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Nada nuevo bajo el sol.

Razón y
Revolución y su visión nacionalista de
la revolución de mayo
Florencia Grossi | 6 abril, 2011 | Comentarios (2)

El bicentenario de la revolución de mayo reavivó viejas y nuevas polémicas sobre el


pasado argentino, de las cuales participaron los marxistas y militantes de izquierda. En
ese momento escribimos un primer artículo en la revista Cuestionando desde el
Marxismo, “Apuntes para interpretar la Revolución de Mayo”[1], y posteriormente en
La Verdad Obrera diferentes notas durante el mes de mayo[2] y un suplemento
especial[3]. Frente a estas elaboraciones, Razón y Revolución escribió una “crítica” a
nuestra posición y a la del Partido Obrero[4], presentando sus tesis sobre la revolución
de mayo y los “orígenes de la Argentina” como una “novedad” y una rigurosa
interpretación marxista.

Sin embargo, como intentaremos demostrar en esta polémica sus elaboraciones no son
más que una amalgama de viejas posiciones historiográficas. Por un lado, suscriben la
añeja visión stalinista criolla de los años 40´ sobre las relaciones de producción en
América Latina. La revolución rioplatense fue una revolución dirigida por una
burguesía agraria (hacendados) contra la España feudal que imponía su modo de
producción en el continente. Puiggrós fue el máximo referente de esta posición y su
libro De la colonia a la revolución guió el debate sobre el predominio del modo feudal
en América Latina, RyR suscribe esta visión sin ninguna crítica. A su vez, la
revolución de mayo fue una revolución burguesa clásica, a grosso modo repitiendo las
etapas y los fines de la revolución francesa. Sobre este punto adoptan en lo esencial una
lectura mecanicista sobre las revoluciones burguesas del siglo XVIII, y su comparación
con la dinámica de la revolución proletaria. Como marxistas sus reflexiones nada
aportan a pensar la revolución, ni en el pasado ni en el presente, y como historiadores
los militantes de RyR pecan de uno de los mayores problemas del “oficio”, ser
profundamente a-históricos.

Por otro lado, cuando analizan concretamente las discusiones y acontecimientos sobre la
historia nacional retoman una lectura liberal-mitrista sobre la revolución de mayo y su
resultado, enunciando y describiendo los mismos tópicos que elaboró la historia oficial
liberal: las invasiones inglesas como antecedente directo de la “insurrección” del 25 de
mayo, nacimiento de una “conciencia nacional” entre 1806 y 1810, preparación
consciente de la revolución, el Cuerpo de Patricios como “dirección y partido de la
burguesía agraria”, librecambistas agrarios vs monopolistas españoles, milicias como
base de la formación del “partido revolucionario americano”, etc., etc.

No obstante, el eje organizador de su lectura del pasado argentino es su concepción


sobre la estructura social actual del país. Aquí, una vez más el pasado está al servicio de
justificar una posición política del presente: los orígenes “revolucionarios” de la
burguesía nativa. Por eso, la revolución de mayo fue una revolución burguesa
triunfante, que completó todas las tareas que se propuso. Bajo esta óptica afirman que el
problema del marxismo es que se ha planteado una cuestión de “dudosa eficacia
explicativa”: el atraso como característica de la estructura social[5]. Para RyR ni en el
pasado ni en el presente las relaciones coloniales primero, e imperialistas después
jugaron un rol determinante en la configuración de la estructura nacional. La Argentina
vivió su revolución burguesa conquistando un Estado nacional que le permitió
desarrollarse en un sentido capitalista sin trabas ni atraso alguno[6].

Una cuestión más antes de ir al debate. RyR se ufana de su trabajo sobre las fuentes,
según ellos ésta es la clave de su “investigación histórica”. Pero en realidad no logran
escapar de un empirismo llano. Evidentemente han adoptado el lema rankeano “las
fuentes hablan por sí solas”, como si entre los registros del pasado y la interpretación no
hubiera más que una espejo. No sólo los marxistas, sino todas las corrientes
historiográficas han discutido contra esta visión decimonónica de la historia. En este
terreno RyR tampoco innova.

