” que son los
modernos sistemas de salud, el médico es quien se encuentra en la órbita más próxima,
el responsable de acercarse a él para buscar juntos el “remedio” (a veces definitivo,
otras veces no) de la enfermedad
Con la memoria del legado de las dos tradiciones a las que nos hemos referido, y la
mirada puesta en el futuro más inmediato que ya está frente a nosotros, podemos trazar
un sencillo marco para ordenar lo que, a nuestro juicio, debería proveer la formación del
médico general que, hoy día, el país necesita. Este marco incorpora:
 Un eje básico: el cuidadoso entrenamiento clínico para el diagnóstico y manejo
terapéutico de los problemas de salud presentes en el perfil de daños a la salud.
Es necesario desarrollar no sólo las destrezas suficientes para atender los
padecimientos con los recursos del primer nivel, sino también para distinguir
aquellos que, por su naturaleza o grado de avance, ofrecen mayor complejidad y
requieren para su adecuado manejo de recursos sólo disponibles en el segundo o
tercer nivel de atención.
 Un entrenamiento científico de las destrezas relacionales, para desarrollar un
manejo profesional de las dimensiones psíquica y comunicacional con el cual el
clínico pueda moverse adecuadamente en el terreno de la intersubjetividad, en
donde tiene lugar el momento fundamental de su labor cotidiana: el encuentro
con el paciente.
 Las capacidades básicas para “descodificar”, a lo largo de su vida
profesional, los nuevos conocimientos que se vayan produciendo en lo que se
refiere a la moderna tecnología diagnóstica y terapéutica, con la habilidad para
realizar los ajustes pertinentes a su aplicación en la situación y las necesidades
específicas del contexto en el que desempeñe sus labores.
 Una comprensión suficiente de las bases biomédicas y sanitarias
seleccionadas para favorecer el adecuado desempeño de su labor clínica.
La idea podría sintetizarse en muy pocas palabras: el médico general, necesita una
sólida capacitación clínica apuntalada en una extremadamente cuidadosa selección de
aquellos conocimientos de ciencias básicas, psicosociales y sanitarias que enriquezcan
su práctica clínica sin arrollarla, suplantarla, devaluarla ni, desde luego, distraerlo de
ella. En lograr una adecuada selección está, evidentemente, la clave, pero también la
dificultad y el reto.
En cuanto a la orientación de la capacitación clínica, el punto de referencia no puede ser
otro que el perfil de daños a la salud que padece la población (y que, previsiblemente,
seguirá padeciendo, a no ser que cambiaran las tendencias demográficas, ecológicas y
socioeconómicas que configuran las constelaciones de riesgos para la salud actuales).
El buen entendimiento entre médico y paciente sólo puede darse como resultado de una
verdadera comprensión y un manejo experto de lo que en esta particular modalidad de
relación intersubjetiva tiene lugar, en forma adicional al despliegue de las
imprescindibles destrezas científico-técnicas.

Precondiciones para el buen desempeño del clínico contemporáneo.


Por lo demás, todavía no basta con la mejor capacitación profesional para permitir al
médico desempeñar adecuadamente su labor. Existen un conjunto de precondiciones
que han de ser cumplidas para hacer posible una atención médica responsable y
orientada hacia el paciente.
La principal misión del Sistema Nacional de Salud consiste en garantizar esas
precondiciones a través del diseño de políticas específicas para el espacio clínico.
La tarea regulatoria del Gobierno Federal y las 32 entidades que instrumentan la así
llamada “federalización efectiva”, estaría del todo incompleta si no agregara a sus
responsabilidades la presencia de una Autoridad Nacional de Evaluación Clínica.
Esta Autoridad debería evaluar permanentemente el estado de equilibrio en que
resolutividad, destrezas técnico-clínicas y relacionales del médico operan en favor del
paciente.
La resolutividad resume el adecuado nivel de dotación tecnológica que el médico
requiere para su labor normal: desde las instalaciones y el equipo hasta los insumos y
medicamentos. Las destrezas técnico clínicas y relacionales habrán sido provistas por la
formación de pregrado del médico general. Estas tres constituyen precondiciones
fundamentales de su hacer, de ahí la necesidad de una autoridad que las garantice.
Al velar por su correcto equilibrio, la Autoridad Nacional de Evaluación Clínica
ejercería su capacidad regulatoria partiendo del reconocimiento de la complejidad real
del acto clínico y de la comprensión de la irreductible incertidumbre que siempre
involucra: aún con la previsible presencia de ese equilibrio y por la naturaleza
absolutamente singular del encuentro médico-paciente, el Sistema Nacional de Salud no
puede sino reconocer que nada ni nadie puede garantizar una atención sin riesgo: como
“el torero frente al toro”. Por último, y en consonancia con el clima democrático que
ambienta del siglo XXI, nada mejor que un monitoreo independiente desde abajo sobre
la calidad del proceso de atención que percibe el usuario/ paciente moderno.

