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Facultad: Ciencias de la Educación

Carrera: Licenciatura de Liderazgo Educativo y Administración Educativa

Curso: Proyectos Educativos Institucionales

Trabajo: Ensayo “Informe sobre el desarrollo mundial 2018: Aprender para hacer
realidad la promesa de la educación”

Asesor: Néstor Fajardo

Estudiante: Elder Adonías Orózco Hernández

San Miguel Ixtahuacán, San Marcos, 8 de abril de 2018


El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos –PISA– (por sus siglas en inglés),
es una evaluación internacional que mide la capacidad y progreso de los estudiantes de
distintos países y sistemas educativos. En dichas evaluaciones, los estudiantes de
Singapur, Japón y Finlandia se han destacado continuamente. Esto permite analizar su
Sistema Educativo, compararlo con los Sistemas Educativos de los países en desarrollo y
poder adaptar determinadas estrategias que posibiliten mejorar la calidad Educativa. Por
lo tanto, identificar las formas de mejorar la medición, establecer puntos de referencia y
mejorar la educación en los países en vías de desarrollo se encuentran entre los objetivos
de la OCDE a través de PISA.

El estado del sistema educativo guatemalteco comparado con otros sistemas educativos
es aún desconocido, debido a que el primer pilotaje PISA fue aplicado en el año 2015 y
cuyos resultados aún no son publicados. Costa Rica, por ejemplo, ha participado tres veces
y sus logros han mejorado continuamente. Sin embargo, a nivel local podemos deducir a
través de pruebas como la aplicada a graduandos el deplorable estado de nuestro sistema
educativo. En el año 2017, el 9.60% sobrepasó el logro mínimo en matemáticas y en
lectura el 32.33%. Cabe mencionar que este problema debe considerarse como un
fenómeno nacional multicausal, cuya principal causa es la pobreza que rebasa el 80% en
zonas rurales indígenas. Esta causa, según el informe del Banco Mundial ensancha la
brecha educativa. En Guatemala en el área rural, uno de cada dos jóvenes está fuera del
sistema educativo. En el área urbana es uno de cada cuatro. Además, los resultados de
aprendizaje son casi siempre mucho peores entre la población de bajos ingresos.

Los niños de hogares marginados son los que más necesitan de una buena educación para
prosperar en la vida. Para ellos, la educación es urgente y prioritaria.

En los mejores sistemas educativos a nivel mundial, el maestro tiene un rol fundamental.
En Japón, el docente asume la responsabilidad del aprendizaje de sus estudiantes y no
responsabiliza factores externos. En Finlandia, la selección de maestros es rigurosa. Si
comparamos con Guatemala, el maestro es un personaje mancillado que ha perdido su rol
social, falto de preparación que reproduce en las aulas. El sistema de selección es
igualmente defectuoso, político e ineficaz. Las condiciones laborales no son las ideales, los
recursos y la infraestructura usualmente son defectuosos.

En el informe titulado “Informe sobre el desarrollo mundial 2018: Aprender para hacer
realidad la promesa de la educación”, el Banco Mundial compara y propone medidas en
base a los resultados de PISA. Resalta el rol de la educación en el desarrollo, ya que la
educación y el desarrollo están ampliamente ligados. Los países más desarrollados
comparten la concepción de la educación como lo más importante, ya que de esta manera
se propicia el desarrollo integral del capital humano.

Poner fin a la pobreza extrema y promover la prosperidad compartida en Guatemala será


el resultado de unir esfuerzos en un “todos por la educación”. No hay desarrollo sin
educación. Pero asistir a la escuela no significa instantáneamente aprender. La educación
es un proceso complejo que persigue el aprendizaje, además de la escolarización. Es decir,
la importancia no radica en asistir a la escuela, sino los aprendizajes que en ella se
adquieren.

Medir es una función de la evaluación, más no la más importante. Su importancia radica


en las decisiones que se adopten basadas en los resultados. Para evaluar se deben utilizar
pruebas de estudiantes bien diseñadas con el fin de determinar el estado de los sistemas
educativos y determinar el modo en que las personas aprenden para basar el diseño de
políticas en la evidencia.

De igual manera, los sistemas educativos deben equipar a los estudiantes con las
competencias que necesitan para llevar una vida saludable, productiva y significativa que
permita reducir las brechas sociales en lugar de ampliarlas. Esta labor se dificulta porque
con frecuencia los niños llegan a la escuela mal preparados para aprender, si es que llegan
(mal-nutrición, enfermedades, pobreza, cobertura); a menudo los docentes no tienen las
competencias ni la motivación para enseñar de manera eficaz, los insumos no llegan a las
aulas o, cuando se cuenta con ellos, no tienen un efecto en el aprendizaje y una mala
administración y gobernanza suelen perjudicar la calidad de la escolarización
Los resultados de aprendizaje no cambiarán, a menos que los sistemas educativos se
tomen en serio el aprendizaje y lo utilicen como una guía y un indicador, garanticen el
desarrollo pleno de los niños a través de la nutrición, la estimulación y el cuidado durante
la primera infancia, diseñen la capacitación docente de manera tal que apunte a la
enseñanza individualizada y se le dé seguimiento para evitar que los estudiantes se
atrasen con respecto a sus compañeros al punto de que les resulte imposible ponerse al
día.

Por último, el desinterés por parte del Estado es evidente. Una inversión aproximada al
2,4% del PIB, comparada con el 7,17% del PIB que invierte Finlandia en educación augura
resultados desastrosos. La formación de calidad de las futuras generaciones depende de
toda la comunidad educativa que en conjunto con el Estado y un sistema educativo
contextualizado y funcional responda a parámetros internacionales y capacite a los
educandos no solo para el campo laboral, sino también para vivir y convivir en sociedad.

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