Capitalismo vs feudalismo en la América colonial (stalinismo dixit)

Para justificar que la revolución de mayo fue una revolución burguesa clásica, al estilo
de la francesa, RyR plantea que el modo de producción que dominaba la estructura
social del ex virreinato del Río de la Plata era el feudalismo. Según ellos, en este
contorno histórico, en la ciudad de Buenos Aires y su campaña, producto de las
relaciones comerciales que se establecieron con Europa, se desarrolló una burguesía
agraria (hacendados) antagónica a las relaciones feudales y las formas de dominación
que imponían la corona española. De ahí que los “hacendados en armas” encabezaran
una revolución burguesa contra el feudalismo.

Vayamos por partes para poder desenmarañar semejante esquematismo y confusión. En


primer lugar, sobre la tesis del feudalismo en la América colonial. RyR hace mención a
dicha formulación en varios de sus artículos[7], aunque no lo justifica ni teórica ni
empíricamente (como tanto le gusta subrayar). Pero lo que más llama la atención es que
no hacen ninguna mención, ningún “balance historiográfico” sobre esta posición en el
pasado. Las tesis del feudalismo fueron difundidas por los PC´s latinoamericanos, en
sus diversas versiones nacionales, con el objetivo de apoyar a las burguesías criollas,
primero republicanas liberales y luego nacionalistas. Estas tesis fueron ampliamente
refutadas, luego de sumergir a los marxistas en un extendido debate historiográfico
sobre la formación social colonial latinoamericana[8]. En la historia nacional, esta
visión dogmática fue desarrollada, como planteamos antes, por Rodolfo Puiggrós. De
hecho, la posición de RyR es un símil de la posición de este, que ya planteó que el
feudalismo fue el central “antagonismo colonial” causante de la “revolución
democrático-burguesa” de 1810[9].
No vamos a reeditar aquí el debate antes mencionado sobre los modos de producción en
América Latina[10], ello implicaría un artículo especial. Nuestro objetivo, una vez
demostrado que la posición de RyR no es más que la reedición de la visión del
stalinismo criollo, es retomar el concepto de “capitalismo colonial” utilizado por
Milciades Peña y otros marxistas que polemizaron duramente con la tesis de
feudalismo. Evidentemente, no es casual que RyR no se haga cargo de esta disputa que
por supuesto cuestiona su visión. A su vez, más allá del debate con RyR consideramos
que este concepto es un punto de partida para comprender la formación social colonial y
los alcances y límites de la revolución de mayo[11].

Aunque tal vez la conquista de América no haya expresado objetivos capitalistas claros,
si podemos decir que el continente europeo se encontraba en un momento de transición
hacia el capitalismo, y que por lo tanto la búsqueda de mercados comenzaba a
configurar un fin. Es en este contexto que se va formando un mercado mundial colonial,
que tardará varios siglos en consolidarse. Desde este momento los destinos y la
formación social que se constituyó en el continente, quedará establecida por su relación
con el mercado mundial y las potencias europeas. Ello no significa que el modo de
producción capitalista en América nazca y se desarrolle en forma pura.

Peña en Antes de Mayo define de la siguiente manera “capitalismo colonial”: “el


sistema de producción que los españoles estructuraron en América era francamente
opuesto a esta estructura básica del feudalismo. Si alguna característica bien definida
e incuestionable es posible encontrar en la economía colonial es la producción en gran
escala (minas, obrajes, plantaciones) para el mercado. Desde los primeros tiempos del
régimen hasta sus últimos días, ella condiciona toda la actividad productiva”[12].
Ahora bien. Consideramos que este concepto debe tener algunas precisiones, no se trata
como plantea RyR de adjudicarle a Peña y a los marxistas que adoptaron esta visión la
falacia de que “hubo cuatro siglos de capitalismo” desde la conquista.

