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Permanencia y modificación de los ritos religiosos

católicos (litúrgicos) de Semana Santa durante la


pandemia en el año 2020
María José Vázquez Sánchez

En 2020, con la llegada de la COVID-19 a mediados de marzo en México, fue necesaria una
modificación en la vida de las sociedades. Todos los ámbitos de la vida humana se vieron
traspasados por el momento de obligado aislamiento y demás medidas de salubridad que resultaron
en el cierre de espacios públicos no esenciales, entre ellos los lugares destinados al culto religioso.
Los templos y sus actividades cerraron sus puertas por al menos seis meses, mismos en los que
transcurrió, para la iglesia cristiana católica, la Semana Mayor, mejor conocida como Pascua o
Semana Santa.
Esta situación obligo a los fieles católicos a alejarse de los espacios sagrados, de los símbolos
litúrgicos y de su comunidad; llevó los ritos a casa, al lugar más privado e íntimo en la vida humana
y, en el caso de las familias, redujo las comunidades que compartían la experiencia pascual al
núcleo familiar. ¿Cuáles fueron los sentimientos y mociones que esto despertó en los fieles? ¿Hubo
formas de contrarrestar este cambio en las celebraciones? ¿Se ha puesto en peligro la celebración de
la semana mayor con esta modalidad en casa? En el presente capítulo respondemos a estas y otras
preguntas que surgen sobre esta vivencia de los ritos de la Semana Santa, cómo los fieles la
percibieron y los contrarrestamos con lo que Byun Chul-Han explica sobre los rituales en su obra
del 2019 La desaparición de los rituales.

El ritual y sus componentes


La noción de ritual, puede resultar confusa, más aún en estos tiempos en que la definición del
concepto ritual se difumina y relega solo al ámbito estrictamente religioso o -----, solo con las
religiones antiguas y las ocultistas. Sin embargo, la filosofía se ha encargado de recordarnos que los
rituales están presentes en el día a día, aún en esta época que pareciera darle poco significado a
estos sucesos. A pesar de que dicha afirmación pareciera decir que cualquier acto cotidiano es un
ritual, nada más alejado de la realidad. La idean de que los rituales pueden deslindarse de lo
religioso a pesar de ser sacros y que pueden ser acciones cotidianas, no significa que los rituales son
lo mismo que las rutinas, estas son solo acciones repetitivas que, si bien pueden ser utilitarias e
importantes para la vida común, no son significativas ni trascendentes.
Aunque son diferentes las nociones filosóficas de lo ritual, y algunas de estas se contraponen,
vamos a tomar la explicación que Han hace de dicho término, en la que propone el ritual como un
suceso espacio-temporal en el cual se llevan a cabo actos significativos bajo un motivo. Estos actos
se pueden llegar a considerar como sacros aun cuando no estén ligados al ámbito religioso. Así
observamos que Han dice: «Los ritos son acciones simbólicas. Transmiten y representan aquellos
valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad.» (p. 6). En seguida de esto hace
mención de otro aspecto que forma esencialmente al ritual y es el símbolo, ya que este funge como
una forma de reconocerse a sí mismo y reconocer a su comunidad, aportando así otro constituyente
del ritual: la comunidad. Profundizando sobre el símbolo, Han también agrega «…al ser una forma
de reconocimiento (entre la comunidad), la percepción simbólica percibe lo duradero. De este modo
el mundo es liberado de su contingencia y se le otorga una permanencia.» Ya en estos renglones, el
autor comienza a introducirnos a otros constituyentes, la cuestión tiempo-espacio.
Para Han, la cuestión tiempo-espacio es fundamental. Al momento de realizar un ritual estamos
saliendo del ritmo cotidiano de la vida, el lugar y momento en que se realiza el ritual son extraídos
de la esfera común en que vivimos y crean por completo una atmósfera especial para ello. Sobre el
tiempo, lo que dice el autor, puede ser resumido en que «El tiempo festivo es un tiempo detenido.»
(p.37), afirmación que nos recuerda que cuando sucede un ritual, el tiempo del mundo, nuestro
tiempo personal, se detiene y da paso a lo sagrado. En cuanto al lugar, lo explica como un
contenedor de lo supremo, entendido como aquello que motiva el ritual, y todo lo que se encuentra
en dicho lugar está atravesado por esa esencia divina, ese lugar es un lugar de congregación, y los
símbolos que lo acompañan retroalimentan esta esencia divina.
Como podemos ver, la obra de Han nos da una serie de elementos que constituyen lo ritual y que
van más allá de los motivos por los cuales se realiza esta acción, sino que se centra en cómo se
realiza y como esto significa lo sacro. Estas características que pudimos encontrar son: la
comunidad, los símbolos, tiempo (festivo, no cotidiano) y el lugar. Estas explicadas anteriormente,
se ven reflejadas en el rito eucarístico que sucede en las celebraciones cristiano-católicas de la
siguiente forma:

