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TEMA 3.- EL HIERRO IBÉRICO.

EL PROBLEMA DE LA APARICIÓN DEL HIERRO EN LA PENÍNSULA:


La Edad del Hierro en nuestra Península se presenta en estrecha relación con
las características y problemas del Bronce Final, hasta tal punto que en algunas
regiones llega a constituir una unidad en su secuencia cultural.
Lo que conocemos como Hierro Ibérico es la corriente del Mediterráneo la que
va a tener una mayor influencia en su formación, ya que es por aquí por donde van
a allegar las civilizaciones orientalizante y griega que van a transformar
radicalmente las culturas peninsulares. Es ahora cuando van a nacer las altas
culturas de la Península, que se manifiestan en el mundo tartésico e ibérico.
Admitiendo la importancia de la corriente mediterránea, en un principio se
le atribuyó un papel importantísimo a la acción griega, dejando a los fenicios en
segundo lugar. Por las narraciones de Herodoto se consideraba indiscutible la
presencia griega en toda la costa a partir del siglo VI a.C. las excavaciones
realizadas en los últimos años han transformado un poco esta visión, ya que se
encontraron colonias fenicias fechables en el siglo VIII a.C. en toda la costa
andaluza, sobre todo en los alrededores de Vélez Málaga y de Almuñecar,
demostrando la intensidad de la acción fenicia. Esta queda demostrada con los
descubrimientos en la costa levantina, zona considerada de influencia netamente
griega. Así el poblado de los Saladares en Orihuela o el de Vinarragell, en
Burriana, demuestran que desde el siglo VII a.C. recibían productos comerciales
fenicios.
Paralelamente al mundo colonial oriental debieron aparecer los griegos de
Asia Menor y concretamente los focenses, que fueron quienes jugaron un importante
papel, fundadores de Ampurias, que con Rosas constituían los únicos
establecimientos griegos conocidos hasta hoy en la Península. La presencia directa
de los griegos en otras regiones peninsulares es dudosa y, en todo caso,
esporádica, como se deduce del contexto de hallazgos encontrados en Andalucía y en
la región del Sureste, donde la influencia griega fue mucho más fuerte después del
siglo VI a.C.
Todos estos elementos étnicos y culturales han influido sobre el substrato
cultural y han dado nacimiento, en plena Edad del Hierro, a las culturas
propiamente ibéricas en las regiones más abiertas al Mediterráneo, allí donde el
contracto con los pueblos colonizadores era más fácil, frente a las culturas
célticas o celtibéricas del interior con un carácter mucho más arcaizante. Entre
estas influencias hay que poner de relieve la difusión de ciertos elementos
culturales característicos, entre los cuales el torno rápido constituye
seguramente el indicio más seguro y más fiel de este fenómeno.
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1.- CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA ESTA CULTURA:
En líneas generales, los hechos comunes a esta civilización son la
intensificación de la vida urbana, el cambio de rito funerario, que fue el de la
incineración, el torno para la fabricación de cerámica, el uso del hierro como
metal básico. Tuvieron un sistema de escritura peculiar, unas manifestaciones
plásticas de primer orden, visibles, sobre todo en la escultura y en la pintura, y
una economía monetaria.

1.1.- Forma de vida:


La sociedad ibérica parece estar organizada en torno a dos ideas básicas: la
tribu y la ciudad. Los restos de pintura no indican apenas escenas de la vida
cotidiana, sino más bien nos hablan de la afición de estas gentes a la caza y a la
guerra. Parece ser que este mismo entusiasmo lo ponían en las ceremonias
religiosas, donde danzaban al son de la música, esto lo podemos ver en las escenas
de las cerámicas de Lliria. Esta afición a la danza y a la guerra ha hecho que
tanto por la pintura como por las fuentes escritas conozcamos perfectamente sus
combates y sus armas. Los guerreros de Lliria, Archena, Osuna, indican que a
guerra era un arte noble entre los íberos. Entre sus armas, tanto de ataque como
de defensa, conocemos el escudo, que era circular, llamado caetra, que se llevaba
colgado a la espalda por una correa.
Entre las armas ofensivas son bien conocidas las arrojadizas como eran la
jabalina y el soliferrum. Entre las armas de cuerpo a cuerpo hay que señalar el
arma ibérica más conocida, la falcata, cuyo origen parece estar en la machambtra
griega. Junto a este tipo podemos señalar también espadas de antenas del Sur y
Sureste.
En cuanto a la estructura interna de los diversos grupos, dependía de la
zona; al parecer, los grupos meridionales tuvieron una tendencia monárquica, quizá
ligada a antecedentes tartésicos.
Sus jefes, según los textos latinos y griegos, no eran llamados reyes, sino
régulos. Los régulos meridionales actuaron como representantes de las ciudades, y
en su nombre hicieron guerras y pactaron alianzas. Los romanos reconocieron el
poder de estos régulos, ya que tenemos testimonios de que con ellos pactaron
convenios establecidos según fórmulas legales.
En la región del Sureste no encontramos esta tradición monárquica,
posiblemente debido a la mayor influencia griega, con su sistema de ciudad-estado.
Su estructura fue la de un ciudadanismo de base mediterránea.

1.2.- Los poblados:


Encontramos en ellos la falta de edificios e carácter público, tanto civiles
como religiosos. La ubicación de estos poblados viene dada por razones de tipo
estratégico y defensivo. Buscan lugares altos, accesibles, en muchos de estos
casos, únicamente por un solo lado. Además de esto, están protegidos por murallas.
Existen muy pocos casos de localizaciones en zonas llanas, y cuando esto ocurre se
debe a la existencia de una situación de continuidad urbana durante la
romanización. Casos de este tipo son Illici o el Tossal de Manises, cerca de
Alicante.
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En el interior de los poblados, lasa casas son muy uniformes, con lo que es
imposible hablar de diferenciación social en este sentido. Tienen pocas
habitaciones, de planta rectangular, de pequeñas dimensiones. En una de estas
habitaciones se encuentra el hogar, otras sirven de silos. El tipo de vivienda nos
hace suponer que era utilizada exclusivamente como lugar de refugio durante la
noche.

1.3.- Estructura económica:


La economía estaba influenciada por tres novedades: el uso del hierro como
metal básico, el uso del torno rápido para la fabricación de cerámica y
posteriormente el uso de la moneda.
El hierro fue introducido en el siglo VIII a.C. por los pueblos
indoeuropeos. En cuanto al torno, es con las colonizaciones cuando se empieza a
usar el torno rápido. La moneda se introduce en la Península con la influencia
griega, en las colonias de Ampurias y Rosas. Su generalización se produce con la
romanización.
Como bases económicas contaban principalmente con la agricultura y la
ganadería. La gran riqueza de los íberos fue el olivo y la vid. Los frutales y
huertas se cultivaban en torno a las ciudades. La variedad de los cultivos, así
como la complejidad de la industria se refleja en el instrumental utilizado en las
tareas agrícolas (yugos, arados, rejas, legones, azuelas, hoces, etc.).
la ganadería era otra de las bases de la economía de los íberos. El caballo
era cazado en las zonas boscosas del interior. Existen datos sobre la existencia
de ovejas y de cabras, de cerdos y toros como fuente alimenticia. Se practicaba la
transhumancia y la estabulación. La caza y la pesca constituían los elementos
subsidiarios de la alimentación.
A las actividades agrícola y ganadera tenemos que añadir la minería y el
comercio. Sabemos que sierra Morena fue la zona minera más rica de la Península
Ibérica, siendo Cástulo el principal centro de la actividad en tiempos de la
romanización.
La aparición de metales preciosos en la Península Ibérica dio lugar a su
utilización en orfebrería. Además de éstos, contaban con el bronce, el hierro y el
plomo.
En otro orden de actividades, podemos señalar la industria textil. La
profusión de pondus y fusaiolas indica que esta actividad estaba bastante
extendida. En algunos lugares esta industria parece haber llegado a un alto grado
de especialización: en Játiva se fabricaron tejidos de lino. El esparto era una
fibra local, empleada según nos cuenta Plinio, por los pastores para hacer sus
vestidos.
La atracción de los comerciantes extranjeros estaba centrada en los metales
peninsulares, el cobre y el estaño por un lado, y la plata y el oro por otro. Los
grandes centros de intercambio comercial estaban situados en las ciudades fenicias
del Sur, Cádiz, Málaga, Sexi, etc. así como las griegas situadas en la costa
catalana, Ampurias y Rosas. En las zonas costeras donde no había centros urbanos,
debió de existir un comercio directamente desde las naves. Los productos exóticos
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debieron favorecer las relaciones comerciales entre las zonas costeras y el
interior.
A partir del siglo III los productos romanos aparecen con abundancia en las
áreas ibéricas. El testimonio más claro lo vemos en la cerámica, tanto en la
llamada campaniense, como en las ánforas que contenían vino. Es a partir d este
siglo cuando toda el área ibérica pasa a estar bajo el influjo romano.