Equidad, género y salud.


Conceptos generales.
 Equidad.
La equidad no es lo mismo que igualdad. Paralelamente, no toda desigualdad se
considera inequidad. La equidad es la acción de dar a cada individuo, por diferente que
sea, lo que este se merece o se haya ganado, mientras que la igualdad es la acción de
repartir, en partes iguales, en una misma proporción, un bien, recurso, servicio.
 Generó.
Género no es sinónimo de sexo. Sexo alude a las diferencias biológicas entre el hombre
y la mujer mientras que generó De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud
(OMS), se refiere a los conceptos sociales de las funciones, comportamientos,
actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las
mujeres.
Salud.
La Organización Mundial de la Salud define la salud como: “El estado completo de
bienestar físico y social de una persona”, y no solo la ausencia de enfermedad.

Más allá de su importancia en la formación de la identidad subjetiva, la categoría del


género constituye uno de los ejes primarios alrededor de los cuales se organiza la vida
social. El género ocupa un lugar central junto con la clase social y la raza en el nivel
macroeconómico de asignación y distribución de recursos dentro de una como en el
mercado.

 La participación democrática.
La participación social desempeña un papel crucial en el logro efectivo y sostenible de
los objetivos amplios de equidad y, en particular, de la equidad de género. Esta
participación se concibe como el ejercicio del derecho de las personas a influir en los
procesos que afectan a la salud, tanto la individual como la colectiva.

Se hace hincapié en la participación activa de la sociedad civil en especial de las


organizaciones de mujeres, no simplemente para que ejecuten las acciones prescritas por
otros o sirvan como instrumento para reducir los costos de la provisión de servicios,
sino para formular y vigilar las políticas públicas. El énfasis en las mujeres
particularmente en las mujeres pobres responde a la urgencia de lograr una mayor
equidad en la distribución de las responsabilidades y el poder en la producción de la
salud, con objeto de eliminar el enfoque instrumentalista de la participación femenina
que ha impregnado hasta ahora el sistema de salud.
La equidad de género en el ámbito de la salud debe entenderse, entonces, como la
eliminación de aquellas disparidades innecesarias, evitables e injustas entre mujeres y
hombres que se asocian con des ventajas sistemáticas en el contexto socioeconómico.

Dimensiones de la inequidad de género en el ámbito de la salud.


Adoptar la perspectiva de género en el campo de la salud implica vincular la división
por sexos del trabajo y el poder con los perfiles epidemiológicos de una población y con
las características de accesibilidad, financiamiento y gestión del sistema de salud. La
OPS se interesa en abordar las cuatro di- mensiones de la inequidad de género que se
mencionan a continuación:
 El estado de salud y sus determinantes socio- económicos.
 La asignación de recursos y el acceso efectivo a la atención de acuerdo con la
necesidad.
 El financiamiento de la atención según la capacidad de pago.
 La distribución del poder y la carga de responsabilidades en el cuidado de la
salud.

El estado de salud.
Al hablar de equidad de género en el estado de salud, se pone en tela de juicio el énfasis
en las mujeres, considerando que los hombres viven menos años y experimentan mayor
mor- talidad que ellas en todas las edades. Ciertamente, las mujeres sobreviven a los
hombres y la mortalidad masculina tiende a superar a la femenina a cualquier edad,
incluso in utero, y la diferencia es espe- cialmente pronunciada durante la etapa
perinatal. La ventaja de la supervivencia femenina se asocia parcialmente con factores
genéticos, sobre todo durante las primeras etapas de la vida. La equidad de género en la
situación de salud Se refiere a la eliminación de diferencias evitables entre hombres y
mujeres en cuanto a sus oportunidades de obtener y mantener la salud, y a las
probabilidades de enfermar, sufrir discapacidad o morir prematuramente por causas
prevenibles.