El cambio de las formas rituales


Ya explicado lo anterior, habrá que preguntarnos cuáles son los cambios principales y las
limitaciones que supone el aislamiento y el cierre de los templos, qué significan estas
modificaciones y si acaso las limitaciones son irremediables para la realización en casa de los
rituales.
Empezaremos contestando la primera pregunta. En primera instancia, el cambio físico más drástico
es el hecho de no poder usar los templos para realizar las celebraciones, esto implica sacar los actos
sagrados de los lugares sacros y llevarlos a un lugar común, democratizarlo. En segundo lugar, y
consecuencia de lo anterior, vemos la ausencia de los símbolos y estructuras que conformaban el
lugar sagrado, es decir las capillas. En tercer lugar, vemos el cambio, o más bien la reducción o
ausencia de la asamblea.
Ahora que observamos a qué se enfrentaron los rituales y los practicantes, y qué partes del ritual
debieron hacer a un lado ante esta situación, podemos preguntarnos qué significarán estas nuevas y
momentáneas formas. Por un lado, podríamos pensar que se llega a sentir como una profanación
llevar el ritual a casa por medio de pantallas, sin presenciar personalmente cada símbolo y signo
(por qué signos y símb0olo y qué diferencia) que es ejercido durante los ritos sagrados de Semana
Santa, donde persiste la ausencia de lo preestablecido para las celebraciones (sacerdote, comunidad,
sacramentales, símbolos, lugares sacros, etc.) y por lo tanto se carece de significado, dignidad o
validez. Por otro lado, podemos discutir que este fenómeno en lugar de ser ausencia, es una
liberación de las formas preestablecidas que hace que el ritual, el lugar donde se realiza y el entorno
sean más cercanos a ti, te pertenecen y te acercan a la vivencia. Esto último supondría que no es una
profanación, sino una democratización que ha roto la distancia, pero no daña el respeto ni la
importancia de los rituales.

Vivencia y modificaciones de las celebraciones de Semana Santa en 2020


Observando todo esto y a sabiendas de la importancia que puede llegar a tener la Semana Santa para
los fieles católicos, debemos suponer que, tras estos cambios orillados por la pandemia, muchos de
ellos iban a preferir la modificación y adecuación para la vivencia de las celebraciones antes que la
pérdida de estos en 2020. Por ello se entrevistó a 10 jóvenes de entre 17 y 27 años, pertenecientes a
una misma comunidad que comunidad hombre y mujeres . Preguntamos cómo se llevaron a cabo
los rituales de Semana Santa durante el 2020, cuáles fueron las adecuaciones y cómo se sintieron
con esa nueva forma de vivir la fe. Todos los participantes se definieron a sí mismos como católicos
practicantes. De la misma forma dijeron considerar de gran importancia la práctica de las fiestas de
precepto y las de devoción popular. Finalmente afirmaron haber realizado desde casa la mayoría de
las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa, especialmente las del Triduo Pascual. Qué es el
triduo notas al pie