1.4.- El alfabeto:
Es un gran problema actualmente el descifrar todos los alfabetos existentes
en la Península antes de la llegada de los romanos.
Las inscripciones no latinas en nuestra Península hacen que puedan
establecerse varios grupos:
« Ibérico de Levante
« Meridional
« Alfabeto del Suroeste
« Alfabeto fenicio
« Alfabeto grecolatino
« Alfabeto libio-fenicio

1.5.- Creencias religiosas:


Parece ser que el fondo y la forma de la religión de los íberos está en el
Mediterráneo. De aquí parte el culto al toro. La misma idea mediterránea ofrece la
floración de leones, bichas, etc.
El sincretismo de la ideología religiosa mediterráneo-céltica aparece en el
“Bronce de Carriazo” que representa una divinidad cuyo cuerpo sale de la unión de
dos prótomos de ave y que sostiene un triángulo en cada mano. La mezcla de ambos
elementos se debió realizar en una zona de contacto.
En cuanto al rito funerario, los íberos practicaron la incineración, como en
casi todo el Mediterráneo. A los guerreros se les enterraba con sus armas,
depositando vasos de ofrendas, que se debían colocar en la pira de cremación. Las
tumbas de los personajes más ricos se cubría con un túmulo como los que han
aparecido en Mula o en Cástulo.

2.- ÁREAS CULTURALES:


Se pueden diferenciar una serie de áreas culturales; en primer lugar una que
abarca Huelva y el Valle del Guadalquivir, sería la provincia Bética de los
romanos. Tiene sus raíces en el mundo atlántico-mediterráneo del Bronce final que
vemos en el Depósito de Huelva y que revela una influencia orientalizante
particularmente fuerte.
Existen núcleos urbanos importantes como Huelva, el Carambolo, Carmona o
Cástulo, donde la presencia de bronces, orfebrería y cerámica de origen oriental
es bien patente.
Toda esta cultura desapareció bajo la romanización, y aunque con frecuencia
siguieron siendo florecientes en tiempos romanos, la realidad es que no se llegó a
saber cómo eran todos estos núcleos en tiempos ibéricos. Hallazgos sueltos, sobre
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todo en escultura, como el león e Baena o os bajorrelieves de Osuna nos hablan de
la riqueza de esas gentes. En estos bajorrelieves encontramos una mujer tocando
una flauta, acróbatas saltando, dos jóvenes besándose, muestra todo ello de una
avanzada sociedad. Podría fecharse desde el 400 al 200 a.C.
Es también en Osuna donde de descubrieron algunos elementos arquitectónicos,
al parecer algunos metros de su muralla, obra de rápida construcción, y sus
bloques, mal igualados, se juntaron mediante barro.
En cuanto a la cerámica ibérica de esta región, se caracteriza por haber
introducido ya en el periodo del Hierro III el uso del torno rápido. La aparición
de cerámica con decoración geométrica ha de explicarse por la influencia de las
factorías orientales y de las colonias griegas del Sureste.
Las secuencias actuales de El Carambolo y Carmona prueban una tradición
decorativa de cerámicas a mano con decoración reticulada ya en el siglo VI a.C.
Estos pueblos turdetanos poseían una escritura silábica que se aparta de la
escritura ibérica de Levante; nos ofrece una serie de inscripciones, llamadas
tartésicas. Su cronología es incierta, pero hay que relacionarla con las
aportaciones del Mediterráneo oriental de fecha anterior a las escrituras
alfabéticas griega y púnica que remontan el siglo VIII a.C.
En resumen, la zona de la Baja Andalucía ofreció un gran vigor cultural y
prueba la evolución y la asimilación continua de elementos que llevaron a una
precoz romanización.
Otra área importante es la Andalucía oriental y del Sureste. Aparece muy
ligada a la zona anterior, pero con una personalidad más próxima a la del área
levantina.
Las corrientes orientales las podemos ver desde el siglo VII a.C. en Galera
y en los Saladares (Orihuela, Alicante), y que refleja en su cerámica las
relaciones en el medio indígena, receptor de las influencias externas. O en el
monumento de Pozo Moro (Chinchilla, Albacete) y que hoy por hoy constituye la
muestra más antigua de la escultura ibérica.
Hoy se sabe que en el Sureste se desarrollaron unos tipos decorativos que
pueden considerarse como enlace entre los meridionales y los valencianos. Los
yacimientos clásicos de esta zona son Archena y Elche, hasta tal punto han sido
importantes para el estudio de la cerámica que se ha establecido el llamado estilo
Elche - Archena, fechable en el siglo III a.C. Junto al viejo fondo de decoración
geométrica se desarrolla la pintura floral con sobria estilización, acompañada de
motivos geométricos y de animales estilizados.
En esta zona aparece una escuela que hace uso de la figura humana en dos
concepciones distintas. La escuela de Elche, con sus damas aladas entre caballos y
la perspectiva frontal de cabezas femeninas de buen tamaño representa un aspecto
nuevo en su técnica y en su simbolismo. En cambio, en Archena aparecen las figuras
humanas formando escenas que sólo tiene paralelo en Lliria.
Sobre el desarrollo alcanzado por estas gentes nos ilustra la necrópolis de
Tútugi, ciudad ibérica situada cerca de Galera. Sabemos que sus habitantes