Una primera dimensión es estrictamente negativa. La desestructuración de los modos de


producción con los que se encuentran los conquistadores en América, y su
reorganización a través de la encomienda, el tributo, el repartimiento o la mita, y la
esclavitud, entre otras modalidades, no se ajustan a las relaciones sociales de producción
imperantes en los países colonizadores. Ni por las relaciones sociales, ni por los
objetivos articuladores de la producción. Las propias formas de organización de la
producción en América –en la mayoría de los casos mediante formas serviles o esclavas,
pero también en algunos casos pagando por la fuerza de trabajo-, no son unidades
cerradas autosustentables que en su desarrollo van a dar un excedente para comerciar,
sino que desde el vamos son articuladas en relación con las necesidades de las
metrópolis. Incluso la formación de mercados internos regionales están estructurados en
función de garantizar la producción que tiene como destino Europa. Es el caso, por
ejemplo, de lo que hoy es la Provincia de Córdoba, que se especializó en la cría de
animales de carga para las minas del Alto Perú. O también, de la zona de Cuyo, cuyas
haciendas producían parte de los alimentos consumidos en la zona minera. En este
sentido, lejos estamos de una economía feudal, más bien, las diversas áreas de las
economías continentales están ligadas al mercado mundial en constitución.

Una segunda dimensión de la definición, ésta positiva, tiene que ver con el proceso de
transición al capitalismo que ya estaba en curso en Europa al momento de la
colonización. Aunque en la esfera específica de la producción de América no prime la
relación social capitalista plenamente desarrollada, esta se integra en el circuito del
capital en desarrollo. Las colonias juegan un rol clave en la acumulación originaria que
da lugar al surgimiento del capitalismo. Como señala Marx[13], la extracción de riqueza
se da bajo mecanismos extraeconómicos, tales como el proteccionismo, la deuda
pública, el sistema impositivo, el monopolio comercial; todos presentes en la relación
colonial entre América y España. Como vemos, en oposición a la visión regionalista y
localista de RyR[14], el concepto de “capitalismo colonial” permite pensar las
relaciones del continente americano en su conjunto con el sistema mundial capitalista.

En este marco, se puede hacer un “recorte” y ubicar el desarrollo económico del ex


virreinato del Río de la Plata. La economía regional también estaba ligada al mercado
capitalista. Un posible desarrollo de la burguesía agraria bonaerense en los últimos años
de la colonia no cambia, por lo tanto, ni la definición de la estructura social ni el
carácter de la revolución de mayo. Los “hacendados” junto a los comerciantes, que no
sólo eran peninsulares sino “españoles americanos”, y las clases ricas del interior
diversificadas en la minería, los obrajes y los transportes, eran parte de las clases
dominantes criollas que había logrado un importante desarrollo económico durante la
colonia y usufructuaban para sí mimas una porción de la riqueza extraída, gracias a los
lazos con el mercado mundial. Situación que llevó a muchos historiadores a hablar de
un “pacto colonial” entre los criollos y la corona durante gran parte del siglo XVII y
XVIII. En este sentido, la realidad histórica lejos estaba de ser, como dice RyR, la de
unos hacendados antagónicos a la existencia de relaciones feudales de producción
impuestas por España, lo que explicaría la dinámica objetiva de una revolución
burguesa clásica.

Como ya planteamos en los artículos arriba mencionados, la revolución de mayo fue


una revolución esencialmente política de carácter burgués, que si bien rompió el lazo
colonial con España, lo que explicar su dinámica revolucionaria, lejos estuvo de ser una
“transformación radical” de la estructura económica y social anterior. La desintegración
de la colonia permitió ampliar y profundizar los elementos burgueses que se habían
constituido previamente. ¿Ello implica que no había “causa” americana?, por supuesto
que sí la había. La corona y los peninsulares extraían de América una infinita riqueza,
las clases criollas querían esa riqueza para sí, de ahí la necesidad de constituir un poder
político propio, es decir un Estado. La resistencia peninsular resultó en una
radicalización del proceso que llevó a la guerra civil. Pero esta situación lejos está de
buscar la existencia de una burguesía revolucionaria, consciente, y menos que menos,
de comparar la revolución de mayo con la dinámica de la revolución proletaria. La
burguesía de mayo no es la “predecesora” de los trabajadores, como le gusta decir a
RyR. Nuestra genealogía histórica hay que buscarla en otro lado, en los explotados y
oprimidos de la época que luego serán parte del naciente movimiento obrero argentino.