Adecuaciones en cuanto al lugar y los símbolos


En las entrevistas, cuando se les preguntó acerca de las formas como contrarrestaron la extrañeza de
la nueva forma del ritual, ellos contestaron que recrearon los espacios donde realizaron la
celebración. Debido a que estas fueron transmitidas por TV y redes sociales, el lugar designado
generalmente fue la sala, que experimentó una resignificación momentánea. Para ello el espacio fue
modificado con objetos que simbolizaban lo mismo que se encuentra en las capillas: cruces, cirios,
biblias y demás objetos que marcaban que en ese momento y en ese lugar estaba ocurriendo algo
fuera de la rutina. Estos elementos fueron colocados sobre una mesa con un mantel blanco que
tomara el lugar del altar.
En este punto podemos observar tres cosas. Primero haremos mención del problema que supone
usar un medio digital, ya sea la TV o las transmisiones en vivo de redes sociales, para la interacción
que requiere el ritual. Este consiste en que «la comunicación digital es horizontal. En ella no
sobresale nada. Nada se ahonda. No es intensiva, sino extensiva, lo que hace que aumente el ruido
de la comunicación.» (p.35). El ruido en la comunicación que el autor refiere puede ser
ejemplificada en esta situación con las reacciones, emojis, stikers, comentarios al momento en caso
de los Lives; así como anuncios al margen de la pantalla, comentarios y traducciones al momento en
caso de la TV y, en estos últimos, de las diferentes trasmisiones por los canales desde el Vaticano.
Todo este ruido evita que la atención –actitud primordial para el ritual religioso, como explica Han
«Toda praxis religiosa es un ejercicio de atención. El templo es un lugar de profunda atención.» (p.
11) - no sea puesta solo en el ritual y que haya interferencias entre lo que este significa y quien vive
el ritual, cuya percepción de la experiencia está permeada por el medio en que esta se transmite.
Otro punto es el hecho de afirmar con estas respuestas, que existe una retroalimentación entre el
lugar y los símbolos que lo constituyen. Razón por la cual, para crear el ambiente del ritual y poder
resignificar totalmente el espacio, se usaron símbolos que tuvieran semejanza significativa con los
que se encuentran en los templos. Estos objetos simbólicos actúan de esta forma puesto que, como
lo explica Hannah Arendt, las cosas reafirman el estar en el mudo; su presencia estabiliza y
significa la vida humana.
Finalmente, hablando sobre el espacio en que se ha realizado, podemos ver que es importante y que
no cualquier lugar, sin una preparación previa, se puede convertir en el recipiente del ritual, sin
embargo, como afirma Han «El hombre es un ser locativo. Solo el lugar hace posible el habitar y la
estancia. Pero un ser locativo no es forzosamente un fundamentalista del lugar.» (p. 30), es por eso
que parece bastar la adecuación del lugar y la colocación de los símbolos para que el espacio
dispuesto se convierta en un contenedor digno del ritual.

Observaciones en cuanto al Tiempo (ocasionadas por el cambio de entorno)


Como se mencionó con anterioridad, al depositar en el lugar establecido objetos simbólicos,
resignificas el espacio y lo sacas momentáneamente de la cotidianidad. Así mismo, el ritual ordena
y acondiciona el tiempo (p. 7). Al comenzar las celebraciones y llevar a cabo las acciones
necesarias para realizarse, inicias un tiempo ritual, tiempo sagrado, momento en que todo lo que
transcurre es diferente a lo que generalmente ocurre en ese lugar cuando no hay objetos que
simbolicen lo sacro, ponen en pausa el tiempo cotidiano. Este tiempo comienza en cuanto ocurre la
procesión de entrada y termina cuando se realiza en envío. Desde el primer momento, hasta el
último, la sala dejaba de ser un lugar de descanso, distracción, de momento lúdico y se
transformaba en una pequeña capilla.

Observaciones en cuanto a la asamblea


El impacto que hubo sobre la ausencia o reducción de la asamblea, fue menor. En las respuestas se
vio que se sentían conectados a la comunidad aún en la distancia y también que consideraran a la
familia como su comunidad, por lo que no creen necesaria una asamblea grande para la realización
de los rituales. Esto, por lo tanto, hace que la reducción de la asamblea al núcleo familiar no tengo
mayor impacto ni merezca una modificación de las circunstancias. Esto se debe a que las
comunidades rituales se fundan a través de la creación de lazos similares a los filiales, es decir,
imitan la estructura de la familia nuclear y la expanden.