practicaban la incineración y sabían construir ricas tumbas monumentales con muros
de sillares regulares y cámaras llenas de ofrendas.
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En la necrópolis de Galera encontramos ajuares anteriores al 400 a.C., fecha
en el que el uso del hierro estaba totalmente extendido entre los indígenas. Les
vemos armados con falcatas, lanas de tipo La Tène I, fíbulas de tipo La Tène II.
La cerámica ibérica aparece plenamente desarrollada con elegantes formas, decorada
a modo de estilo antiguo, es decir, con decoración geométrica de rombos, bandas
horizontales o ajedrezados.
En la región de Murcia y Albacete encontramos igualmente importantes
necrópolis. Así tenemos la del Cigarralejo, Llano de la Consolación, Hoya de Santa
Ana, Cabecico del Tesoro, o Pozo Moro.
El Cigarralejo, enclavado en un altozano, muestra la colocación de las urnas
en hoyos, cubriéndose en ocasiones con escanchado tumular, de planta oval o
rectangular. Las urnas son de tipo ibérico o de ascendencia céltica. Los ajuares
femeninos ofrecen abundantes materiales de hueso.
En el santuario destacan los exvotos de figuras de caballos o de yeguas de
cría, obras de una fina artesanía.
En el Llano de la consolación se ha explorado la necrópolis, donde
aparecieron sepulturas de incineración con el ajuar de guerreros ibéricos y
cerámicas áticas del siglo v - IV a.C.
El santuario, junto con el del llano de la Consolación, es el único que ha
dado exvotos de piedra, constituyendo el conjunto más valioso de la primitiva
plástica ibérica. Predominan las esculturas femeninas. Las masculinas son casi
todas ellas cabezas vueltas. Entre las primeras destacan la Gran Dama oferente,
que por su calidad artística puede competir con la Dama de Elche.
El Cabecico del Tesoro corresponde en sus momentos más antiguos también al
siglo V a.C. En el año 237 la necrópolis fue devastada y volvió a utilizarse de
nuevo. Junto a los materiales de los indígenas encontramos cerámicas de tipo ático
y púnico. Destaca de esta necrópolis la gran cantidad de falcatas encontradas.
En cuanto al yacimiento de Pozo Moro, situado en la provincia de Albacete,
nos proporciona nuevos elementos de juicio para conocer las raíces del arte
ibérico y su implantación en el mundo orientalizante de las altas culturas del
Este del Mediterráneo. Por debajo de la necrópolis y cubierto por las sepulturas
apareció un monumento destruido. Se trata de un monumento funerario cuya planta
rectangular obedece a modelos sepulcrales del Norte de Siria y Sur de Anatolia,
con leones colocados en las esquinas, que responde a prototipos neohititas traídos
al Occidente por los colonos fenicios. Son de una importancia excepcional los
relieves de tres escenas variadas y todas con un contenido mitológico. El conjunto
es de difícil interpretación, pero parece claro que representan antiguos mitos
orientales, traídos por los fenicios y asimilados por las poblaciones indígenas
ibéricas. Puede fecharse a fines del siglo VI a.C., aunque su descubridor, M.
Almagro Gorbea, cree que los relieves pueden ser anteriores. Esta es pues la obra
más antigua de la escultura ibérica.
Debemos mencionar entre los elementos culturales de esta región las
inscripciones ibéricas. Son de tres tipos: las del grupo turdetano oriental; la
típicamente ibéricas y finalmente las escritas con el alfabeto jónico antiguo,
como es la de Alcoy. Todas ellas sirvieron al desconocido lenguaje ibérico.
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Un desarrollo paralelo parece manifestarse en el Levante, donde algunos
autores nos dan las claves del paso del sustrato precolonial al mundo ibérico,
gracias a los elementos asimilados in situ de la colonización orientalizante.
Históricamente podemos hacer una serie de divisiones en las distintas épocas
ibéricas:
* Periodo anterior a la conquista romana.
* Periodo que va de la conquista a la romanización total.