La vuelta al mito de los “orígenes”…

Para RyR el camino a la revolución de mayo se abre con las invasiones inglesas. En
1806 inicia una “situación revolucionaria” que tiene su punto culminante el 25 de mayo
de 1810. Es durante estos años que la burguesía demuestra su “espíritu” de combate y la
capacidad estratégica desplegada en la formación de las milicias, base del “partido
revolucionario” encabezado por Saavedra. Aunque RyR diga que todo esto está basado
en una rigurosa investigación histórica, fuentes primarias y todo, la realidad es que la
recopilación de datos sólo está al servicio de fundamentar un origen revolucionario e
intrínseco de la revolución de mayo.

Esta visión sólo se puede comprender bajo un óptica localista y nacionalista de la


historia argentina. Igual que en las historias patrias, los acontecimientos mundiales de la
época no son parte de la explicación del proceso histórico. RyR acusa a todo aquel que
mencione la crisis de la monarquía católica, la invasión napoleónica, la revolución
liberal española o la lucha por las colonias españolas entre Inglaterra y Francia como
“parte de la academia”, por tener la misma “filiación intelectual” que los historiadores
del Grupo Clarín o La Nación, o por “querer esconder el pasado revolucionario” de la
burguesía. Como a unos endemoniados cada vez que les nombran un hecho de la
historia mundial les sale baba por la boca… Pero ello les impide responder preguntas
sencillas: ¿cómo explicar la congruencia temporal de procesos similares en el conjunto
del continente?, ¿qué pasa entre 1806 y 1810?, ¿por qué la burguesía espera hasta que
caiga la monarquía para enfrentarse a los peninsulares?, incluso más sencillo, ¿por qué
los criollos declaran la independencia recién en 1816?

La realidad es que si se deja de lado todo credo nacionalista, y se adopta un punto de


vista marxista hay que poner en juego las contradicciones que atravesaba la clase
dominante criolla, y los acontecimientos mundiales que actuaban sobre la relación entre
España y sus colonias. Así, como es muy difícil explicar el intento inglés de conquistar
el puerto de Buenos Aires, sin la derrota de España un año antes en Trafalgar que
mostró la decadencia de la monarquía, también es difícil explicar 1810 y la formación
de Juntas en América sin dar cuenta de las abdicaciones regias y la crisis terminal del
imperio español. A su vez, no se puede explicar los años de guerra de independencia y
la resistencia realista sin la restauración borbónica de 1814. En todo caso lo que hay que
proponer es una nueva periodización que incluya la relación entre los acontecimientos
“locales” y “mundiales” del proceso histórico, en realidad nada muy novedoso, pero
indispensable para tener una visión correcta del pasado, y que RyR no hace.

La revolución de mayo… ¿similar a la revolución francesa o a la independencia


norteamericana?

A continuación, en el marco de este esquematismo, RyR define la revolución de mayo


como una revolución burguesa clásica y triunfante, para intentar explicar dicha
formulación van a utilizar dos analogías. Por un lado, van a comparar la revolución de
mayo con la revolución francesa, reeditando un esquema de acontecimientos. Por el
otro, utilizarán la comparación con la independencia norteamericana para decir que
aquella logró los mismos resultados (o más) que ésta. A su vez, recurren a dos
definiciones de revolución contrapuestas sin ninguna explicación, una la de
“transformación radical” para hablar de la revolución francesa y su comparación con la
“glorias” de mayo, y otra, como “proceso que debe medirse por su ciclo”. Así, RyR se
pregunta: “¿logró la burguesía llevar a su término la revolución burguesa o fue
“traicionada” luego de 1810? (…) si una revolución implica la transformación de
relaciones sociales de producción, entonces sus resultados deben medirse en décadas, no
en años. (…) Por lo tanto, la revolución logró una expansión de las fuerzas productivas
realmente notable, teniendo en cuenta la pobre demografía, la pérdida de territorio (…)
Estados Unidos tardó 90 años en culminar su revolución burguesa (que termina en la
Guerra de Secesión) y constituir un Estado nacional. Aquí, eso se logró en 50. Se creó
un Estado, un mercado interno (se suprimieron las barreras aduaneras provinciales) y se
desarrollaron relaciones capitalistas”[15]. Como se ve, según RyR la burguesía nativa
logró un desarrollo mayor (¡y más rápido!) que la norteamericana.

