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Actitudes hacia nosotros mismos

El amor de Dios en nosotros nos ayudará a tener la actitud correcta hacia nosotros
mismos y hacia la parte que nos corresponde en el gran plan de Dios. Esto es
sumamente importante en el evangelismo. Para lograr eficacia, debemos aprender a
considerarnos a nosotros mismos y a nuestra obra con 1) aceptación, 2) humildad y 3)
entusiasmo.
Aceptación
Si deseamos tener una personalidad bien equilibrada, libre de frustraciones,
envidias, celos e hipocresía, debemos aceptarnos a nosotros mismos tal como somos y
aceptar también el lugar que Dios ha elegido para nosotros en su plan. En 1 Corintios
12, Pablo habla respecto de los cristianos como miembros del cuerpo de Cristo. El oído
no puede ser ojo; debe aceptarse tal como es y dedicarse al trabajo que Dios le ha
asignado: oír. No trate de ser otra persona; sea lo que Dios lo ha hecho. Sea usted
mismo. No importa que no pueda predicar como Pablo. Si es así, será que Dios no
quiere ese trabajo para usted. El desea que use los talentos que le ha dado. Déle gracias
por ellos y pídale que lo ayude a desarrollarlos.
La autoaceptación nos hace comprender no sólo nuestras limitaciones, sino también
nuestro potencial en Cristo. El amor y la seguridad hacen aflorar las mejores cualidades
que hay en una persona. Dios nos ama. Él nos ha elegido para que lo representemos;
para que seamos sus embajadores. Vamos en su nombre, con toda la autoridad del cielo
respaldándonos, para hacer todo cuanto Él nos indique. Nos aceptamos a nosotros
mismos tales cuales somos, y al entregarle nuestras debilidades llegamos a ser lo que El
desea que seamos.
¿Se siente frustrado a veces porque no puede testificar con tanta facilidad o hablar
con tanta elocuencia como otros cristianos? ¿O se siente deprimido a causa del lugar
donde se encuentra? ¿O no acepta sus limitaciones? Le sugiero que ore más o menos
así:
“Señor, me acepto a mí mismo tal como soy. Las debilidades que aborrezco en mí, las
someto a ti. Tu fortaleza es más que suficiente para hacerse cargo de ellas. Ayúdame a
mirar hacia ti día a día para lograr la victoria. Te agradezco que me hayas hecho quien
soy y me hayas puesto en el lugar donde estoy. Gracias por haberme hecho miembro del
cuerpo de Cristo. Sé que tienes un plan perfecto para mí. Te pido que me ayudes a
aceptarlo y a encajar en él. Ayúdame a utilizar bien los talentos que me has dado.
Gracias por la paz que me viene al creer firmemente que tú cumplirás tu voluntad en mi
vida. Amén.”
Humildad
¡La autoaceptación no debe convertirse en autosuficiencia! Debe estar equilibrada
con la humildad. Por buenos que seamos, siempre habrá lugar para mejorar. No tenemos
razón para estar orgullosos de nosotros mismos o de lo que hacemos para Dios. El
orgullo ha sido la causa de la caída de muchos obreros y la raíz de muchas dificultades
en la Iglesia. Jesús es nuestro ejemplo de humildad y nos da el secreto del éxito y de la
grandeza en Mateo 20:26, 28.
¿Por qué no debemos tener orgullo si conducimos a muchas personas a Cristo? La
mayoría de las conversiones son producto final de muchas influencias distintas:
oraciones, ejemplos, testimonios, literatura, enseñanza, predicaciones oídas a través de
los años, canciones evangélicas, y la invitación y el consejo de amigos cristianos.
Centenares de personas pueden haber tenido parte en la conversión de una persona.
¡Cuán necio es, pues, que alguien se jacte de la mucha gente que ha ganado para el
Señor! ¡Nunca, nunca jamás nos enorgullezcamos de nuestro éxito en la obra del Señor!
No debemos pensar que los métodos nuestros son los mejores y que los demás son
inferiores. Cada uno tiene su parte. Simplemente, demos gracias a Dios porque nos ha
permitido compartir su gran obra.

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