 Acceso a la atención de salud.


Frecuentemente se arguye también que, en materia de equidad en el acceso a los
servicios, las mujeres están en mejor posición que los hombres ya que son ellas quienes
utilizan los servicios con mayor frecuencia. Es verdad que, en promedio, las mujeres
tienden a utilizar los servicios de salud más frecuentemente que los hombres, pero esa
tendencia no implica necesariamente una ventaja. La equidad de género en la atención
de la salud no significa que hombres y mujeres reciban cuotas iguales de recursos y
servicios. Significa, más bien, que los recursos se asignen y se reciban diferentemente
de acuerdo con las necesidades de cada sexo y el contexto socioeconómico individual.
La noción de necesidad que fundamenta el concepto de equidad distributiva conduce
hacia la asignación dispar de recursos de acuerdo con los requerimientos particulares de
grupos e individuos.

 El financiamiento de la atención.
El principio de equidad financiera por el cual los servicios se pagan según la capacidad
económica de las personas se viola con doble frecuencia en lo que respecta a las
mujeres. En sistemas de financiamiento no solidario, debido a las necesidades impuestas
por su función reproductiva y mayor morbilidad, las mujeres pagan más que los
hombres por mantener su salud. Esta desigualdad absoluta se agudiza
proporcionalmente, teniendo en cuenta la menor capacidad económica de las mujeres,
como grupo, en todos los países.

Distribución de las responsabilidades y el poder en la producción de la salud


La participación en la producción social de la salud tiene una doble dimensión: la
distribución de la carga de trabajo, por un lado, y la distribución de los beneficios, el
reconocimiento y el poder, por el otro.
En función de la distribución de las responsa- bilidades y el trabajo, las mujeres
representan una porción mayoritaria de la fuerza laboral en el área de salud y en el
voluntariado comunitario. Y lo que es tal vez más importante y menos valorado es que
las mujeres son las principales gestoras y proveedoras de atención dentro de la familia y
la comunidad. En efecto, la mayor parte de la atención de salud para fines de detección
y tratamiento temprano de las enfermedades se presta fuera de los servicios y la proveen
gratuitamente las mujeres en el hogar y la comunidad. Cabe resaltar, adicionalmente, la
importancia del papel de las mujeres en el cuidado de los ancianos, los niños, las
personas con enfermedades crónicas y las personas sanas.
Sin embargo, a la hora de distribuir los bene- ficios, las mujeres se encuentran en una
posición de desventaja sistemática dentro del sistema de salud. Son la mayoría en los
niveles más bajos de remuneración y prestigio dentro del sector formal de la salud.
El que no se reconozca la contribución econó- mica que representa el trabajo no
remunerado que realizan predominantemente las mujeres en el cuidado de la salud
constituye una forma encubierta de discriminación.
Por ende, la equidad de género en la gestión de la salud va más allá de garantizar igual
salario por igual trabajo en el sector formal de la salud.
Violencia machista.
La violencia machista se refiere a todas aquellas acciones que contribuyen al menoscabo
sistemático de la dignidad, la estima y la integridad física y mental de las mujeres, niñas
y personas con una identidad de género y/o sexualidad distinta a la normativa. Es un
tipo de violencia estructural, ya que se encuentra presente en todas las sociedades y
todos los espacios sociales, aunque se da en distintos niveles y mediante diferentes
mecanismos dependiendo de diversas cuestiones de raza, clase y pertenencia a
determinado grupo étnico.
Esta violencia es una expresión de la desigualdad que impone el patriarcado y, a su vez,
es el instrumento que garantiza su continuidad. Se arma a través de tres ámbitos:
 La violencia simbólica, que genera los prejuicios y el ideario;
 La violencia estructural, con todas las instituciones que garantizan la
discriminación;
 Y la violencia material, en todas sus expresiones concretas de violencia directa.
Asimismo, es un medio que ayuda a reforzar, legitimar y reproducir la
supremacía de “lo masculino” sobre “lo femenino” y sobre todas aquellas
identidades de género que no se encuentran circunscritas dentro de estas dos
categorías.