En principio, las independencias latinoamericanas son parte del ciclo de las


revoluciones burguesas dieciochescas. Sin embargo, esta relación no implica ni una
lectura mecánica ni la repetición histórica del mismo proceso[16]. A diferencia de la
revolución francesa, la revolución de mayo no transformó radicalmente la estructura
social pretérita. Las clases dominantes criollas estaban limitadas por diversas
cuestiones. Ya mencionamos más arriba que la tesis sobre el feudalismo en América no
tiene ningún asidero. Entonces no hay una burguesía que masivamente expropie una
clase “nobiliaria y feudal”. La clase dominante criolla sólo ampliará el poder económico
previamente conquistado y profundizará las relaciones capitalistas. Trasformará las
relaciones jurídicas y políticas derribando el poder real y expropiando, en algunos casos
donde la guerra civil lo amerite, y en otro incorporando/reciclando a los peninsulares
americanos. No es un traspaso del feudalismo al capitalismo, sino que, si bien ya hay
elementos de relaciones capitalistas en América, éstas están limitadas por la
subordinación colonial y por las propias características internas, de ahí las medidas que
se toman contra el “antiguo régimen” que no implican una “transformación de las
relaciones sociales de producción”, como dice RyR, sino “liberar” el desarrollo de
relaciones netamente burguesas. A su vez, aunque hay una reconfiguración de las clases
dominantes criollas, producto de la ruptura de la estructura colonial y el lazo con la
metrópoli y la guerra civil, las independencias latinoamericanas no implicaron el
traspaso de la propiedad real y de la iglesia de la tierra a manos criollas, sino que dicha
reconfiguración estará mediada desde el inicio por el capital inglés y francés. En este
sentido, la revolución de mayo no es un símil de la vía francesa de modernización
burguesa.

Por otro lado, si algo no sufrirá ninguna “transformación radical” son las relaciones y
formas de explotación de la inmensa mayoría de los oprimidos de la colonia. Cualquier
historiador sabe que luego de 1810, aunque jurídicamente se hayan tomado algunas
medidas excepcionales, ni la esclavitud, ni la mita o el repartimiento, ni el tributo fueron
abolidos completamente. La enorme continuidad en las relaciones de explotación será
una de las características centrales del siglo XIX. Un mercado de trabajo asalariado no
se constituirá luego de décadas.

En otro plano, como mencionamos antes, con la segunda definición de revolución


buscan explicar (lo inexplicable bajo su visión) porque el Estado nación no sólo en
Argentina sino en el conjunto de América Latina[17] se constituye muchas décadas
después de las independencias, una de las claves explicativas que explican los límites de
la revolución de mayo. La constitución del estado nacional argentino fue un largo y
complicado proceso justamente por lo que niega RyR. La burguesía tanto agraria como
ganadera o minera no tenía una formación similar a la francesa, inglesa, ni siquiera a la
norteamericana, sino que la caracterizaba su localismo y su desarrollo subordinado al
mercado mundial, lo que impidió que se ubicara como representante de una nación
unificada. Durante décadas, una vez roto el lazo colonial, diversas oligarquías y poderes
regionales disputarán contra Buenos Aires la renta aduanera y la posibilidad de
conformar un poder central. Ni un mercado interno, ni siquiera una moneda unificada
son tareas que la burguesía pudo resolver en 1810.
RyR no sólo no da cuenta de todas estas décadas de historia, sino que para justificar el
“triunfo burgués” en mayo de 1810, menosprecia la influencia del capital inglés y
francés en todo el período. Según ellos, los revolucionarios tenían derechos legítimos de
apelar a la diplomacia, y nada de ello “impidió el desarrollo posterior del país, todos los
gobiernos post 1810 fueron dirigidos por los hacendados, más allá de sus matices. La
influencia del capital inglés y francés no implicó que fuésemos “una colonia o
semicolonia”[18]. Así, las tareas pendientes de 1810 fueron resueltas por los futuros
gobiernos, “en especial quienes pueden entenderse como los mejores herederos del
legado revolucionario: Rivadavia y Rosas”. RyR ubica a un representante del mito
liberal y otro del revisionista, bajo los cuales la futura nación que emergía se fue
subordinando al capital extranjero, como los continuadores directos de la revolución de
mayo y baluartes de la independencia nacional. No vamos a repetir aquí los datos y los
acontecimientos que demuestran la subordinación temprana de la oligarquía criolla al
capital mundial[19], la mayoría son conocidos por todos. Ni Mitre ni Puiggrós llegaron
tan lejos. Negar la gravitación del capital inglés es una verdadera impostura histórica.