El sentir de los fieles católicos


Ya que hemos observado cuales fueron las adecuaciones que los fieles llevaron a cabo para sentirse
dentro de un tiempo-espacio sagrado, queda preguntarnos: ¿se pudo experimentar lo sagrado del
ritual a pesar de estar fuera de las formas predestinadas (una capilla, una asamblea, la observación
personal de la realización de los ritos, los símbolos presentes, etc.)? ¿esta experiencia se apreció
como una profanación, carencia o ausencia o significó una liberación de las formas, la
democratización que proporcionó la aprehensión vivencial más cercana de los rituales? Sobre esto,
los entrevistados explicaron:
 Que esta forma de realizar los rituales de Semana Santa les resultó diferente por la
costumbre que tenían a los años anteriores, puesto que nunca se habían visto en una
situación similar se sentían incomodos al no ver los signos, no interactuar con las personas
de su comunidad ni con el sacerdote y no estar presentes en el lugar y el momento exacto en
que sucedían los rituales. Igualmente expresaron que sentían que no había una preparación
para realizarlos de esta manera y que por la limitación del tiempo los rituales no se
apreciaban completos.
 En cuanto a la validez de estas nuevas formas del rito dijeron que no perdían su valor, sin
embargo, para ellos resultaba más significativo hacerlo en una capilla con más gente.
Afirmando presenciar vivencialmente el ritual, de forma completa, con todas las acciones
significativas que este conlleva resulta más significativo que hacerlos en casa y que incluso
es, más comprensible.
 Finalmente, sobre el riesgo que tenían dichas celebraciones a perder la dignidad, se dijo que
hacer los rituales en casa podía propiciar actitudes de irrespeto o poca atención, pero que
por el simple hecho de ser en casa no perdía dignidad si era hecho con devoción. Este
primer punto es importante, pues, como podemos entender en La desaparición de los
rituales, para entregarte al ritual, es necesario olvidarse de uno mismo para poder
trascender junto con el espacio-tiempo ritual. (p. 10), sin embargo, realizarlo en un lugar
tan íntimo, impregnado por todo lo que nos hace sentir cómodos, relajados y por aquellos
elementos que propician nuestra vida corpórea, no podemos olvidarnos de nosotros mismo
para trascender al ritual religioso.

Conclusiones
En 2020 la Semana Santa fue un evento totalmente diferente para los fieles católicos. En cuanto la
iglesia decidió celebrar a puerta cerrada y sin asamblea las misas más importantes de su tradición,
se dudó de la eficacia de las transmisiones, si los fieles asistirían con la misma devoción que tenían
celebrando presencialmente. De entrada, podemos decir que, ante situaciones extraordinarias, los
fieles prefieren la adecuación de los rituales antes que la cancelación de ellos. En México, a parte de
las celebraciones que se transmitían desde el Vaticano, cada arquidiócesis hizo su transmisión
televisiva; a esto se suman las transmisiones en vivo por YouTube y Facebook que diversas
parroquias y capillas hicieron y en las cuales se presentaban los miembros de la comunidad con los
medios para hacerlo, negándose a la pérdida de fechas tan especiales para la fe.
Por otro lado, podemos resaltar que la casa puede ser un templo y la familia una comunidad a
pequeña escala, sin embargo, aunque la familia basta como asamblea, podemos poner en duda si la
casa, especialmente la sala, ser el lugar más adecuado para realizar el ritual religioso de forma que
podamos entregarnos a él fuera del tiempo-espacio de la vida común. Así mismo pudimos observar
en las reflexiones de los entrevistados que existía un sentimiento de ausencia que evitaba poder
conectarse con el significado del ritual. Más que sentirse liberados de las formas y cercanos al ritual
habiéndolo realizado el hogar, se podían sentir abrumados por la ausencia de diversos factores que
contenían la celebración tradicionalmente, mismos factores que se vieron ignorados ante la
imposibilidad de realizarlos debido a la no interacción entre la comunidad y el presbítero. Y
distraídos por los dientes oportunidades que la casa y sus constituyentes ofrecen a la persona y que
la llevan de regreso a la esfera de la vida común.
Los puntos anteriores muestran que existe una resistencia a la perdida de los rituales, pero también
que estos, sin sus símbolos, lugares, participantes y tiempos tradicionales se pueden ver traspasados
por la rutina. Aun cuando existe la conciencia aprendida en el catecismo de que esta forma
extraordinaria de celebrar es tan válida como las tradicionales, el significado personal de cada fiel
es menor.

Bibliografía

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