La violencia machista que se da en el ámbito privado es una de las más extendidas e


invisibilizadas, a pesar de que en los últimos años se pueden encontrar una serie de
esfuerzos para identificarla y afrontarla. Suele darse en el seno de la familia o dentro de
una relación afectiva, siendo el perpetrador aquel que asume un papel masculino
dominante, basando los actos de violencia que comete en este rol. Puede tomar la forma
de violencia física, psicológica, económica, laboral y/o sexual.
Así mismo, cabe destacar cómo la violencia machista ejercida contra la población
LGTTBI penetra con gran intensidad los espacios sociales y adquiere un fuerte nivel de
aceptación, siendo muchas veces ignorada o abiertamente incentivada por las
instituciones estatales y por la sociedad en general.
Causas de la violencia de género.
La violencia de género se trata de un fenómeno multicausal, es decir que intervienen
diversos factores en ella, en concreto encontramos:
 Factores culturales: En muchas culturas todavía se mantienen rasgos
patriarcales y sexistas que garantizan un predominio de los hombres,
colocándolos en una situación de poder con respecto a las mujeres.
Los estereotipos de género, la autoridad masculina en el hogar, las expectativas
sociales sobre lo que se espera de un hombre y lo que se espera de una mujer, las
tradiciones religiosas. Incluso la propia sexualidad de la mujer se utiliza en
muchas culturas como un sinónimo del honor o el deshonor de su familia.
 Factores económicos: Por influencia de los factores culturales, durante décadas
se ha posicionado al hombre como el “cabeza de familia”, el encargado de llevar
el sustento a casa.
En los casos en los que los roles se invierten, algunos hombres entienden que se
está vulnerando su masculinidad, lo que les lleva a cometer actos violentos
contra su pareja.
 Factores psicológicos: Al estudiar la violencia de género y las causas que la
generan se puede comprobar que, en las sociedades más avanzadas, aquellas en
las que los factores culturales y los económicos tienen menos peso a la hora de
explicar la violencia, lo que de verdad explica las agresiones a las mujeres son
los factores psicológicos.
Un mal entendimiento de las relaciones de pareja lleva a ciertas personas a
considerar que su pareja es su propiedad, y no pueden tolerar ningún acto por
parte de ella que implique un ejercicio de su libertad: salir con amigos, trabajar,
ponerse una determinada prenda, etc.
El agresor se siente en una posición de superioridad con respecto a su víctima y
quiere dominar la relación a todos los niveles y según su punto de vista, lo que le
lleva a buscar diferentes formas de anular a la otra persona.
 Ser una persona más agresiva (y con la interacción de los factores sociales que
propician la aparición de la violencia).
 Haber presenciado o haber sido víctima de malos tratos en la infancia.
 Consumo de sustancias o toxicomanía (alcohol, cocaína, etc.). Aquí puedes ver
causas y consecuencias de la adicción a las drogas.
Consecuencias de la violencia de género.
La violencia de género puede conllevar consecuencias muy graves para la mujer. A
continuación, os mostramos algunas de ellas:
 Consecuencias mortales, como el asesinato y homicidio o suicidio.
 Producir lesiones, según un análisis de la OMS el 42% de las mujeres víctimas
de violencia de género refieren sufrir alguna lesión como consecuencia.
 Ocasionar embarazos no deseados, abortos provocados, problemas
ginecológicos, infecciones de trasmisión sexual (ITS) –entre ellas el VIH-.
 A nivel emocional encontramos; depresión, ansiedad, insomnio, trastornos
alimentarios, trastornos de abuso de sustancias, intentos de suicidio y trastorno
de estrés post traumático y síndrome de la mujer maltratada.
 Mayor prevalencia de dolencias: cefaleas, lumbalgia, dolores abdominales,
trastornos gastrointestinales. Limitaciones de la movilidad, empeoramiento del
estado general de la salud y de la calidad de vida.
 En el caso de la violencia sexual, sobre todo si esta se ha dado en la infancia,
puede incrementar el consumo de alcohol y drogas, así como también las
prácticas sexuales de riesgo en fases posteriores de la vida.
 Repercusión social: En muchas ocasiones el maltrato supone un giro de 180
grados en la vida de la mujer. Esta puede llegar a encontrarse aislada e
incapacitada para trabajar, perder su sueldo, dejar de participar en actividades y
ver disminuida su fuerza para cuidar de sí misma y si tiene hijos de sus hijos.
Además, en ocasiones, la mujer se encuentra tan amenazada que se ve obligada a
abandonar su hogar, su domicilio y ciudad. Los costes de la violencia de género
tanto sociales como económicos son enormes y repercuten en toda la sociedad.
 Repercusión en los hijos/as: Los niños y niñas que crecen en familias en las
que se ejerce violencia de género, pueden sufrir trastornos conductuales y
emocionales que pueden favorecer a la comisión o padecimiento de actos
violentos en las posteriores fases vitales. Además, también se ha asociado a
mayores tasas de mortalidad y morbilidad en los menores de 5 años por
enfermedades diarreicas o malnutrición.