Finalmente, con respecto a uno de los temas más importantes y polémicos alrededor de
la revolución de mayo, el jacobinismo, RyR muestra una profunda confusión. Para
ellos, el Cuerpo de Patricios, “el partido de la revolución” dirigirá diversas alianzas
sociales constituyendo un fenómeno similar a los sans-coulottes[20]. Debemos decir
que la búsqueda de “glorias” en su burguesía les impide negar una de las centrales
contradicciones de la época. Las clases dominantes criollas mirarán con horror el
“momento jacobino” de la revolución francesa. Es que la revolución antiesclavista en
Haití mostró a ojos de éstas la posibilidad de un levantamiento social que cuestionaría
su poder. A partir de 1804 son recurrentes las “conspiraciones de esclavos”, sólo para
tener una dimensión de la cuestión, en la Buenos Aires de entonces el 30% de la
población era negra. Esto explica la ambivalencia constante entre la revolución y el
orden de las clases criollas durante estos años, que negó la posibilidad de una alianza
social.

Esta visión apologética de la burguesía llevará a RyR a plantear una visión sobre la
relación entre las clases dominantes y las masas explotadas que ni los liberales se
animarían a decir: “¿por qué los indígenas no apoyaron el proceso revolucionario?
Porque no se trataba de una sociedad sin clases: la revolución burguesa venía a
romper la comunidad indígena, razón por la cual la abolición del tributo dejaba
colgados a todos los kurakas (jefes) que lo cobraban. Algunos indígenas que se habían
asimilado y procuraban comprar tierras, apoyaron la revolución. Aquellos que
defendían formas de sujeción de tipo feudales, como las clases dominantes indígenas,
la enfrentaron. El socialismo revolucionario no defiende modos de producción
precapitalistas. (…) Cualquier revolución provoca masacres. El problema no es la
muerte de seres humanos, sino su sentido histórico. Si la disolución de antiguos modos
de producción en forma violenta es una tarea reaccionaria, entonces ninguna
revolución representó un avance para la humanidad. (…) Una revolución burguesa no
busca el socialismo, sino la instauración del capitalismo. El sujeto de la revolución es
la burguesía, no los explotados, que no portan ningún programa histórico
superador”[21]. Lamentablemente, compañeros de RyR, Roca estaría muy de acuerdo
con esta definición.

6 de Abril, 2011
[1] Lucía Feijoo y Florencia Grossi, “Apuntes para interpretar la Revolución de Mayo”
en Cuestionando desde el marxismo. Publicación de la Corriente Nacional 9 de Abril,
Abril 2010

[2] La Verdad Obrera N° 373, 375, 377

[3] Castillo, Christian, “De la dominación colonial a la subordinación al imperialismo.


La Argentina capitalista “celebra” sus doscientos años”. Cuadernos de La Verdad
Obrera, Mayo 2010. http://www.pts.org.ar/spip.php?article15209

[4] Schlez, Mariano, “Homero, Krusty y la izquierda argentina. Improvisación y


conocimiento histórico” en El Aromo n° 55

[5] Harari, Fabían, Hacendados en Armas. El Cuerpo de Patricios, de las Invasiones


Inglesas a la Revolución (1806-1810). Bs. As., Ediciones RyR: 2009. Páginas 40-41

[6] Ver Anino, Mercatante link

[7] Schlez, Mariano. “Lucha de mares, lucha de clases” y “Los orígenes del
bonapartismo” en El Aromo N° 38, 2007

[8] Ver: Debate Rodolfo Puiggrós-André Gunder Frank, Sobre los modos de
producción en América Latina, Versión digital en Cuadernos de la memoria,
www.elortiba.org, Vitale, Bagú, De Armas, Olmedo, Mandel, Gunder Frank.
Feudalismo, capitalismo, subdesarrollo, Madrid, Akal: 1977, Assadourian, Cardoso,
Ciafardini, Garavaglia, Laclau. Modos de producción en América Latina, México,
Cuadernos de Pasado y Presente: 1973