En lo que se refiere a los poblados de esta zona, hay unos que se habitaron
durante todo el tiempo, en este grupo encontramos los poblados de Sagunto, Játiva
o Lliria. En este último se han excavado más de 130 casas, estando dispuestas
sobre terrazas artificiales. Sus materiales atestiguan el inicio de vida sobre el
cerro en el siglo V a.C. finalizando bruscamente en el año 76 a.C.
Un segundo grupo de poblados fueron abandonados poco antes de la llegada de
los romanos. Estos dan a la fase ibérica prerromana un estado puro. Se encuentran
en la parte meridional del país. Podemos poner como prototipo al de la Bastida. Es
un poblado que forma un cinturón defensivo entre Hemeroskopeion y Akra Leuka. Fue
abandonado antes de las guerras púnicas.
Un tercer grupo de formación tardía, nacidos en el siglo III dan el panorama
del iberismo contemporáneo de la ocupación romana en la segunda etapa de la
historia ibérica. Se podría poner como ejemplo el del Tosal de la Cala de
Benidorm. En este vivieron durante el siglo II y I a.C. a la manera ibérica, pero
una buena parte de los objetos de uso diario eran de fabricación romana.
Cada una de estas dos fases que hemos señalado tienen una personalidad
propia. La primera de ellas, los siglos V y IV con una asimilación de influencias
griegas en unos aspectos e impermeabilidad en otros. Es el momento de la gran
plástica ibérica, y es ahora cuando cabe atribuir la escultura de mejor calidad:
Dama de Elche o figuras en piedra de grandes dimensiones. La cerámica de esta
época fue decorada sobriamente con motivos geométricos y vegetales.
El gran momento de la escultura es la época antigua, entre el siglo V y III
a.C. Esta escultura está al servicio de la religión. Se han encontrado un gran
cantidad de terracotas en un santuario de Alcoy, siendo la colección más
importante de toda la coroplástica ibérica, ya que exvotos similares en Murcia y
Andalucía son en bronce.
En la cerámica, tras el estilo geométrico, aparecen en el periodo reciente
el de Oliva - Lliria. Este está caracterizado por la presencia de escenas
representando motivos de la vida de la comunidad: cacerías, danzas, luchas. Es la
cerámica más famosa y conocida. Su cronología parece basarse en el parecido con
los vasos áticos de figuras negras y rojas de los siglo VI y V. De todas formas no
se ha podido encontrar más que en la segunda etapa ibérica. Por esto es por lo que
debemos clasificarlos entre los siglos III y I a.C.
La región catalana presenta una personalidad especial debido al contacto con
las colonias griegas de Ampurias y de Rosas que constituyen los últimos jalones de
la serie de colonias griegas en la costa Norte del Mediterráneo occidental, cuyo
centro fue Marsella.
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Sobre un poderoso sustrato de “campos de urnas” y de elementos
orientalizantes aislados, la influencia griega aparece vigorosa y da nacimiento a
núcleos muy helenizados como el de Ullastret que constituye un fenómeno sin
paralelo en otras zonas de la Península. Su forma es triangular, cubriendo un
extensión de unas cuatro hectáreas. Para proteger el recinto, cubriendo con
excitación. En el recinto se encuentra protegido por una muralla de más de tres
metros de grosor.
La técnica y la planta de su muralla tienen paralelos en los
establecimientos griegos del Mediterráneo occidental hasta fines del siglo IV a.C.
Otro gran centro catalán de esta época fue Emporion. Su estratigrafía indica
una fecha dentro de la mitad del siglo IV para la muralla de Neápolis, aunque hay
pruebas de una muralla más antigua; la fecha del siglo IV a.C. debe coincidir con
la de la ciudad o poblado de Indika. Parece ser que en su origen fue una ciudad
doble, indikete y griega, se paradas por una muralla.
Vemos pues que la población ibérica de Cataluña está asentada sobre poblados
fortificados que ya iniciaron su desarrollo en las zonas costeras en el periodo
anterior, igual que en la región de Valencia.
Las formas cerámicas se van transformando bajo el influjo del torno rápido y
de las importaciones griegas. Aparece la cerámica ibérica de tipo Fonscaldes
(Tarragona), pero de simple ornamento geométrico. Sólo en una fase fina (del 200
al inicio de la Era) se desarrolla la cerámica ibérica con ornamentación floral
estilizada, caracterizándose estas regiones ibéricas catalanas por el dato de que
casi nunca produjeron vasos con motivos animales o escenas humanas.
Nos falta manifestación plástica, aunque el tesoro de Tivisa (siglo IV al
III), con sus ricos vasos de plata y sus inscripciones ibéricas, nos ofrece el
gusto por la riqueza y ostentación artística.
El resto de las regiones interior ofrecen un gran número de elementos
célticos, venidos del otro lado de la Pirineos, y más arcaicos en razón del
alejamiento de los centros coloniales, cuya influencia creciente dará nacimiento a
las culturas mixtas que llamaremos celtibéricas.
La zona septentrional vasco - cantábrica - galaica, ofrece un carácter más
arcaizante, pues prácticamente a ellas no llegan las influencias coloniales hasta
la conquista romana, después de la que surge el fenómeno progresivo de la
romanización que representa el fin de la Edad del Hierro en la Península Ibérica.

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