Glosario.

 Contemporáneo: Que existe al mismo tiempo que otra cosa, que pertenece a la
misma época que ella.
 Antaño: Indica un tiempo pasado indeterminado que queda lejano del presente.
 Globalizado: “la globalización es un proceso de integración que tiende a crear
un solo mercado mundial en el que se comercian productos semejantes,
producidos por empresas cuyo origen es difícil de determinar, ya que sus
operaciones se distribuyen en varios países”. La globalización es un proceso
con múltiples impactos: tiene efectos fundamentales en las esferas cultural,
económica, social y política. 
 Terapéutico: alude a aquello vinculado a la rama de la medicina que se encarga
de la difusión de los pautas y del suministro de remedios para tratar problemas
de salud.
 Entrañar: Implicar o llevar dentro de sí [una cosa] algo que resulta
problemático, dificultoso o negativo.
 Somáticas: De la parte material o corpórea de un ser animado o relacionado con
ella.
 "enfermedad somática"
 Intersubjetiva: La intersubjetividad se puede definir el proceso recíproco por
medio del cual se comparte la conciencia y conocimiento de una persona a otra.
 Descodificar: Aplicar las reglas adecuadas a un mensaje que ha sido emitido en
un sistema de signos determinado, para entenderlo.
 Biomédicas: La biomedicina se encarga de la investigación y del conocimiento,
no se relaciona en sí con la práctica de la medicina, sino que trabaja con lo que
se denominan procesos fisiopatológicos, que incluyen interacciones relacionadas
con la biología molecular hasta un funcionamiento de carácter dinámico del
organismo.
 Demográfica: Demografía es la ciencia que estudia la población humana en
continuo cambio, considerando los ámbitos cuantitativos (estado) y
cualitativo (dinámica), incluyendo el pasado y el presente, con el propósito
de anticipar eventuales variaciones futuras.
 Ecológica: El término ecológico hace referencia a: Ecología, rama de la biología
que estudia las relaciones de los diferentes seres vivos entre sí y con su entorno.
 Federalización: En otras palabras, es un sistema político en el cual las
funciones del gobierno están repartidas entre un grupo de estados asociados,
primeramente, que luego delegan competencias a un estado federal central.
 Morbilidad: Cantidad de personas que enferman en un lugar y un período de
tiempo determinados en relación con el total de la población.
 Discriminación: Trato diferenciado y desigual hacia una persona o un grupo en
diversos ámbitos de la vida social en función de una o varias categorías, sean
estas reales, atribuidas o imaginarias, tales como la cultura, el género, la edad o
la clase social.
 Patriarcado: Predominio o mayor autoridad del varón en una sociedad o grupo
social.

Webgrafía.
https://www.redalyc.org/pdf/325/32510811.pdf
https://www.axahealthkeeper.com/blog/la-definicion-de-salud-segun-la-oms-infografia/
https://economipedia.com/definiciones/equidad.html
https://www.scielosp.org/article/rpsp/2002.v11n5-6/454-461/
https://www.psicologia-online.com/causas-y-consecuencias-de-la-violencia-de-genero-
5162.html

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