[9] Veamos que decía Puiggrós: “El antagonismo creciente entre el orden feudal de la
Colonia y el capitalismo exterior –especialmente el capitalismo británico- explica: a) la
política de Carlos III, enemigo mortal de Inglaterra, fundada en la certeza de que el
conflicto hispano-inglés no tenía solución en el mar (…) b) el despertar de la conciencia
nacional en los sectores más avanzados de las masas criollas (…)”. A continuación
explica: “Aquí [América Hispana] los intereses no ya de cada colonia, sino de cada
localidad, prevalecían sobre los intereses del conjunto. La economía doméstica básica,
baluarte del feudalismo, originaba un movimiento centrípeto, una tendencia a hacer de
la unidad económica de cada poblador el eje social”. Puiggrós, Rodolfo. “Capítulo VI.
Nacimiento de una conciencia nacional revolucionaria” en De la Colonia a la
revolución, Bs. As. Ediciones Leviatán: 1947, p. 190-194

[10] Sobre sus problemas y conclusiones, ver Hernández, Juan Luis. “La historiografía
socio-económica colonial y los debates teórico-metodológicos. Algunas reflexiones”,
Revista Nuevo Topo N° 1, Sep-oct 2005

[11] Un primer debate al respecto se puede encontrar en: Dal Maso, Juan. “A propósito
de Milcíades Peña y Liborio Justo. Los mitos de la colonización y la revolución de
Mayo” en Revista Lucha de Clases N° 5, 2005
[12] Peña, Milcíades. Antes de Mayo, Bs. As., Ediciones Fichas: 1973, p. 47

[13] Marx, Karl. El Capital, Tomo I -Vol. III. Madrid, Siglo XXI Editores: 1998.
Página 939

[14] Sólo bajo esta concepción se pueden entender definiciones poco serias como la de
Harari: “El análisis de los orígenes del capitalismo argentino nos lleva, entonces, al
examen de un tiempo lejano (la sociedad colonial) en un espacio reducido de 29.000
hectáreas (la campaña rioplatense)”. El Aromo, Mayo-Junio 2007.

[15] Harari, Fabián. El Aromo N° 54, mayo 2010

[16] Al respecto, Perry Anderson señaló que “se encuentra en la propia naturaleza de las
revoluciones burguesas el ser desnaturalizadas (…) más bien son una estructura que se
presenta siempre compleja e irregular. La excepción es la regla. En este sentido,
podemos decir que toda revolución burguesa, sin excepción, nace bastarda”. “La noción
de revolución burguesa en Marx” en Revolta global

[17] Ya Aricó planteo una cuestión nodal para pensar (a nivel general) la formación de
los Estados nacionales latinoamericanos. Por un lado, que si bien la constitución de
estados es un fenómeno histórico que caracterizó el siglo XIX, no se puede pensar la
misma dinámica procesal para Europa que para Latinoamérica. Por otro, que a
diferencia de Europa las “naciones” no anteceden a los Estados, sino que son una
construcción posterior, en este sentido afirma que luego de las independencias “la
construcción “nacional” tendió a ser durante un largo período un hecho puramente
estatal, protagonizado por minorías defensoras de intereses sectoriales y sin voluntad
nacional, y caracterizado por la ilustrativa continuidad de las delimitaciones territoriales
coloniales en los nuevos estados independientes”. Aricó, José. Marx y América Latina.
Perú, Centro de Estudios para la Participación y el Desarrollo: 1980, página 103

[18] Harari, Fabián. “Por un Bicentenario Rojo. El sentido de la Revolución de Mayo


hoy” en El Aromo N° 54

[19] Ver: Castillo, Christian, “De la dominación colonial a la subordinación al


imperialismo. La Argentina capitalista “celebra” sus doscientos años”. Cuadernos de La
Verdad Obrera, Mayo 2010.

[20] Harari, Fabrían, Hacendados…, página 316

[21] Mariano Schlez, “Homero, Krusty y la izquierda argentina. Improvisación y


conocimiento histórico” en El Aromo N° 55

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